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GONZÁLEZ Aurelio: Los sentimientos del Cid

Olivar, 2007 8(10), pp.107-118. ISSN 1852-4478.


http://www.olivar.fahce.unlp.edu.ar

Los sentimientos del Cid

Aurelio González
El Colegio de México

Resumen
Un recorrido por los sentimientos que se han plasmado en la caracteriza-
ción del personaje del Cid conlleva el análisis de las formas expresivas,
que se utilizan para que estos sentimientos sean verosímiles, sin entrar
en contradicción con la condición heroica y épica del personaje. La
consideración de las expresiones de tristeza, alegría, devoción o gratitud
de Rodrigo permite identificar estrategias discursivas del poema que
intentan acercar al receptor a una valoración positiva de la baja nobleza
castellana.
Palabras clave: Poema de Mio Cid - sentimientos - nobleza

Abstract
A journey through the feelings that have been shaped in the depiction of
the Cid as character brings about the analysis of expressive forms, used
for the verisimilitude of these feelings, avoiding contradiction with the
heroic and epic condition of the character. The consideration of Rodrigo’s
expressions of sadness, joy, devotion, or gratitude allows to identify the
discursive strategies of the poem, which tend to approach the receiver to
a positive valuation of the low Castilian nobility.
Keywords: Poema de Mio Cid - feelings - nobility

Olivar Nº 10 (2007), 107-11.

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Centro de Estudios de Teorı́a y Crı́tica Literaria

La construcción de un personaje literario no es solamente un as-


pecto formal o estructural del texto, implica también establecer un nexo
–de atracción o rechazo– con el posible receptor. Es evidente que si el
personaje en cuestión es el protagonista de la narración y además se le
ha dotado de una dimensión heroica –como en el caso de Ruy Díaz en
el Poema de mio Cid– este nexo hará necesario que se busque desarro-
llar rasgos que potencien la simpatía con el personaje. El proceso de
construcción del personaje puede dar por resultado una entidad literaria
monolítica y sin aristas y por ende sin profundidad y sin eso que se ha
llamado lo humano, que parecería ser en la literatura el comportamiento
contradictorio y la posibilidad de cambio, o por el contrario subrayar los
rasgos de humanidad (sentimientos, espontaneidad, contradicciones, etc.)
y entonces buscar desde el comportamiento variable, y por tanto más ve-
rosímil para el receptor, el desarrollo de una personalidad más compleja
dotada de eso que se ha llamado psicología del personaje.
Literariamente el personaje del Cid, en cuanto héroe épico, es claro
que necesita ir más allá de un realismo más o menos verosímil y co-
tidiano pues representa valores nacionales. El Cid es la validación del
pacto vasallático como elemento esencial estructurante de la sociedad
medieval hispánica. Es el buen vasallo por excelencia, pero desde una
perspectiva más concreta también es el representante de la baja nobleza
castellana y la validación de ésta como el segmento fundamental de la
sociedad en cuanto en ella residen los valores esenciales de esa sociedad
(lealtad a su señor y a sus iguales, sentido de la justicia, valor guerre-
ro, cumplimiento de la obligación señorial, etc.) en oposición a la alta
nobleza, personalizada con los infantes de Carrión y Garci Ordóñez. El
Cid, para poder funcionar convincentemente como héroe épico medieval,
debe poseer como personaje un valor ejemplar en cuanto guerrero, hábil
caudillo militar, extraordinario señor y jefe de familia y lógicamente ser
buen cristiano.
Indudablemente todos estos rasgos, derivados de la definición gené-
rica del texto y de su función, son muy importantes en la construcción
del personaje del Cid, pero no necesariamente le dan esa dimensión
humana que lo válida literariamente y favorece su aceptación por el
receptor y por ende la identificación de éste con el personaje. Las ca-
racterísticas épicas de hecho colocan al Cid por encima de los demás
personajes (y de su receptor) y lo vuelven esencialmente ejemplar.

