Вы находитесь на странице: 1из 75

Alixci & Kath

Mir

Moreline
Vigilar una casa de drogas todo el día puede volverse aburrido
rápidamente.
Para el equipo de Operaciones Especiales de la policía, la vigilancia es
una forma de vida.
A veces es como ver una pintura secarse y otras veces es como ganar
la lotería.
Especialmente cuando una vecina traviesa hace un pequeño
espectáculo. Todos disfrutan un poco más de su trabajo.
Excepto Simon Vlahov, el friki del equipo.
Tiene las gafas.
Tiene las habilidades técnicas.
Y algunos sospechan que todavía tiene su V-card.
De hecho, lo mencionan regularmente.
Y no solo porque nunca miraría por la ventana de una chica, y mucho
menos la invitaría a salir.
Después de verla una segunda vez, Simon envía un correo electrónico,
advirtiendo a la chica de sus cortinas transparentes.
Es lo más caballeroso de hacer.
Hasta que la sexy vecina, una diseñadora de software llamada Callie,
termina en su puerta.
Parece que tiene habilidades que coinciden con las suyas y quiere
saber quién diablos es y por qué la está espiando.
A los pocos segundos de conocerla, Simon se da cuenta de que está
fuera de su liga.
Pero Callie no está tan segura.
—D
iecisiete, ¿cuál es tu canción favorita de este año?
—preguntó Mike suavemente en mi auricular, desde
su escondite en el patio más alejado de la casa que
estábamos vigilando.
—“Love on the Brain” de Rihanna —respondí igualmente tranquilo
desde la sombra oscura donde observaba mi lado de la casa.
—Hermano, esa es la respuesta más falsa que he escuchado. Creo
que a tu vagina acaban de crecerle un par de tetas.
—Dice el chico que todavía dice tetas —murmuré, notando el
movimiento en la casa a través de la ventana. Quienquiera que fuera había
estado caminando de un lado a otro durante horas—. Movimiento en el
interior otra vez.
—Te cubro la espalda, Diecisiete. RiRi es mi chica también. “Love on
the Brain” es sexy. —Ashley, el tercer miembro del equipo, se rio—. Esa
frase sobre el fuego de pelea o algo así, es una frase genial.
—Gracias, hombre. —Saludé brevemente con mi mano y me metí de
nuevo en los arbustos—. Jódete, Cuatro.
—Eh, hablando de joder, ¿alguno de ustedes imbéciles vio la belleza
de al lado? —gruñó Mike en el micrófono, haciendo que mi auricular
vibrase inquietantemente con su lujuria—. Santa mierda. Se está frotando
loción en las piernas justo en la ventana. Maldita sea. Mmmm, eso es,
frótalas para papi.
—Cuatro, concéntrate —le espeté cuando un auto se detuvo en la
entrada de atrás.
—¿Pueden ver esto? Le está echando loción a sus tetas, en la ventana.
Olvídate del fuego de pelea, creo que mi polla está en llamas.
Haciendo una mueca, levanté la vista del seto mientras Ashley se reía
en los auriculares.
—Una polla en llamas no es algo que tengamos que compartir,
hermano. Consigue un poco de crema y encárgate de esa mierda, en
privado, como hacen todos los demás hombres que se respetan. —Ashley
levantó un pulgar en el aire, el único movimiento en las sombras de la
gran camioneta estacionada a media cuadra de nosotros.
—Oh, por el amor de Dios y la virginidad de Diecisiete, ¿podemos
dejar de pretender que la vecina sexy frotando su culo desnudo no es
caliente?
—No soy virgen —lo dije por centésima vez. Ya ni siquiera sabía por
qué defendía mi vida sexual.
—¿Desnudo? ¿Dijiste culo desnudo? —Ashley se sentó, haciendo
mucho más movimiento en la furgoneta. La farola mostró el reflejo cuando
su mira se desplazó a una parte diferente de la casa—. Oh hombre, está
jodidamente desnuda. Como desnuda, desnuda. Diecisiete, Cuatro tiene
razón. Está locionando su cuerpo desnudo, de verdad.
—Chicos. Locionando no es una palabra. —Negué, a pesar de estar
solo en un arbusto y que no podían verme—. No estamos vigilando su
casa, los ojos en el premio. Esto es indecente.
—Ella está justo en la ventana. Lo está haciendo a propósito. Estoy
enviando una foto. —Mike sonaba desesperado porque yo lo viera o me
involucrara en el crimen.
—¡No! —dije más fuerte de lo que debería, pero no cambió nada. Mi
teléfono aun así vibró en mi bolsillo. Suspiré—. No está bien, Cuatro.
—Acabas de hacer porno de una mujer que no lo sabe. Espero que
estés feliz contigo mismo. —Ash se rio.
—Estoy feliz. Muy feliz. Eso va en la carpeta de masturbación para
más tarde. —Mike se rió entre dientes en el micrófono.
—Hombre, siempre me pierdo las cosas buenas —bromeó Matt desde
atrás en la tienda.
—Corta la mierda —refunfuñó Phil, nuestro sargento, en el micrófono.
—Gramps, tenemos movimiento en el lado sur. Alguien viene al patio
trasero por la puerta. Tienen algo en sus manos, algo grande. Lona quizás.
—Tomé varias fotos del hombre, enviándolas para su análisis y a mis
compañeros en caso que tuvieran reconocimiento.
—Oh, mierda, ese es Heinrich Dubhe —se quejó Ashley—. La mierda
está a punto de ponerse pesada. Si está vinculado a esta casa, entonces la
escala de participación acaba de subir. El dueño de la casa debe ser de un
rango inferior.
—¿Qué narcotraficante que se precie tiene el apellido Dubhe? Como si
no pensara, “Mierda, mi apellido es otra palabra para hierba. Eso es
demasiado obvio”. —Mike suspiró.
—El amor propio y el narcotráfico no se mezclan. Charla al mínimo —
susurré antes de que lo hiciera Phil. Era un sargento rompebolas.
Nos quedamos en silencio, esperando que algo sucediera. Los
arbustos a mi lado crujieron y se movieron. Me volví bruscamente, viendo
un animal pequeño, probablemente un gato.
El movimiento en la casa arrastró mis ojos de nuevo hacia allí.
Susurré otra vez:
—Alguien se va. —El corpulento narcotraficante salió de la casa que
sospechábamos era un posible laboratorio. La persona en el interior, que
creíamos que era Carter Hemple, el dueño de la casa, ya no estaba
caminando—. Es Dubhe, no hay bolsa esta vez.
—Diecisiete, ¿estás perdiendo tu V-card con la foto de la dama de la
loción? —Mike se rio.
—Sí, amigo, ese arbusto en el que estás se está moviendo mucho. —
Ashley se unió.
—Ese es el arbusto a mi lado, idiota. Creo que hay un gato —susurré.
—Awwww, estás solo con tu primer coño1. —Matt se burló de mí, a
pesar que no podía vernos.
—Gramps, ¿en qué momento puedo decir que esto es acoso sexual? —
mascullé a Phil y seguí al sospechoso para asegurarme que tenía las
placas en mis últimas fotos.
—Creo que el gato debería estar preguntando eso, no tú. —Ash se
unió a ellos.
—Váyanse todos al diablo. —Me escabullí por los arbustos, asustando
al gato para que saliera al patio—. Dubhe acaba de entrar en su auto,
tengo las placas. Te las envié a ti, Meehov.
—¿Meehov? No sigues llamándome así, ¿verdad? Eso es del mes
pasado —comentó Matt sarcásticamente, claramente detestando el que
fuera su nuevo apodo.
—Sí, ahora lo llamamos SM. —Mike se rió de nuevo.
—No quiero saber —murmuré y observé la casa de nuevo.
—No, no quieres. —Matt suspiró.
—El movimiento en el interior acaba de terminar. Necesitamos ojos
dentro, Nueve —le dije a Ashley.
—Estoy en eso —susurró en respuesta. El reflejo del Range-R en sus
manos brillaba bajo las farolas mientras se colocaba el dispositivo de mano
en la cara. Estaba lo suficientemente lejos como para que nadie lo hubiera
notado, pero yo lo hice—. Sí, no hay nadie allí. No hay fuentes de calor en
absoluto. El infrarrojo no está recibiendo nada.

1 Pussy en el original, la palabra tiene ambas connotaciones, gato y como vulgarmente se


traduce coño.
—Mierda. —Golpeteé con el dedo mi arma y respiré—. Si no hay calor,
tenemos que irnos.
—Llama por un disturbio a la policía local, Nueve. En caso que
hubiera algo dentro que no viéramos, como un homicidio. Este no sería el
primer golpe de Dubhe. Ese no es nuestro departamento. Sal de allí. Nos
reunimos en la cafetería —dijo Phil en su habitual tono inexpresivo.
—Diez cuatro2. —Me arrastré hacia la parte de atrás del seto mientras
la radio se silenciaba.
Salir y llegar eran nuestros únicos momentos de silencio. El resto del
tiempo bromeábamos demasiado, mucho más de lo que a Phil le gustaba.
Afortunadamente para el resto de la policía, siempre hablamos en un
canal cerrado, por lo que nadie tenía que sufrir con el espectáculo de Mike
y Matt. Por lo general, llenaban el aire como si fuéramos veinte, en lugar
de cinco.
Me escabullí por el patio de un vecino hasta su cerca y salté al patio
trasero, dirigiéndome hacia el callejón. Desde allí, entré en un camino de
acceso al lado opuesto de la calle, a una cuadra de la casa.
Mi auto sin marcar estaba a dos cuadras y cuando llegué allí, Mike ya
me estaba esperando con una sonrisa.
—¿Viste esa foto?
—No. —Fruncí el ceño y encendí el auto—. Jesús.
—Oye, no te enojes conmigo. Acabo de conseguirte una buena cita.
Vas a estar azotándotela más tarde con “Love on the Brain” mientras la
miras. —Me guiñó un ojo—. Puedes darme las gracias mañana.
—Eres un fenómeno. —Conduje por la ciudad hasta la cafetería en la
que siempre nos sentábamos, solo cinco tipos normales que comían un
poco de pastel y café.
Nunca éramos solo cinco tipos.
Nunca estábamos solo comiendo pastel y café.
Y no había nada normal sobre por qué estábamos allí.
—Así que eso fue extraño —murmuró Mike como si estuviera perdido
en sus pensamientos—. No lo entiendo. Dubhe, aparece de la nada en la
casa de Carter Hemple, llevando una bolsa de lona, y la persona que está
dentro, quien asumimos es Hemple, deja de moverse. Y luego Dubhe se va
sin la bolsa y la persona que está dentro ya no se mueve. —Mike golpeó su
pie contra la guantera—. No tiene sentido. ¿Tal vez algo salió mal?

2 Diez cuatro: son palabras codificadas destinadas a representar nombres, lugares,


situaciones y frases comunes de manera rápida y estandarizada, especialmente en los
cuerpos policiales. En este caso significa: mensaje recibido, comprendido o afirmativo.
—Bueno, tal vez la persona dentro nunca fue una persona. Tal vez
sepan que estamos vigilando la casa. Tal vez hayan puesto algo en
marcha.
—Tal vez. Aunque lo dudo. Es la segunda noche en este lugar. ¿Y
quién diablos es Hemple para el mundo del cartel? Quiero decir,
honestamente, es un idiota que es dueño de un gimnasio de CrossFit y se
excede con los “esteroides”. —Mike bostezó—. Estoy listo para ir a la cama.
—Te refieres a dormir. —Sonreí y lo miré de reojo.
—Claro. Esa es una distinción que alguien como yo tiene que hacer.
—Bostezó por segunda vez.
Mike era el tipo más extraño del mundo, y no era el tipo de persona
que debería convertirse en policía, y sin embargo era bueno en eso. Se
adaptaba al estilo de vida encubierto: estar levantado hasta tarde, sin
uniforme, y mezclándose con el resto de la sociedad.
Todos lo hacíamos, de maneras muy diferentes. Ninguno de nosotros
pertenecíamos a los mismos grupos en la sociedad.
Mike era el típico mujeriego y no era tímido ante el hecho que trataba
a la mayoría de las mujeres como juguetes sexuales. Pero a él lo trataban
igual o, según Mike, le gustaba que lo trataran de esa manera, por lo que
funcionaba para él.
Vivía por un sistema de reglas arcaicas escrito por la Hermandad.
No tenía citas.
No cenaba con mujeres que iba a follar.
No se quedaba a dormir.
Y nadie dormía en su casa.
—No pude dormir anoche. —Se frotó los ojos.
—¿La anciana? —No pude resistirme. Todas las mujeres entraban y
salían de la vida de Mike sin siquiera un beso de buenas noches, excepto
la anciana. La diferencia era que al final reunía un poco de dinero en
efectivo, tirado por la anciana para sentirse mejor por el hecho de que
estaba teniendo una aventura. Ella era su única regular también.
Normalmente, las chicas entraban en rotación durante un par de meses y
luego eran abandonadas.
Todo era bastante cutre y algo de lo que debería estar avergonzado.
Especialmente como oficial de la ley.
Pero no se sentía avergonzado, todos habíamos comprobado eso.
—Sí. Vino tarde. Su marido está en Italia en alguna conferencia. —
Negó y se revolvió el cabello largo—. Es una persona extraña. Me dejó cien
dólares otra vez. Esta vez fue en el baño, metidos debajo del papel. —Se
burló—. No lo entiendo.
—Estás usando una camiseta con agujeros y tus jeans están
manchados de mostaza y grasa. Tal vez por eso deja el dinero. —Entré en
el estacionamiento de la cafetería.
—No, idiota. Nunca me ve vestido. —Sonrió como si fuera algo de lo
que estar orgulloso.
—Está bien. —No sabía qué más decir. Él no entendía que la anciana
le daba dinero para que fuera más una transacción comercial y menos una
relación para aliviar su propia culpa.
Pero él no era la herramienta más afilada en el cobertizo. Ni siquiera
estaba realmente en el cobertizo. Estaba más como en el patio, oxidado.
—Sabes, si estás decidido a perder la V-card, podría enviártela por
una noche. Con diferentes arreglos, obviamente. Tú tendrías que darle los
cien dólares. —Se rió y me dio una palmada en el brazo.
—Estoy bien. —Me estremecí al pensar en una anciana casada en mi
cama. Había visto a la esposa del alcalde y la enorme roca en su dedo. No
podía ver más allá de la diferencia de treinta años más fácilmente que el
anillo. Incluso si fuera virgen, nunca estaría tan desesperado.
Cuando entramos, él todavía se estaba riendo de su propia broma.
Siempre me preguntaba cómo había entrado en la fuerza con su ética,
pero también cómo había logrado entrar en Operaciones Especiales. En
general, era una sección más inteligente. Tenía que asumir que era su
habilidad para mezclarse con los imbéciles comunes en los clubes de
striptease. No se veía ni actuaba como un policía.
Phil ya estaba sentado en nuestra mesa, frunciendo el ceño con una
mezcla de estrés y somnolencia que vagaba por sus ojos. Su expresión
habitual. Cuando nos vio, no sonrió ni saludó, pero su frente se levantó
levemente.
La camarera, Lara, una hermosa morena con una actitud
despreocupada, tenía el café esperándonos.
—¿Descafeinado para ti, Mike? —Sonrió y se alejó.
Él siguió su pantalón corto con su mirada, similar a un lobo mirando
a un conejito de cola mullida.
—Gracias, Lara.
—No cagamos donde comemos, Mike. ¿Recuerdas? —murmuré y me
senté, emocionado por mi tarta. Ella siempre me traía la de crema de
coco—. Hola, Phil. —Me gustaba llamarlo sargento, pero de un lado para
otro le decíamos Phil o Gramps.
—Chicos —masculló Phil—, ese fue un giro interesante de los
acontecimientos.
Asentí, pero Mike estaba colgado de mi comentario.
—Puedo revisar el baño sin usarlo, Simon —bromeó Mike, agregando
un cuarto de cucharadita de azúcar a su enorme jarra de descafeinado.
Este era el pequeño y triste premio de Mike. Estaba obsesionado con los
carbohidratos, los azúcares y los primeros planos.
Su compañero en el crimen, en lo que se refería a mantener un estilo
de vida saludable, abrió la puerta de la cafetería y entró, sonriendo
ampliamente.
—¡Damas! —Matt nos guiñó un ojo y luego a Lara cuando asomó la
cabeza fuera de la cocina al escuchar su voz—. Hola, hermosa.
—Hola, Matt. —Se sonrojó—. Tengo tu chai listo. —No era un
elemento del menú, pero ella lo hacía especialmente para él. Alguna receta
que aprendió mientras estaba de mochilera en la India.
—¿Alguna vez le dirás que juegan para el mismo equipo? —Mike le
gruñó a Matt mientras se sentaba con nosotros.
—Lo sabe. —Matt se burló—. Las chicas lo saben. —Puso los ojos en
blanco—. Simplemente piensan que tal vez sean ellas quienes nos rescaten
del lado oscuro. O quieren ser mejores amigas y salir de compras. Yo no
salgo de compras.
—No lo sabe, hermano. —Los ojos de Mike se dirigieron de nuevo a la
cocina—. Le gustas, y en mi opinión, no está bien darle esperanzas a la
pobre chica.
—Simplemente odias el hecho que te huele a un kilómetro de
distancia. —Matt le guiñó un ojo.
—Es el aerosol corporal Axe. Lo usa como si fuera crema hidratante
—murmuró Phil.
Todos nos reímos, incluso Mike. Era una de las pocas cosas que me
gustaban de él; podía reírse de sí mismo.
—Hablando de crema hidratante —sacó su teléfono del bolsillo—,
incluso tú no puedes negar lo sexy de esta foto. —Mostró la imagen que en
ese momento estaba quemando un agujero en mi bolsillo. Insistí en no
mirar.
Pero no pude evitarlo cuando abrió la imagen.
Era intensa.
—Maldita sea. Está en forma. —Matt asintió casualmente.
—¿Todavía la tienes? —Phil frunció el ceño mientras miraba su
tableta—. ¿Pensaste en lo ilegal que es tomar fotos de alguien inocente…?
—Cerró la boca cuando en realidad vio la foto—. Elimina esa mierda —dijo
después de un segundo de mirar fijamente.
Era alta, delgada, bronceada, estaba en forma y era voluptuosa en
todos los lugares correctos. Era como ver a Súper Chica desnuda. Estaba
inclinada hacia delante, frotándose la loción en la pantorrilla con el pie
apoyado en la tapa del inodoro. Un perfil lateral completo de una hermosa
mujer desnuda.
Matt fue el único que apartó la mirada de la foto sin parpadear.
—¿Dónde está Ash? —preguntó, y todos lo escuchamos, pero nadie
respondió—. ¡Oigan! —Agitó su mano frente a los ojos de Phil.
—Ashley está en camino. —Phil tragó saliva—. Elimina la imagen.
—Bien —masculló Mike y la borró.
—Y elimínala el archivo recién eliminado —dije con aire de suficiencia.
—Lo hice —espetó, levantando el café a sus labios.
Lara trajo el té chai, sus ojos pasaron de Matt a los de Phil.
—¿Alguien que quiera probar el pastel de batata? Fue el especial de
hoy.
Phil arrugó la nariz.
—Voy a quedarme con el de manzana. —Era tan aburrido.
—Nada de pastel para mí. No hice el entrenamiento extra hoy. —Mike
negó. También aburrido.
Yo era aburrido, pero de la mejor manera.
—Pediré el…
—Lo sé —me interrumpió—. Coco. Te guardé el último trozo. —Me
guiñó un ojo y asentí.
—Gracias.
—Por supuesto. —Sus ojos se dirigieron a Matt otra vez. Me
preguntaba si contenía el aliento cada vez que lo miraba, solo rezando
para que este fuera el momento en que él la mirara. Pero él no lo hizo.
—Yo lo probaré, solo se vive una vez. —Sonrió, pero era la misma
sonrisa de siempre. Sus ojos perdieron el diminuto fragmento de
esperanza, claramente ajenos a su homosexualidad. A ella le gustaba.
—Entonces, ¿irás al desfile del Orgullo este año? —le preguntó Mike a
Matt, enfáticamente.
Los ojos de Lara se ensancharon y sus mejillas se sonrojaron.
—No. —Matt arrugó la nariz—. Nunca voy a esas cosas. Llueve todos
los años.
—¿Por qué no? Son tu gente. —Mike cruzó los brazos sobre su pecho,
lanzando su mirada hacia Lara por un rápido segundo.
—Tal vez porque eres mi gente, Mike. —Matt se inclinó sobre la mesa,
apoyando sus grandes manos en el brazo de Mike—. Quiero decir, a veces
cuando hacemos ejercicio... —Bateó sus largas y oscuras pestañas.
—¡Qué carajo! —Mike lo alejó, volviéndose rojo remolacha.
Incluso Phil se rio entre dientes.
—Bueno. Volveré con tu pastel. —Lara tragó saliva, visiblemente
incómoda, y se fue.
Odiaba a Mike a veces.
—No te resistas, Mikey. —Matt sonrió—. Ambos sabemos cuánto lo
deseas.
—Pff. Eso desearías. —Mike puso los ojos en blanco.
Ashley finalmente llegó con Jamey, la chica informática de nuestra
unidad. No era técnicamente un miembro del equipo, pero ella y Ash eran
mejores amigos. Pensaba que algo podría pasar entre ellos, pero él nos
había asegurado a todos que se había quemado tanto que no había
manera de que volviera a tener citas. Y ciertamente no con uno de
nosotros.
Su ex esposa era una de nosotros, de la policía montada a cargo de la
sección de drogas encubiertas de Ottawa. Ahí fue donde ella conoció al tipo
con el que se volvió a casar, después de haber tenido un romance de un
año con él mientras era su contacto durante su trabajo encubierto.
Fue una de las razones clave por las que manteníamos la regla de “no
cagues donde comes” en nuestra unidad. Que todos fuéramos chicos
ayudaba, especialmente porque Matt era el único que salía con alguien,
pero incluso él mantenía una regla bastante estricta sobre los policías.
Yo era el único al que no le importaba dónde trabajaba una chica.
También me votaron como el menos propenso a tener sexo, así que
realmente no contaba. Y no me importaba lo que pensaran.
Una sonrisa se asomó en mis labios cuando recordé a la chica que
había estado viendo en secreto el año pasado cuando nos transfirieron a
BC3. Ninguno de ellos sabía de ella.
—Oye, Jamey. —Mike sonrió. No notó que ella constantemente le
daba una expresión de enojo. Él nunca se rendía.
—Idiota —masculló ella su saludo habitual y se sentó junto a Phil—.
Muchachos. —Suspiró y tomó un sorbo del té de menta que Lara le había
traído.
—Está bien, vamos a lo importante —habló Phil en voz baja, aunque
la cafetería estaba vacía. Siempre lo estaba tan tarde en la noche—. Los
policías locales acaban de llegar a la casa de Hemple. Encontraron una
bolsa con ropa de cama, mantas y una almohada, tirados en el suelo, sin
nada más. No había nadie en la casa. Los muebles son pocos, como si

