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En los últimos años nos hemos podido dar cuenta que, el término educación científica,

ha sido muy difundido y se plantea como la solución a todos los problemas ambientales.
Asimismo es un concepto ambiguo de difícil concreción que pretende introducir un
cambio en la forma de relacionarse del hombre con la naturaleza, para mantener un
estado de desarrollo sostenible aceptable o ideal a través del tiempo. Incluso se requiere
indudablemente, de nuevos planteamientos, de una gran cultura científica, que el
educando pueda tener, la cual lamentablemente es baja y en algunos casos nula, por
ello aún queda mucho camino por recorrer por los sectores sociales, científico y de
enseñanza de las ciencias. Es esencial, hacer especial énfasis en las edades tempranas,
pues esto significa potenciar un cambio de tónica respecto al interés y cultura científica
de la ciudadanía del futuro. Del mismo modo, la capacidad de un individuo de utilizar el
conocimiento científico debería estar orientada para identificar preguntas, adquirir
nuevos conocimientos, explicar fenómenos científicos y sacar conclusiones basadas en
evidencias respecto de temas relativos a la ciencia, comprender los rasgos específicos
de la ciencia como una forma de conocimiento y búsqueda humana, ser consciente de
cómo la ciencia y tecnología dan forma a nuestro mundo material, intelectual y cultural,
y tener la voluntad de involucrarse en temas relativos a la ciencia y con ideas científicas,
como un ciudadano reflexivo, por tales razones podemos afirmar que, la consecución
de una alfabetización científica es un reto complejo, que requiere de una educación
científica progresiva y adecuadamente trazada desde los niveles educativos iniciales y
afianzada en la etapa escolar primaria con un trabajo programado y adecuado a la edad
y necesidades educativas de los estudiantes . En vista de ello, la Educación Primaria
se instituye como una etapa crucial en el desarrollo inicia de la alfabetización científica;
deseable para la ciudadanía, aquí debemos hacer mención a cuatro pilares necesarios
y fundamentales para un desarrollo exitoso: aprender ciencia, aprender sobre la ciencia,
aprender a hacer ciencia y aprender a afrontar problemáticas socientíficas.

Por consiguiente los científicos no se interesan por la educación científica infantil, dado
que, esta última no representa su campo de acción, mucho menos su proyección social.
Por ello, parece más viable que los pedagogos de las ciencias naturales ,sean quienes
se preocupen por la gran capacidad cognitiva de los niños y niñas como futuros
científicos, ya que serán ellos los encargados de hacer suya la ciencia y el progreso
que esta implica, además del pensamiento científico. Entonces resulta necesario hablar
de las competencias y habilidades que cada uno de ellos necesita desarrollar, nos
referimos a un saber hacer, saber actuar, a un aprendizaje significativo e integrado que
parta de un problema, en este caso la necesidad de tener estudiantes afines con la
educación científica.

Sin embargo, si no desarrollamos lo que líneas arriba se plantea, podrían surgir diversos
problemas, por ejemplo, si no se interviene para introducir un enfoque científico en su
exploración del mundo, es fácil que las ideas que elaboren los niños sean acientíficas y
dificulten el aprendizaje en la enseñanza de las ciencias en secundaria y la universidad.
(Daza y Quintanilla, 2011, p. 35).

Por otra parte , quizás uno de los problemas más comunes es la dificultad de los
términos científicos, su tecnicidad y la forma de enseñanza, porque los infantes no
tienen la madurez biológica para asimilarlos y comprenderlos de inmediato, pues esto
requiere de largo tiempo, lenguajes sencillos y bastante cotidianos, pero sobre todo de
una planeación pedagógica que genere el interés por parte del educando, partiendo de
la realidad, mezclando las ideas intuitivas con las científicas y propiciando un
aprendizaje eficaz de acorde con la edad. Dicho esto la función principal de enseñar
ciencias en la educación obligatoria es contribuir a la formación de todas las personas y
no únicamente de quienes, en un futuro, se dedicarán profesionalmente a su estudio.
En una sociedad democrática, enseñar ciencias a todas las personas debe contribuir al
ejercicio de la ciudadanía, al desarrollo de una conciencia social y preparar para la
toma de decisiones razonadas y fundamentadas en cuestiones relacionadas con la
ciencia y la tecnología, pero con extensión a otros ámbitos de la vida. De ahí que, en
nuestro país, si bien las ciencias se han ganado un importante espacio en el currículo
de la educación obligatoria, una mirada a sus fines educativos denota una tensión entre
ofrecer una educación científica básica que brinde conocimientos científicos generales
o una formación especializada que sirva de antecedente para quienes decidan optar
por las ciencias como una actividad profesional. La enseñanza actual de las ciencias,
como parte de los niveles de educación obligatoria, tendría que redefinir sus fines
educativos para poder cumplir con la función principal de su enseñanza: ampliar el
panorama intelectual, ético y de conciencia del mundo que rodea a los individuos y de
propiciar que tengan una mayor participación ciudadana.

