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Raúl Bernal-Meza
Resumen
El artículo analiza la evolución de la política exterior brasileña y
su objetivo del acceso permanente al Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas, como parte de su política internacional. La
Agenda de política exterior del Brasil ha tenido como tema de
prioridad permanente el desarrollo económico, aunque los te-
mas de seguridad y el objetivo del Consejo se han mantenido
constantes. Este objetivo es parte de la estrategia internacional
del Brasil, que busca su reconocimiento como potencia media
mundial. Sin embargo, éste y su opción por el liderazgo traerán
aparejados problemas dentro del MERCOSUR y con su prin-
cipal socio: la Argentina.
Palabras claves: política mundial, relaciones internacionales, Brasil, Consejo de
Seguridad, Mercosur
Raúl Bernal-Meza
Profesor Titular de Relaciones Internacionales de la Universidad
Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y profesor de
la Universidad de Buenos Aires.
E-Mail: cerial@infovia.com.ar
70 Raúl Bernal-Meza
Abstract
Raúl Bernal-Meza
Veränderungen und Kontinuitäten in der brasilianischen
Außenpolitik
Summary
Raúl Bernal-Meza
Changes and Continuities in Brazilian Foreign Policy
This article analyses the evolution of Brazilian foreign policy and its
objective to achieve a permanent seat in the UN Security Council.
Economic development has been a priority in the agenda of Brazilian
foreign policy. However security issues and membership in the Secu-
rity Council still play an important role. Brazil´s international strategy
aims to establish its role in the world as a medium power. This option
will bring potential problems in MERCOSUR and on the relations be-
tween Brazil and its main associate: Argentina.
Cambios y continuidades en la política exterior brasileña 71
Introducción teórica
Como he señalado en dos libros editados por Flávio Saraiva y Denis Rolland
(Bernal-Meza 2003; Bernal-Meza 2004), los países fundamentan y sostienen
sus políticas exteriores y sus respectivos modelos de inserción internacional
dentro de paradigmas, que son la expresión de una determinada visión del
mundo. Planifican lo que es posible hacer en términos de política dentro de
los marcos determinados por esa visión. El paradigma lleva implícito un con-
junto de valores que previamente son compartidos por la comunidad episté-
mica que adopta esa visión del mundo. Por ejemplo, el desarrollo y la necesidad
de revisar el orden económico y político internacional sobre bases más equitativas que con-
tribuyan a la paz, la cooperación internacional y el multilateralismo como instrumentos,
por sobre el unilateralismo y la confrontación, etc.
En la “Escuela de Brasília”1, el profesor Amado Luiz Cervo (Cervo 1998,
2003) señaló que por detrás de un paradigma se verifica la existencia de la idea
de nación que los dirigentes (y su pueblo) se hacen de sí mismos, la visión que
proyectan al mundo y el modo cómo percibir la relación entre esos dos ele-
mentos. El paradigma comporta percepción de intereses: la lectura que de
ellos hacen los grupos dirigentes modifica el paradigma que envuelve la elabo-
ración política. El paradigma condiciona tendencias de mediano y largo plazo
y explica sus rupturas. Agregó que, en el caso del Brasil, había una estrecha
relación entre modelo de desarrollo – o lo que él llamó como “tipo de Esta-
do” – y la política exterior. A partir de sus investigaciones, sostuvo que había
así cuatro tipos de Estado: liberal-conservador, desarrollista, “normal” o neoli-
beral y logístico (Cervo 2001; Cervo y Bueno 2002), de los cuales los tres
primeros habían tenido su aplicación en el caso brasileño, encontrándose el
cuarto, cuyo ejemplo lo constituían los países desarrollados del mundo capita-
lista, aún en vías de concretización en algún país latinoamericano.
De estas perspectivas teóricas se deriva que no se puede entender o
comprender la política exterior, en este caso la brasileña, sin tener en cuenta la
aspiración de las elites del país por la industrialización y la visión de sí mismas
y el papel de Brasil en el mundo que tienen las elites dirigentes del país.
