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Las reglas de la terapia gestalt

El principio del ahora

La idea del ahora, del momento inmediato, del contenido y estructura de la


experiencia actual, es uno de los principios más vigorosos, fecundos y
escurridizos de la terapia gestalt. Ateniéndome a mi experiencia personal,
debo decir que en varias oportunidades me he sentido intrigado, enfurecido,
frustrado y alborozado por todo lo que lleva implícito la idea, en apariencia
simple, de «ser en el ahora».

¡Y qué experiencia fascinante es ayudar a los demás a percatarte de las


múltiples maneras mediante las cuales evitan adquirir por sí mismos esa
conciencia auténtica e inmediata! Con el fin de fomentar la conciencia
del ahora, sugerimos a la gente que se comunique en tiempo presente. «¿De
qué tiene conciencia en este momento?», «¿Qué está pasando ahora?»,
«¿Qué está sintiendo en este instante?» La pregunta: «¿Cuál es
su ahora?» es eficaz para terapeutas y para pacientes.

Sería inexacto afirmar que el material histórico y el pasado carecen de


interés. Cuando se cree que guarda afinidad con aspectos importantes de la
estructura de personalidad actual, se aborda activamente ese material. No
obstante, la forma más efectiva de incorporar a la personalidad el material
del pasado es traerlo —del modo más completo posible— al presente. Se
evitan así los amables «sobreísmos» intelectualizados y se procura
insistentemente que todo el material ejerza el impacto de lo inmediato.

Cuando el paciente alude a sucesos de ayer, de la semana pasada o del año


anterior, rápidamente le decimos que «se ubique» allí con su fantasía y
represente el drama en términos actuales. Nos afanamos por señalar al
paciente con qué presteza abandona el ahora. Discernimos su necesidad de
hacer intervenir en el diálogo a personas ausentes, la acuciante nostalgia
que lo lleva a rememorar el pasado, su tendencia a ocupar su mente con
temores y fantasías acerca del futuro.

Para la mayoría de nosotros, el ejercicio de permanecer en la toma de


conciencia presente constituye una disciplina abrumadora, que solo puede
mantenerse por lapsos breves. No estamos acostumbrados a una disciplina
tal, y nos inclinamos a ofrecerle resistencia.

Yo y tú

Con este principio, procuramos expresar en la forma más clara y concreta


posible la idea de que la verdadera comunicación incluye tanto al emisor
como al receptor. A menudo, los sujetos actúan como si el destinatario de
sus palabras fuese el cielorraso o el aire. Al preguntárseles «¿A quién le está
diciendo eso?», se los obliga a enfrentar su renuencia a enviar el mensaje
directamente al receptor, al otro.

De este modo, suele solicitársele al paciente que mencione el nombre de la


otra persona —al comienzo de cada oración, en caso necesario—. Se le pide
que tome conciencia de la diferencia entre «hablarle» a su interlocutor y
«hablar» delante de él. Se lo insta a que compruebe si su voz y sus palabras
alcanzan realmente al otro. ¿Lo toca realmente con sus palabras? ¿En qué
medida está dispuesto a tocarlo con sus palabras? ¿Comienza a darse
cuenta, acaso, que su evitación fóbica de la relación con los demás y del
contacto genuino con ellos se pone de manifiesto también en los
mecanismos de su voz y en su conducta verbal?

Si su contacto con el resto de la gente es escaso o insuficiente, ¿comenta


por ventura a plantearse serias dudas en cuanto a que los demás tengan
existencia real para él en este mundo? ¿En cuanto a que él esté
realmente con personas, o se sienta solo y abandonado? lenguaje impersonal
y personal. Esta regla tiene que ver con la semántica de la responsabilidad y
la participación. Es común que, para referirnos a nuestro cuerpo y a nuestros
actos y conductas, empleemos un lenguaje impersonal:
—¿Qué siente en su ojo? —Un parpadeo. —¿Qué ocurre con su mano? —
Tiene un temblor. —¿Qué siente en la garganta? —Un ahogo. —¿Qué siente
en su voz? —Un sollozo.

