Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Mir
Moreline
Vigilar una casa de drogas todo el día puede volverse aburrido
rápidamente.
Para el equipo de Operaciones Especiales de la policía, la vigilancia es
una forma de vida.
A veces es como ver una pintura secarse y otras veces es como ganar
la lotería.
Especialmente cuando una vecina traviesa hace un pequeño
espectáculo. Todos disfrutan un poco más de su trabajo.
Excepto Simon Vlahov, el friki del equipo.
Tiene las gafas.
Tiene las habilidades técnicas.
Y algunos sospechan que todavía tiene su V-card.
De hecho, lo mencionan regularmente.
Y no solo porque nunca miraría por la ventana de una chica, y mucho
menos la invitaría a salir.
Después de verla una segunda vez, Simon envía un correo electrónico,
advirtiendo a la chica de sus cortinas transparentes.
Es lo más caballeroso de hacer.
Hasta que la sexy vecina, una diseñadora de software llamada Callie,
termina en su puerta.
Parece que tiene habilidades que coinciden con las suyas y quiere
saber quién diablos es y por qué la está espiando.
A los pocos segundos de conocerla, Simon se da cuenta de que está
fuera de su liga.
Pero Callie no está tan segura.
—D
iecisiete, ¿cuál es tu canción favorita de este año?
—preguntó Mike suavemente en mi auricular, desde
su escondite en el patio más alejado de la casa que
estábamos vigilando.
—“Love on the Brain” de Rihanna —respondí igualmente tranquilo
desde la sombra oscura donde observaba mi lado de la casa.
—Hermano, esa es la respuesta más falsa que he escuchado. Creo
que a tu vagina acaban de crecerle un par de tetas.
—Dice el chico que todavía dice tetas —murmuré, notando el
movimiento en la casa a través de la ventana. Quienquiera que fuera había
estado caminando de un lado a otro durante horas—. Movimiento en el
interior otra vez.
—Te cubro la espalda, Diecisiete. RiRi es mi chica también. “Love on
the Brain” es sexy. —Ashley, el tercer miembro del equipo, se rio—. Esa
frase sobre el fuego de pelea o algo así, es una frase genial.
—Gracias, hombre. —Saludé brevemente con mi mano y me metí de
nuevo en los arbustos—. Jódete, Cuatro.
—Eh, hablando de joder, ¿alguno de ustedes imbéciles vio la belleza
de al lado? —gruñó Mike en el micrófono, haciendo que mi auricular
vibrase inquietantemente con su lujuria—. Santa mierda. Se está frotando
loción en las piernas justo en la ventana. Maldita sea. Mmmm, eso es,
frótalas para papi.
—Cuatro, concéntrate —le espeté cuando un auto se detuvo en la
entrada de atrás.
—¿Pueden ver esto? Le está echando loción a sus tetas, en la ventana.
Olvídate del fuego de pelea, creo que mi polla está en llamas.
Haciendo una mueca, levanté la vista del seto mientras Ashley se reía
en los auriculares.
—Una polla en llamas no es algo que tengamos que compartir,
hermano. Consigue un poco de crema y encárgate de esa mierda, en
privado, como hacen todos los demás hombres que se respetan. —Ashley
levantó un pulgar en el aire, el único movimiento en las sombras de la
gran camioneta estacionada a media cuadra de nosotros.
—Oh, por el amor de Dios y la virginidad de Diecisiete, ¿podemos
dejar de pretender que la vecina sexy frotando su culo desnudo no es
caliente?
—No soy virgen —lo dije por centésima vez. Ya ni siquiera sabía por
qué defendía mi vida sexual.
—¿Desnudo? ¿Dijiste culo desnudo? —Ashley se sentó, haciendo
mucho más movimiento en la furgoneta. La farola mostró el reflejo cuando
su mira se desplazó a una parte diferente de la casa—. Oh hombre, está
jodidamente desnuda. Como desnuda, desnuda. Diecisiete, Cuatro tiene
razón. Está locionando su cuerpo desnudo, de verdad.
—Chicos. Locionando no es una palabra. —Negué, a pesar de estar
solo en un arbusto y que no podían verme—. No estamos vigilando su
casa, los ojos en el premio. Esto es indecente.
—Ella está justo en la ventana. Lo está haciendo a propósito. Estoy
enviando una foto. —Mike sonaba desesperado porque yo lo viera o me
involucrara en el crimen.
—¡No! —dije más fuerte de lo que debería, pero no cambió nada. Mi
teléfono aun así vibró en mi bolsillo. Suspiré—. No está bien, Cuatro.
—Acabas de hacer porno de una mujer que no lo sabe. Espero que
estés feliz contigo mismo. —Ash se rio.
—Estoy feliz. Muy feliz. Eso va en la carpeta de masturbación para
más tarde. —Mike se rió entre dientes en el micrófono.
—Hombre, siempre me pierdo las cosas buenas —bromeó Matt desde
atrás en la tienda.
—Corta la mierda —refunfuñó Phil, nuestro sargento, en el micrófono.
—Gramps, tenemos movimiento en el lado sur. Alguien viene al patio
trasero por la puerta. Tienen algo en sus manos, algo grande. Lona quizás.
—Tomé varias fotos del hombre, enviándolas para su análisis y a mis
compañeros en caso que tuvieran reconocimiento.
—Oh, mierda, ese es Heinrich Dubhe —se quejó Ashley—. La mierda
está a punto de ponerse pesada. Si está vinculado a esta casa, entonces la
escala de participación acaba de subir. El dueño de la casa debe ser de un
rango inferior.
—¿Qué narcotraficante que se precie tiene el apellido Dubhe? Como si
no pensara, “Mierda, mi apellido es otra palabra para hierba. Eso es
demasiado obvio”. —Mike suspiró.
—El amor propio y el narcotráfico no se mezclan. Charla al mínimo —
susurré antes de que lo hiciera Phil. Era un sargento rompebolas.
Nos quedamos en silencio, esperando que algo sucediera. Los
arbustos a mi lado crujieron y se movieron. Me volví bruscamente, viendo
un animal pequeño, probablemente un gato.
El movimiento en la casa arrastró mis ojos de nuevo hacia allí.
Susurré otra vez:
—Alguien se va. —El corpulento narcotraficante salió de la casa que
sospechábamos era un posible laboratorio. La persona en el interior, que
creíamos que era Carter Hemple, el dueño de la casa, ya no estaba
caminando—. Es Dubhe, no hay bolsa esta vez.
—Diecisiete, ¿estás perdiendo tu V-card con la foto de la dama de la
loción? —Mike se rio.
—Sí, amigo, ese arbusto en el que estás se está moviendo mucho. —
Ashley se unió.
—Ese es el arbusto a mi lado, idiota. Creo que hay un gato —susurré.
—Awwww, estás solo con tu primer coño1. —Matt se burló de mí, a
pesar que no podía vernos.
—Gramps, ¿en qué momento puedo decir que esto es acoso sexual? —
mascullé a Phil y seguí al sospechoso para asegurarme que tenía las
placas en mis últimas fotos.
—Creo que el gato debería estar preguntando eso, no tú. —Ash se
unió a ellos.
—Váyanse todos al diablo. —Me escabullí por los arbustos, asustando
al gato para que saliera al patio—. Dubhe acaba de entrar en su auto,
tengo las placas. Te las envié a ti, Meehov.
—¿Meehov? No sigues llamándome así, ¿verdad? Eso es del mes
pasado —comentó Matt sarcásticamente, claramente detestando el que
fuera su nuevo apodo.
—Sí, ahora lo llamamos SM. —Mike se rió de nuevo.
—No quiero saber —murmuré y observé la casa de nuevo.
—No, no quieres. —Matt suspiró.
—El movimiento en el interior acaba de terminar. Necesitamos ojos
dentro, Nueve —le dije a Ashley.
—Estoy en eso —susurró en respuesta. El reflejo del Range-R en sus
manos brillaba bajo las farolas mientras se colocaba el dispositivo de mano
en la cara. Estaba lo suficientemente lejos como para que nadie lo hubiera
notado, pero yo lo hice—. Sí, no hay nadie allí. No hay fuentes de calor en
absoluto. El infrarrojo no está recibiendo nada.
