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EL GIRO GEOGRÁFICO DE ANTONIO GARCÍA RICO Y SU MUSEO EFÍMERO

DRA. ELIZABETH MARÍN HERNÁNDEZ

EL GIRO GEOGRÁFICO

Tomar como punto de partida la definición de lo geográfico como marca específica de


territorios definidos en la descripción de sus formas naturales, limítrofes, o sociales,
determinadas en su formulación geofísica, nos alejaría de los nuevos planteamientos
de lo que significa lo geográfico como lugar de transformación simbólica al que puede
accederse desde otros modos de pensar al territorio en la alteración de los esquemas
establecidos.

Debido a que,

La geografía de hoy no tiene nada que ver con la de ayer: los modos de
grafía han cambiado tanto como la gệ (la Tierra). […], la geografía de los
artistas contemporáneos explora a partir de ahora los modos de habitar, las
múltiples redes en las que evolucionamos, los circuitos en los que nos
desplazamos y sobre todo, las formaciones económicas, sociales y políticas
que delimitan los territorios humanos1
Territorios que por su carga significantes acceden en la visualización del artista como
espacios de comprensión en los que se elaboran nuevas cartografías de uso en la
interioridad de las experimentaciones que nos presentan en la entrada del ‘otro’, en la
obsesión de hallarse en otro lugar, ajeno, lejano, distinto, pleno de formas y de
manejos simbólicos dignos de ser narrados por medio de un profundo proceso de
relaciones, que trascienden la mirada individual de un artista que gira sobre sí mismo
para convertirse en un cartógrafo de espacios, en los que los territorios y la
comunidad que los habita se transforman en un campo de acción en el que se
manifiesta una lúdica temporal dentro de una “zona offshore: ni integrado del todo en
la sociedad –a la que accede– ni limitado del todo al rol de observador neutro, se
define ante todo manteniendo sus distancias, alternando la expedición comprometida
al corazón de lo real y la retirada al confort que procura la extra-territorialidad”2.

1 Bourriaud, Nicolas: “1. Topocrítica. El arte contemporáneo y la investigación geográfica”, en:


“Heterocronías. Tiempo, arte y arqueologías del Presente”, Miguel Ángel Navarro (Comp.), Murcia,
CENDEAC, PAC”, 2008, pp.17-18.
2 Ídem, p. 18. (Las negritas son nuestras)

1
Las entradas y salidas de las zonas geográficas marcan dentro sí misma nuevas y
complejas cosmogonías del territorio. Otras visualizaciones capacitas de relacionar
miradas diversas, alteradoras de los mapas, con la intención de cargarlos de nuevas
escenas y presencias en medio de relaciones que giran en la imagen del artista a
través de otras descripciones y utilizaciones del territorio, pues de él puede extraer,
generar, fragmentar, o cortar una diversidad de elementos y de significaciones no
evidentes, con la finalidad de hacerlas marchar de otra manera en tanto su
intromisión en el otro espacio, en el momento en que coloca en acción otros códigos
de trazado, otra elaboración de cartografías que parten de una gramática visual
distinta con la cual comprender al territorio desde un afuera que explora e interviene
las superficies de paisajes naturales y sociales ya establecidos.

Exploraciones que organizan geográficamente territorios de carácter emocional,


identificados, modificados y utilizados dentro de la empatía de lo hallado con la
intención de conducir a lo geográfico a una concepción girada en la que se establezca
“un modo distinto de organizar el conocimiento en función de la manera en que lo
natural, lo social y lo cultural quedan relacionados entre sí”3, y donde dichas
relaciones ejecuten otro campo de ideas sobre las cartografías que se nos presentan,
en tanto que las mismas se encuentran atravesadas por una diversidad de agentes
socioculturales y naturales, habilitados de evidenciar la interioridad de
configuraciones microterritoriales que transitan desde local, lo privado, los modos de
uso del territorio y las formas de identificación con el mismo.

ANTONIO GARCÍA RICO Y SU MUSEO EFÍMERO

Territorialidad, extra-territorialidad, lugar, trayectorias naturales y humanas


condicionan y emergen en la formulación de una geografía no explayada en los modos
de medición normada, sino en la utilización de nuevos mapeos que hablen desde otros
usos de los territorios, más desde una empatía con el espacio al que se accede desde
una observación nada neutra contemplada desde una producción cultural del espacio
en el que se desarrollará la nueva cartografía por medio de la escenificación de otros
lugares inesperados, marcados por una girada territorialidad en la cual el artista

3 Guasch, Ana Maria: El arte en la era de lo global. 1989ǀ2015, Madrid, Alianza Forma, 2016, p. 161.

2
realiza una lúdica en la que programa otras formas de comportamiento mediante la
alteración de lo ya dado o establecido en el lugar, su manera de comprenderlo y de
representarse en él.

