Вы находитесь на странице: 1из 4

FILOSOFÍA Y FORMACIÓN DOCENTE

La formación del docente, es un elemento que prima y contribuye al desarrollo de los


conocimientos y competencias de sus estudiantes entorno a la necesitan de aprendizajes para
su actuación en el mundo. Alinear lo que se ha planeado con lo que ocurre en el aula permite
que los estudiantes tengan oportunidades significativas de aprendizaje y del pensamiento.

El psicólogo Paulo Freire implica que desde la perspectiva educativa existen muchas
otras cosas, ya que la forma en la que calificamos la naturaleza del pensamiento podrían
basarse en conceptos de método o una metodología, una teoría, un sistema o una pedagogía,
que, en definitiva, involucran el mismo proceso de formación tanto para el docente como
para los estudiantes; a lo anterior, se le ha denominado filosofía de Paulo Freire y,
particularmente una filosofía de la educación.

En el artículo de Martínez Gómez (2015), sobre “La Filosofía de la Educación de


Paulo Freire”, efectúa el discurso freireano, desde perspectivas antropológica, histórico-
cultural, sociológica, filosófica, así como pedagógica y política, lo que supone a afirmar que
esta riqueza de pensamiento puede englobarse en la expresión filosofía de la educación, si se
entiende por ella una concepción del mundo, de la sociedad y del ser humano; así como la
muy marcada teoría del conocimiento, los modelos de aprendizaje y una práctica educativa
histórico-política.

De este modo, Freire ha tenido un sin número de conocimientos basados en los


postulados de la educación para el oprimido, ha sido humanista, culturalista, padre de la
pedagogía de la liberación, alfabetizador político, pensador radical e inspirador “de toda una
corriente de pensadores críticos” (Torres, 2004, p. 4). Esto teniendo en cuenta que, desde la
pedagogía filosófica del mismo autor, la realidad de la educación como fenómeno social,
debe ser conducida desde una controversia permanente, un análisis, una evaluación crítica
constante y una reflexión metódica; las mismas que lleva a cabo la filosofía de la educación,
autosuficiente, que discute la educación y educabilidad humanas.

En este sentido, se precisa que el intento de toda filosofía es comprender, y esto tiene
ver, con hacer familiar algo que en algún sentido y de alguna manera nos resulta lejano, tal
cual y como puede visualizare desde los procesos o prácticas educativas, en palabras de
Martínez (2015):

La filosofía es entonces una intromisión dentro de una soberanía incuestionable, con lo


que queremos afirmar que es el intento humano de entender, justificar, dar razones,
explicar y pensar, reiteradamente, los grandes enigmas de la existencia humana.
Particularmente, una filosofía de la educación es el esfuerzo por alcanzar un saber
totalizador y no parcial del fenómeno educativo. Problema, éste último, que fue señalado
reiteradamente por Freire (1989) 1 cuando dice que “(…) en la historia de la educación se
enfatiza uno de los componentes del proceso educativo por encima de los otros” (p. 17).

De este modo, la pedagogía se presenta como un esfuerzo sistematizado y normativo


(Freire, 1989, p. 12), y la teoría de la educación como una mirada en la que prevalece una
función descriptiva, puesto que:

El papel de enseñar que tiene el profesor no se agota en la descripción del concepto del
objeto. Esto es, enseñar no es para mí describir, no es perfilar al alumno el concepto,
muchas veces alejado, demasiado ya, de la materialidad del contenido: ya que aprender
no es memorizar mecánicamente el perfil del objeto, o la descripción del objeto (Freire,
p.12).

En el mismo artículo, se advierte sobre los riegos que implica el proceso educativo,
destacando que se debe priorizar un elemento por encima de otros. Decía por ello que “la
escuela tradicional enfatiza la figura del maestro enormemente. Enfatiza, por ejemplo, el
papel de paradigma, de modelo. Las escuelas nuevas, por otro lado, enfatizaron el papel del
alumno, del discípulo, olvidando a veces el papel del educador” (Freire, 1989, p. 18)2.

Sin embargo, la filosofía educativa de este autor, es una filosofía de la educación que
al entender el proceso educativo globalmente, reconoce lo político de la educación, recupera
la unidad dialéctica entre enseñanza y aprendizaje, y el saber de experiencia como elemento
clave del proceso educativo, además de pensar en la profesión docente y reconocer que si

1
Freire, P. (1989). Una educación para el desarrollo: la animación sociocultural. Buenos Aires:
ICSAHvmanitas.
2
Ibíd., 1989.
bien, se caracteriza por una falta de estima social, igualmente es una tarea apasionante,
eminentemente ética, sustantivamente política, adjetivamente pedagógica e intelectualmente
exigente.