3 BC: Columbia Británica o Colombia, es una de las diez provincias que, junto con los tres
territorios, conforman las trece entidades federales de Canadá.
alguien hubiera empezado a mudarse allí. Pero sí encontraron una
aspiradora Roomba, con un montón de globos llenos de helio pegados a la
parte superior. Tenía un temporizador para encenderse y aspirar la casa a
las ocho de la tarde. Funciona durante horas. También había un
calentador con un temporizador, creando una fuente de calor dentro de la
casa durante tres horas. Nada de drogas. Nada de armas. Nada de gente.
—Raro. —Matt arqueó una ceja—. ¿Por qué configurarlo?
—No lo sé. Pero el inspector está de acuerdo en que necesitamos
llenar ese lugar de micros. Necesitamos averiguar por qué la casa de
Carter Hemple está vacía y por qué no está allí. Tenemos la aprobación
para el auto de Dubhe también. Que él haya ido a la casa crea un enlace
que no conocíamos y a la unidad no le gusta no saber. Que él esté
vinculado a cualquier cosa son malas noticias, pero otra familia de
narcotraficantes es realmente malo. —Phil tomó un sorbo de su café y se
detuvo cuando Lara regresó con la última de las bebidas y los trozos de
pastel.
Sus ojos se encontraron con los míos mientras colocaba la rebanada.
—Casi tuve que pelear con alguien por esto más temprano.
—Gracias. —Asentí y levanté mi tenedor.
—Si ustedes necesitan algo más, me avisan. —Sonrió y se dirigió a la
cocina.
—Hermano, creo que realmente le gustas —murmuró Matt, dándome
un codazo.
—No. —Casi me reí de eso—. Tú eres quien le gusta. Se veía bastante
mal cuando Mike dijo lo del Orgullo. —Levanté el bocado a mis labios,
suspirando por el sabor. Era igual que la de mi abuela.
—Podrías gustarle —se burló Jamey—. Tienes una buena mandíbula.
Hay algo realmente sexy en verte comer ese pastel.
Me atraganté con el bocado, tosiendo mientras todos se reían. Mi cara
se encendió, ardiendo de vergüenza.
—Oh, mierda. —Se llevó las manos a los ojos—. Ustedes idiotas saben
que eso no es lo que quise decir.
—Lo que sea. —Ashley la empujó—. No es de extrañar que quisieras
venir. Te gusta ver a los chicos comer pastel. —Levantó sus dedos en
forma de V delante de sus labios.
—Jesús. —Phil arrugó la nariz. Siempre actuaba como un viejo, pero
solo era ocho años mayor que yo.
—Te veré ahogarte con la tuya en un minuto. —Sus ojos color miel se
entrecerraron hacia los de Ashley.
Él se rio y bajó la mirada.
—No he probado ese tipo de pastel en mucho tiempo.
—Mentiroso. —Mike se rió—. De todas formas. Creo que están sobre
nosotros. Si colocamos los micros, nos verán. Intervenir el auto de Dubhe
sería lo mejor. Tal vez su teléfono también.
—Está bien —dijo Phil después de un momento—. Vamos a empezar
allí. Ustedes encárguense del auto mañana por la noche alrededor de la
una cuando esté durmiendo. Antes de hacerlo, vean si pueden obtener su
teléfono en el casino cuando está allí durante el día. A veces lo deja en el
auto. —Señaló a Matt y a mí—. Una vez que tengan el vehículo mañana
por la noche, todos nos reuniremos en el desguace a las dos de la mañana.
Me quedaré en guardia en la casa mientras no esté. Tendremos una hora y
luego volveremos. No quiero que lo llamen. —Phil se comió la tarta en un
par de bocados y se bebió el café—. Tengo que llegar a casa. Las chicas se
levantan temprano. Nos vemos mañana. —Se deslizó de su asiento y se fue
mientras todos asentíamos y nos despedíamos.
—¿Por qué tú y yo otra vez? —Se quejó Matt—. Siempre tenemos que
hacer el trabajo sucio.
Los miré a todos y respondí claramente:
—¿Aptitud?
—¡Ja! —Jamey me ofreció sus nudillos.
—Ya quisieras. —Ashley se recostó, tomando un enorme trago de
café—. Es porque tú y Matt no pelean ni joden.
Hice una mueca cuando Matt se rio. Ash se estremeció cuando se dio
cuenta de lo que dijo.
—Sabes a lo que me refiero. Matt y Mike juntos no pueden ser de fiar.
Joden como locos. —Levantó las manos cuando todos nos echamos a
reír—. He terminado. No digo nada más.
Matt negó, riéndose.
—Ustedes apestan.
—No, tú apestas. —Mike levantó una ceja.
—Sí, lo hago, Mike. Realmente bien también4. —Matt se inclinó de
nuevo.
—Amigo —Mike lo rechazó—, ya dije que no.
—No me siento convencido por eso. —Matt nos miró al resto.
—No. Creo que lo desea. Protesta demasiado. —Jamey negó con la
cabeza.
asesino en serie
—Estás diciendo la verdad. ¡Vaya mierda! —Se recostó y tomó un
sorbo de café—. Esperaba que tu expresivo rostro dejara que algo se te
escapara.
—¿Expresivo? —No tenía mucha cara de póquer. No necesitaba una.
Nadie sabía que existía. Tenía que calmarme. Odiaba estar tan nervioso
por el desayuno cuando en realidad era más una reunión de trabajo.
—Entonces dime algo sobre ti.
—¿Cómo qué? —No me gustaban las preguntas como esta.
—¿De dónde eres?
—Toronto.
—Oh, vaya, eso es casi como el lado opuesto del mundo. —Ella sonrió
de nuevo y todo estaba bien con el mundo—. Yo soy de aquí. Me encanta
BC. Es tan majestuoso. Montañas, océanos, lagos, ríos y bosques
frondosos. Incluso tenemos un desierto. ¿Lo viste?
Traté de seguirla lo mejor que pude a pesar de que cambiara de tema
tan rápido.
—¿El desierto? No.
—En Kamloops. Todo desierto. Como dunas de arena y esa mierda. Es
una locura. Y se calienta tanto en verano, como cuarenta grados. Subimos
allí y rentamos casas flotantes en verano. Tienen enormes lagos.
Mi cerebro la seguía tecleando todo lo que dijo y guardándolo.
—Mi hermano, Andrew, es un asombroso esquiador acuático. Puede
hacer trucos y esa mierda. Papá siempre tuvo buenos barcos, y lanchas
rápidas para los lagos. ¿Ya has ido a esquiar?
—¿Esquí acuático? No.
—No, alpino, cuesta abajo. Tenemos el mejor esquí en todo el país. Me
encanta esquiar. Intenté hacer snowboard este último año pero apesto.
Fue frustrante pasar de ser una esquiadora increíble a una snowboarder
de mierda, ¿sabes? —Se rio entre dientes.
—No. —Tomé un sorbo de mi café y la observaba mientras soltaba su
loca información.
—No eres muy hablador, ¿verdad? —Ella me dio una mirada
decepcionada. Lo mismo hizo el chico a dos mesas. Lo estaba arruinando y
ambos lo sabíamos.
—No, lo siento. Soy un poco…
—¿Tímido? —me interrumpió.
—Introvertido —dije, dándome cuenta de que verbalmente era como
un perezoso en comparación con ella. Ella podía hablar y pensar rápido, y
yo la seguía, tratando de seguir el ritmo, sin pensar en nada porque mi
cerebro pasaba mucho tiempo registrando.
—Bueno, puedo hablar lo suficiente por los dos. —Guiñó un ojo—.
Simplemente dispararé rápidamente las preguntas. ¿Listo? —Sus ojos se
ensancharon.
—No. —Fruncí el ceño, pero ella se rio de nuevo y comenzó.
—¿Extrañas Toronto?
—No.
—¿Tienes familia?