Teoría y praxis
Durante sesenta años (1930-1990) fue dominante en Brasil el modelo del
“Estado desarrollista” (Guilhon Albuquerque 1996, 1996a, 2000a, 2000b) (o
desenvolvimentista), al cual correspondió un tipo de política exterior cuyo objeti-
vo – aunque con distintas estrategias políticas – fue el desarrollo económico.
A partir de inicios de la década de 1990 comenzaría una transición hacia el
“estado normal” o neoliberal, que generó contradicciones, avances y retroce-
sos en el modelo de inserción internacional del país, hecho que derivaría en
una política exterior de relativas contradicciones, en la medida que el modelo
desarrrollista no sería del todo abandonado ni tampoco el modelo neoliberal
llegaría a imponerse.
La visión que las clases dirigentes brasileñas han tenido de sí mismas y
del lugar que le cabe a Brasil en el mundo incluyó, desde mediados de los
años 1970, un progresivo alejamiento de Estados Unidos y una decisión de
disputarle el liderazgo político en América del Sur. A partir de entonces, la
política exterior brasileña de manera predominante se opondría a las iniciati-
vas hemisféricas norteamericanas, hecho que explica las estrategias de acumu-
lación de poder, las propuestas de integración (subregionales como el MER-
COSUR y regionales como ALCSA – Asociación de Libre Comercio Sudame-
ricana – y la Comunidad Sudamericana de Naciones) y su oposición a ALCA.
Sin embargo, la adopción del modelo de inserción o “tipo de Estado” y
las estrategias diferentes que los sucesivos gobiernos aplicaron para llevar
adelante los objetivos de política exterior muestran que el impulso no ha sido
constante, aún cuando los objetivos se mantienen y no hay duda que Brasil,
desde hace décadas, optó por el liderazgo y por la búsqueda de un reconoci-
miento mundial a su condición de “potencia media regional”.
Brasil comenzó a vivir una etapa crítica, donde ambas estrategias eviden-
ciaron su agotamiento (Hirst / Pinheiro 1995). En efecto, el modelo de políti-
ca exterior de la década de 1980, de las presidencias Figueiredo y Sarney, aso-
ciado al “desarrollo nacional”, había evolucionado hacia una fase de crisis y
contradicciones (Cervo & Bueno 1992; Cervo 1994). Sarney volcó a Brasil
hacia América Latina y, en particular, puso su mirada en Argentina. Resultado
de esto, junto al presidente argentino Raúl Alfonsín, lanzaron en 1986 el Pro-
grama de Integración y Cooperación Argentina-Brasil, que luego, con una
profunda reformulación conceptual e institucional, se transformaría en la base
del futuro MERCOSUR.
A partir de los años 1990, con la llegada al gobierno de Collor de Melo
(1990-1992), Brasil imprimió orientaciones confusas, incluso contradictorias
en materia de política exterior (Cervo 2002). La razón de ello se encontraba
en la ausencia de un modelo definido de desarrollo nacional al cual sirviera la
política internacional. La indefinición respecto del modelo de Estado, la ago-
nía del modelo desarrollista y la emergencia del Estado normal2 llevarían a la
indefinición de la política exterior.
De la transición democrática bajo la presidencia de José Sarney (1985-
1990) a la expansión de las relaciones internacionales ahora hacia América
Latina junto al resto del mundo, símbolo de los nuevos tiempos, surgiría –
como ejemplo de gran renovación – un cambio fundamental en las relaciones
bilaterales con Argentina y, en general, hacia América del Sur: Brasil encon-
traba su perfil latinoamericano, sustituyendo las políticas y percepciones de
conflicto y rivalidad por las de cooperación y concertación (Bernal-Meza
1989; 2000). Esta política sería continuada por Collor, impulsando un modelo
liberal de integración (MERCOSUR) y que Itamar Franco (1992-1995) busca-
ría posteriormente reformular, impulsando su proyecto ALCSA.