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Si asumimos que la composición del texto épico no es sólo un he-


cho programático que busca la creación de un personaje que sintetice
valores nacionales, sino un hecho literario y por tanto estético, podemos
considerar que la presencia de sentimientos en el personaje del Cid lo
redimensiona como personaje, lo aproxima al receptor y le da una mayor
trascendencia humana. Así, el juglar o el transmisor puede usar elemen-
tos que corresponden al ámbito de los sentimientos y complejizarlo al
volverlo humanamente más cercano.
En este sentido ¿cuáles son los sentimientos que se han plasmado
en la caracterización del personaje del Cid? ¿Cuáles son las formas expre-
sivas que se utilizan para que estos sentimientos sean verosímiles? ¿De
qué manera se logra que los sentimientos no entren en contradicción con
la condición heroica y épica del poema y del personaje? Sin buscar dar
respuestas totales a estas interrogantes esta revisión panorámica busca
apuntar algunas características que puedan ayudar a ello.
Lo primero que encontramos es que los sentimientos del Cid afloran
en el texto como reacciones ante los acontecimientos que le toca vivir
más que definiciones o descripciones de carácter enunciadas por otra
voz. Son situaciones tan intensas y claras que ante ellas las posibilidades
de reacción del Cid son bastante limitadas por la función épica del texto
que define al personaje como vasallo leal. Es algo muy distinto de lo que
sucede en el Romancero cidiano donde “Los personajes del romance, re-
bajados en su dimensión heroica, muestran una cómica humanidad que
los acerca en sus deseos y frustraciones” (Zaderenko, 2005: 236). Esto es
el Cid se caracteriza como vasallo rebelde.
De hecho el texto, tal como lo conocemos y asumiendo que hay
distintas posiciones sobre si faltan o no versos, lo cual no afecta mayor-
mente para nuestro propósito pues la expresión de los sentimientos de
todas maneras sería la primera referencia al Cid (en este sentido véase
Girón Alconchel, 1998: 184-192):

De los sos ojos tan fuertemientre llorando,


tornava la cabeça e estávalos catando.1 (1-2)

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Todas las citas están tomadas de la edición del Poema de Mio Cid de Leonardo
Funes. En adelante solamente se indica entre paréntesis el número de versos.

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A pesar de lo que sostenía Cejador cuando decía que no le era nada


fácil aceptar que “[...] nuestra epopeya presentase llorando al Cid; en
España eso queda para las mujeres“ pues le parecía “demasiado francés
para comenzar un poema castellano” (Cejador, 1920: 278), no se trata de
rasgos nacionales sino de dar un perspectiva muy humana al protago-
nista. Expresa la tristeza de la manera más natural e intensa (y por tanto
frecuentísima): el llanto.
Lo primero que hay que señalar de esta situación es que antes de
que el texto dé a conocer lo que le sucede a Rodrigo Díaz, se expresa su
tristeza y pesadumbre. Por un lado esto podría implicar que falta la in-
formación sobre las razones del llanto, pero por otro lado la tensión ante
una tristeza no explicada es muy grande y atractiva para el receptor. Los
sentimientos del héroe se presentan intensificados mediante la referencia
al órgano de la vista (los ojos) y a la acción que se lleva a cabo (llanto
silencioso) y se da una amplificación hiperbólica de la imagen del llanto
en el siguiente hemistiquio (“tan fuertemientre llorando”).
De la referencia a los ojos llenos de lágrimas como expresión del
dolor, se pasa en el segundo verso a la mirada del Cid: el personaje
contempla lo que deja atrás. Hay un acercamiento, un primer plano que
diríamos centra la acción en el personaje y sus sentimientos y muestra a
un héroe ensimismado, pendiente de lo que deja y dominado totalmente
por la tristeza que se demuestra físicamente en el llanto. Nada de esto
permite suponer el fuerte carácter del Cid lo que crea una tensión narra-
tiva. Estos primeros versos del texto épico lo que nos proporcionan es la
imagen de un hombre sufriendo, no la de un héroe ajeno a sentimientos
personales y totalmente absorbido por su misión. me parece que este
recurso –además de la tensión narrativa que genera– sirve para favorecer
la identificación del receptor con el Cid, pero también es un elemento de
caracterización pues el que el Cid sea una persona que sufre y lo expresa
llorando, que es capaz de conmoverse hasta las lágrimas porque debe
abandonar su lugar, puede predisponer al receptor sobre en su honradez
y asumir claramente la injusticia que implica el destierro.
El carácter del Cid se construye sobre “su mesura, su destreza men-
tal, su prudencia económica [...] El Cid deja su pueblo sin saber si volverá
nunca, y tiene que hacer frente a la ruina económica y a la ignominia”
(Deyermond, 1987: 24) y por eso

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Sospiró mio Çid, ca mucho avié grandes cuidados;


fabló mio Çid bien e tan mesurado: (6-7)