—Un hermano y una hermana y padres. —Ya estaba entrando en
pánico. Era como una prueba verbal, mi némesis.
—¿Eres el mayor o el más joven?
—El más joven.
—¿Tu hermana te hizo vestir ropa de niña cuando eras pequeño?
—Sí. —Me reí entre dientes.
—¿Todavía eres el bebé de mamá?
—No, pero para ser justos, ninguno somos su bebé. Ella favorece a mi
hermano mayor porque fue adicto a las drogas. Él necesitaba más.
Ella aplaudió.
—¡Ja! Te hice decir una frase completa.
Nuestra comida llegó, salvándome de más interrogatorios.
Cuando vi el plato supe que tenía razón, necesitaba confiar en ella.
Era dos huevos Benedictinos10 con papas fritas adicionales y salsa
holandesa a un lado, dos trozos de tocino y dos salchichas.
—Vaya. —Miré su plato y el mío.
—¿Qué pensaste que había ordenado? Sé honesto. —Me señaló,
levantando una ceja desafiante.
—Pensé que tal vez una tortilla de huevo y algunas espinacas o bayas.
—Asqueroso. —Arrugó la nariz y se metió el pelo sedoso detrás de las
orejas, se arremangó y se preparó para comer—. Mi hermano dice que
como como un hobbit.
—¿Qué? —Eso me llamó la atención.
—Deja de decir qué, en serio. Solo pregunta lo que quieras preguntar.
10Huevos Benedictinos: son un plato que consiste en dos mitades de un muffin inglés,
una tostada, u otros tipos de panes, generalmente cubiertos con jamón cocido, panceta o
pastrami, huevos escalfados y la muy popular salsa holandesa.
—Lo siento. —Miré de nuevo a la comida—. Simplemente no pensé
que supieras lo que era un hobbit.
—Soy una gran fan de El Señor de Los Anillos. Me encantan los
libros. Aprendí el Sindarin élfico cuando tenía once años. —Ella se recostó,
posiblemente ofendida—. ¿Por qué?
—No lo quise decir de mala manera. —Corté un trozo de huevos
Benny.
—¿Crees que porque soy una chica no lo sabría?
—No, porque eres… —Hice una pausa, esperando que me
interrumpiera, pero no lo hizo. Esperó pacientemente, posiblemente
luciendo más bonita que cualquier chica que haya visto—. Hermosa. —La
palabra se sentía rara en mi boca. Nunca había llamado hermosa a una
chica—. Montas una motocicleta y usas pantalones de cuero, y te imagino
yendo de fiesta, no teniendo un maratón hobbit. —Traté de cubrir el
hermosa.
—Oh. —Ella se quedó sin habla, algo que podría haber agradecido a
Dios, si no fuera por el hecho de que me estaba mirando fijamente.
—No soy sexista —murmuré—. Sé que a las chicas les gusta la
fantasía.
—Te refieres a la ciencia ficción.
—No. —Incliné la cabeza, confundido—. Me refiero a la fantasía. Es
un mundo inventado, no basado en nuestro mundo o en el futuro o que
involucre algún tipo de tecnología científica.
—Oh. —Ella se sonrojó y miró su desayuno—. Siempre pensé que ese
tipo de libros eran de ciencia ficción.
—No. Star Trek es ciencia ficción. —Disfruté de tener la ventaja
durante medio segundo.
—También me gusta. Me encantó Generaciones.
Mi pecho golpeó extrañamente. Podría darme una apoplejía.
—¿En serio? —Levanté mis gafas de nuevo. ¿Cómo era esto posible?
—Sí, Dios, sí. Wil Wheaton era caliente cuando era más joven. Quiero
decir, todavía es un poco sexy, pero como de una manera tonta. Y adoraba
las relaciones y el humor. Y los viajes espaciales. Siempre me imaginé que
es exactamente así en el universo. Estamos aquí, viviendo ajenos al hecho
de que hay miles de millones de otras especies y razas que ni siquiera
conocemos. Y tal vez seamos uno de los planetas protegidos, como si no
vinieran aquí, así no interfieren accidentalmente con nosotros.
—Correcto. Eso es lo que pienso también. —Estaba tan desconcertado
que me había olvidado de comer mi desayuno. Tomé mi primer bocado y
cerré los ojos, gimiendo mientras tocaba mi lengua. Era exactamente lo
que ella dijo que sería. Era el cielo.
Cuando abrí los ojos ella me estaba mirando. Sus mejillas estaban
enrojecidas de nuevo, o todavía, y sus ojos estaban muy abiertos. Pude ver
mi propio reflejo ridículo en ellos, con anteojos y todo.
—¿Qué? —dije lo que ella odiaba—. Está bueno. —Traté de cubrir el
qué.
—¿Te gusta? —Se aclaró la garganta y tomó su propio bocado.
—Es delicioso.
—Lo sé, ¿verdad? —Ella sonrió y habló a través de su bocado. Verla
hablar con la boca llena casi hizo que pareciera posible que fuera real y
que esto estaba sucediendo.
Comimos y nos reímos. Me calmé un poco y ella sonrió mucho.
Cuando terminamos y Fran trajo la cuenta, traté de agarrarla, pero
Callie se burló, arrebatándola.
—Yo te invité a desayunar.
—Bueno, no tenía ninguna respuesta para ti. Debería pagar.
—Esa no es la única razón por la que te invité a salir, Simon. —Ella
perdió la amabilidad en sus ojos, volviendo a sonrojarse de nuevo—.
Quería agradecerte —dijo rápidamente—. Por avisarme. Fui contra ti y no
debería haberlo hacerlo. Lo siento. No hay forma de que un pervertido me
hubiera advertido sobre las cortinas transparentes. Si hubieras sido un
cerdo sucio, habrías seguido asomándote. Así que te creo. —Le entregó su
tarjeta de débito a Fran—. Y por salvarme, te debo el desayuno.
—Bueno, gracias. Estuvo bueno. Estoy lleno. —Me froté el estómago.
Ella no había estado cerca de terminar el suyo, pero había comido mucho
más de lo que esperaba. Yo, como siempre, terminé la comida. Por medio
segundo también pensé en comer la de ella, pero no la conocía lo suficiente
como para preguntar.
—De nada. Y lamento haberme desquiciado contigo. No pretendía ser
una idiota. —Guardó su tarjeta cuando Fran nos dejó allí.
—No, creo que descubrir que alguien te observó a través de tus
ventanas es bastante traumático. —No quería que ella se enterara nunca
sobre cuando estaba orinando.
—La casa de al lado ha estado vacía durante casi un año.
Sinceramente, nunca imaginé que alguien estuviera mirando. —Sus
mejillas se enrojecieron. Casi suspiré mirándola—. Y no me di cuenta de
que las cortinas eran tan transparentes.
—Bueno, tus nuevas persianas harán una gran diferencia.
—Sí, lo harán. Cuando estén instaladas, deberías venir a verlas —dijo
rotundamente, como si esto fuera algo normal. Como si fuéramos amigos o
podría tener una razón para ir a su casa.
—Por supuesto. —Me subí las gafas.
Ella se levantó.
—Tengo que ir al trabajo, pero te enviaré un mensaje de texto.
—Está bien. —No estaba seguro de cómo me sentía al respecto.
Quería que lo hiciera, pero tampoco estaba seguro de por qué me enviaría
un mensaje de texto o de por qué nos seguiríamos viendo.
Supuse que ella quería un amigo.
No sabía qué otra cosa podría ser.
No había manera de que estuviera interesada en mí, y además, no me
había hecho creer que podría estarlo.
Podría ser su amigo. Podía enamorarme en silencio por dentro
mientras era su amigo.
—¿P uedes ver algo, Seventeen?
ásperamente en el micrófono.
—murmuró Phil
15Poutine: Plato de la Gastronomía de Quebec. Está elaborado con patatas fritas, queso
en grano fresco, normalmente cheddar muy poco curado y salsa de carne.
—¿Qué? —Ella se incorporó en el asiento—. ¿Estás bromeando?
