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Enfoque Psicoanalítico

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL PSICOANALISIS.


Para hablar del Psicoanálisis, tenemos que referirnos a su máximo representante que fue
Sigmund Freud, quien nace pocos años antes que Darwin(1859), publicara su obra el "Origen de
las Especies" y cuyos críticos de entonces, la consideraron como una aberración, tal como señala
Kriz (1985).
Los criterios científicos de entonces, eran mediatizados al tener una interpretación acorde con
los principios de la Biblia, donde las diferencias raciales sobre la base de los grados de
degeneración, que se habían producido a partir del estado original de perfección; puesto que
todos los pueblos descendían de Adán y Eva y la degeneración se daba más en unos que en
otros.
Kriz, (1985) señala que S.E.MORTON en el año de 1850, publicó varios volúmenes con
mediciones y tablas de mediciones cerebrales refiriendo que elvolumen del cerebro era un
indicador del estado de desarrollo o de las capacidades intelectuales innatas, donde ubicaba al
blanco en la cúspide de la jerarquía y a los amerindios hacia la mitad, quedando en el último de
los escalones los negros.
Broca (1861, citado por Kris, 1985) consideraba que las mujeres "eran un poco más tontas que
los hombres". GUSTAVO LE BON argumentaba que en las razas más inteligentes como la de
los parisinos, existe gran cantidad de mujeres cuyo cerebro, por su tamaño se aproxima más al
del gorila que al de los cerebros masculinos más desarrollados.
En el Siglo XIX, surge la revolución Científico-técnica con una cosmovisión materialista, la misma
que negaba la existencia de todo aquello que no se pudiera demostrar con métodos físico-
químicos, donde se explicaba y clasificaba las enfermedades mentales recurriendo a esquemas
somatogénicos con toda naturalidad.
Las afecciones psíquicas se consideraban casi exclusivamente como enfermedades del
encéfalo, la psiquiatría era en lo esencial una neurología.
PLANTEAMIENTO FILOSÓFICO
Después de haber recorrido los antecedentes previos al surgimiento del Psicoanálisis, se dan
planteamientos filosóficos de estudiosos como el caso de:
S. Kierkegaard (1813-1855) y F. Nietzsche (1844- 1900) que no obstante tener posiciones
divergentes compartían la existencia de algunos sentimientos subconscientes.
Asimismo, A. Schopenhauer (1788-1860) registra experiencias psicológicas de la vida cotidiana
y observaciones inconscientes, incluso en su obra se hace mención de sueños, hipnosis,
compulsión de la repetición, deseo de muerte, represión, racionalización, términos que nos
recuerda la obra de Freud.
Entre los antecedentes de la obra de Freud, encontramos la de otro ilustre filósofo valenciano
que fue L. VIVES (1493-1541), que plantea la doctrina de la asociación de ideas y temas
relacionados con el olvido, y que tienen una relación con el inconsciente y las asociaciones libres
del psicoanálisis.
CARPINTERO (1994) "ZILLBORG llegó a verle como "el primer antecesor verdadero de Freud,
cuyas contribuciones a la Psicología sobrepasan a las de todos sus contemporáneos y a las de
muchos de sus descendientes científicos en más de tres siglos" (Zillborg y Henry, 1968)
F.A.Mesmer (1734-1815) considerado el Precursor de la hipnosis, logró a través de su
metodología tratar determinados síntomas de la histeria, metodología que fue adoptada por los
maestros de Freud, Breuer, Charcot, Janet Liebault y Berheim (1982).
SURGIMIENTO DEL PSICOANÁLISIS Sigmund Freud nació en mayo de 1856 en Freiberg
pequeña ciudad de lo que es actualmente la RepúblicaCheca, pero que pertenecía a la sazón
del Imperio austro-húngaro. Freud murió en 1939, en Londres, ciudad a la que se traslado debido
a los avances del nazismo, ya que era de ascendencia judía.
Sus años de experiencia psicoanalítica los realizó en Viena, donde sus teorías no habrían de
tener muy buena acogida durante los primeros años de su trabajo, especialmente entre los
círculos médicos; a pesar de ser él mismo graduado en medicina y especialista en neurología.
El legado de sus investigaciones no se centra en la medicina como tal, sino que deben su
reconocimiento histórico a la elaboración de un método que parte del inconsciente para tratar
las enfermedades mentales.
Freud abandonó pronto sus investigaciones neurológicas para dedicarse de pleno al estudio de
los entonces llamados "enfermos nerviosos", percatándose rápidamente de lo incorrecto de las
terapias utilizadas para la rehabilitación de estos enfermos.
Freud, utilizó la hipnosis durante un cierto tiempo pero descartó esta técnica terapéutica tras
comprobar que sus efectos sólo se mantenían mientras el enfermo permanecía bajo la sugestión
hipnótica; una vez desaparecida está, volvían a reaparecer los mismos síntomas patológicos.
Su gran oportunidad le llegaría con una beca que le permitió ir a París para estudiar con Charcot,
célebre especialista de enfermedades nerviosas que trabajaba en el hospital parisino de la
Salpêtrière, dónde había llevado a cabo, tras numerosas investigaciones,
una observación sorprendente, y que habría de interesar mucho a Freud: en todos los historiales
clínicos de las histerias siempre aparecía la sexualidad como problema.
Años después, Freud publicó Estudios sobre la histeria, y, en numerosos trabajos posteriores la
relación de la histeria con problemas sexuales quedó definitivamente establecida.
A principios del siglo (1900), publicó La interpretación de los sueños, libro donde Freud
desarrollaba una tesis fundamental "los sueños no sólo son un producto psíquico desechable,
como se creía hasta el momento, sino que representan un trabajo psíquico normal lleno de
sentido".
Los primeros años de trabajo fueron años de aislamiento, y durante ellos Freud llegó a una serie
de conclusiones fruto de sus estudio e investigación: fundación e importancia de los sueños,
división de la estructura psíquica en consciente e inconsciente, existencia de la sexualidad
infantil, etc. Todas estas investigaciones promovieron el escándalo, y lo sumieron aún más en la
soledad y el aislamiento.
OBJETO DE ESTUDIO.
La idea del inconsciente llega al psicoanálisis a través de dos caminos: la filosofía y
la psicología de la época. En síntesis, se podría concebir lo inconsciente como una degradación
de la conciencia. Esta idea se encuentra ilustrada en la ya famosa metáfora de la linterna: "un
haz de luz con foco de luminosidad central y zona de progresiva oscuridad hacia los bordes de
esa circunferencia de luz". La zona central de la luz es la representación de la conciencia; la zona
de progresiva degradación de la luz se identifica con lo inconsciente.
Freud parte de un hecho simple para ilustrar lo inconsciente: cualquier representación o elemento
psíquico puede estar presente en nuestra conciencia y luego desaparecer. Y, sin embargo, puede
volver a reaparecer a través del recuerdo, no como otra consecuencia de la representación
sensorial. Esto equivalía, para Freud, a que dicha representación o elemento
había estado latente (no explicitado a nivel consciente), y este hecho era una dimensión del
inconsciente.
Según la teoría psicoanalítica, las representaciones del inconsciente tienen la particularidad de
incidir de manera decisiva en la vida psíquica del sujeto (neurosis); son eficaces. Para los
psicoanalistas, los síntomas propios de la neurosis o la psicosis son el efecto de algo que el
sujeto no conoce, pero la suficientemente eficaz como para contrariar la misma voluntad.
Piénsese en un síntoma como el insomnio, en que el propósito consciente de dormir, se ve
obstaculizado por alguna preocupación inconsciente.
En función de lo expuesto, la vida psíquica no tiene su centro emisor en la conciencia
del hombre en su racionalidad. Como consecuencia de ello se produce un desplazamiento
del interés del estudio hacia lo inconsciente para determinar las leyes y mecanismos de su
funcionamiento. Los contenidos inconscientes tienen un papel determinante en la vida psíquica.
Método
El problema del método en relación a la teoría psicoanalítica ha constituido un aspecto crítico en
su consideración epistemológica. Numerosos estudiosos, psicoanalistas o teóricos de otras
disciplinas, lo han planteado desde diversas perspectivas, apoyándose a menudo, en los textos
de Freud, proporcionando, la mayoría de las veces, respuestas que no siempre han conducido a
un acuerdo ni a un esclarecimiento consensuado. Es probable que ello se deba a otra cuestión
planteada polémicamente, acerca del estatuto científico del psicoanálisis, y que remite en forma
directa al carácter del método.
A menudo ello responde a posiciones epistemológicas subyacentes y a concepciones del
psicoanálisis divergente en varios aspectos, que constituyen dispositivos de lectura e
interpretación de los textos, cuyo posicionamiento no siempre aparece explicitado. A pesar del
interés que reviste esta problemática, en este trabajo, no nos detendremos en su elucidación,
sino más bien intentaremos analizar cómo Freud fue adoptando
diversos procedimientos metodológicos que le permitieron, demarcar los problemas e ir
configurando el objeto del psicoanálisis y el método que le permitiría abordar lo inconsciente. En
este sentido los textos freudianos ofrecen un inestimable material para el análisis epistemológico.
Freud, parece ser muy explícito cuando en Esquemas del Psicoanálisis (l910) y en su
Autobiografía (l924), narra la génesis de la teoría psicoanalítica, atribuyéndole al método un papel
fundamental en su desarrollo y en las modificaciones introducidas en la misma, así como sus
consecuencias en las prácticas investigativas y terapéuticas. No solamente en estos textos se
plantea esta cuestión; a lo largo de su extensa producción retorna permanentemente a ella