3 BC: Columbia Británica o Colombia, es una de las diez provincias que, junto con los tres
territorios, conforman las trece entidades federales de Canadá.
alguien hubiera empezado a mudarse allí. Pero sí encontraron una
aspiradora Roomba, con un montón de globos llenos de helio pegados a la
parte superior. Tenía un temporizador para encenderse y aspirar la casa a
las ocho de la tarde. Funciona durante horas. También había un
calentador con un temporizador, creando una fuente de calor dentro de la
casa durante tres horas. Nada de drogas. Nada de armas. Nada de gente.
—Raro. —Matt arqueó una ceja—. ¿Por qué configurarlo?
—No lo sé. Pero el inspector está de acuerdo en que necesitamos
llenar ese lugar de micros. Necesitamos averiguar por qué la casa de
Carter Hemple está vacía y por qué no está allí. Tenemos la aprobación
para el auto de Dubhe también. Que él haya ido a la casa crea un enlace
que no conocíamos y a la unidad no le gusta no saber. Que él esté
vinculado a cualquier cosa son malas noticias, pero otra familia de
narcotraficantes es realmente malo. —Phil tomó un sorbo de su café y se
detuvo cuando Lara regresó con la última de las bebidas y los trozos de
pastel.
Sus ojos se encontraron con los míos mientras colocaba la rebanada.
—Casi tuve que pelear con alguien por esto más temprano.
—Gracias. —Asentí y levanté mi tenedor.
—Si ustedes necesitan algo más, me avisan. —Sonrió y se dirigió a la
cocina.
—Hermano, creo que realmente le gustas —murmuró Matt, dándome
un codazo.
—No. —Casi me reí de eso—. Tú eres quien le gusta. Se veía bastante
mal cuando Mike dijo lo del Orgullo. —Levanté el bocado a mis labios,
suspirando por el sabor. Era igual que la de mi abuela.
—Podrías gustarle —se burló Jamey—. Tienes una buena mandíbula.
Hay algo realmente sexy en verte comer ese pastel.
Me atraganté con el bocado, tosiendo mientras todos se reían. Mi cara
se encendió, ardiendo de vergüenza.
—Oh, mierda. —Se llevó las manos a los ojos—. Ustedes idiotas saben
que eso no es lo que quise decir.
—Lo que sea. —Ashley la empujó—. No es de extrañar que quisieras
venir. Te gusta ver a los chicos comer pastel. —Levantó sus dedos en
forma de V delante de sus labios.
—Jesús. —Phil arrugó la nariz. Siempre actuaba como un viejo, pero
solo era ocho años mayor que yo.
—Te veré ahogarte con la tuya en un minuto. —Sus ojos color miel se
entrecerraron hacia los de Ashley.
Él se rio y bajó la mirada.
—No he probado ese tipo de pastel en mucho tiempo.
—Mentiroso. —Mike se rió—. De todas formas. Creo que están sobre
nosotros. Si colocamos los micros, nos verán. Intervenir el auto de Dubhe
sería lo mejor. Tal vez su teléfono también.
—Está bien —dijo Phil después de un momento—. Vamos a empezar
allí. Ustedes encárguense del auto mañana por la noche alrededor de la
una cuando esté durmiendo. Antes de hacerlo, vean si pueden obtener su
teléfono en el casino cuando está allí durante el día. A veces lo deja en el
auto. —Señaló a Matt y a mí—. Una vez que tengan el vehículo mañana
por la noche, todos nos reuniremos en el desguace a las dos de la mañana.
Me quedaré en guardia en la casa mientras no esté. Tendremos una hora y
luego volveremos. No quiero que lo llamen. —Phil se comió la tarta en un
par de bocados y se bebió el café—. Tengo que llegar a casa. Las chicas se
levantan temprano. Nos vemos mañana. —Se deslizó de su asiento y se fue
mientras todos asentíamos y nos despedíamos.
—¿Por qué tú y yo otra vez? —Se quejó Matt—. Siempre tenemos que
hacer el trabajo sucio.
Los miré a todos y respondí claramente:
—¿Aptitud?
—¡Ja! —Jamey me ofreció sus nudillos.
—Ya quisieras. —Ashley se recostó, tomando un enorme trago de
café—. Es porque tú y Matt no pelean ni joden.
Hice una mueca cuando Matt se rio. Ash se estremeció cuando se dio
cuenta de lo que dijo.
—Sabes a lo que me refiero. Matt y Mike juntos no pueden ser de fiar.
Joden como locos. —Levantó las manos cuando todos nos echamos a
reír—. He terminado. No digo nada más.
Matt negó, riéndose.
—Ustedes apestan.
—No, tú apestas. —Mike levantó una ceja.
—Sí, lo hago, Mike. Realmente bien también4. —Matt se inclinó de
nuevo.
—Amigo —Mike lo rechazó—, ya dije que no.
—No me siento convencido por eso. —Matt nos miró al resto.
—No. Creo que lo desea. Protesta demasiado. —Jamey negó con la
cabeza.