En este sentido, la geografía, llevada a cabo por un artista, genera otro espacio que une
lo real a lo imaginario, y “que remite a un concepto más amplio de espacialidad, el
«espacialidad» entendida como un «espacio socialmente producido» […] parte de una
«segunda naturaleza», un aspecto esencial de la vida humana y de una descripción del
mundo”4 necesaria para la comprensión de otros sistemas de representación y el
cómo descomponer a través de los mismos situaciones propias y ajenas, en medio de
la configuración de una narrativa relacional conducida por la figura del artista-espacio
entendida en la posibilidad de generar obras modificadoras de los lugares en los que
se sitúa en medio de su individualidad exploradora, comprometida en el acercamiento
y el alejamiento posterior con los que realizara una particular topografía.

Img.1: Antonio García Rico, “Piedras Blancas” (2017-2018)

4 Ídem, p. 162

3
En este sentido, los lugares de ubicación serán concebidos a partir de la composición
de otros espacios en los que se expresarán diversos, “comportamientos visuales,
sonoros o táctiles del individuo, –o de la colectividad–de una manera prevista por el
artista –y este como programador y cartógrafo de otro lugar– […] con finalidad
estética, de una serie de acontecimientos que afectan sensorialmente –y
socialmente– al ser perceptivo, positiva o negativamente, por el placer o por el
desagrado en un desarrollo espacio temporal”5, marcado por lo imprevisto de la
intromisión, de lo construido desde la mirada de aquel que explora con la intención de
acceder al lugar con el objetivo de plantear otros recorridos territoriales y al mismo
tiempo significantes.

Img.2: Antonio García Rico, “Piedras Blancas” (2017-2018)

Una experimentación geográfica que conduce el transito del artista Antonio García
Rico (Caracas, 1970-), quien obsesionado por los tejidos espaciales, y en el cómo los
mismos se manifiestan dentro de una determinada sociedad como la de El Molino,
ubicada en los Andes venezolanos, dentro de un territorio marcado por la ruralidad y

5 Torrijos, Fernando: “Sobre el uso estético del espacio”, en: Arte Efímero y Espacio Estético, José
Fernando Arenas (Coord.), Barcelona, Anthropos, 1988, p.24 (Las negritas son nuestras)

4
su aislamiento de lo urbano-citadino, con ritualidades particulares y tiempos distintos,
a los que el artista accede desde una visión individual, exploratoria, con la cual indaga
esta geografía a partir de las afecciones y de la transformación que puede producir en
ella, en medio de una intrusión pensada en la posibilidad de creación de otros
espacios de significación.

Espacios definidos en la colocación de una simultaneidad accionada en la extracción,


fragmentación y recorte de lo hallado en esa específica geografía, del Estado Mérida
del Occidente de Venezuela, con la que concibe un nuevo

[…] «espacio vivido» […] «directamente vivido», el espacio de los habitantes


y usuarios, y a la vez contiene simultáneamente los otros espacios tanto
reales como imaginarios. El espacio «vivido» se superpone al espacio físico,
haciendo un uso simbólico de sus objetos, y tiende a ser expresado en
sistemas de símbolos y signos no verbales”6,
Signos y símbolos del lugar con los que el artista interviene el territorio de El Molino,
con la intención de colocar el acento en ese espacio simultaneo, vivido, y para ello fue
necesario la obligatoria ubicación de la zona offshore definida en la extra-
territorialidad que determina miradas no neutrales sino relacionales que se
transfirieran a un nuevo espacio socialmente construido del que García Rico se
apropia y lo reconduce a nuevos campos de significación.

Img.3: Antonio García Rico, “Tributo a la vaca” (2017-2018)

6Soja, Edward: Thirdspace: Journeys to Los Angeles and Other Real-and-Imagined Spaces, Boston,
WileyBlackwell, 1996, pp. 130-131, citado por: Guasch, Ana Maria: Ob. cit: p. 163.

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De allí, que el artista funcione en medio de la conversación y negociación permanente
con la zona, en todas sus dimensiones, durante los años 2017-2018. Tiempo en que se
trasladará a El Molino con la intención de conocer el territorio, sus identidades, sus
rituales y costumbres determinadas en el mundo de la cosecha, sus modos de
ejecución, la utilización de materiales con los dibujan las tierras en sinuosos linderos,
la presencia de otros, ajenos a la comunidad y que hoy se encuentran en el juego del
ser de allí por el tiempo de permanencia pero al mismo tiempo no pertenecer, o su
lúdica con el poder religioso de la comunidad y la permisividad del mismo.

