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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

CURSO DE LITURGIA

CAPITULO 25
EL ADVIENTO

Las cuatro semanas anteriores a la solemnidad de Navidad forman el


tiempo de Adviento que es la preparación para la llegada del
Salvador, dando con el primer domingo de Adviento comienzo un
nuevo año litúrgico, que terminó el domingo anterior con la festividad
de Cristo Rey (en el rito oriental-bizantino el año litúrgico comienza
con la fiesta de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre).

Las normas litúrgicas universales dicen que el Adviento "comienza


con las primeras Vísperas del primer domingo de Adviento (el 30 de
noviembre o domingo más cercano) y acaba antes de las primeras
Vísperas de Navidad". Contiene siempre cuatro domingos que se
estructuran en dos partes bien definidas: hasta el 16 de diciembre y
del 17 al 24 de diciembre. Fue el papa San Gregorio Magno quien la
estructura en cuatro semanas.

El tiempo de Adviento no se conoce en Roma hasta el S. VI,


recogiendo la palabra adventus, aplicada anteriormente a la llegada
de algún personaje importante (Emperador). Es el tiempo del Marana-
tha (ven Señor), de la espera gozosa del Salvador. El Adviento es
también el tiempo mariano por excelencia, donde la presencia de
María en la liturgia es más patente.

Teológicamente es tiempo de espera gozosa de la venida de Cristo,


es tiempo asimismo del Espíritu Santo, tiempo del cumplimiento de las
profecías, tiempo de conversión y tiempo mariano por excelencia
como hemos dicho (diciembre el mes más particularmente apto para
el culto a la Virgen sin que deba ser considerado como mes de María)
con la Inmaculada, la Expectación al Parto, y ya en tiempo de Navidad
con la solemnidad de María Madre de Dios el 1 de enero.

En los aspectos litúrgicos el Adviento es tiempo de relativa austeridad


en los signos externos. Así, es aconsejable pastoralmente hacer
alguna celebración comunitaria de la penitencia. Se omite el Gloria los
domingos por el carácter relativamente penitencial del tiempo para
que resuene con más alegría el Gloria de la misa del Gallo. Las
vestiduras son moradas (como en Cuaresma) y el altar debe estar
escueto y sin adornos muy festivos. En el domingo III de Adviento,
llamado de Gaudete por la antífona de entrada -Gaudéte in Domino
semper: íterum dico, gaudéte- se puede usar el color rosa (como
ocurrirá en el IV domingo de Cuaresma llamado de Laetare). La
música instrumental se debe omitir para que contraste más la alegría
del Nacimiento.

También se recomienda poner en lugar preferente una imagen de


María y se está recuperando la tradición, procedente sobre todo de
Centroeuropa y Norteamérica, de poner la llamada corona de
Adviento (cuatro velas de diferentes colores sobre una corona de
ramos verdes que se van encendiendo progresivamente en cada
domingo, marcando el tiempo de la llegada del Señor).

La semana que precede a la Navidad tiene un sentido propio y distinto


al resto del Adviento pues la llegada del Señor es inminente. Aquí las
memorias de los santos son siempre libres, se puede cantar
diariamente el Aleluya, poner más luces en el altar, usar vestiduras
más lujosas, dar la bendición con la fórmula solemne de bendición de
Adviento. Se debe notar que el tiempo es más alegre.

Las lecturas de Adviento se nuclean en las ferias en torno al profeta


Isaías y las evangélicas en los pasajes que narran al Precursor y los
preparativos del Nacimiento. Los domingos se leen las epístolas de
Pablo, Santiago y Hebreos.

Resumiendo pues diremos que el Adviento es un tiempo de relativa


austeridad, ya que a quien espera siempre le falta algo. Por eso se
emplean algunos signos de austeridad como las vestiduras moradas o
la omisión del Gloria.

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


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