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Debates y problemas sobre Historia Reciente1

Luciani, Laura.

Presentación

Desde finales de los ´90 y principios de a década siguiente los estudios sobre
problemáticas del pasado reciente se han ampliado en la Argentina dando lugar a
nuevas líneas de investigación, publicaciones, jornadas y talleres de reflexión sobre
estas temáticas dentro del ámbito historiográfico2. La incorporación de estos
problemas en los cuales una nueva generación de cientistas sociales se ha sumado,
permite pensar en la emergencia de un diferenciado espacio disciplinar dentro del
ámbito académico, la historia reciente. Su desarrollo no fue casual. Se produjo al
tiempo que se daban cambios significativos en el contexto político-social de nuestro
país en donde las preguntas por las décadas precedentes y la profusión de las
memorias respecto de esos años tuvieron un inusitado alcance.

En esta clase abriremos algunas reflexiones en torno a la historia reciente y las


potencialidades de comprenderla como espacio disciplinar específico. A partir de las
lecturas de diversos autores retomaremos las dificultades epistemológicas y teóricas
que la atraviesan así como las críticas que se le han señalado como espacio
disciplinar dentro de la historia.

La historia reciente. Problemas teóricos en la configuración del campo de


estudio

En principio debemos mencionar que a nivel mundial existen diversas nominaciones al


respecto del estudio de aquellas problemáticas que más se acercan a nuestro tiempo:
historia inmediata, del tiempo presente, muy contemporánea, pasado vivo; todas ellas

1 INVESTIGACIÓN Y ENSEÑANZA DEL PASADO RECIENTE. Estrategias para la transmisión y el


abordaje educativo. Curso dictado por el Museo de la Memoria, Rosario, 2014.
2 No sólo se han multiplicado las mesas que incorporan las temáticas recientes en las jornadas nacionales

más significativas del ámbito de la Historia sino que con más frecuencia se realizan eventos específicos
como las Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente
[linkhttp://jornadasdehistoriareciente2014.wordpress.com/], el Congreso de Historia Oral, las Jornadas de
estudio sobre Genocidio, entre otras. También puede mencionarse la emergencia de publicaciones como
la revista Puentes [link http://www.comisionporlamemoria.org/comision.php?a=11], Lucha Armada
[linkhttp://www.ejercitarlamemoria.com.ar/lucha/index.html], Políticas de la Memoria
[linkhttp://www.cedinci.org/politicas.htm] y la incorporación cada vez más frecuente de estas temáticas en
revistas académicas, a ello se suma la publicación de libros y tesis de doctorado que también refieren a
las últimas cuatro décadas de la historia argentina. por último podemos mencionar le red de estudios
Interdisciplnarios de Historia reciente RIEHR [linkhttp://www.riehr.com.ar/index.php]
refieren a distintos modos de nominar pero también de marcar la delgada línea de
separación de este nuevo espacio de estudio. Da cuenta de las diferentes formas de
abordar aquello que señala la contemporaneidad entre el historiador y su objeto de
análisis, sus difusos límites y las dificultades que impone a la hora de las reflexiones.
En Argentina hay ya un extendido uso del término historia reciente por sobre otras
formas de nominación3, la incorporación de este término en el lenguaje disciplinar se
produjo al tiempo que se configuraba el campo, abordando inicialmente estudios
específicos de los ‘60 y ’70.

Es evidente sin embargo que los problemas respecto del abordaje de la historia
reciente no se centran principalmente en las nominaciones. Los historiadores ya han
señalado un conjunto de dificultades epistemológicas y metodológicas que se
constituyen en torno a ella y a las cuales nos remitiremos en esta clase. Una primera
cuestión refiere a la delimitación de su campo de estudio. Hablar de historia reciente
implicaría el análisis disciplinar en torno al pasado más cercano pero, que ¿define a
ese pasado cercano? ¿Un recorte cronológico, de procesos? ¿Las décadas
inmediatamente precedentes al propio historiador? ¿Hay una fecha precisa que abre la
historia reciente?