Merced al simple —y aparentemente mecánico— expediente de convertir el


lenguaje impersonal en lenguaje personal, aprendemos a identificar mejor la
conducta en cuestión y a asumir responsabilidad por ello en lugar de «Un
temblor», «Estoy temblando»; en vez de «Un ahogo» «Me siento ahogado».
Avanzando un paso más, diremos «Siento que estoy ahogándome». En este
caso puede apreciarse de inmediato el diferente grado de responsabilidad y
de participación que experimenta el individuo.

La traducción del lenguaje impersonal a lenguaje personal es un ejemplo en


miniatura de muchas de las técnicas de juego guestálticas. A medida que el
sujeto participa, es más probable que se vea a sí mismo como un agente
activo que hace cosas, en lugar de un ser pasivo al cual las cosas de algún
modo le «ocurren».

Hay otras técnicas semánticos. Si el paciente dice «No puedo hacerlo», el


terapeuta le solicitará que diga «No lo haré»; si acepta esta formulación y la
utiliza, le preguntará: «Y ahora, ¿qué siente?».

T: ¿Qué oye en su voz?


P: Parece un llanto.
T: ¿Puede usted asumir responsabilidad por ello diciendo «Estoy llorando»?
Otros de los gambitos de la semántica de la responsabilidad consisten en
hacer que el paciente reemplace los nombres por verbos y que utilice con
frecuencia el modo imperativo como medio más directo de comunicación.

Empleo del continuo de conciencia

El empleo del denominado «continuo de conciencia» —el «cómo» de la


experiencia— es absolutamente fundamental en terapia gestalt. Se logran
con él efectos a la vez notables y sorprendentes. La insistencia con que se
vuelve a él y la confianza que en él se deposita es una de las mayores
innovaciones técnicas aportadas por esta terapia. El método es muy simple:

T: ¿De qué tienes conciencia ahora?


P: Tengo conciencia de que te estoy hablando. Veo a las demás personas
que están en el cuarto. Tengo conciencia de que John está moviéndose en
su asiento. Puedo sentir la tensión en mis hombros. Tengo conciencia de
que a medida que digo esto aumenta mi ansiedad.
T: ¿Gomo experimentas esa ansiedad?
P: Oigo temblar mi voz. Siento la boca seca. Hablo en forma muy vacilante.
T: ¿Tienes conciencia de lo que están haciendo tus ojos?
P: Bueno, ahora me doy cuenta de que mis ojos no hacen más que mirar
hacia otro lado . . .
T: ¿Puedes asumir la responsabilidad por ello?
P: … que yo no hago más que apartar los ojos de tí.
T: ¿Puedes ser tus ojos ahora? Haz de cuenta que son ellos los que hablan…
P: Soy los ojos de Mary. Me resulta difícil mirar fijo. Paso todo el tiempo
saltando de un lado a otro…
El continuo de conciencia tiene inagotables aplicaciones, pero es ante todo
un modo eficaz de conducir al individuo hacia los firmes cimientos de sus
experiencias y de apartarlo de las interminables verbalizaciones,
explicaciones, interpretaciones. La conciencia de los sentimientos
corporales y de las sensaciones y percepciones constituye nuestro saber más
seguro —tal vez el único saber seguro que poseemos—. Depositar confianza
en la información que proporciona la toma de conciencia es la mejor manera
de poner en práctica el refrán de Perls: «Abandona tu mente y recobra tus
sentidos».

El empleo del continuo de conciencia es, para el terapeuta gestaltista, el


mejor modo de hacer que el paciente coloque menos el acento en
el porqué de la conducta (interpretación psicoanalítica) y más en el qué
y el cómo de la conducta (psicoterapia experiencial):
P: Tengo miedo.
T: ¿Cómo experimentas ese miedo?
P: No puedo verte con claridad. Me transpiran las manos…
Al ayudar al paciente a confiar en sus sentidos («retornar a sus sentidos»),
también lo ayudamos a distinguir entre la realidad que tiene delante suyo y
los demonios horrendos que fabrica en su fantasía:

P: Estoy seguro que la gente me despreciará por lo que acabo de decir.


T: Recorre la habitación mirando detenidamente a cada uno de nosotros.
Cuéntame qué es lo que ves, qué es lo que tus ojos —no tu imaginación— te
dicen.
P: (luego de cierto periodo de exploración y descubrimiento): Bueno, ¡lo cierto
es que la gente no mira con tanto rechazo! Algunos de ustedes incluso me
dirigen una mirada cálida y amable.
T: ¿Qué experimentas ahora?
P: Estoy más relajado.