Sin embargo es claro que su angustia interna no disminuye su me-


sura ni sus dotes de mando, ambos elementos fundamentales para su
caracterización como buen señor ejemplar.
La forma de expresión usada en estos primeros versos: una descrip-
ción de lo que sucede en la cara del héroe será un recurso habitual en
el texto, se podría decir que el rostro será el espejo del alma en el cual
se reflejan los sentimientos. Es un primer plano que podríamos definir
como cinematográfico pues implica dejar la escena general para aproxi-
marse al personaje principal haciendo que la reacción de éste nos dé la
medida, intensidad y fuerza de la situación.
Una tristeza y dolor semejante al del destierro que haga llorar al Cid
se expresará en la despedida del Cid de sus hijas en el monasterio de
San Pedro de Cardeña:

Enclinó las manos la barba vellida,


a las sus fijas en braço[s] las prendía,
llególas al coraçón, ca mucho las quería.
Llora de los ojos, tan fuertemientre sospira: (274-277)

En casi todos los ejemplos que hemos localizado en el Cantar, la


expresión de sentimientos se hace de forma muy sintética, por lo ge-
neral reducida a un verso y adjetivada para su intensificación o por su
expresión. También es en la parte inicial del poema donde el Cid expresa
tristeza y ésta se refleja en la acción de suspirar:

Sospiró mio Çid, ca mucho avié grandes cuidados;


fabló mio Çid bien e tan mesurado: (6-7)

Otra expresión de tristeza, que en este caso involucra a todos los


hombres del Cid a raíz de la violencia del robledal de Corpes, la encon-
tramos en los siguientes versos:

Pesó a mio Çid e a toda su cort,


a [a] Álbar Fáñez, de alma e de coraçón (2835-2836)

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Sólo que en este caso la intensidad de los sentimientos se desplaza a


uno de los hombres más cercanos al Cid –Alvar Fáñez– y tiene la función
de proyectar precisamente la lealtad de estos hombres que formarán las
huestes del Cid a su señor. La idea que se transmite es que los dolores
del Cid se sientan como propios.
Estos son en realidad los únicos pasajes donde se utilizan expre-
siones que directamente denoten la tristeza del Cid por medio de algún
gesto o comportamiento particular. Son mucho más abundantes las
expresiones de alegría, referidas básicamente por medio de versos que
describen o aluden a la sonrisa.
Sin embargo, volviendo a los primeros sentimientos cidianos, la
expresión “llorar de los ojos” puede tener también una connotación de
emoción gozosa. En este sentido se emplea en el encuentro con el rey
Alfonso:

Llorando de los ojos, tanto avié el gozo mayor,


así sabe dar omildança a Alfonso so señor (2023-2024)

Pasando a otro sentimiento, la primera “sonrisa” del Cid aparece en


el encuentro con Raquel y Vidas. Sin embargo, en este caso puede no
tratarse de un auténtico sentimiento ya que todo forma parte de una
forma protocolar del encuentro dirigida a conseguir unos objetivos con-
cretos. De cualquier forma lo que se nos presenta es un Cid que ya no
llora sino que sonríe:

Sonrisós mio Çid, estávalos fablando:


¡Ya, don Rachel e Vidas, avédesme olbidado! (154-155)

Una auténtica expresión de alegría la tiene el Cid –y todos su hom-


bres– cuando Minaya regresa de ver al rey trayendo los saludos de la
mujer e hijas del Cid, así como de primos y hermanos de los demás
vasallos en una nueva muestra de esa “dimensión doméstica y una afec-
tividad excepcionales para los parámetros épicos medievales” (Funes,
2007: xlvi):

el Campeador fermoso sonrisava


“¡Grado a Dios e a las sus vertudes santas,
mientras vós visquiéredes, bien me irá a mí, Minaya!”. (923-925)

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Esta importancia del amor a la familia y a sus hijas, en especial en


la caracterización del Cid, también la encontramos en otros lugares y
la reacción nuevamente está en la mesura de una sencilla sonrisa que
implica la felicidad del encuentro y por ende la alegría:

Mio Çid a sus fijas ívalas abraçar,


besándolas a amas, tornós de sonrisar (2888-2889)

