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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DEL PERÚ

Trabajo Final

Trabajo que como parte del curso de Ciudadanía y reflexión ética presentan los alumnos

PAREDES MURILLO, Carlos Manuel

PAREDES QUISPE, Edgardo Jordan

PAREDES QUISPE, Eduardo Helberth

Arequipa, noviembre de 2017


Las personas que habitan el territorio peruano, se sienten identificados con este, o
bueno la mayoría lo hace así; formando parte de una sociedad civilizada y siendo
reconocidos por la misma. La sociedad y el Estado, ofrecen un ambiente; en lo
posible, seguro y cálido, en donde desenvolverse en el día a día como personas; por
otra parte, cómo es que cada individuo puede aportar o actuar para que en suma, se
alcance un espacio social en donde uno pueda decir, estoy feliz de ser parte de este
país, llamado Perú; en otras palabras, ¿cuál debe ser la función del ciudadano en
nuestro país?

La participación de los ciudadanos y ciudadanas, en nuestro país, trata de responder


los problemas que confronta la democracia, relacionada a la ausencia de
instituciones transparentes e inestabilidad de la política nacional, además de la falta
de pocas condiciones de trato igualitario de los ciudadanos, sin mencionar el abuso
de poder y violencia política que existe en nuestro país.

En primer lugar, si nos ponemos a analizar qué es lo que sucede en el mundo, la


situación no es ajena a lo que pasa en nuestro país; momentos de pobreza,
hambruna, conflictos políticos y sociales, crecimiento poblacional, atentados y
guerras, son solo algunos de los panoramas que se desarrollan alrededor del mundo,
no solamente en países de escasos recursos, sino también en países desarrollados.

Las sociedades crecen a un ritmo acelerado, con el objetivo de satisfacer las


necesidades de las personas que las conforman, pero muchas veces los recursos no
lo permiten. Los niveles de velocidad, intensidad y frecuencia de los cambios,
ocasionados por el ser humano, como consecuencia de la satisfacción de
necesidades, traspasa los límites de lo que el entorno puede ofrecer, trayendo como
consecuencia que el entorno no pueda retornar a su estado inicial, mantenido el
daño que se generó (Postigo, 2016, pág. 27). Es por ello que, en la mayoría de los
casos, los ciudadanos migran hacia lugares en busca de mejores oportunidades,
lugares en donde no solo existan los recursos necesarios, sino también la aceptación
de la nueva comunidad en la cual se van a desenvolver.

Por otro lado, en el siglo XXI, la tecnología y los medios de comunicación han hecho
posible el incremento de las relaciones entre los 5 continentes, países, ciudades y
personas; intercambiando información, que va desde noticias, hasta costumbres,
tradiciones y estilos de vida, permitiendo conocer un poco más de los
acontecimientos que se desarrollan en lugares ajenos a donde uno habita.

Todo ello, es gracias a la globalización, también conocido con el nombre de


mundialización, un fenómeno que no solo es propio de este siglo, sino viene
desarrollándose desde hace mucho, solo que a menor escala. Originando en cierta
manera una homogenización a escala mundial, estandarizando en cierto grado,
costumbres, productos, etc. (Degregori, 2003, págs. 212-215).

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En los diferentes medios de comunicación a nivel internacional, podemos notar que
de alguna forma se busca promover la igualdad entre todos; incentivando el respeto
por lo diferente, y que las personas tengan una conciencia orientada a la inclusión
social.

En una época de cambios en la sociedad, la educación tiene un papel que ha sido


modificado, porque ha pasado a der una sociedad fragmentada; en donde la
educación se imparte de acuerdo a los marcados niveles sociales existentes, a una en
donde esta se imparte de manera equitativa. En esta nueva sociedad las políticas
públicas, están basadas en el bienestar de la sociedad, sin embargo, se han vuelto
poco operativas. Para la globalización multicultural, con sectores marginales y crisis
en valores, se debe cambiar el modelo de una educación permanente por la
educación de una ciudadanía consciente, en la que se refuercen el sentimiento de
pertenencia, implicación social y se desarrollen nuevos modelos de convivencia no
discriminatoria. (Fundación Esplai, 2007, pág. 14)