reestructurando el sistema de articulaciones entre los aspectos que distingue en el psicoanálisis.
A este propósito, es interesante recordar que: "Psicoanálisis es el nombre: 1°. De un método
para la investigación de procesos anímicos incapaces de ser accesibles de otro modo. 2°. De un
método terapéutico de perturbaciones neuróticas basado en tal investigación; y 3°. de una serie
de conocimientos psicológicos así adquiridos que van constituyendo paulatinamente una
nueva disciplina científica".
Después de una breve experiencia clínica en la que utiliza ocasionalmente la hipnosis, obtiene
una beca para realizar estudios en la Salpêtrière, bajo ladirección de Charcot, quien ejerce gran
influencia en el medio científico por sus investigaciones sobre la histeria y los efectos logrados
por el hipnotismo y la sugestión. De regreso a Alemania se interesa por la neuropatología infantil.
Sin embargo, el impacto producido por Charcot, lo lleva a realizar algún intento de difusión de
sus experiencias y a la traducción de las Lecciones sobre las enfermedades del sistema
nervioso, escrito por el admirado maestro.
Hasta que la amistad trabada años antes con Breuer, los lleva a colaborar en la escritura de
un texto sobre el tratamiento hipnótico y le abre la posibilidad de retomar, conjuntamente con su
amigo, el resultado de investigaciones terapéuticas que aquel había realizado poco antes y que
había abandonado, desconociendo que su elaboración conduciría a un descubrimiento
fundamental. Este sólo sería comunicado años después en unas publicaciones que aparecieron
con el título Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos (1893) y Estudios sobre
la histeria (l895)
Freud nos transmite la experiencia de la construcción del psicoanálisis desde sus primeras
preocupaciones, y lo hace dramáticamente fundiéndola con la historia de su propia existencia:
"Mi vida sólo tiene interés en su relación con el psicoanálisis".
Ese fue el escenario que frecuentó Freud, deslumbrado por la tarea de su maestro. Sin embargo
algo de "eso" que se ocultaba, mostraba los signos de una verdad que debía ser descubierta.
Este fue el propósito de Freud y su valentía, cuando logró formular la hipótesis de la relación
entre la histeria y la sexualidad y los procedimientos tentativos para eliminar los síntomas de las
enfermas.
Para ello debió vencer los obstáculos epistemológicos, que representaban en el momento que
comienza su actividad como médico, la concepción imperante de las enfermedades nerviosas,
la autoridad de sus maestros y sobre todo la terapéutica recomendada por Erb en su difundido
texto sobre la electroterapia. El abandono de otros métodos psicoterapéuticos "más casuales y
menos sistemáticos", le permitió realizar una primera ruptura, relacionando la hipnosis y la
sugestión.
Freud nos señala el momento epistemológico crucial en que sus prácticas clínicas demandaron
al mismo tiempo una práctica de investigación, lo cual lo pondrá en el camino de una
nueva producción de conocimientos para montar un aparato no sólo descriptivo, sino
fundamentalmente explicativo de los fenómenos psíquicos.
Principios básicos
En sus primeros trabajos (con Breuer, 1882-1895), Freud utilizaba la hipnosis, como método
sugestivo que permitía calmar la sintomatología neurótico que se apreciaba en muchos de sus
pacientes. Breuer en su tratamiento con Ana O. comprobó cómo en estado hipnótico la paciente
asociaba espontáneamente con determinados contenidos que parecían estar en el origen de la
enfermedad. Era entonces claro que las asociaciones conducían a determinados núcleos
responsables de la enfermedad. Parecía coherente buscar la causa de los síntomas en un trauma
temprano. La hipótesis central fue que la causa genuina del efecto terapéutico se situaba en el
recuerdo y la revivencia de experiencias traumáticas.
La proliferación de contenidos íntimos sexuales en las asociaciones de algunos de sus pacientes,
que demostró el importante papel que se debía atribuir al vínculo del cliente con el terapeuta
(transferencia), lo llevó a esbozar su teoría de la libido (ruptura con Breuer). En un principio pensó
que en la base del conflicto histérico había una seducción real, padecida en la temprana infancia,
y el síntoma reflejaba un compromiso entre el recuerdo y la defensa frente a ese síntoma. Con
posterioridad (hacia 1897), modificó esta hipótesis: ya no se trataba de vivencias reales sino de
fantasías del paciente.
El trabajo con la hipnosis demostró bastantes deficiencias; no todos los sujetos eran
hipnotizables y muchos de los síntomas parecían retomar después del influjo sugestivo (a esto
podemos sumar la mala fama de hipnólogo que tenía Freud). Hubo un período de transición
donde utilizó la técnica que denominó Coerción Asociativa, que consistía en establecer
una presión sugestiva para que el sujeto recordase, pero pronto comenzó con el método de la
asociación libre, donde el paciente se acostaba sobre el diván y declaraba todo lo que se le
ocurría sin ejercer ningún tipo de censura sobre ello (regla básica del psicoanálisis). Este
desarrollo técnico, junto con la aparición del trabajo La interpretación de los sueños (1900),
donde Freud empezó a diseñar su modelo tópico (la diferenciación del aparato psíquico
en sistemas parciales, consciente, preconsciente e inconsciente) configura lo que serían los
comienzos del psicoanálisis.
Uno de los temas centrales que se fue configurando en el trabajo psicoanalítico fue el de
la "resistencia". El paciente se resistía a hacer consciente lo inconsciente. La elaboración de
estas resistencias pasó cada vez a ser más importante en la clínica psicoanalítica. Otra idea
fundamental fue la de la "transferencia" que venía a indicar cómo el paciente actualizaba
determinados prototipos de relaciones pasadas (básicamente relaciones familiares) en la figura
del terapeuta, lo que vendría a decir que se transferían vivencias efectivas y pautas
de conducta del cliente sobre el terapeuta (para Freud, el sujeto transfería para no recordar, por
lo que la transferencia se convertía en una resistencia, pero al mismo tiempo permitía la
actualización del material inconsciente y por tanto se convertía en un requisito básico para el
análisis).
Antes de 1900, Freud hablaba de una energía psíquica de fuentes fisiológicas, esta energía
afectiva se caracterizaba como "cantidad de excitación", Freud puso de relieve de manera cada
vez más clara el origen sexual de esta energía de excitación (donde sexual no se reducía al
ámbito genital), denominando a esta energía libido. En este contexto Freud trazó una distinción
entre neurosis actuales y psiconeurosis de defensa, las primeras se producían por la
acumulación de excitación sexual, Freud pensaba en una intoxicación por
los productos del metabolismo de sustancias sexuales. En cambio, la formación de síntomas en
la psiconeurosis era debida a la expresión simbólica de conflictos de la temprana infancia en
conexión con el desarrollo libidinal.
En su trabajo, Tres ensayos para una teoría sexual (1905), Freud en su teoría del
desarrollo psicosexual la sexualidad abarca la organización total de la libido, y el modelo de fases
postula que diferentes órganos, en una secuencia ordenada, entran en escena unos después de
otros.
Primero nos encontramos con la fase oral, que se extiende más o menos todo el primer año de
vida; su zona erógena es la boca y la satisfacción se liga a la toma de alimento y al chupeteo del
pecho materno; se distingue una fase oral temprana (mamar) y una fase oral-sádica (morder).
Del segundo al tercer año comienza la fase anal; en este período es fundamental la función de
la excreta, y toda la lucha que aparece en relación con esta función. El juego con los
excrementos, el placer en la retención, al mismo tiempo que la imposición por parte de los padres
de las normas de limpieza, va generando una suerte de satisfacciones y al mismo tiempo de
agresividad con los progenitores que le exigen control, dando pie a la aparición de pulsiones
sádicas en el niño. Del cuarto al sexto año de vida aparecería la fase fálica, donde el genital
masculino jugaría un papel fundamental, siempre en relación con perderlo (caso de los hombres)
o con envidiarlo, caso de las mujeres. Luego aparecería una fase de latencia y con
la pubertad volvería a activarse plenamente la vida sexual, denominando a esta fase genital.
El ser humano después de su nacimiento sigue mostrándose en una actitud de fusión con su
madre, fusión que empieza a quebrarse a partir de la fase fálica, en la que a partir de la función
paterna, el niño y la madre han de renunciar a esa "célula narcisista". Esto facilita que el niño se
identifique a su padre, aceptando una cierta dosis de castración y al mismo tiempo produciéndose
la posibilidad de desear a otros objetos. En la niña el Edipo tiene una suerte de complejidad por
el hecho de tener que ser llevado a cabo en dos tiempos, el pasaje de la madre al padre, pero
esto no nos lleva a hablar de un complejo de Electra, término que Freud desautorizó desde un
primer momento.
Antes de la aparición de su artículo El Ello y el Yo (1924) ya Freud había ido virando hacia la
consideración estructural del aparato psíquico. Distingue tres instancias: el ello que recibe toda
su energía de los órganos interiores y podemos considerarlo como el receptáculo del mundo
pulsional; el yo que es la instancia que regula el marco pulsional con la realidad externa, a saber
procuraría a las necesidades básicas emocionales y a los impulsos pulsionales un cumplimiento
acorde con la realidad y al mismo tiempo tendría en cuenta las restricciones provenientes
del superyó, tercera instancia que haría referencia a la interiorización de normas
y valores pertenecientes al mundo exterior que acabarían perteneciendo al fuero interno.
