Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Por Carolina Bianco
bianco.carolinag@gmail.com
https://carolinabianco.com/
La interpretación se encuentra en el centro de la técnica psicoanalítica desde los inicios del
psicoanálisis. Como sabemos, en los años posteriores a los Estudios sobre la histeria y a
medida que iba tomando forma la noción de lo inconsciente, F reud fue abandonando la
catarsis y la hipnosis para enfocarse en las asociaciones libres. Esto lo llevó al análisis de
los sueños, los síntomas y al desarrollo de un nuevo saber hacer: la interpretación. Si bien el
término se utilizó primero para hacer referencia al modo en el que el psicoanálisis puede dar
cuenta de la significación inconsciente del sueño, se extendió también a las otras
formaciones del inconsciente (síntomas, actos fallidos, etc.) ubicándose como la parte
esencial de la cura psicoanalítica. Se trata de un concepto fundamental cuestionado y
repensado desde dentro y desde fuera del psicoanálisis. ¿Qué es y qué no es interpretar?
¿Busca el psicoanálisis interpretarlo todo? ¿ Para qué interpretamos? ¿Cuándo interpretamos
y qué se interpreta? En este artículo les proponemos revisar algunas cuestiones vinculadas
al origen y a la historia de la interpretación para repensar su lugar en nuestra clínica y
nuestro modo de hacer con ella hoy.
Interpretación no es descifrado.
En el trabajo con los sueños l a técnica de la interpretación comienza a ser formalizada
como un modo de esclarecer las acciones y el discurso de las personas, un modo de hacer
accesible lo inconsciente. Aún hoy, muchas personas creen que la interpretación freudiana
de los sueños implica decodificarlos en base a un sistema universal: si soñaste con t al cosa
significa que... Pero cuando Freud escribió L a interpretación de los sueños en 1899,
diferenció a la interpretación psicoanalítica del descifrado o de la i nterpretación por
simbolismo, m étodos utilizados por oráculos y demás figuras a lo largo de la historia de la
humanidad.
La principal diferencia entre la interpretación psicoanalítica y otros modos de entender los
sueños (y otras manifestaciones) es que ésta es imposible fuera del contexto de un
análisis. U
na interpretación psicoanalítica no consiste en atribuir un sentido en base a un
sistema universal de equivalencias. No se trata de buscar el contenido del sueño en un l ibro
de los sueños, como lo llama Freud, y encontrar la traducción de aquel objeto con el que
soñamos. Para el psicoanálisis, un sueño, al igual que un síntoma, un fallido o cualquier
otra formación, cobra sentido únicamente en base a las asociaciones del sujeto. “ En
diversas personas y en contextos diferentes el mismo contenido onírico puede encubrir
también un sentido disímil”, dice Freud (1). Entonces, no hay UN sentido oculto que revelar,
sino que más bien se trata de la construcción de una verdad única y singular a partir de las
asociaciones que vayan surgiendo.
Plantea Evans que a pesar de las advertencias y aclaraciones de Freud, la primera
generación de analistas basaba mucho sus interpretaciones en el método prepsicoanalítico
del simbolismo o el descifrado, atribuyendo significaciones universales a los sueños y
síntomas de pacientes particulares (2). Así convertían a la teoría psicoanalítica en ese l ibro
de los sueños del que Freud quería alejarse. Ahí se iba a buscar la traducción de tal o cual
síntoma, reduciendo las interpretaciones a fórmulas establecidas.
Psicoanálisis salvaje
A las interpretaciones por descifrado s e suma otra desgracia. Mientras en textos como
Psicopatología de la vida cotidiana i ba tomando forma la idea de que todo nuestro accionar
está determinado por causas inconscientes, empezaba a gestarse la conclusión de que, por
ende, todo era interpretable y de que era “el médico” quien podía acceder a este saber sobre
las motivaciones inconscientes de una persona y comunicarlo. Esta tesis desembocó en
una verdadera manía interpretativa que conjugada con las fórmulas interpretativas t rajo
graves consecuencias, no solo para el psicoanálisis como disciplina, sino también para sus
pacientes.
Consciente de sus riesgos, Freud se enfrentó a este furor que quizás él mismo había
incentivado en un principio. En más de una ocasión advirtió sobre los peligros de las
interpretaciones bruscas que se realizan fuera de contexto terapéutico o sin tener
conocimiento de las particularidades de la persona. También remarcó la dificultad de
interpretar material, como los sueños, cuando la persona interesada no se encuentra
presente.
En S obre el psicoanálisis silvestre, t exto de 1910, se ocupó de especificar las condiciones en
las que debía producirse una interpretación y los efectos negativos que traería no hacerlo.
La misma solo puede realizarse cuando ya se tiene un vínculo con la persona, cuando se
conocen las particularidades de su caso, su funcionamiento psíquico y cuando ésta está
preparada para escuchar esa interpretación. Es decir, que l a interpretación está subordinada
al establecimiento de la transferencia y a que se haya realizado cierto recorrido en el
proceso terapéutico de modo que el camino esté allanado. S i no se cumple con esta regla
técnica lo único que lograremos es que la persona se vuelva hostil hacia la figura de su
psicoanalista y hacia el psicoanálisis. Por la naturaleza misma del funcionamiento psíquico,
en toda persona hay resistencias que se oponen al trabajo con lo inconsciente. El ejercicio
del psicoanálisis silvestre y la insistencia en interpretarlo todo refuerzan esas resistencias al
psicoanálisis y los prejuicios sobre el mismo.
