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EL GIRO GEOGRÁFICO
Debido a que,
La geografía de hoy no tiene nada que ver con la de ayer: los modos de
grafía han cambiado tanto como la gệ (la Tierra). […], la geografía de los
artistas contemporáneos explora a partir de ahora los modos de habitar, las
múltiples redes en las que evolucionamos, los circuitos en los que nos
desplazamos y sobre todo, las formaciones económicas, sociales y políticas
que delimitan los territorios humanos1
Territorios que por su carga significantes acceden en la visualización del artista como
espacios de comprensión en los que se elaboran nuevas cartografías de uso en la
interioridad de las experimentaciones que nos presentan en la entrada del ‘otro’, en la
obsesión de hallarse en otro lugar, ajeno, lejano, distinto, pleno de formas y de
manejos simbólicos dignos de ser narrados por medio de un profundo proceso de
relaciones, que trascienden la mirada individual de un artista que gira sobre sí mismo
para convertirse en un cartógrafo de espacios, en los que los territorios y la
comunidad que los habita se transforman en un campo de acción en el que se
manifiesta una lúdica temporal dentro de una “zona offshore: ni integrado del todo en
la sociedad –a la que accede– ni limitado del todo al rol de observador neutro, se
define ante todo manteniendo sus distancias, alternando la expedición comprometida
al corazón de lo real y la retirada al confort que procura la extra-territorialidad”2.
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Las entradas y salidas de las zonas geográficas marcan dentro sí misma nuevas y
complejas cosmogonías del territorio. Otras visualizaciones capacitas de relacionar
miradas diversas, alteradoras de los mapas, con la intención de cargarlos de nuevas
escenas y presencias en medio de relaciones que giran en la imagen del artista a
través de otras descripciones y utilizaciones del territorio, pues de él puede extraer,
generar, fragmentar, o cortar una diversidad de elementos y de significaciones no
evidentes, con la finalidad de hacerlas marchar de otra manera en tanto su
intromisión en el otro espacio, en el momento en que coloca en acción otros códigos
de trazado, otra elaboración de cartografías que parten de una gramática visual
distinta con la cual comprender al territorio desde un afuera que explora e interviene
las superficies de paisajes naturales y sociales ya establecidos.
3 Guasch, Ana Maria: El arte en la era de lo global. 1989ǀ2015, Madrid, Alianza Forma, 2016, p. 161.
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realiza una lúdica en la que programa otras formas de comportamiento mediante la
alteración de lo ya dado o establecido en el lugar, su manera de comprenderlo y de
representarse en él.
En este sentido, la geografía, llevada a cabo por un artista, genera otro espacio que une
lo real a lo imaginario, y “que remite a un concepto más amplio de espacialidad, el
«espacialidad» entendida como un «espacio socialmente producido» […] parte de una
«segunda naturaleza», un aspecto esencial de la vida humana y de una descripción del
mundo”4 necesaria para la comprensión de otros sistemas de representación y el
cómo descomponer a través de los mismos situaciones propias y ajenas, en medio de
la configuración de una narrativa relacional conducida por la figura del artista-espacio
entendida en la posibilidad de generar obras modificadoras de los lugares en los que
se sitúa en medio de su individualidad exploradora, comprometida en el acercamiento
y el alejamiento posterior con los que realizara una particular topografía.
4 Ídem, p. 162
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En este sentido, los lugares de ubicación serán concebidos a partir de la composición
de otros espacios en los que se expresarán diversos, “comportamientos visuales,
sonoros o táctiles del individuo, –o de la colectividad–de una manera prevista por el
artista –y este como programador y cartógrafo de otro lugar– […] con finalidad
estética, de una serie de acontecimientos que afectan sensorialmente –y
socialmente– al ser perceptivo, positiva o negativamente, por el placer o por el
desagrado en un desarrollo espacio temporal”5, marcado por lo imprevisto de la
intromisión, de lo construido desde la mirada de aquel que explora con la intención de
acceder al lugar con el objetivo de plantear otros recorridos territoriales y al mismo
tiempo significantes.
Una experimentación geográfica que conduce el transito del artista Antonio García
Rico (Caracas, 1970-), quien obsesionado por los tejidos espaciales, y en el cómo los
mismos se manifiestan dentro de una determinada sociedad como la de El Molino,
ubicada en los Andes venezolanos, dentro de un territorio marcado por la ruralidad y
5 Torrijos, Fernando: “Sobre el uso estético del espacio”, en: Arte Efímero y Espacio Estético, José
Fernando Arenas (Coord.), Barcelona, Anthropos, 1988, p.24 (Las negritas son nuestras)
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su aislamiento de lo urbano-citadino, con ritualidades particulares y tiempos distintos,
a los que el artista accede desde una visión individual, exploratoria, con la cual indaga
esta geografía a partir de las afecciones y de la transformación que puede producir en
ella, en medio de una intrusión pensada en la posibilidad de creación de otros
espacios de significación.