Su geografía y medición espacial de la población de El Molino nos habla de una


cartografía social, subjetiva, configurada en los elementos simbólicos de su extra-
territorialidad en un juego permanente con el territorio al que accede, en el que se
expresa una nueva forma de funcionamiento, en el momento en que resalta elementos
no evidentes de esta particular sociedad y del entorno en el que se emplaza, donde las
acciones, del artistas, concebidas en intervenciones de distinto cuño, ya sea en el
territorio físico o emocional de la comunidad, poseen como finalidad movilizarla de
otra manera, dentro de intervenciones que representan a este mapeo distinto que
llevará por nombre ‘Museo Efímero’.

Img.4: Antonio García Rico, “Tributo a la vaca” (2017-2018)

6
Un espacio museable de lo efímero, en el que todo la comunidad de El Molino
emergerá en una nueva medida de lo representable, movilizada entre aquello digno de
coleccionar en su impermanencia, pues solo es evidenciable en la experiencia y en los
residuos que las acciones planteadas por García Rico dejan sobre el terreno
delimitado en el cual, el mismo, colocará sus intencionadas y planificadas
intervenciones desde su exploración y donde el territorio, en su espacio vivido se
torna soporte con el cual inventar “un nuevo mundo de la topografía basada en la
noción de entropía”7 con la cual se genera un nuevo orden del territorio.

De esta manera, el ‘Museo Efímero’ de García Rico traza un nuevo espacio territorial
vivido, a través de la creación de metáforas geográficas que permiten leer a la cultura
de El Molino desde una diversidad de sustratos significantes en los que se operan
desde la mirada del artista una serie de posibles identificaciones, dentro de actos de
relación en los que se crean correspondencias momentáneas y que serán registradas
dentro de la reorganización territorial dada por el artista en el juego del mundo-
superficie del Land Art dispuesto a ser alterado y en la presencia del “planeta-plató –
en el que El Molino emerge en– una sucesión de escenas, de decorados a habitar”8
con los que se expresa el espacio directamente vivido como experiencia.

Img.5: Antonio García Rico, “El dibujo de la cebolla” (2017-2018)

7 Bourriaud, Nicolas: Ob. cit, p.26.


8 Ídem: p.29 (Las negritas son nuestras)

7
En esta ambivalencia de mundo-superficie y planeta-plató El Molino surge y accede a
la cartografía planificada en este giro de lo geográfico a través de siete intervenciones
definidas y planificadas en la ambigüedad de lo museable como coleccionable y lo
efímero como evanescente. Cada intervención tiene su tiempo de duración y de
degradación, pues su propósito de marcar, de trazar al territorio se manifiesta a través
de una heterogeneidad de dispositivos que transitan desde la sutileza, la laceración
del espacio o la evidencia de los rituales atravesados por una investigación guionizada
por el artista en el campo de lo simbólico y de lo social.

Investigación que funcionó como centro de conocimiento y de selección de lo hallado


en intervenciones como: “Las piedras blancas” (Img.1-2) o “Tributo a la vaca” (Img.3-4)
en las que materiales imperceptibles en la zona, las piedras blancas conocidas como
cantos rodados y la osamenta de una vaca, funcionaron como elementos delimitantes,
no tradicionales, en el campo espacial territorial de El Molino, tan solo con la finalidad
de hacer evidentes los traslados, las delimitaciones, el fluir y la impermanencia
posible de ser visualizada en el mundo-superficie que muestra el deambular del
artista en su giro geográfico.

Img.6: Antonio García Rico, “El dibujo de la cebolla” (2017-2018)

Otras dos intervenciones que constituyen este espacio vivido en el Museo Efímero de
García Rico expresan una girada definición de lo abstracto geométrico como traza en

8
el mundo de las experiencias, y que defieren de la espontaneidad de lo hallado y
refuncionalizado de “Las piedras blancas” o “Tributo a la vaca”, ambas realizadas con
esquemas racionales reciclan y cambian de intención las formas del arado tradicional
de El Molino con el propósito de crear nuevas huellas sobre la demarcación del
territorio.

La primera denominada “Dibujo en la cebolla” (Img.5-6) donde una yunta de bueyes


funciona como el instrumento de realización de una expresión de entrada libre y sutil
en el paisaje construido, cosechado, en el cual se transforman los surcos lineales
dejados por esta antigua manera de sembrar y de marcar al territorio, por otra,
llevada a cabo por el artista, en la puesta en funcionamiento de un sistema diseñado
con el cual crear formas radiales, y con ello alterar la topografía tradicional junto a la
posible innovación que rompa con los esquemas anteriores de la cosecha.