A pesar de que haya un conocimiento de la diversidad, las diferencias aún son


marcadas en los diferentes ambientes sociales, porque no todos aceptan la forma de
pensar y actuar de ajenos, generando brechas, principalmente discriminatorias, que
no permiten alcanzar una sociedad en donde todos sean tomados por iguales, y en
donde el Estado y los gobernantes luchan de alguna manera para poder taparlas. Las
diferencias, no solo son un problema de hoy, sino son cadenas que se arrastran
desde hace mucho; por ejemplo, las élites urbanas, en otras palabras, las personas
provenientes de la ciudad, alcanzaron un gran poder no solo económico sino también
social, luego de que sus países alcanzaran su independencia; ocasionando, por otro
lado, una desigualdad con los campesinos que fue incrementándose con los años.
Asimismo, la descolonización alrededor del mundo, generó nuevos sistemas
económicos que acentuaban, las injusticias de la era colonial y la mala repartición de
recursos entre las élites sociales y la gente del campo (Rieff, págs. 119-120).

Ante todo esto, el Estado, tiene un papel importante, porque este rige a través de
leyes y normas el comportamiento de los ciudadanos hasta cierto nivel, dándoles las
libertades necesarias para que puedan desenvolverse en todas sus funciones y
puedan hacer uso de su razón y criterio sin sentirse presionados o engañados, por
considerar algo injusto (Savater, Diccionario del ciudadano sin miedo a saber, 2007,
pág. 25). A nivel mundial, todos los países tienen un gobierno que lleva de alguna
forma el control para que se respeten las leyes establecidas con el objeto de
conservar una sociedad justa, segura y pacífica. Podemos decir entonces, que el
Estado representa la autoridad política de una sociedad que habita un territorio
determinado, y es responsable del control de la ley y el orden dentro de este (Torres,
2001, págs. 21-29).

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Por otro lado, y en segundo lugar; en el Perú, los 3 177 millones de habitantes viven
el día a día ignorando lo que sucede a su alrededor, su realidad, diciendo, no debería
importarme porque a mí no me afecta; sin embargo, sí debería, porque el ser
ciudadano implica tener la capacidad de tolerar y trabajar en equipo con personas
diferentes; incrementando la capacidad de las personas y el deseo de participar en el
proceso político de promover el bienestar público y la responsabilidad con la
sociedad.

El Perú, es un país muy diverso, sin embargo el peruano no lo reconoce. Existe un


gran problema de identidad y discriminación altamente pronunciadas; porque la
variedad de razas, lenguas, religiones, costumbres y tradiciones, no son valoradas.
Esto, no solo es en algunos departamentos, sucede en todos, principalmente cuando
un ciudadano de la selva va a la costa, o cuando de esta alguien va a la sierra y
viceversa. Esto, de alguna manera obliga a las personas migrantes a adaptarse y a
cambiar para que la sociedad los acepte, perdiendo sus costumbres, estilo de vida,
etc. (Cuenca & Pajuelo, 2014, pág. 208).

Al finalizar el siglo XIX, el Perú fue protagonista del denominado racismo científico,
los conceptos en las que se basaba era la desigualdad natural de las razas; es decir en
los rasgos fisiológicos, como por ejemplo el tipo de cráneo y su color de piel;
dependiendo de estos el grado de cultura que poseían. Esta idea tuvo gran
importancia en el Perú, cuando en el país crecía la heterogeneidad nacional,
fomentando un carácter racista profundo en las personas; que se desencaden ó por la
inmigración china, bajo el régimen de Ramón Castilla, haciendo que la composición
de razas en el Perú no sea tolerada por los especialistas de la época y generando de
esta manera el racismo científico (Zapata Velasco, 2016, pág. 140). Como resultado,
el racismo quedo incorporado a la cultura política peruana, estableciéndose
fuertemente en las derechas, y con el paso del tiempo, se ha ido moderando en
todos los grupos políticos, pero siempre con una aceptación tardía de grupos de la
derecha por su mentalidad oligárquica.

La tolerancia, quizás sea uno de los defectos que más resalta en los peruanos,
existen diferencias, pero a pesar de ello, así como a cada uno le gustaría sentirse
aceptado y reconocido, tiene que respetar a quienes lo rodean.

