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El psicoanálisis es una corriente psicológica cuyo autor más renombrado es Sigmund Freud.
Desde luego hay otros representantes como Ana Freud, Alfred Adler y Carl Jung. Se trata de una
gran teoría compleja compuesta a su vez de teorías más específicas.
Freud habla de la teoría topográfica, la teoría estructural, la teoría instintiva y la teoría del
desarrollo psicosexual. Estas, en conjunto, sumadas a otros diferentes planteamientos son lo
que denominamos psicología psicoanalítica o psicodinámica.
En primer lugar está la teoría topográfica. De acuerdo con esta teoría el psiquismo presenta
tres grandes niveles o espacios: el consciente, el preconsciente y el inconsciente. Freud no
inventó exactamente el concepto de mente consciente versus mente inconsciente, pero desde
luego lo hizo popular. La mente consciente es todo aquello de lo que nos damos cuenta en un
momento particular: las percepciones presentes, memorias, pensamientos, fantasías y
sentimientos. Cuando trabajamos muy centrados en estos apartados es lo que Freud
llamó preconsciente, algo que hoy llamaríamos "memoria disponible": se refiere a todo aquello
que somos capaces de recordar; aquellos recuerdos que no están disponibles en el momento,
pero que somos capaces de traer a la consciencia. Actualmente, nadie tiene problemas con estas
dos capas de la mente, aunque Freud sugirió que las mismas constituían solo pequeñas partes
de la misma.
La parte más grande estaba formada por el inconsciente e incluía todas aquellas cosas que no
son accesibles a nuestra consciencia, incluyendo muchas que se habían originado allí, tales
como nuestros impulsos o instintos, así como otras que no podíamos tolerar en nuestra mente
consciente, tales como las emociones asociadas a los traumas.
La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo lleno de objetos. Entre ellos, hay uno
especial: el cuerpo. El cuerpo es especial en tanto actúa para sobrevivir y reproducirse y está
guiado a estos fines por sus necesidades (hambre, sed, evitación del dolor y sexo). Una parte
muy importante del cuerpo la constituye el sistema nervioso, del que una de sus características
más prevalentes es la sensibilidad que posee ante las necesidades corporales. En el nacimiento
este sistema es poco más o menos como el de cualquier animal, una "cosa", es el Ello. El sistema
nervioso como Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas motivacionales
llamadas pulsiones. Freud también los llamó deseos. Esta traslación de necesidad a deseo es
lo que se ha dado a conocer como proceso primario. En suma, el primer componente es el ello
que inicialmente hace referencia a las necesidades y deseos del organismo manifestada gracias
al funcionamiento de sistema nervioso.
El Ello tiene el trabajo particular de preservar el principio de placer, el cual puede entenderse
como una demanda de atender de forma inmediata las necesidades. Imagínese por ejemplo a
un bebé hambriento en plena rabieta. No "sabe" lo que quiere, en un sentido adulto, pero "sabe"
que lo quiere... ¡ahora mismo! El bebé, según la concepción freudiana, es puro, o casi puro Ello.
Y el Ello no es más que la representación psíquica de lo biológico.
Menos mal que existe un segundo componente: el yo. Es el consciente, que está agarrado a la
realidad a través de los sentidos. Alrededor de esta consciencia, algo de lo que era "cosa" se va
convirtiendo en Yo en el primer año de vida del niño. El Yo se apoya en la realidad a través de
su consciencia, buscando objetos para satisfacer los deseos que el Ello ha creado para
representar las necesidades orgánicas. Esta actividad de búsqueda de soluciones es
llamada proceso secundario.
El Yo, a diferencia del Ello, funciona de acuerdo con el principio de realidad, el cual estipula
que se "satisfaga una necesidad tan pronto haya un objeto disponible". Representa la realidad y
hasta cierto punto, la razón.
No obstante, aunque el Yo se las ingenia para mantener contento al Ello (y finalmente al cuerpo),
se encuentra con obstáculos en el mundo externo. En ocasiones se encuentra con objetos que
ayudan a conseguir las metas. Pero el Yo capta y guarda celosamente todas estas ayudas y
obstáculos, especialmente aquellas gratificaciones y castigos que obtiene de los dos objetos más
importantes del mundo de un niño: mamá y papá. Este registro de cosas a evitar y estrategias
para conseguir es lo que se convertirá en Superyo. Esta instancia no se completa hasta los siete
años de edad y en algunas personas nunca se estructurará.
Hay dos aspectos del Superyo: uno es la consciencia, constituida por la internalización de los
castigos y advertencias. El otro es llamado el Ideal del Yo, el cual deriva de las recompensas y
modelos positivos presentados al niño. La consciencia y el Ideal del Yo comunican sus
requerimientos al Yo con sentimientos como el orgullo, la vergüenza y la culpa.
En tercer lugar tenemos la teoría instintiva o de las pulsiones. Freud consideró que todo el
comportamiento humano estaba motivado por las pulsiones, las cuales no son más que las
representaciones neurológicas de las necesidades físicas. Al principio se refirió a ellas
como pulsiones de vida. Estas pulsiones perpetúan (a) la vida del sujeto, motivándole a buscar
comida y agua y (b) la vida de la especie, motivándole a buscar sexo. La energía motivacional
de estas pulsiones de vida, el "oomph" que impulsa nuestro psiquismo, les llamó libido, a partir
del latín significante de "yo deseo".