4 Hace referencia a la palabra “Suck” que también significa “chupar”, aunque se le da


connotación de “apestar”.
—¡Mierda! —Mike se recostó, se terminó el café—. Me voy a casa para
masturbarme con esa chica sexy de la loción. —Me lo dijo directamente a
mí—. Y luego llamaré a quien esté en la rotación para la ronda dos. —Se
levantó y se despidió—. Buenas noches, hijos de puta.
—Buenas noches, Mikey —dijo Matt en un tono súper femenino y se
despidió suavemente. Era extraño verlo actuar ser así. Era técnicamente el
hombre más viril de nuestra unidad. Bueno, él y Phil. Matt pescaba, bebía
cerveza, hacía senderismo, jugaba fútbol, jugaba al golf, cazaba, perseguía
imbéciles y trabajaba mucho. No hacía cosas tontas como CrossFit o
hablar sobre sus sentimientos. Era un hombre muy hombre. A mi padre le
caía mucho mejor que yo, incluso después de descubrir que Matt era gay.
Desafortunadamente, yo le caía mejor al papá de Matt. Y no porque
fuera viril. Sino porque me gustaban las chicas. Matt tenía esos padres.
Cuando dijo que era gay, su padre no le habló durante dos años.
Comenzaron a hablar hace un par de meses, pero aún todo era tenso. Me
había convencido para que fuera a casa con él dos veces para reducir la
tensión.
Su papá me hizo beber cerveza y ver un partido de fútbol. Fue
horrible.
Matt era el hijo que había querido, menos un pequeño detalle.
Su padre era un imbécil.
Yo lo odiaba.
Mike me lo recordaba a veces.
Matt me miró, luchando contra un bostezo.
—¿Estás listo para ir a dormir?
—Sí. —Asentí.
—Voy a abrazarte en cucharita. —Matt perdió la batalla con su
bostezo.
—Es mi turno —murmuré secamente mientras me levantaba—. Nos
vemos mañana. —Nos despedimos de Ashley y Jamey, dejándolos allí.
Cuando estábamos en mi auto, Matt suspiró.
—Así que iremos al casino por la tarde, veremos si podemos obtener
su teléfono y luego iremos a casa a dormir una siesta. ¿Entonces me
recogerás mañana a medianoche?
—Sí. —Arranqué el auto y conduje por la carretera—. ¿Por qué te
llaman SM ahora?
—Simon mamón. —Se rio. —Te dije que no querías saber.
—¿Qué? —Hice una mueca—. ¿Cómo demonios me metieron en tu
apodo?
—¿Recuerdas cuando dije que iba a una cita con ese tipo que
trabajaba en el banco?
—Sí. —Todavía estaba perdido.
—Su nombre también es Simon. Accidentalmente le envié a Mike una
nota que decía que había pasado una gran noche y que era un placer
conocerlo, y que si le gustaba, tal vez pudiéramos vernos de nuevo. —Se
rio entre dientes—. Por supuesto que Mike se volteó y me dijo que me fuera
a la mierda. Dije que era para Simon. De ahí salió.
—¿Y Mike pensó que era yo? —Me costaba creerlo.
—No. Sabía que no eras tú, pero me molestó como si hubiera sido así.
Y ahora todos me llaman SM. Lo que es principalmente burlarse de ti.
—Eso tiene sentido. —Me detuve en la entrada de su casa. Él había
querido un condominio en el centro de Vancouver, pero no nos pusieron
en el centro. Nos consiguieron un lugar en un suburbio, algo lejos de la
ciudad.
—Sí, cualquier cosa para burlarse de ti. Es tu culpa realmente. Lo
pones demasiado fácil. —Me dio una palmada en el brazo y salió—. Nos
vemos mañana alrededor de las tres.
Casi suspiré con alivio porque se había olvidado del entrenamiento de
la hora del almuerzo que había planeado para nosotros, pero luego se
detuvo y volvió a bajar la cabeza hacia adentro.
—Tacha eso. Te veré alrededor del mediodía, para la paliza de tu vida.
—Claro. ¿Es mañana?
—Sí. Descansa. Va a doler. —Se despidió y cerró la puerta del auto de
un golpe.
—No tan fuerte —murmuré para mí mismo y retrocedí, emocionado de
finalmente irme a casa a la cama.
—M
eehov, su auto no está en casa —hablé por el
micrófono adjunto a mi chaqueta mientras hacía
una vuelta alrededor de la cuadra en la casa de
Dubhe.
—Sí, eso vi. ¿Dónde está? —murmuró Matt—. Tenemos media hora
para encontrar su estúpido auto.
—Cuatro, ¿ya está en la casa de la novia?
—Negativo, Diecisiete. Su camino de entrada está vacío. Ella está en
el baño. Sus cortinas no dejan ver nada. —Mike usó su tono lujurioso.
—Eres repugnante. Me dirijo a la casa. —Suspiré, esperando que Phil
me ayudara con otras ideas mientras conducía los veinte minutos que
tardaba en llegar allí.
—Sí, eso suena como un plan —se quejó—. Nueve, ve al casino y
revisa el estacionamiento otra vez. No creo que esté allí, pero nunca se
sabe. Cuatro, quédate en la casa de la novia.
El turno de noche era una gran parte de nuestro trabajo. Una parte
agotadora para un padre soltero con dos niñas pequeñas. No sabía cómo
Phil lo hacía.
—Estoy en tus seis, Diecisiete —susurró Matt de forma escalofriante.
—Que te abrace cucharita no cuenta como perder la V-card,
Diecisiete. —Mike se burló de mí.
—Está bien. —Puse los ojos en blanco, deseando tener una mejor
respuesta. Necesitaba trabajar en eso. Se me ocurriría algo en algunas
horas, pero no sería útil.
Cuando llegué a la casa, me estacioné en el lado opuesto de la
carretera desde donde había estado Ash la noche anterior y salí de mi
auto, simulando ir a la casa de un vecino. Me colé en su patio trasero y
corrí a lo largo de la propiedad hasta la línea de la cerca, saltándola. La
casa estaba vacía, a la venta en realidad. Habíamos contemplado
comprarla y usarla como base, pero decidimos que era demasiado cerca. Y
tal vez demasiado obvio.
Cuando llegué a la cerca del patio de la chica desnuda, la chica de la
loción, la luz del baño se encendió. Me detuve junto a sus botes de basura
y esperé, conteniendo la respiración. Ella pasó por la ventana, se llevó una
mano al rostro y se frotó los ojos.
—Mierda —susurré, al ver que estaba desnuda, de nuevo. ¿Esta chica
no tenía ropa?
La ventana estaba colocada de forma extraña, lo que suponía un
punto de observación del baño mucho mayor de lo que uno podría esperar.
Se sentó en el inodoro, todavía permitiéndome una vista completa de su
cara y cuello.
Era impresionante.
Lo suficientemente impresionante como para congelarme justo en mi
lugar y mirar como un pervertido, o Mike.
Mi boca se secó por respirar como un pervertido al lado de la ventana.
—Amigo, ¿estás realmente parado a la luz del día viendo esta mierda?
Muévete a las sombras, bicho raro —dijo Matt por la radio—. Y deja de
tocarte.
Me estremecí, dándome cuenta de lo que estaba diciendo y de lo que
estaba haciendo, y me apresuré a parte de atrás de la casa, comprobando
el auto.
—No me estaba tocando, idiota. —Mis mejillas ardían en el aire fresco
de la noche.
—¿Diecisiete acaba de verlo? ¿Consiguió el espectáculo? —Mike
irrumpió en la radio—. ¿Tiró de su pene allí en su patio?
—Lo hizo. —Matt se rio.
—Jesús, ella debe tener la piel seca o algo así, para frotarse toda esa
loción —intervino Ashley.
—Estaba orinando esta vez —lo corrigió Matt.
—Oh, hombre, aún mejor —gimió Mike, entendiendo lo que había
estado viendo y escuchando. La había oído orinar y aun así miré fijamente.
—Chicos, corten la mierda —espetó Phil, haciéndome saltar.
—Solo tengo que decir una cosa más antes que cortemos la mierda,
Gramps. Diecisiete, ¿acabas de hacer un Forest Gump en tus pantalones?
—Su voz temblaba de risa—. Oh, Jenny.
—Su auto está aquí —lo ignoré a él y a mi cara ardiendo cuando
susurré en mi radio desde detrás del cobertizo en el lado más alejado de su
patio.
—Diez cuatro —Matt habló en voz baja pero sonaba como si estuviera
sin aliento. Segundos después, corrió por el callejón, deslizándose hacia el
lado del auto.
Corrí hacia la valla trasera de la chica desnuda, la salté y me deslicé a
su lado mientras él abría la cerradura y saltaba dentro, abriéndome la
puerta. Nos mantuvimos agachados cuando lo encendió y retrocedió.
—Me quedaré aquí y vigilaré la casa, me aseguraré que nadie se
mueva o se despierte —susurró Phil mientras Matt y yo nos
marchábamos—. Todos los demás al desguace.
Cuando estábamos a una cuadra, Matt se volvió, sonriendo.
—¿Así que?
—Detente —espeté, levantando mis gafas.
—No creo haberte visto hacer esa cara antes, la de respira por la
boca. —Sonrió con más fuerza—. Creo que tus gafas se estaban
empañando.
—Es sexy, ¿y qué? —Negué, desesperadamente esperando lucir
indiferente en lugar de avergonzado.
—No tienes que estar avergonzado. Todos miran. Está en la
naturaleza humana. —Se echó a reír.
—La luz se encendió cuando estaba a mitad de camino del patio
lateral. Me quedé inmóvil, esperando que ella no me viera. Eso es todo. —
No me encontré con su mirada. Él lo sabría. Me conocía mejor que nadie.
—Está bien —ofreció ante mi terrible respuesta, burlándose de mí—,
quiero decir, pensé que podría haber visto algún movimiento, pero
claramente estaba equivocado. —Me miró.
—Sí. —Podría haber habido movimiento. Casi podría haber estado
duro como una roca; pero nunca lo iba a admitir.
Jamás.
En el desguace, nuestro propio desguace, Mike y Ashley nos estaban
esperando. Ambos sonreían, claramente a punto de estallar en carcajadas
en el momento en que me vieran.
—¿Ella orinó justo delante de ti? ¿Estaba abierta la ventana? ¿Podías
oírlo? —Mike movió sus oscuras cejas.
—No. Jesús. Enfócate —le espeté. Como segundo al mando, podía
ladrar esa orden, solo un poco.
—Mentiroso. —Matt abrió el capó y el baúl—. La ventana estaba
completamente abierta. Podía oírlo desde donde yo estaba. Hace pis como
si pudiera ser más mi tipo que el tuyo.
Mike arrugó la nariz.
—Realmente no me gustan las chicas con pollas, pero ella está muy
buena.
—¡Mierda! —Me volví, con el rostro enrojecido y listo para perder el
control—. Tenemos cuarenta minutos para cargar este auto. Vamos a
trabajar.
Fue el turno de Mike de enrojecer. Matt y Ash saltaron.
—Tienes que ser capaz de aceptarlo si puedes molestar —gimió Mike.
—Esa es la cosa, Mike. Realmente no molesto a nadie, ¿verdad? —Era
la verdad y ellos lo sabían.
—Tiene razón. —Matt me hizo un gesto desde el capó del auto—. No lo
hace. Sus respuestas ingeniosas son las peores de la historia, por lo que
no cuentan.
Ash y Mike se rieron.
Matt salvó el día de nuevo, aligerando mi pequeño arrebato.
No ofrecí nada más. No estaba de humor para más mierda. Odiaba el
hecho de haber sido sorprendido mirándola orinar, como un pervertido
asqueroso. Mis propias acciones me estaban molestando más que nada.
Cargamos el auto con cámaras y micrófonos, junto con un GPS.
Los tres bromearon un poco, aunque la tensión aún permanecía en el
aire. Trabajé e ignoré todo lo demás.
Cuando terminamos, manejé el auto de regreso solo, ya que mi auto
me esperaba fuera de la casa de la vecina desnuda.
Apagué los faros y conduje el auto de regreso al estacionamiento.
Nada era diferente. Nunca ajustamos los espejos ni los asientos ni el
volante. Cerré las puertas y me deslicé por el callejón, a través del patio
trasero de la casa de la vecina desnuda hacia la casa abandonada.
Esperé veinte minutos en las sombras antes que Phil dijera:
—Estás bien, Diecisiete. Nadie se movió. No hay luces ni fuentes de
calor más allá de él en el dormitorio delantero. Ha estado horizontal desde
que te fuiste.
—Buenas noches. —Me deslicé de las sombras al auto sin marcar,
volviendo al desguace para cambiar de vehículo y volver a casa.
Pero cuando me metí en la cama no podía dormir. Me sentía terrible.
Comencé estando molesto conmigo mismo, luego me defendí y, finalmente,
me irrité con ella.
¿Qué tipo de persona caminaba desnuda, orinando y aplicándose
lociones sin las cortinas adecuadas? Esas mierdas transparentes eran casi
mejores para verla. La forma en que se agitaban con la brisa casi daban la
impresión que la rozaban, agregando suavidad y textura a una visión ya
erótica.
Tirando las sábanas hacia atrás, fui a trompicones hacia mi
computadora. Todavía estaba en el inicio de sesión de World of Warcraft
cuando presioné escape y comencé a buscarla en la red.
Su dirección apareció en la guía telefónica bajo el nombre C. Kirtman.
Busqué en Google C. Kirtman y Langley, pero no conseguí nada. Pero
había un blog sobre diseño de software. Busqué diseño de software y C.
Kirtman y luego verifiqué las imágenes. Su rostro era uno que nunca
olvidaría.
Me desplacé, tamborileando mis dedos, todavía molesto, hasta que
pasé una foto vieja. Hice clic y me recosté. Callie Kirtman, diseñadora de
software de Langley.
Abriendo mi perfil femenino de Facebook que tenía para el trabajo,
busqué hasta que la encontré. Incluso teníamos un amigo en común, un
profesor de yoga de Surrey. Tenía su configuración establecida para que
pudiera ver sus fotos y todo, además de encontrar el lugar donde trabajaba
porque usaba los servicios de ubicación.
Ella era originalmente de White Rock. Tenía veintiocho años y estaba
soltera. Trabajaba en el centro de una empresa de tecnología.
Su padre era un mecánico retirado que arreglaba autobuses del
distrito escolar. Su madre era una enfermera, todavía trabajando. Tenía un
hermano llamado Andrew que lucía familiar. Hice clic en él y descubrí que
también teníamos un amigo en común. Matt. Solo que no era el perfil real
de Matt. Era el de citas por ser un chico gay soltero en Vancouver.
El mundo era demasiado pequeño.
Abrí una nueva cuenta de correo electrónico y le envié un mensaje a
la dirección de correo electrónico de su trabajo. Cuando terminé, me senté
y lo leí, sintiéndome un poco vengativo y muy engreído.
“Querida Vecina Desnuda, las cortinas transparentes de tu baño son
un problema para la cuadra. Por favor considera esto como una opción”.
Pegué un enlace al sitio de Hunter Douglas donde contaban con persianas
que podrías levantar o bajar. “Estas persianas garantizarían que nadie
tenga que ver tu cuerpo, pero aun así podrías obtener luz en el baño. El
costo promedio de una ventana de este tamaño es inferior a trescientos
dólares, que vale la pena si se considera cuántos pervertidos podrían estar
mirando tus ventanas por la noche. Sinceramente, tu vecino preocupado”.
Fue sucinto y educado.
Incluso fue útil.
¿Qué más podría pedir una chica desnuda?
A
lgo me despertó.
Miré el reloj, haciendo una mueca cuando vi el dos. No
había forma de que hubiera dormido hasta las dos de la tarde,
pero el sol que entraba por la ventana sugería que podría
haberlo hecho.
Parpadeé y escuché, preguntándome qué sonido me había
despertado.
Alguien golpeó la puerta.
Suspirando, me levanté y agarré mi teléfono para ver si Matt había
enviado un mensaje de texto sobre un entrenamiento, pero no lo había
hecho. Nadie me había enviado un mensaje.
Nadie venía a mi puerta.
Saqué mi pistola de la mesita de noche y crucé la sala de estar,
dejando la pistolera sobre la mesa de café. Manteniendo el arma detrás de
mi espalda, atendí la puerta.
Casi me disparo en el culo cuando abrí la puerta.
—¿Quién diablos eres? —La chica desnuda, que ahora estaba
completamente vestida, me ladró desde la puerta. Estaba enojada,
visiblemente enfadada.
—¿Qué? —Sacudí la cabeza, cegado un poco por la luz que venía
desde detrás de ella.
—¿Este correo electrónico? —Levantó un pedazo de papel—. He
rastreado tu dirección IP a través de un buen número de enrutadores
antes que me trajera hasta ti. ¿Quién diablos eres tú? Claramente no vives
en mi cuadra, vecino preocupado. —Arqueó una ceja oscura. Si las
miradas pudieran matar, la que me dio debería haberme derretido en el
piso, nada más que un charco de pantalones para correr y una pistola.
Era alta para ser una chica, casi de mi altura. Las grandes botas no
estaban ayudando. Miré más allá de ella, notando la motocicleta en mi
camino de entrada. Al parecer, se había saltado la parte de chica motorista
ruda en su perfil en LinkedIn y de Facebook.
—Yo no… no sé de qué estás hablando. —Intenté hacerme el tonto.
—¿Quién más vive aquí, además de tu mamá? —se burló de mí,
golpeando su pie.
Las mujeres enojadas eran mi kryptonita. Estaba indefenso. Tenía dos
configuraciones: policía enfadado e idiota tartamudo y sin encanto para
salir de este tipo de cosas.
—Claramente hablas inglés, idiota. Respóndeme. ¿Quién me envió
esto?
—No lo sé. Nadie más vive aquí. Tienes la casa equivocada. No sé… no
qué es lo que quieres. —Sonaba aturdido, lo que me ayudó a parecer más
confundido.
—Deja de actuar como si tu madre no estuviera aquí también. —Se
burló y se inclinó, apuntándome con un dedo—. Mantente alejado de mi
casa, pervertido.
—¿Yo soy un pervertido? —espeté accidentalmente, mirándola
mientras el policía imbécil comenzaba a hacerse cargo—. Tú eres la que
está mostrando tu mierda por toda la ciudad. ¿Y si un niño te viera?
Sus ojos se ensancharon.
—¡Sí enviaste esto! —Agitó el papel en mi cara—. ¡Tengo cortinas,
pervertido!
—Mire, señora, no la conozco, ¿de acuerdo? Pero le puedo decir que
esas cortinas no funcionan. Son transparentes. —Metí la pistola en la
parte de atrás de mis pantalones, rezando para que el cordón la sujetara y
no la dejara caer al suelo. Dispararme en el culo sería técnicamente la
guinda del pastel en este momento.
—¡Eres un pervertido! ¿Me estabas espiando?
—No te estaba espiando. —No tenía nada. No tenía ninguna razón
para haberla visto. Necesitaba una mentira—. Estaba trotando. Y cuando
pasé corriendo por la casa, te vi a través de la ventana. Estabas
poniéndote loción, justo en la ventana, como si quisieras que la gente
viera. Pensé en los niños que podrían ver o en algún pervertido. —¡Mike!
—¿Corres por toda la ciudad? No te ves atlético. —Sus ojos eran
salvajes cuando vagaron por mi torso—. ¡Puerco! ¡Estabas espiando! Solo
admítelo. —Sacó su teléfono celular y presionó el 911.
—¿Qué estás haciendo? —No quería que llamara a la policía,
especialmente porque yo era uno y estaba sosteniendo un arma. Di un
paso atrás, sintiendo que la pistola se deslizaba. La agarré y la puerta se
abrió más amplia.
—Esto es tan asqueroso. —Le temblaba la mano, sosteniendo el
teléfono mientras sonaba.
—Honestamente, señora. —Necesitaba detenerla—. No la conozco. No
la estaba mirando. Estaba tratando de ser amable y ayudarla. —Casi
tartamudeé, pero lo contuve y a la mala versión de mí que sonaba como un
policía—. Pensé que no querría que algún raro la viera desnuda. Supuse
que no se había dado cuenta que era visible desde la carretera. —Retrocedí
de nuevo y me coloqué detrás de la puerta para meter mi pistola en un
cajón de la mesita donde siempre ponía las llaves.
Ella entró más en la casa. Sus ojos se dirigieron a la funda de la
pistola en la pequeña mesa de café al lado de la silla solitaria en mi
pequeña sala de estar.
—Lo siento, marqué mal. Quise presionar 411 —murmuró y terminó
la llamada. Sus ojos se entrecerraron cuando entró más dentro—. Eso es
una funda de policía. ¿Eres un policía? —Frunció los labios con
disgusto—. ¿Un policía espiando por las ventanas? Eso es vergonzoso.
—No estaba mirando en tus ventanas. —Traté de defenderme.
—¡Oh Dios mío! —jadeó—. Estabas espiando a mis vecinos, ¿verdad?
Los traficantes de drogas. Sabía que era solo cuestión de tiempo antes de
que ese imbécil fuera atrapado.
—No. —Me estremecí—. ¿Qué? —Me di la vuelta y seguí su mirada
hacia la funda—. No. Soy un guardia de seguridad en la prisión.
Sus ojos se volvieron hacia mi torso desnudo mientras la duda
llenaba su mirada.
—¿En serio? —Entró en la casa, acercándose—. Incluso tienes un
corte de pelo de policía. —Sus palabras me hicieron pasar mi mano por mi
corto cabello rubio oscuro.
—Eres policía. Admítelo. —No iba a ninguna parte.
—Bien. Soy policía. Estaba haciendo un recorrido en el vecindario,
solo respondiendo a una estúpida queja por ruidos, y tu ventana estaba
abierta —mentí otra vez. No iba a poder controlar todas estas mentiras.
—¿Primero corrías y ahora conducías, a cincuenta kilómetros por
hora, y por casualidad me alcanzaste a ver por una ventana y dedujiste
que estaba aplicando loción en mi cuerpo desnudo? —Puso los ojos en
blanco.
Tragué saliva, asintiendo y mordiéndome el labio.
—Eres el peor mentiroso que he conocido. Ni siquiera te conozco y
puedo notarlo. —Cerró mi puerta, atrapándome dentro con ella. Levantó el
papel otra vez—. Explícate o llamaré a tus jefes y al periódico.
—Lo juro. Estaba haciendo el papeleo. Te vi.
—¿Ahora estabas haciendo el papeleo? ¿Qué fue entonces?
—¿Qué? —Estaba perdido. Estaba tan cerca y olía tan bien, y sabía
cómo se veía desnuda y estaba tan jodido…
—¡Respóndeme!
—No lo sé. No sé lo que quieres que diga. Tú eras la que estaba
desnuda, mostrando tu mierda por todas partes. No sé por qué estás
enojada conmigo por haberte dicho. —Tragué saliva—. Puedes irte ahora.
—Señalé la puerta, rogando que simplemente se fuera.
—No. —Levantó su teléfono y me sacó una foto con mis pantalones de
correr—. Voy a ir a los periódicos si no me explicas.
—¡Para! —La molestia se apoderó de mi tono. No tenía la intención de
usar mi voz de policía con ella, pero estaba empezando a molestarme y
estaba perdiendo el control.
—Solo quiero saber lo que pasó. —Se estremeció, y su voz se
suavizó—. Tu correo electrónico me asustó muchísimo.
Me tomó un segundo resolverlo en mi cabeza, para que tuviera
sentido con las mentiras, pero no fuera demasiado malo en mi enfoque.
—Recibí una llamada, por una queja de ruido. Manejé por el
vecindario y no escuché nada. Así que me estacioné y estaba cancelando la
llamada, lo hacemos cuando no encontramos nada. Tu ventana y de-de-
desnudez eran visibles desde la calle. Escribí tu dirección y te busqué.
Envié el correo electrónico para ser educado. —Mis mejillas se
sonrojaron—. No quisiera que alguien te viera desnuda si fueras mi
novi…., de todos modos. Estaba tratando de ser un ca-caballero. No
volverá a suceder. Si quieres mostrar tu mierda por todas partes, está
bien.
Una suave sonrisa se deslizó sobre sus labios.
—¿Si fuera tu novia? ¿Estás asumiendo que tengo un novio?
—¡No! —lo dije demasiado rápido y demasiado fuerte. Estaba
confundido con ella de repente siendo tan amable. ¿Era una trampa?
—¿Cómo sabes qué no? —Se acercó un paso más. Retrocedí,
golpeando la mesa con la pistola en ella.
—No lo sé —mentí, sintiéndome más desnudo de lo que estaba.
—Estás mintiendo de nuevo. Me buscaste, ¿verdad? —Inclinó la
cabeza—. No me importa que me vieras desnuda. Voy a Wreck Beach todo
el tiempo. Estar desnudo es normal. —Era la mujer más segura que jamás
había conocido. Tal vez la persona.
—Está bien. —Mi tono se elevó.
—Tú estás bastante desnudo en este momento.
—Sí. —Solo quería que se fuera.
Sus ojos bajaron a mi ingle.
—Casi puedo ver exactamente cómo se ve tu polla a través de esos
pantalones. Así que supongo que estamos empatados. —Se rio, pero no
como si se riera de mí, más conmigo, excepto que yo no me reí. Entré en
pánico. Esto se parecía mucho a un juego mental.
—Está bien. —Moví la cabeza con pequeñas sacudidas traumatizadas.
—¿Esta es tu casa de vigilancia? ¿Cómo una casa falsa? —Se cruzó de
brazos, arrugando el correo electrónico—. Salí con un policía; un policía de
Vancouver. Estuvo en vigilancia una vez. Su casa era así.
—¿Qué? —Estaba perdido. ¿Me estaba observando?—. No.
—Amigo. —Miró alrededor de la casa—. No puedes decirme que esta
es tu casa, como si realmente vivieras aquí.
—Lo hago. —Me enderecé de nuevo, con los brazos cruzados sobre mi
pecho. Necesitaba ser firme con ella. Necesitaba que se fuera.
—¿Por cuánto tiempo? —preguntó en un tono de juicio.
—No lo sé, un año.
—Vaya. —Se encogió—. Así que usas cajas como mesas de café a
propósito. —Miró a través de la habitación.
—Funciona. No necesito cosas de lujo.
—Excepto la computadora. Esa es una computadora cara. —Sus ojos
se lanzaron a la izquierda—. ¿La construiste tú mismo?
—Sí.
—Y juegas videojuegos y comes sobre las cajas. ¿Duermes en una
caja?
—Tengo una cama. —No entendía esta línea de preguntas.
—Es bueno saberlo. —Se animó, pero yo no lo hice.
—Tengo que ir a trabajar ahora —mentí.
—Está bien. Bueno, si estás en el vecindario espiándome, pasa por mi
casa, te prepararé la cena y podremos hablar sobre los drogadictos de al
lado. Esa es toda una situación. —Sonrió genuinamente, como lo hacía en
las fotos en su Facebook.
—Oh, eh, no, yo-yo no puedo. No como. —¿Qué diablos? ¿Por qué
estaba siendo tan torpe?
—¿No comes? —Se rio—. Estoy tan contenta que fueras tú quien
enviara este correo electrónico y no algún pervertido. —Se rio entre dientes
y sacudió el papel arrugado—. Eres adorable. Estaba tan preocupada por
que fuera el viejo al otro lado de la carretera o los traficantes de drogas de
al lado que estuvieran jodiendo conmigo.
—¿Qué? —Mis mejillas se encendieron.
—Soy Callie. Sé que lo sabes, pero como sea. —Extendió una mano
delgada. Estaba bronceada y era hermosa, con un extraño anillo de flor de
loto que no formaba un círculo completo. Envuelto alrededor de forma
extraña.
No sabía si debía o no, pero también extendí mi mano, tomando la de
ella. Su piel era cálida y húmeda, tal como lo había imaginado. Toda esa
loción.
—Sim-Simon —dije mi nombre real, como un idiota.
—Simon. Por supuesto que lo eres. Como Simon y las Ardillas. —Se
rio e hizo otro viaje alrededor de la habitación con los ojos—. Es un placer
conocerte. —Cambió, se suavizó—. Y ya ordené esas persianas. Las
compré en Costco. Vienen a medir mañana. Supuse que, como alguien
estaba asomándose por mis cortinas normales, estas podrían ser a prueba
de pervertidos.
—Bien. —Todavía estaba sosteniendo su mano. ¿Ya la había
sacudido? Simplemente la sostuve como un imbécil.
Se retiró suavemente.
—Nos vemos por ahí, Simon. —Me guiñó un ojo y se fue, dejando la
puerta abierta para que pudiera verla pasear por el camino de acceso con
sus ajustados pantalones de cuero. No me había dado cuenta que los
llevaba puestos. Era tan caliente. Era como un ninja de sangre élfica.
Levantó su casco y sacudió su cabello castaño antes de ponérselo. Se
despidió mientras se ponía los guantes y se subía en la moto. Verla entre
sus piernas me puso celoso. La encendió como una estrella de cine y
retrocedió, alejándose con la fuerte explosión de la poderosa moto.
—Maldición —murmuré y cerré la puerta.
No tenía idea de lo que acaba de pasar. Pero mi vestíbulo aún olía a
ella, así que no me moví. La respiré, soñando con ser esa moto, armando
una carpa en mis pantalones de correr como un niño de trece años.
—E
xplícamelo otra vez. —Matt resopló mientras
presionaba la barra cargada con pesas una vez más.
—No. Me escuchaste. Deja de ser un imbécil —
gemí cuando lo detecté.
—¿Pantalones jogging, un arma, una chica y una pequeña erección
matutina? Es como el sueño húmedo de Mike —gruñó, bajando y subiendo
el peso.
—Asqueroso.
—Creo que deberías invitarla a salir. Ella claramente lo estaba
sugiriendo. —Sonrió mientras dejaba la barra—. Y si ella se parece en algo
a su hermano…
—¡Amigo! —Hice una mueca—. Sabes que no soy ese amigo. No me
gusta saber sobre la vida sexual de nadie.
—Nunca tuve sexo con él. Nos emborrachamos demasiado. —Él se
rio—. Ese es el problema con dos chicos.
—Oh vaya.
—El Limp Biscuit5 existe, hermano. Demasiado whisky puede ir en
ambas direcciones.
—Detente. —Retrocedí.
—Es en serio. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo? No es para
sonar como Mike, pero necesitas animarte y ser un hombre e ir a buscar a
esa chica y ayudarla con la loción. —Hizo un guiño.
—Vaya. —Asentí—. Esta es oficialmente la peor conversación que
hemos tenido jamás. Y eso incluye al travesti en la parte trasera de la
camioneta en Bangkok.
—Estás siendo una pequeña perra.