—No. Fue de locos. Estaba perdiendo el tiempo, esperando a alguien
en el casino por trabajo, e hice un par de tiros en una máquina
tragamonedas y gané.
—¡Eso es jodido! —Ella levantó su cerveza—. Pagarás la cena.
—Lo sé. —Volví a golpear mi copa contra la de ella—. Iba a decir algo
sobre eso. No quiero que pagues mi comida. Sé que eres feminista y yo
también, pero me gusta pagar las comidas, abrir puertas y tomar tu abrigo
—murmuré, con la esperanza de no sonar demasiado arcaico o haber ido
demasiado lejos.
—Está bien. —Ella asintió—. Y yo duermo en el lado derecho de la
cama, si la miras desde los pies.
—Está bien. —Me sonrojé y miré hacia abajo.
—Me gustas, Simon. —Ella se rio de mí.
—Tú también me gustas —me obligué a decir, odiando que Mike y
Matt estuvieran frente a mí, mirándome nervioso y avergonzado.
—Entonces, si nos besamos en algún momento o lo que sea, ¿eso
estaría bien? —preguntó.
—Oh, sí. Más que bien. —Estaba muriendo por dentro. Mis ojos se
dirigieron a los de Matt, básicamente pidiendo ayuda.
—Me alegro. —Suspiró. —Pareces ser el tipo de persona que esperaría
el permiso antes de hacer algo, y solo quiero que sepas que lo tienes.
—Tengo que ir a orinar —dije lo último que debería haber dicho, pero
el sudor había comenzado a formarse en mi cuello.
—Está bien. —Ella se rio de nuevo—. Tal vez la comida esté aquí
cuando vuelvas.
—Está bien. —Me levanté y caminé hacia el baño. Sabía que Matt me
estaba siguiendo. Él era casual, mientras que yo caminaba con la
zanahoria gigante que había empujado por mi trasero.
—¡Hermano! —Me dio una palmada en el hombro cuando la puerta se
cerró—. Le gustas.
—Oh, lo sé. —Tomé una respiración profunda—. Acaba de decirme
que tengo permiso para hacer cualquier cosa. —Apenas podía respirar.
—Oh, mierda, es atrevida. —Matt asintió—. No es algo para lo que
estaba preparado, pero necesitas montar la ola.
—Ella es más que atrevida. —Exhalé profundamente—. Habla de
sentimientos. Nos conocemos desde hace una semana y ya me dijo: “Oye,
me gustas”. ¿Hace calor aquí? —Tiré de mi camisa.
—No. Amigo, tranquilo. Estás en pánico. Una chica guapa te acaba de
dar las llaves de la puerta. Estás bien. Esto está bien. —Me frotó los
hombros.
La puerta se abrió y otro hombre entró, nos lanzó una mirada extraña
y nos rodeó para no acercársenos demasiado.
—Le gustas mucho. El lenguaje corporal es fuera de serie. Mike se
está muriendo. Creo que está un poco borracho. ¡Y sé que me está
encantando! —dijo con entusiasmo.
—¿Pueden solo irse? No puedo hacer esto con usted mirando.
El chico del urinario nos dio otra mirada.
—Está asustado por una chica caliente —explicó Matt.
Las cejas del chico se elevaron.
—No te asustes, hermano. Aprovecha eso. —Me dio un gesto de
aprobación.
—Esto no lo está haciendo mejor. —Me encogí de hombros,
avergonzado y listo para pasar la noche solo.
—Estás siendo una pequeña perra. ¡Ahora sal, ciérralo y dite a ti
mismo que vas a ir a donde Mike nunca irá, porque esa chica está
interesada en ti! —Me dio una palmada en el trasero y el tipo de urinario
nos dio otra mirada.
—Correcto. —Tiré de mi cuello otra vez—. Hace calor.
—No hace calor. Solo necesitas desnudarte. No comas la gran comida
que estás planeando. Sáltatela y vete a casa. Si ella consigue que coman
un bebé, no podrá trabajar. Ella querrá dormir y acurrucarse. No es lo
mismo que tener sexo.
—Cállate. —Lo aparté antes de que me manoseara otra vez—. Tengo
que volver a salir.
Cuando doblamos la esquina, casi me atraganté otra vez. Mike estaba
inclinado sobre la mesa, hablando con Callie.
Sus ojos se lanzaron hacia mí y no parecía que todavía tuviera las
llaves de la puerta. Ella estaba visiblemente enojada.
—Oh mierda —murmuró Matt.
—Sí —murmuré en respuesta y me acerqué, listo para matar a Matt y
Mike por esto.
—Así que… —Callie se puso de pie, mirándonos a los tres—… ¿este
imbécil me dice que todos estaban tomando fotos de mí desnuda y
usándolas para su carpeta de masturbación?
Mi estómago se sacudió en mi garganta.
—¿Y básicamente le ganaste de mano sobre encontrarte conmigo?
—¿Qué? —No tenía nada. Quería vomitar y luego darle un puñetazo a
Mike.
—Encantado de conocerte, Simon. Pierde mi número. —Agarró su
bolso y salió del bar.
La observamos irse, en silencio.
—¡Corre tras ella, idiota! —Matt me empujó.
Mis pies cobraron vida mientras corría tras ella. Ella estaba al otro
lado de West Georgia y en EasyPark. Corrí a través del tráfico, saltando
fuera del camino de los bocinazos de un auto y yendo al estacionamiento
detrás de ella.
—¡Callie, espera! —grité.
Giró sobre sus talones, mirándome con frialdad como si estuviera a
punto de alcanzarlo.
—Aquí tienes. —Saqué mi teléfono de mi bolsillo y se lo pasé—. Siete,
cinco, tres, nueve.
Ella tomó el teléfono y marcó el código.
—Ve al chat llamado Asshat, ese es Mike, el imbécil borracho que
acabas de conocer. —Tragué saliva—. Ve cómo la conversación tiene
nuevos mensajes pero no se han abierto. Me ha estado enviando un
mensaje de texto durante más de una semana, desde que envió esa foto, y
no he abierto el chat ni le he enviado un mensaje. Veo sus mensajes en mi
pantalla cerrada porque no puedo abrirlos. No quiero. Me enoja tanto que
podría matarlo, y tengo que trabajar con él. Nunca miré la foto que tomó.
Nunca la abrí. La tomó con su teléfono, la vi entonces por un breve
momento. Me hizo enojar. Es por eso que te envié un correo electrónico.
Quería protegerte de él. —Dejé fuera la parte cuando estaba orinando o
que era el que la espiaba. Tendría que decirle eso más tarde, si alguna vez
me perdonaba.
—Esto no cambia nada. Eres un imbécil… ¡Dios mío! —Ella se llevó
una mano a la boca. Sus ojos estaban muy abiertos—. ¡Oh Dios mío, esas
cortinas! ¡Eran completamente transparentes! —Miró fijamente el teléfono,
con ojos desorbitados. Duró un segundo antes de que ella inclinara la
cabeza, como si la estuviera inspeccionando—. Por lo menos me veo bien.
—Ella se movió más a través de mi teléfono, sonrojándose y devolviéndolo.
—Lo siento mucho. No podía decirte que había un equipo de tipos.
Era un puesto de vigilancia. No debería estar diciéndote esto ahora. Pero
no quiero que me odies.
Le tomó varios momentos lo que parecía ser su lucha con sí misma o
descifrar lo que había dicho antes de que respirara hondo y asintiera.
—Creo que lo entiendo. —Su voz sonaba como si pudiera quebrarse,
pero no lo hizo—. Trabajas con ese pervertido neandertal. Lo que hizo te
molestó. No querías que él continuara haciendo lo que hizo, así que me
escribiste el correo electrónico para mantenerme a salvo.
—Algo así. —Todavía le estaba mintiendo, y lo odiaba, así que dije un
poco más—. Y a la noche siguiente, después de que se tomó la foto, te vi yo
mismo. Estaba en tu patio, tratando de entrar en la casa de Carter en
mitad de la noche, cuando encendiste la luz del baño y entraste,
nuevamente desnuda. Nadie vio más que yo. Pero tenía que detener esto,
así que envié el correo electrónico. No quería que cerdos como Mike te
vieran. —Cerré los ojos y esperé la bofetada o la patada en las bolas.