Si bien muchos autores acuerdan en que ha habido una explosión de los estudios
sobre el pasado reciente en las últimas décadas del siglo XX ligadas especialmente a
las particularidades del propio siglo y “el eclipse de las utopías” que significó la caída
del muro de Berlín4, pensar la historia reciente como un recorte cronológico sesga sus
potencialidades como espacio disciplinar. En principio porque implicaría considerar
una fecha como universal e igualmente fundacional a toda la humanidad, pretensión
demasiado riesgosa para una época caracterizada por el cuestionamiento a la historia
como empresa totalizadora. Debemos reconocer que más allá de las pretensiones
universalistas, cada sociedad tiene sus propios hitos fundantes que señalan una
multiplicidad de posibilidades a tener en cuenta, tiempos propios que se imponen. Por
otra parte, si considerásemos la historia reciente sólo un período entre fechas, ésta se
constituiría en un compartimento estanco, obligándonos a una lógica clasificatoria que
al igual que las viejas pretensiones positivistas buscase encasillar la historia en un
marco temporal. Por ello, el principio de alentar la definición a partir de su recorte
temporal se convierte en un problema.

3 En este módulo haremos referencia principalmente a este término aun reconociendo que no es
hegemónico en otras latitudes.
4 Traverso, Enzo. La historia como campo de batalla, FCE, Bs. As, 2012, pp 287 y ss.
Una propuesta más sugerente implica pensar el estudio de la historia reciente sin
considerar la necesidad de fechas fundantes, en la medida que estas obturan a través
de la búsqueda de hitos universales la posibilidad de pensarla como un proceso
flexible, en donde las fechas son móviles tanto como las sociedades o sujetos que las
piensan. Pero ¿cómo definirla entonces?

Aquí podríamos articular dos perspectivas para comprender el estudio de la historia


reciente. En primer lugar puede concebirse en el sentido ya planteado desde los
estudios de memorias, como pasado “vivo” o “pasado que no pasa”, que permanece,
esto es como aquello que se hace presente como trauma, como pendiente a la
sociedad presente, en ese sentido ya no sólo implica un pasado-presente en los
sujetos que lo vivieron exclusivamente sino en las memorias vivas, en aquello que se
(re)presenta a través de las memorias de ese pasado traumático.

En esta línea podemos leer algunas apreciaciones en Anne Perotin Dumond para
quien es un pasado vivo en tanto “forma parte de los recuerdos de muchos y que su
carácter dramático convierte en un problema moral duradero para la conciencia
nacional”. Por otro lado, puede pensarse a la historia reciente como historia del tiempo
vivido, que señala la coetaneidad entre el historiador y la sociedad que estudia. La
diferencia, la especificidad de este modo de hacer historia está dado por la relación
entre historiador con un pasado que no es pasado –por lo menos no en el sentido que
la disciplina desde su constitución positivista proponía pensarlo- que se mezcla en el
presente del propio historiador y al cual interroga con las herramientas propias de la
disciplina.

En esta perspectiva se inscribe el análisis de Julio Aróstegui para quien la historia del
presente –asumiendo esta categoría por sobre otras- es “la historia vivida”. Aquí la
idea de trauma no emerge como elemento explicativo de la historia reciente. Concurre
más bien la coetaneidad entre el historiador y el objeto de estudio, la historia-presente
es “la experiencia vital misma analizada como historia”, en la cual no concurre una
cronología específica sino muchas cronologías que se entrecruzan y se deslindan de
su anclaje lineal.

¿Podríamos pensar a la historia reciente como un campo problemático en torno al


estudio del tiempo socialmente presente, que salta la cronología para reconstruir
nuevas temporalidades, flexibles? ¿Podríamos elaborar un concepto universal? Si
asumimos la premisa de que la temporalidad construida por la historia reciente es
flexible quizás debiésemos pensar que cada sociedad construye su pasado reciente
en un tiempo móvil y fluctuante, en donde hay resignificaciones de acontecimientos y
procesos que se convierten a la luz del presente en la matriz inteligible entre ese
tiempo previo y su ahora, sin pretensiones de universalidad. El pasado en tanto “vivo”
no puede fijarse ni cerrarse entre fechas y en ese sentido la historia reciente debe
plantearse como un modo de hacer historia, como un abordaje problemático de
cuestiones lábiles que cada sociedad debate, cuyo anclaje no está en el tiempo, por lo
menos no en el tiempo cronológico5. Así la historia reciente es hija de un tiempo no
progresivo, de un tiempo cuya densidad es diferente al tiempo ya “acontecido”, ya
“muerto”.