Los ámbitos privilegiados de acción serían dos, cada uno reflejado en la
propuesta de nuevos objetivos políticos. El primero fue el de las Naciones
Unidas, escenario hacia el cual Brasil se acercaba desde su nuevo (asumido)
rol de “potencia media”, proponiendo su propia candidatura a miembro per-
manente del Consejo de Seguridad de la ONU; el segundo, América del Sur,
donde se avanzaría desde dos líneas: la propuesta de creación de ALCSA
(Acuerdo de Libre Comercio Sud Americano), una extensión del MERCO-
SUR, realizada en Santiago de Chile en 1994 por el propio Franco y el relan-
zamiento de la cooperación económica y de integración en infraestructura con
Venezuela, Colombia, Uruguay y Bolivia.
2 Según la definición de Amado Luiz Cervo, para identificar el tipo de Estado que impulsó, como
mayor ejemplo latinoamericano, el neoliberalismo argentino, bajo las dos presidencias de Carlos
Menem. Cfr. Cervo (2000, 2001, 2002).
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3 Hemos definido éstos como aquellos impuestos por las potencias capitalistas, en particular por
los Estados Unidos, bajo el orden mundial de la post guerra fría, pero que no incluyen los pro-
blemas vinculados al desarrollo; cfr. Vigevani (1999); también Bernal-Meza (2000).
Cambios y continuidades en la política exterior brasileña 75
4 Proteccionismo económico; predominancia del papel del Estado sobre el mercado; preferencia
por el multilateralismo; reconocimiento al clivage Norte-Sur; oposición a las hegemonías; apoyo
“crítico” a los regímenes internacionales; autodeterminación y no ingerencia en los asuntos inter-
nos de los Estados, etc.
5 El cambio del discurso se reflejó en el pasaje de un rechazo al ALCA según la frase “No estamos
preparados para competir con la economía norteamericana. Con Alca nuestra industria será to-
talmente desmantelada. Por tanto, vamos a cerrar filas para evitar cualquier acuerdo comercial con
Estados Unidos” a la aceptación de la misma, según esta otra frase: “No estamos preparados para
competir con la economía norteamericana. Con Alca vamos a tener que competir más abierta-
mente. Por lo tanto, vamos a prepararnos para aumentar nuestra competitividad”.
Cambios y continuidades en la política exterior brasileña 77
lugar como destino de las mismas; por último, la extrema fragilidad de la eco-
nomía brasileña, luego de las crisis de Tailandia (1997) y de Rusia (1998),
cuando los riesgos de una corrida contra el Real condujeron a Cardoso a ce-
rrar un acuerdo con los organismos multilaterales de crédito y el gobierno
norteamericano para respaldar la moneda, a cambio de un paquete de refor-
mas fiscales, comerciales y financieras, que llevarían, entre otros aspectos, a la
flotación del Real (enero de 1999). En este sentido, el acercamiento a Estados
Unidos – y las medidas económicas implementadas, que incluían la privatiza-
ción de sectores estratégicos – contribuían (supuestamente, en la lectura del
gobierno) a recuperar la confianza de los inversores internacionales.
En síntesis, durante los noventa, Brasil se disoció del “tercermundismo”
clásico de la agenda del mundo en desarrollo de los 70’s y que caracterizó el
discurso de la política exterior de la época, con un predominio del liberalismo
económico en la conducción de la política exterior. La construcción de esas
alianzas políticas estratégicas se llevó a cabo según esa visión y el propio Tra-
tado de Asunción se enmarcó en el esfuerzo de apertura, ya que el mismo fue
presentado esencialmente como una continuidad de la liberalización comercial
de la economía brasileña (Nogueira Baptista 1993).
