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Alumna: Fabiola F.

Hoyos Velasco Profesora: Frida Erika Jacobo Herrera


Materia: Taller de Investigación I

Reporte de lectura: Los que curan a los locos, de Piero Coppo

Piero Coppo es un médico italiano que ha trabajado en África durante algunos años,
enfocado en enfermedades de la mente, y en la forma en que era tratada la “locura” por
parte de los curanderos y médicos (incluido él mismo) en Mali.
No siempre se hace o se ve la relación entre la medicina y la antropología. Se suelen
ver como dos ciencias separadas (cuando se digna uno a considerar la antropología como
ciencia), sin embargo esa relación se puede establecer fácilmente cuando se piensa en los
médicos que van a ejercer su profesión con gente de otra cultura. Incluso dentro de un
mismo país, como por ejemplo México, la medicina puede hacer uso de los conocimientos
de la antropología en cuanto a una forma de acercarse a la gente de una manera menos
rígida que la establecida por los lineamientos médicos, de modo que se pueda establecer
una mejor comunicación entre médico y paciente.
No es novedad que las diferencias entre las culturas también se extienden hacia lo que
son la forma de percibir el cuerpo y las enfermedades (y lo que las causan). Los comer
ciertas cosas a cierta temperatura en momentos específicos, el viento, las miradas, estas y
más son cosas que según ciertas culturas pueden ocasionar enfermedades del cuerpo, de la
mente o incluso la muerte.
A veces se insiste en utilizar los métodos de curación tradicionales en lugar de la
medicina científica para sanar esos males, otras veces es al revés. En otras ocasiones se
usan ambas cosas, sólo para “asegurarse” de la persona va a curarse. ¿Cuál de los dos
conjuntos de conocimientos es más útil o tiene más probabilidades de serlo y en qué
situaciones?
Muchas veces, en muchas culturas, se cree o se creía que las enfermedades mentales
son ocasionadas por demonios o espíritus, por un brujo o al menos algo o alguien muy
poderoso. Basados en esas causas, los curanderos hacen lo que consideran debería ayudar al
paciente, por medio de limpias, brebajes, o como lo relata Piero Coppo, atando a los
“locos” y tratando de calmarlos con amabilidad, manteniéndolos vigilados, y poco a poco
reincorporándolos a la vida social.
Cuando en una comunidad no le tienen confianza a uno, puede ser complicado
acercarce, sobre todo si se llega a decir cosas o a actuar de una forma que va en contra de
las ideologías de la comunidad a la que uno llega. Siendo médico es algo notorio, cuando
las ideas de uno, y la educación con la que uno creció, entra en conflicto con la del
curandero del lugar, quien recibió otra educación, igual de válida que la del médico que
estudio extranjero.
En el texto, Piero nos presenta los antecedentes históricos y culturales de la región,
explicándonos que en el área ya habían entrado extranjeros europeos (más precisamente,
franceses), que traían su propia tecnología e ideologías, entre ello la forma de tratar las
enfermedades mentales (en aquel entonces, dentro de los manicomios, dejando a los
enfermos en condiciones deplorables, como muchas veces se nos presenta en las películas).
Se puede destacar que el texto no sólo se enfoca en las cuestiones médico-culturales
(las enfermedades, qué las provocan según los habitantes, cómo se curan, etc), sino
también, como ya se dijo, en las cuestiones históricas, así como en las cuestiones culturales.
Un ejemplo que aparece en el texto, y que se puede apreciar con frecuencia al hacer
trabajo de campo (o en general al encontrarse en una cultura diferente a la propia), es lo
relativo a los roles de género. Esto se ve expuesto en algunos pasajes del libro, por ejemplo
cuando el autor describe su visita a la familia de un joven que padecía “viento” (que
produce “locura” en quien lo padece), el cual, según el padre, provenía de su madre, quien
lo había padecido mientras amamantaba al joven (sin embargo la madre decía que para
cuando lo amamantó ya se había curado) (Coppo, 1998: 75).
En esa interacción entre los padres y los médicos (uno de Mali, y Coppo), se ven las
mencionadas relaciones (y jerarquías) de género. Coppo explica cómo, al preguntarle a la
madre acerca de su hijo y la enfermedad, quien responde es el padre, y luego de un
intercambio en el cual padre y madre se interrumpían para contradecir la situación, el autor
quita la palabra al padre para dársela a la madre, mencionando lo contrariado que se
encontraba el hombre ante esa situación (Coppo, 1998: 75).
Terminada la descripción de esa situación con la familia del joven enfermo de
“viento”, Coppo hace una pequeña relfexión acerca de esa situación de jerarquía en la cual
la palabra de las mujeres tiene menos importancia que la de los hombres. Con éstos se
respeta el tiempo que se quieran tomar para contar algo, en cambio con las mujeres no es