El artículo de Villanueva, José (2006),3 sobre “La filosofía y la formación docente.


Hacia la construcción y consolidación de una praxis educativa más conciente, crítica y
participativa”, destaca la importancia que el estudio de la filosofía tiene en la formación de
la conciencia y actuación crítico-reflexiva, especialmente en la formación en una sociedad
de conocimiento e información de los docentes.

En el mismo, se estable una relación entre lo sintético y deductivo de la educación,


sobre la necesidad de conocer, de la formación integral del docente, la dimensión histórica y
la resolución de problemas entorno a la existencia humano-cotidiana y humano-profesional.
Todo lo anterior, guarda una relación intrínseca de lo que, en cierta medida, podría ser
llamado filosofía de la educación, lo cual encuentra en la Filosofía un instrumento funcional
integrador del conocimiento, pues relaciona la histórica, el origen y desarrollo crítico de todos
los saberes, a través de lo cual el docente alcanza desarrollar su capacidad crítica, objetiva y
consciente, a partir de su realidad pensada.

Ahora bien, resulta conveniente destacar que en la actualidad el papel de los docentes-
formadores no es tanto el de “enseñar” unos determinados conocimientos que tendrán una
vigencia limitada y estarán siempre accesibles para quienes lo necesiten; como el de ayudar
a los estudiantes a “aprender a aprender para emprender y ser” de una manera autónoma, en
esta cultura del cambio y evolución continua, promoviendo su desarrollo cognitivo y
personal.

El filósofo y antropólogo Juan de Sahagún (1988)4, afirma que, para conseguir


resultados de un verdadero progreso educativo, exige de los docentes, más que a cualquier
otro profesional, por su singular puesto en el mundo y en los procesos de transformación del
mismo, una decidida y sólida formación, sustentada en contenidos validos e iluminada por
una adecuada visión antropológica. En esta dirección, todo proceso de formación debe

3
Villanueva, J. (2006). La filosofía y la formación docente. Hacia la construcción y consolidación de una
praxis educativa más conciente, crítica y participativa. Laurus, vol. 12, núm. Ext, 2006, pp. 206-235
4
De Sahagún, L. (1988), “El hombre ¿Quién es?”, Madrid: Atenas
colocar al docente, en su búsqueda por poseer y trasmitir la verdad, ante el reto de conocer y
comprender las cuestiones acerca de las causas últimas, las razones esenciales y la finalidad.
Para esto, la capacidad de discurrir, de cuestionar y de justificar sistemática y racionalmente
lo que se piensa, es fundamental.

Para Yurén, Camarena (2005)5, en su artículo sobre “Reformas curriculares en la


formación de docentes en México”, analiza principalmente las reformas curriculares en este
país, basado especialmente en la formación inicial de docentes de primaria,
contextualizándolas en los correspondientes periodos históricos y proyectos educativos,
asumiendo que no ha logrado formar agentes para una práctica educativa.

Lo anterior, teniendo en cuenta que existen ciertas condiciones en las actividades


educativas que hacen imposible o lleve a cabo una verdadera práctica educativa: a) que el
proyecto que anima la práctica mediante sus fines se considere perfecto, operando como
entidad platónica inmutable, refractaria a la crítica; b) que el proyecto deje de alimentar la
actividad y ésta se realice a la manera de un proceso mecánico; c) que se asuma que basta
acumular teorías para generar buenas prácticas; y d) que quien ejerza la práctica sea
instrumento para el logro de un proyecto ajeno (Yurén, p. 34).

Sumado a lo anterior, se considera que para que exista una verdadera filosofía
educativa, de la práctica y los procesos ligados al aprendizaje y, formación a docente, se
deben cambiar esas formas de práctica cuando, además de estar animada por un proyecto que
es asumido y orientado por teorías que se someten a crítica constante, es una forma de
objetivación que a la vez transforma a los individuos y los hace capaces de realizar otras
prácticas.

5
Yurén, C. (2005). “Reformas curriculares en la formación de docentes en México.” Edición – Educao
Realidade.

Вам также может понравиться