La tolerancia es la disposición cívica a convivir armoniosamente con personas de


creencias diferentes y aun opuestas a las nuestras, así como con hábitos sociales
o costumbres que no compartimos. La tolerancia no es mera indiferencia sino
que implica en muchas ocasiones soportar lo que nos disgusta: por supuesto, ser
tolerante no impide formular críticas razonadas ni obliga a silenciar nuestra
forma de pensar para no «herir» a quienes piensan de otro modo. La tolerancia
es de doble dirección, es decir, que el precio de no prohibir o impedir la

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conducta del prójimo tiene como contrapartida que éste se resigne a objeciones
o bromas de quienes tienen preferencias distintas […]. Ser tolerante no es ser
débil, sino ser lo suficientemente fuerte y estar lo suficientemente seguro de las
propias elecciones como para convivir sin escándalo ni sobresalto con lo diverso,
siempre que se atenga a las leyes. (Savater, Diccionario del ciudadano sin miedo
a saber, 2007, págs. 81-83)

Es cierto que hay acciones que van en contra de las leyes y normas, y por ello las
rechazamos; sin embargo, existen otras que simplemente son ajenas a nosotros,
pero están dentro del margen legal y no hacen daño a la comunidad, pero a pesar de
ello los peruanos no sabemos tolerarlo; y es algo que se tiene que cambiar.

Ahora bien, la discriminación no es el único problema que enfrenta nuestro país; la


corrupción y la política nacional son una fiera que asecha silenciosamente a la
sociedad. Desde la época del fujimorismo hasta el día de hoy, podemos encontrar
escándalos de ex-congresistas y ex-presidentes del Perú, que en algún momento
fueron una luz que podría sacarnos de la oscuridad, como sucedió en la década de
los 90 cuando en medio de un crisis nacional el pueblo peruano encontró una
esperanza en el partido Cambio 90, un partido formado por oportunistas, como la
figura de Alberto Fujimori (Degregori, 2015, pág. 290). Alguien quien dio y da mucho
de qué hablar en nuestro país por actos de corrupción.

Las autoridades no se eligen solas, lo hacen los peruanos, y es justamente el


problema, eligen a aquel que no solo ofrece propuestas interesantes que mejoraran
la economía, salud, sistemas de justicia, seguridad, etc.; sino también productos o
incentivos que buscan comprar el boto del pueblo, algo que se conoce como
clientismo, tal es el caso de Cesar Acuña, que intercambió votos y militancia por
becas y puestos en la universidad (Zapata Velasco, 2016, pág. 187). En relación a ello
son muchos los escándalos que suceden dentro de la política nacional,
principalmente antes y después de las elecciones, cuando se suele hablar mal de
alguien, para poder resaltar y ganar votantes; una lucha en donde todos los partidos
sacan los trapos sucios del contrincante;, eso sin mencionar que los medios de
comunicación son controlados y manipulados como marionetas, para dar a conocer
el lado maravilloso y respetable de los participantes en el proceso electoral,
ocultando las actividades que manchan su imagen y prestigio, que un pueblo
ignorante de la política peruana cree con facilidad.

Preocuparse por uno mismo, sin importarle el resto, es un pensamiento arraigado en


la mente de los peruanos; tal es así, que de haber algún accidente en l a calle o algún
desastre cualquiera, muchas de las personas saldrían corriendo víctimas del pánico
sin importarles lo que sucede a su alrededor, y sin pretender brindar ayuda alguna.
En esta situación, la frase de Jean Paul Sartre: el infierno son los otros , cobra gran

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importancia, en donde la sociedad es usada como un medio para poder alcanzar y
satisfacer las necesidades individuales, ignorando a aquellos de quienes
dependemos, con quienes interactuamos a diario y a esos desconocidos que a veces
dependen de nosotros. (Brousset, 2017, pág. 3). Por ejemplo, en un caso hipotético:

Bob está a punto de jubilarse. Ha invertido la mayor parte de sus ahorros en un


valioso y raro coche antiguo, un Bugatti, que no ha podido asegurar a todo
riesgo. El Bugatti es su orgullo y su alegría. Bob no solo disfruta conduciéndolo y
ocupándose del mantenimiento, sino además es consciente de que el hecho de
que su valor en el mercado significa que podrá venderlo y vivir cómodamente
cuando se jubile. Un día que sale a dar una vuelta con el coche, lo estaciona
junto con una topera de una vía muerta del ferrocarril y va a dar un paseo por las
vías .Cuando está paseando ve que un tren sin pasajeros se desliza sin control
por los raíles .Al mirar a lo lejos, en el sentido que avanza el tren, ve la pequeña
figura de un niño que parece absorto jugando en las vías. Ajeno por completo a
la proximidad del tren, el niño corre grave peligro. Bob no puede detener el tren
y el niño está demasiado lejos para oír sus gritos de alerta. Pero puede accionar
la manivela del camino que desvié el tren hacia la vía muerta junto a la que está
aparcado el bugatti .Si lo hace nadie morirá, pero el ten arrollara la topera
cochambrosa que clausura la vía muerta y destrozara el bugatti. Cuando piensa
en lo que disfruta siendo propietario de ese coche y en la garantía económica
que representa para el no decide accionar la manivela. (Singer, Salvar una vida :
cómo terminar con la pobreza, 2012, págs. 31-32)

Puede parecer muy fría la decisión que tomó Bob, pero así es la realidad, más aun en
el territorio peruano, en donde el beneficio y bienestar individual prima por encima
del colectivo social. Son situaciones que se viven día a día, que por más crudas que
parezcan son reales, puesto que un ciudadano del Perú, si es que se le puede llamar
así, es capaz de pisotear o dañar de alguna manera a su contrincante (otro peruano)
con la finalidad de alcanzar lo que está buscando. Tal es así que, la frase “el enemigo
de un peruano es otro peruano”, no es más que el reflejo de nuestra triste realidad.

En relación a lo anterior, qué pasaría si el comportamiento de las personas no está


regido por normas y leyes. La respuesta es simple, la sociedad sería un caos; porque
nadie tendría respeto por la otra persona y no habría condición de igualdad o justicia
para los peruanos. Aquí es donde la ciudadanía entra a jugar un papel muy
importante:

La ciudadanía democrática es la forma de organización social de los iguales,


frente a las antiguas sociedades jerárquicas que imponen desigualdades
“naturales” entre los miembros de la comunidad. Los iguales lo son en derechos
y deberes, no en raza, sexo, cultura, capacidades físicas o intelectuales ni

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creencias religiosas: es decir, igual titularidad de garantías políticas y asistencia
social, así como igual obligación de acatar las leyes que la sociedad por medio de
sus representantes se ha dado así misma […]. (Savater, Diccionario del ciudadano
sin miedo a saber, 2007, pág. 9)

En tal sentido, para poder decir que el Perú es un país en done hay una plena
ciudadanía, las personas deben respetar las leyes que el gobierno establece, y
además de ello, debe existir una igualdad en derechos y deberes, que sin embargo no
se cumple. Sí, es cierto que hay un poder en nuestro país que se encarga de que la
justicia se imparta por igual a lo largo del territorio nacional; pero la reali dad es otra,
porque en la mayoría de los casos, y con pruebas en la mano, los sospechosos de
algún crimen (asesinato, lavado de activos, tráfico de drogas, etc.) suelen ser
liberados o reciben condenas que no corresponden al grado del delito que se
cometió, sucediendo generalmente cuando las personas acusadas son adineradas o
han ocupado cargos importantes no solo en la política, sino también en el comercio,
economía, industria, etc.

Cabe mencionar que la ciudadanía, también está relacionada a la diversidad e


interculturalidad en el Perú. Porque permite, que las personas puedan reconocer la
diversidad cultural de un modo correcto, mostrando respeto y consideración por las
etnias, creencias, costumbres y tradiciones que conviven en el territorio nacional; en
otras palabras permite una práctica de valoración y respeto de nuestras diferencias.
(Ministerio de Cultura, 2014, pág. 19).

Es cierto que el Estado debe, incentivar la inclusión en los ciudadanos,


principalmente en los sectores públicos, pero, no es el único responsable de cumplir
con la ciudadanía intercultural, también lo son los ciudadanos y ciudadanas, que
deben dejar de lado sus prejuicios, estereotipos y representaciones racistas que
están profundamente sembradas en sus mentes. Hacer un pequeño esfuerzo para
cambiar y ser más tolerante, es algo que un ciudadano debería hacer en nuestro país,
permitiendo el crecimiento de una sociedad en donde la diversidad cultural sea más,
una fuente de tolerancia y solidaridad, que de discriminación y desigualdad
(Ministerio de Cultura, 2014, págs. 20-21).