5 Limp Biscuit: Es un juego en el que un grupo de muchachos se agolpa alrededor de


una galleta e intenta eyacular sobre ella. Cuando solo queda una persona que no ha
eyaculado, debe comerse la galleta.
—Probablemente. —Tomé su lugar, subiéndome al banco mientras él
me quitaba las pesas. Yo levantaba mucho menos que él—. Ella levanta
más que yo, no hay duda de que entre los dos, yo soy la pequeña perra.
—Todos levantan más que tú. Haces ejercicio dos veces a la semana
porque te obligo y luego te vas a casa a jugar videojuegos y comer pizza.
—Como sea. Ella monta una motocicleta, va a playas nudistas y usa
pantalones de cuero. No solo está fuera de mi alcance, es de una especie
diferente. Sería como salir contigo. Es una especie de ser superior.
—Aw, amigo. ¿Crees que soy súper?
—Sí. —Me burlé—. Todo el mundo piensa que eres súper. Es lo que
vuelve tan loco a Mike. Él te lo haría totalmente y lo odia.
—Lo sé. Lo triste de Mike es que es él con quien lo haría si tuviera que
hacerlo con alguien de la unidad. Phil es demasiado estéril y muerto por
dentro. Está muy dañado por la muerte de su esposa, que lo entiendo.
Pero no creo que alguna vez se recupere y regrese al juego. Ashley es
demasiado odioso. No me gusta el sexo enojado. Es demasiado amargo
para mí. Soy un tipo de sexo divertido. Tú eres demasiado lindo e ingenuo.
Creo que sería como aprovecharme de ti o molestar a una persona con
problemas mentales. Pero Mike tiene una bandera anormal, y no solo la
ondea, sino que jodidamente la usa. —Se puso detrás de mí y me miro
mientras levantaba las pesas.
—Sí, es asqueroso. —Ignoré su comentario acerca de que soy una
persona con problemas mentales.
—Tienes que invitar a salir a esta chica. —Él volvió al tema temido.
—Amigo, déjalo. No invitaré a salir a la chica desnuda que todos han
visto sin ropa, frotándose loción. Jesús. No quiero salir con una de las
chicas con las que Mike se masturba.
—Cada chica es una paja para Mike. Yo creo que le tienes miedo —se
burló de mí.
—Sí. Lo tengo —dije sin vergüenza—. Ella monta una motocicleta.
Sabes cómo me siento con respecto a eso desde que fui a esa llamada con
el chico que fue absorbido por los neumáticos de un semirremolque en la
autopista. Tardé media hora en encontrar el pie de ese chico. Y no hay
duda de que ella puede patearme el trasero. ¿Quién sale con una chica
que es más fuerte que uno?
—Muchos chicos. Principalmente los que tienen autoestima.
—Cállate. —Levanté el peso varias veces antes de dejarlo.
—Salgo con hombres más fuertes que yo todo el tiempo. Y viceversa.
No es un concurso de orines. —Él sonrió cuando me incorporé—. Y si lo
fuera, todos sabemos quién va a ganar eso. Necesitas tener más
autoestima. Eres un buen partido.
—Como sea. —Mi cara ardía cuando me levanté y fui a las
mancuernas.
Desde que conocieron a uno de mis compañeros de tropa del
entrenamiento básico, me habían estado acosando. Mi señal de
identificación fue Kickstand6 por un tiempo. Solo obtuve Diecisiete
recientemente cuando alguien le preguntó a Phil si era el Día de Trae a Tu
Hijo al Trabajo y me echaron un vistazo.
—Vamos, invítala a salir —insistió.
—Déjalo. —Fruncí el ceño—. Nunca voy a invitar a esa chica a salir.
Jamás. No es mi tipo. —No terminé con “porque no le pido a nadie de
salir”. No necesitaba decirle eso. Él lo sabía.
Mis palabras siempre se atoraban. No sabía cómo decir nada.
Terminamos de entrenar y me dirigí a casa para prepararme para el
trabajo. Estábamos tomando turnos para el próximo par de noches
escuchando a Dubhe y esperando que nos diera algún tipo de pista. Si no,
estaríamos llenando de micros a toda la casa y luego el casino.
La gente siempre creía que tenía muchos derechos. Asumían que el
gobierno no podía hacer nada sin su conocimiento.
Éramos esa pequeña sección donde las reglas no se aplicaban
totalmente a nosotros. Nos sentábamos en el rincón de no lo digas. Lo que
la gente no sabía no los mataría. Pero si siempre cumpliéramos las reglas,
nunca saldríamos adelante, al menos no con el crimen organizado. Ellos
hacían trampa, así que nosotros teníamos que hacerlo también.
No intentábamos obtener información que pudiéramos utilizar en la
corte. Estábamos tratando de obtener información que pudiéramos
transferir a las secciones encubiertas para que pudieran tener una mejor
oportunidad de atrapar a criminales en el acto.
Técnicamente era una trampa, pero ¿quién miraba?
Nadie.
Nadie sabía que existíamos.
Cuando llegué a casa, inicié sesión en WoW para hacer mis diarios y
conversar con el gremio. Necesitábamos planear nuestros recorridos del
miércoles y viernes por la noche.
Cuando salí de la ducha antes de ir al trabajo, un correo electrónico
sonó en mi computadora. Ver su nombre me hizo preocuparme y
emocionarme simultáneamente.
Era un correo electrónico breve de Callie, solo cinco palabras.
Desayuno mañana a las 11hs.
Lo miré fijamente por un largo tiempo, sin saber por qué lo enviaría.

6 Kickstand: pata de cabra.


Entonces empecé a formar una razón por la que no podía ir.
Los miércoles eran días ocupados para mí.
Contemplé decir que no sin ninguna razón. De hecho, escribí la
respuesta un par de veces, pero no pude enviarla.
¿Por qué me estaba pidiendo de salir?
¿Realmente me estaba pidiendo salir?
¿Estaba tratando de hacerme ver que no era una exhibicionista
porque yo era policía y eso le preocupaba?
No.
Claramente no le importaba lo que la gente pensara de ella.
¿Entonces por qué invitarme a salir?
Solo había algunas respuestas posibles y solo una forma de ver cuál
era. Decidí aceptar.
Ella me lo estaba poniendo fácil, dando el primer paso.
Y Matt tenía razón. No necesitaba ser una pequeña perra.
Necesitaba ir a desayunar con ella.
Incluso si ella era un completo conflicto de intereses.
Incluso si ella asumiera totalmente que yo era un policía encubierto,
que lo era.
E incluso si ella quería hablar sobre la casa de la droga al lado que
asumía que yo estaba observando, lo que también estaba haciendo.
Incluso si ella supiera mi verdadero nombre en una ciudad pequeña.
Envié solo dos palabras como respuesta. Está bien.
Ella envió su número de teléfono a continuación. Le envié un mensaje
de texto. Hola. Mi estómago se apretó mientras se enviaba.
Hola. Ella envió un mensaje de vuelta. Encuéntrame en el Café Gloria
Matutina.
Está bien. Me repetí. Los mensajes de texto no eran un lugar donde
brillara tampoco. No era bueno conversando.
Está bien. Ella siguió con un emoticono de cara feliz.
Mis entrañas estaban en llamas.
Iba a desayunar con la vecina desnuda.
¿En qué diablos estaba pensando?
L
legué temprano a la cafetería para el desayuno. Realmente no
dormí la noche anterior. Los nervios me habían mantenido
despierto. No les dije a los chicos que me iba a reunir con ella.
No tenía idea de cómo decírmelo en voz alta; una hermosa chica quería
desayunar conmigo.
Y no cualquier chica hermosa, sino una que me había atacado por
intentar ayudarla.
Y además de eso, ella era alguien a la que todos habíamos dedicado
una cantidad incómoda de tiempo a comérnosla con la mirada y ahora me
estaba invitando a tomar el desayuno.
No parecía real que ella me estuviera invitando a salir. Supuse que
había una posibilidad de que estuviera tratando de explicar la desnudez o
simplemente suavizar las cosas. O era entrometida y quería saber acerca
de los vecinos narcotraficantes.
La posibilidad de que me estuviera pidiendo una cita era pequeña.
Era poco probable.
Y sin embargo, yo estaba aquí, esperando que fuera por eso que ella
había enviado un mensaje.
Me senté, organicé los condimentos en la mesa, tomé dos tazas de
café, oriné y me desinfecté las manos dos veces desde que llegué.
Estaba cómodo con nuestra cafetería habitual, pero esto era algo más.
Los menús de plástico pegajosos me inquietaban, pero el olor que provenía
de la cocina era el paraíso. Estaba en conflicto.
Cuando llegó en su motocicleta, a pesar de ser otro día de clima
maravilloso en Raincouver7, cada parte de mi cuerpo se tensó.
Entré en pánico, comencé a sudar, y contemplar ir a orinar de nuevo.
Ella apareció fresca como un pepino. El pepino más sexy que había
visto en mi vida.

7 Raincouver: forma informal de referirse al clima lluvioso de Vancouver, uniendo la


palabra rain (lluvia) al nombre de la ciudad.
Se quitó el casco, sacudiendo su cabello brillante, y luego se dirigió
hacia la puerta, desabrochando su chaqueta de cuero para que su camisa
negra ajustada con un escote en V fuera visible. Podría haber gemido un
poco. Era yo o el chico a dos mesas. De cualquier manera, se veía bien.
Ella sonrió ampliamente, haciendo mi día entero cuando entró y se
acercó.
El tipo que estaba a dos mesas se quedó mirando, probablemente
preguntándose cómo diablos había conseguido que una chica así me
sonriera. Yo también me lo estaba preguntando.
—Simon, ¿cómo estás? —Ella habló como si fuéramos amigos cuando
se sentó frente a mí y luego se volvió y gritó a la camarera—. Oye, Fran.
¿Puedo tomar un café y un agua?
—Claro —le gritó la mujer que asumí se llamaba Fran.
Callie suspiró y se acomodó.
—¿Cómo te va? —Se desabrochó la chaqueta y se la quitó.
—Bien. —Me tragué el nudo en la garganta e intenté realmente no
mirar su cuello y su pecho.
—Me encanta la comida aquí. —Se inclinó hacia adelante, lanzando
un poco de escote hacia mí—. Es un antro pero el cocinero es un mago. Él
hace que los huevos sepan a cielo.
La miré a los ojos tan fuerte que mi mirada comenzó a tensarse.
—¿En serio? —Me subí las gafas nerviosamente—. Huele bien.
—Siempre lo hace. —Ella sonrió—. Entonces, ¿qué estaban haciendo
ustedes anoche? Alrededor de las nueve llegaron unos policías normales,
que llamaron a la puerta, buscando por el despreciable Carter,
preguntándome si lo había visto en alguna parte. Dijeron que no ha ido al
gimnasio desde hace días. Los empleados no tienen idea de dónde está. Lo
han reportado desaparecido.
—¿En serio? —No había oído nada sobre Carter durante un tiempo.
Habíamos pasado la noche escuchando al imbécil, Dubhe, tener
conversaciones con sus compañeros de póquer en su sala de estar. Él no
regresó a la casa de Carter en absoluto. Se había quedado en su casa casi
toda la noche y luego consiguió un taxi para ir a dormir a la casa de su
novia.
—No actúes como si no lo supieras. Sé que lo estás espiando. Es por
eso que te invité a desayunar. —Se inclinó más cerca y esforcé mucho para
no mirar su pecho—. Quería asegurarme de que no estaba en algún tipo
de peligro.
Mi estómago golpeó el suelo con un ruido sordo.
—No —respondí demasiado rápido, esperando que ella no viera la
decepción en mi cara—. No lo sé. Quiero decir, dudo que lo estés. Quiero
decir, las casas de narcotráfico son peligrosas, pero dudo que sepan quién
eres. —Escuché lo que estaba diciendo pero no podía encontrarle la vuelta.
Ella me pidió que desayunáramos para interrogarme y no estaba
autorizado responder nada.
—Está bien. —Su sonrisa regreso—. ¿Siempre estás tan tenso? —Se
apartó de nuevo, mirándome—. Pareces tenso.
—Tomé un montón de café antes de que llegaras.
—¿Llegaste temprano? Eso es raro. —Ella arqueó una ceja—. ¿Eres
un estilo Norman Bates8 que mira a las chicas y luego las mata, pero
parece súper inocente y lindo para salirse con la suya? ¿Cómo un Norman
Bates Dexter9?
—¿Qué? —Realmente no entendí la pregunta.
—Tú respondes mucho con eso. —Ofreció una sonrisa diferente
cuando Fran se acercó y le entregó el café y el agua—. Tomaré lo habitual,
por favor. —Ella revolvió la crema en su café.
—Está bien. ¿Qué hay de tu amigo?
Separé mis labios para ordenar, pero Callie me interrumpió: —Él
también lo tomará. —Me guiñó un ojo—. Confía en mí.
Quería decir que no. Que no confiaba en ella, en absoluto. No la
conocía. Pero el brillo en sus ojos y la forma en que parecía emocionada
por la idea, me hizo asentir con la cabeza.
Tal vez también porque todavía estaba hipnotizado por verla desnuda.
Dos veces. Y no estaba mal. Ni siquiera estaba cerca de estar mal.
Cuando Fran se fue, Callie susurró, inclinándose de nuevo: —
Entonces, ¿crees que algo le pasó a Carter? ¿Es por eso que estás
observando su casa?
—No. —Tenía que dejar de responderle. Yo era más genial que esto.
De acuerdo, no lo era, pero tenía que serlo. Intenté canalizar a mi Matt
interior—. No sé qué pasa con Carter. No lo conozco. —Era cierto—. Pero si
él está desaparecido y vendiendo drogas, entonces sospecho que algo no
increíble le ha sucedido. Eso es lo que pasa con los adictos y los
narcotraficantes.
Sus ojos se estrecharon escépticamente.

8 Norman Bates: es el protagonista de Psicosis. El personaje está basado en el asesino en


serie Ed Gein.
9 Dexter: Serie televisiva donde el protagonista es un forense que por las noches es

asesino en serie
—Estás diciendo la verdad. ¡Vaya mierda! —Se recostó y tomó un
sorbo de café—. Esperaba que tu expresivo rostro dejara que algo se te
escapara.
—¿Expresivo? —No tenía mucha cara de póquer. No necesitaba una.
Nadie sabía que existía. Tenía que calmarme. Odiaba estar tan nervioso
por el desayuno cuando en realidad era más una reunión de trabajo.
—Entonces dime algo sobre ti.
—¿Cómo qué? —No me gustaban las preguntas como esta.
—¿De dónde eres?
—Toronto.
—Oh, vaya, eso es casi como el lado opuesto del mundo. —Ella sonrió
de nuevo y todo estaba bien con el mundo—. Yo soy de aquí. Me encanta
BC. Es tan majestuoso. Montañas, océanos, lagos, ríos y bosques
frondosos. Incluso tenemos un desierto. ¿Lo viste?
Traté de seguirla lo mejor que pude a pesar de que cambiara de tema
tan rápido.
—¿El desierto? No.
—En Kamloops. Todo desierto. Como dunas de arena y esa mierda. Es
una locura. Y se calienta tanto en verano, como cuarenta grados. Subimos
allí y rentamos casas flotantes en verano. Tienen enormes lagos.
Mi cerebro la seguía tecleando todo lo que dijo y guardándolo.
—Mi hermano, Andrew, es un asombroso esquiador acuático. Puede
hacer trucos y esa mierda. Papá siempre tuvo buenos barcos, y lanchas
rápidas para los lagos. ¿Ya has ido a esquiar?
—¿Esquí acuático? No.
—No, alpino, cuesta abajo. Tenemos el mejor esquí en todo el país. Me
encanta esquiar. Intenté hacer snowboard este último año pero apesto.
Fue frustrante pasar de ser una esquiadora increíble a una snowboarder
de mierda, ¿sabes? —Se rio entre dientes.
—No. —Tomé un sorbo de mi café y la observaba mientras soltaba su
loca información.
—No eres muy hablador, ¿verdad? —Ella me dio una mirada
decepcionada. Lo mismo hizo el chico a dos mesas. Lo estaba arruinando y
ambos lo sabíamos.
—No, lo siento. Soy un poco…
—¿Tímido? —me interrumpió.
—Introvertido —dije, dándome cuenta de que verbalmente era como
un perezoso en comparación con ella. Ella podía hablar y pensar rápido, y
yo la seguía, tratando de seguir el ritmo, sin pensar en nada porque mi
cerebro pasaba mucho tiempo registrando.
—Bueno, puedo hablar lo suficiente por los dos. —Guiñó un ojo—.
Simplemente dispararé rápidamente las preguntas. ¿Listo? —Sus ojos se
ensancharon.
—No. —Fruncí el ceño, pero ella se rio de nuevo y comenzó.
—¿Extrañas Toronto?
—No.
—¿Tienes familia?
—Un hermano y una hermana y padres. —Ya estaba entrando en
pánico. Era como una prueba verbal, mi némesis.
—¿Eres el mayor o el más joven?
—El más joven.
—¿Tu hermana te hizo vestir ropa de niña cuando eras pequeño?
—Sí. —Me reí entre dientes.
—¿Todavía eres el bebé de mamá?
—No, pero para ser justos, ninguno somos su bebé. Ella favorece a mi
hermano mayor porque fue adicto a las drogas. Él necesitaba más.
Ella aplaudió.
—¡Ja! Te hice decir una frase completa.
Nuestra comida llegó, salvándome de más interrogatorios.
Cuando vi el plato supe que tenía razón, necesitaba confiar en ella.
Era dos huevos Benedictinos10 con papas fritas adicionales y salsa
holandesa a un lado, dos trozos de tocino y dos salchichas.
—Vaya. —Miré su plato y el mío.
—¿Qué pensaste que había ordenado? Sé honesto. —Me señaló,
levantando una ceja desafiante.
—Pensé que tal vez una tortilla de huevo y algunas espinacas o bayas.
—Asqueroso. —Arrugó la nariz y se metió el pelo sedoso detrás de las
orejas, se arremangó y se preparó para comer—. Mi hermano dice que
como como un hobbit.
—¿Qué? —Eso me llamó la atención.
—Deja de decir qué, en serio. Solo pregunta lo que quieras preguntar.