—¿Porque te gusto? —preguntó.
—No. —Abrí los ojos—. No te conocía. Pero pensé que eras hermosa,
—ofrecí débilmente—. Y hubiera hecho eso por cualquier chica. Lo hice
porque está mal espiar a la gente. —Estaba cavando otro hoyo para mí
mismo, considerando lo que hacía para el trabajo.
—Me gustaste en el momento en que te conocí, Simon. Verte
tambalearte y tratar de defenderte, después de que superé mi ira inicial,
fue todo. No eras lo que esperaba encontrar cuando vi el correo
electrónico. —Ella se acercó más.
Tomé una señal de ella y me acerqué también, tomando su mano en
la mía.
—Lo siento. Debería habértelo dicho pero no sabía cómo.
—Lo entiendo. No creo que pudiera haberte dicho que toda mi unidad
de trabajo te vio desnudo. —Ella me miró a los ojos—. Estoy tan
avergonzada.
—No lo estés. Nosotros somos los que deberíamos sentirnos
avergonzados. —Levanté una mano y le aparté el cabello de la cara,
deslizando mi mano hacia arriba e inclinándome hacia adelante, colocando
un suave beso en sus labios brillantes.
Sabía tan bien como olía, incluso mejor.
E
l viaje a mi casa fue insoportable. Quería tocarla, pero habíamos
pasado de un intenso beso en el estacionamiento a un incómodo
silencio. Incluso ella estaba callada, lo cual era alarmante. Ella
nunca se callaba.
No es que quisiera que lo hiciera.
No ahora que ella estaba callada y yo estaba perdido en el silencio.
Aparqué el coche y respiré hondo.
—Eso es todo.
—Lo sé. —Ella sonrió, mordiéndose el labio.
—De acuerdo. —Asentí y miré fijamente durante demasiado tiempo y
demasiado fuerte antes de salir y abrirle la puerta. Ella salió, acercándose.
Su pecho rozó el mío mientras levantaba su rostro y me besaba de nuevo,
solo susurrándome el beso.
Me dolían las manos por tocarla, agarrarla y abrazarla. Pero no hacía
exhibiciones públicas de afecto. Ni siquiera podía tener sexo en la sala de
estar, era raro. Me gustaba la cama.
Cerré la puerta y metí mi mano en la suya, llevándola a la puerta de
mi casa.
En la casa, cerré la puerta con llave y dejé las luces apagadas para
que estuviéramos frente a frente, disfrutando de la incomodidad del sexo
por primera vez y todo eso.
Me sentí como un niño cuando la guie a mi habitación. Desearía
haber escuchado a Matt, cambiar mis sábanas y limpiar mi casa, pero no
había forma de hubiera imaginado que la noche terminaría así.
Cuando llegamos a mi habitación, contuve el aliento cuando ella abrió
las persianas, dejando que la luz de la luna entrara del raro pero hermoso
cielo claro. Le dio la espalda, creando una silueta, y comenzó a desvestirse
en silencio.
Cada parte de mí estaba cubierta de alfileres y agujas, pero no me
atreví a moverme. Se quitó la ropa lentamente, removiéndolas
cuidadosamente y colocándolas en la silla del rincón. Cuando estaba
desnuda, nadando en la luz de la luna, se cruzó de brazos, sin moverse
hacia mí.
—Tu turno.
Me quité las gafas, la camiseta, los vaqueros y los calcetines, y dejé mi
ropa interior para el final. Ya que ella estaba desnuda, completamente
desnuda, tomé una inspiración y arrastré mis bóxeres, pateando todo a un
lado de la habitación, pero sin interrumpir el contacto visual con ella.
Su cabeza se inclinó como si me estuviera inspeccionando a la luz de
la luna. Me sentía tan desnudo como un hombre podría.
Dio un paso adelante, inclinándose hacia mí.
—Bueno, hola. —Hizo una pausa y luego se acercó hasta que
estuvimos directamente uno frente al otro—. No voy a mentir, Simon, eso
no es lo que esperaba encontrar en tus pantalones después de verte con
tus pantalones para correr Sabía que era grande, pero no tan grande. —
Ella se inclinó hacia delante, envolviendo sus dedos fríos alrededor de mi
polla completamente erecta—. ¿Se suponía que ibas a ser gemelo y de
alguna manera tu polla absorbió el cuerpo del otro en el útero? —Ella
levantó la vista, todavía apretándome un poco.
—No. —No sabía qué decir.
—Felicidades. —Ella se rio entre dientes.
—Gracias. —Era extraño tener esta conversación mientras sostenía
mi polla.
Pero todo sobre ella era raro.
La soltó y pasó sus frías manos por mi torso hasta que llegaron a mi
cuello. Luego envolvió sus brazos alrededor de mí y se puso de puntillas
para besarme.
Cobré vida.
Me envolví alrededor de ella, aplastando su pecho contra el mío y
ahuecando su culo. Extendí sus mejillas un poco, hundiendo mis dedos.
Se me subió, dobló sus piernas alrededor de mi cintura y se aferró a mí.
Me tambaleé hasta la cama, la dejé caer y me arrastré encima de ella,
besándole el cuello y los hombros hasta que alcancé los picos perfectos de
sus pechos cremosos. Su bronceado de bikini se destacaba a la luz de la
luna, mostrando una piel mucho más pálida. Le di un golpecito al pezón,
chupando suavemente cuando me di cuenta de cómo le gustaban las cosas
por los gemidos que venían de ella.
Pellizcando ligeramente el otro pezón, jugué con ambos mientras ella
se retorcía debajo de mí, su mano fue frotar y acariciar mi polla.
Quería sumergirme de inmediato, follarla hasta que no pudiera ver
derecho, pero necesitaba explorar. Necesitaba asegurarme de que estuviera
lista.
Lentamente me agaché, besando mi camino por su torso,
deteniéndome en su estómago, dejando que mi barbilla rozara el suave
montículo debajo.
Respiró pesadamente, girando sus caderas y gimiendo.
Cuando bajé lo suficiente como para tener que caer de rodillas en el
suelo, arrastré su trasero al borde de la cama, abriéndola para mí.
Ella era gloriosa. Olía a miel y cuando empecé a besar sus muslos,
supe que ella sabría de esa manera.
Arrastré mi pulgar hacia arriba y abajo de su rendija, frotando
suavemente contra su clítoris y volviendo a la humedad que estaba
produciendo, mojándola por todas partes.
Besé todos los lugares donde ella no quería que lo hiciera, evitando
hacer lo que ella quería, durante varios minutos. Luego, cuando casi se
estaba tocando a sí misma, me sumergí, lamiéndola. El olor y el sabor
juntos me volvieron loco.
Deslice un dedo dentro de ella, sintiéndola apretarse sobre mí
mientras gritaba. Enfoqué mi boca en su clítoris mientras frotaba su punto
G hasta que ella estaba allí. Se retorció, giró y enderezó sus piernas,
sacudiéndose con el orgasmo. Me había estado sacudiendo con mi mano
libre, manteniéndome duro y preparado.
Cuando terminó, volví a subirme a la cama y extendí sus piernas.
Volví a mirar en sus ojos para ver si estaba lista para lo que estaba
preparando. La lujuria y la locura de su orgasmo aún quedaban,
sugiriendo que lo estaba. Tomé un condón de la mesa de noche, fuera de
la caja que había traído de Toronto desde que fue la última vez que había
tenido relaciones sexuales. Me lo puse, acariciando mi polla un par de
veces mientras la miraba.
Arrastré mi polla arriba y abajo de su hendidura, lubricándola, y
luego empujé lentamente dentro de ella. Ella jadeó, apretándose y luego
relajándose mientras yo empujaba con cuidado.
No tenía una polla anormal. No era del tipo que las chicas rechazaban
por miedo. Era del tipo que necesitaban un segundo para asimilarla toda.
Aprendí eso las primeras veces que había tenido sexo.