Asimismo, convivir con otros no significa vivir el día a día ignorando lo que sucede a
nuestro alrededor, como la mayoría de peruanos lo hace; por el contrario, un
ciudadano debe estar al tanto de los acontecimientos que se desarrollan a su
alrededor y poder participar directa o indirectamente de estos, aportando y
colaborando con la sociedad.

En una palabra, el ciudadano es el sujeto de la libertad política y de la


responsabilidad que implica su ejercicio. En la ciudadanía, son los ciudadanos
quienes sustentan el sentido político de la comunidad y no al revés. Por

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expresarlo con las palabras de Paul Barry Clarke: «Ser un ciudadano pleno
significa participar tanto en la dirección de la propia vida como en la definición
de algunos de sus parámetros generales; significa tener conciencia de que se
actúa en y para un mundo compartido con otros y de que nuestras respectivas
identidades individuales se relacionan y se crean mutuamente». (Savater,
Diccionario del ciudadano sin miedo a saber, 2007, págs. 9-10)

Que una persona ignore sus responsabilidades como ciudadano, perjudica a la


sociedad y comunidad, porque como lo menciona Savater, es esta quien depende
políticamente del ciudadano, y no viceversa. Esto sucede cuando no se tiene
conciencia de que se vive en un ambiente social, sino en un ambiente individualista,
como la mayoría de personas lo ve. Es decir, tener la disposición de participar
activamente en el ámbito político de nuestro país, y de alguna manera salir a la
esfera pública, está orientado a la construcción de la ciudadanía (Jelin, 1997, págs.
193-194).

Se pueden identificar 5 valores para el ejercicio de la plena ciudadanía; estos son la


igualdad, la libertad, la solidaridad, el respeto activo y el valor del diálogo; que
vienen a ser los componentes de aquello que llamamos ética cívica; que es un
espacio en donde logramos interactuar con todos los ciudadanos y ciudadanas de
nuestra comunidad. Estos valores, son compartidos por todos los miembros de la
sociedad y son la llave que todos los ciudadanos deben cargar en su bolsillo (Cortina,
2003, pág. 13)

Lo característico del ciudadano es su capacidad para poner en común su forma de ser


y su forma de pensar con los demás. No hay ciudadanos que se aíslen o qu e huyan de
la relación con otros. Es alguien capaz de no solo de exigir y reclamar lo que le
corresponde con fundamento, sino también comprender y aceptar el pensamiento
de los demás, respetando el criterio que cada ciudadano maneja (Savater,
Diccionario del ciudadano sin miedo a saber, 2007, págs. 24-25).

Participar de la política, es algo que un ciudadano debe hacer en nuestro país, y


aportar en la toma de decisiones de las autoridades que los representan; sin
embargo, los peruanos solo buscan exigir más beneficios y protección por parte del
Estado, dejando de lado su intervención dentro de la política, permitiendo que las
autoridades hagan lo que consideren o no correcto. Es evidente que los gobernantes,
prefieren ciudadanos a lo romano, puesto que, al no intervenir en la política
nacional, no intervienen en sus decisiones, sino hasta que la decisión fue tomada y
causa de alguna manera, algún tipo de malestar individual (Savater, Diccionario del
ciudadano sin miedo a saber, 2007, págs. 12-13).

Todo esto ocasiona que las decisiones importantes en el país, se tomen sin seguir
procedimientos institucionales y sin una discusión pública; que representa una clara

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vulneración a la democracia. Y que de alguna forma, crezcan instituciones poco
transparentes, corruptas y hasta incluso mediocres; que impiden el desarrollo de una
institucionalidad ciudadana, y que obviamente, ocasionará el rechazo a las leyes,
normas, proyectos y obras, por parte de los ciudadanos que se ven afectados por
malas decisiones, tomadas por medio de arreglos ignorando la existencia de los
posibles perjudicados, quienes a pesar de ello, no solicitan un rendición de cuentas
(Portocarrero, 2015, págs. 1-2).