Freud en 1914, en su escrito Introducción al Narcisismo, plantea una oposición entre la libido
del yo y la libido objetal. Cuanto mayor es la primera, tanto más pobre es la segunda, y sólo la
carga de objetos haría posible distinguir una energía sexual, la libido, de una energía de los
instintos del yo. En un principio Freud utilizó el término autoerotismo para indicar esa fase inicial
del desarrollo donde la libido está dirigida sobre el propio cuerpo y encuentra satisfacción en la
misma zona erógena sin necesitar de un objeto exterior; el narcisismo, por el contrario se trata
de libido yoica, de la investidura del yo propio con libido. En los trabajos posteriores (1920) Freud
introduce un cambio: la diferencia entre "autoerotismo" y "narcisismo" pasa a ser la diferencia
entre "narcisismo primario" y "narcisismo secundario". El primero indica un estadio de desarrollo
que es anterior a la formación del yo, y cuyo modelo sería la vida intrauterina. Por "narcisismo
secundario" Freud entiende la libido retirada de la investidura de objeto.
En 1920 Freud escribe, Más Allá del Principio del Placer. Durante mucho tiempo la teoría
psicoanalítica supuso que el curso de los procesos anímicos estaba regulado automáticamente
por el principio del placer. El Psicoanálisis postulaba el origen del conflicto en el sujeto a partir
de la problemática suscitada entre las pulsiones vinculadas al placer y lo que denominó
el principio de realidad. Este elemento pulsional en el cual se corporeizaba el placer fue
denominado por Freud Eros (pulsión de vida). Algunos aspectos del desarrollo del trabajo clínico
del fundador del psicoanálisis (como el desarrollo del concepto de la compulsión a la repetición)
le hicieron dudar de esa regulación automática por parte del principio del principio del placer e
introdujo otra pulsión, Thanatos (pulsión de muerte), la cual aspira a la resolución total de las
tensiones, es decir, a retrotraer el ser vivo al estado inorgánico, y por ello se convierte en una
pulsión autodestructiva. Esta energía destructiva dirigida hacia fuera se exterioriza como
agresión y destrucción. La meta de Eros es producir y conservar unidades cada vez más grandes
por medio de ligazones, la de Thanatos es disolver conexiones y de este modo destruir las cosas.
Estas dos pulsiones básicas se conjugarían en diversas combinaciones, en forma de diversas
pulsiones subordinadas, produciendo la variedad de fenómenos de la vida.
El conflicto es vital para la teoría psicoanalítica, en un principio encontramos la disyuntiva
"principio del placer"-"principio de realidad", luego pasa a "libido objetal"-"libido del yo" y acaba
con "Eros" y "Thanatos". El proceso neurótico tendría su origen en este par de demandas
opuestas originadas en distintos ámbitos de la interioridad del individuo. Se podría entender tanto
como un conflicto entre pulsiones o como entre las instancias del aparato psíquico. El síntoma
neurótico sería una suerte de transacción, donde lo reprimido y la represión irían de la mano,
siendo un proceso que intenta restablecer un equilibrio de fuerzas.
Freud, no configuró una forma de trabajo sistemático, sino que más bien esbozó algunos de los
planteamientos fundamentales que sirvieron a sus discípulos como un importante estímulo para
el desarrollo posterior del psicoanálisis. Hay que tener en cuenta que la obra de Freud tuvo una
continua evolución conceptual y eso fue marcando formas de trabajo distinto a lo largo de su
recorrido (dando pie posteriormente al establecimiento de escuelas psicoanalíticas distintas,
dependiendo de los aspectos conceptuales que éstas tomaran como básicos). Freud, en 1905,
en su artículo Sobre psicoterapia,nos describe dos tipos de intervenciones terapéuticas; "per vía
di porre" y "per vía di levare" (oposición que utilizó Leonardo de Vinci para diferenciar
la pintura de la escultura). La primera vía sería la de la sugestión, no se preocuparía del origen,
la fuerza y el sentido de los síntomas, solo pretende tapar los síntomas psicopatológicos; la
segunda por contrario, sería, analítica no querría agregar ni introducir nada nuevo sino quitar y
extraer algo, y con este fin se preocuparía de la génesis de los síntomas patológicos y de las
conexiones de las ideas patógenas que se propondrían hacer desaparecer. El desarrollo del
psicoanálisis iría íntimamente ligado a esta segunda vía, la vía analítica.
Freud consideró los sueños como "la vía regia hacia el inconsciente", convirtiendo el trabajo con
ellos como uno de los instrumentos básicos de la terapia psicoanalítica.
En definitiva podríamos definir los sueños como la realización enmascarada de los deseos
reprimidos. Freud señala básicamente dos mecanismos que intervienen en este hecho: el
desplazamiento -que consiste en que un elemento de una situación es sustituido por otro, casi
siempre más neutro- y la condensación -donde un elemento del sueño manifiesto suele absorber
a varios elementos de los pensamientos oníricos latentes-. (Kriz, 1985 y Montiel, 1997)
Epistemología del psicoanálisis
Para conocer a Freud, en principio debemos analizar sus modelos epistémicos, así como sus
maestros y su plataforma epistémica. Todo lo que, en una palabra, constituiría su
"identidad epistémica". La epistemología freudiana, más allá de lo que pensaba estar haciendo,
estaba fundando una nueva concepción epistemológica. Ésta, que él produjo, conlleva un modo
sui generis de pensar la relación sujeto-objeto, que revolucionó definitivamente las
epistemologías vigentes y nos introdujo en una nueva dimensión, totalmente inédita hasta ese
momento. Las grandes producciones de Freud, así como sus conceptualizaciones originales,
pasaron previamente por verdaderos "descubrimientos" sobre sí mismo, en relación a ese "saber
inconsciente" (él, como paciente), en permanente interacción con el registro de la teorización y
el plano de la clínica con sus pacientes. Lo cual demostraba una forma de mutua fertilización de
niveles totalmente heterogéneos, "descubrimiento" de su propio inconsciente y "creación" del
concepto de inconsciente. Desde "obstáculos técnicos" hasta "obstáculos teóricos", todo lo que
Freud pudo convertir rápidamente en "obstáculos epistemológicos", y enfrentarlos en el plano
conceptual, hasta quedar detenido, a menudo, por otros obstáculos fundamentales: los "internos"
(lo que alguna vez Pichon-Rivière denominara "obstáculos epistemofílicos"). No podría
abordarse las enormes repercusiones para todas las ciencias y disciplinas, en suma para toda
creación de conocimiento, (y desde luego toda creación cultural, artística, etc.) de esta modalidad
epistemológica, en la que se incorpora a la reflexión epistemológica al propio "sujeto de la
investigación" como sujeto cognoscente, sobre determinado por su propio inconsciente.
Esta tarea esencial, para todas las disciplinas, incluso para las "ciencias duras", está aún
pendiente de realización y constituye el gran aporte que el Psicoanálisis como disciplina, a partir
de la especificidad de su propia epistemología, puede aportar a las demás disciplinas y, por tanto,
a lo que se ha dado en llamar "epistemología general" de las ciencias. Para ser más precisos,
deberíamos hablar, también en este caso, de las epistemologías de los Psicoanálisis,
reconociendo así la diversidad de corrientes psicoanalíticas, que componen el "mapa" del
Psicoanálisis contemporáneo, cada una con su "praxis" clínica, con sus propias
conceptualizaciones y, especialmente, en su propia concepción epistemológica, la que
finalmente constituye, quiérase o no, el verdadero sustento de dicha praxis clínica.
Ahora bien, a pesar de estas diferenciaciones introducidas por Freud, está claro que no surge de
ellas por sí mismas la significación del psicoanálisis y las formas de su construcción. Para un
entendimiento de la novedad que él plantea, se vio obligado a transmitir la experiencia de
producción de conocimientos, descubrimientos y modos de abordar los problemas relativos al
funcionamiento del aparato psíquico en situaciones patológicas que, por la época de los primeros
intereses investigativos del entonces joven médico, constituían un núcleo persistente de
problemas planteados a la medicina, a la psiquiatría, a la neurofisiología y a la psicología.
Así., los intereses primerizos del psicoanálisis se entroncan con dificultades epistemológicas que
afectan al campo de los conocimientos de la época, no sólo en aquellas disciplinas a las que nos
hemos referido, sino también a las crisis de crecimiento que se producían en las ciencias de
la naturaleza: la física, la biología, la química.
APORTES DEL PSICOANÁLISIS
Popularizó el concepto y los componentes del pensamiento inconsciente como la represión, los
mecanismos de defensa y el "error freudiano" y los procesos motivacionales
Nos hizo más conscientes de la maleabilidad infantil, ya que influyen en el desarrollo posterior.
Demostró que algunos problemas eran de índole psicológico y no sólo de explicaciones
biológicas.
CRITICAS
Excesivo énfasis a la motivación sexual. Lo que provoca la disidencia de Breuer, Adler y Jung
Los pos freudianos, prestan más atención a las relaciones interpersonales "relaciones
Objetuales".
Sostener que la personalidad se determina en los primeros 5 ó 6 años de vida,
Carece de sustento científico, la muestra de sus estudios es limitada y su sesgo excesivo al
forzar los datos de sus pacientes.
NO define los términos en forma más rigurosa para que su teoría se evaluara adecuadamente.
Se criticó sus puntos de vista en torno a la psicología de las mujeres. Con una actitud victoriana
colocaba a las mujeres en condición de segunda clase, porque el Súper Yo nunca se completaba
en las mujeres, que envidiaban la condición del hombre.
ENFOQUE PSICOANÁLITICO

