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JESÚS Y EL YOM KIPUR

Mateo preparó para Rosh Hashanah, es decir, el Año Nuevo judío, una historia en
forma de “flash-back”. Desde prisión, Juan el Bautista, figura típica de esta fiesta, envía
mensajeros a Jesús para pedirle que responda si él es el Mesías: “¿Eres tú el que tenía
que venir o buscamos a otro?”. Si mi papel –viene a decir Juan– es preparar el camino
para que venga el Mesías, necesito que confirmar que lo eres tú o, si no, mi vida no
habrá tenido sentido.
Para responder a los mensajeros, Jesús cita Isaías 35, que era la lectura que se solía leer
en Rosh Hashanah. Isaías 35 describe las señales de la llegada del Reino, la visión de un
mundo en plenitud. Manará agua en el desierto e incluso brotarán flores en el yermo. Y
el Reino se conocerá porque la plenitud sustituirá al quebranto: “los ciegos verán, los
sordos oirán, los mudos cantarán y los cojos saltarán”. Ya he señalado en una columna
anterior que Mateo había dedicado el espacio que mediaba entre el Sermón del Monte
(su celebración de Shavuot, caps. 5-7) y la pregunta de ahora de los mensajeros (su
Rosh Hashanah, cap. 11), a narrar cómo Jesús realiza esos signos que indican que el
Reino está llegando con él: los ciegos ven y que los sordos oyen; la lengua del mudo se
ha soltado y los paralíticos han caminado y las personas con extremidades marchitas
han vuelto a usarlas. La afirmación de ser él el Mesías descansa en la práctica, en los
efectos de su vida.
Entonces, Mateo, que cuenta ya con una historia de Jesús para Rosh Hashanah,
empieza a preparar su siguiente interpretación de Jesús. En el capítulo 12, llega al día
del Yom Kipur y empieza a desarrollar el tema que corresponde a ese día. Primero,
Mateo establece un contraste entre las actitudes de los jefes de la religión oficial, que
parecen tender a mantener intactos los preceptos religiosos, y aquellos que reconocen
la irrupción del Reino. ¿Se viola el Sábado si uno recoge grano en el campo para saciar
el hambre? Los líderes religiosos dan prioridad al Sábado, mientras Jesús se la da a la
respuesta a las necesidades. Jesús cita al mayor héroe judío, el Rey David, que, para
calmar su hambre, comió el “pan de la presencia” en la Casa de Dios (léase: el
sacramento reservado en el tabernáculo de las iglesias). Y pregunta a continuación:
“¿Está el sacrificio por encima de la misericordia?” El argumento de Mateo es: si aquí
hay alguien que es más grande que David, ¿debe estar atado a las normas que incluso
David incumplió? ¿Confundiremos, en nombre de la religión, nuestras normas con la
llamada de Dios a la plenitud? ¿Dónde está la impureza que debería apartarse y
expiarse en Yom Kipur?
Acto seguido, Jesús pasa a la acción. Entra en la sinagoga, en sábado, y hace su “obra”.
Mateo cuenta que sana a un hombre con la mano atrofiada. No era una emergencia. La
mano iba a seguir atrofiada al día siguiente. Entonces, ¿por qué no posponer la
curación para respetar la norma? Pero Jesús invierte la ecuación: ¿es ilícito hacer el bien
en sábado? Una vez más, las autoridades han confundido el “bien” con la “licitud”. Los
que se oponen a Jesús, desafiados por sus actos, “se pusieron de acuerdo para
destruirle”. Pero, ¿cómo puede uno purificarse del pecado en Yom Kipur si ha
identificado el pecado con lo que en realidad es virtud?