No murmurar

Como sucede con muchas técnicas guestálticas, la regla de no murmurar


tiene el propósito de promover sentimientos e impedir la evitación de
sentimientos. Se define la murmuración como todo aquello que se dice
acerca de un individuo que está presente y a quien se puede hablar en forma
directa. Por ejemplo, supóngase que el terapeuta está tratando a dos
pacientes llamados Bill y Ann:

Bill (al terapeuta): El problema con Ann es que siempre me está molestando.
T: Estás murmurando, díselo a Ann.
Bill (volviéndose hacia Ann): Siempre me estás molestando.
Solemos entregarnos a las murmuraciones sobre las personas cuando no
hemos podido manejar directamente los sentimientos que despertaron en
nosotros. La regla de no murmurar es otra de las técnicas guestálticas que
facilita la confrontación directa de los sentimientos.
Formulación de preguntas

La terapia gestalt presta mucha atención a la necesidad del paciente de


formular preguntas. Es evidente que quien formula una pregunta nos está
diciendo: «Dame, dime…».

A menudo, si lo escuchamos con cuidado, descubriremos que no necesita


realmente la información que pide, o que su pregunta no es
verdaderamente necesaria, o que implica pereza y pasividad de su parte, en
tal caso, el terapeuta puede decirle. «Reformula esa pregunta como una
proposición». La frecuencia con la que el paciente puede hacerlo invalida la
conducta del terapeuta.

Deben distinguirse las preguntas genuinas de las falsas; estas últimas son las
que tienen como objetivo manipular o sobornar al interlocutor para que vea
o haga las cosas de cierta manera. En cambio, las preguntas de la forma
«¿Cómo lo haces tú» y «¿Tienes conciencia de que …?» suministran un
apoyo auténtico.

Las técnicas de la terapia gestalt


A continuación, describiremos sucintamente cierto número de «técnicas»
empleadas en terapia gestalt. El terapeuta los propone cuando le parece
que el momento es oportuno —ya sea en lo que toca a las necesidades de un
individuo o del grupo—. Algunos de estas técnicas, como los llamados
«Tengo un secreto» y «Me hago responsable», son particularmente útiles
para aumentar el entusiasmo de un grupo al comienzo de la sesión.

No es, desde luego, accidental que algunas de las técnicas principales de la


terapia gestalt tomen la forma de un juego. Se trata, a todas luces, de una
metacomunicación de Perls, que pone de relieve una de las muchas facetas
de su filosofía acerca del funcionamiento de la personalidad.
El lenguaje de las técnicas (que es en sí mismo un juego) puede interpretarse
como un comentario sobre la índole de todas o casi todas las conductas
sociales. El mensaje no es que se dejen de jugar las técnicas —puesto que
todas las formas de organización social pueden concebirse como un juego
de tal o cual tipo—, sino que tomemos conciencia de las técnicas que
jugamos y seamos libres de sustituir los que no nos gratifican por aquellos
que sí nos gratifican.

Aplicando este punto de vista a cualquier relación bipersonal (el amor, el


matrimonio, la amistad), no saldremos a la búsqueda de un compañero o
compañera que «no juegue técnicas», sino que buscaremos una persona que
practique técnicas que se acomoden bien a los nuestros.

Técnicas de diálogo

En su tentativa de lograr un funcionamiento integrado del individuo, el


terapeuta gestaltista investiga las divisiones o escisiones manifiestas en su
personalidad. Naturalmente, toda «escisión» que se descubra será función
del marco de referencia del terapeuta y de su poder de observación. Una de
las principales divisiones postuladas es la que hay entre el «opresor» y el
«oprimido», según se los denomina.

El opresor es el equivalente aproximado del superyó psicoanalítico: es


moralizador, imperativo y condenatorio, y su especialidad son los debes. El
oprimido tiende a oponerle una resistencia pasiva, a encontrar excusas para
su conducta y dar razón de sus demoras. Cada vez que se presenta esta
división, se le pide al paciente que mantenga un diálogo real entre dichos
dos componentes de sí mismo.