El psicoanálisis es una corriente psicológica cuyo autor más renombrado es Sigmund Freud.
Desde luego hay otros representantes como Ana Freud, Alfred Adler y Carl Jung. Se trata de una
gran teoría compleja compuesta a su vez de teorías más específicas.

Freud habla de la teoría topográfica, la teoría estructural, la teoría instintiva y la teoría del
desarrollo psicosexual. Estas, en conjunto, sumadas a otros diferentes planteamientos son lo
que denominamos psicología psicoanalítica o psicodinámica.

En primer lugar está la teoría topográfica. De acuerdo con esta teoría el psiquismo presenta
tres grandes niveles o espacios: el consciente, el preconsciente y el inconsciente. Freud no
inventó exactamente el concepto de mente consciente versus mente inconsciente, pero desde
luego lo hizo popular. La mente consciente es todo aquello de lo que nos damos cuenta en un
momento particular: las percepciones presentes, memorias, pensamientos, fantasías y
sentimientos. Cuando trabajamos muy centrados en estos apartados es lo que Freud
llamó preconsciente, algo que hoy llamaríamos "memoria disponible": se refiere a todo aquello
que somos capaces de recordar; aquellos recuerdos que no están disponibles en el momento,
pero que somos capaces de traer a la consciencia. Actualmente, nadie tiene problemas con estas
dos capas de la mente, aunque Freud sugirió que las mismas constituían solo pequeñas partes
de la misma.

