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El Judas que vendió a Cristo por 30 monedas de plata y luego se suicidó,

ahorcándose por el dolor y los golpes de conciencia, es un motivo de


controversia, que surge y resurge, y que al mismo tiempo pocos autores se
atreven a referir, sobre todo en países que como República Dominicana,
poseen una profunda vehemencia cristiana.

¿Fue Judas un traidor o un sujeto del plan de Dios, manejado y destinado- o


ambas cosas a la vez-, con un plan preconcebido? Si el plan de Yahvé estaba
concebido para que Jesús el Unigénito, el Hijo del Hombre, viviera y
padeciera el más cruento de los sufrimientos, incluso la vejación, la
humillación y la muerte física, ¿no formaba parte Judas Iscariote de ese plan
superior que lo hizo seguir un guión ya escrito? Esa controversia, mítica o
histórica, está latente, e incluso se mantiene viva entre doctrinarios y
entendidos en la materia, que han visto en el comportamiento del discípulo
una simbología de la avaricia, la ambición y el materialismo, elementos
distorsionantes de las enseñanzas secretas llevadas a cabo por el Mesías, que
buscaban otros valores como la salvación del alma.

Esa temática fue abordada por Juan Bosch, lo que permite una cosmovisión
del temple intelectual de quien enfrentó a los sectores más conservadores de la
Iglesia Católica, esgrimiendo una visual realista de la conducta de aquel
“satanizado” discípulo de Jesús.

En su libro Judas el Calumniado, Juan Bosch explica que luego de dos mil
años el Iscariote ha sido víctima del escarnio, sin el derecho a la defensa,
debido a que nunca antes de su muerte pudo explicar sus motivos.

¿A qué se enfrentó Bosch al escribir sobre Judas? ¿Qué pensaron sus


enemigos políticos, los sectores eclesiásticos que lo adversaron y sus
detractores más encarnizados al darse a la tarea de revivir a un personaje
odiado por haber aceptado dinero para entregar a Jesús, el hombre ejemplo del
más grande amor hacia la humanidad?

Con sus antecedentes, su trajinar político y sus creencias no comprendidas, es


claro que muchos acentuaron sus disquisiciones y sus perfidias. El otro ángulo
es la honestidad del escritor fiel a sus ideas, que escribe porque es libre de
hacerlo y porque la autocensura no es una opción para el literato legítimo.
“Judas no escribió, no adujo palabra en su defensa; y durante dos mil años no
ha habido fuente directa en qué abrevar para justificar una revisión, del juicio
que le ha condenado como arquetipo de traidor”, escribió Bosch.

¿Qué ganancia obtiene Juan Bosch al convertirse en abogado de la defensa del


Judas y postular, con datos rigurosamente bien documentados, a favor de ese
ser despreciable que obró indignamente contra quien había nacido de vientre
de mujer pero que era el hijo del hacedor del universo? Es la osadía de rebatir
criterios desde un ámbito literario-conceptual, que como los más grandes de
todos los tiempos siembran en la controversia valores imperecederos del
pensamiento. Para Bosch existía el método de la contradicción de la Historia,
con la misma revisión de la Historia. Los acontecimientos fluyen como
corrientes de río, por el cauce que quien maneja la Historia, su historia,
dispone. Se descubre aquí la sabiduría de Bosch para escoger los escenarios.
Podía plantear la novela para limpiar de algún modo- y las vías de la ficción
permiten mil posibilidades-, esa vida que él supone enterrada por los oprobios
del prejuicio. Pero Bosch escogió la vía del ensayo, de la enumeración de los
hechos y al mismo tiempo de la enunciación dialéctica de la Historia. Del caso
de Judas Iscariote, el autor hizo una trasposición ejemplarizante de otro caso
de traición en la Historia: León Trotsky, de quien se decía traicionó los ideales
de la Revolución Rusa, pero, quien al decir de Bosch, vivió lo bastante para
defenderse y escribió explicando su conducta.

“Si los sucesores de Stalin en el mundo de la Revolución Rusa, sostienen ese


punto de vista, dentro de un siglo, suponiendo que el comunismo llegue a
gobernar en toda la tierra, no habrá ser vivo capaz de imaginarse, siquiera,
cuál fue la verdadera actuación de León Trotsky”, matiza Bosch en sus
interpretaciones sobre lo acontecido con Judas Iscariote.

El literato dominicano ha explicado que desde que ocurre el apresamiento de


Jesús en el Huerto de los Olivos, Judas desaparece de entre los discípulos.
Bosch, como intelectual de ideas firmes y haciendo galas de objetividad, fue
explícito al decir que Judas Iscariote, el Calumniado, como libro no tenía el
interés de defender al ahorcado y sin embargo, abunda planteando que el
estudio de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, además del Libro
de los Hechos de los Apóstoles, que al consignar del autor son los documentos
en los que basa sus argumentos la Iglesia Católica, “arroja resultados
sorprendentes en cuanto a la conducta de Judas Iscariote”.