Una vez que estuve adentro, empujé lentamente un par de veces,
estirándola y llenándola.
—Oh mierda. Oh Dios. —Ella respiró, agarrándome. Sus uñas se
clavaron, arrastrándome hacia adelante. Me hundí en su nuca, besándola
y haciendo una pausa cuando todo estaba dentro—. Fóllame duro —
susurró—. Oh Dios, fóllame duro.
Me salí, empujando un poco más fuerte, probando las aguas.
Ella gimió.
Me senté, levantando sus piernas y su culo y agarré sus caderas,
empujando con más fuerza.
Ella gimió de nuevo y puso sus pies sobre mis hombros, ajustando su
posición.
Embestí en ella, bombeando tan fuerte como pude. Se sentía
increíble, apretada y, sin embargo, capaz de soportar las embestidas.
—Oh, Dios —gritó, girando la cabeza y agarrando la almohada. La
vista era algo que nunca imaginé en toda mi vida que vería. Ella era la
perfección. La forma en que estaba acostada allí, besada por la luz de la
luna y llena con mi polla, me llevó a un nivel diferente de excitación.
Agarré sus caderas con más fuerza, dejando que sus piernas me
empujaran para levantar su culo, y la embestí. La follé hasta que no pude
ver derecho.
Me vine con furia, maldita furia ciega, incluso gritando.
Cuando terminé, salí y me dejé caer sobre la cama junto a ella,
respirando pesadamente.
Ella respiró hondo varias veces antes de volverse y asentir.
—Felicidades.
—Gracias. —Me reí entre dientes. No mencioné los dos años de
entrenamiento sexual intenso que había tomado con mi ex. Ella era la
chica más franca que había conocido, dando detalles completos de lo que
quería y no quería.
Al parecer, dio sus frutos.
Porque la chica más hermosa que jamás había conocido se envolvió
en mí, levantó las sábanas y se quedó dormida.
T
erminé el pan de arándanos con tostadas francesas y salchichas
en el horno mientras esperaba que ella se despertara. Salió
tambaleándose de la habitación con una camiseta mía y un par
de bóxeres. La sangre se precipitó a mi polla con solo verla.
—¿Has ordenado? —preguntó mientras se sentaba en la pequeña
mesa de la cocina.
—No. —Le serví un café y le añadí la crema, tal como lo había hecho
en el restaurante. Le entregué el café.
—¿Eres inteligente, caliente, increíble en la cama, tienes un buen
trabajo, no vives con tu madre, recuerdas mi pedido de café y puedes
cocinar? —Ella levantó una ceja—. ¿Dónde has estado toda mi vida?
—En Toronto. —Sonreí, sonrojándome y no queriendo hablar sobre
sexo—. Excepto los primeros seis años como RCMP. Estuve en el norte de
New Brunswick para eso. En pequeñas ciudades francesas sin nada que
hacer. Aprendí a cocinar allí. Casi conseguí escorbuto ese primer año
comiendo Kraft Dinner y ramen. —Saqué la comida del horno y la serví. Le
di un plato y sonreí—. El desayuno está servido.
—Eres el hombre perfecto, Simon. —Ella tomó el plato—. ¿Eso es pan
de arándanos?
—Sí, es brioche de arándanos. —Me senté frente a ella y recogí un
poco de fruta recién cortada colocándola en mi plato con mi tostada
francesa y salchicha—. Lo consigo en una panadería del centro. A Bread
Affair.
—Oh, está bien, en Johnston.
—Esa es. —Corté un bocado y cerré los ojos mientras golpeaba mis
labios. Era perfecto.
—Me encanta verte comer.
Abrí los ojos de golpe.
—¿Qué?
Ella sonrió.
—Tienes una buena mandíbula y labios suaves. Verte comer es
agradable.
Hice una pausa en lo que estaba masticando y traté de no sentirme
incómodo.
—No pares, solo sigue comiendo. Te encanta la comida. Me gusta eso.
—Ella cortó un poco y le dio un mordisco, gimiendo y asintiendo—. Oh,
Dios mío, esto es increíble.
Probablemente era el mejor desayuno que había tenido.
—¿Me puedo bañar? —preguntó después de haber comido.
—Sí. Puedes robar algo de mi ropa.
—Gracias. También voy a robarte tu cepillo de dientes.
—No. —Me estremecí—. Tengo un paquete de Costco debajo del
fregadero.
—¿Quieres ducharte conmigo? —Ella se mordió el labio.
—Sí. —Caminé hacia ella, semi-duro como lo había estado toda la
mañana.
Tomó mi mano y me arrastró al baño. Me encogí ante el estado de las
cosas. La casa no estaba desordenada, pero tampoco era el día que la
señora limpiaba. Gillian venía cada dos semanas y esta no era su semana.
Callie no pareció darse cuenta. Se quitó la ropa que había tomado
prestada y encendió el agua. Verla en mi baño era intenso. No estaba
seguro cómo había tenido tanta suerte, pero no me atreví a preguntar, en
caso de que ella empezara a ver que yo ni siquiera estaba cerca de ser el
hombre perfecto.
Cuando entré, retrocedí. El agua estaba hirviendo, pero ella no
pareció notarlo. Estaba haciendo que su piel se pusiera roja. Cuando cerró
los ojos bajo el agua, la bajé un poco.
Todavía ardía cuando me golpeó, pero no tanto.
Por supuesto, valía la pena quemarme, solo para pararme junto a ella
mientras se enjabonaba, haciendo espuma en sus pechos y aplastándolos.
Ella me atrapó mirando y me dio el jabón, extendiendo sus brazos.
Tragué saliva pero comencé a lavarla. Fui por los lugares menos
pervertidos, sus manos y muñecas, primero.
—Oh, Dios mío, solo enjabóname. Sé que quieres hacerlo. —Ella era
tan confiada.
Respiré hondo y comencé a enjabonar al resto.
Su piel era suave pero firme bajo el jabón. Amasé con mis dedos, casi
masajeando. Se dio la vuelta y le lavé la espalda y las piernas, apretando
sus nalgas. Finalmente, llegué al lugar que quería lavar: sus pechos. Los
masajeé, ignorando mi rabiosa erección y limpiándola más de lo que nunca
lo había estado.
Se enjuagó y tomó el jabón, me lavó, pasó los dedos arriba y abajo por
mis brazos, pecho y espalda. Enjabonó mi trasero y mis piernas, y cuando
me di la vuelta, comenzó a acariciar mi polla y pelotas, masajeándolas con
jabón. Ella me masturbo con el jabón, apretando y girando sus dedos.
Mis rodillas casi se doblaron cuando ella mágicamente me masturbo
mejor que cualquier cosa que jamás hubiera sentido.
Luego me empujó bajo el chorro, enjuagándome y masturbándome
con el agua.
Gemí, respirando hondo.
Ella me sacó del agua otra vez, cayendo de rodillas y tomándome con
su boca. Me estremecí cuando tomó más de lo que nadie había tomado
nunca.
Ella continuó masajeando mis pelotas y dándome una sacudida
mientras chupaba. Cerré los ojos y dejé caer mi cabeza hacia atrás,
gimiendo y empujando suavemente.
Me perdí en el placer y no me había dado cuenta de lo cerca que
estaba de correrme. Cuando lo hice, miré hacia abajo.
—Me voy a venir.
—Lo sé. —Ella chupó la cabeza, masajeando la parte delantera de mi
polla, justo en el punto dulce.
Se movió de nuevo, masturbándome hasta que me vine, agarrando la
parte superior de la ducha y tratando de permanecer de pie. Ella me dejó
disparar sobre su pecho, apretando hasta la última gota.
Me estremecí y temblé, repentinamente vulnerable y débil.
Ella se puso de pie, enjuagándose.
Fue la mejor ducha que jamás había tomado.
Cuando terminamos en la ducha, entendí que ella me diera un
orgasmo como indicio de que quería otro. No podría follar de nuevo,
todavía no, pero podría hacerla venirse.
Resultó en otra ducha.
Nunca había estado tan limpio.