10Huevos Benedictinos: son un plato que consiste en dos mitades de un muffin inglés,
una tostada, u otros tipos de panes, generalmente cubiertos con jamón cocido, panceta o
pastrami, huevos escalfados y la muy popular salsa holandesa.
—Lo siento. —Miré de nuevo a la comida—. Simplemente no pensé
que supieras lo que era un hobbit.
—Soy una gran fan de El Señor de Los Anillos. Me encantan los
libros. Aprendí el Sindarin élfico cuando tenía once años. —Ella se recostó,
posiblemente ofendida—. ¿Por qué?
—No lo quise decir de mala manera. —Corté un trozo de huevos
Benny.
—¿Crees que porque soy una chica no lo sabría?
—No, porque eres… —Hice una pausa, esperando que me
interrumpiera, pero no lo hizo. Esperó pacientemente, posiblemente
luciendo más bonita que cualquier chica que haya visto—. Hermosa. —La
palabra se sentía rara en mi boca. Nunca había llamado hermosa a una
chica—. Montas una motocicleta y usas pantalones de cuero, y te imagino
yendo de fiesta, no teniendo un maratón hobbit. —Traté de cubrir el
hermosa.
—Oh. —Ella se quedó sin habla, algo que podría haber agradecido a
Dios, si no fuera por el hecho de que me estaba mirando fijamente.
—No soy sexista —murmuré—. Sé que a las chicas les gusta la
fantasía.
—Te refieres a la ciencia ficción.
—No. —Incliné la cabeza, confundido—. Me refiero a la fantasía. Es
un mundo inventado, no basado en nuestro mundo o en el futuro o que
involucre algún tipo de tecnología científica.
—Oh. —Ella se sonrojó y miró su desayuno—. Siempre pensé que ese
tipo de libros eran de ciencia ficción.
—No. Star Trek es ciencia ficción. —Disfruté de tener la ventaja
durante medio segundo.
—También me gusta. Me encantó Generaciones.
Mi pecho golpeó extrañamente. Podría darme una apoplejía.
—¿En serio? —Levanté mis gafas de nuevo. ¿Cómo era esto posible?
—Sí, Dios, sí. Wil Wheaton era caliente cuando era más joven. Quiero
decir, todavía es un poco sexy, pero como de una manera tonta. Y adoraba
las relaciones y el humor. Y los viajes espaciales. Siempre me imaginé que
es exactamente así en el universo. Estamos aquí, viviendo ajenos al hecho
de que hay miles de millones de otras especies y razas que ni siquiera
conocemos. Y tal vez seamos uno de los planetas protegidos, como si no
vinieran aquí, así no interfieren accidentalmente con nosotros.
—Correcto. Eso es lo que pienso también. —Estaba tan desconcertado
que me había olvidado de comer mi desayuno. Tomé mi primer bocado y
cerré los ojos, gimiendo mientras tocaba mi lengua. Era exactamente lo
que ella dijo que sería. Era el cielo.
Cuando abrí los ojos ella me estaba mirando. Sus mejillas estaban
enrojecidas de nuevo, o todavía, y sus ojos estaban muy abiertos. Pude ver
mi propio reflejo ridículo en ellos, con anteojos y todo.
—¿Qué? —dije lo que ella odiaba—. Está bueno. —Traté de cubrir el
qué.
—¿Te gusta? —Se aclaró la garganta y tomó su propio bocado.
—Es delicioso.
—Lo sé, ¿verdad? —Ella sonrió y habló a través de su bocado. Verla
hablar con la boca llena casi hizo que pareciera posible que fuera real y
que esto estaba sucediendo.
Comimos y nos reímos. Me calmé un poco y ella sonrió mucho.
Cuando terminamos y Fran trajo la cuenta, traté de agarrarla, pero
Callie se burló, arrebatándola.
—Yo te invité a desayunar.
—Bueno, no tenía ninguna respuesta para ti. Debería pagar.
—Esa no es la única razón por la que te invité a salir, Simon. —Ella
perdió la amabilidad en sus ojos, volviendo a sonrojarse de nuevo—.
Quería agradecerte —dijo rápidamente—. Por avisarme. Fui contra ti y no
debería haberlo hacerlo. Lo siento. No hay forma de que un pervertido me
hubiera advertido sobre las cortinas transparentes. Si hubieras sido un
cerdo sucio, habrías seguido asomándote. Así que te creo. —Le entregó su
tarjeta de débito a Fran—. Y por salvarme, te debo el desayuno.
—Bueno, gracias. Estuvo bueno. Estoy lleno. —Me froté el estómago.
Ella no había estado cerca de terminar el suyo, pero había comido mucho
más de lo que esperaba. Yo, como siempre, terminé la comida. Por medio
segundo también pensé en comer la de ella, pero no la conocía lo suficiente
como para preguntar.
—De nada. Y lamento haberme desquiciado contigo. No pretendía ser
una idiota. —Guardó su tarjeta cuando Fran nos dejó allí.
—No, creo que descubrir que alguien te observó a través de tus
ventanas es bastante traumático. —No quería que ella se enterara nunca
sobre cuando estaba orinando.
—La casa de al lado ha estado vacía durante casi un año.
Sinceramente, nunca imaginé que alguien estuviera mirando. —Sus
mejillas se enrojecieron. Casi suspiré mirándola—. Y no me di cuenta de
que las cortinas eran tan transparentes.
—Bueno, tus nuevas persianas harán una gran diferencia.
—Sí, lo harán. Cuando estén instaladas, deberías venir a verlas —dijo
rotundamente, como si esto fuera algo normal. Como si fuéramos amigos o
podría tener una razón para ir a su casa.
—Por supuesto. —Me subí las gafas.
Ella se levantó.
—Tengo que ir al trabajo, pero te enviaré un mensaje de texto.
—Está bien. —No estaba seguro de cómo me sentía al respecto.
Quería que lo hiciera, pero tampoco estaba seguro de por qué me enviaría
un mensaje de texto o de por qué nos seguiríamos viendo.
Supuse que ella quería un amigo.
No sabía qué otra cosa podría ser.
No había manera de que estuviera interesada en mí, y además, no me
había hecho creer que podría estarlo.
Podría ser su amigo. Podía enamorarme en silencio por dentro
mientras era su amigo.
—¿P uedes ver algo, Seventeen?
ásperamente en el micrófono.
—murmuró Phil

—No —respondí, mirando a la casa de la novia


de Dubhe—. Él todavía está dentro. Ha estado aquí
todo el día, bebiendo y viendo televisión.
—Yo tampoco —Matt habló en voz baja—. Hemos estado sentados con
él durante horas. Él ha terminado por esta noche. Son las siete. Ya tiene
que estar borracho.
—Está bien, vamos a ir al casino mañana entonces. Él no está
haciendo nada fuera de lo común. Desde que comenzamos a observar la
casa de Carter, él no ha regresado. Dubhe no ha dicho una mierda en su
auto. Poner los micros ha sido un desperdicio. El equipo está buscando
más. Quieren su vínculo entre Carter y Dubhe, especialmente desde que
Carter está DEA11. Todos vuelvan para la cena.
—Diez cuatro. —Arranqué el auto en el que estaba y conduje
alrededor de la cuadra para recoger a Matt. Mientras subía, mi teléfono
vibró. Me estiré para recogerlo, pero él se movió más rápido y lo arrebato
de la consola—. ¡Mierda! —Me mostró la pantalla—. ¿Esto es de una
chica?
—Sí, solo una amiga. —Traté de cubrir. Callie seguía siendo la vecina
desnuda para él. No le había dicho su nombre. O que me había enviado
mensajes de texto casi cada hora desde que desayunamos. Ella no
coqueteaba ni me invitó a salir de nuevo, pero hablábamos. Bueno, ella
hablaba y me interrogaba más. Habían pasado dos días mandándole
mensajes, FaceTiming y hablando por teléfono mientras ella hacía cosas
como pintarse las uñas de los pies. Y yo hacía cosas como intentar no
suspirar cuando la miraba.
—¿Una amiga? ¿Qué amiga? No tienes amigas —preguntó dudoso—.
¿Hay alguna posibilidad de que esta amiga estuviera desnuda frente a
nosotros y se presentara en tu casa?