La parte más grande estaba formada por el inconsciente e incluía todas aquellas cosas que no
son accesibles a nuestra consciencia, incluyendo muchas que se habían originado allí, tales
como nuestros impulsos o instintos, así como otras que no podíamos tolerar en nuestra mente
consciente, tales como las emociones asociadas a los traumas.

De acuerdo con Freud, el inconsciente es la fuente de nuestras motivaciones, ya sean simples


deseos de comida o sexo, compulsiones neuróticas o los motivos de un artista o científico.
Además, tenemos una tendencia a negar o resistir estas motivaciones de su percepción
consciente, de manera que solo son observables de forma disfrazada.

Para el psicoanálisis el inconsciente es el elemento más determinante de la conducta humana y


de la personalidad.

En segundo lugar tenemos la teoría estructural. La estructura psíquica se compone de tres


elementos: El Ello, el Yo y el Superyo

La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo lleno de objetos. Entre ellos, hay uno
especial: el cuerpo. El cuerpo es especial en tanto actúa para sobrevivir y reproducirse y está
guiado a estos fines por sus necesidades (hambre, sed, evitación del dolor y sexo). Una parte
muy importante del cuerpo la constituye el sistema nervioso, del que una de sus características
más prevalentes es la sensibilidad que posee ante las necesidades corporales. En el nacimiento
este sistema es poco más o menos como el de cualquier animal, una "cosa", es el Ello. El sistema
nervioso como Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas motivacionales
llamadas pulsiones. Freud también los llamó deseos. Esta traslación de necesidad a deseo es
lo que se ha dado a conocer como proceso primario. En suma, el primer componente es el ello
que inicialmente hace referencia a las necesidades y deseos del organismo manifestada gracias
al funcionamiento de sistema nervioso.

El Ello tiene el trabajo particular de preservar el principio de placer, el cual puede entenderse
como una demanda de atender de forma inmediata las necesidades. Imagínese por ejemplo a
un bebé hambriento en plena rabieta. No "sabe" lo que quiere, en un sentido adulto, pero "sabe"
que lo quiere... ¡ahora mismo! El bebé, según la concepción freudiana, es puro, o casi puro Ello.
Y el Ello no es más que la representación psíquica de lo biológico.

Pero, aunque el Ello y la necesidad de comida puedan satisfacerse a través de la imagen de un


filete jugoso, al cuerpo no le ocurre lo mismo. A partir de aquí, la necesidad solo se hace más
grande y los deseos se mantienen aún más. Usted se habrá percatado de que cuando no ha
satisfecho una necesidad, como la de comer por ejemplo, ésta empieza a demandar cada vez
más su atención, hasta que llega un momento en que no se puede pensar en otra cosa. Este
sería el deseo irrumpiendo en la consciencia.

Menos mal que existe un segundo componente: el yo. Es el consciente, que está agarrado a la
realidad a través de los sentidos. Alrededor de esta consciencia, algo de lo que era "cosa" se va
convirtiendo en Yo en el primer año de vida del niño. El Yo se apoya en la realidad a través de
su consciencia, buscando objetos para satisfacer los deseos que el Ello ha creado para
representar las necesidades orgánicas. Esta actividad de búsqueda de soluciones es
llamada proceso secundario.

El Yo, a diferencia del Ello, funciona de acuerdo con el principio de realidad, el cual estipula
que se "satisfaga una necesidad tan pronto haya un objeto disponible". Representa la realidad y
hasta cierto punto, la razón.

No obstante, aunque el Yo se las ingenia para mantener contento al Ello (y finalmente al cuerpo),
se encuentra con obstáculos en el mundo externo. En ocasiones se encuentra con objetos que
ayudan a conseguir las metas. Pero el Yo capta y guarda celosamente todas estas ayudas y
obstáculos, especialmente aquellas gratificaciones y castigos que obtiene de los dos objetos más
importantes del mundo de un niño: mamá y papá. Este registro de cosas a evitar y estrategias
para conseguir es lo que se convertirá en Superyo. Esta instancia no se completa hasta los siete
años de edad y en algunas personas nunca se estructurará.

Hay dos aspectos del Superyo: uno es la consciencia, constituida por la internalización de los
castigos y advertencias. El otro es llamado el Ideal del Yo, el cual deriva de las recompensas y
modelos positivos presentados al niño. La consciencia y el Ideal del Yo comunican sus
requerimientos al Yo con sentimientos como el orgullo, la vergüenza y la culpa.

Es como si en la niñez hubiésemos adquirido un nuevo conjunto de necesidades y de deseos


acompañantes, esta vez de naturaleza más social que biológica. Pero, por desgracia, estos
nuevos deseos pueden establecer un conflicto con los deseos del Ello. Ya ve, el Superyo
representaría la sociedad, y la sociedad pocas veces satisface sus necesidades.

En tercer lugar tenemos la teoría instintiva o de las pulsiones. Freud consideró que todo el
comportamiento humano estaba motivado por las pulsiones, las cuales no son más que las
representaciones neurológicas de las necesidades físicas. Al principio se refirió a ellas
como pulsiones de vida. Estas pulsiones perpetúan (a) la vida del sujeto, motivándole a buscar
comida y agua y (b) la vida de la especie, motivándole a buscar sexo. La energía motivacional
de estas pulsiones de vida, el "oomph" que impulsa nuestro psiquismo, les llamó libido, a partir
del latín significante de "yo deseo".

La experiencia clínica de Freud le llevó a considerar el sexo como una necesidad mucho más
importante que otras en la dinámica de la psiquis. Somos, después de todo, criaturas sociales y
el sexo es la mayor de las necesidades sociales. Pero, aunque debemos recordar que cuando
Freud hablaba de sexo, hablaba de mucho más que solo el coito, la libido se ha considerado
como la pulsión sexual.

Más tarde en su vida, Freud empezó a creer que las pulsiones de vida no explicaban toda la
historia. La libido es una cosa viviente; el principio de placer nos mantiene en constante
movimiento. Y la finalidad de todo este movimiento es lograr la quietud, estar satisfecho, estar
en paz, no tener más necesidades. Se podría decir que la meta de la vida, bajo este supuesto,
es la muerte. Freud empezó a considerar que "debajo" o "a un lado" de las pulsiones de vida
había una pulsión de muerte. Empezó a defender la idea de que cada persona tiene una
necesidad inconsciente de morir.

Parece una idea extraña en principio, y desde luego fue rechazada por muchos de sus
estudiantes, pero creemos que tiene cierta base en la experiencia: la vida puede ser un proceso
bastante doloroso y agotador. Para la gran mayoría de las personas existe más dolor que placer,
algo, por cierto, que nos cuesta trabajo admitir. La muerte promete la liberación del conflicto.

Freud se refirió a esto como el principio de Nirvana. Nirvana es una idea budista usualmente
traducida como "Cielo", aunque su significado literal es "soplido que agota", como cuando la
llama de una vela se apaga suavemente por un soplido. Se refiere a la no-existencia, a la nada,
al vacío; lo que constituye la meta de toda vida en la filosofía budista.

