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¿Qué es

filosofía?

Introducción a
la Filosofía

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¿Qué es filosofía?
Podemos pensar la Comencemos por exponer las visiones que dos grandes filósofos tienen al
filosofía como un arte respecto, encontradas entre sí. Sumaremos luego la visión actual de otro
que exige actitud filósofo.
crítica para cuestionar
lo existente en busca
de la apertura de lo Para Kant la filosofía es el acto de filosofar y, por lo mismo, se aprende
real a sus filosofía filosofando:
potencialidades, como
saber que toma de la
ciencia el modelo de
De esta forma, la filosofía es la mera idea de una ciencia
pensar racional, y de la
ética su vocación por posible que no está dada en concreto en ningún lugar, pero
la excelencia del ser a la que se trata de aproximarse por diversos caminos hasta
humano. descubrir el sendero único, recubierto en gran parte a causa
de la sensibilidad, y hasta que consigamos, en la medida de
lo concedido a los hombres, que la copia hasta ahora
defectuosa sea igual al modelo. Mientras esta meta no haya
sido alcanzada, no es posible aprender filosofía, pues
¿dónde está, quién la posee y en qué podemos reconocerla?
Sólo se puede aprender a filosofar, es decir, a ejercitar el
talento de la razón siguiendo sus principios generales en
ciertos ensayos existentes, pero siempre salvando el
derecho de la razón a examinar esos principios en sus
propias fuentes y a refrendarlos o rechazarlos. (Kant, 2005,
p. 471).

Para Hegel, en cambio, la filosofía exige un contenido sobre el que poder


ejercitarse:

Según la obsesión moderna, especialmente de la Pedagogía,


no se ha de instruir tanto en el contenido de la filosofía,
cuanto se ha de procurar aprender a filosofar sin contenido;
esto significa más o menos: se debe viajar y siempre viajar,
sin llegar a conocer las ciudades, los ríos, los países, los
hombres, etc. (Hegel, 2000a, p. 139).

Por su parte, Gustavo Bueno, desde nuestro horizonte histórico, sostiene:

La disciplina filosófica instituida, tal como la entendemos, no


podría menos de apoyarse sobre las mismas disciplinas del

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presente, para lo cual será preciso tener con ellas el mayor
contacto posible, a fin de regresar críticamente hacia las
Ideas que atraviesan sus campos respectivos,
preocupándose por seguir el sistema de esas mismas ideas.
(1995, p. 60).

Hay tantos modos de entender la filosofía como filósofos ha habido a lo


largo de la historia, si bien muchos de ellos comparten parecidos, aires de
familia –por usar la expresión de Wittgenstein-, incluso sistemas y
tradiciones filosóficas.

Sin llegar al extremo, atribuido a Herder en múltiples ocasiones, aunque sin


referencia cierta –según el cual el tipo de filosofía que se hace depende del
tipo de hombre que se es–, lo cierto es que la filosofía, como saber, goza
de múltiples perspectivas. Precisamente, este es su rasgo más
característico. Aunque la filosofía trata con ideas, no es una ideología,
pues, mientras esta última actúa –según expresa Arendt (2006)– siguiendo
la lógica de la idea –al punto de sostenerse dogmáticamente frente a los
hechos (si los hechos la contravienen, son los hechos los equivocados)–, la
filosofía es un saber crítico, un saber que busca cuestionar siempre sus
propios fundamentos, no asumir un supuesto inamovible e incuestionable.
La filosofía es crítica de las ideologías.

Si en algo se puede reconocer a la filosofía, es precisamente en el


fantástico devenir de argumentos y contraargumentos, en una especie de
baile, muchas veces frenético, en el que lo que cuenta es sostener los
pasos del baile, más que el tipo de baile. El saber filosófico puede verse, de
este modo, no como un saber sustantivo, como un saber de verdades
inamovibles, sino como uno que siempre busca nuevas verdades, siguiendo
métodos racionales y críticos.

En relación estrecha con otros saberes (ciencias, artes, tecnologías, etc.), el


saber filosófico busca sostener lo más íntimamente humano: la capacidad
de sorpresa, extrañamiento, búsqueda sin término, apuesta por nuevos
horizontes para el saber. Hegel decía, tomando la imagen clásica para el
saber filosófico (simbolizada por la lechuza de la diosa Atenea/Minerva):
“Sólo cuando irrumpe el ocaso inicia su vuelo el búho de Minerva” (2000b,
p. 77).

