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“Como advirtió alguien hace poco, me coloco más bien del lado del barroco.” Nos dice Lacan.
Quién lo coloca del lado del barroco es Jacques-Alain Miller como el mismo nos cuenta en la
Conferencia de Clausura de las I Jornadas de Psicoanálisis de Valencia: “Lacan recordó en su
Seminario XX que yo lo había ubicado del lado del barroco, pues hice una ponencia en la EFP
para decir ‘Lacan es un barroco’ para explicar un poco a mi entender las razones de su estilo y
a veces de su comportamiento. Él se reconoció en ese retrato.”
En un apartado de ésta conferencia llamada:” Lo barroco y lo soso”, nos cuenta Estela Pasvan,
Miller define el barroco como colmo de nuestra estética occidental, que ubica el ser en la
apariencia espectacular, cuyo arte debe llamar la atención y manifiesta un cierto gusto por la
postura heroica. También opone el estilo lacaniano con ese gusto por la paradoja, los juegos
de palabra, las aliteraciones, los equívocos y las diversas figuras retóricas a la estética china
minimalista que desvaloriza el sabor y valoriza lo soso, lo insípido.
El barroco que es un encasillamiento de la historia del arte le va a llevar, a Lacan, a la historia
del cristianismo, lo que no deja de ser sorprendente.
Entre los textos de referencia, que Estela Pasvan nos confiesa haber consultado, privilegia el
de Deleuze, “El pliegue. Leibniz y el barroco”, que nos reenvía a todas la referencias
fundamentales sobre el barroco. Le interesó especialmente el pliegue, esa figura que aparece
de forma tan marcada en toda la escultura barroca, en la portada de la edición francesa del
Seminario XX. Encuentra una relación entre el pliegue y el goce, sobre todo el goce femenino,
ese goce femenino infinito, continuo que se opone al goce fálico, discreto.
Estela Pasvan nos advierte que, de todas formas, las referencias que podamos encontrar sobre
el barroco no nos van a ayudar de mucho en este sorprendente abordaje que hace Lacan del
barroco por el lado del cristianismo.
Sí considera interesantes, para entender un abordaje que marcó toda una época, los
comentarios del escritor y ensayista Eugeni D’Ors:“Habitualmente el calificativo barroco no ha
venido siendo aplicado sino a cierta perversión del gusto, perversión cronológica y
perfectamente localizada. Recientemente aún maestro tan erudito como Benedetto Croce
negaba con insistencia que pudiera ser considerado el barroco de otra manera que como una
de las variedades de lo feo. Sin llegar a posición tan negativa y exorcisante la tendencia común
hace veinte años era la de atenerse en este capítulo a las formulas siguientes: El barroco es un
fenómeno cuyo nacimiento, decadencia y fin se sitúa hacia los siglos XVII y XVIII y solo se
produjo en el mundo occidental. Se trata de un fenómeno exclusivo de la arquitectura y de
algunos raros departamentos de la escultura y de la pintura. Nos encontramos en él con un
estilo patológico, de una ola de monstruosidad y de mal gusto. Finalmente lo que produce es
una especie de descomposición del estilo clásico del renacimiento. A los ojos de la crítica estas
formulas ya empiezan a parecer caducas, tiende progresivamente a creer que: el barroco es
una constante histórica que se vuelve a encontrar en épocas diversas tanto en Occidente como
en Oriente. El fenómeno interesa no sólo al arte sino a la civilización entera. Su carácter es
normal. Lejos de proceder del estilo clásico se opone a él”.
Lo importante de las opiniones de D’Ors es la constatación de dos tendencias que se alternan:
lo clásico -lo apolíneo- y lo barroco -lo dionisiaco-. Dar la misma dignidad a lo barroco como al
clasicismo. D’Ors establece también una relación entre el barroco y el cuerpo, lo que era
denunciado como sensual, obsesivo y decadente empieza a tener otro estatuto.
Lo que D’Ors no dice en absoluto es lo que capta Lacan: establecer el barroco en relación con
la historia del cristianismo. D’Ors no percibió, como dice Lacan, los fundamentos religiosos del
barroco. Lacan lo hace para contraponer la verdad, esa verdad que se puede formalizar, la que
se escribe, la verdad lógica para contraponerla con la verdad que habla y que goza, que goza
hablando.
El barroco es la historieta, el anecdotario de la vida de Cristo, la historia de Cristo, la historia de
un hombre, la historia de un cuerpo (encorps).
Es lo que se va a ir encadenando a lo largo del capítulo.
El barroco como oropel de la contrarreforma. Contrarreforma que hace retroceder al
protestantismo mediante un nuevo renacimiento y renovación del hecho religioso. Ante el
principio protestante de la lectura de los textos la reforma presenta el espectáculo que pasa por
la palabra. La palabra como medio de goce. Todos estos efectos estéticos y de dramatización
del barroco son escaparates del goce. Toda esta exhibición, nos dice Lacan, presenta las
declinaciones del goce del fantasma. Todo es exhibición de cuerpos que evocan el goce, todo
menos la copulación, tan fuera de campo como en la realidad humana sustentada por los
fantasmas que la constituyen.