En esta transformación física del terreno, el artista juega con sus conocimiento de
diseñador industrial para con ellos configurar un nuevo espacio de experiencia, en el
cual la representación se encuentra en la acción que utiliza al terreno para dotarlo de
un nuevo sentido de utilidad, y a la yunta de bueyes como el medio con el cual dejar su
huella racional, y con ella generar una nueva funcionalidad que altera la linealidad
anterior y al mismo tiempo a la topografía del paisaje.

Img.7: Antonio García Rico, “Oda a Perséfone” (2017-2018)

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La “Oda a Perséfone” (Img.7-8) es la segunda intervención, de cuño topográfico
realizada por el artista sobre los terrenos de El Molino, sin bien ésta también expresa
su carácter abstracto geométrico, la misma no posee la sutileza que el “Dibujo en la
cebolla”, aquí el terreno es lacerado, bajo la consideración de la herida causada sobre
territorio, por el gran movimiento de tierra que la concepción de la misma trajo
consigo, la magnitud del espacio que ésta ocupó, además de juego entre lo natural y lo
construido, entre lo establecido y lo imaginario, y en los que se manifiesta la oposición
entre materia y significado como herida del mundo-superficie en su materialidad.

Img.8: Antonio García Rico, “Oda a Perséfone” (2017-2018)

Lo geográfico se convierte, entonces, en una cartografía específicamente humana en el


momento de marcar al territorio desde una racionalidad emocional que se aparta de
todo tipo de funcionalidad para la cosecha, pues en la “Oda a Perséfone” se expresa el
ritual del dejar la huella, del haber estado. Una huella precaria que presenta en su
tratamiento conceptual de impermanencia la necesidad de convertirse en
monumento, en recuerdo en medio de una temporalidad efímera.

Las cuatro intervenciones: “Las piedras blancas”, “Tributo a la vaca”, “Dibujo en la


cebolla” y la “Oda a Perséfone” cartografían y marcan al territorio desde una fisicidad
y materialidad significante distinta en las que otro orden del territorio surge ante la
ausencia de una sociedad que participa solo en la negociación de los espacios y en su
posterior contemplación, ya que ellas evidencian el mundo-superficie, construido en

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la utilidad y no en la presencia de lo social en su carácter de presencia, pero, a estas
con la intención de realizar una cartografía completa y compleja, el artista sumará tres
intervenciones posteriores con la participación activa de la comunidad, y con ello
generar una nueva entropía que topografía a la colectividad desde otros espacios de
entendimiento socialmente construidos.

Estas intervenciones se iniciaron con “El primer escupidero público de El Molino”


(Img.9-10), una acción colectiva en la que García Rico se apropia y redimensiona una
costumbre colectiva de la población, la de mascar chimó, una mezcla de tabaco cosido
con sal de urao que es masticada y luego escupida por el que la consume. Esta
costumbre, de antigua data en las comunidades andinas venezolanas, con la que sus
habitantes doblegan el hambre, se ha convertido en una seña de identidad de ciertas
poblaciones y el producto de la misma, el escupitajo se hace directamente al suelo, y a
esto se le suma que el chimó también funciona como pigmento y con él se han
desarrollado obras conocidas como pinturas de chimó en la región andina.

Img.9: Antonio García Rico, “El primer escupidero público de El Molino” (2017-2018)

El artista cartografía esta costumbre y su expresión dentro del territorio de El Molino,


con ella acciona una obra pictórica colectiva en la que coloca un lienzo y los

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escupidores realizan su operación de escupir los residuos sobre el mismo, en medio
de una suerte de dripping inesperado, espontáneo, que da como resultado una pintura
de chimó expresionista abstracta colocada en las zonas públicas del mismos.

Si bien, “El primer escupidero público de El Molino” coloca en evidencia diversos


sustratos representacionales en los que García Rico establece su discurso extra-
territorial dentro de diversas capas de significación, en una intervención posterior
conducirá a la colectividad de El Molino a una nueva resignificación de la identidad de
sus habitantes. Esta vez tomará como excusa una geografía social con la cual
cartografiará a la población desde su intervención “Tumba por los vivos” en la que
muestra desde el sarcasmo la presencia del ‘otro’, como un agente extraño a la
comunidad.