Por supuesto, la misma técnica de diálogo puede aplicarse para cualquier


escisión significativa dentro de la personalidad (el agresivo contra el pasivo,
el «buen muchacho» contra el villano, el masculino contra el femenino, etc.).
En ocasiones, puede aplicárselo incluso a diversas partes del cuerpo: la
mano derecha contra la izquierda, la parte superior del cuerpo contra la
parte inferior. También puede desarrollarse el diálogo entre el paciente y
alguna persona significativa para él: el sujeto se dirige a ella como si
estuviera presente, imagina cuál sería su respuesta, le contesta a su vez, y
así sucesivamente.

Hacer la ronda

A veces el terapeuta puede encontrar conveniente que uno de los pacientes,


que se ha referido a un tema en particular o ha expresado determinado
sentimiento, repita eso mismo frente a cada uno de los integrantes del
grupo. Si un paciente afirmó: «No soporto a ninguna de las personas que
hay en este cuarto», el terapeuta podrá decirle: «Muy bien, haz la ronda.
Repite esas palabras ante cada uno de nosotros, añadiendo alguna
observación vinculada con tus sentimientos en cada caso».

La técnica de la «ronda» es, desde luego, infinitamente flexible y no es


preciso limitarlo a la interacción verbal: puede incluir conductas como tocar
o acariciar a los demás, observarlos detenidamente, asustarlos, etcétera.

Asuntos pendientes

Los asuntos pendientes constituyen en terapia gestalt el equivalente de la


tarea perceptual o cognitiva inconclusa de la psicología de la gestalt. Cada
vez que logran identificarse esos asuntos pendientes (sentimientos no
resueltos), se le pide al paciente que los complete.

Como es obvio, en el campo de las relaciones interpersonales todos


tenemos una lista interminable de asuntos pendientes —p. ej., con nuestros
padres, hermanos y amigos—. Perls sostiene que los resentimientos son los
más comunes e importantes.

«Me hago responsable»


Esta técnica se funda en algunos de los elementos del continuo de
conciencia, pero en él todas las percepciones se consideran actos. Se solicita
a los pacientes que añadan, a cada una de sus proposiciones, «… y me hago
responsable de ello». Por ejemplo: «Tengo conciencia de que estoy
moviendo la pierna … y me hago responsable de ello»; «Mi voz es muy
tranquila … y me hago responsable de ello»; «No «sé qué decir en este
momento … y me hago responsable de no saberlo».

Lo que a primera vista parece un procedimiento mecánico y aun


intrascendente revela muy pronto tener gran significado.

«Tengo un secreto»

Esta técnica permite investigar los sentimientos de culpa y vergüenza. Cada


persona debe pensar en un secreto personal celosamente guardado,
pidiéndosele que no comparta con los demás el secreto en sí pero imagine
(proyecte) de qué manera, a su juicio, reaccionarán los otros frente a él.

Luego puede solicitársele que se jacte ante los demás de poseer un terrible
secreto; comienza entonces a salir a luz el vínculo inconsciente con el
secreto como logro preciado.

La técnica de las proyecciones

Muchas aparentes percepciones son en realidad proyecciones. Verbigracia,


al paciente que dice «No puedo confiar en usted» se le pedirá que
represente el papel de una persona poco digna de confianza, con el objeto
de descubrir su conflicto interno en este ámbito.

Otro paciente se quejará al terapeuta diciéndole: «Usted no está


verdaderamente interesado en mí. Hace esto nada más que para ganarse la
vida»; se le solicitará entonces la representación de la actitud que le imputa
al terapeuta, tras lo cual se le puede preguntar si no cree que él posee,
también, el rasgo mencionado.
Antítesis

Uno de los caminos de que dispone el terapeuta gestaltista para


aproximarse a ciertos síntomas o dificultades es ayudar al paciente a que
advierta que la conducta manifiesta suele ser la antítesis de los impulsos
subyacentes o latentes. Se usa entonces la técnica de la antítesis.