De ahí que, enseñar ciencias implica promover una imagen de ciencia como actividad
intelectual humana y colectiva cuyos productos tienen una conexión con asuntos de la
vida cotidiana. La enseñanza de las ciencias no sólo ha de permitir que los estudiantes
adquieran los conocimientos y habilidades científicas fundamentales, sino también que
comprendan cómo funciona y opera la ciencia y la comunidad científica y cómo se
construye y valida el conocimiento. Además, que sean conscientes de los valores
implicados en la actividad científica, así como la relación que existe entre la ciencia, la
tecnología y la sociedad. Si bien esta imagen de ciencia suele tener presencia en los
fundamentos del currículo, su concreción a nivel de contenidos y métodos educativos es
un asunto pendiente por resolver en los diseños curriculares. Cuando se plantean
cambios en el currículo de ciencias, pocas veces se pone en cuestión la visión que se
tiene sobre la ciencia, los científicos, sus procedimientos, por lo que los cambios son sólo
superficiales. Renovar la enseñanza de la ciencia desde los planteamientos curriculares
pasa necesariamente por revisar las ideas que se tienen sobre el mundo de la ciencia,
esto va más allá, implica un proyecto planificado teniendo en cuenta el contexto socio
cultural de los estudiantes que empiezan su vida estudiantil, sin dejar de lado el aspecto
emocional y afectivo, el cual tendrá gran relevancia para el desarrollo cognitivo.

Por otra parte, un currículo con contenidos especializados y cientificistas es una de las
causas por la que los estudiantes llegan a tener una idea confusa de las ciencias,
actitudes negativas hacia ellas y herramientas intelectuales insuficientes para usar,
seleccionar y criticar la información, reconocer problemas socio-científicos y tomar
decisiones y acciones responsables e informadas. En la educación obligatoria es
imposible enseñar todo el conocimiento científico existente; por ello es preciso tener
criterios para elegir los saberes que se busca sean adquiridos por los estudiantes, de
acuerdo a su nivel de desarrollo y sin perder de vista las intenciones educativas. La
selección, organización y secuenciación de los contenidos que se plasman en el currículo
debe atender a criterios de relevancia y pertinencia. Los contenidos del actual currículo
de ciencias para la educación obligatoria están centrados prioritariamente en una visión
disciplinaria de las ciencias, por lo que es necesario valorar si la selección y organización
de los contenidos atiende a la lógica de la disciplina o a la de su enseñanza. Así, en lugar
de proponer como contenidos los grandes conceptos científicos, se podría transitar hacia
un currículo que sugiera como objetos de enseñanza distintas problemáticas de interés
individual o social. Por ejemplo, se podrían abordar los principios científicos del teléfono
o celulares, así como las implicaciones de esta tecnología para la vida natural y social,
en lugar de abordar temáticas de física en lo aislado y sin una conexión entre sí.

