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ENSAYO SOBRE LA ECONOMÍA VENEZOLANA

La sociedad venezolana durante muchos años no vive de lo que produce,


vive de lo que recibe por un bien, que no es producido, que es un bien natural.
La aparición económica del petróleo, que constituye el elemento central de sus
últimas y prolongadas décadas, marca efectivamente un hito separador de dos
épocas en el extenso lapso que transcurre desde los inicios de la vida
independiente del país hasta el presente. Los niveles de vida de la sociedad
venezolana están por encima de su capacidad productiva, gracias a ese plus
que ofrece la renta petrolera, el derecho que da la propiedad de un bien
escaso, codiciado en el mercado capitalista internacional.

El curso económico de Venezuela experimenta un drástico cambio hacia


1920, precisamente cuando el petróleo comienza a ser un factor de decisiva
significación en la vida económica del país. El ritmo del desenvolvimiento se
hace entonces otro, mucho más acelerado, y en unas pocas décadas el nivel
de ingresos del habitante promedio habrá de verse multiplicado muchas veces.

La explotación del petróleo, que en la década de 1920 había alcanzado un


cierto grado de madurez, habrá de transformar, la escena venezolana.
Considerando la ventaja del tiempo transcurrido, resulta claro que en dos
direcciones habrán de producirse sus consecuencias. La primera de ellas tiene
que ver con la importancia de las inversiones físicas llevadas a cabo en las
décadas iniciales de la explotación. Los órdenes de magnitud, de nuevo, son
asombrosas. La segunda consecuencia se asocia con el rango singular del
petróleo como un importantísimo factor de producción que, en sentido preciso,
no se produce, sino que meramente se extrae para su aprovechamiento.

El petróleo va a facilitar el comienzo de la acumulación de capital y su


desarrollo sostenido en las siguientes décadas, es decir, permitirá que se
planten las bases del crecimiento sostenido de la economía.
Luego de un largo periodo de acelerada expansión que se prolonga por seis
décadas, se alcanza un valor superior extremo hacia 1982. A partir de este
valor histórico empieza una sistemática caída que monta a 26 por ciento hasta
2006, y que configura una genuina experiencia singular en la vida económica
contemporánea.

El petróleo es un bien nacional y la administración de la renta que produce


la colación de ese bien en el mercado internacional está en manos del Estado,
que representa a la nación. Se configura así un régimen económico estatista
y centralista, pues es el Poder Ejecutivo del Estado quien controla
directamente las decisiones de producción, comercialización y distribución.
Las últimas décadas atestiguan la presencia masiva de innovaciones
tecnológicas que han afectado hondamente la practica económica. Una
consecuencia de todo ello ha sido la rápida obsolescencia de las maquinarias
y los equipos. Al no haber invertido la economía venezolana durante estas
décadas a un ritmo satisfactorio, la eficiencia de su acervo de capital ha
quedado muy rezagada, al punto de que la distancia que ocupa respecto de la
frontera tecnológica del mundo es hoy simplemente abismal.

A pesar de esto, nuestro país nuevamente no supo aprovechar esa gran


oportunidad para realizar las reformas e inversiones necesarias para
encaminarnos en una senda de crecimiento sostenible y desarrollo. Después
de transitar un largo período de ingresos petroleros, se desperdició la
oportunidad de conquistar niveles superiores de desarrollo y bienestar, se
despilfarro la mayor riqueza que jamás soñamos tener, sin ahorrar y sin
invertir.

La inflación, mientras más alta, tiende a ser más volátil, y esta mayor
variabilidad de la inflación hace que los precios de mercado sean un sistema
menos eficiente para la coordinación de la actividad económica. Una función
fundamental del sistema de precios, como lo señaló Hayek (1945)
brillantemente, es transmitir en forma compacta, eficientemente, y a un bajo
costo la información que los agentes económicos necesitan con el fin de
decidir qué producir y cómo producir, o cómo emplear sus propios recursos.

Actualmente nuestro país presenta altos niveles inflacionarios, de


endeudamiento, de escasez de productos básicos, de recesión, etc., que
señalan a todas luces que la gravedad de la crisis es de muy hondo calado,
con graves consecuencias sobre el consumo básico, el salario y la provisión
de bienes y servicios públicos. De la Venezuela aparentemente rica pasamos
a la Venezuela pobre de la década de los 90. Las distorsiones que arrastran
las políticas monetaria, fiscal y cambiaria, el alarmante declive que exhibe
nuestra industria petrolera, a lo que se une ahora la caída sin parada de los
precios internacionales del petróleo, generan un clima muy sensible de
incertidumbre y desconfianza que ahuyenta las posibilidades de inversión de
capitales nacionales y extranjeros.

Modernidad es sinónimo de eficiencia, productividad, trabajo y esfuerzo


colectivo para producir riqueza, redistribuida con criterio de justicia y equidad
para crear oportunidades para todos, con reglas claras, bajo el amparo de un
estado de derecho. Entre otras muchas cosas, eso es lo que cualquier
venezolano en su sano juicio buscará. ¿Por qué entonces nos cuesta tanto
caminar como sociedad en esa dirección? La traba de fondo es nuestra cultura
rentista-populista, que con el correr de los años ha profundizado un conjunto
de disposiciones subjetivas espontáneas frente al hecho económico que nos
dificultan asumir la racionalidad moderna del desarrollo. Y lo más grave es que
las élites políticas que en el pasado reciente y en el presente han gobernado
y gobiernan al país han visto en esa cultura, en sus valores, percepciones y
disposiciones, la clave para mantenerse en el poder.
Para finalizar, Venezuela está inmersa en una crisis económica, social y
política sin precedentes por políticas públicas que han producido mayor
pobreza, violencia y fricciones entre distintos grupos de la sociedad. Se
perdieron muchas oportunidades de crecimiento, de modernizar nuestro país
debido al derroche económico que suprimieron un desarrollo sostenible. La
estabilidad financiera internacional constituye una variable de suma
importancia para la economía venezolana, su buen desempeño en el mercado
real y en el mercado financiero, local e internacional, está estrechamente
relacionado con el comportamiento del precio del petróleo y la percepción de
riesgo país que tengan los inversionistas extranjeros. Se debe reconocer que
parte medular de los problemas estructurales que viene enfrentando la
economía venezolana, es el hecho cierto de que a partir de los años ochenta
del siglo pasado, se venía manifestando una pérdida progresiva de la
capacidad del ingreso petrolero para mantener la dinámica económica
nacional.

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