[© texto: www.ProgressiveChristianity.org] «Introducción al Evangelio de Mateo» 22, pág 1


[procedencia: www.JohnShelbySpong.com] [© traducción: Asociación Marcel Légaut]
Después, Mateo cuenta cómo cura Jesús a uno que era ciego y mudo. En vez de
alegrarse ante estas señales, sus críticos empiezan a cuestionar sus orígenes. Sostienen
que Jesús no puede venir de Dios si no realiza sus obras dentro de los límites de las
normas religiosas que, entonces, también son las de la sociedad. No puede ser el
Mesías, el hijo de David. Su conclusión es, por tanto, que cura por el poder de
Beelzebul. Esta confusión entre el bien y el mal es profunda. ¿Cómo puede uno quedar
limpio del mal si no reconoce el mal y si lo confunde con el bien? Esta confusión
significa que los pecados no se pueden perdonar. De modo que Yom Kipur no hará
ningún bien.
Justo aquí es donde encontramos la frase enigmática de que el pecado contra el
Espíritu Santo es el que nunca se podrá perdonar. A lo largo de los siglos, este “pecado
contra el Espíritu Santo” ha producido un gran desasosiego. ¿Lo habremos cometido?
¿Pero cuál es? El “pecado imperdonable” no es un acto sino la incapacidad para
distinguir entre Dios y Satán, entre el bien y el mal, entre las normas y lo que hace la
vida plena. Uno no puede recibir el perdón si no reconoce que necesita el perdón, o si
llama bien al mal, o llama “Dios” a Satán. Yom Kipur, el Día de la Purificación, no
servirá de nada mientras no se corrija esta confusión. Así que sigue planteado el
problema que era objeto de la discusión.
Los lectores gentiles de Mateo no sabían que el libro de Jonás era una lectura profética
muy conocida y que formaba parte de la liturgia de Yom Kipur. Les sorprendería, por
tanto, que Mateo orientase la conversación hacia dicho libro. Sin embargo, ni a Mateo
ni a sus lectores originales, que eran judíos, les debió de sorprender la aparición de
Jonás en este momento del evangelio. El problema de Jonás era que confundía su
propia visión de lo santo con la de Dios. Creía que el pueblo de Nínive no tenía valor,
mientras que Dios ve su imagen divina en todo lo creado. Jonás, como los críticos de
Jesús, llama “malo” a lo que Dios considera bueno.
Brevemente, la historia de Jonás es como sigue: Yahvé lo llama para proclamar su
mensaje a los habitantes de Nínive, la capital de Asiria. Los asirios habían destruido el
Reino de Norte y reducido la nación a lo que aún llamamos las “Diez Tribus perdidas
de Israel”. Los asirios no solo eran enemigos de Israel; también eran gentiles,
desconocedores de la Tora, adoradores de un falso dios, incircuncisos y por tanto
impuros. Tener relación con ellos era tornarse en impuro. Seguramente, Jonás debió de
pensar que los ninivitas estaban más allá del límite al que puede llegar el amor de Dios.
Así que Jonás respondió a la llamada huyendo a Tarsis, es decir, en la dirección
contraria a Nínive. Jonás juzgó que la llamada escuchada no era digna de Dios y
traspasaba los límites de la verdadera religión. Sin embargo, no puede escapar a dicha
llamada. Viene una tormenta y su barco está en peligro. El capitán, suponiendo que
Dios debía de estar enojado con alguien que iba en el barco, está decidido a identificar
a esa persona y librarse de ella. Un sorteo señala a Jonás y lo tiran por la borda y al
instante la tormenta cesa.
Pero las aventuras de Jonás no habían terminado ya que la llamada de Dios no puede
ser en vano. Así que Jonás no se ahoga sino que lo traga un gran animal marino. La
historia cuenta que permaneció tres días y tres noches dentro del animal. Al final, el
animal lo expulsa y lo arroja a un pequeño banco de arena en medio del océano. Allí se

[© texto: www.ProgressiveChristianity.org] «Introducción al Evangelio de Mateo» 22, pág 2


