Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Junto a las “cutunchas” wankas —mujeres tan características del antiguo comercio
huancaíno—, se yerguen las “montacanastas” concepcioninas —antes un nombre
despectivo que ahora ellas llevan con orgullo—, quienes con sus canastas de
tanquish recubiertas por un impecable manto blanco, recorrían el valle, a lomo de
mula, ofreciendo el pan de anís, tan tradicional que el visitante sabrá, al probarlo,
que está frente a uno de los sabores de la sierra.
El proceso arranca con la habilitación del trigo. Para ello, peculiares molinos
hidráulicos han estado en la ciudad, desde siempre, a disposición de los
panificadores concepcioninos, aunque han ido siendo reemplazados en los últimos
años por molinos eléctricos. Pero se continúa usando, como antaño, “solo la
harina de trigo regional, mezclada con harina blanca”, añade Elvira Calderón.
Una vez que la harina está lista, es trasladada a los hornos, al lado de los cuales
—en pequeños talleres— se prepara la masa, casi siempre en base a anís. Esos
hornos tienen también su propia tradición:
El alcalde de Concepción (Junín) Sixto Osores dijo sentirse orgulloso por tener el título de ciudad
ecológica, y el objetivo de su gestión es repotenciar este centro.
“los panes se llevaban en canastas de planta de chilca cubiertas con manteles que
salían de los quintales de harina y los teñían de un color azulado que se amarraban
en las ancas del burro para ser llevadas a los distritos de Mito, Aco, San Jerónimo,
Quilcas, Saño, Matahuasi, Apata, Huancayo entre otros lugares, quienes bautizaron
a los concepcioninos como los montacastas porque llegaban y regresaban montados
en sus burros y al costado sus canastas”.