Por la tarde estaba agotado, habíamos follado y comido todo el día.
Cuando mi teléfono vibró con una invitación a una barbacoa en la casa de
Matt con los chicos y Jamey, arrugué la nariz, no pensaba en salir de casa
de nuevo. O dejarla irse. Estaba a punto de convertirme en Norman Bates,
encerrándola dentro para siempre. No necesitábamos luz de día u otras
personas o dinero. Podríamos follar y comer lo que hubiera en mi nevera y
congelador hasta que nos quedáramos sin nada.
—¿Quién es? —preguntó, mirando el teléfono.
—Matt quiere que vaya a una barbacoa.
—Oh. ¿Es él lindo gay? —reflexionó.
—Sí, ¿sabías que era gay?
—Inmediatamente. Me recordó a mi hermano Andrew. Él también es
gay.
—Qué raro. —No solté la lengua sobre toda la cosa entre Andrew y
Matt. Esa era una historia que nadie necesitaba escuchar. Dos tipos
demasiado borrachos para que se les pare no era caliente.
—¿Estará Mike allí? —Ella se mordió el labio.
—Sí. —Fruncí el ceño—. Es por eso que no quiero ir.
—Podría ir contigo —ofreció ella, obviamente tramando algo.
—¿Qué?
—Deja de decir eso. —Ella se rio entre dientes—. Podría ir y
podríamos pasar el rato. Podría conocer a tus amigos.
—¿Por qué? —Estreché la mirada.
—Porque quiero hacer sufrir a Mike —dijo sin rodeos—. Anoche me
dijo que me había perseguido en tu sistema y en las redes sociales y que
tenía previsto acechar todos los lugares a los que iba hasta que nos
conociéramos naturalmente, solo que tú lo hiciste primero. —Ella alzó las
cejas.
—Tú me cazaste. —Señalé—. Pero eso tiene sentido. Es un loco
cuando se trata de chicas.
—Déjame torturarlo. —Ella bateó sus largas pestañas hacia mí.
Parecía un plan terrible, pero ella me había chupado toda la protesta.
No tenía fuerzas. Especialmente cuando lo pedía así.
—Está bien. —Asentí—. Pero Phil podría tener a sus hijos allí, así que
tortura apta para menores. Y sea lo que sea, tienes que incluir a Jamey. A
ella le encanta atormentar a Mike.
—No iría por debajo del cinturón. —Se levantó y se puso su ropa
sucia—. Tenemos que pasar por mi casa.
—Bien. —No me gustaba la idea de ir a su casa. De hecho, quería que
se mudara y nunca regresara a esa casa, pero no era realista.
Nos dirigimos a su casa y ella se cambió. Esperé en el coche. Ella
salió usando un atuendo sexy. Me quedé boquiabierto. Olvidé que la había
visto desnuda todo el día y necesitaba volver a verla. Era perfecta. Llevaba
una camiseta gris oscuro con un pantalón corto de mezclilla y botas
negras que llegaban a sus rodillas. Su cabello largo estaba suelto y su
maquillaje, impecable. Suspiré cuando ella agarró su casco y me lo pasó.
—Aquí tienes.
Salí del auto.
—No puedo dejar mi auto aquí. —Dirigí mi mirada hacia la casa de
Carter.
—Te seguiré de regreso a tu casa y luego iremos en mi motocicleta
desde allí.
—¿Por qué simplemente no…?
—Parte del plan —me cortó—. Él se va a burlar de ti por montar atrás
en mi motocicleta. Confía en mí. —Ella realmente era la versión femenina
de Matt.
—Está bien. —Arranqué el auto y conduje de regreso a casa,
estacionando y subiéndome a la parte trasera de su motocicleta.
Yo llevaba su casco y ella, gafas de sol. Traté de no ser una pequeña
perra sobre montar atrás en una trampa mortal. Una trampa mortal sin
sentido. La Costa Oeste era triste y fría. No tenía sentido tener una
motocicleta. ¿Por qué morir de esta manera?
Cuando llegamos a la casa de Matt, los chicos se acercaron a la
ventana para ver cómo nos bajábamos. Sus mandíbulas cayeron y sus ojos
se desorbitaron.
—Ves. —Me dio un codazo—. ¿Ves lo engreído que es? Está haciendo
bromas sobre montar atrás en este momento.
—¿Y cómo me ayuda esto? —le pregunté mientras le entregaba el
casco.
—Confía en mí. —Ella sacudió su brillante cabello como si fuera
plenamente consciente de que se estaba pavoneando, y enlazó su brazo
con el mío, dejándome llevarla a la puerta principal.
Matt respondió, sonriendo como si lo hubiera inventado.
—Hola, hola, hola.
—Hola. —Ella le devolvió la sonrisa.
—Matt, esta es Callie. Callie, este es Matt. —Yo sonaba tan
entusiasmado como estaba.
Ashley se acercó a la puerta, sonriendo ampliamente.
—Hola, Callie. Soy Ashley. —Él extendió una mano hacia ella.
—Encantado de conocerte. —Ella la tomó y él le besó el dorso. Yo
fruncí el ceño.
—Y debes recordar a Mike. —Matt la apartó de mí y la llevó a la casa.
—Por supuesto —cantó ella como una de las princesas de Disney.
Mike se puso de pie, ofreciéndole su mano.
—No lo creo. —Ella mantuvo sus manos detrás de la espalda—. Creo
que me debes una foto desnudo y una disculpa, no un apretón de manos.
Y no quiero una foto de tu polla que puedas enviar más tarde. La quiero
ahora. Quiero decir, podrías poner tu pierna aquí en la silla o en el baño.
Nada de meter panza. Con rollos de grasa y todo. Tal vez puedes frotar un
poco de loción.
Su mandíbula cayó.
Mi mandíbula también cayó. Hasta allí llegaba el apto para menores.
Nervioso, busqué si estaban los niños de Phil, aliviado cuando no los
escuché.
Matt se echó a reír.
Phil entró en la sala de estar, confundido y posiblemente encantado al
mismo tiempo.
Y Mike se sonrojó.
—Viste eso, ¿verdad?
Jamey entró detrás de Phil, riendo.
—Tú debes ser Callie. —Ella se acercó, ofreciéndole una mano.
—Hola. —Callie la tomó y las dos chicas se enfrentaron a Mike. Los
otros chicos retrocedieron un poco.
Casi sentí pena por él.
—No voy a mentir, atrapar a Mike sin palabras es una rareza. —
Jamey tomó un trago de cerveza—. Mira lo rojo que está.
Los ojos de Phil se lanzaron a los míos y de regreso a Callie.
Asentí.
—Callie, este es Phil, mi jefe.
—Encantado de conocerte. —Ella se acercó, cortésmente
estrechándole la mano.
Las mejillas de Phil se enrojecieron cuando él le devolvió la sonrisa.
—El placer es todo mío. Me alegra que nos conociéramos
formalmente. Mike, aquí te debe una disculpa. —La severa cara de Phil se
volvió a deslizar.
Mike balbuceó: —No-no la conocía entonces.
—Mike —advirtió Phil.
—Lo siento. No debería haber tomado la foto. —Él no sonaba
arrepentido.
—Gracias. —Ella se giró y se volvió hacia Jamey—. Entonces,
¿siempre eres la única mujer?
—Sí. —Jamey señaló la cocina—. Vamos a conseguirte una bebida y
podemos chismorrear sobre ellos. —Nos dejaron en la sala de estar.
Ashley se mordió el nudillo al observarla alejarse. Phil levantó su
bebida hacia mí. Matt me dio una palmada en el hombro, abrazándome.
Los ojos de Mike se entrecerraron.
—Veo que cabalgaste perra.
—Síp. —Asentí.
—Es bueno saber quién es el hombre en la relación.
Como si hubiera estado al acecho y esperándolo, Callie regresó con
sosteniendo una cerveza, no había forma de que ella ya hubiera
conseguido una. Tenía que ser de Jamey.
