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ALEXIS CÁRDENAS

Latinoamérica habla un solo lenguaje

En 2016, con motivo de su concierto junto a la Orquesta Sinfónica Nacional, el violinista venezolano
Alexis Cárdenas nos concedió la siguiente entrevista: “Latinoamérica habla un solo lenguaje”.

Alexis Cárdenas es sin duda uno de los talentos latinoamericanos


más reconocidos en la actualidad. La búsqueda de un lenguaje
más cercano a nuestro continente, lo ha llevado a conformar un
formato de cámara en el que el encuentro de instrumentos y
músicas tradicionales aparentemente tan opuestas como la
música de Bach y los aires latinoamericanos, le permite ofrecer
un sonido cargado de una originalidad inconfundible. Su
propuesta lo ha llevado a pisar un sinnúmero de escenarios
alrededor del mundo. Cárdenas ha sido laureado en concursos
internacionales como el Tibor Varga, Sion, Suiza; el Henry
Szering en México; el Fritz Kreisler en Viena y el Long-Thibaud
de París.

El maestro venezolano nos concedió la siguiente entrevista en


2016 con motivo de su concierto junto a la Orquesta Sinfónica
Nacional: “Latinoamérica habla un solo lenguaje”.

¿Cómo nace su cuarteto?


El cuarteto nace luego de mi regreso a Venezuela hace 10 años. Hace 20 años que vine a
estudiar a Francia, y luego del nacimiento de mi hijo regresé a Caracas. En esa época
había un momento único en la música para Venezuela. Todo el mundo hablaba del
Sistema gracias a figuras como Gustavo Dudamel. Todos querían ir a Caracas; recuerdo
haber visto a Claudio Abbado dirigir allí. Se estaba desarrollando ese boom en
Venezuela, y los integrantes del cuarteto, “Nene” Quintero, Jorge Glem y Elvis Martínez
son algunos de los músicos que formaron parte del boom.

Es muy interesante escuchar cómo sonidos como el de la


gaita de furro es imitado por el contrabajo, o algunos golpes
percutivos del folclor aparecen en el cuatro, ¿cómo ha sido
este proceso?
Los músicos e intérpretes venezolanos clásicos son los mismos muchachos que luego de
tocar sus conciertos sinfónicos van a las discotecas y hacen un concierto de salsa, de jazz
o de música llanera. Eso sí, músicos de altísimo nivel. Entonces claro, hace 20 o 25 años
era impensable que un músico que hiciera música clásica tocara música venezolana.
Siempre han existido grupos que tienen una trayectoria increíble en la música
venezolana, pero este es un fenómeno relativamente reciente. Entonces, cuando tú dices
que el contrabajo trata de imitar el furro, o cuando el cuatro —ese instrumento fascinante
donde están unidos el indio, el blanco y el negro— interpretado por Jorge Glem, quien
puede imitar a Tito Puente o Giovanni Hidalgo, entonces claro… todo eso forma parte de
un imaginario sonoro más reciente, pero que se ha integrado sin ningún conflicto y que
no era posible hace 30 o 40 años.

Luego de estudiar en Venezuela usted viajó a París en donde


estudió con Olivier Charlier, discípulo de Jean Fournier,
hermano del famoso chelista Pierre Fournier…
Sí. Fue el profesor más joven del Conservatorio Superior de París de violín. Lo conozco
gracias a las masterclass que organizaba la fundación Belalcázar en Venezuela en
los años 90.

Y cuál es la visión de sus maestros franceses con relación a su


propuesta
Te voy a contar una anécdota muy curiosa: al principio no estaban interesados en
escuchar ningún joropo mío (risas). Pasó algo muy interesante. Yo hacia mi segundo
concurso internacional, el Jacques Thibaud de París, en el que yo era el único estudiante
del Conservatorio Nacional que estaba en la final ese año. El presidente del jurado era
Yehudi Menuhin, quien había estipulado en los reglamentos del concurso que los
finalistas debían interpretar una pieza original del país de origen del participante. Pero
Menuhin murió tres meses antes; su remplazo fue Salvatore Acardo. Entonces propuse
para la fase final, al lado del repertorio clásico, tocar un pajarillo acompañado por el
cuatro venezolano. Se formó entonces una polémica para que me permitieran ser
acompañado por ese instrumento. Pasaron horas hasta que pude obtener el permiso para
poder tocar la pieza. Esta es una de las anécdotas más increíbles que han ocurrido en mi
vida, pues la ovación de la sala luego de la interpretación del pajarillo fue apoteósica, lo
cual me ratifica que uno debe luchar por su identidad.