Análogamente hablando, en una partida de ajedrez siempre se sacrifican las piezas o


fichas menos importantes en el juego, con el objetivo de que las más importantes
sirvan de protección para el rey. Sí hacemos un rápido análisis, el rey, son los
gobernantes que se enriquecen los bolsillos en nuestro país, las fichas importantes,
son su mano derecha, personas que tienen poder, no gracias a su esfuerzo, sin o a la
cercanía, amical o familiar, que tiene con el rey; y finalmente los peones, la gente del
pueblo; quien muchas veces por evadir las responsabilidades políticas, no son
considerados como una amenaza para aquellos que tiene un control absoluto del
poder. Eso sin mencionar que, se establezcan acuerdos de apoyo mutuo entre el rey
y las fichas importantes, para que en momentos de crisis, uno defienda al otro,
ocultando lo que realmente paso, burlándose a nuestras espaldas (Portocarrero,
2015, pág. 1).

A pesar de ello, existen momentos en donde la participación de la ciudadanía


permitió vencer de alguna forma la corrupción que tenía control y dominio en
nuestro país. Uno de los mayores logros obtenidos por los peruanos, fue la
desarticulación de la red de corrupción fujimorista, en donde gracias a un conjunto
de ciudadanos, quienes argumentaron sus demandas hacia el gobierno más corrupto
del Perú, pudieron colaborar con ese deseo de culminar de una vez con ese capítulo
indeseable que vivió nuestro país. Demostrando que, siempre habrá una masa crítica
que constituye la reserva de la moral de un país, y será ese grupo el que movilizará a
la sociedad para recuperar la dignidad y restaurar el orden resquebrajado. De esta
manera, queda demostrado que, para poder hacer frente a los problemas que
asechan el orden público y político de nuestro país, es necesario que exista una
voluntad política que reclame, exija e impulse la restauración de un orden. (Ugaz,
2015, pág. 273). Asimismo, cabe mencionar, otro logro nacional, cuyo proceso
mantuvo en suspenso al pueblo peruano, la lucha por el territorio marítimo con
nuestro país vecino, Chile; en la corte Internacional de La Haya, ganando 50,000
kilómetros cuadrados de mar (Riepl & Sifuentes, 2014, pág. 97).

Es algo irónico que el Perú se une, para cosas que no son tan importantes, como por
ejemplo la clasificación de la selección de futbol al mundial de Rusia 2018. Ahí sí,
todos somos hermanos luchando por una misma causa, apoyando y alentando a la
selección hasta que nuestras cuerdas vocales no puedan más. Poner ese entusiasmo

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y ese espíritu de confraternidad en asuntos de política nacional, harían una gran
diferencia, un cambio que la sociedad necesita, eso que nos permitiría vivir de forma
plena nuestra ciudadanía. Esta última y la democracia van de la mano, porque ambas
permiten alcanzar una un estado de igualdad, una se vale de la otra para que todos
tengan de alguna manera lo que les corresponde, ni más, ni menos. Como se
mencionó anteriormente, la ciudadanía es la participación de las personas en
actividades sociales y políticas respetando las leyes y normas, que dejan un grado de
libertad y decisión para todos, estando dispuestos a compartir con el resto de
ciudadanos nuestras ideas y opiniones; es allí, donde la democracia aparece, pues
esta permite que seamos escuchados y que tengamos la capacidad de expresarnos,
no solo políticamente, debatiendo, criticando o formando parte de una discusión
abierta.

En relación a ello, el peruano para demostrar que es un ciudadano auténtico, y


comprometido con su entorno, debe establecer de alguna manera, relaciones
amicales con los miembros de su comunidad; no son relaciones de e xtrema
confianza, sino simplemente una amistad que se desarrolla dentro del aspecto cívico,
con el fin de construir una ciudadanía (Cortina, 2003, pág. 10).No hay que entenderlo
como un acuerdo o relación por conveniencia, porque de ser así, uno sale más
beneficiado que el otro; y eso no es lo que sucede, la sociedad, es quien se ve
influenciada positivamente por la participación colectiva.

