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No obstante ello, existía una preocupación social y también legal que se palpaba
en las acciones que realizara Hammurabi, rey de Babilonia al penalizar a los
médicos impreparados y negligentes y así mismo la Lex Aquila romana, que
regulaba la indemnización por el daño causado a otro. En efecto, así lo
consagraban estas dos antiquísimas legislaciones.
Sin embargo, ello no fue óbice para que esa sagrada inmunidad fuera violada por
algún senador romano que terminaba arrojando a un estanque de peces voraces,
al médico que tenía a su servicio, – generalmente su esclavo – que errara en la
práctica de la naciente ciencia hipocrática o también por desconfianza al creer
que la pócima que debía tomar de su médico, estaba envenenada.
El principio de “Si cumple con sus oficios terapéuticos será reverenciado como un
sacerdote o como un dios verdadero; pero si no es así, paseará su vergüenza ante
la sociedad, ya no termina así, en razón de que esa idealización en el ejercicio
de dicha profesión ha venido a erosionar, debido precisamente a una sociedad
consumista y tecnificada que ha llamado la atención sobre el señorío que el
médico ha venido ejerciendo
Ese señorío y esa idealización han decaído, dejando ver sus consecuencias hasta
el punto de que hoy en día el médico es un profesional más que si ejerce mal su
profesión puede ser acusado a través de la jurisdicción civil o de la penal, según
el caso, estableciéndose así el equilibrio necesario y justo entre los derechos de
los enfermos y de los que ejercen el sagrado ministerio de la medicina.
Ahora bien uno de los temas que hace parte de esta materia, es el que nos habla
de la Mala Praxis en el área de la salud, la cual surge “Cuando se provoca un
daño en el cuerpo o en la salud de la persona humana, sea parcial o total,
limitado en el tiempo o permanente, como consecuencia de un accionar
profesional realizado con imprudencia o negligencia, impericia en su profesión o
arte de curar o por inobservancia de los reglamentos o deberes a su cargo con
apartamiento de la normativa legal aplicable.”
Otra definición que se puede esbozar sobre el tema es la que la explica como
“Una situación de impericia, negligencia o indolencia profesional, donde el
profesional médico produce un resultado que no previó, que no anticipó y que sin
embargo era anticipable, representable y objetivamente previsible. Y en la que
la imprudencia grave es entendida como la omisión de todas las precauciones
exigibles que debieron adoptarse en el acto o evento de que se trate, o al menos
de las más elementales o rudimentarias, la que es sancionada a título de delito.”