11 DEA: Desaparecido en acción.


—Es solo una amiga. —Agarré mi teléfono y lo metí en mi bolsillo. Él
no lo mencionó de nuevo después de mi tono de advertencia.
Cuando llegamos a la casa de Ashley, la mejor de todas nuestras
casas, estacioné y agarré la hielera con comida que había traído. Matt
también tenía su hielera.
Los jueves por la noche, todos los jueves por la noche, teníamos una
cena de equipo. Había reglas, reglas extremas. Ashley era un cocinero
gourmet. Su familia era italiana y muy intensa. Cada jueves por la noche,
cada uno hacía un plato de comida temática, metiendo la pata. No se
podía holgazanear, ni llevar alimentos pre envasados. Tenía que ser hecho
a mano y sabroso. El vino lo llevábamos entre dos. Y luego comíamos
hasta que casi morir de un derrame cerebral. Siempre era la mejor noche
de la semana.
Probablemente por todas las reglas.
No se habla de trabajo.
Nada de chicas ni platica sobre chicas.
No nos emborrachamos.
La comida y la bebida se complementaban y debían ser hechas a
mano.
Y no importa qué, nada de dramas.
La cena club de los jueves se había convertido tanto en algo, que
cambié mis noches de carrera de hermandad a los miércoles por ella.
Las habíamos hecho en Toronto durante años antes de que nuestra
unidad fuera enviada a BC. Y habíamos estado trabajando como una
unidad durante cinco años, los cuales tenían la cena club los jueves por la
noche.
La temática cambiaba cada semana. Esta semana era mexicana. Traje
chili lime y tacos callejeros de pollo. Hice una ensalada de col con chipotle
para acompañar y mariné los muslos de pollo, que iba a empanizar y freír
y luego cortar en trozos muy finos. Ya había juntado los jalapeños, el
limón y el perejil en el aderezo de ajo para poner encima, junto con el
cilantro picado y los tomates cortados en cubitos.
Obtuve la receta del programa Tienes Que Comer Aquí. Me encantaba
ese programa.
Cuando todos estuvimos dentro, Ashley publicó el menú.
Se veía increíble.
Alubias picantes por Ashley.
Nachos con pollo por Phil con un guacamole aplastado a mano.
Chili lime tacos por mí.
Ceviche de maíz y camarones por Mike.
Y Matt estaba haciendo helado frito para el postre con empanadas de
plátano.
En la cocina, Phil me dio una pequeña botella de cerveza. La miré,
escéptico.
—¿Bohemia?
—Es una lager, llena de aroma y un sutil amargo. Combina bien con
las comidas picantes, al igual que las cervezas más ligeras. Pero no es
acuosa ni aburrida. Es lo que tomaremos de bebida. —Me frunció el ceño
molesto—. Solo bébelo, Nancy.
Todos se burlaron de mí por no amar la cerveza.
La llevé a mis labios y la incliné hacia atrás, sorprendido por el sabor.
—Está buena. —Lamí mis labios.
—Está bien, he establecido puestos. —Ashley, nuestro loco del control
de la cocina, hizo un gesto con la mano hacia las encimeras—. Empiecen
todos. Mis judías están hirviendo. No necesitan nada más. Justo a tiempo.
Así que vamos a poner esto en marcha.
Todos asentimos y nos pusimos a trabajar.
Tomó unos cuarenta minutos preparar toda la comida. Nos movimos
en perfecta sincronización, tan acostumbrados el uno al otro en una
cocina. Ashley solía tener una casa más grande con una cocina aún mejor,
pero su ex esposa la consiguió en el divorcio. Esta cocina no era tan
bonita, pero era mejor que la que yo tenía. A veces extrañaba su vieja
cocina; y sabía que él también lo hacía.
No le gustaba hablar de su divorcio. O de su ex. O de tener citas. O de
mujeres. Estaba casi tan mal como Phil.
Puse mis tacos en un plato y los llevé a la mesa, listos para comer. Mi
estómago retumbó y comencé a sentir la cerveza.
Todos nos tomamos un segundo para describir lo que habíamos
hecho antes de servirlo.
La mesa era colorida y olía a cielo.
Cuando Callie hizo esa broma acerca de que yo comía de cajas, no le
dije que podía cocinar. Por mi aspecto, y por mi casa, nunca sabrías que
en realidad era un cocinero increíble. Cuando salí de casa, era un desastre
con la comida en caja, pero un año en la fuerza me enseñó a cocinar. Vivir
solo en un puesto aislado te enseña a hacer eso. O te mueres de hambre.
Así que miré Food Network y me enseñé a hacerlo. Por suerte, Ashley y
Matt eran amantes de la comida, así que cuando llegamos a la unidad
juntos, hicimos clic al instante. Hicimos a Mike un amante de la comida y
Phil tuvo que aprender cuándo murió su esposa.
—Entonces, como este es nuestro primer aniversario aquí en
Vancouver, o como a Matt le gusta llamarlo, Raincouver, quiero brindar
por nosotros. Buen trabajo, muchachos. Todos son exactamente el tipo de
miembros con los que imaginé trabajar cuando empecé en Operaciones
Especiales hace seis años. Gracias por no apestar. —Phil levantó su
cerveza. Sus discursos y brindis siempre eran raros e incómodos.
Chocamos las cervezas.
—¡Salud!
Bajé mi cerveza y fui directo al plato, tomando mi primer bocado de
taco y asintiendo. Cerré los ojos y dejé que los sabores estallaran en mi
boca.
—Mmmhmmm.
—Oh, mierda, Simon, esto es bueno —gimió Matt con su taco—.
Normalmente no soy un chico de tacos, pero amigo. Bien hecho.
—Sí, a ti te gustan los perros calientes. —Mike le guiñó un ojo.
—Tú sabes, hermano. —Matt tomó un sorbo de cerveza—. Y hablando
de conversaciones sexuales incómodas, ¿alguien más sabía que Simon
está charlando con una chica? ¿Posiblemente una chica que todos
conocemos? No lo sé. Odio asumir.
Me tragué mi bocado como si fuera un bulto en la garganta.
—Uhhh, Matt. —Fruncí el ceño—. Amiga… ¿recuerdas esa parte? Es
solo una amiga.
—Sí, no. —Me hizo un gesto con la mano—. Estás chateando con una
chica. Necesitamos discutirlo en familia. ¿Papá? —Miró a Phil.
—¿Quién es? —Phil me miró.
—Tenemos reglas sobre hablar de chicas, si no me equivoco —señalé.
—Si cualquiera de estos perros sacara el tema sobre una adición a su
vida sexual, estaría de acuerdo. ¿Pero tú? —Él inclinó la cabeza—.
Suéltalo.
—Es solo una chica que conocí. Es agradable. —Me asusté—. Es una
amiga. Nada más. —No agregué la parte de que estaba fuera de mi liga.
—Su nombre es Callie —se burló Matt.
—¿Callie? —Los ojos de Mike se estrecharon—. ¿Dónde la conociste?
—Perdió el humor en su rostro.
—No quiero hablar de eso. —Bajé la mirada hacia el plato—. Las
normas. Nada de chicas. Nada de drama.
—Sí, excepto… —Mike apretó la mandíbula—. Que el nombre de la
vecina desnuda es Callie. ¿Es una coincidencia?
Mis entrañas se apretaron mientras sacudía la cabeza.
—Nop. —Miré a Matt, listo para asesinarlo.
—Mierda, ¿la chica desnuda? —Ashley casi se atragantó con su
comida—. ¿La chica desnuda de la loción? ¿Ella está chateando contigo?
¿Qué demonios?
Bajé mi taco.
—Chicos.
—De ninguna manera, Simon. —Los ojos de Phil brillaron con algo
parecido al humor—. Necesitamos escuchar cómo demonios comenzó esto.
—Su mirada se dirigió a Mike.
—Le envié un correo electrónico, como ciudadano preocupado, sobre
sus persianas. Pensé que era lo más caballeresco que podía hacer. —
Quería matar a Matt—. No es nada. Ella me devolvió el mensaje.
—¿Tenías su número? —Mike parpadeó, mirándome fijamente.
—No, claro que no. No hasta que me lo dio. —Mis mejillas se
encendieron, pero no renuncié a nada más.
—Amigo, ¿cómo diablos una chica como esa te dio su número? —Mike
sonaba molesto.
—Porque él es caliente —se jactó Matt—. ¿Esto te está matando,
Mike? —Él se rio.
—¡No! ¿Qué? Como si me importara cómo pierde su V-card —resopló
Mike.
—A mí me importa. —Ashley se inclinó hacia delante—. ¿Cómo
conseguiste el número?
—Me lo envió en un correo electrónico de respuesta —murmuré,
asustado de que íbamos a entrar en detalle aquí. Estaba listo para
estrangular a Matt, pero al bastardo le gustaría.
—¿Le enviaste un mensaje sobre las persianas y ella te da su número,
en lugar de llamarte pervertido por quedarte boquiabierto en la ventana en
primer lugar? —Mike sonaba dudoso.
—No. —Me mordí el labio, dándole a Phil y a Matt una mirada
suplicante.
—Cena primero, chisme después. Disfrutemos mientras está caliente.
—La orden de Phil fue la última palabra.
Realmente no saboreé la comida después de eso. Todos seguían
volviendo, y mirándome fijamente. La conversación realmente no fluyó y la
comida no me llenó.
Finalmente, dije: —Ella apareció en mi casa, gritándome. Es
inteligente. Rastreó mi IP desde el correo electrónico, incluso a través de
mis múltiples rúters. Estaba enojada porque lo había enviado. Dijo que era
un pervertido y comenzó a llamar a la policía. Cuando vio mi pistolera
sobre la mesa, supo que yo era un policía. Le expliqué que estaba en el
vecindario por una queja y la vi por la ventana. Pensé que debería saber.
Era lo mejor que podía hacer para que los verdaderos pervertidos dejaran
de mirar por las ventanas. —Exhalé bruscamente, mirando a Mike—. No
es que eso sea asunto suyo. —Dirigí mi mirada de él a Matt—. Pero es
divertida, nerd y genial, y nos caímos bien.
Los labios de Phil se extendieron en una amplia sonrisa.
—Eso es chico. Sabía que lo tenías en ti.
—¡Ves! —Matt me dio una palmada en la espalda—. Te dije que le
gustabas. Ninguna chica te dice que la próxima vez que espíes por la
ventana vayas a cenar, a menos que le gustes.
—¿Qué sabes tú exactamente sobre chicas? —le gruñí.
—Más que tú, confía en mí. —Se rio.
—¿Esa chica súper caliente te dio su número? —Mike nunca
superaría esto—. Mentira. Quiero verlos a los dos juntos.
—¿Qué? —Empecé a darme cuenta de lo mucho que decía esa
palabra—. ¡No! —Me reí de él—. Estás haciendo esto raro.
—Estás mintiendo —dijo con valentía.
—No miento, Mike. —Me incliné hacia delante—. Nunca. —El policía
Simon estaba empezando a aparecer.
—Y es por eso que no hablamos de chicas. —Ashley arqueó una ceja.
—Exactamente. —Señalé a Ash—. Gracias.
—Fotos o eso no sucedió. —Mike se recostó, cruzando los brazos.
—Nunca —me burlé—. No filmo a todas las chicas con las que estoy
para poder verlo más tarde y sentirme mejor conmigo mismo.
Mike se quedó boquiabierto. No siempre tenía una respuesta, pero
cuando la tenía…
—Esa es buena. —Matt chocó mis nudillos sobre la mesa—. ¿Por qué
no nos reunimos todos para tomar una copa en el Shark Club en Van
mañana por la noche, y Simon puede pedirle a Callie que se reúna con él
allí? Podemos observar desde el otro lado de la barra, y pueden ir a una
cita real —intervino Matt, diciéndolo demasiado animado. Él estaba
tramando algo.
—No.
—Sí.
Mike y yo respondimos juntos.
Phil sacudió la cabeza.
—No cuenten conmigo. No voy de clubes. —Miró a Ashley—. Estos
frijoles están increíbles.
—Gracias —dijo Ashley entre dientes.
—Eres el marica más grande del mundo. Para que lo sepas —Mike se
burló de mí.
—Bien —murmuré—. Veré si ella quiere reunirse para tomar una
copa. No hablarás con ninguno de los dos. Entonces nunca discutiremos
esto otra vez.
—Trato. —Mike levantó su cerveza y la inclinó hacia mí.
Matt sonrió con algo que se asemejaba a un brillo malvado en sus
ojos.
Sospechaba que el hecho de que Mike supiera el nombre de Callie
significaba que él también la había buscado y que había ideado un plan
para tratar de encontrarse con ella “accidentalmente”, pero yo lo había
arruinado al enviarle un mensaje sobre su desnudez.
También sospechaba que Matt quería regocijarse por la cordial
expresión de mierda en su cara cuando le demostrara a Mike que Callie y
yo éramos amigos.
Sabía, sin lugar a dudas, que Matt estaba desesperado por ver a Mike
sufrir con eso.
Su relación amor-odio era más que extraña.
S
u emocionada respuesta, con un signo de exclamación diciendo
sí a ir a tomar un trago, me asustó.
Estaba faltando a la noche de la hermandad por una chica.
Esto nunca me había pasado antes. Los viernes eran las mejores
carreras de calabozos, principalmente porque los chicos nerd no tenían
nada mejor que hacer que jugar videojuegos los viernes por la noche. Y yo
pertenecía a una hermandad dedicada. Éramos yo, cuatro científicos, dos
ingenieros, tres analistas, un par de profesores y muchos estudiantes de
ciencias de la computación.
Yo era el único con un trabajo rudo, pero no podía decirle a nadie lo
que hacía. Así que dije que trabajaba en informática. Era parcialmente
cierto; en mi cabeza era sinónimo de inteligencia. Me gradué en ingeniería
eléctrica antes de unirme a la fuerza. Y ahora, once años después, casi
nunca lo usaba.
En cambio, yo era más un espía. Un espía que entendía cómo
funcionaban los componentes electrónicos del equipo de vigilancia que
utilizábamos. Honestamente, fue así como conseguí el trabajo en
Operaciones Especiales como mi segundo puesto. Normalmente, los
puestos se lo llevan más los miembros de alto nivel.
No es que importara, especialmente en un día como hoy en el que
recorría un casino disfrazado de mí, un bicho raro. Mike y Ashley estaban
en la sala de los grandes apostadores, jugando al póquer y colocando
micros debajo de las mesas y las sillas.
Phil estaba en el estacionamiento para revisar el lugar.
Y Matt y yo habíamos puesto micrófonos ocultos los baños y los
pasillos de camino a la sala de póquer.
Ya que había terminado, tiré de la manivela de la máquina
tragamonedas y esperé a que todos los demás terminaran. La máquina
comenzó a sonar, llenando el aire a mí alrededor con campanas. Hice una
mueca, esperando que nadie me notara a mí y a las luces parpadeantes.
Matt llegó.
—¡Tuviste suerte! —Me dio un codazo—. Vas a tener suerte dos veces
hoy.
Él se rio pero me detuve.
—No me mires así. —Negó con la cabeza—. Sabes que ella va a querer
que volver a su casa para que Mike pueda mirar por las ventanas mientras
le haces el amor.
Tragué saliva, y probablemente palidecí.
—Amigo. Está bien. Mike puede grabarlo por ti para que puedas
repasar las áreas en las que necesitas trabajar. —Matt hizo un guiño.
—Oh, Dios mío. —Hice una mueca.
—Estarás bien. Estaba bromeando. Probablemente no lo grabará. —
Se rio y luego me dio un codazo otra vez—. Pero sabes lo básico, ¿verdad?
¿Cómo dónde va el pene? —Él se estremeció dramáticamente—.
Probablemente no soy la persona adecuada para explicarlo, pero conozco
un lugar por el que ella no te lo agradecerá. Eso está reservado para los
días festivos, los cumpleaños y cuando esté demasiado borracha para
darse cuenta de que ha dicho que sí. Si ella lo permite en la primera cita,
hazlo. Es una puta y es probable que ahora estés en algún tipo de
situación herpes-gono-hepatitis. Tal vez lleva condones por si acaso.
—Ni siquiera sé lo que eso significa, pero no soy virgen. Nunca he
estado con alguien como…
—Nadie lo ha hecho, eso es un unicornio. Y en realidad, según la
escala de caliente como loca, si ella no es un unicornio, probablemente
esté loca. No hay manera de que sea tan sexy y no esté loca. Así que
consigue un poco y luego huye.
—Deja de tratar de hacerme sentir mejor. —Agarré el boleto, mientras
se imprimía un vale para que lo cambiara.
—Hermano, ganaste diez mil dólares. —Levantó mi mano y leyó el vale
con cuidado.
—Oh, mierda. —Lo miré fijamente—. Extraño. —No sabía lo que eso
significaba, considerando que estaba en el trabajo, pero esperaba que
significara que podía quedármelos.
Hemos terminado en la sala de póquer. Mike envió un mensaje de
texto al chat grupal.
—Supongo que hemos terminado. —Me encogí de hombros como si no
estuviera en pánico en mi cabeza y me acerqué a cobrar, casualmente.
—¡Felicidades! —La señora de la jaula sonrió ampliamente—. ¿Lo
quieres en fichas?
—Efectivo por favor —murmuré.
—Está bien. ¿Efectivo o cheque? —Ella sacó un pedazo de papel para
que yo lo firmara.
—Cheque, por favor —dije con duda en mi voz mientras miraba a
Matt. Él puso los ojos en blanco.
—Tomará mil por adelantado y el resto en un cheque. —Él negó con la
cabeza—. Eres tan despistado.
—Cállate. —Arrugué la nariz y recogí mi dinero mientras los demás se
iban.
Cuando finalmente regresé a mi casa después de depositar el dinero
en mi cuenta bancaria, me senté en el sofá y contemplé la cita. Se sentía
como una mala idea. Encontrarla allí con Mike y Matt era arriesgado.
Se sentía mal, como si estuviera presumiendo o algo así. Algo que
técnicamente no estaba haciendo.
Pero luego ella me envió un mensaje de texto de que estaba
emocionada de verme más tarde y que iba a prepararse a casa de una
amiga ya que no tenía sentido regresar a Langley.
Lo miré y supe que tenía que encontrarme con ella. A la mierda Mike
y su extraña obsesión con esta chica. Si él la conociera, no estaría
interesado. Ella era mucho más que una cara bonita y un cuerpo caliente.
Era una chica para la cual tendría que trabajar. Y, curiosamente, ella era
la que hacía el trabajo para conocerme.
Tomé la victoria de diez mil dólares y la chica genial que quería tomar
una copa conmigo como una señal seria de lo increíble que sería la noche.
Nada iba a arruinarlo.
Ni siquiera Mike.
E
l Shark Club era uno de los favoritos de Matt y Mike. No uno de
los míos. Había estado allí dos veces y nunca me había gustado
lo ruidoso que era. O el hecho de que se había convertido un
mercado de carne en lugar de un mercado de encuentros.
Chicas escasas de ropa, con edad apenas legal, emborrachándose, y
mostrando piel en busca de propinas, casi como si se desnudaran. Los
cerdos como Mike las devoraban enteras, sin importarle nunca la clase de
personas que eran. Tenía una sensación real de “cualquier cosa por un
dólar”.
Sospechaba que Ashley también salía de vez en cuando con Mike para
mojar su silbato discretamente.
Phil nunca venía. Él nunca salía. Se acostaba lo más temprano
posible todas las noches para estar con sus hijas durante el día. Nuestros
días de descanso estaban bien. Por lo general, corríamos cuatro horas y
cuatro descansábamos, a menos que estuviéramos en un caso difícil.
Luego acumulábamos horas extras como locos por vacaciones que nunca
tomaríamos.
La música fuerte, el hedor de los pisos mal lavados y la mesa pegajosa
de la barra pasaron a segundo plano desde el momento en que ella entró.
Llevaba sus jeans ajustados oscuros y un suéter azul pálido, ceñido y con
cuello en V de nuevo. Su cabello estaba atado en un moño desordenado,
algo que quería deshacer. Pero su sonrisa era un faro de luz a un
kilómetro de distancia.
—¡Simon! —dijo ella mientras se acercaba, abrazándome. Me puse de
pie para que se sentara pero no estaba preparado para el abrazo.
Torpemente la abracé con un brazo y le di una palmadita en la espalda
como lo hacía mi madre conmigo. Ella se rio de mi postura de madera,
como si supiera que era un idiota por no abrazarla y tal vez se preguntaba
si estaba notando el aroma a vainilla que siempre parecía tener. Ella se
apartó, rozando un ligero beso en mi mejilla y susurrándome—: Me alegra
que me hayas invitado a tomar algo. —Sus ojos brillaban en las luces del
bar.
—Me alegra que hayas aceptado —le susurré en respuesta, sin estar
seguro de a dónde se había ido mi voz.
No miré a Matt ni a Mike. Los ignoré por completo.
Se deslizó en el asiento de la cabina frente a mi silla y se acomodó
como antes, poniéndose cómoda y subiéndose las mangas.
—¿Ya comiste?
—No —mentí. Ya había comido, pero podía comer de nuevo.
—Estoy muerta de hambre. Tuve un almuerzo pequeño. Comimos
sushi y tenía un cabello. —Agitó los brazos delante de su cara,
disgustada—. De todos modos, no lo pude terminar.
Tenía muchas cosas que decir al respecto, pero la idea de tener un
cabello en la comida de alguien arruinaría la comida que estaba a punto
de comer, así que lo dejé allí.
—¿Escuchaste que Carter todavía está desaparecido?
—Sí —respondí con sinceridad. Ya estaba en las noticias por lo que ya
no era un secreto. Estaba considerado desaparecido y posiblemente
víctima de algo sucio, y por supuesto, Dubhe estaba en la cima de la lista
de sospechosos. Y por eso estábamos todos sobre él.
Una sonrisa reveladora cruzó su rostro.
—¿Alguna vez te abres? —Se inclinó sobre la mesa de madera—.
Porque quiero entrar, Simon. —Me miró fijamente, confesando algo que me
hizo sentir pánico y emocionarme—. Me gustas. Me gusta que tu primer
instinto fuera escribirme un correo electrónico. No miraste por mis
ventanas, sino que me protegiste. Me gusta que tengas todas tus cartas
tan cerca que ni siquiera sé que las tienes. Se siente como una especie de
desafío.
—Realmente no me abro —le respondí—. No sucede dentro. —Estaba
tan incómodo. ¿Por qué, Dios, por qué era tan torpe?
—¿No piensas?
—Lo hago, pero no es lo que tú piensas.
—¿Hay música de circo allá arriba mientras conduces en monociclo?
—Ella se rio y comenzó a tararear la típica canción de circo.
—¿Es esa una referencia de Padre de Familia? —Casi me quedé sin
aliento.
—Peter. —Se rio entre dientes cuando una mesera se acercó a
nosotros—. Los dos vamos a tomar una Guinness. —Ella le guiñó un ojo a
la chica.
Casi lloro por dentro.
—Realmente no bebo cerveza.
—Lo sé. Supongo que podrías agregar jugo de piña y un paraguas a
tus bebidas, pero te enseñaremos a beber como un hombre.
—¿Ves Padre de Familia? —Volví a dar una vuelta, sin querer discutir
el hecho de que mi bebida favorita era Malibu: jugo de piña y Sprite.
—Me encanta. ¿Has visto a Letterkenny12?
—No. —El nombre era familiar.
—Estamos agregando eso a nuestra lista de cosas que debemos hacer.
—Ella dijo “estamos” e inhalé bruscamente.
Tomé dos respiraciones antes de hablar.
—No agregaría Netflix y relax a nuestras metas todavía. No me has
visto vomitar con la cerveza caliente.
—¿Caliente? —Ella arrugó la nariz—. ¿Quién bebe cerveza caliente?
—¿La Guinness no se sirve caliente?
—Diablos no. —Ella negó con la cabeza—. No. Es una cerveza negra.
Siempre la tomas fría, fría como el hielo. Me la sirvieron en Irlanda, en
Guinness, y diré que el propio maestro de la cerveza me la sirvió fría como
el hielo. —Miró mi menú—. ¿Puedo ordenar por ti otra vez?
—No. —Fruncí el ceño—. Déjame ordenar por ti.
Su rostro se iluminó.
—Está bien. —Ella empujó los menús hacia mí. Miré hacia abajo,
recordando la hamburguesa que comí la última vez. Era la que Mike
estaba comiendo en este momento en el bar.
Los ignoré pero sí vi la entrega de comida.
—Entonces dime algo más sobre ti. ¿Fuiste a la universidad? ¿Cómo
fuiste contratado por Langley?
—Fui a la Universidad de Toronto y tengo un título en ingeniería
eléctrica.
—Oh, vaya. —Ella se sorprendió.
—Sí. Me uní a la RCMP13 el último año de universidad. Quería
trabajar para CSIS14 tal vez, tener algún puesto en el extranjero. Pero
sabía que el RCMP me daría mejores probabilidades de ser contratado que
el CSIS.
—¿Qué es CSIS? —Llegaron nuestras cervezas y la mesera nos
interrumpió.

12 Letterkenny: es una comedia de televisión canadiense.


13 RCMP: En español, Real Policía Montada de Canadá.
14 CSIS: En español Servicio de Inteligencia de Seguridad Canadiense.
—¿Estás interesado en el especial? —Ella inclinó la cabeza y me batió
sus pestañas.
—No. Ambos queremos una hamburguesa tiburón con poutine15 en
lugar de solo papas fritas. —Le entregué los menús.
—Suena delicioso. —Ella parpadeó y sonrió dulcemente—. ¿Y puedo
conseguirte a ti algo más?
—Estamos bien. —Callie le sonrió no tan dulcemente.
—Genial. —La mesera perdió su dulzura y asintió—. Voy a poner eso
de inmediato. —Giró sobre sus talones y se fue.
—El CSIS es la agencia de inteligencia de Canadá —continué donde lo
dejamos—. Así que entré a la RCMP el verano en que me gradué de la
universidad. Fui a Depot en septiembre.
—¿Eres un Policía Montado? —jadeó—. Pensé que eras como un
policía de ciudad.
—No. —Me mordí el labio—. Policía Montado.
Sus ojos se ensancharon.
—Vaya. Nunca he conocido a un Policía Montado antes. —Ella levantó
su cerveza—. Salud.
—Salud. —Tomé el vaso helado y lo golpeé contra el de ella. Me
preparé para vomitar y llorar por dentro como un campeón, pero el sabor
era increíble. Era gasificada y refrescante. Tomé un trago más grande y la
dejé, limpiándome el labio—. Está deliciosa.
—Lo sé, ¿verdad? —Ella tomó un sorbo de la suya—. Estaba segura
de que la odiaría cuando la probé en Irlanda, pero ahora es mi favorita.
¿Cuánto tiempo has sido un Policía Montado?
—Once años.
—¿Tienes treinta y cuatro? —Ella no parecía estar segura de eso.
—No. Cumpliré treinta y tres en noviembre.
—Escorpio. —Ella meneó las cejas.
—Sagitario. —La corregí.
—Oh, finales de noviembre. Hmm. —Sorbió la cerveza—. Tienes
cuatro años más que yo. —Ella golpeó una uña roja contra el cristal—.
Pensé que éramos de la misma edad, o eras un poco más joven. Tienes
cara de bebé.
—Lo sé. Todavía enseño mi identificación para los boletos de lotería.
—Recordé mi increíble victoria—. Oye, hablando de lotería, hoy gané diez
mil dólares.