En ninguna parte como en el cristianismo el arte se descubre como lo que es: obscenidad. No
es una cuestión moral. Etimológicamente lo obsceno es basura. Es lo que tiene de común la
religión y las artes, no tienen la menor homogeneidad. Es lo que se deposita, lo que queda. Las
civilizaciones como cúmulo de basura que va quedando. Como colección de restos no
universalizables.
Lacan presenta una posición mordaz ante la historia, la Historia con H mayúscula, al igual que
ante la verdad. Solo existe la historia particular, la verdad particularizada.
¿Por qué nos dice que el cristianismo es la verdadera religión? Porque el cristianismo cuenta la
verdad del goce que está allí. Es la verdad del fantasma lo que está en primer plano. El
fantasma es el marco de la realidad. Realidad que manifiesta la verdad del goce del fantasma.
Si se trata del fantasma se trata del uno por uno, no de una verdad universalizable. Lacan nos
ha dicho en algún momento que el truco analítico no puede ser matemático, no se puede
matematizar, hay algo del goce, siempre está en juego el
cuerpo. Para poder gozar, como se explicita en este Seminario, se necesita un cuerpo, no hay
goce sin cuerpo y que mejor ejemplo que Cristo. El anecdotario de la vida de Cristo, la historia
de la pasión del cuerpo de Cristo. Es lo que son los Evangelios.
Hablar con el cuerpo es lo que caracteriza no al sujeto sino a lo que Lacan va a llamar, a partir
de este momento, hablanteser (parlêtre). Este hablanteser no es sólo un sujeto representado
por un significante para otro significante. No es sólo eso, hay algo más como nos dice al
principio del capítulo evocando sus formulas difíciles: “El inconsciente no es que el ser piense,
el inconsciente es que el ser, hablando, goce y no quiera saber nada más de eso”.
Las dos cuestiones aquí implícitas son:
1) El inconsciente no es que el ser piense, es que el ser hablando goce.
Lacan va a ir deslizando a lo largo de las sesiones finales de este Seminario nuevos conceptos:
hablanteser (parlêtre), individuo, lalengua (lalangue) y nos dice“Mi hipótesis es que el individuo
afectado de inconsciente es el mismo que hace lo que llamo sujeto de un significante”.
Pasamos del sujeto como hipótesis al individuo que habla como su soporte. Pasamos del
significante al signo. Del sujeto de la representación al individuo que tiene un cuerpo. Un
cuerpo afectado por el inconsciente. Para que el sujeto se vea afectado por el goce hace falta
tener un cuerpo. Donde eso habla, goza.
Desde el punto de vista clínico hemos pasado de una clara diferenciación y primacía de lo
simbólico sobre los otros registros, donde lo importante era evacuar el goce por lo simbólico o
incidir sobre lo real de tal forma que se simbolizara a unir el blablabla con el goce. Se habla por
satisfacción.
2) No quiera saber más de eso.
Lacan rechaza que halla una pulsión de saber (wissentrieb). Nos dice, “No hay ningún impase
entre mi posición de analista y lo que aquí hago” (en mi Seminario). Mi manera de avanzar está
constituida por algo que pertenece al orden del “no quiero saber más de eso”. Cualquier
analizante pone a trabajar su “no quiero saber más de eso”.
Podemos sacar algunas consecuencias clínicas de este Seminario:
La realidad humana para sustentarse necesita tres registros. Ya no se trata de privilegiar sólo
lo simbólico. Tenemos tres registros equivalentes en cuanto su importancia: lo Real, lo
Imaginario y lo Simbólico.
En lo real lo simbólico hace agujero.
Al mismo tiempo hago ex –sistir un tipo de objeto real con una consistencia imaginaria. En esta
consistencia imaginaria Lacan va ha ubicar al cuerpo.
Esta nueva perspectiva nos permite una mayor fineza para detectar fenómenos que pasan por
el cuerpo, que pasan por lalengua y todo un tipo de psicosis que no podíamos atrapar muy
bien.
Ya no se trata de descubrir si hay un déficit (del Nombre del Padre), pasamos a una clínica
donde nos preguntamos si algo de esto (de los registros) no está abrochado.
Estamos ahora atentos a cuales son los recursos, los recursos subjetivos, que tienen los
pacientes para desarrollar una suplencia o algo que les permita sostenerse en el mundo.
Ya no es sólo algo que pasa por el orden del saber, de la verdad. Ya no se trata sólo de eso,
de la Verdad con mayúscula. Es una verdad con minúscula que refiere a cada uno, que no es
universalizable.