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INTRODUCCION
El Reino de Dios comienza con la predicación de la Palabra y por eso debemos confiar en la
predicación de la Palabra más que en cualquier otra cosa. La Palabra de Dios, al igual que la
semilla, tiene vida en sí misma. Allí donde se le da la oportunidad, demostrará su poder
viviente en la producción de fruto. Podemos notar que la semilla es la misma no hay
diferencia en las propiedades que esta tiene, la variación en el resultado depende
únicamente del terreno en el que la semilla cae.
III. EN LOS QUE OYEN LA PALABRA, PERO SE AHOGAN CON LOS AFANES DE ESTE
MUNDO (Vr 14 Y la semilla que cayó entre los espinos, Estos son los que han
oído, y al continuar su camino son ahogados por las preocupaciones; las
riquezas y los placeres de la vida, y su fruto no madura.)
Explicación: Aunque para algunos cristianos vivir afanados y estresados por las cosas de
este mundo les parezca normal y aunque parezca el estándar común correr tras las
ganancias y deleites de esta vida, son estas cosas un veneno mortal para la semilla de la
Palabra de Dios en el alma. En esta parábola el Señor Jesús señaló que entre las semillas
que este sembrador esparce, hay otras que caen entre espinos. Estas plantas malas, no
solamente afectan la planta que nace sino también llega a inutilizar el suelo. Debido a que
estas plantas echan raíces y profundas, usan de los nutrientes de la tierra “gastando” su
utilidad para próximas ocasiones.
Evidentemente este tipo de personas, oye la palabra de Dios, la tierra es favorable pero el
problema consiste en que además de hallar cabida la Palabra de Dios, ese corazón también
alberga semillas de plantas que la ahogarán y la inutilizarán. Aquí hay un corazón dividido.
El mismo corazón que albergó y germinó la semilla del evangelio, también albergó e hizo
germinar las semillas que luego se convirtieron en espinos del afán de este siglo y el engaño
de las riquezas. Puede ser que una persona así no rechace la Palabra de Dios, pero permite
que las enseñanzas de Dios crezcan a la par con la filosofía y el afán y las codicias de este
mundo. Por un lado creen en la importancia de la Escritura y sus principios, pero por otro
lado viven de acuerdo al mundo. Existe una dicotomía entre lo que creen y lo que viven.
Exhortación: Todas las épocas han tenido sus afanes, sus preocupaciones, sus intereses
particulares, que llegan a volverse objetivos hacia lo cual todos corren. Podemos estar
hablando de un gran sistema que crea sus propias necesidades y que provee para que ellas
sean suplidas. Han moldeado la mentalidad del hombre de tal modo que les dice qué
necesitan y cómo conseguirlo. La Escritura advierte en repetidas ocasiones, que el
verdadero creyente no debe vivir llevado por la corriente de este siglo Lc.21:34; Rom. 12:2;
El mundo y sus afanes arrastran a la gente a enfocarse en este propósito. Da una falsa
seguridad, provee de un orgullo propio y enajena al hombre de sus realidades espirituales.
Miremos que la consecuencia es que tal corazón y la Palabra sembrada no dan fruto, esos
frutos de justicia ni de obediencia. Esos frutos que evidencian arrepentimiento. Los espinos
han ganado más terreno, han crecido más, han sido alimentados y nutridos más que la
Palabra sembrada. El individuo se enfoca, se encamina y conduce por los afanes, las riquezas
o las codicias de este mundo y la influencia de la Escritura en su vida es cada vez menor,
cada día menos hasta que se ahoga. Muchos tendrán que verse naufragar por tener un
IV. EN LOS QUE OYEN LA PALABRA CON UN CORAZON DISPUESTO Y DAN FRUTO
(Vr 15 Pero la semilla en la tierra buena, éstos son los que han oído la palabra
con corazón recto y bueno, y la retienen, y dan fruto con su perseverancia)
CONCLUSION
Y ahora debemos preguntarnos ¿qué somos? ¿en qué clase de oyentes debemos
clasificarnos? No olvidemos nunca que hay tres maneras de oír la predicación sin provecho,
y sólo una de oírla con ventaja. Una persona puede cambiar. Quizá por mucho tiempo ha
sido "pedregales", pero esa situación es reversible si así lo desea.
No olvidemos nunca que sólo el fruto que se produce con perseverancia es el signo infalible
de haber sido oyentes de corazón.