Una vez el curso del mundo y sus saberes ha transcurrido, la filosofía


realiza su tarea crítica –término derivado del griego critein: razonar,
cuestionar, indagar–. Y esta tarea crítica deviene central en el curso de los
saberes, pues posibilita nada más y nada menos que nuevos comienzos, es
decir, situar problemas antiguos bajo nueva lupa o atestiguar las fracturas

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de problemas que se avecinan en el horizonte. En cuanto saber que se
pregunta acerca de los problemas, la filosofía que busque cerrar
interrogantes abandona su juvenil tarea: la de estar siempre animando a
descubrir, para lo que es preciso no dar lo sabido por sabido y comprender
que lo que se puede saber es una aventura.

Sostener preguntas de modo razonado, abocarse a una actitud crítica


respecto al mundo y sus saberes, buscar la verdad sin descanso (búsqueda
sin término, como decía Popper) sobre la base de una actitud de discusión
argumentada, son rasgos esenciales de la tarea filosófica. Y, en este
sentido, hay que darle la razón a Kant: se aprende filosofía al filosofar.

De suerte que no sólo el problema filosófico es ilimitado en


extensión, puesto que abarca todo y no tiene confines sino
que lo es también en intensidad problemática. No sólo es el
problema de lo absoluto, sino que es absolutamente
problema. Cuando, en cambio, decimos que las ciencias
particulares tratan un problema relativo o parcial, no sólo
sugerimos que se ocupan exclusivamente de un trozo de
universo y nada más, sino que ese problema mismo se
apoya en datos que se dan por sabidos y resueltos, por
tanto, que sólo a medias es problema. (Ortega y Gasset,
1988, p. 64).

Los seres humanos aman, por naturaleza, saber, sostenía Aristóteles. De


ahí que estén inquietos siempre en la búsqueda del saber, salvo que se
encuentren dormidos (señalaba Heráclito), en cuyo caso la filosofía tiene
como función fundamental el aguijoneo, o que se hallen en cadenas de
razonamientos sin fundamento claro, para lo que, al contrario, viene el arte
de entorpecer, da paralizar la secuencia del razonar (de Sócrates decían
que era como una avispa que aguijoneaba, pero también como el pez
torpedo que te hacía entorpecer).

La tarea crítica de la filosofía requiere precisamente el arte de mantener la


pregunta viva. Los interrogantes filosóficos han de estar fundamentados.
Pero, al mismo tiempo, se destaca en la filosofía su vocación de totalidad,
su apuesta por integrar saberes, sumarlos y analizar las fracturas que entre
ellos existen, así como de contemplar lo existente bajo una distancia de
carácter teórico, aunque también práctico. Esto es, la filosofía tiene
vocación de transformar, de cambiar, de hacer mejorar los estados del
mundo y el ser humano. Por esto es un saber humanístico, en el sentido
incluso renacentista: aspira a no reducirse a un saber genitivo, que
depende solo de otros saberes, sino que, sin incurrir en el estático

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dogmatismo de la ideología, se aventura en una suerte de pasión por la
totalidad: hombre soy, nada de lo humano me es ajeno (en expresión del
ideal renacentista)

Los clásicos sostenían que el saber racional busca razones o causas. Las
ciencias, en cuanto saberes racionales que sin duda son, buscan causas.
Para que exista ciencia, tiene que haber delimitación de un objeto de
estudio (campo de términos, relaciones, operaciones, teoremas, etc.).

Las ciencias son tanto más firmes y fuertes cuanto más limitado es su
campo. Ya el proyecto kantiano, como habremos de ver, lo expuso: la
ciencia funciona dentro de los límites de la razón, allí donde la razón
humana se apoya en la experiencia. En cambio, la filosofía brota de la
naturaleza misma de la razón: en su ansia de preguntas y respuestas, de
nuevas preguntas y nuevas respuestas, excede los límites de la experiencia.
Una cosa es conocer –dentro de los límites de la experiencia– y otra cosa es
pensar: sobreponerse a estos límites. La filosofía aspira, decían los clásicos,
a las primeras causas. Con Kant podemos avizorar: aspira a comprender las
condiciones de posibilidad del conocer, del ser, del hacer, etcétera, a
adentrarse en la esencia íntima y última de la realidad; una esencia que,
por lo demás, siempre quedará ignota.

En cuanto teoría, la visión filosófica supone una actitud crítica que


pesadores como Husserl asocian a la dinámica misma de la razón: hacer
una suspensión, un alto en el camino para sobreponerse a la inmediatez y
poder así vislumbrar el bosque en su conjunto y no solo los árboles. Justo
en esta metáfora del bosque, Ortega y Gasset (2005) ilustra lo propio de la
filosofía: del bosque tenemos tantas perspectivas como posiciones. Para el
pintor el bosque es una plétora de colores; para el leñador, una fuente de
recursos; para el paseante solitario, un lugar de recogimiento, etcétera.
Todas las perspectivas de lo real son ciertas en tanto no busquen
convertirse en únicas.