La evidencia cotidiana de la pulsión de muerte y su principio de nirvana está en nuestro deseo


de paz, de escapar a la estimulación, en nuestra atracción por el alcohol y los narcóticos, en
nuestra propensión a actividades de aislamiento, como cuando nos perdemos en un libro o una
película y en nuestra apetencia por el descanso y el sueño. En ocasiones esta pulsión se
representa de forma más directa como el suicidio y los deseos de suicidio. Y en otros momentos,
tal y como Freud decía, en la agresión, crueldad, asesinato y destructividad.

De otro lado tenemos la teoría del desarrollo psicosexual. Freud observó que en distintas
etapas de nuestra vida, diferentes partes de la piel que nos daban mayor placer. Más tarde, los
teóricos llamarían a estas áreas zonas erógenas. Vio que los infantes obtenían un gran monto
de placer a través de chupar, especialmente del pecho. De hecho, los bebés presentan una gran
tendencia a llevarse a la boca todo lo que tienen a su alrededor. Un poco más tarde en la vida,
el niño concentra su atención al placer anal de retener y expulsar. Alrededor de los tres o cuatro
años, el niño descubre el placer de tocarse sus genitales. Y solo más tarde, en nuestra madurez
sexual, experimentamos un gran placer en nuestras relaciones sexuales. Basándose en estas
observaciones, Freud postuló su teoría de los estadios psicosexuales.

La etapa oral se establece desde el nacimiento hasta alrededor de los 18 meses. El foco del
placer es, por supuesto, la boca. Las actividades favoritas del infante son chupar y morder.

La etapa anal se encuentra entre los 18 meses hasta los tres o cuatro años de edad. El foco del
placer es el ano. El goce surge de retener y expulsar.

La etapa fálica va desde los tres o cuatro años hasta los cinco, seis o siete. El foco del placer
se centra en los genitales. La masturbación a estas edades es bastante común.

La etapa de latencia dura desde los cinco, seis o siete años de edad hasta la pubertad, más o
menos a los 12 años. Durante este período, Freud supuso que la pulsión sexual se suprimía al
servicio del aprendizaje. Debo señalar aquí, que aunque la mayoría de los niños de estas edades
están bastante ocupados con sus tareas escolares, y por tanto "sexualmente calmados", cerca
de un cuarto de ellos están muy metidos en la masturbación y en jugar "a los médicos". En los
tiempos represivos de la sociedad de Freud, los niños eran más tranquilos en este período del
desarrollo, desde luego, que los actuales.

La etapa genital empieza en la pubertad y representa el resurgimiento de la pulsión sexual en


la adolescencia, dirigida más específicamente hacia las relaciones sexuales. Freud establecía
que tanto la masturbación, el sexo oral, la homosexualidad como muchas otras manifestaciones
comportamentales eran inmaduras, cuestiones que actualmente no lo son para nosotros.

Estas etapas constituyen una verdadera teoría de períodos que la mayoría de los freudianos
siguen al pie de la letra, tanto en su contenido como en las edades que comprenden.
Por otra parte, no se puede hablar de psicoanálisis sin referirse al concepto de la Represión.
La Represión, defensa que Anna Freud llamó también "olvido motivado" es simplemente la
imposibilidad de recordar una situación, persona o evento estresante. Esta defensa también es
peligrosa y casi siempre va acompañada de otras más. Aquello que es reprimido se almacena
en el inconsciente. Cuando la carga negativa de aquello que es reprimido es muy fuerte esa
energía busca a escapar y se manifiesta en fenómenos como los sueños, los actos fallidos, los
lapsus linguae y los síntomas neuróticos.

Diferencias entre psicoanálisis y terapias psicodinámicas

Es imposible hacer distinciones definitivas entre el psicoanálisis y las terapias psicodinámicas


porque ambos conceptos se solapan. No obstante, a grandes rasgos podemos establecer una
serie de características que se utilizan frecuentemente para distinguir entre estos dos tipos de
intervención.

1. Duración del tratamiento

La duración del tratamiento es el principal criterio de distinción entre el psicoanálisis clásico


y las terapias psicodinámicas si nos centramos en un análisis de su práctica. Así, mientras que
el psicoanálisis puede llegar a durar hasta 5 años, las terapias psicodinámicas son más breves
puesto que se centran en la problemática actual del paciente y no en su personalidad como
conjunto.

2. Frecuencia de las sesiones

El psicoanálisis es un tratamiento mucho más intensivo que las terapias psicodinámicas. La cura-
tipo psicoanalítica se practica 3 o 4 veces por semana; por su parte, las sesiones de las terapias
psicodinámicas tienen una frecuencia más variable, teniendo lugar semanalmente o incluso de
forma menos habitual.

3. Encuadre de la terapia

Tradicionalmente en el tratamiento psicoanalítico se ha utilizado el diván, que facilita que los


pacientes se concentren y accedan al material inconsciente sin las distracciones que supone la
interacción directa con el terapeuta, que además es poco participativo.

La evolución del psicoanálisis hacia las terapias psicodinámicas ha fomentado una


flexibilización del encuadre. Así, los terapeutas que aplican este tipo de intervenciones tienden
a ser más activos y directos, y en muchos casos éste y el paciente se sitúan cara a cara. De
forma sintética, las terapias psicodinámicas se adaptan más a cada caso particular.

4. Profundidad del análisis

Las terapias psicodinámicas se han desarrollado en buena medida como formas de aplicar los
planteamientos del psicoanálisis al manejo de problemas concretos. Esto hace que resulten
mucho más eficientes y, según algunas personas, superficiales, puesto que se abandona el
objetivo tradicional de modificar la estructura de personalidad en su conjunto.
5. Focos terapéuticos

Esta diferencia se vincula a la profundidad del análisis. Mientras que muchas terapias
psicodinámicas se focalizan en los procesos inconscientes relacionados con el motivo de
consulta del cliente, en el psicoanálisis se plantea la necesidad de manejar focos múltiples y
móviles: los pensamientos inconscientes que surgen a partir de la relación terapéutica y de la
transferencia. En cierto sentido, los psicoanalistas se proponen intervenir en conflictos que el
paciente no sabe que tiene (algo no exento de polémica).

6. Fundamentación teórica

En la actualidad cuando hablamos de psicoanálisis hacemos referencia a intervenciones que se


centran principalmente en las aportaciones de Freud. Por contra, las terapias psicodinámicas
recogen en mayor medida los avances de autores posteriores como Klein, Jung, Lacan o
Winnicott, haciendo énfasis en conceptos como el apego o los mecanismos de defensa.

7. Técnicas utilizadas

Las técnicas clásicas del psicoanálisis incluyen la asociación libre, la interpretación de


sueños o el análisis de las resistencias y de la transferencia. Las terapias psicodinámicas
recogen estas aportaciones pero en muchos casos tienen un carácter más ecléctico, incluyendo
técnicas propias de otras orientaciones, como la conductual, la cognitiva y la experiencial.

 Artículo relacionado: "¿Qué es la 'asociación libre' en el Psicoanálisis?"

8. Investigaciones sobre eficacia

El psicoanálisis se ha caracterizado históricamente por su rechazo a los métodos experimentales


y científicos, basándose sobre todo en las teorías desarrolladas por autores clave. No obstante,
algunas de las hipótesis planteadas por psicoanalistas han sido validadas posteriormente por la
investigación científica, como la teoría del apego.