6Soja, Edward: Thirdspace: Journeys to Los Angeles and Other Real-and-Imagined Spaces, Boston,
WileyBlackwell, 1996, pp. 130-131, citado por: Guasch, Ana Maria: Ob. cit: p. 163.
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De allí, que el artista funcione en medio de la conversación y negociación permanente
con la zona, en todas sus dimensiones, durante los años 2017-2018. Tiempo en que se
trasladará a El Molino con la intención de conocer el territorio, sus identidades, sus
rituales y costumbres determinadas en el mundo de la cosecha, sus modos de
ejecución, la utilización de materiales con los dibujan las tierras en sinuosos linderos,
la presencia de otros, ajenos a la comunidad y que hoy se encuentran en el juego del
ser de allí por el tiempo de permanencia pero al mismo tiempo no pertenecer, o su
lúdica con el poder religioso de la comunidad y la permisividad del mismo.
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Un espacio museable de lo efímero, en el que todo la comunidad de El Molino
emergerá en una nueva medida de lo representable, movilizada entre aquello digno de
coleccionar en su impermanencia, pues solo es evidenciable en la experiencia y en los
residuos que las acciones planteadas por García Rico dejan sobre el terreno
delimitado en el cual, el mismo, colocará sus intencionadas y planificadas
intervenciones desde su exploración y donde el territorio, en su espacio vivido se
torna soporte con el cual inventar “un nuevo mundo de la topografía basada en la
noción de entropía”7 con la cual se genera un nuevo orden del territorio.
De esta manera, el ‘Museo Efímero’ de García Rico traza un nuevo espacio territorial
vivido, a través de la creación de metáforas geográficas que permiten leer a la cultura
de El Molino desde una diversidad de sustratos significantes en los que se operan
desde la mirada del artista una serie de posibles identificaciones, dentro de actos de
relación en los que se crean correspondencias momentáneas y que serán registradas
dentro de la reorganización territorial dada por el artista en el juego del mundo-
superficie del Land Art dispuesto a ser alterado y en la presencia del “planeta-plató –
en el que El Molino emerge en– una sucesión de escenas, de decorados a habitar”8
con los que se expresa el espacio directamente vivido como experiencia.
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En esta ambivalencia de mundo-superficie y planeta-plató El Molino surge y accede a
la cartografía planificada en este giro de lo geográfico a través de siete intervenciones
definidas y planificadas en la ambigüedad de lo museable como coleccionable y lo
efímero como evanescente. Cada intervención tiene su tiempo de duración y de
degradación, pues su propósito de marcar, de trazar al territorio se manifiesta a través
de una heterogeneidad de dispositivos que transitan desde la sutileza, la laceración
del espacio o la evidencia de los rituales atravesados por una investigación guionizada
por el artista en el campo de lo simbólico y de lo social.
Otras dos intervenciones que constituyen este espacio vivido en el Museo Efímero de
García Rico expresan una girada definición de lo abstracto geométrico como traza en
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el mundo de las experiencias, y que defieren de la espontaneidad de lo hallado y
refuncionalizado de “Las piedras blancas” o “Tributo a la vaca”, ambas realizadas con
esquemas racionales reciclan y cambian de intención las formas del arado tradicional
de El Molino con el propósito de crear nuevas huellas sobre la demarcación del
territorio.
En esta transformación física del terreno, el artista juega con sus conocimiento de
diseñador industrial para con ellos configurar un nuevo espacio de experiencia, en el
cual la representación se encuentra en la acción que utiliza al terreno para dotarlo de
un nuevo sentido de utilidad, y a la yunta de bueyes como el medio con el cual dejar su
huella racional, y con ella generar una nueva funcionalidad que altera la linealidad
anterior y al mismo tiempo a la topografía del paisaje.
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La “Oda a Perséfone” (Img.7-8) es la segunda intervención, de cuño topográfico
realizada por el artista sobre los terrenos de El Molino, sin bien ésta también expresa
su carácter abstracto geométrico, la misma no posee la sutileza que el “Dibujo en la
cebolla”, aquí el terreno es lacerado, bajo la consideración de la herida causada sobre
territorio, por el gran movimiento de tierra que la concepción de la misma trajo
consigo, la magnitud del espacio que ésta ocupó, además de juego entre lo natural y lo
construido, entre lo establecido y lo imaginario, y en los que se manifiesta la oposición
entre materia y significado como herida del mundo-superficie en su materialidad.