algo que suela darse. En muchas culturas, incluso en la actualidad, muchas veces es hace
menos la opinión de las mujeres (Coppo, 1998: 76).
Respecto a esto el autor comenta cómo el médico de Mali le llamó la atención acerca
de quitarle la palabra al padre para dársela a la madre, y cómo esa acción podría tambalear
la confianza que hasta el momento estaba depositada en ambos médicos.
Muchas veces, al trabajar/visitar un lugar con diferentes creencias y costumbres, uno
como turista, estudioso o científico, se puede encontrar en situaciones como la anterior, en
la cual la ideología de los actores (“Nosotros” y los “Otros”) entran en conflicto. Uno tiene
que decidir qué hacer, si actuar conforme a las creencias propias de justicia o “sentido
común”, o adaptarse a la cultura en la cual uno se encuentra en el momento. ¿Qué tanto
derecho tenemos de llegar a intentar modificar las creencias o costumbres de lo demás sólo
porque no coinciden con lo que uno, como portador de otra cultura y educación, cree?
A lo largo del relato, si no supiéramos que Coppo es médico, podríamos pensar que se
trata de un antropólogo, y que el libro que nos presenta se trata del registro etnográfico de
éste, recopilando historias de vida de diversos sujetos con los cuales convivió durante su
estancia en África. Pero cabe recalcar que todos (o la mayoría) de esos recuentos son
justamente de médicos y curanderos, por lo tanto, la información que se nos presenta con
estas historias no sólo va de la mano con las creencias, costumbres y relaciones sociales que
están establecidos en la región, sino que también entran en discusión las cuestiones que
implican el uso de las plantas medicinales, la mentalidad alrededor de las enfermedades
(debido a la diferente interacción que los actores han tenido con éstas) acerca de qué las
provoca y el cómo tratarlas.
Otra cosa que vale la pena mencionar, es el uso de material fotográfico, el cual ayuda a
ilustrar lo compartido por el autor (paisajes, personajes, situaciones), acentúa un poco el
aspecto etnográfico del libro. Y hablando de etnografía, una pequeña parte de su libro la
dedica a hablar acerca del trabajo etnográfico de Marcel Griaule, un etnólogo francés quien,
entre las décadas de 1920 y 30, junto con un amplio equipo de diversos científicos y
estudiosos, atravesó África, realizando registros de sus travesías.
Acerca del trabajo de Marcel, Coppo comenta que, aunque fue una gran influencia en
el trabajo antropológico de campo, además de la cantidad información que proveía respecto
a las relaciones sociales, creencias, flora y fauna, lengua, etc., lo registrado acerca de los
dogon (uno de los grupos de pobladores de África occidental) no siempre coincidía con lo
que posteriormente Coppo y su equipo encontrarían en sus visitas a la región. Incluso
menciona que ni siquiera el propio pueblo registrado por Marcel se podía reconocer en esos
escritos (Coppo, 1998: 144-145).
Ya cerca del final del libro, el autor plantea algo que, aunque no siempre se tiene
consciencia de ello al hacer trabajo antropológico, se encuentra presente como una sombra
detrás de los registros y reflexiones que hacen etnógrafos e investigadores. Esto es que, lo
percibido y registrado por el investigador, es sólo un reflejo de lo que observó y escuchó
pero que ha pasado a través del filtro que el propio investigador tiene de forma inconsciente
en su interior. Es decir, como antropólogos, al ir a una comunidad y hacer registros
etnográficos, éstos se ven influidos por la forma en la que uno percibe su propio entorno,
comparamos las cosas desconocidas con las que ya conocemos, transformándolas en otra
cosa diferente.
Concluyendo este trabajo, es interesante la forma en que Piero Coppo relata sus
vivencias, porque no sólo relata como médico, exponiendo las diferencias en los
tratamientos contra la “locura” y las enfermedades mentales, y las diferentes formas en que
son percibidos entre médicos europeos y médicos/curanderos africanos, sino que se toma el
tiempo de explicar la historia y los antecedente que llevaron a que las relaciones sociales y
las creencias del momento se formaran y mantuvieran.
Es interesante ver la manera en que, al hablar de las enfermedades, se adentra en
territorio de las creencias y mitología, así como en la relación entre seres humanos y seres
humanos con su entorno. Ayuda a demostrar que no debe de haber una separación (tan)
rotunda entre medicina y antropología, pues ésta última puede ayudar a la primera a
entender y a adaptar sus métodos para cumplir sus objetivos en lugares ajenos a donde sus
conocimientos fueron desarrollados, sin por ello intervenir (o interferir) en los
conocimientos y creencias tradicionales de una cultura u otra.
Bibliografía:
 Coppo, P. (1998). Los que curan a los locos. Barcelona: Península.

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