[procedencia: www.JohnShelbySpong.com] [© traducción: Asociación Marcel Légaut]
renueva la llamada de Yahvé a Jonás: tenía que llevar la palabra de Dios al pueblo de
Nínive.
Jonás, que aún está receloso, predica a los ninivitas, pero lo hace en voz muy baja, y
solo en los callejones, donde nadie puede oírle. Sin embargo, le oyeron y respondieron,
rogando a Dios perdón y misericordia. El “índice” de conversión fue del 100%. Pero
Jonás, aunque se ha convertido en el predicador de más éxito del mundo, no está
contento sino más bien colérico. Deja a la multitud recién convertida y sale furioso de
la ciudad. Y le pregunta a Dios: ¿Por qué no puedes aceptar los límites de los prejuicios
y de la religión? ¿Por qué tu amor no se ajusta a los límites de mi amor? ¿Por qué no
llamas “mal” a las cosas a las que yo llamo así?
El libro de Jonás es una impactante lectura de Yom Kipur. Los críticos de Jesús,
incapaces de asumir su visión, responden exigiendo que les muestre sus credenciales:
"Danos una señal de que realmente eres quien dices ser". Jesús les reprocha ser una
generación malvada, que siempre pide una señal. En su evangelio, Mateo rodea
constantemente a Jesús de las “señales” del Reino anunciadas por Isaías. Pero los
críticos de Jesús no saben reconocerlas. Y, como son incapaces de ver las señales que
hay a su alrededor, deben atender –dice Jesús– a la señal de Jonás, que pasó tres días y
tres noches en el vientre de la ballena por no poder creer que el amor de Dios puede
abarcar a quienes él, y no Yahvé, consideraba impuros. El pueblo de Nínive se alzará el
día del juicio y condenará a la generación de los judíos que se atienen a la ley. Los
“impuros” ninivitas se arrepienten ante la predicación de Jonás. Pero esta generación,
inconsciente de su propia impureza, es incapaz de arrepentirse aunque esté, ante ella,
alguien que es más grande que Jonás. El mensaje de Mateo para Yom Kipur se hace
más evidente aún. Jesús amplía el mensaje. La Reina del Sur (la reina de Saba) –dice
Jesús– también condenará a esta generación en el juicio; porque ella, una mujer gentil e
impura, vino, desde los confines de la tierra, a escuchar la sabiduría del Rey Salomón,
y esta generación, en cambio, no se arrepiente aunque tenga delante de sí a alguien que
es más grande que Salomón.
Si alguien llama “Dios” a Satán, si llama “bien” al mal, si cree que la religión pone
límites al amor de Dios, o que la pretensión de ser los elegidos significa que los demás
son impuros, entonces, no puede haber expiación y la celebración del Yom Kipur será
un fracaso. Dios puede llegar hasta allí donde los humanos ven lo impuro y, sin
embargo, no tornarse impuro por ello. La condición de impuro siempre desaparece en
su presencia. Tal es el vigoroso mensaje de Yom Kipur. Mateo sigue relacionando a
Jesús con el calendario litúrgico judío.
Cuando accedemos a la vida de Dios, ya no podemos llamar impuro a aquello que Él
ha creado, ni a aquellos a quienes Él ama. Ya no podemos utilizar la religión para
sugerir que alguien a quien Dios ha creado puede estar condenado a vivir fuera de los
límites del amor. Los prejuicios mueren en ese preciso instante, y entonces nace la
universalidad. La expiación tiene que ver con esto. ¡Qué mal hemos entendido sin
embargo su sentido! El amor de Dios no puede estar nunca confinado en los límites de
nuestro amor. La próxima semana veremos cómo esta intuición puede cambiar la
forma de entender la liturgia. No somos “delincuentes miserables” sino seres
incompletos que buscan la plenitud en el amor de Dios.

[© texto: www.ProgressiveChristianity.org] «Introducción al Evangelio de Mateo» 22, pág 3


[procedencia: www.JohnShelbySpong.com] [© traducción: Asociación Marcel Légaut]
– John Shelby Spong

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[© texto: www.ProgressiveChristianity.org] «Introducción al Evangelio de Mateo» 22, pág 4


[procedencia: www.JohnShelbySpong.com] [© traducción: Asociación Marcel Légaut]

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