Ahora bien , las ciencias son una actividad humana orientada a la generación de
conocimiento mediante tres grandes fases: de descubrimiento o construcción de
conocimiento; de justificación, validación o evaluación de eso construido, y de
comunicación o divulgación. Las actividades de aprendizaje promovidas desde el
currículo deben equilibrar estas fases de la actividad científica, pero considerando las
características cognitivas de los estudiantes y las condiciones escolares específicas de
cada nivel educativo. No se trata de que el currículo de ciencias sea una descripción
amplia, detallada y puntual de actividades de aprendizaje para llevar a la práctica; más
bien, de que en él se planten los mejores ejemplos de situaciones de actividad
didáctica. En el currículo de ciencias vigente para educación primaria se sostiene un
enfoque de enseñanza basada en competencias y se plantean algunas sugerencias
didácticas. Sin embargo, esto no se lograr concretar en las actividades propuestas en los
libros de texto, en las cuales prevalecen objetivos relacionados con la obtención y
aplicación de conocimientos, así como la promoción de procedimientos relacionados con
la observación, la búsqueda de información y la comunicación. Esto plantea una tensión
pues, al no existir congruencia y consistencia en el diseño curricular, se deja al profesor
innovar en la incertidumbre. Tener desde el diseño buenos ejemplos de actividad
didáctica podría apoyar la creatividad de los docentes para planear, organizar y evaluar
actividades mucho más relevantes, situadas y contextualizadas.

Evidentemente la complejidad, diversidad y dimensiones de los niveles que articulan la


educación obligatoria en México hace pensar que introducir mejoras en el currículo de
ciencias resulte infalible para elevar la calidad de su enseñanza y, por ende, mejorar los
resultados educativos. De hecho, mejorar el currículo es una acción que puede potenciar
cambios en otros ámbitos del sistema educativo, de las escuelas, y de lo que ocurre en
las aulas. Aún se desconocen las respuestas que el nuevo currículo de ciencias para la
educación obligatoria, derivado del Modelo Educativo, ofrece a las cuestiones que son
centrales en este campo de formación: ¿para qué enseñar ciencias? ¿qué ciencia
enseñar? Y ¿cómo enseñar ciencias? Los puntos aquí planteados pueden ser
concebidos como un referente para valorar la calidad del diseño de la nueva propuesta
curricular. Considero que aún debemos seguir reflexionando sobre las repercusiones de
contar con un currículo científico único y de aplicación nacional, lo que exige un cuidado
especial en su elaboración para garantizar no sólo una propuesta que sea relevante,
pertinente y congruente, sino también que propicie la equidad de su enseñanza.

Dicho esto, cualquier esfuerzo por renovar el currículo debe tener presente que los
procesos de cambio educativo son paulatinos y que, para los docentes, la
implementación de innovaciones curriculares implica un proceso de aprendizaje.
Además, renovar el currículo de ciencias debe pasar por conocer lo que cotidianamente
ocurre en las escuelas y aulas, garantizar condiciones de trabajo escolar y recursos
materiales, repensar los tiempos de enseñanza asignados, ofrecer una formación
docente amplia y sostenida, entre otras acciones. Las ciencias son una herencia cultural
inalienable, su conocimiento es un derecho de las nuevas generaciones. Lo propuesto
curricularmente es un camino para garantizar que se cumpla el derecho de niñas, niños
y jóvenes a recibir una educación científica de calidad.

En otros términos hoy sabemos desde La Psicología Evolutiva que el pensamiento del
niño no es igual al del adulto; sino que responde a una lógica diferente; no se trata de
una estructura mental donde deba aumentarse grandemente el volumen de información,
sino de dar y formar estructuras mentales relacionadas con lo descriptivo, lo explicativo,
la convivencia y la visualización. Sin dejar de lado que la educación científica debería
ser orientada a la formación de una conciencia de actitudes que contribuyan a afrontar
problemas socio científicos entre como aprender conocimientos acerca de ello y a la vez
ponerlo en práctica, es por ello que es necesario la implantación y practica orientada a
la formación de valores en el educando , más que cooperativos o más que universales
más que restringidos respecto a los distintos modos de educación científica que hoy en
día es común ver puesto que hay muchos problemas que en el margen solo queda en
teoría y mas no en práctica con su contexto socientifico. Sin embargo hay que dar un
giro necesario a esta educación carente de formular estrategias integrales que
compromete el diseño de una política socio científica ,elaborada por los organismos
competentes que representan al estado en el marco de la EBR, en donde se consagren
principios fundamentales conllevados a la práctica juntamente equilibrado
,tecnológicamente viable ,económicamente posible y socio científicamente justo.

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