En conclusión, se puede decir que la puesta en práctica de la ciudadana juega un


papel muy importante dentro de la sociedad. En primer lugar, tiene que ver con la
multiculturalidad en nuestro país, ya que uno como ciudadano peruano, debe poder
aceptar y respetar las diferencias culturales que existen en su entorno, es decir,
costumbres, tradiciones, estilos de vida, razas, creencias políticas y religiosas;
empleándolas como un medio de desarrollo y unión más que como una diferencia. La
ciudadanía cultural tiene que lograr que las personas interactúen de forma
respetuosa con todas las de su entorno mostrando consideración por la diversidad,
que nos enriquece de forma individual, al aprender algo nuevo de los demás, y de
manera colectiva, eliminando poco a poco aquellas barreras que a través del tiempo
se arraigaron en nuestras mentes, eso que llamamos estereotipos. El ciudadano
peruano debe celebrar su diversidad, sus diferencias, porque la riqueza no está en la
semejanza, sino en la variedad.

Tratar de entender lo que le pasa a nuestros vecinos, familiares, conocidos o incluso


desconocidos, es algo que deberíamos de poner en práctica; quizás algún día
nosotros necesitemos la ayuda de extraños que en un momento hemos tratado mal o
hemos menospreciado por pertenecer a un status económico diferente al nuestro, o
porque simplemente provenían de zonas alejadas y poco urbanizadas: El peruano
tiene que entender que a pesar de las diferencias, siempre tiene que haber un

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espacio en donde todos puedan compartir y sentirse agustos con lo que son. No se
puede exigir justicia, igualdad y respeto, cuando se demuestra lo contrar io; y sí, en el
Perú suceden y se muestran esas realidades como ya se mencionó. El ciudadano
peruano tiene que aprender que no solo se trata de criticar y exigir un cambio, sino
actuar para que en conjunto con el Estado se llegué a una solución multilatera l, sin
afectar el bienestar de los ciudadanos; y dando las misma condiciones y beneficios a
todos. Alcanzar una comunidad en donde todos sean tratados por igual y los
conceptos de discriminación desaparezcan, parece ser una utopía para nuestro país,
es cierto que siempre habrán diferencias, pero que las oportunidades sean igual para
todos es alcanzable y tomará muchos años hacerlo.

En segundo lugar, el ciudadano peruano tiene que participar activamente de la


política nacional, para que se logre alcanzar una estabilidad democrática, es decir,
instituciones transparentes, que sigan procedimientos legales y que tengan en
consideración al sector público. Solo con un interés por saber lo que sucede en el
entorno político del país, estamos tratando de cambiar el pasado que nos ha
marcado por muchos años, con corrupción, engaños y falsas esperanzas. De tomar
acción, es probable que la situación actual de nuestro país comience a avanzar como
se debe; puesto que la sociedad depende de los ciudadanos, ellos son los que le dan
el sentido de ser; el Estado y sus autoridades son un complemento que, simplemente
supervisan del cumplimiento de las leyes y normas. Quedarse de brazos cruzados, es
lo que un peruano tiene que cambiar, porque el progreso y el crecimiento de un país
depende del interés político y social que cada ciudadano tiene; y de suceder lo
contrario; es decir, una sociedad que vive alejada del ambiente político del país;
ofrece una oportunidad para que las autoridades hagan lo que deseen dentro del
gobierno nacional, sin que los ciudadanos les pongan un alto y exijan lo que
realmente es justo y que está dentro del marco legal e institucional. El ciudadano en
el Perú tiene que respetar la ley, colocarla como prioridad, y no interpone r sus
intereses individuales en las actividades que involucran a la ciudadanía; porque de lo
contrario no estaría actuando como lo que se supone que es, un ciudadano.

Finalmente, dejar que tomen las decisiones por ti y que pisoteen tus derechos, es
algo que un tonto solamente haría; el peruano tiene que demostrar que como
ciudadano, se tienen que respetar sus ideas, opiniones o puntos de vista, que nadie
puede decidir lo que es bueno y malo para el sin antes preguntárselo; sin embargo,
nada se puede hacer si no muestra interés y preocupación. Ser ciudadano en el Perú,
significa alzar tu voz, y demostrar que, aún dentro de un gobierno corrupto que
denigra la política nacional genera desigualdades, existen peruanos identificados por
su país que luchan por alcanzar una sociedad en donde la práctica de la ciudadanía
sea plena y en todos los niveles. Tal vez el siglo actual, sea el momento ideal para
que los peruanos tomen el toro por las astas, y asuman el protagonismo que les

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corresponde dentro de la comunidad, siendo tratados con respeto y dignidad, capaz
de defenderse a sí mismos y participar en la economía, la política y la ciudadanía.

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