15Poutine: Plato de la Gastronomía de Quebec. Está elaborado con patatas fritas, queso
en grano fresco, normalmente cheddar muy poco curado y salsa de carne.
—¿Qué? —Ella se incorporó en el asiento—. ¿Estás bromeando?
—No. Fue de locos. Estaba perdiendo el tiempo, esperando a alguien
en el casino por trabajo, e hice un par de tiros en una máquina
tragamonedas y gané.
—¡Eso es jodido! —Ella levantó su cerveza—. Pagarás la cena.
—Lo sé. —Volví a golpear mi copa contra la de ella—. Iba a decir algo
sobre eso. No quiero que pagues mi comida. Sé que eres feminista y yo
también, pero me gusta pagar las comidas, abrir puertas y tomar tu abrigo
—murmuré, con la esperanza de no sonar demasiado arcaico o haber ido
demasiado lejos.
—Está bien. —Ella asintió—. Y yo duermo en el lado derecho de la
cama, si la miras desde los pies.
—Está bien. —Me sonrojé y miré hacia abajo.
—Me gustas, Simon. —Ella se rio de mí.
—Tú también me gustas —me obligué a decir, odiando que Mike y
Matt estuvieran frente a mí, mirándome nervioso y avergonzado.
—Entonces, si nos besamos en algún momento o lo que sea, ¿eso
estaría bien? —preguntó.
—Oh, sí. Más que bien. —Estaba muriendo por dentro. Mis ojos se
dirigieron a los de Matt, básicamente pidiendo ayuda.
—Me alegro. —Suspiró. —Pareces ser el tipo de persona que esperaría
el permiso antes de hacer algo, y solo quiero que sepas que lo tienes.
—Tengo que ir a orinar —dije lo último que debería haber dicho, pero
el sudor había comenzado a formarse en mi cuello.
—Está bien. —Ella se rio de nuevo—. Tal vez la comida esté aquí
cuando vuelvas.
—Está bien. —Me levanté y caminé hacia el baño. Sabía que Matt me
estaba siguiendo. Él era casual, mientras que yo caminaba con la
zanahoria gigante que había empujado por mi trasero.
—¡Hermano! —Me dio una palmada en el hombro cuando la puerta se
cerró—. Le gustas.
—Oh, lo sé. —Tomé una respiración profunda—. Acaba de decirme
que tengo permiso para hacer cualquier cosa. —Apenas podía respirar.
—Oh, mierda, es atrevida. —Matt asintió—. No es algo para lo que
estaba preparado, pero necesitas montar la ola.
—Ella es más que atrevida. —Exhalé profundamente—. Habla de
sentimientos. Nos conocemos desde hace una semana y ya me dijo: “Oye,
me gustas”. ¿Hace calor aquí? —Tiré de mi camisa.
—No. Amigo, tranquilo. Estás en pánico. Una chica guapa te acaba de
dar las llaves de la puerta. Estás bien. Esto está bien. —Me frotó los
hombros.
La puerta se abrió y otro hombre entró, nos lanzó una mirada extraña
y nos rodeó para no acercársenos demasiado.
—Le gustas mucho. El lenguaje corporal es fuera de serie. Mike se
está muriendo. Creo que está un poco borracho. ¡Y sé que me está
encantando! —dijo con entusiasmo.
—¿Pueden solo irse? No puedo hacer esto con usted mirando.
El chico del urinario nos dio otra mirada.
—Está asustado por una chica caliente —explicó Matt.
Las cejas del chico se elevaron.
—No te asustes, hermano. Aprovecha eso. —Me dio un gesto de
aprobación.
—Esto no lo está haciendo mejor. —Me encogí de hombros,
avergonzado y listo para pasar la noche solo.
—Estás siendo una pequeña perra. ¡Ahora sal, ciérralo y dite a ti
mismo que vas a ir a donde Mike nunca irá, porque esa chica está
interesada en ti! —Me dio una palmada en el trasero y el tipo de urinario
nos dio otra mirada.
—Correcto. —Tiré de mi cuello otra vez—. Hace calor.
—No hace calor. Solo necesitas desnudarte. No comas la gran comida
que estás planeando. Sáltatela y vete a casa. Si ella consigue que coman
un bebé, no podrá trabajar. Ella querrá dormir y acurrucarse. No es lo
mismo que tener sexo.
—Cállate. —Lo aparté antes de que me manoseara otra vez—. Tengo
que volver a salir.
Cuando doblamos la esquina, casi me atraganté otra vez. Mike estaba
inclinado sobre la mesa, hablando con Callie.
Sus ojos se lanzaron hacia mí y no parecía que todavía tuviera las
llaves de la puerta. Ella estaba visiblemente enojada.
—Oh mierda —murmuró Matt.
—Sí —murmuré en respuesta y me acerqué, listo para matar a Matt y
Mike por esto.
—Así que… —Callie se puso de pie, mirándonos a los tres—… ¿este
imbécil me dice que todos estaban tomando fotos de mí desnuda y
usándolas para su carpeta de masturbación?
Mi estómago se sacudió en mi garganta.
—¿Y básicamente le ganaste de mano sobre encontrarte conmigo?
—¿Qué? —No tenía nada. Quería vomitar y luego darle un puñetazo a
Mike.
—Encantado de conocerte, Simon. Pierde mi número. —Agarró su
bolso y salió del bar.
La observamos irse, en silencio.
—¡Corre tras ella, idiota! —Matt me empujó.
Mis pies cobraron vida mientras corría tras ella. Ella estaba al otro
lado de West Georgia y en EasyPark. Corrí a través del tráfico, saltando
fuera del camino de los bocinazos de un auto y yendo al estacionamiento
detrás de ella.
—¡Callie, espera! —grité.
Giró sobre sus talones, mirándome con frialdad como si estuviera a
punto de alcanzarlo.
—Aquí tienes. —Saqué mi teléfono de mi bolsillo y se lo pasé—. Siete,
cinco, tres, nueve.
Ella tomó el teléfono y marcó el código.
—Ve al chat llamado Asshat, ese es Mike, el imbécil borracho que
acabas de conocer. —Tragué saliva—. Ve cómo la conversación tiene
nuevos mensajes pero no se han abierto. Me ha estado enviando un
mensaje de texto durante más de una semana, desde que envió esa foto, y
no he abierto el chat ni le he enviado un mensaje. Veo sus mensajes en mi
pantalla cerrada porque no puedo abrirlos. No quiero. Me enoja tanto que
podría matarlo, y tengo que trabajar con él. Nunca miré la foto que tomó.
Nunca la abrí. La tomó con su teléfono, la vi entonces por un breve
momento. Me hizo enojar. Es por eso que te envié un correo electrónico.
Quería protegerte de él. —Dejé fuera la parte cuando estaba orinando o
que era el que la espiaba. Tendría que decirle eso más tarde, si alguna vez
me perdonaba.
—Esto no cambia nada. Eres un imbécil… ¡Dios mío! —Ella se llevó
una mano a la boca. Sus ojos estaban muy abiertos—. ¡Oh Dios mío, esas
cortinas! ¡Eran completamente transparentes! —Miró fijamente el teléfono,
con ojos desorbitados. Duró un segundo antes de que ella inclinara la
cabeza, como si la estuviera inspeccionando—. Por lo menos me veo bien.
—Ella se movió más a través de mi teléfono, sonrojándose y devolviéndolo.
—Lo siento mucho. No podía decirte que había un equipo de tipos.
Era un puesto de vigilancia. No debería estar diciéndote esto ahora. Pero
no quiero que me odies.
Le tomó varios momentos lo que parecía ser su lucha con sí misma o
descifrar lo que había dicho antes de que respirara hondo y asintiera.
—Creo que lo entiendo. —Su voz sonaba como si pudiera quebrarse,
pero no lo hizo—. Trabajas con ese pervertido neandertal. Lo que hizo te
molestó. No querías que él continuara haciendo lo que hizo, así que me
escribiste el correo electrónico para mantenerme a salvo.
—Algo así. —Todavía le estaba mintiendo, y lo odiaba, así que dije un
poco más—. Y a la noche siguiente, después de que se tomó la foto, te vi yo
mismo. Estaba en tu patio, tratando de entrar en la casa de Carter en
mitad de la noche, cuando encendiste la luz del baño y entraste,
nuevamente desnuda. Nadie vio más que yo. Pero tenía que detener esto,
así que envié el correo electrónico. No quería que cerdos como Mike te
vieran. —Cerré los ojos y esperé la bofetada o la patada en las bolas.
—¿Porque te gusto? —preguntó.
—No. —Abrí los ojos—. No te conocía. Pero pensé que eras hermosa,
—ofrecí débilmente—. Y hubiera hecho eso por cualquier chica. Lo hice
porque está mal espiar a la gente. —Estaba cavando otro hoyo para mí
mismo, considerando lo que hacía para el trabajo.
—Me gustaste en el momento en que te conocí, Simon. Verte
tambalearte y tratar de defenderte, después de que superé mi ira inicial,
fue todo. No eras lo que esperaba encontrar cuando vi el correo
electrónico. —Ella se acercó más.
Tomé una señal de ella y me acerqué también, tomando su mano en
la mía.
—Lo siento. Debería habértelo dicho pero no sabía cómo.
—Lo entiendo. No creo que pudiera haberte dicho que toda mi unidad
de trabajo te vio desnudo. —Ella me miró a los ojos—. Estoy tan
avergonzada.
—No lo estés. Nosotros somos los que deberíamos sentirnos
avergonzados. —Levanté una mano y le aparté el cabello de la cara,
deslizando mi mano hacia arriba e inclinándome hacia adelante, colocando
un suave beso en sus labios brillantes.
Sabía tan bien como olía, incluso mejor.
E
l viaje a mi casa fue insoportable. Quería tocarla, pero habíamos
pasado de un intenso beso en el estacionamiento a un incómodo
silencio. Incluso ella estaba callada, lo cual era alarmante. Ella
nunca se callaba.
No es que quisiera que lo hiciera.
No ahora que ella estaba callada y yo estaba perdido en el silencio.
Aparqué el coche y respiré hondo.
—Eso es todo.
—Lo sé. —Ella sonrió, mordiéndose el labio.
—De acuerdo. —Asentí y miré fijamente durante demasiado tiempo y
demasiado fuerte antes de salir y abrirle la puerta. Ella salió, acercándose.
Su pecho rozó el mío mientras levantaba su rostro y me besaba de nuevo,
solo susurrándome el beso.
Me dolían las manos por tocarla, agarrarla y abrazarla. Pero no hacía
exhibiciones públicas de afecto. Ni siquiera podía tener sexo en la sala de
estar, era raro. Me gustaba la cama.
Cerré la puerta y metí mi mano en la suya, llevándola a la puerta de
mi casa.
En la casa, cerré la puerta con llave y dejé las luces apagadas para
que estuviéramos frente a frente, disfrutando de la incomodidad del sexo
por primera vez y todo eso.
Me sentí como un niño cuando la guie a mi habitación. Desearía
haber escuchado a Matt, cambiar mis sábanas y limpiar mi casa, pero no
había forma de hubiera imaginado que la noche terminaría así.
Cuando llegamos a mi habitación, contuve el aliento cuando ella abrió
las persianas, dejando que la luz de la luna entrara del raro pero hermoso
cielo claro. Le dio la espalda, creando una silueta, y comenzó a desvestirse
en silencio.
Cada parte de mí estaba cubierta de alfileres y agujas, pero no me
atreví a moverme. Se quitó la ropa lentamente, removiéndolas
cuidadosamente y colocándolas en la silla del rincón. Cuando estaba
desnuda, nadando en la luz de la luna, se cruzó de brazos, sin moverse
hacia mí.
—Tu turno.
Me quité las gafas, la camiseta, los vaqueros y los calcetines, y dejé mi
ropa interior para el final. Ya que ella estaba desnuda, completamente
desnuda, tomé una inspiración y arrastré mis bóxeres, pateando todo a un
lado de la habitación, pero sin interrumpir el contacto visual con ella.
Su cabeza se inclinó como si me estuviera inspeccionando a la luz de
la luna. Me sentía tan desnudo como un hombre podría.
Dio un paso adelante, inclinándose hacia mí.
—Bueno, hola. —Hizo una pausa y luego se acercó hasta que
estuvimos directamente uno frente al otro—. No voy a mentir, Simon, eso
no es lo que esperaba encontrar en tus pantalones después de verte con
tus pantalones para correr Sabía que era grande, pero no tan grande. —
Ella se inclinó hacia delante, envolviendo sus dedos fríos alrededor de mi
polla completamente erecta—. ¿Se suponía que ibas a ser gemelo y de
alguna manera tu polla absorbió el cuerpo del otro en el útero? —Ella
levantó la vista, todavía apretándome un poco.
—No. —No sabía qué decir.
—Felicidades. —Ella se rio entre dientes.
—Gracias. —Era extraño tener esta conversación mientras sostenía
mi polla.
Pero todo sobre ella era raro.
La soltó y pasó sus frías manos por mi torso hasta que llegaron a mi
cuello. Luego envolvió sus brazos alrededor de mí y se puso de puntillas
para besarme.
Cobré vida.
Me envolví alrededor de ella, aplastando su pecho contra el mío y
ahuecando su culo. Extendí sus mejillas un poco, hundiendo mis dedos.
Se me subió, dobló sus piernas alrededor de mi cintura y se aferró a mí.
Me tambaleé hasta la cama, la dejé caer y me arrastré encima de ella,
besándole el cuello y los hombros hasta que alcancé los picos perfectos de
sus pechos cremosos. Su bronceado de bikini se destacaba a la luz de la
luna, mostrando una piel mucho más pálida. Le di un golpecito al pezón,
chupando suavemente cuando me di cuenta de cómo le gustaban las cosas
por los gemidos que venían de ella.
Pellizcando ligeramente el otro pezón, jugué con ambos mientras ella
se retorcía debajo de mí, su mano fue frotar y acariciar mi polla.
Quería sumergirme de inmediato, follarla hasta que no pudiera ver
derecho, pero necesitaba explorar. Necesitaba asegurarme de que estuviera
lista.
Lentamente me agaché, besando mi camino por su torso,
deteniéndome en su estómago, dejando que mi barbilla rozara el suave
montículo debajo.
Respiró pesadamente, girando sus caderas y gimiendo.
Cuando bajé lo suficiente como para tener que caer de rodillas en el
suelo, arrastré su trasero al borde de la cama, abriéndola para mí.
Ella era gloriosa. Olía a miel y cuando empecé a besar sus muslos,
supe que ella sabría de esa manera.
Arrastré mi pulgar hacia arriba y abajo de su rendija, frotando
suavemente contra su clítoris y volviendo a la humedad que estaba
produciendo, mojándola por todas partes.
Besé todos los lugares donde ella no quería que lo hiciera, evitando
hacer lo que ella quería, durante varios minutos. Luego, cuando casi se
estaba tocando a sí misma, me sumergí, lamiéndola. El olor y el sabor
juntos me volvieron loco.
Deslice un dedo dentro de ella, sintiéndola apretarse sobre mí
mientras gritaba. Enfoqué mi boca en su clítoris mientras frotaba su punto
G hasta que ella estaba allí. Se retorció, giró y enderezó sus piernas,
sacudiéndose con el orgasmo. Me había estado sacudiendo con mi mano
libre, manteniéndome duro y preparado.
Cuando terminó, volví a subirme a la cama y extendí sus piernas.
Volví a mirar en sus ojos para ver si estaba lista para lo que estaba
preparando. La lujuria y la locura de su orgasmo aún quedaban,
sugiriendo que lo estaba. Tomé un condón de la mesa de noche, fuera de
la caja que había traído de Toronto desde que fue la última vez que había
tenido relaciones sexuales. Me lo puse, acariciando mi polla un par de
veces mientras la miraba.
Arrastré mi polla arriba y abajo de su hendidura, lubricándola, y
luego empujé lentamente dentro de ella. Ella jadeó, apretándose y luego
relajándose mientras yo empujaba con cuidado.
No tenía una polla anormal. No era del tipo que las chicas rechazaban
por miedo. Era del tipo que necesitaban un segundo para asimilarla toda.
Aprendí eso las primeras veces que había tenido sexo.
Una vez que estuve adentro, empujé lentamente un par de veces,
estirándola y llenándola.
—Oh mierda. Oh Dios. —Ella respiró, agarrándome. Sus uñas se
clavaron, arrastrándome hacia adelante. Me hundí en su nuca, besándola
y haciendo una pausa cuando todo estaba dentro—. Fóllame duro —
susurró—. Oh Dios, fóllame duro.
Me salí, empujando un poco más fuerte, probando las aguas.
Ella gimió.
Me senté, levantando sus piernas y su culo y agarré sus caderas,
empujando con más fuerza.
Ella gimió de nuevo y puso sus pies sobre mis hombros, ajustando su
posición.
Embestí en ella, bombeando tan fuerte como pude. Se sentía
increíble, apretada y, sin embargo, capaz de soportar las embestidas.
—Oh, Dios —gritó, girando la cabeza y agarrando la almohada. La
vista era algo que nunca imaginé en toda mi vida que vería. Ella era la
perfección. La forma en que estaba acostada allí, besada por la luz de la
luna y llena con mi polla, me llevó a un nivel diferente de excitación.
Agarré sus caderas con más fuerza, dejando que sus piernas me
empujaran para levantar su culo, y la embestí. La follé hasta que no pude
ver derecho.
Me vine con furia, maldita furia ciega, incluso gritando.
Cuando terminé, salí y me dejé caer sobre la cama junto a ella,
respirando pesadamente.
Ella respiró hondo varias veces antes de volverse y asentir.
—Felicidades.
—Gracias. —Me reí entre dientes. No mencioné los dos años de
entrenamiento sexual intenso que había tomado con mi ex. Ella era la
chica más franca que había conocido, dando detalles completos de lo que
quería y no quería.
Al parecer, dio sus frutos.
Porque la chica más hermosa que jamás había conocido se envolvió
en mí, levantó las sábanas y se quedó dormida.
T
erminé el pan de arándanos con tostadas francesas y salchichas
en el horno mientras esperaba que ella se despertara. Salió
tambaleándose de la habitación con una camiseta mía y un par
de bóxeres. La sangre se precipitó a mi polla con solo verla.
—¿Has ordenado? —preguntó mientras se sentaba en la pequeña
mesa de la cocina.
—No. —Le serví un café y le añadí la crema, tal como lo había hecho
en el restaurante. Le entregué el café.
—¿Eres inteligente, caliente, increíble en la cama, tienes un buen
trabajo, no vives con tu madre, recuerdas mi pedido de café y puedes
cocinar? —Ella levantó una ceja—. ¿Dónde has estado toda mi vida?
—En Toronto. —Sonreí, sonrojándome y no queriendo hablar sobre
sexo—. Excepto los primeros seis años como RCMP. Estuve en el norte de
New Brunswick para eso. En pequeñas ciudades francesas sin nada que
hacer. Aprendí a cocinar allí. Casi conseguí escorbuto ese primer año
comiendo Kraft Dinner y ramen. —Saqué la comida del horno y la serví. Le
di un plato y sonreí—. El desayuno está servido.
—Eres el hombre perfecto, Simon. —Ella tomó el plato—. ¿Eso es pan
de arándanos?
—Sí, es brioche de arándanos. —Me senté frente a ella y recogí un
poco de fruta recién cortada colocándola en mi plato con mi tostada
francesa y salchicha—. Lo consigo en una panadería del centro. A Bread
Affair.
—Oh, está bien, en Johnston.
—Esa es. —Corté un bocado y cerré los ojos mientras golpeaba mis
labios. Era perfecto.
—Me encanta verte comer.
Abrí los ojos de golpe.
