¿Está destinada la crítica literaria a permanecer por naturaleza y función como un
“discurso segundo” enteramente subordinado a un texto primero que podría solo él pretender la dignidad de un discurso creador? ¿Puede concebirse como invitaba Thibaudet en su tiempo una forma de crítica auténticamente creadora que se emanciparía del respeto adherido a la letra del texto para entrar en el impulso cuyo producto es la obra, intentando por ejemplo ofrecerle algún suplemento incluso imaginándola de una manera completamente otra?