Ahora bien, la contemporaneidad entre historiador y objeto de estudio ha sido uno de


los cuestionamientos realizados a quienes nos dedicamos a la historia reciente. La
ausencia de “lejanía” respecto de los hechos abordados, la intervención de la
subjetividad y la propia experiencia, así como el hecho de que este sea un proceso
inacabado suelen ser algunas de las críticas específicas a los estudios sobre historia
reciente. En estas críticas se evidencian las más tradicionales formas de pensar y
concebir la práctica disciplinar. La perspectiva histórica se confunde con la percepción
de que sólo el tiempo lejano puede ser objeto de conocimiento, donde la objetividad
del análisis la otorga la distancia cronológica y experiencial entre sujeto y objeto;
planteos que reconstruyen en parte las tradicionales concepciones positivistas que se
hicieron hegemónicas en el marco de la profesionalización de la historia. La objetividad
no es mayor a medida que abordamos temáticas alejadas a nuestro tiempo, la
subjetividad del historiador siempre está presente, incluso desde el momento que
decide abordar una temática especifica. A su vez, la coetaneidad no impide a los
historiadores asumir un análisis con todo el rigor académico que el estudio del tiempo
presente exige. Como señala Aróstegui el problema, de “la objetividad no es una
cuestión de voluntad sino de método”.

Asumir el estudio de procesos inacabados, contemporáneos al historiador, es quizás el


primer condicionamiento. Hacer historia remite tradicionalmente a la construcción del
conocimiento disciplinar sobre un objeto cerrado, cuyos resultados conocemos y
analizamos retrospectivamente, del cual sabemos su futuro. En la historia reciente la
materia de estudio aún inconclusa es además parte de nuestra propia experiencia,
condicionándonos a la hora de deconstruir su matriz inteligible. Historizar la
experiencia, como propone Aróstegui, implica escindirnos de nuestro propio presente,

5 Es necesario precisar cierta cautela al pensar este tiempo flexible en tanto ello no implique confundirlo
con el tiempo de las memorias. Si bien podríamos considerar que en las investigaciones sobre el pasado
reciente, en general, el tiempo de la historia se monta sobre el tiempo de la memoria aquella no se reduce
a esta.
de la contemporaneidad que nos condiciona para construir un relato historiográfico con
las premisas que la propia disciplina impone.

Varios autores se han posicionado al respecto. Leamos dos intervenciones al


respecto:

Para Rousso “[el historiador del tiempo presente] Debe tratar de razonar en otros
registros personales, aun cuando la cuestión implique un artificio de trabajo. En ese
sentido, la coherencia retrospectiva, si bien entraña riesgos notorios, es también la
condición necesaria de todo conocimiento y toda inteligibilidad del pasado: el concepto
de “historia problema” se apoya, sin duda, en una ilusión retrospectiva rica de sentido”
Enzo Traverso retoma la idea del historiador como exiliado, como extraterritorial que
vive entre dos espacios diferentes, el pasado y su propio presente. En esa línea,
aquellos que trabajan sobre procesos recientes, y más específicamente sobre las
memorias de ese proceso, están obligados a extrañarse de él conscientemente, como
modo para otorgar un relato más complejo, menos atado a su propio contexto.

El historiador debe extrañarse de su sociedad para, comprenderla desde fuera, para


alejarse de las propias concepciones construidas en el contexto social en que vive
dando mayor profundidad a su interpretación. En este sentido el discurso histórico
debe pretender la búsqueda de los matices, los grises, las complejidades de la
realidad humana para comprenderla, interpretarla, compararla, explicarla y
contextualizarla. Esta debiera ser la tarea de todo historiador cualquiera sea el período
o problemática que estudie, pero es imprescindible como premisa para quienes
abordamos la historia reciente, es el único modo de alejarnos de nuestras propias
preconcepciones y las preconcepciones sociales, para abordar el estudio de ese
proceso con el cual el presente tiene una ligazón estrecha. Sin dudas la elección de
temáticas está estrechamente ligada a la sociedad en que el historiador vive, a las
preguntas que ella se hace, el problema no es si esas son las preguntas correctas –
cada sociedad y cada historiador interroga el pasado próximo con preguntas diversas-
la diferencia debe estar en las respuestas que se otorgan desde la propia disciplina.