En esa perspectiva, las características de la integración con Argentina – y
el MERCOSUR – pasaban a ser funcionales con los nuevos objetivos: era una
pieza intermedia de apertura; el tránsito menos traumático entre una econo-
mía cerrada hacia otra economía más en la línea predominante de las exigen-
cias internacionales de apertura; pero también mantenía los objetivos de
Realpolitik: era un instrumento que le permitía beneficiarse económicamente
del nuevo espacio, dado el considerable peso de su estructura productiva, para
hacer ésta más competitiva y, políticamente, era el instrumento para la cons-
trucción de un subsistema económico y político (ALCSA), que le sirviera de
plataforma para asegurar su reconocimiento como “potencia media mundial”.
Por último, un MERCOSUR exitoso fortalecía el liderazgo brasileño en el
Cono Sur (Bernal-Meza 2000b). Así, la integración regional y el MERCOSUR,
además de ser un objetivo económico-comercial, pasó a ser un objetivo con-
siderado desde la óptica estratégico-política. En el contexto de un país con
aspiraciones de potencia media, este cambio podía ser visto como una res-
puesta, defensiva, de la región (y del país que la impulsaba) al proceso de
globalización y de normatización internacional.6
La paradoja del Brasil fue mantener objetivos de “alta política” (como el
ascenso en la estructura de poder mundial y un lugar permanente en el Conse-
jo de Seguridad) y privilegiar, como modo de inserción, la “baja política” (lo
económico).
6 Es decir, las normas y acuerdos internacionales impulsados por los Estados Unidos, bajo el nuevo
orden post guerra fría.
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Sin embargo, esa visión idealista de las relaciones internacionales se vio con-
frontada duramente con las realidades del poder mundial (Bernal-Meza
2004b, 2005; Cervo 2002, 2003). Sus dos gestiones de gobierno deterioraron
las condiciones de autonomía económica, comercial y financiera del Brasil
(Cervo 2002; Bernal-Meza 2002a). El fracaso de su gobierno – y, en particular
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7 Normas y acuerdos internacionales impulsados por los Estados Unidos, bajo el nuevo orden post
guerra fría.
8 Es decir, aspirar a un mundo distinto al unipolarismo actual, bajo la hegemonía norteamericana.
82 Raúl Bernal-Meza
De las tres motivaciones más importantes por las cuales los países lati-
noamericanos impulsan acuerdos regionales de comercio (factores políticos o
estratégicos; beneficios comerciales; respuesta a la globalización; trade or regula-
tory policy factors) sólo Brasil estaría motivado por todos ellos. Tal vez por ello
los restantes países han visto en ALCA mayores potenciales beneficios co-
merciales, aún cuando sus capacidades de operar en las negociaciones comer-
ciales a distintos niveles (regional, plurilateral y multilateral) son débiles res-
pecto a las norteamericanas. Esto también explica la configuración de las
nuevas alianzas, como se ha visto recientemente en las negociaciones en la
OMC y el papel de liderazgo que allí está cumpliendo el Brasil.
9 Hemos analizado estos problemas en diversos trabajos a los cuales remitimos; cfr. Bernal-Meza
1999, 1999a, 2000, 2000a, 2000b.
Cambios y continuidades en la política exterior brasileña 85
Conclusiones
En primer lugar, no se puede entender o comprender la política exterior bra-
sileña sin tener en cuenta la aspiración de las elites dirigentes del país por la
industrialización y la visión de sí mismos y el papel que ellos suponen el Brasil
debe tener en el mundo.
Con distintas formulaciones y estrategias, desde mediados de los años 70
Brasil ha mantenido un relativo activismo internacional y, a partir de los años
90, una aspiración entre latente y explícita al liderazgo sudamericano que lo
han enfrentado a las políticas hemisféricas de Washington. No obstante, la
11 Cfr. Souza, A. (2002): „A agenda Internacional do Brasil: um Estudo sobre a Comunidade Brasi-
leira de Política Externa”, in: mimeo, Rio de Janeiro: CEBRI, citado por Lima (2005).