¿Y el público europeo cómo recibe esto?


Bueno yo llevo 20 años viviendo en París y he entendido cómo se debe presentar esto.
Aquí en Europa el público académico se está interesando cada vez más por la música
tradicional o las músicas populares que curiosamente estuvieron conectadas con
la música académica: en el Renacimiento, pasando por Bach, hasta probablemente la
primera mitad del siglo XX, antes de la Segunda Guerra, cuando hubo una ruptura total
entre esas dos vertientes. Personalmente estoy viendo un renacimiento de la relación
entre esos dos mundos.

Tuvimos la oportunidad de escuchar su más reciente


trabajo Encores latinos …
¡Qué bueno que estés enterado de esto! Creo que es el primer disco en donde yo puedo
sintetizar la idea general de lo que he venidohaciendo hace muchos años. Nosotros somos
latinoamericanos y no sólo tenemos una lengua en común, sino una música también, de
México hasta Argentina. Un tango emociona a un mexicano; un colombiano es sensible a
un joropo a un choro; así los brasileros tengan una lengua distinta, no importa, yo creo
que los latinoamericanos hablamos un mismo lenguaje y eso es lo que aparece en mi
disco: música mexicana, música brasilera, música argentina, hasta una giga de Bach… de
hecho estoy pensando en un Encores parte dos.

¿Y en ese habrá cabida para los ritmos colombianos?


Ahí están Los doce de Álvaro Romero; efectivamente lo que hacemos es convertir un
pasillo y un bambuco en joropo, que es tanto de ustedes como de nosotros, pues estamos
unidos por ese maravilloso vientre que es el llano. De igual manera he pensado en grabar
una cumbia.

“La música es el nuevo oro negro de Venezuela”, declaró


usted al diario El Nacional…
Creo que muchas veces, cuando venimos a estudiar al viejo continente, los
latinoamericanos caemos en la trampa de querer ser europeos. Por supuesto, debemos
estar al tanto de lo que pasa acá, estudiar y asimilar, pero creo

que no podemos seguir mirando a Latinoamérica con los ojos de Europa. Tenemos que
empezar a entendernos con otra óptica. Te lo digo porque lo he visto muchas veces en
algunos compositores latinos, quienes escriben música que podría parecer compuesta por
cualquier alemán o cualquier francés, cuando en realidad en países como Alemania o
Francia no existe una tradición popular como la que existe en los países del Este… qué
sería de Bartok sin la música folclórica. Esa gente tuvo un vínculo directo y sin ningún
tipo de conflicto

con la corriente popular. Nosotros los latinoamericanos no podemos caer en la trampa de


creernos europeos. Creo que

todavía tenemos mucho que hacer, sobre todo para entender lo que está pasando en
Latinoamérica respecto a nuestras músicas, y ese es el compromiso de los músicos
latinoamericanos: entender lo que pasa y lo que ha pasado con nuestra música y darle a
toda esa tradición un toque de modernidad, como lo hicieron Revueltas o Piazzolla.

La elección del Concierto número 1 de Shostakovich para el


concierto del Colón es puramente musical, o siente otro tipo
de afinidad con el compositor debido a los tiempos que le
tocó vivir en la URSS…
Indiscutiblemente. Todo lo que él tuvo que asumir, las preguntas que tuvo que hacerse,
están más que nunca vigentes. Si me preguntaran a mí políticamente qué pienso de la
música de este compositor, diría que la única forma en la que un creador puede
desarrollarse plenamente es en la libertad total, y la música de Shostakovich es una de
esas formas de arte en la cual este se convirtió en una ventana para poder expresar sus
gritos de libertad. Creo que ahora más que nunca la música de ese señor la tenemos que
interpretar y darla a conocer a las nuevas generaciones. Es una música que describe
perfectamente lo que estamos viviendo hoy en día.

¿El músico a la música y el político a la política?


Yo creo que el secreto del artista es la sorpresa. El secreto del arte es la sorpresa y tendría
que decirte que no conozco otra kaláshnikov que mi violín (risas). El artista no puede
evadir esa realidad, pero su misión es pasar por el lado de la política… fíjate lo que le
pasó a Beethoven con la Eroica… pero entendió y luego se dio cuenta de que tenía que
trascender la política. Evidentemente hoy disfrutamos más a Beethoven que a Bonaparte.

El imperio de Beethoven sigue firme, el de Napoleón cayó


hace 200 años…
El imperio de Beethoven sigue firme, completamente de acuerdo.

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