Asimismo ese alejamiento debe adquirir otra cualidad, que impone alejarnos de lo
meramente inmediato y acontecimental para otorgar mayor densidad histórica a los
procesos abordados. Densidad histórica que articula tiempo corto con tiempos de larga
duración, la búsqueda de las raíces y orígenes de los procesos abordados que
permitan reconstruir la urdimbre en la cual se trama el tiempo presente, reconociendo
las rupturas, los cambios, pero también las continuidades.
Cuestiones de método

Ahora bien, mas allá de los recaudos que exige y nos exigimos a la hora de
acercarnos al pasado reciente, debemos señalar que los acontecimientos cobran una
significativa fuerza en la medida que la reconstrucción de hechos es una tarea
obligada especialmente cuando ésta aún no se ha realizado. El cruce de datos, la
verificación de hechos se convierten en tareas imprescindibles. Para ello se vale de las
herramientas de la propia disciplina y de otras ciencias sociales. Exceptuando la
historia oral como herramienta metodológica –e incluso teórica- los estudios sobre
historia reciente no implican un abordaje teórico metodológico diferente y no pudiendo
pensarla con un estatuto diferente al otorgado a la propia disciplina. Es por ello que
aun cuando la historia siempre se ha valido de la interdisciplinariedad, en los trabajos
dedicados a la investigación histórica de períodos más próximos su utilización se
vuelve crucial. Podríamos considerar que la historia “invade” hoy a otros campos
disciplinares y retoma de ellos las herramientas conceptuales y metodológicas
necesarias. Una invasión que implica en todo caso que este es siempre un espacio
compartido. Para Luciano Alonso más que como un campo o subcampo disciplinar la
historia reciente es “lugar simbólico de una nueva ciencia histórico-social”6.

Como mencionara anteriormente, el nuevo aporte surge con la historia oral tema que
se abordará en el segundo módulo y por lo cual no nos detendremos aquí. Vale
señalar solamente que esta estrategia es significativa no necesaria o exclusivamente
por la ausencia o las limitaciones en el acceso a los archivos7, sino porque permiten un
registro diferente al de las fuentes documentales que conlleva a proponer un abordaje
más “sensible” en la historia y done la experiencia emerge como problemática
sustantiva.

Más allá de la necesidad interdisciplinaria y de las nuevas aproximaciones a través de


la entrevista como recurso, la historia reciente está obligada además a considerar el
cruce con otras narraciones extraacadémicas que también inciden e influencian en
tanto construyen relatos con marcas de veracidad. Estamos hablando en este caso
específicamente de las construcciones de memorias que activan permanentemente
ese pasado construyendo así su propia inteligibilidad. El creciente avance de estos
relatos cuya densidad y sentido es diferente al propuesto por la disciplina histórica,

6 ALONSO, Luciano. “Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el pasado


reciente en el campo académico argentino”, en BRESCIANO, Juan Andrés (comp). El tiempo presente
como campo historiográfico, Cruz del Sur, Montevideo, 2010.
7 El tema de los archivos sigue siendo controversial en Argentina. debemos reconocer que hay una

existencia de archivos institucionales significativa, pero en ocasiones su fragmentación así como las
limitaciones en su acceso impiden al trabajo de relevamiento y documentación necesarios a nuestro
oficio.
dan cuenta de un auge de propuestas memorialistas que intentan funcionar como
catalizadores de los interrogantes del pasado8. Sin embargo es necesario reconocer
esa matriz diferenciada de ambas, aún cuando la historia tiene su génesis en la
memoria, se separa de ella para constituirse en una esfera diferente. La memoria es
siempre subjetiva, reelaborada y transformada desde el presente que tiene pretensión
de “fidelidad”, de “decir” aquello que aconteció “tal como fue”. Por su parte, el discurso
histórico puede acercarse a esas memorias pero extrañándose de ellas, criticándolas,
buscando cuestionar el centro de su fidelidad para interpretar y comprender la
compleja trama de los hechos acontecidos. Aún cuando ambas buscan decir algo
sobre aquel pasado y que ese algo se considere “verdadero”, son de orden diferente.

