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“A fines del 93, asistí a los funerales de una linda escuela-taller, que había funcionado durante
tres años. Los alumnos venían de los suburbios más pobres de la ciudad. Eran muchachos condenados a
ser delincuentes, mendigos o putas. La escuela les enseñaba oficios, herrería, carpintería, jardinería, y
sobre todo les enseñaba a quererse y a querer lo que hacían. Por primera vez escuchaban decir que ellos
valían la pena, y que valía la pena hacer lo que estaban aprendiendo a hacer. La escuela dependía de la
financiación extranjera. Cuando se acabó la plata, los maestros recurrieron al estado. Fueron al
ministerio y nada. Fueron a la alcaldía, y el alcalde les aconsejó: —Conviértanse en empresa.”
En esta medida, las personas se sienten amenazadas por el otro al verlo como el
culpable de su imposibilidad de progresar y en su irremediable intento por lograr un
pensamiento diferente que sea valorado para lograr un lugar dentro del mercado, se ve
frustrado al descubrir que es lo que menos le interesa al sistema mismo, de hecho,
pretende evitar cualquier clase de intento por innovar.
Esta situación, antes planteada, se vio evidenciada en Colombia desde 1991, sin
embargo, ésta tuvo sus indicios en el gobierno de Virgilio Barco Vargas (1986-1990),
quien empezó a desmontar el Estado de Bienestar con la priorización del mercado
externo y el debilitamiento de la producción nacional, favoreciendo al desempleo con el
cierre de las diversas empresas y la entrada de productos con bajos aranceles. (Martínez,
2014). Esta visión neoliberal fue continuada e instaurada formalmente por el gobierno
de César Gaviria Trujillo (1990-1994) que por medio de la Constitución de 1991
“fundamenta el orden jurídico que facilita la imposición de medidas neoliberales en
Colombia, reforzados por las presiones de las instituciones financieras internacionales,
pero revestida por procedimientos democráticos que no dejan dudas sobre su actuar”
(Martínez, 2014, p.5). Como resultado de la globalización, esta misma idea había sido
establecida en los países vecinos, quienes tras las fuertes dictaduras tenían afán de
rescatar las ideas del liberalismo clásico basadas en “la importancia del individuo, el
papel limitado del Estado y el valor del mercado” (Martínez, 2014, p.1).
Así pues, este modelo se presentaba como “solución” a la crisis que a nivel
mundial se dio luego de la caída de los precios del petróleo en 1973 y que permitió la
“estanflación”, con ello, se creía posible abolir la desigualdad social a través de un libre
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pública junto a las personas de bajos recursos que jamás habían aspirado con
incorporarse a una diferente. Ante esta situación, el gobierno de Álvaro Uribe Vélez
(2002-2006, 2006-2010) mantuvo los mismos patrones decrecientes de financiación
para IES y entendió la educación básica no como un derecho “sino un mecanismo de
gobierno para reducir la pobreza, el desempleo y la equidad” (Miraña, 2010 p.44), a
partir de ello, quisieron aparentar un “mejoramiento” en la eficiencia del sistema por
medio de discursos que hacían creer que la cobertura se había ampliado pero omitiendo
el tema de la inversión, pues, el valor presupuestado para a las instituciones era muy
similar al del pasado año sólo que con más alumnos para la misma cantidad de
profesores (Melo, Ramoz y Hernández, 2014) De esta manera, los educadores y los
estudiantes se vieron afectados en sus distintos ámbitos pues fueron sometidos, por
funcionarios, como la ministra de educación Martha Cecilia Vélez White, a reformas
que insistían en el “recorte del tiempo de vacaciones, ampliación del horario laboral,
eliminación del sistema de salud especial que gozaba el magisterio, y un nuevo estatuto
laboral” (Miñana, 2010, p.43).
De este modo, con este fenómeno, la contradicción fue evidente pues en muchas
de las aulas donde se inspiró a formar una posición en contra de las formas de
hegemonizar la desigualdad social, también se forjó de manera voluntaria o involuntaria
(para el caso de las universidades públicas con sus exámenes estandarizados) esta
misma, pues el acceso a tales cátedras fue restringido, en la medida que, no todas las
personas podían entrar o no tenían el tiempo porque debían laborar, por lo que,
desempleo bajó de 12,19% a 8,59% (Banco de la República, 2019), lo cierto es que las
ventas informales se mantuvieron entre el 48% y el 52 % , donde, el 22,96% de estos
eran en 2017 egresados de IES (DANE, 2017)
Pasando así por el gobierno de los distintos presidentes que cumplieron un papel
relevante en la imposición de tal modelo, llega el momento de referir a lo que le espera
al país durante los más de tres años de Gobierno de Iván Duque. Es claro que no se
puede esperar nada distinto a lo que ya había pasado en los periodos anteriores porque
todos, incluyendo al actual, han sido miembros del mismo grupo político e inicialmente
cada uno ha sugerido las mismas propuestas. Así pues, con base en el Acuerdo General
sobre el Comercio de Servicios (GATS) lo que se busca es mantener las mismas clases
sociales, pues la educación como medio de transformación social y cultural impulsa el
desarrollo del pensamiento, y esto, puede llegar a ser contraproducente. (García, 2018)
En esta medida Friedrich von Hayek, propulsor de este pensamiento, plantea que “como
norma general y así se tengan más recursos, la instrucción obligatoria financiada por el
Estado debe ser mínima, evitando prolongar el periodo educativo de la mayoría”
(Miñana y Rodríguez, 2002).
