Вы находитесь на странице: 1из 2

¿Ha caído en el embrujo del gel antibacterial?

¿Es de esos que cargan en su bolso, cartera o


bolsillo un pequeño frasquito plástico con un producto incoloro (y a veces inodoro) que se
promociona como la mejor solución para combatir los microorganismos que nos rodean y
podrían convertirse en una amenaza para la salud?
Si respondió que sí, esta columna es para usted. Si respondió que no, igual le aconsejo que
siga leyendo porque este no es un escrito sobre bacterias, microbios y nuestra constante
lucha por permanecer saludables, sino más bien una reflexión respecto a la manera como
hemos llenado nuestra vida de cosas, productos y hasta personas que poco sirven. O, al
menos, que poco nos aportan.

Como un ejercicio plenamente humano, cada tanto deberíamos detenernos a reflexionar


sobre aquellos objetos o personas que resultan inútiles para nuestra vida y hacer tal y
como ocurre cuando se revisa el armario y se sacan las viejas chaquetas, los pantalones
desgastados o las camisas molidas que sabemos que nunca más vamos a usar. Lo inútil se
va, se bota, de ahí que inicie con el ejemplo del gel antibacterial.

Hace unos días, la investigadora Gabriele Berg, de la Universidad de Graz, en Austria,


presentó un estudio en el cual concluye que el exceso de higiene, en lugar de ser bueno para
la salud de los humanos, resulta absolutamente nocivo. La doctora Berg explica que el
uso del gel antibacterial va en contravía de lo que promueve, pues elimina la
capacidad del cuerpo de regular y controlar la presencia de bacterias (algunas no tan
nocivas) sobre la piel y, además, permite que esos microorganismos empiecen a hacerse
más y más resistentes a esos productos e, incluso, a algunos más poderosos, como los
antibióticos.

En conclusión: el gel antibacterial, tan en boga en nuestro tiempo, no es más que un


excelente truco para vender algo que científicamente no es tan bueno.

Y así pasa con infinidad de cosas que nos rodean. ¿Acaso no hay algo más inútil que ir por
la vida poniéndole al perro de la casa un saquito porque hace frío? ¿O poniéndole zapatos
porque va a salir a la calle? ¿No es un absurdo que a finales de la segunda década del siglo
veintiuno, muchos sigan considerando que el uso o no uso de traje y corbata permite definir
la estatura moral y social de una persona, cuando en realidad la corbata no es más que un
accesorio trivial e inútil?

Sin duda, el padre de la infortunadamente famosa Jenny Ambuila, funcionario de la Dian y


ahora señalado de haberse enriquecido con dineros del contrabando, usaba corbata en sus
reuniones. Seguro utilizaba el uniforme de la persona honesta, porque (según piensan
algunos) alguien que usa traje es mejor persona que alguien que anda en tenis y camiseta.
Nada más errado.

Ni un Lamborghini, ni un bolso Chanel, ni unos zapatos Hermès ni una billetera Louis


Vuitton son la persona que los usa. Todo es un embuste. Y quien compra esas marcas
para sentirse más que los demás cae exactamente en el mismo error que aquel que usa el gel
antibacterial para matar los gérmenes: ni el gel le salva a uno la vida, ni las marcas de lujo
lavan el dinero conseguido luego de clavarles una puñalada por la espalda a la Dirección de
Impuestos Nacionales y, de paso, a todo el país.

Lamentablemente, Colombia está llena de Ambuilas. Llena de personas que viven de lo


inútil, de aquello que en realidad no deja nada, pero que viven buscando esa aprobación
social que ofrece lo innecesario.

#PreguntaSuelta: ¿De verdad obras como dos metrocables, un metro más extenso,
educación superior gratuita, cambio a buses eléctricos y tantas otras cosas maravillosas que
andan diciendo (y prometiendo) los precandidatos a la alcaldía de Bogotá se pueden pagar
con el exiguo presupuesto de la ciudad?

Вам также может понравиться