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la utilidad y no en la presencia de lo social en su carácter de presencia, pero, a estas
con la intención de realizar una cartografía completa y compleja, el artista sumará tres
intervenciones posteriores con la participación activa de la comunidad, y con ello
generar una nueva entropía que topografía a la colectividad desde otros espacios de
entendimiento socialmente construidos.
Img.9: Antonio García Rico, “El primer escupidero público de El Molino” (2017-2018)
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escupidores realizan su operación de escupir los residuos sobre el mismo, en medio
de una suerte de dripping inesperado, espontáneo, que da como resultado una pintura
de chimó expresionista abstracta colocada en las zonas públicas del mismos.
Img.10: Antonio García Rico, “El primer escupidero público de El Molino” (2017-2018)
“Tumba por los vivos” (Img.11) consistió en la realización de altar católico funerario
acostumbrado por los lugareños, en el que se pedía y se oraba por los vivos, por
aquellos ‘otros’ que acceden a los territorios de El Molino en forma de invasión, ‘otros’,
que acceden al territorio de manera inesperada y que desde la ritualidad popular
deben ser ahuyentados. Cartografía que muestra una de las complejidades
contemporáneas, la migración, el desplazamiento, el cruce de simultaneidades que
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emergen en la presencia de ese aparente extraño, con el que se tiene una conexión
parcial y una relación distinta entre el ‘otro y el lugar’, pues, en esta particular tumba
se redimensiona esa relación, con aquellos que irrumpen en una parte territorio que
pertenece al Centro Documental de El Molino, creado por una pareja, una periodista y
un arquitecto que se han dedicado a documentar y a divulgar las costumbres del lugar
y de los habitantes, y que actualmente continúan siendo otros, a pesar de su
permanencia en el territorio y de los beneficios llevados a El Molino.
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Img.12: Antonio García Rico, “El Cine” (2017-2018)
‘El Cine’, es una intervención acordada con el párroco de la comunidad, que cambia
por completo la definición del espacio litúrgico para conducirlos a los trayectos de una
funcionalidad distinta y con una significación otra, capacitada para generar una nueva
lugaridad emocional, expectante del cambio, de una temporalidad que muta en los
modos de contemplación y de comprensión del espacio y de sí mismos.
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Antonio García Rico a través de su Museo Efímero nos conduce desde su presencia a
su no presencia en ese recorrido del mundo-superficie interpretado por un particular
modo de Land Art en las intervenciones que inician al mismo en “Las piedras blancas”
o “Tributo a la vaca”, en ellas la espontaneidad de lo hallado marcan la ruta de este
artista obsesionado por el espacio experiencial de lo vivido, que posteriormente
decantará en el ejercicio de racionalizar su accionar sobre el mundo-superficie en
tanto intervenir con sistemas de arado tradicionales y modernos al territorio,
marcándolo, trazándolo, o resignificándolo desde la postura extra-territorial del
artista geógrafo-espacio que se acerca lo necesario y se aleja lo suficiente en una
decisión individual con la cual cartografía al espacio al que accede.
Esta particular decisión conduce al artista por los trayectos de una geografía
topocrítica con la que explora diversos sustratos sociales y naturales construidos, con
los que recabó la información que le llevó al análisis y al conocimiento del espacio
vivido de El Molino, así como a la realidad física de sus lugares humanos, tanto suyos
como de los otros, como es evidente en la racionalidad abstracto geométrica de
“Dibujo en la cebolla” y la “Oda a Perséfone” o en las realidades que muestran la
actualidad desde distintos sustratos de la extra-territorialidad en “El primer
escupidero público de El Molino”, “Tumba por los vivos”, y el ciclo de esta nueva y
compleja geografía es cerrado con “El Cine”, como alteración última de lo social.
Todas estas intervenciones actuaron sobre lo humano, sobre una geografía construida
desde distintas versiones del mundo, manejado en este especial territorio, atravesado
por múltiples modos de significación que ahora serán montados por García Rico en
medio de la definición del planeta-plató en la sucesión de los habitares cartografiados,
donde los espacios se tornan en entidades capacitadas para acoger una acción y de las
cuales, posteriormente, se realizará el acoplamiento de las imágenes resultantes, de su
necesaria exégesis y donde las herramientas utilizadas por este artista geógrafo-
espacial generaran una topocrítica que permita ver la profundidad del giro geográfico
que nos conduce por espacios directamente vividos a través de la experiencia que se
ha convertido en la memoria museable del registro de lo efímero.
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