La filosofía sería una suerte de arte que garantiza la pluralidad de visiones


del mundo desde el ámbito propio de cada una de ellas. Toda vez que la
ciencia misma, por más racional que sea, se aventura a sustituir al todo, a
convertirse en una visión total y última de lo real, se convierte en ideología:
cientificismo. La tarea combativa de la filosofía estriba aquí en sostener la
llama de la duda, apostando por resguardar la totalidad (del saber, del ser,
etc.) de cierres y clausuras ideológicas, dogmáticas, etcétera.

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Figura 1: Atenea (Minerva) y su lechuza. Símbolo de la filosofía

Fuente: [Imagen sin título sobre símbolo clásico de la filosofía]. (s. f.). Recuperado de
https://goo.gl/5iQMJU

Por esto la filosofía no es solo un saber, sino un modo de vida: la aventura


de sostener la llama del saber más allá de toda conclusión (amor por el
saber: filo-sofía); la apertura de interrogantes que conducen a nuevos
interrogantes en la pretensión de una respuesta fundamentada, así como
también la búsqueda de coherencia entre el pensar y el ser, el decir y el
hacer (coherencia socrática en el sentido de que el juicio propio sea
autónomo y concilie las diversas voces que habitan los espacios públicos
internos) (Arendt, 2007).

A diferencia del saber vulgar, la filosofía busca sistematicidad. Distante de


la ideología, cuestiona certezas. Con la ciencia comparte sus modos
racionales, pero se aleja en el cierre respecto a un fragmento acotado de la
realidad que la ciencia supone. Con el arte comparte su vocación por la
creatividad (imaginación filosófica, máxima libertad del pensamiento: no
hay, señaló Spinoza, mejor régimen para la filosofía que el que favorece la
más absoluta libertad de pensamiento), pero utiliza medios distintos de
expresión.

Diversos son los modos de comprender las ramas de la filosofía. Por


ejemplo, para Costa y Divenosa (2004):

 Ética: encargada del análisis de la conducta moral.


 Antropología filosófica: busca esclarecer la esencia de lo humano.
 Gnoseología: análisis del conocimiento.
 Metafísica: análisis de la estructura de la realidad.
 Estética: análisis de las formas de belleza.
 Lógica: análisis del razonamiento.

Pero también, según el saber del que aquella se ocupe de modo genitivo,
podemos hablar de filosofía política, filosofía del lenguaje, filosofía de las
ciencias, filosofía de la educación, etcétera.

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Oliveira (2015) ofrece otra división:

 Filosofía real o natural, que se divide en filosofía de la naturaleza


(cosmología y psicología racional) y metafísica (ontología o doctrina del
ser y gnoseología o doctrina del conocer).
 Filosofía moral, dividida en ética, filosofía del derecho y filosofía social.
 Filosofía racional, que contiene a la lógica.
 Antropología, estética, filosofía del arte, filosofía de la ciencia, etcétera.

Si bien hay cierta convención sobre el uso de términos: antropología


filosófica (estudio sobre el hombre), metafísica (doctrina del ser en cuanto
ser), gnoseología (estudio del conocimiento) o epistemología (también
estudia el conocimiento, aunque más precisamente el conocimiento
científico), etcétera, no cabe duda de que lo que define a la filosofía como
saber son rasgos como vocación de totalidad y universalidad, actitud
interrogante, búsqueda más que conclusión, saber crítico o
fundamentación argumentativa y racional. Los múltiples sistemas,
corrientes, tradiciones y filósofos comparten, en la riqueza de su
diversidad, modos de proceder y caminos del filosofar, aunque distintos,
con rasgos como los enumerados.

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Referencias
Arendt, H. (2006). Los orígenes del totalitarismo. Madrid, ES: Alianza Editorial.

Arendt, H. (2007). Responsabilidad y juicio. Barcelona, ES: Paidós.

Bueno, G. (1995). ¿Qué es filosofía? Buenos Aires, AR: Pentalfa.

Costa, I. y Divenosa, M. (2004). Filosofía. Buenos Aires, AR: Maipue.

Hegel, G. W. T. (2000a). Escritos pedagógicos. México: Fondo de Cultura


Económica

Hegel, G. W. T. (2000b). Rasgos fundamentales de la Filosofía del Derecho.


Madrid, ES: Biblioteca Nueva.

[Imagen sin título sobre símbolo clásico de la filosofía]. (s. f.). Recuperado de
http://platea.pntic.mec.es/~anilo/mitos/07atenea.htm

Kant, I. (2005). Crítica de la Razón Pura. Madrid, ES: Taurus.

Olivera, D. A. (2015). Filosofía Primera: obertura. Córdoba, AR: Brujas.

Ortega y Gasset, J. (1998). ¿Qué es filosofía? Madrid, ES: Alianza Editorial.

Ortega y Gasset, J. (2005). Meditaciones del Quijote. Madrid, ES: Cátedra.

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