No hay que olvidar que “[...] con sobria dignidad hablan en el poema
sentimientos más suaves: el amor conyugal ‘commo a la mie alma | yo
tanto vos queria’; la profundidad íntima del dolor ‘¿a quem descubriestes
| las telas del coraçón?’; la incertidumbre del futuro: ‘Agora nos partimos,
| Dios sabe el ajuntar’, la admiración ante la hermosura de la naturale-
za “ixié el sol ¡Dios que fermoso apuntava!’. Son expresiones de fuerza
concentrada; su eficacia consiste en que el juglar prefiere la emoción
contenida a la blandura de la efusiones” (Lapesa, 1981: 221-222).
La expresión de la alegría parece condensarse en la sonrisa, como
la más auténtica expresión de este sentimiento. Además hay que enmar-
car este tipo de reacción en la mesura que es una de las características
esenciales del personaje del Cid (véase a este respecto la síntesis que
hace Montaner, 2000).
Alegrarse y sonreir se puede convertir en una expresión formulaica
y así se emplea cuando los hombres del Cid, y con ellos los infantes de
Carrión; regresan de la batalla con el rey Búcar:

Alegrós mio Çid, fermoso sonrisando:


¡venides, mios yernos, mios fijos sodes amos! (2442-2443)

Desde luego que en relación con el sentimiento de la alegría es in-


evitable su relación con el corazón como órgano en el que tópicamente
se depositan las emociones y así la alegría del corazón es la alegría del
hombre. Esta alegría se acompaña de su expresión externa que es la
sonrisa mesurada y agradecida muestra de la superioridad moral e inte-
lectual con que se dota el personaje del Cid en el Cantar:

Alégras’le el corazón e tornós a sonrisar:


“¡Grado a Dios, Minaya, e a Santa María madre!

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Con más pocos ixiemos de la casa de Bivar,


agora avemos riqueza, más avremos adelant. (1266-1269)

Finalmente la presencia de sentimientos positivos no excluye posi-


ciones mucho más cercanas a la condición guerrera del Cid y a su deter-
minación como personaje ejemplar, así la alegría y la sonrisa acompañan
la determinación de tomar venganza por la ofensa hecha a sus hijas:

Alegros’le tod’el cuerpo, sonrisós de coraçón,


alçava la mano, a la barba se tomó:
“¡Par aquesta barba, que nadi non messó,
assí s’irán vengando don Elvira e doña Sol!” (3184-3187)

El juglar también usa expresiones absolutas sobre los sentimientos


del Cid, las cuales hay que tomar como recursos retóricos habituales, así,
cuando llegan doña Ximena y sus hijas a Valencia, se dice que la alegría
del Cid es extraordinaria en grado sumo:

Alegre fue mio Çid, que nunqua más nin tanto,


ca de lo que más amava ya’l viene el mandado. (1562-1563)

Desde luego, en otros casos solamente se indica que el Cid está ale-
gre, y con razón pues se trata de la conquista de Valencia:

Alegre era el Campeador con todos los que ha,


quando su seña cabdal sedié en somo del alcaçar. (1219-1220)

Lo que llama la atención es lo contenido de la alegría del Cid al


ganar Valencia y lo extraordinario de su alegría al recibir a su esposa y
a sus hijas. Claramente es un rasgo de humanización del héroe épico.
Por otra parte la expresión de la alegría también puede ser una fórmula
juglaresca que se repite a lo largo del texto. Por ejemplo la fórmula que
involucra al Cid y a sus hombres en la alegría:

Alegre es mio Çid por quanto fecho han (1684)


Alegre era mio Çid e todos sos vassallos (1739)
Alegre era el Çid e todos sus vassallos (2273)
Alegre es mio Çid con todas sus conpañas, (2466)

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alegre va mio Çid con todas sus compañas (2614)


Alegrávas’ el Çid e todos sus varones (2315)
mucho era alegre de lo que an caçado, (1731)
alegre fo d’ aquesto mio Çid el Campeador (3704)

Todos estos ejemplos nos muestran lo importante que es mostrarnos


a un Cid que se alegra de las cosas positivas, esto que no se trata de un
héroe impasible, y por tanto lejano, sino de un héroe bastante humano
y por tanto cercano a los receptores del texto juglaresco.
La alegría también se demuestra junto con satisfacción como en este
episodio ante la llegada de las hijas del Cid:

al ora que lo sopo mio Çid el de Bivar,


plógol de coraçón e tornós a alegrar,
de la su boca conpeçó de fablar: (1454-1456)

El texto también nos presenta a un Cid sincero en sus sentimientos,


en este caso su devoción es auténtica y corresponde al modelo

llegó a Santa María, luego descavalga,


fincó los inojos, de coraçón rogava,
la oraçión fecha, luego cavalgava. (52-54)

También está presente el ser agradecido. El sentimiento de gratitud,


en el Cid se expresa básicamente en relación con la divinidad y es a ella
a la que dirige su agradecimiento

¡Grado a Dios del çielo e a todos los sos santos,


ya mejoraremos posadas a dueños e a cavallos! (614-615)

¡Grado a ti, Padre Spirital!