Una concepción t eórica hace mucho superada.
En el ya mencionado texto de 1910, Freud presenta otra razón central, quizás más
importante que la anterior, para evitar la manía interpretativa. Y esta es que t ransmitirle a
una persona lo que creemos saber sobre su vida inconsciente es intervenir basándonos en
un entendimiento erróneo del psicoanálisis y de sus fundamentos. D ice: “ Una concepción
hace mucho superada, y que se guía por una apariencia superficial, sostiene que el enfermo
padece como resultado de algún tipo de ignorancia, y entonces no podría menos que sanar si
esta le fuera cancelada mediante una comunicación (sobre la trama causal de entre su
enfermedad y su vida, sobre sus vivencias infantiles, etc.)” ( 3)
Apelar a la transmisión de un saber sobre el sentido inconsciente de una manifestación es
obrar desconociendo la teoría y técnica psicoanalíticas. Sorprendentemente hay “analistas”
que, más de 100 años después, continúan interpretando como si esta concepción teórica
fuera cierta. Sigue Freud más adelante: “ Si el saber sobre lo inconsciente tuviera para los
enfermos una importancia tan grande como creen quienes desconocen el psicoanálisis,
aquellos sanarían con solo asistir a unas conferencias o leer unos libros”.
El hecho de que la o el analista comunique algo que facilite el acceso al contenido
inconsciente “no tiene el resultado de cancelar los síntomas, sino este otro, el de poner en
marcha el análisis”. ( 4) No basta con alcanzar un saber intelectual sobre el propio síntoma.
La interpretación motorizará el trabajo, empujará a que algo ocurra, a que comiencen a
producirse movimientos en la posición subjetiva.
La jerga interpretativa
Ya vimos que, sin escuchar las advertencias de Freud, el mundo psicoanalítico sucumbió a
la manía de la interpretación. También consciente del peligro que esto implicaba, Lacan
revisó el concepto y su utilización, proponiendo que era necesario encarar a la
interpretación de un modo distinto; alejarse de la noción de que ésta desenmascara un
sentido oculto. Él rescata la idea de que, lejos de ofrecer un nuevo sentido, la interpretación
debería apuntar a lo equívoco de lo que el sujeto dijo. Por este motivo, la mejor
interpretación es aquella que es ambigua e indeterminada, ya que sus sentidos podrán ser
múltiples.
La interpretación nunca enuncia un saber y por eso, Lacan sostiene, que se debe interpretar
como si ignoráramos la teoría. “[...]no obstante, sus discípulos cedieron a la manía
interpretativa. Mientras que los freudianos hacían surgir en todas partes símbolos sexuales, y
los kleinianos "intuían" detrás de cada discurso el odio arcaico a la madre, los lacanianos
inventaron una nueva jerga interpretativa hecha de juegos de palabras, matemas, nudos
borromeos”.(5)
Quienes seguían a Freud fueron la primera generación de analistas en interpretar desde la
teoría sirviéndose de fórmulas preestablecidas, pero no la última.
Hoy en día nos seguimos encontrando con estas ansias interpretativas en más de un
escenario; y no solo cuando diagnosticamos o interpretamos salvajemente en situaciones
de la vida cotidiana y fuera de transferencia. Las situaciones más complejas se dan,
probablemente, dentro del consultorio. ¿Qué pasa cuando creemos que nuestra función es
revelar verdades? ¿cuando no respetamos los tiempos subjetivos al comunicar algo?
¿cuando adornamos una intervención con j erga interpretativa? ¿cuando interpretamos hasta
la ropa que se puso un paciente, forzando el vínculo entre cualquier acción y un esquema
teórico prearmado? ¿cuando intervenimos como si tuviéramos un saber?
Dice Freud en relación al caso que comenta en S obre el psicoanálisis silvestre: “ lo curioso es
que en esa alternativa terapéutica del supuesto psicoanalista ya no queda espacio
alguno...para el psicoanálisis”.(6)
Cuando intervenimos creyendo que la interpretación es para descifrar, para enunciar un
saber o para develar un sentido oculto, estamos alejándonos del psicoanálisis. No
perdamos de vista que la interpretación no es una elaboración de saber por parte de la o el
analista, es más bien un puntapié para que el trabajo asociativo continúe. Jugando con lo
ambiguo, con el sin sentido, la interpretación despoja de certezas y convoca al sujeto para
que algo ocurra.
Referencias:
1- Freud, S. (1900) L a interpretación de los sueños en Obras Completas Tomo IV. Buenos
Aires: Amorrortu, 2010.(p. 126)
2- Evans, D. Diccionario Introductorio al psicoanálisis lacaniano ( p.114)
3 y 6- Freud, S. (1910) Sobre el psicoanálisis silvestre en Obras Completas Tomo XI. Buenos
Aires: Amorrortu, 2010.
4- Freud, S. (1916) 1 8° Conferencia. La fijación al trauma, lo inconsciente en Obras Completas
Tomo XVI. Buenos Aires: Amorrortu, 2010. (p.257)
5- Roudinesco, E y Plon, M. (2008) D iccionario de psicoanálisis. B uenos Aires. Paidós (p.
540).