En cambio, muchas terapias psicodinámicas se basan en la evidencia científica sobre la


efectividad de los métodos. El tamaño del efecto de estas terapias es claramente superior al del
psicoanálisis en el tratamiento de la mayoría de trastornos específicos.

9. Indicaciones terapéuticas

Tradicionalmente el psicoanálisis se ha centrado en dos grupos de trastornos principales: la


neurosis y la histeria. Los desarrollos de determinadas terapias psicodinámicas han permitido la
aplicación a un número mayor de alteraciones psicológicas, incluyendo los trastornos de
personalidad y las psicosis.
NORMALIDAD DESDE EL PSICOANALISIS
Lo que se llama 'normal' tiene siempre connotaciones ideológicas. Unas veces se refiere a un
criterio estadístico (lo normal es la conducta más habitual, la norma), otras a un 'estado ideal', y el
psicoanálisis se opone a esta última idea. El par normalidad-anormalidad es exterior al dispositivo
analítico, e incluírlo en él se corre el riesgo de transformarlo en una práctica sugestionante. Otras
veces se habla de la normalidad como adaptación a un medio, a una realidad exterior. El
psicoanálisis en cambio la remite a una realidad psíquica, a la forma como queda el sujeto
articulado en el eje Edipo-castración. Freud definía una conducta normal o sana como aquella que
tiene algo de neurosis porque no niega la realidad, pero algo de psicosis porque se esfuerza en
transformarla.
Quien asume el lugar del psicoanalista no puede ni debe olvidar que se encuentra implicado en
el tratamiento de enfermos y que el dispositivo que pone en marcha al iniciar una cura es un
instrumento poderoso, en cuyo manejo debe ser cuidadoso. Esto es así porque asume la dirección
de una cura de la que depende un sujeto que padece de una suerte de minusvalía psíquica, que
torna su vida en la repetición de un sufrimiento cuyo único fin es sostener la ilusión de estar en
el camino de alcanzar el Goce. A partir del descubrimiento que hace el psicoanálisis de la génesis
y el funcionamiento del aparato psíquico, la concepción del ser humano, sus actos, emociones y
sentimientos variaron de un modo fundamental. La enfermedad mental, su diagnóstico y su
pronóstico así como su abordaje sufren una profunda modificación a partir del hallazgo
freudiano. Hay un antes y un después de Freud .Los conceptos de "realidad", "objetividad",
"inmanencia del sujeto" y transmisión en el campo de las ciencias son cuestionados de tal manera
que deben ser reformulados.

En varios escritos de Freud se destaca la diferencia existente entre la normalidad y la