Img.10: Antonio García Rico, “El primer escupidero público de El Molino” (2017-2018)

“Tumba por los vivos” (Img.11) consistió en la realización de altar católico funerario
acostumbrado por los lugareños, en el que se pedía y se oraba por los vivos, por
aquellos ‘otros’ que acceden a los territorios de El Molino en forma de invasión, ‘otros’,
que acceden al territorio de manera inesperada y que desde la ritualidad popular
deben ser ahuyentados. Cartografía que muestra una de las complejidades
contemporáneas, la migración, el desplazamiento, el cruce de simultaneidades que

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emergen en la presencia de ese aparente extraño, con el que se tiene una conexión
parcial y una relación distinta entre el ‘otro y el lugar’, pues, en esta particular tumba
se redimensiona esa relación, con aquellos que irrumpen en una parte territorio que
pertenece al Centro Documental de El Molino, creado por una pareja, una periodista y
un arquitecto que se han dedicado a documentar y a divulgar las costumbres del lugar
y de los habitantes, y que actualmente continúan siendo otros, a pesar de su
permanencia en el territorio y de los beneficios llevados a El Molino.

Img.11: Antonio García Rico, “Tumba por los vivos” (2017-2018)

La última intervención altera por completo los espacios simbólicos de El Molino, la


iglesia, que bajo la intrusión del artista que marca una geografía del espacio vivido
transforma en su función primordial, la del rito católico para convertirla en un Cine,
en el aprovechamiento de su mobiliario. Esta acción de alteración y de transformación
del espacio físico y significante fue denominada “El Cine” (Img.12-13), donde la nave
principal de la modesta iglesia transfigura su función de culto en el altar principal, el
ábside, para conducirlo a un lugar de proyección provisional y efímera, en la
intencionada colocación de una precaria pantalla colocada en el lugar.

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Img.12: Antonio García Rico, “El Cine” (2017-2018)

‘El Cine’, es una intervención acordada con el párroco de la comunidad, que cambia
por completo la definición del espacio litúrgico para conducirlos a los trayectos de una
funcionalidad distinta y con una significación otra, capacitada para generar una nueva
lugaridad emocional, expectante del cambio, de una temporalidad que muta en los
modos de contemplación y de comprensión del espacio y de sí mismos.

Img.13: Antonio García Rico, “El Cine” (2017-2018)

EL MUSEO EFÍMERO: UNA TOPOCRÍTICA GEOGRÁFICA

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Antonio García Rico a través de su Museo Efímero nos conduce desde su presencia a
su no presencia en ese recorrido del mundo-superficie interpretado por un particular
modo de Land Art en las intervenciones que inician al mismo en “Las piedras blancas”
o “Tributo a la vaca”, en ellas la espontaneidad de lo hallado marcan la ruta de este
artista obsesionado por el espacio experiencial de lo vivido, que posteriormente
decantará en el ejercicio de racionalizar su accionar sobre el mundo-superficie en
tanto intervenir con sistemas de arado tradicionales y modernos al territorio,
marcándolo, trazándolo, o resignificándolo desde la postura extra-territorial del
artista geógrafo-espacio que se acerca lo necesario y se aleja lo suficiente en una
decisión individual con la cual cartografía al espacio al que accede.

Esta particular decisión conduce al artista por los trayectos de una geografía
topocrítica con la que explora diversos sustratos sociales y naturales construidos, con
los que recabó la información que le llevó al análisis y al conocimiento del espacio
vivido de El Molino, así como a la realidad física de sus lugares humanos, tanto suyos
como de los otros, como es evidente en la racionalidad abstracto geométrica de
“Dibujo en la cebolla” y la “Oda a Perséfone” o en las realidades que muestran la
actualidad desde distintos sustratos de la extra-territorialidad en “El primer
escupidero público de El Molino”, “Tumba por los vivos”, y el ciclo de esta nueva y
compleja geografía es cerrado con “El Cine”, como alteración última de lo social.

Todas estas intervenciones actuaron sobre lo humano, sobre una geografía construida
desde distintas versiones del mundo, manejado en este especial territorio, atravesado
por múltiples modos de significación que ahora serán montados por García Rico en
medio de la definición del planeta-plató en la sucesión de los habitares cartografiados,
donde los espacios se tornan en entidades capacitadas para acoger una acción y de las
cuales, posteriormente, se realizará el acoplamiento de las imágenes resultantes, de su
necesaria exégesis y donde las herramientas utilizadas por este artista geógrafo-
espacial generaran una topocrítica que permita ver la profundidad del giro geográfico
que nos conduce por espacios directamente vividos a través de la experiencia que se
ha convertido en la memoria museable del registro de lo efímero.

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