Bosch argumenta que los cinco libros analizados por él, fríamente, sin
voluntad previa de hallar al discípulo referido culpable o inocente, lo llevan a
conclusiones inesperadas: “Judas no traicionó a Jesús, no le vendió, no le
besó, no cobró su infamia y por último no se ahorcó”. Ese juicio temerario del
escritor de cuentos enfrenta desde su esencia y origen, planteamientos
aceptados como verdad universal del mundo cristiano. Juicio puntilloso,
incluso para los más fanáticos, que se vuelve más agrio cuando se pregunta:
¿por qué pues, la acusación? Bosch atribuye a la acusación de traición un
matiz de contenido político “usado instintivamente por todos aquellos que se
lanzan a la conquista del poder, ya sea en una sociedad o en una
organización”.
El autor establece que la primera acusación contra Judas la hace Simón Pedro
y que la supuesta traición fue inventada por los celos enllamados que despertó
la designación del único hombre de los 12 que no era galileo: ocupó la
tesorería del grupo y aunque asume que sería aventurado pensar que Judas
quería encabezar la agrupación, se pregunta: “¿Pero quién asegura que sus
compañeros no le atribuyen esas ambiciones?”.
Es mejor poner a Bosch a decir, por qué Judas Iscariote:
“Muerto Jesús, la organización de la Iglesia era un hecho político que no podía
escapar a una ley universal en el fenómeno político. A la hora de ocupar el
primer puesto-vale decir, el poder- en la congregación no podía presentarse a
Caifás como el enemigo que debía odiarse, puesto que ese odio se fijaría en un
objeto externo a la organización misma, y era además un sentimiento que
atemorizaba, no unía, disgregaba; eso explica que la primera acusación fuera
la de Simón Pedro”.(Santiago de Chile, 1954, págs. 235,238 y 241).

La visión de Bosch sobrepasa en este trabajo, que primero se publicó en tres


artículos en la revista semanal Bohemia de la Habana, cualquier otro intento
por ofrecer una panorámica sobre Judas Iscariote y el abordaje temático del
conflicto. Juan Bosch se muestra como un intelectual sin prejuicios, que lejos
de confrontar a la Iglesia como muchos pudieron creer y lejos de expresar una
ideología procomunista y atea, en ese trabajo sustenta una tesis, que en la
distancia y revisado sin apasionamientos, se trata de un análisis político.

El discipulado de Jesús era una organización aglutinante que Bosch vio como
un elemento de de disputa interna, una vez desaparecido el Mesías. ¿Pecó sólo
Judas Iscariote? ¿Acaso no fue elemento de desconfianza la negativa de Pedro
cuando en el pueblo le imputaron ser de los hombres del Rabí? Jesús hizo el
vaticinio en la misma mesa de la Santa Cena, en la cual anunció que sería
denunciado. Como se apunta en el Libro de San Mateo, versículo 69 de la
versión El Nuevo Testamento- Reina- Valera 1960, Pedro estaba sentado en el
patio; y se le acercó una criada diciendo: tú también estabas con Jesús el
galileo, más él negó delante de todos diciendo: “No sé lo que dices. Saliendo
él a la puerta le vio otra vez y dijo a los que estaban allí “también éste estaba
con Jesús Nazareno”, pero él dijo esta vez con juramento: no conozco al
hombre. Un poco después, acercándose los que allí estaban, dijeron a Pedro:
verdaderamente también tú eras de ellos, porque aun tu manera de hablar te
descubre, entonces él comenzó a maldecir y a jurar: no conozco al hombre, y
enseguida cantó el gallo. (Versículos 69-al 75).

Si ciertamente Judas “vendió y entregó a Jesús”, Pedro, el más aguerrido


defensor del Maestro, lo negó tres veces antes de que el gallo cantara, como lo
había profetizado Jesús. ¿Hubo temor al escarnio público? ¿Dolía el dolor?
¿Era malo, indigno y pecador, Pedro? ¿Obedeció a lo trazado en un guión
preconcebido? Lo que hubo fue una lucha por la retención del poder y fue tan
ardua que incluso, en esencia, Pedro se convirtió “en la roca sobre la cual se
erigió la Iglesia”.
Bosch lo planteó de la manera siguiente: “ No hay sino una respuesta, y es que
en esa acusación (la de traidor sobre Judas) jugó un papel importante un factor
de índole política, usado instintivamente, por todos aquellos que se lanzan a la
conquista del poder, ya sea en una sociedad o en una organización. Cualquier
idea requiere ser divulgada en sentido positivo y en sentido negativo, si es que
ha de ser impuesta”. La interpretación de Bosch sobre la tal acusación de
traidor contra Judas- que la hubo según las narraciones bíblicas, estuvo
limitada a un asunto de celos: Judas manejaba las finanzas del grupo y
posteriormente podía alzarse con el santo y la limosna.
En el versículo 14 del capítulo Judas entrega a Jesús del Nuevo Testamento,
edición antes citada de Mateo, dice: “Entonces, uno de los doce, que se
llamaba Judas Iscariote fue a los principales sacerdotes y les dijo: qué me
queréis dar y os lo entregaré. Y ellos le asignaron treinta piezas de plata y
desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.
El juicio valorativo de Bosch de que la actitud fue política, recorre un largo
trayecto de más de dos mil años sobre una parte de la vida de Jesús de la cual
se han tejido especulaciones, señalado cuestionamientos, dudado de algunos
pasajes, lo que implica en el ensayista una preocupación intelectual, en la que
se hace parte del litigio y ocupa el lugar de la defensa que pocos se han
atrevido a insinuar, por lo espinoso del tema.
En definitiva, las apreciaciones de Juan Bosch sobre Judas el Calumniado,
abren una parte del pensamiento del escritor, quien con sentido crítico
emprendió un camino sin retroceso hacia la búsqueda-interpretativa o no- de
la verdad sobre el Iscariote. También, el texto de esta obra permite al lector
advertir que, a tantas décadas de haber sido escrito, resume la actualidad de un
debate imperecedero sobre la vida de Jesús, el hombre más importante en la
Historia de la Humanidad.

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