En sus tierras somos e fémosles todo mal,
bevemos so vino e comemos el so pan;
si nos çercar vienen, con derecho lo fazen. (1102b-1104)

Desde luego que un héroe épico medieval tenía que reflejar el sen-
timiento cristiano, en el caso del Cid su religiosidad no me parece que
sea algo especial, aunque hay quien le ha dado un sentido especial y se

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pregunta “si la mayor o menor intensidad del sentimiento religioso haya


podido ser una de las principales razones por las que son tan pocos
y tan débiles los elementos fantásticos en el poema cidiano” (Gariano,
1964: 69).
Por otra parte no hay que olvidar que el personaje del Cid es un
héroe épico y como tal tiene que tener un comportamiento ejemplar
que en diversas facetas lo alejan del comportamiento humano común,
sin embargo el o los juglares y transmisores supieron plantear y conjugar
“[...] fue el carácter absolutamente ejemplar de su héroe y su dimensión
históricamente real, humana.” (Bandera, 1969: 169).
Son varios los autores que han revisado la configuración del héroe
cidiano, cada uno buscando lo que le interesa, lo que nos resulta claro
es que se trata de un terreno en el que hay que seguir trabajando (véase,
por ejemplo Mallorquí Ruscalleda, 2001).

Es de admirar el temple moral del héroe, en quien se juntan los más no-
bles atributos del alma castellana: la gravedad en los propósitos y en los
discursos, la familia y la noble llaneza, la cortesía ingenua y reposada, la
grandeza sin énfasis, la imaginación más sólida que brillante, la piedad
más activa que contemplativa (...), la ternura conyugal más honda que
expresiva (...), la lealtad al monarca y la entereza para querellarse de su
desafuero. (Menéndez Pelayo, 1903: 163)

A propósito de la forma en que aparecen diversos tipos de expre-


siones en el cantar Garci-Gómez ha planteado que en la primera parte
hay una interiorización de los sentimientos: “En ese silencio la acción
dramática se interioriza toda ella; una acción dramática que no se ex-
hibe en el correr o dar salto, sino que se fragua en el secreto del alma
y el corazón de los personajes, en su entençión (vocablo exclusivo). En
la Gesta [primera parte hasta 2276] gusta su autor del gesto físico, mani-
fiesto, visible, como en el pleonasmo del tipo llorar o ver de los ojos, o
sonrisóse de la boca (1523). En cambio en la parte final el mecanismo es
otro: “En la Razón [la segunda parte] se interioriza el gesto y se encarece
el sentimiento recóndito (lloran de coraçón [2632], sonrisóse de coraçón
[3184]); el órgano del sentido prevalente en la Gesta, ojos, cede en im-
portancia en la Razón la sede del sentimiento, coraçón, sentimiento que
aparece con reiterada frecuencia en las frases del tipo pesar de coraçón,
de alma y de coraçón o de caridad y por amor del Criador”.

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Cuando Milá escribe a propósito del Cid que el Cantar “es sencillo
cuanto preciso y claro perfil, parecen las cosas y los sucesos y en espe-
cial los caracteres físicos y morales de los actores del drama” (Milá, 1959:
240) no se refiere a los rasgos personales del héroe, sino lo que dice es
que al juglar no le llama tanto la atención el atuendo o las armas sino la
sonrisa, o el gesto preocupado en función que reflejan el dolor, la pre-
ocupación, la piedad o la entereza. El personaje del Campeador tiene una
presencia casi corpórea por la precisión con que está trazado su perfil
moral y con el sus sentimientos. Es claro que las acciones, las palabras,
los gestos, etc. están dirigidas a definir la manera de ser del personaje,
pero su profundidad anímica, psicológica y sentimental se refleja en el
rostro pues la cara es el espejo del alma y de ahí la insistencia en des-
cribir en el texto los gestos y demás elementos corporales en función
de los sentimientos, para a través de ellos obtener la identificación del
receptor con el personaje y así potenciar la valoración de la baja nobleza
castellana.

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