Así, proponer un análisis histórico sobre procesos recientes abre un conjunto de


reflexiones y problemas ya esbozados, ya fuera en lo referido a los recaudos, las
potencialidades, los cruces intra y transacadémicos. Sin embargo queda aún otra
cuestión que emerge como conflicto, crítica y a la vez como demanda al historiador
abocado a ese estudio específico, la implicancia pública de su discurso. El desafío se
entreteje en varias dimensiones: ¿cómo lograr que esa historia se complejice,
“historice” aquel pasado, se diferencie de otras construcciones narrativas y a su vez no
niegue su lugar de compromiso social? El centro de esta pregunta radica en pensar
cómo tejer la red entre saber histórico y la sociedad a la cual pertenece, demanda un
rol social y fundamentalmente político a la labor historiográfica, en tanto esta influencia
las construcciones y representaciones de las memorias respecto de ese pasado, es
decir actúa también como vector de memoria junto a otros discursos. La labor no
carece de dificultades: extrañarse, ser anacrónico, alejarse de la sociedad para
reflexionar sobre ella y volver a ella con un saber académico que ayude a pensar la
propia experiencia. Sin falsas pretensiones de originalidad, concuerdo en aquella
premisa de que la labor histórica, más allá de que se estudien períodos lejanos en el
tiempo, es un ejercicio crítico que interviene en el propio presente y que se produce
desde un presente también propio.9 Hay allí una doble búsqueda contradictoria del
historiador en su oficio, la necesidad de alejarse para poner en perspectiva su mirada
y la necesidad de intervenir sobre ella, asumiendo las demandas que esta misma le
hace y reconociendo su compromiso ético-social. La tensión entre ambas pretensiones
da cuenta de la difícil tarea de mantener la premisa del compromiso social sin que ello
implique ignorar los procedimientos propios de la disciplina histórica.

8 No debemos olvidar que las representaciones respecto del pasado implican una intención del uso
político de ese pasado. Esta premisa vale tanto para los relatos de memoria como para el relato histórico.
9 Pienso aquí en Marc Bloch y en su libro “Apologie pour l’histoire ou métier d’historien”, en esa frase

inicial escrita indefectiblemente desde su presente, ese preguntarse ¿para qué sirve la historia? en el
contexto –social pero también personal- de la experiencia nazi.
Dictadura, pasado traumático e historia reciente en Argentina

Participando el año pasado del I Coloquio de Historia del Tiempo Presente en México
realizado en la UNAM en octubre de 2013, uno de los debates refirió a la pertinencia
del término “tiempo presente” para circunscribir los estudios sobre historia más
cercana, siguiendo la conceptualización propuesta por Julio Aróstegui. Uno de los
planteos de los colegas mexicanos hacia los argentinos era pensar si el término
historia reciente en Argentina no había quedado circunscripto y acotado a las
problemáticas vinculadas a la década del 60 y ’70, impidiendo el abordaje de otras
problemáticas pertinentes a la historia reciente argentina.

El interrogante planteado tiene cierta fundamentación. Desde los inicios del nuevo
siglo, se multiplicaron los estudios historiográficos sobre pasado reciente argentino y
oscilaron frecuentemente entre aquellos que abordaban los años ’60, la protesta
social, los proyectos revolucionarios y la última dictadura militar10. La multiplicación de
memorias en la segunda mitad de la década del ’90 y más a partir de la crisis de 2001
–que implicó una resignificación de las décadas pasadas, del propio presente y futuro-
encontramos un contexto propicio para la gestación de nuevos enfoques y
perspectivas en el estudio de la dictadura. La hegemonía de estas producciones
historiográficas marcó algunos de los derroteros iniciales de la historia reciente
argentina. No es casual que uno de los primeros libros que pretendieron dar cuenta de
los desafíos de la historia reciente en argentina iniciase con la siguiente frase “la
historia de la historia reciente es hija del dolor”.

Sin lugar a dudas los estudios sobre la militancia de los 60 y 70 y respecto de la última
dictadura militar son los más abundantes. En general hablar de historia reciente en
Argentina pareciera remitir específicamente a estas problemáticas, aún cuando no son
los únicos territorios de aquella. En ello concurren varias cuestiones. En principio la
falta de debates en el seno de los investigadores sobre los límites y alcances de la
historia reciente, en segundo lugar las exigencias propias de una sociedad que en
estos años ha revitalizado especialmente aquellas zonas sensibles de la propia