Por ejemplo, al sujeto que dice sufrir inhibiciones o una timidez excesiva se
le hace representar el papel de exhibicionista; al internarse en ese terreno
tan lleno de ansiedad para él, toma contacto con una parte de sí mismo que
había permanecido sumergida durante mucho tiempo. O bien, si el sujeto
desea tratar su extrema sensibilidad a las críticas, se le hará representar el
papel de escucha atento a todo lo que se le dice —en especial las críticas—
sin necesidad de defenderse o de contraatacar. O, si se trata de un individuo
que no hace valer sus méritos y que se muestra demasiado delicado con la
gente, se le pedirá que haga el papel de una persona egoísta y malvada.

El ritmo de contacto y apartamiento

Como consecuencia de su interés por la totalidad de los procesos vitales, por


los fenómenos de figura y fondo, la terapia gestalt hace hincapié en la índole
polar del funcionamiento vital. La capacidad de amar se ve obstaculizada
por la incapacidad para resistir la ira; el descanso es necesario para restaurar
energías; una mano no es una palma abierta ni un puño cerrado, pero puede
abrirse o cerrarse.

La inclinación natural a apartarse de todo contacto, que el paciente


experimentará de vez en cuando, no se considera como una resistencia que
debe ser superada sino como una respuesta rítmica que debe respetarse. En
consecuencia, cuando el sujeto desea apartarse, se le dice que cierre los ojos
y lo haga en su fantasía a cualquier lugar o situación en los que se sienta
seguro.
Tras describir el panorama que se le ofrece y lo que siente en tales
circunstancias, se le pide que abra los ojos y «vuelva al grupo». Se retoma
entonces la tarea tal como se la venía desarrollando; por lo general, el
paciente suministra nuevo material en estos casos, dado que el
apartamiento le ha permitido recuperar energías.

El enfoque guestáltico nos propone que aceptemos la necesidad del


apartamiento en todas las situaciones en las que la atención o el interés
disminuyen, pero permaneciendo conscientes del rumbo que toma nuestra
atención.

«Ensayo teatral»

Según Perls, nuestro pensamiento consiste, en buena medida, en un ensayo


y preparación internos de los roles sociales que habituaimente debemos
representar. La experiencia del miedo al público no es más que nuestro
temor de que no haremos un buen papel. De acuerdo con ello, los
integrantes del grupo juegan a compartir sus respectivos ensayos, con lo
cual ganan conciencia sobre los preparativos a que recurren para apuntalar
sus roles sociales.

«Exageración»

Esta técnica está íntimamente vinculada al principio del continuo de


conciencia y nos brinda un medio adicional de comprender el lenguaje del
cuerpo. En muchas ocasiones, un movimiento o ademán involuntario del
paciente parece constituir una comunicación significativa pero tales
movimientos pueden ser incompletos o no alcanzar un total desarrollo —
una mano que describe un semicírculo, tal vez, o un ligero golpe con la
pierna sobre el suelo—. Se le solicitará entonces que exagere y repita el
ademán, tratando por lo general de que se ponga más de manifiesto su
significado interno. A veces se le pedirá que convierta su movimiento en un
paso de baile, de modo que entregue más de sí mismo en una expresión
integrada.
Se emplea una técnica similar para la conducta puramente verbal, en lo que
bieh podría llamarse la «técnica de la repetición».

«Técnica de la repetición»

Si un paciente hace alguna declaración importante pero pasa


apresuradamente a otro tema o revela de alguna manera que no ha
absorbido plenamente su impacto, se le pedirá que la repita —varias veces,
en caso necesario, y, sí resulta conveniente, con voz cada vez más fuerte—.
Pronto habrá comenzado a escucharse atentamente a sí mismo, en lugar de
emitir palabras simplemente.

«¿Me permites que te dé una oración?»

Al escuchar u observar al paciente, el terapeuta puede llegar a la conclusión


de que hay una cierta actitud o mensaje implícitos. Le dirá entonces: «¿Me
permites que te dé una oración? Repítela, a ver cómo te queda a ti, y dísela a
varios de los aquí presentes».

Le propone entonces su oración y el paciente prueba a ver cuál es su


reacción frente a ella. Como regla, el terapeuta no ofrece meras
interpretaciones. Es evidente que en esta técnica hay un fuerte elemento
interpretativo, pero el paciente debe hacer suya la experiencia a través de
una participación activa.

Si la oración que se le propuso es verdaderamente importante, él mismo


desarrollará la idea en forma espontánea.