enfermedad, planteando con claridad que es a partir de la comprensión y el conocimiento de la
enfermedad como llegamos a conocer el funcionamiento normal del aparato psíquico, debido a
que tan sólo los enfermos son los que acuden al tratamiento y es a través de éste que se puede
realizar la investigación y el análisis del sujeto.
Es interesante recuperar esta indicación freudiana, ya que cuando los psicoanalistas hablamos
acerca de la neurosis parece que hacemos tabla rasa con esta diferenciación, lo que nos lleva a
extender el diván mas allá de sus límites. Esto no es sin consecuencias ya que nos embarca en
el resbaladizo terreno de transformar un método terapéutico en una concepción del mundo a
partir de la cual nos autorizamos a pontificar sobre las más variadas cuestiones.
Debemos tener en cuenta que quienes demandan un análisis padecen de una enfermedad grave
ante la cual la improvisación, la ignorancia o la falta de cuidado en el manejo de la transferencia,
trasforma al método terapéutico en un factor de iatrogenia con graves secuelas para el enfermo.
Quien asume el lugar del psicoanalista no puede ni debe olvidar que se encuentra implicado en
el tratamiento de enfermos, y que el dispositivo que pone en marcha al iniciar una cura es un
instrumento poderoso, en cuyo manejo debe ser cuidadoso. Esto es así porque asume la
dirección de una cura de la que depende un sujeto que padece de una suerte de minusvalía
psíquica, que torna su vida en la repetición de un sufrimiento cuyo único fin es sostener la ilusión
de estar en el camino de alcanzar el Goce.
A partir del descubrimiento que hace el psicoanálisis de la génesis y el funcionamiento del
aparato psíquico, la concepción del ser humano, sus actos, emociones y sentimientos variaron
de un modo fundamental. La enfermedad mental, su diagnóstico y su pronóstico, así como su
abordaje sufren una profunda modificación a partir del hallazgo freudiano. Hay un antes y un
después de Freud .Los conceptos de "realidad", "objetividad", "inmanencia del sujeto" y
transmisión en el campo de las ciencias son cuestionados de tal manera que deben ser
reformulados.
"Quien cede ante las palabras, termina cediendo en las cosas", dice Freud al sostener el tan
cuestionado concepto de Pulsión de Muerte, dando una vez más clara indicación de que ser
psicoanalista implica no retroceder ante la comodidad del "no querer saber" de la estructura.
Distinguir entre “normales” y “enfermos” no es tan sólo un interés semántico o un purismo vacuo,
la diferencia entre lo normal y lo patológico marcará también la diferencia de destino, ya que
debemos tener en cuenta que la curación de la enfermedad no es en modo alguno un “retorno”
a la normalidad perdida.
En primer lugar porque no se pierde lo que no se ha tenido, la enfermedad no responde a una
alteración de la normalidad sino que es efecto de un estilo particular de estructuración subjetiva.
En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, la relación del sujeto enfermo con la Cosa
fundará su diferencia con el normal, al tiempo que "curarse" es poder hacer con esta relación
algo distinto a un síntoma.
Las diferentes estructuras surgen de diferentes combinatorias de sus elementos fundacionales,
no son de modo alguno intercambiables entre sí. Hecho remarcado por Freud al atribuirle a cada
una de ellas una diferente forma de represión de la cuestión de la castración. Represión para la
neurosis, renegación para la perversión y repudio para la psicosis.
En el escrito "Psicoterapia de la histeria" encontramos una inmejorable descripción, tanto en lo
que se refiere a la curación como a la concepción freudiana de normalidad y enfermedad.
"Repetidas veces he tenido que escuchar de mis enfermos, tras prometerles yo su curación o
alivio mediante la cura catártica, esta objeción: «Usted mismo lo dice; es probable que mi
sufrimiento se entrame con las condiciones y peripecias de mi vida; usted nada puede cambiar
en ellas y entonces ¿de qué modo pretende socorrerme?». A ello he podido responder:«No dudo
que al destino le resultaría por fuerza mas fácil que a mí liberarlo de su padecer. Pero usted se
convencerá de que es grande la ganancia si conseguimos mudar su miseria histérica en
infortunio ordinario. Con su vida anímica restablecida podrá defenderse mejor de este
último.»” [1] Para Freud, la diferencia entre lo normal y lo enfermo es, sin lugar a dudas, algo
atinente a la posición subjetiva que en un caso hace posible hacer frente al "infortunio corriente"
que forma parte inalienable de la vida cotidiana y en otro lo transforma en "miseria neurótica".
“Hacer frente” implica el poder encontrar la forma de solventarlo. Sin que esto implique ningún
"estar mas allá" de esas contingencias y menos aún no soportar los efectos que el embate de los
infortunios producen en el hombre.
No se establece "la buena manera de hacerlo", la buena manera no es universal, sino que va a
ser lo que cada sujeto pueda hacer en el uno por uno del enfrentamiento. Esto implica un cierto
orden de creación, en tanto que "una vida anímica restablecida" conlleva el abandono de las
respuestas esterotipadas a las que se encuentra atado el sujeto enfermo.
No se desprende del fragmento citado, y es más que dudoso que se pueda de buena fe encontrar
en Freud ninguna indicación acerca del "buen camino" o el "soberano bien" al que debería ceñirse
el sujeto para alcanzar el estado de normalidad. Tampoco existe ninguna propuesta que el
analista se constituya en algún tipo de modelo a seguir, bien conocida es la posición de Freud al
respecto, ya que si considera al psicoanálisis una profesión imposible es en parte porque la
ilusión del analista como modelo de salud psíquica es insostenible.
La descripción de la enfermedad como miseria se ajusta adecuadamente a lo que la situación de
quien se encuentra sometido al imperativo Super-Yoico, y que por no pagar su "libra de carne"
se halla acantonado en la queja de su padecimiento. Queja con la que se asegura la consistencia
del destino o de los dioses particulares de los cuales el enfermo se siente objeto, refugiándose
así en la comodidad de un mundo de sólidas significaciones, realidades certeras y pudiendo
descargar su responsabilidad en el Otro. Nutre así la impotencia que es a todas luces más
tranquilizadora que la imposibilidad.
Que esta comodidad no implique ningún tipo de bienestar es algo que se evidencia al prestar
atención a la constelación de síntomas e inhibiciones que aquejan a los sujetos que
habitualmente recurren a los profesionales de la salud mental en busca de alivio para su
padecimiento.
Es también evidente la tenacidad con la que se aferran a la enfermedad quienes la padecen.
Esta es una paradoja con la que nos enfrentamos en forma habitual y que no debe ser
desdeñada, aunque más no sea en su función de indicador de cuál es la dirección de la
estructura.
"Existe una tendencia defensiva normal; es decir, una aversión a dirigir la energía psíquica de tal
manera que ocasione displacer. Esta tendencia, ligada a las condiciones más fundamentales del
funcionamiento psíquico (ley de la constancia), no puede ser dirigida contra las percepciones,
dado que éstas tienen la capacidad de imponerse a la atención (como lo demuestra su carácter
conciente); aquella sólo puede actuar frente a los recuerdos y las representaciones
cogitativas."[2]
"...la labor que el yo se plantea de considerar como non arrivé la representación intolerable para
él; ni la huella mnémica ni el afecto a ella inherente pueden ser hechos desaparecer una vez
surgidos. Pero hay algo que puede considerarse equivalente a la solución deseada y es lograr
debilitar la representación de que se trate, despojándola del afecto a ella inherente; esto es, de
la magnitud de estímulo que ella trae. La representación así debilitada no aspirará ya a la
asociación. Mas la magnitud de estímulo de ella separado habrá de encontrar un distinto
empleo”. [3]
Sostener la ignorancia, ésta es la dirección, aunque esto obligue a un trabajo incesante que si
bien permite que el sujeto eluda la dimensión de la Falta, también le impide el acceso al Saber.
Un Saber que se encuentra en las antípodas de la comodidad de la enfermedad, que cuestiona
la supuesta inmanencia del ser y que arroja al sujeto en las inquietantes aguas de una
cotidianeidad en la cual no hay más rumbo que el que marca su ética, que se funda en que no
hay otra autorización que la de sí mismo.
Lo normal y lo patológico tienen un punto en común, el interés en sostener la ignorancia.
La estructura neurótica implica la construcción de Ideales y Garantes que avalen los actos del
sujeto, sobre ellos construirá el andamiaje que sostiene sus creencias. Es lo que conocemos
como "moral" y que constituye un muro de contención de las exigencias libidinales, fomentando
la renuncia a las mismas con el señuelo de convertirse en el objeto de amor del Otro, quien se
convierte así en árbitro de su destino.
La enfermedad aparece cuando la construcción con la que el sujeto trata de resolver la cuestión
de la Causa presenta fisuras y aparece el riesgo de perder la ignorancia fundamental. En otras
palabras, la enfermedad es el intento de paliar la falla de la función de la estructura, que no es
otra que mantener al sujeto alejado de la verdad.
La normalidad no implica ningún concepto de salud, siempre acompañado por una constelación
de paterns y normas de mensura que habitualmente terminan alcanzando el estatus de Ideales,
sino tan sólo un adecuado funcionamiento de la defensa con que se sostiene el "no querer saber".
Que se ha producido un deslizamiento de lo "normal" a lo "sano" es algo de lo que tenemos
sobradas pruebas a lo largo del desarrollo del psicoanálisis. Los criterios de salud han estado
presentes de una u otra manera en los planteos teóricos de las diversas escuelas, en general
disimulados como las metas que se deben alcanzar para llegar al "buen final".
Si recordamos por un momento El malestar en la Cultura, tendremos suficiente claridad acerca
de que las ideas de salud, felicidad, realización plena, o más modestamente la ausencia absoluta
de malestar, es algo totalmente ajeno a la concepción psicoanalítica del sujeto. Aún la normalidad
entraña siempre una medida de malestar inherente a la pertenencia del sujeto a la Cultura.
Es a partir de que hay un sujeto que formula una demanda de análisis a alguien que se autoriza
a escucharla, que existe el psicoanálisis. Es por ésto que el compromiso ético de alcanzar la
verdad sea cual fuere alcanza tanto al analizante como al analista. La disposición a asumir este
compromiso ético es fundamental a la hora de diferenciar entre aquellos que demandan alivio a
su padecimiento, sin que eso entrañe ningún tipo de cuestionamiento de las "certezas" del ser y
aquellos que demandan un análisis.

La búsqueda de la verdad produce un saber ante el cual no se puede retroceder, siendo su


beneficio secundario alcanzar el infortunio corriente. Un saber que es de otra estofa que el de la
erudición. Lo que hace la diferencia es la relación con la cuestión de la Falta. El saber a producir
la revela, la erudición la vela en sus certezas.

La salud y la enfermedad no se pueden entender, en el psicoanálisis, como conceptos


separados, sino como un proceso. El psicoanálisis sostiene que existe una continuidad entre lo
sano y lo patológico, ya que no se pueden considerar opuestos y excluyentes, porque el hombre
considerado "sano" no está libre de enfermedad. Por lo tanto, la frontera entre lo sano y lo
enfermo, entre lo "normal" y lo patológico se diluye.
Para el psicoanálisis, estar saludable no significa estar exento de conflictos, sino que es la
capacidad de la persona para afrontarlos y/o resolverlos. Hablar de enfermedad se refiere no
solo a un desequilibrio entre las diferentes instancias del aparato psíquico, sino al esfuerzo
natural del individuo para lograr un nuevo equilibrio.
Este proceso de salud-enfermedad es producto, entre otras cosas, de las relaciones sociales.
"La salud es un valor, es un bien, y la enfermedad es la negación de un estado deseable e
implica, por lo tanto, sufrimiento o desvalorización."
Dentro del psicoanálisis no se considera "sana" a ninguna persona. Existen dos estructuras de
personalidad: neurótica y psicótica. La idea surge de la creencia de que todas las personas
utilizan mecanismos de defensa en el día a día para poder relacionarse con otros y vivir. Uno de
los más importantes es la represión, la cual permite empujar al inconsciente los deseos que no
puedan ser cumplidos. Una persona neurótica (sana) es aquella que logra la represión para
poder convivir. Una persona psicótica (enferma) es la que no ha logrado con éxito la represión y
vive dominada por las pulsiones del inconsciente.

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