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Esa temática fue abordada por Juan Bosch, lo que permite una cosmovisión
del temple intelectual de quien enfrentó a los sectores más conservadores de la
Iglesia Católica, esgrimiendo una visual realista de la conducta de aquel
“satanizado” discípulo de Jesús.
En su libro Judas el Calumniado, Juan Bosch explica que luego de dos mil
años el Iscariote ha sido víctima del escarnio, sin el derecho a la defensa,
debido a que nunca antes de su muerte pudo explicar sus motivos.
Bosch argumenta que los cinco libros analizados por él, fríamente, sin
voluntad previa de hallar al discípulo referido culpable o inocente, lo llevan a
conclusiones inesperadas: “Judas no traicionó a Jesús, no le vendió, no le
besó, no cobró su infamia y por último no se ahorcó”. Ese juicio temerario del
escritor de cuentos enfrenta desde su esencia y origen, planteamientos
aceptados como verdad universal del mundo cristiano. Juicio puntilloso,
incluso para los más fanáticos, que se vuelve más agrio cuando se pregunta:
¿por qué pues, la acusación? Bosch atribuye a la acusación de traición un
matiz de contenido político “usado instintivamente por todos aquellos que se
lanzan a la conquista del poder, ya sea en una sociedad o en una
organización”.
El autor establece que la primera acusación contra Judas la hace Simón Pedro
y que la supuesta traición fue inventada por los celos enllamados que despertó
la designación del único hombre de los 12 que no era galileo: ocupó la
tesorería del grupo y aunque asume que sería aventurado pensar que Judas
quería encabezar la agrupación, se pregunta: “¿Pero quién asegura que sus
compañeros no le atribuyen esas ambiciones?”.
Es mejor poner a Bosch a decir, por qué Judas Iscariote:
“Muerto Jesús, la organización de la Iglesia era un hecho político que no podía
escapar a una ley universal en el fenómeno político. A la hora de ocupar el
primer puesto-vale decir, el poder- en la congregación no podía presentarse a
Caifás como el enemigo que debía odiarse, puesto que ese odio se fijaría en un
objeto externo a la organización misma, y era además un sentimiento que
atemorizaba, no unía, disgregaba; eso explica que la primera acusación fuera
la de Simón Pedro”.(Santiago de Chile, 1954, págs. 235,238 y 241).
El discipulado de Jesús era una organización aglutinante que Bosch vio como
un elemento de de disputa interna, una vez desaparecido el Mesías. ¿Pecó sólo
Judas Iscariote? ¿Acaso no fue elemento de desconfianza la negativa de Pedro
cuando en el pueblo le imputaron ser de los hombres del Rabí? Jesús hizo el
vaticinio en la misma mesa de la Santa Cena, en la cual anunció que sería
denunciado. Como se apunta en el Libro de San Mateo, versículo 69 de la
versión El Nuevo Testamento- Reina- Valera 1960, Pedro estaba sentado en el
patio; y se le acercó una criada diciendo: tú también estabas con Jesús el
galileo, más él negó delante de todos diciendo: “No sé lo que dices. Saliendo
él a la puerta le vio otra vez y dijo a los que estaban allí “también éste estaba
con Jesús Nazareno”, pero él dijo esta vez con juramento: no conozco al
hombre. Un poco después, acercándose los que allí estaban, dijeron a Pedro:
verdaderamente también tú eras de ellos, porque aun tu manera de hablar te
descubre, entonces él comenzó a maldecir y a jurar: no conozco al hombre, y
enseguida cantó el gallo. (Versículos 69-al 75).