Sin embargo, quienes han buscado esto, en su intento por lograr el poder se han
fortalecido a través de discursos trastocados que buscan hacer creer a los ciudadanos a
través de la idea de que es completamente dejar de ser pobre para ser rico (Santos,
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2009), por lo que recurren a hacer propuestas como las realizadas en campaña por el
hoy mandatario y que abre a un nuevo elemento neoliberal, la tecnología:
sin embargo, y con iniciativas como Ser Pilo Paga del gobierno de Juan Manuel Santos
y ahora Generación E del gobierno de Iván Duque, lo único que se busca es justificar
que no hay necesidad de fortalecer las Instituciones de Educación Superior Públicas y
que el sistema si está interesado en proteger el derecho a la educación, pero, lo cierto es
que esto siempre será en favor de ciertas universidades privadas y que para recibir este
beneficio es necesario cumplir con unos criterios complicados que remiten a un tema
del cual el espacio no da para mayor énfasis pero que refiere a la corrupción inmersa
dentro del acceso al mismo. (Marchena, 2017)
Por la misma línea y ya que se dio la oportunidad de tratar más a fondo el asunto
del campo laboral que ya se vio desde el punto de los profesores en los gobiernos
previos y a nivel general para los graduandos, y que continúa de la misma manera hasta
la actualidad, en el sistema neoliberal, para los recién egresados resulta complejo el
asunto porque en una primera vista, como se mencionó antes, la intención es que se
estudien ciertas carreras que sirvan al sistema y no las que cuestionan la realidad social
porque las subvaloran llamándolas innecesarias y poco productivas para éste, entonces
en algunos casos los jóvenes o tienen que estudiar algo que no quieren y salir a ejercer
de forma inconforme esto, o en su defecto, estudiar lo que quieren pero cuando salen se
dan cuenta que son completamente reducidas las ofertas y los salarios igual, por lo que
conciben que es mejor empezar a servir a otro tipo de labores, en las que reciben el
mismo salario de una persona que no estudio y la cual creyó que era mucho más fácil
ejercer con lo básico que cubre el derecho a la educación. (Ornelas, 2009)
Hasta ahí, nada parece con mayor gravedad, el problema es que además de que
un título termina por perder totalmente su legitimidad ya sea por la carrera o la
institución (Santos, 2004), en el mercado laboral, toca entrar a un trabajo que aunque
puede ser de carácter formal, se recibe una presión muy fuerte basada en la idea de que
se debe aprender cosas nuevas para no perder el trabajo, que se debe soportar la
sobrecarga porque hay alguien afuera esperando el trabajo; así pues, todo se resume en
la “inestabilidad laboral; desintegración de los vínculos sociales; desmoralización;
proliferación de enfermedades psicológicas como la depresión, convertida ya en la
enfermedad de la época; o la imposibilidad de pensar en el otro más allá de su «valor de
goce»”. (Pascual, 2016, p.227)
V. Conclusión.
De esta forma y como modo de aclaración, es evidente, que la crítica jamás será
dirigida a atacar a alguien en concreto por el hecho de haber tenido la oportunidad de
estudiar sin necesidad de trabajar simultáneamente o acceder a los créditos del ICETEX,
por el contrario, durante este ensayo la finalidad principal fue mostrar las formas en las
que la desigualdad en Colombia ha sido perpetuada por medio del paso del derecho a la
educación superior en un servicio y que dentro del sistema neoliberal la competencia de
las universidades cada vez sea más fuerte desde el punto mercantil más que propiamente
de utilizar la educación como un elemento de transformación social que permita un
progreso a nivel social y político en la medida que se favorezca a una autonomía
económica del país.
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Del mismo modo y luego de hacer un recorrido histórico, y estudiar las cifras
brindadas por el DANE, el Banco Mundial y el Ministerio de Educación Nacional,
resulta posible responder a la pregunta inicialmente planteada, donde, si bien ha
aumentado el número de personas que se gradúan de una institución de educación
superior pública, la gran mayoría no accede fácilmente al mercado laboral donde
incluso se debe optar por negocios informales, y además, en medio de todo sigue siendo
una minoría en comparación a los que logran graduarse del bachillerato, lo que permitió
establecer que en Colombia al ser la educación un derecho constitucionalmente
establecido que se protege sólo hasta los quince años, tiene un interés de clase basado en
la ideología de von Hayek que busca que las personas, en la medida de lo posible, no se
cuestionen el sistema y tampoco accedan a puestos elevados sino que por el contrario se
mantengan alejados de ese centro de poder al que sólo algunos tienen como privilegio
acceder, por el hecho de haber tenido los recursos para salir con ventajas frente a los
demás.
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