—¿Qué?
Ella sonrió.
—Tienes una buena mandíbula y labios suaves. Verte comer es
agradable.
Hice una pausa en lo que estaba masticando y traté de no sentirme
incómodo.
—No pares, solo sigue comiendo. Te encanta la comida. Me gusta eso.
—Ella cortó un poco y le dio un mordisco, gimiendo y asintiendo—. Oh,
Dios mío, esto es increíble.
Probablemente era el mejor desayuno que había tenido.
—¿Me puedo bañar? —preguntó después de haber comido.
—Sí. Puedes robar algo de mi ropa.
—Gracias. También voy a robarte tu cepillo de dientes.
—No. —Me estremecí—. Tengo un paquete de Costco debajo del
fregadero.
—¿Quieres ducharte conmigo? —Ella se mordió el labio.
—Sí. —Caminé hacia ella, semi-duro como lo había estado toda la
mañana.
Tomó mi mano y me arrastró al baño. Me encogí ante el estado de las
cosas. La casa no estaba desordenada, pero tampoco era el día que la
señora limpiaba. Gillian venía cada dos semanas y esta no era su semana.
Callie no pareció darse cuenta. Se quitó la ropa que había tomado
prestada y encendió el agua. Verla en mi baño era intenso. No estaba
seguro cómo había tenido tanta suerte, pero no me atreví a preguntar, en
caso de que ella empezara a ver que yo ni siquiera estaba cerca de ser el
hombre perfecto.
Cuando entré, retrocedí. El agua estaba hirviendo, pero ella no
pareció notarlo. Estaba haciendo que su piel se pusiera roja. Cuando cerró
los ojos bajo el agua, la bajé un poco.
Todavía ardía cuando me golpeó, pero no tanto.
Por supuesto, valía la pena quemarme, solo para pararme junto a ella
mientras se enjabonaba, haciendo espuma en sus pechos y aplastándolos.
Ella me atrapó mirando y me dio el jabón, extendiendo sus brazos.
Tragué saliva pero comencé a lavarla. Fui por los lugares menos
pervertidos, sus manos y muñecas, primero.
—Oh, Dios mío, solo enjabóname. Sé que quieres hacerlo. —Ella era
tan confiada.
Respiré hondo y comencé a enjabonar al resto.
Su piel era suave pero firme bajo el jabón. Amasé con mis dedos, casi
masajeando. Se dio la vuelta y le lavé la espalda y las piernas, apretando
sus nalgas. Finalmente, llegué al lugar que quería lavar: sus pechos. Los
masajeé, ignorando mi rabiosa erección y limpiándola más de lo que nunca
lo había estado.
Se enjuagó y tomó el jabón, me lavó, pasó los dedos arriba y abajo por
mis brazos, pecho y espalda. Enjabonó mi trasero y mis piernas, y cuando
me di la vuelta, comenzó a acariciar mi polla y pelotas, masajeándolas con
jabón. Ella me masturbo con el jabón, apretando y girando sus dedos.
Mis rodillas casi se doblaron cuando ella mágicamente me masturbo
mejor que cualquier cosa que jamás hubiera sentido.
Luego me empujó bajo el chorro, enjuagándome y masturbándome
con el agua.
Gemí, respirando hondo.
Ella me sacó del agua otra vez, cayendo de rodillas y tomándome con
su boca. Me estremecí cuando tomó más de lo que nadie había tomado
nunca.
Ella continuó masajeando mis pelotas y dándome una sacudida
mientras chupaba. Cerré los ojos y dejé caer mi cabeza hacia atrás,
gimiendo y empujando suavemente.
Me perdí en el placer y no me había dado cuenta de lo cerca que
estaba de correrme. Cuando lo hice, miré hacia abajo.
—Me voy a venir.
—Lo sé. —Ella chupó la cabeza, masajeando la parte delantera de mi
polla, justo en el punto dulce.
Se movió de nuevo, masturbándome hasta que me vine, agarrando la
parte superior de la ducha y tratando de permanecer de pie. Ella me dejó
disparar sobre su pecho, apretando hasta la última gota.
Me estremecí y temblé, repentinamente vulnerable y débil.
Ella se puso de pie, enjuagándose.
Fue la mejor ducha que jamás había tomado.
Cuando terminamos en la ducha, entendí que ella me diera un
orgasmo como indicio de que quería otro. No podría follar de nuevo,
todavía no, pero podría hacerla venirse.
Resultó en otra ducha.
Nunca había estado tan limpio.
Por la tarde estaba agotado, habíamos follado y comido todo el día.
Cuando mi teléfono vibró con una invitación a una barbacoa en la casa de
Matt con los chicos y Jamey, arrugué la nariz, no pensaba en salir de casa
de nuevo. O dejarla irse. Estaba a punto de convertirme en Norman Bates,
encerrándola dentro para siempre. No necesitábamos luz de día u otras
personas o dinero. Podríamos follar y comer lo que hubiera en mi nevera y
congelador hasta que nos quedáramos sin nada.
—¿Quién es? —preguntó, mirando el teléfono.
—Matt quiere que vaya a una barbacoa.
—Oh. ¿Es él lindo gay? —reflexionó.
—Sí, ¿sabías que era gay?
—Inmediatamente. Me recordó a mi hermano Andrew. Él también es
gay.
—Qué raro. —No solté la lengua sobre toda la cosa entre Andrew y
Matt. Esa era una historia que nadie necesitaba escuchar. Dos tipos
demasiado borrachos para que se les pare no era caliente.
—¿Estará Mike allí? —Ella se mordió el labio.
—Sí. —Fruncí el ceño—. Es por eso que no quiero ir.
—Podría ir contigo —ofreció ella, obviamente tramando algo.
—¿Qué?
—Deja de decir eso. —Ella se rio entre dientes—. Podría ir y
podríamos pasar el rato. Podría conocer a tus amigos.
—¿Por qué? —Estreché la mirada.
—Porque quiero hacer sufrir a Mike —dijo sin rodeos—. Anoche me
dijo que me había perseguido en tu sistema y en las redes sociales y que
tenía previsto acechar todos los lugares a los que iba hasta que nos
conociéramos naturalmente, solo que tú lo hiciste primero. —Ella alzó las
cejas.
—Tú me cazaste. —Señalé—. Pero eso tiene sentido. Es un loco
cuando se trata de chicas.
—Déjame torturarlo. —Ella bateó sus largas pestañas hacia mí.
Parecía un plan terrible, pero ella me había chupado toda la protesta.
No tenía fuerzas. Especialmente cuando lo pedía así.
—Está bien. —Asentí—. Pero Phil podría tener a sus hijos allí, así que
tortura apta para menores. Y sea lo que sea, tienes que incluir a Jamey. A
ella le encanta atormentar a Mike.
—No iría por debajo del cinturón. —Se levantó y se puso su ropa
sucia—. Tenemos que pasar por mi casa.
—Bien. —No me gustaba la idea de ir a su casa. De hecho, quería que
se mudara y nunca regresara a esa casa, pero no era realista.
Nos dirigimos a su casa y ella se cambió. Esperé en el coche. Ella
salió usando un atuendo sexy. Me quedé boquiabierto. Olvidé que la había
visto desnuda todo el día y necesitaba volver a verla. Era perfecta. Llevaba
una camiseta gris oscuro con un pantalón corto de mezclilla y botas
negras que llegaban a sus rodillas. Su cabello largo estaba suelto y su
maquillaje, impecable. Suspiré cuando ella agarró su casco y me lo pasó.
—Aquí tienes.
Salí del auto.
—No puedo dejar mi auto aquí. —Dirigí mi mirada hacia la casa de
Carter.
—Te seguiré de regreso a tu casa y luego iremos en mi motocicleta
desde allí.
—¿Por qué simplemente no…?
—Parte del plan —me cortó—. Él se va a burlar de ti por montar atrás
en mi motocicleta. Confía en mí. —Ella realmente era la versión femenina
de Matt.
—Está bien. —Arranqué el auto y conduje de regreso a casa,
estacionando y subiéndome a la parte trasera de su motocicleta.
Yo llevaba su casco y ella, gafas de sol. Traté de no ser una pequeña
perra sobre montar atrás en una trampa mortal. Una trampa mortal sin
sentido. La Costa Oeste era triste y fría. No tenía sentido tener una
motocicleta. ¿Por qué morir de esta manera?
Cuando llegamos a la casa de Matt, los chicos se acercaron a la
ventana para ver cómo nos bajábamos. Sus mandíbulas cayeron y sus ojos
se desorbitaron.
—Ves. —Me dio un codazo—. ¿Ves lo engreído que es? Está haciendo
bromas sobre montar atrás en este momento.
—¿Y cómo me ayuda esto? —le pregunté mientras le entregaba el
casco.
—Confía en mí. —Ella sacudió su brillante cabello como si fuera
plenamente consciente de que se estaba pavoneando, y enlazó su brazo
con el mío, dejándome llevarla a la puerta principal.
Matt respondió, sonriendo como si lo hubiera inventado.
—Hola, hola, hola.
—Hola. —Ella le devolvió la sonrisa.
—Matt, esta es Callie. Callie, este es Matt. —Yo sonaba tan
entusiasmado como estaba.
Ashley se acercó a la puerta, sonriendo ampliamente.
—Hola, Callie. Soy Ashley. —Él extendió una mano hacia ella.
—Encantado de conocerte. —Ella la tomó y él le besó el dorso. Yo
fruncí el ceño.
—Y debes recordar a Mike. —Matt la apartó de mí y la llevó a la casa.
—Por supuesto —cantó ella como una de las princesas de Disney.
Mike se puso de pie, ofreciéndole su mano.
—No lo creo. —Ella mantuvo sus manos detrás de la espalda—. Creo
que me debes una foto desnudo y una disculpa, no un apretón de manos.
Y no quiero una foto de tu polla que puedas enviar más tarde. La quiero
ahora. Quiero decir, podrías poner tu pierna aquí en la silla o en el baño.
Nada de meter panza. Con rollos de grasa y todo. Tal vez puedes frotar un
poco de loción.
Su mandíbula cayó.
Mi mandíbula también cayó. Hasta allí llegaba el apto para menores.
Nervioso, busqué si estaban los niños de Phil, aliviado cuando no los
escuché.
Matt se echó a reír.
Phil entró en la sala de estar, confundido y posiblemente encantado al
mismo tiempo.
Y Mike se sonrojó.
—Viste eso, ¿verdad?
Jamey entró detrás de Phil, riendo.
—Tú debes ser Callie. —Ella se acercó, ofreciéndole una mano.
—Hola. —Callie la tomó y las dos chicas se enfrentaron a Mike. Los
otros chicos retrocedieron un poco.
Casi sentí pena por él.
—No voy a mentir, atrapar a Mike sin palabras es una rareza. —
Jamey tomó un trago de cerveza—. Mira lo rojo que está.
Los ojos de Phil se lanzaron a los míos y de regreso a Callie.
Asentí.
—Callie, este es Phil, mi jefe.
—Encantado de conocerte. —Ella se acercó, cortésmente
estrechándole la mano.
Las mejillas de Phil se enrojecieron cuando él le devolvió la sonrisa.
—El placer es todo mío. Me alegra que nos conociéramos
formalmente. Mike, aquí te debe una disculpa. —La severa cara de Phil se
volvió a deslizar.
Mike balbuceó: —No-no la conocía entonces.
—Mike —advirtió Phil.
—Lo siento. No debería haber tomado la foto. —Él no sonaba
arrepentido.
—Gracias. —Ella se giró y se volvió hacia Jamey—. Entonces,
¿siempre eres la única mujer?
—Sí. —Jamey señaló la cocina—. Vamos a conseguirte una bebida y
podemos chismorrear sobre ellos. —Nos dejaron en la sala de estar.
Ashley se mordió el nudillo al observarla alejarse. Phil levantó su
bebida hacia mí. Matt me dio una palmada en el hombro, abrazándome.
Los ojos de Mike se entrecerraron.
—Veo que cabalgaste perra.
—Síp. —Asentí.
—Es bueno saber quién es el hombre en la relación.
Como si hubiera estado al acecho y esperándolo, Callie regresó con
sosteniendo una cerveza, no había forma de que ella ya hubiera
conseguido una. Tenía que ser de Jamey.
—Sabes, Mike, un día cuando aceptes el tamaño de tu polla, no te
importará compartir el poder con una chica. No tendrás que sufrir a través
de un flujo interminable de relaciones sexuales sin sentido con chicas que
tienen baja autoestima. —Me guiñó un ojo—. Los chicos como Simon
tienen suerte. Nunca tienen que superar un obstáculo como el tuyo. —Ella
me batió sus pestañas. De alguna manera ella encajaba con ellos mejor
que yo. Seguía siendo el tope de la broma.
—No —respondí rotundamente, esperando que ella se detuviera.
Matt se rio entre dientes.
—Ya sabemos de la superpotencia de Simon. —Apretó mis hombros
con más fuerza. Me molestaba hablar de mi polla, especialmente mientras
él me abrazaba así.
Pero no dije una palabra.
—Esa no es su superpotencia —se burló Callie.
—No —se unió Jamey—. Simón es guapo, divertido, tímido,
inteligente, educado, un caballero, y es bien conocido por su… —Jamey
tosió—, capacidad para comer mucho pastel. —Ella comenzó a reírse,
incapaz de mantener su cara de póquer.
—Oh sí. Y cocinar, y él nunca gana peso. Es tan afortunado. —Callie
me guiñó un ojo.
—Está bien, creo que necesito una bebida. —Me di vuelta y salí de la
habitación.
—Yo también. —Phil me siguió.
Matt y Ashley terminaron en la cocina, pero Mike nunca entró.
Se quedó acorralado y ridiculizado por las dos chicas salvajes que
actuaban como si se conocieran desde hacía años.
Nosotros no hablamos. Bebimos y escuchamos mientras recibía una
paliza. Me alegré de que Phil no hubiera traído a sus hijos.
Cuando estaba terminando mi primera sidra, él finalmente estalló.
Mike gritó: —¡ESTÁ BIEN! ¿QUIERES VERLO? ¡AQUÍ ESTÁ! —Hubo
ruidos de ropa y chicas riendo—. ¡ESTAMOS A MANO! ¿PUEDEN
TERMINAR AHORA? ¡LO SIENTO! ¡JESÚS! ¡NUNCA TOMARÉ OTRA FOTO
MIENTRAS VIVA!
Todos nos encogimos.
Phil chocó su bebida contra la mía.
—Ella me gusta.
Me reí nerviosamente.
—Sí.
Ashley asintió con la cabeza.
—Es sexy, divertida e inteligente y no tiene miedo de decir lo que
piensa. —Sus ojos se fijaron en Matt—. Ahora estás saliendo con la versión
femenina de tu mejor amigo. Creo que tenemos algunas tendencias
homosexuales reprimidas que deberás llevar a tu próxima sesión de
asesoramiento.
—Anotado. —Terminé la sidra y la coloqué en el mostrador—.
Hagamos una barbacoa antes de que me emborrache y tenga que volver a
casa borracho en la parte trasera de esa trampa mortal.
—La emborracharé y tú puedes conseguir un taxi —murmuró Matt—.
O simplemente duerme aquí. Pero grabaré lo que pase. Y lo sabes.
—Estás trastornado. —Suspiré, tomé otra sidra y me dirigí a la
terraza para asar la carne.
Iba a ser una noche larga.
C
allie y yo estábamos acurrucados en mi cama, viendo
repeticiones de Expedientes X cuando sonó el teléfono. Lo
respondí cuando vi el número de Phil.
—Hola, Phil.
—Hola, Simon. Parece que Dubhe y Carter están muertos. Ambos
cuerpos fueron encontrados en un viejo almacén abandonado en Port
Coquitlam. Carter lleva muerto mucho más tiempo, obviamente. Hemos
sido retirados del caso hasta que se presenten otras pistas. Los forenses
están ahí ahora, tratando de encontrar alguna evidencia. Sospecho que no
encontrarán nada. El dueño del almacén es un magnate que tiene planes
para ello en un par de años, pero actualmente está bajo el cuidado de un
administrador de la propiedad. Hasta que sepan más, nos vamos. Nos
necesitan en Richmond mañana. Hay una escuela donde creemos que una
de las chicas está cazando a otros chicos, haciéndose pasar por una
adolescente de Estados Unidos. Ella está tratando de meterlos en un pacto
suicida. Van a ser un par de días de esto.
—Bueno. ¿Así que no hay tienda en este? —pregunté.
—No. Vas a ser un profesor de física mañana. Solo un sustituto.
Puedes manejar eso, ¿verdad? Es para el undécimo grado.
—Sí. Supongo.
—Estoy enviando la información de la escuela y todos tus detalles.
Jamey irá contigo. Necesitaré micros en los baños. Los maestros dicen que
ahí es donde ocurre la mayoría del acoso. Las escuelas no tienen cámaras;
una mierda sobre que los niños tienen derecho a la privacidad. Llega
temprano para que puedan acomodarte. Solo el director sabe quién eres.
—Está bien —sonaba dudoso. Lo estaba. Nunca había enseñado nada
en mi vida.
—Buenas noches. —Terminó la llamada, dejándome bastante
incómodo.
—¿Te acaba de pedir que seas sustituto en un aula?
—Sí. —Suspiré.
—Es física. Tú puedes.
—No me preocupa tanto el tema como ser el que lo esté contando.
Callie levantó su cabeza de mi pecho y besó mi mejilla.
—Si me conquistaste con una frase, puedes totalmente con esto.
Ella besó mis labios a continuación y por medio segundo le creí.
Entonces recordé que la conquisté porque mi titubeo le pareció
adorable.
Estaba jodido.
Me acurruqué contra ella mientras Mulder se deslizaba por un oscuro
pasillo con una linterna.
—Mulder es tan sexy —murmuró Callie, poniéndose cómoda de
nuevo.
Me hizo sonreír. Por supuesto, ella pensaba que el friki nerd del FBI
era caliente. Si le agregaba unas gafas, básicamente me tenía a mí.
No sabía si era Dios quien me lo estaba devolviendo por hacerme tan
jodidamente torpe o si ella era simplemente la persona para mí,
encajábamos y estábamos hechos el uno para el otro; pero sea lo que
fuera, lo agradecía.
Habíamos estado juntos tres semanas y ya estaba completamente
enamorado. Incluso le había contado a mi hermano sobre ella.
Era parte de un “nosotros”, y por primera vez, no podía imaginar que
ella no fuera mía.
Ella era bocona, loca, llena de vida y, a veces, llena de mierda, pero
era perfecta. Equilibraba al chico inepto y tímido en mí.
Sin importar a dónde iría en el mundo, a dónde me llevara la
carretera o la RCMP me obligara a vivir, esperaba que fuera así, con ella a
mi lado, con sus enormes botas y diciéndole a Mike que se fuera a la
mierda.
Sin embargo tal vez no tan educado así.
Besé el costado de su cabeza, inhalando profundamente y
suspirando.
—Eres cursi —susurró ella.
—Sí. —Asentí.
Me miró, sonriendo.
La mirada en sus ojos lo era todo.
Soy madre de dos hermosas chicas que están creciendo muy rápido,
esposa de un chico guapo con uniforme (mi propio héroe personal) y soy
escritora.
Mi familia te dirá que no va exactamente en ese orden. Especialmente
a la hora de la cena cuando “Cocino” de un menú para llevar con la cara
pegada a mi computadora.
También tengo dos gatos que adoro más de lo que debería, como más
que personas que conozco, y dos perros. Uno de ellos es un perro lobo
irlandés que es travieso pero muy lindo. La otra es una Maremma con el
rostro más dulce de todos.
Me encanta escribir. Amo a mis personajes como si fueran mis amigos
y les estoy diciendo su versión de la verdad.
Mis géneros están por todo el mapa. Tengo romance paranormal,
romance contemporáneo, ciencia ficción, erótica (bajo Sophie Starr mi
nombre porno, así mi madre no lo sabe), thrillers e incluso algunas
comedias románticas.
Espero que tengas un gran día y por supuesto, ¡una feliz lectura!
Recuerda leer a tu nivel de comodidad. No todos los libros publicados por
mí, Tara Brown, son adecuados para todos.

Вам также может понравиться