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Esto no niega la existencia de trabajos e investigaciones e diverso signo en las décadas previas. Los
derroteros posdictatoriales en Argentina permiten advertir que a diferencia de otras experiencias
traumáticas, no hubo lapsos de silencio social respecto de las violaciones a los derechos humanos. Incluso
antes de finalizada la dictadura ya se evidenciaban el reclamo de los movimientos de derechos humanos y
la creciente inquietud social respecto de la represión ejercida entre 1976/1983; en democracia la
investigación de la CONADEP y los juicios a las Juntas militares construyeron parte de los relatos más
significativos en torno al período. Asimismo el pasado dictatorial fue núcleo de reflexión de algunos
cientistas sociales -especialmente politólogos y sociólogos- y de periodistas. Los historiadores, sin
embargo quedaron al margen de ese proceso.
historia argentina, y por último, la generalización y adjudicación que muchos
historiadores dan a la historia reciente a partir de estas problemáticas específicas que
trabajan, olvidando otras esferas que, debemos reconocerlo, están menos extendidas
en los estudios de historia reciente. Es posible pensar que en la elección del término
historia reciente la preeminencia de las temáticas ya mencionadas hayan ejercido una
significativa presión en tanto quienes más alentamos su utilización trabajamos
específicamente sobre esos períodos.

Para quienes abordamos el estudio de la última dictadura militar 1976-1983, se vuelve


necesario entonces no desconocer que si bien forma parte de los estudios de historia
reciente, esta no se reduce a aquella, tiene una multiplicidad de dimensiones
entretejidas que la exceden. Para quienes trabajamos con procesos que implicaron la
desaparición, asesinato y tortura de miles de personas, debemos ser conscientes de
no considerar las especificidades de esta problemática como elemento único y central
para el estudio del pasado reciente, aún con todas sus significaciones. Y esto es
especialmente significativo cuando ya existe una generación de adultos jóvenes que
no nacieron en aquellos años. El recaudo de no generalizar a partir de las
singularidades de la problemática permite, por otro lado, reconocer la multiplicidad
temática que la historia reciente convoca y en la cual la dictadura, -como problema
específico- debe ser recontextualizada, esto es, comprender esa problemática
específica implica insertarla en la compleja trama de la historia considerando ese
tiempo flexible en el cual se mueve. Historizar la dictadura implica, entre otras cosas,
entender los lazos, las continuidades, las rupturas entre ella las décadas previas y los
tiempos posteriores, no simplemente como una lógica temporal progresiva de causas y
efectos sino elaborando críticamente los factores explicativos que nos permitan
entender su propia racionalidad y las marcas sociales que ha dejado.

BIBIOGRAFIA

ALONSO, Luciano. “Definiciones y tensiones en la formación de una Historiografía sobre el


pasado reciente en el campo académico argentino”, en BRESCIANO, Juan Andrés (comp). El
tiempo presente como campo historiográfico, Cruz del Sur, Montevideo, 2010.

Aróstegui Julio [Ver bien la propia época (nuevas reflexiones sobre el presente como como
historia), en Sociohistórica, 2001, n° 9 -10

ARÓSTEGUI, Julio. La historia de tiempo presente. ¿una cuestión de método?, en NAVAJAS


ZUBELDIA, Carlos. Actas del IV Simposio de Historia Actual, Logroño, 2002.

BRESCIANO, Juan Andrés (comp). El tiempo presente como campo historiográfico, Cruz del
Sur, Montevideo, 2010.
FRANCO, Marina y Florencia LEVIN, “El pasado cercano en clave historiográfica” en
FRANCO, Marina y Florencia LEVIN (comps.) Historia reciente. Perspectivas y desafíos para
un campo en construcción, Bs. As., Paidós, 2007.

PEROTIN DUMON, Anne, “Liminar. Verdad y memoria: escribir la historia de nuestro tiempo”,
en Anne PÉROTIN-DUMON (dir.). Historizar el pasado vivo en América Latina.
http://www.historizarelpasadovivo.cl/downloads/perotin.pdf

PITTALUGA, Roberto. “El pasado reciente argentino: interrogaciones en torno a dos


problemáticas”, en Ernesto Bohoslavsky, Marina Franco, Mariana Iglesias y Daniel Lvovich
(compiladores) Problemas de historia reciente del Cono Sur, Prometeo-UNGs, Bs. As., 2010,
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Rousso Henry, La trayectoria de un historiador del tiempo presente, 1975-2000, en Anne


PÉROTIN-DUMON (dir.). Historizar el pasado vivo en América Latina
http://www.historizarelpasadovivo.cl/downloads/rousso.pdf

SOTO GAMBOA, Ángel, “Historia del Presente: estado de la cuestión y conceptualización”,


HAOL, nº 3, 2004.

TRAVERSO, Enzo: “Historia y Memoria: Notas sobre un debate” en: FRANCO Marina y
Florencia LEVÍN (comps.). Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en
construcción, Bs. As., Paidós, 2007.

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