Cambios y continuidades en la política exterior brasileña 87
búsqueda del liderazgo pasó de una visión que lo acercaba a Estados Unidos
(Cardoso) a otra más autónoma e independiente (Lula).
Las distintas estrategias reflejaron concepciones opuestas acerca del sis-
tema internacional y de la economía política mundial. El cambio más signifi-
cativo respecto de la visión del mundo y las relaciones internacionales se pro-
dujo bajo el gobierno de Cardoso, al adoptar éste una visión kantiana de ellas.
Lula retornó a Brasil a su tradicional visión “realista” de las relaciones in-
ternacionales y puso el tema del Consejo de Seguridad en el tope de su agenda
internacional, aunque no como su principal objetivo (Guilhon Albuquerque
2005).
Si bien este objetivo antes se lo propuso Fernando H. Cardoso asocián-
dose a la visión neo-multilateralista de Clinton, Lula lo ha buscado a través del
liderazgo y la búsqueda de mayores entendimientos con sus socios: funda-
mentalmente India y Sudáfrica, Japón y Alemania. Sin embargo, la caracterís-
tica distintiva es que mientras Cardoso sostuvo su política de acercamiento a
Estados Unidos con una política económica neoliberal, Lula ha combinado
una política macroeconómica ortodoxa con una política exterior heterodoxa
más cercana a las tradicionales visiones autonomistas, buscando compatibili-
zar una política de equilibrio de poder, en alianza con sus parceiros que tienen
nivel de “potencias medias” (como India y China), con un liderazgo sudame-
ricano que se proyecta desde el MERCOSUR hacia la Comunidad Sudameri-
cana de Naciones.
La visión realista del gobierno de Lula se ha expresado en la acumulación
de recursos clásicos de poder, en su empeño por el liderazgo regional, en su
oposición a las políticas norteamericanas así como en su esfuerzo por conse-
guir el reconocimiento internacional al objetivo de ingresar como miembro
permanente al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En este cambio, con el retorno al realismo, se advierten algunos temas
que otros países sudamericanos han considerado como preocupantes:
1) Su lenta pero sólida acumulación de poder militar.
2) El desarrollo nuclear, con la reactivación de la planta Angra III12, que
es un paso fundamental para poder acceder al club de los poderes
nucleares y, desde la perspectiva de los sectores que lo impulsan, un
12 A pesar de que las informaciones pueden parecer contradictorias, El diario Folha de São Paulo, en
su edición de 29 de noviembre de 2002, señaló que “la usina nuclear de Angra III recibió el OK
de los técnicos del Tribunal de Cuentas de la Unión”. Según el diario Clarin de Buenos Aires (cla-
rín.com, 26 de noviembre de 2005), “Brasil está en camino de construir una tercera central nu-
clear, Angra III. Según el titular de Electronuclear, Paulo Figueiredo, la planta podría ser cons-
truida en 5 años y medio”. Por su parte, el diario O Globo, en su edición del 25 de diciembre de
2005 señalaba que respecto a dicha construcción aún habría discusiones: el nuevo ministro de
Energía serìa favorable a la construcción de Angra III, mientras que la ministra Dilma Roussef se
oponía.
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y en el cual, aún siendo el más poderoso, sea uno más de esa unión de estados
nacionales, dilema que tarde o temprano se proyectará sobre la Comunidad
Sudamericana de Naciones, en la medida que ésta logre avanzar en sus objeti-
vos.
El gobierno brasileño ha reiterado su interés en desarrollar con Argenti-
na una “alianza estratégica”, pero su aspiración por ingresar como miembro
permanente al Consejo de Seguridad ha creado un nuevo factor de confronta-
ción con Argentina, que se agrega al resurgimiento de la preocupación por el
desarrollo nuclear brasileño al manifestar el gobierno de Lula el rechazo a
eventuales inspecciones de la AIEA a sus plantas nucleares, salvo a las respec-
tivas tubulaciones.
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