—Sabes, Mike, un día cuando aceptes el tamaño de tu polla, no te
importará compartir el poder con una chica. No tendrás que sufrir a través
de un flujo interminable de relaciones sexuales sin sentido con chicas que
tienen baja autoestima. —Me guiñó un ojo—. Los chicos como Simon
tienen suerte. Nunca tienen que superar un obstáculo como el tuyo. —Ella
me batió sus pestañas. De alguna manera ella encajaba con ellos mejor
que yo. Seguía siendo el tope de la broma.
—No —respondí rotundamente, esperando que ella se detuviera.
Matt se rio entre dientes.
—Ya sabemos de la superpotencia de Simon. —Apretó mis hombros
con más fuerza. Me molestaba hablar de mi polla, especialmente mientras
él me abrazaba así.
Pero no dije una palabra.
—Esa no es su superpotencia —se burló Callie.
—No —se unió Jamey—. Simón es guapo, divertido, tímido,
inteligente, educado, un caballero, y es bien conocido por su… —Jamey
tosió—, capacidad para comer mucho pastel. —Ella comenzó a reírse,
incapaz de mantener su cara de póquer.
—Oh sí. Y cocinar, y él nunca gana peso. Es tan afortunado. —Callie
me guiñó un ojo.
—Está bien, creo que necesito una bebida. —Me di vuelta y salí de la
habitación.
—Yo también. —Phil me siguió.
Matt y Ashley terminaron en la cocina, pero Mike nunca entró.
Se quedó acorralado y ridiculizado por las dos chicas salvajes que
actuaban como si se conocieran desde hacía años.
Nosotros no hablamos. Bebimos y escuchamos mientras recibía una
paliza. Me alegré de que Phil no hubiera traído a sus hijos.
Cuando estaba terminando mi primera sidra, él finalmente estalló.
Mike gritó: —¡ESTÁ BIEN! ¿QUIERES VERLO? ¡AQUÍ ESTÁ! —Hubo
ruidos de ropa y chicas riendo—. ¡ESTAMOS A MANO! ¿PUEDEN
TERMINAR AHORA? ¡LO SIENTO! ¡JESÚS! ¡NUNCA TOMARÉ OTRA FOTO
MIENTRAS VIVA!
Todos nos encogimos.
Phil chocó su bebida contra la mía.
—Ella me gusta.
Me reí nerviosamente.
—Sí.
Ashley asintió con la cabeza.
—Es sexy, divertida e inteligente y no tiene miedo de decir lo que
piensa. —Sus ojos se fijaron en Matt—. Ahora estás saliendo con la versión
femenina de tu mejor amigo. Creo que tenemos algunas tendencias
homosexuales reprimidas que deberás llevar a tu próxima sesión de
asesoramiento.
—Anotado. —Terminé la sidra y la coloqué en el mostrador—.
Hagamos una barbacoa antes de que me emborrache y tenga que volver a
casa borracho en la parte trasera de esa trampa mortal.
—La emborracharé y tú puedes conseguir un taxi —murmuró Matt—.
O simplemente duerme aquí. Pero grabaré lo que pase. Y lo sabes.
—Estás trastornado. —Suspiré, tomé otra sidra y me dirigí a la
terraza para asar la carne.
Iba a ser una noche larga.
C
allie y yo estábamos acurrucados en mi cama, viendo
repeticiones de Expedientes X cuando sonó el teléfono. Lo
respondí cuando vi el número de Phil.
—Hola, Phil.
—Hola, Simon. Parece que Dubhe y Carter están muertos. Ambos
cuerpos fueron encontrados en un viejo almacén abandonado en Port
Coquitlam. Carter lleva muerto mucho más tiempo, obviamente. Hemos
sido retirados del caso hasta que se presenten otras pistas. Los forenses
están ahí ahora, tratando de encontrar alguna evidencia. Sospecho que no
encontrarán nada. El dueño del almacén es un magnate que tiene planes
para ello en un par de años, pero actualmente está bajo el cuidado de un
administrador de la propiedad. Hasta que sepan más, nos vamos. Nos
necesitan en Richmond mañana. Hay una escuela donde creemos que una
de las chicas está cazando a otros chicos, haciéndose pasar por una
adolescente de Estados Unidos. Ella está tratando de meterlos en un pacto
suicida. Van a ser un par de días de esto.
—Bueno. ¿Así que no hay tienda en este? —pregunté.
—No. Vas a ser un profesor de física mañana. Solo un sustituto.
Puedes manejar eso, ¿verdad? Es para el undécimo grado.
—Sí. Supongo.
—Estoy enviando la información de la escuela y todos tus detalles.
Jamey irá contigo. Necesitaré micros en los baños. Los maestros dicen que
ahí es donde ocurre la mayoría del acoso. Las escuelas no tienen cámaras;
una mierda sobre que los niños tienen derecho a la privacidad. Llega
temprano para que puedan acomodarte. Solo el director sabe quién eres.
—Está bien —sonaba dudoso. Lo estaba. Nunca había enseñado nada
en mi vida.
—Buenas noches. —Terminó la llamada, dejándome bastante
incómodo.
—¿Te acaba de pedir que seas sustituto en un aula?
—Sí. —Suspiré.
—Es física. Tú puedes.
—No me preocupa tanto el tema como ser el que lo esté contando.
Callie levantó su cabeza de mi pecho y besó mi mejilla.
—Si me conquistaste con una frase, puedes totalmente con esto.
Ella besó mis labios a continuación y por medio segundo le creí.
Entonces recordé que la conquisté porque mi titubeo le pareció
adorable.
Estaba jodido.
Me acurruqué contra ella mientras Mulder se deslizaba por un oscuro
pasillo con una linterna.
—Mulder es tan sexy —murmuró Callie, poniéndose cómoda de
nuevo.
Me hizo sonreír. Por supuesto, ella pensaba que el friki nerd del FBI
era caliente. Si le agregaba unas gafas, básicamente me tenía a mí.
No sabía si era Dios quien me lo estaba devolviendo por hacerme tan
jodidamente torpe o si ella era simplemente la persona para mí,
encajábamos y estábamos hechos el uno para el otro; pero sea lo que
fuera, lo agradecía.
Habíamos estado juntos tres semanas y ya estaba completamente
enamorado. Incluso le había contado a mi hermano sobre ella.
Era parte de un “nosotros”, y por primera vez, no podía imaginar que
ella no fuera mía.
Ella era bocona, loca, llena de vida y, a veces, llena de mierda, pero
era perfecta. Equilibraba al chico inepto y tímido en mí.
Sin importar a dónde iría en el mundo, a dónde me llevara la
carretera o la RCMP me obligara a vivir, esperaba que fuera así, con ella a
mi lado, con sus enormes botas y diciéndole a Mike que se fuera a la
mierda.
Sin embargo tal vez no tan educado así.
Besé el costado de su cabeza, inhalando profundamente y
suspirando.
—Eres cursi —susurró ella.
—Sí. —Asentí.
Me miró, sonriendo.
La mirada en sus ojos lo era todo.
Soy madre de dos hermosas chicas que están creciendo muy rápido,
esposa de un chico guapo con uniforme (mi propio héroe personal) y soy
escritora.
Mi familia te dirá que no va exactamente en ese orden. Especialmente
a la hora de la cena cuando “Cocino” de un menú para llevar con la cara
pegada a mi computadora.
También tengo dos gatos que adoro más de lo que debería, como más
que personas que conozco, y dos perros. Uno de ellos es un perro lobo
irlandés que es travieso pero muy lindo. La otra es una Maremma con el
rostro más dulce de todos.
Me encanta escribir. Amo a mis personajes como si fueran mis amigos
y les estoy diciendo su versión de la verdad.
Mis géneros están por todo el mapa. Tengo romance paranormal,
romance contemporáneo, ciencia ficción, erótica (bajo Sophie Starr mi
nombre porno, así mi madre no lo sabe), thrillers e incluso algunas
comedias románticas.
Espero que tengas un gran día y por supuesto, ¡una feliz lectura!
Recuerda leer a tu nivel de comodidad. No todos los libros publicados por
mí, Tara Brown, son adecuados para todos.