Técnicas gestalt para terapia de pareja


Mencionaremos solamente algunas de las innumerables variantes posibles
de estas técnicas (si estás buscando terapia de pareja, haz clic aquí).
Los cónyuges, sentados uno frente al otro, hablan por turno comenzando su
exposición con: «Tengo resentimientos contra ti porque.. .». El tema del
resentimiento puede ir seguido del tema de la estima: «Te estimo porque .
..». Luego el tema de la malignidad: «Actúo en forma maligna contra tí
cuando…» o el de la condescendencia: «Actúo en forma condescendiente
contigo cuando .. .».

Tenemos, por último, el tema del descubrimiento. Cada uno de los


cónyuges describe alternadamente al otro en oraciones que comienzan:
«Veo en ti…». En muchas circunstancias, este proceso de descubrimiento
implica ver realmente por primera vez a la otra persona. Perls señala que el
problema más difícil del matrimonio consiste en que se está enamorado de
un concepto y no de un individuo; por ende, debemos aprender a distinguir
entre nuestra imagen fantaseada y la persona de carne y hueso.

Para terminar, es oportuno mencionar un enfoque que, si bien no entra en la


categoría de las reglas ni en la de las técnicas, merece que lo incluyamos en
este lugar. Se trata de un importante gambito de la terapia gestalt, que
simboliza gran parte de la filosofía básica de Perls. Podríamos llamarlo el
principio de «permanecer en los estados de ánimo propios».

Se apela a esta técnica en momentos claves, cuando el paciente hace


referencia a un sentimiento o estado anímico o mental desagradable y del
que tiene gran urgencia por liberarse. Supongamos que ha llegado a un
punto en el que se siente vacío, o confundido, o frustrado o descorazonado.
El terapeuta le dice: «¿Puedes permanecer en ese estado de ánimo?».

Casi siempre, este es un momento dramático y de gran frustración para el


individuo. Ha relatado su experiencia con cierta acrimonia y una clara
impaciencia por seguir adelante, dejando tras de sí esos sentimientos. Sin
embargo, el terapeuta le pide deliberadamente que aguante el sufrimiento
psíquico que soporta en ese momento, sea cual fuere este, y le pide que
elabore el qué y el cómo de su estado anímico.
«¿Qué sensaciones tienes? ¿Qué percepciones, fantasías, expectativas?» En
estos momentos es con frecuencia indispensable y oportuno ayudar al
paciente a distinguir entre lo que imagina y lo que percibe. La técnica de
«permanecer en eso» es el mejor ejemplo de la importancia que concede
Perls al papel de la evitación fóbica en toda conducta neurótica.

A su entender, el neurótico ha evitado sistemáticamente establecer un


contacto íntimo con una gama de experiencias desagradables y disfóricas.
Como resultado de ello, la evitación pasa a ser inherente a su conducta, la
ansiedad fóbica se convierte en cosa de todos los días y no logra jamás un
dominio adecuado de ciertas dimensiones fundamentales de la experiencia.

En este sentido, es interesante recordar el título del primer libro de


Perls: Ego, hunger and aggression (Yo, hambre y agresión). Fue un título
cuidadosamente escogido, con el fin de transmitir el siguiente mensaje:
debemos adoptar, con respecto a las experiencias psicológicas y
emocionales, la misma actitud activa y desafiante que empleamos para
nuestra sana alimentación.

Para una comida sana, empezamos por morder el alimento, luego lo


masticamos, lo trituramos y lo licuamos, más tarde lo tragamos, lo
digerimos, lo incorporamos a nuestro metabolismo y lo asimilamos. De este
modo, el alimento pasa a ser parte real de nosotros.

El terapeuta gestaltista estimula al paciente —sobre todo con la técnica de


«permanecer en eso»— a que emprenda una «masticación» análoga y la
ardua asimilación de dimensiones emocionales de la vida que hasta
entonces le resultaban desagradables al paladar, difíciles de tragar e
imposibles de digerir. Ello aumenta la confianza del sujeto en sí mismo y lo
dota de una mayor capacidad para vivir en forma autónoma y para enfrentar
resueltamente las inevitables frustraciones de la vida.

Autores: Abraham Levitsky y Frederick S. Perls. Foto de Pixelteufel vía


Flickr.

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