La experiencia clínica de Freud le llevó a considerar el sexo como una necesidad mucho más
importante que otras en la dinámica de la psiquis. Somos, después de todo, criaturas sociales y
el sexo es la mayor de las necesidades sociales. Pero, aunque debemos recordar que cuando
Freud hablaba de sexo, hablaba de mucho más que solo el coito, la libido se ha considerado
como la pulsión sexual.
Más tarde en su vida, Freud empezó a creer que las pulsiones de vida no explicaban toda la
historia. La libido es una cosa viviente; el principio de placer nos mantiene en constante
movimiento. Y la finalidad de todo este movimiento es lograr la quietud, estar satisfecho, estar
en paz, no tener más necesidades. Se podría decir que la meta de la vida, bajo este supuesto,
es la muerte. Freud empezó a considerar que "debajo" o "a un lado" de las pulsiones de vida
había una pulsión de muerte. Empezó a defender la idea de que cada persona tiene una
necesidad inconsciente de morir.
Parece una idea extraña en principio, y desde luego fue rechazada por muchos de sus
estudiantes, pero creemos que tiene cierta base en la experiencia: la vida puede ser un proceso
bastante doloroso y agotador. Para la gran mayoría de las personas existe más dolor que placer,
algo, por cierto, que nos cuesta trabajo admitir. La muerte promete la liberación del conflicto.
Freud se refirió a esto como el principio de Nirvana. Nirvana es una idea budista usualmente
traducida como "Cielo", aunque su significado literal es "soplido que agota", como cuando la
llama de una vela se apaga suavemente por un soplido. Se refiere a la no-existencia, a la nada,
al vacío; lo que constituye la meta de toda vida en la filosofía budista.
De otro lado tenemos la teoría del desarrollo psicosexual. Freud observó que en distintas
etapas de nuestra vida, diferentes partes de la piel que nos daban mayor placer. Más tarde, los
teóricos llamarían a estas áreas zonas erógenas. Vio que los infantes obtenían un gran monto
de placer a través de chupar, especialmente del pecho. De hecho, los bebés presentan una gran
tendencia a llevarse a la boca todo lo que tienen a su alrededor. Un poco más tarde en la vida,
el niño concentra su atención al placer anal de retener y expulsar. Alrededor de los tres o cuatro
años, el niño descubre el placer de tocarse sus genitales. Y solo más tarde, en nuestra madurez
sexual, experimentamos un gran placer en nuestras relaciones sexuales. Basándose en estas
observaciones, Freud postuló su teoría de los estadios psicosexuales.
La etapa oral se establece desde el nacimiento hasta alrededor de los 18 meses. El foco del
placer es, por supuesto, la boca. Las actividades favoritas del infante son chupar y morder.
La etapa anal se encuentra entre los 18 meses hasta los tres o cuatro años de edad. El foco del
placer es el ano. El goce surge de retener y expulsar.
La etapa fálica va desde los tres o cuatro años hasta los cinco, seis o siete. El foco del placer
se centra en los genitales. La masturbación a estas edades es bastante común.
La etapa de latencia dura desde los cinco, seis o siete años de edad hasta la pubertad, más o
menos a los 12 años. Durante este período, Freud supuso que la pulsión sexual se suprimía al
servicio del aprendizaje. Debo señalar aquí, que aunque la mayoría de los niños de estas edades
están bastante ocupados con sus tareas escolares, y por tanto "sexualmente calmados", cerca
de un cuarto de ellos están muy metidos en la masturbación y en jugar "a los médicos". En los
tiempos represivos de la sociedad de Freud, los niños eran más tranquilos en este período del
desarrollo, desde luego, que los actuales.
Estas etapas constituyen una verdadera teoría de períodos que la mayoría de los freudianos
siguen al pie de la letra, tanto en su contenido como en las edades que comprenden.
Por otra parte, no se puede hablar de psicoanálisis sin referirse al concepto de la Represión.
La Represión, defensa que Anna Freud llamó también "olvido motivado" es simplemente la
imposibilidad de recordar una situación, persona o evento estresante. Esta defensa también es
peligrosa y casi siempre va acompañada de otras más. Aquello que es reprimido se almacena
en el inconsciente. Cuando la carga negativa de aquello que es reprimido es muy fuerte esa
energía busca a escapar y se manifiesta en fenómenos como los sueños, los actos fallidos, los
lapsus linguae y los síntomas neuróticos.
El psicoanálisis es un tratamiento mucho más intensivo que las terapias psicodinámicas. La cura-
tipo psicoanalítica se practica 3 o 4 veces por semana; por su parte, las sesiones de las terapias
psicodinámicas tienen una frecuencia más variable, teniendo lugar semanalmente o incluso de
forma menos habitual.
3. Encuadre de la terapia
Las terapias psicodinámicas se han desarrollado en buena medida como formas de aplicar los
planteamientos del psicoanálisis al manejo de problemas concretos. Esto hace que resulten
mucho más eficientes y, según algunas personas, superficiales, puesto que se abandona el
objetivo tradicional de modificar la estructura de personalidad en su conjunto.
5. Focos terapéuticos
Esta diferencia se vincula a la profundidad del análisis. Mientras que muchas terapias
psicodinámicas se focalizan en los procesos inconscientes relacionados con el motivo de
consulta del cliente, en el psicoanálisis se plantea la necesidad de manejar focos múltiples y
móviles: los pensamientos inconscientes que surgen a partir de la relación terapéutica y de la
transferencia. En cierto sentido, los psicoanalistas se proponen intervenir en conflictos que el
paciente no sabe que tiene (algo no exento de polémica).
6. Fundamentación teórica
7. Técnicas utilizadas
9. Indicaciones terapéuticas