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1) Explicar las características de la economía mundial y el rol de Gran

Bretaña entre 1880 y 1914.


Cuando Argentina se incorporó al mercado mundial en 1880, el esquema
Internacional del trabajo estaba basado en el librecambio. La economía
internacional del fin del siglo XIX se basaba en la transferencia de recursos
económicos a través de movimientos de capital, de trabajo y del intercambio
comercial.
El librecambio alcanzó su máximo desarrollo entre 1846 y la crisis económica
europea en 1873, que constituyó el inicio de la “Gran Depresión". Este proceso
fue el resultado de los incrementos en la producción y exportación, junto con la
disminución de los costos en el transporte nacional e internacional.
La llamada "Segunda Revolución Industrial" fue una respuesta a tal crisis. En las
últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, se produjeron cambios
tecnológicos significativos; esto se complementó con cambios en las formas de
organización del trabajo, dando como resultado un aumento de la productividad.
Estos cambios se concretaron en el marco de diversas perturbaciones sociales; el
desarrollo de sindicatos y reivindicaciones obreras, se vio acompañado de
conflictos y huelgas. El movimiento sindical comenzó a imponer su presencia en
países industrializados y se produjeron cambios en las legislaciones laborales.
La depresión disminuyó los márgenes de rentabilidad en las actividades
productivas de las naciones líderes, lo que llevó a volcar capital en la
especulación financiera y en las regiones periféricas, de este modo, se expandió
la inversión indirecta, que garantizaban los movimientos comerciales.
Como consecuencia de estas circunstancias, diferentes potencias menores
comenzaron a practicar una política proteccionista, desarrollando sus industrias e
incrementando su participación en el comercio mundial.
Las políticas liberales constituyeron la consecuencia en el nivel de desarrollo
económico de los países librecambistas, lo que les daban condiciones superiores
de competitividad. Se abrió una nueva etapa en la economía internacional,
caracterizada por la diversificación del poder económico mundial, una estructura
comercial con mayores restricciones y un nuevo y creciente rol de los
movimientos de capital.
Gran Bretaña se vio desplazada del primer lugar por otras naciones; el principal
motivo fue el beneficio que significó para el Reino Unido ser el primer poder
Industrial del mundo y mantenerse durante largo tiempo en posiciones de
liderazgo.
El comercio exterior se vio afectado; a partir de 1880 la participación británica
comenzó a declinar. Entre 1870 y 1913, el comercio de exportación e importación
británico experimentó importantes modificaciones, disminuyeron las exportaciones
y se incrementó la participación de los países periféricos.
Tuvo importancia la recaudación de exportaciones norteamericanas de productos
primarios; Gran Bretaña logró sustituir a su antigua colonia acelerando la
incorporación al mercado mundial de nuevos países proveedores, entre ellos, la
Argentina.
En 1870, los ingleses financiaban una parte de sus importaciones con los
“ingresos invisibles”. Se estaba transformando en un exportador de capitales, a
través de empresas ferroviarias y préstamos gubernamentales. El retorno de esas
inversiones, junto con ingresos provenientes de diferentes ámbitos, compensó el
déficit en la balanza comercial. En 1890 entre los países del Imperio, y en
especial Argentina, fue donde se erradicó el grueso de las inversiones realizadas
en el subcontinente.
El sistema se completaba con el “patrón oro”, que permitía a los países mantener
fijo el valor de sus monedas con el valor del metal. Esto producía un aumento de
las exportaciones y una disminución de las importaciones. De ese modo el
movimiento del oro daba como resultado el ajuste en la posición internacional de
un país, respecto de las otras naciones que habían adoptado el mismo sistema. El
Reino Unido proveía al resto del mundo de una divisa, que financiaba el
incremento del comercio y los movimientos de capital. La expansión colonial y la
formación de grandes empresas, fueron transformando el capitalismo de libre
competencia en uno monopólico.
Las posesiones coloniales significaban una salida segura para los productos de la
metrópoli. La libertad de comercio y la movilidad de factores a nivel mundial
tenían como base de sustentación los mercados coloniales relativamente
protegidos. El imperio desempeñó un papel relevante en el funcionamiento del
sistema económico internacional de la época; comenzó a utilizarse un nuevo
término: “el imperialismo”. En el mismo momento, se conformaba el “capital
financiero”, que señalaba que la actividad de diferentes empresas y la
acumulación de capitales pasaba a estar cada vez más sujeta al dominio de los
grandes bancos;
El comercio internacional estaba abandonando las formas del librecambio para
depender de los movimientos de capital; es decir la creciente concentración del
poder económico en pocas empresas y la expansión colonial.
Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, los factores de la producción, el
capital y la mano de obra se movilizaban hacia los países periféricos, mientras se
recibían en retorno dividendos e intereses, lo que acrecentaba la acumulación de
capitales, materias primas y alimentos, estimulando la exportación de
manufacturas.
Para naciones como Argentina, la inserción en los mercados mundiales era
asimétrica y el sistema multilateral de comercio y pagos reforzaba este fenómeno.
Los ciclos económicos de las economías periféricas estaban subordinados a los
de los países industrializados. Cuando en Inglaterra comenzaba la etapa
depresiva, los capitales retornaban a su país de origen, descargando las
consecuencias de la crisis en los países de la periferia. Para algunos países
latinoamericanos, la situación fue difícil porque los productos que exportaban
encontraban sustitutos en los mercados mundiales o constituían recursos
rápidamente agotables.
Las naciones latinoamericanas, carecieron de la oportunidad para industrializar
sus economías, no tuvieron una política que las condujeran en esa dirección. La
incorporación de nuevos países al mercado mundial hacia fines del siglo XIX se
realizaba en el marco de un sistema en expansión.

2) Analizar el marco ideológico interno que caracteriza a la Argentina entre


1852 y 1880.
Desde la sanción de la Constitución Nacional en 1853 y de los Códigos Civil y
Comercial, hasta la capitalización de Buenos Aires en 1880. Se elabora el cuerpo
doctrinario de ideas que le dará forma a lo que denominaron "proyecto del 80",
que constituyó una asociación entre un conjunto de ideas y de hechos, gestada
en décadas previas.
Alberdi, principal mentor del liberalismo argentino, señaló la superioridad del
empresario privado sobre el Estado, en tanto agente promotor del progreso
económico. También surgieron modelos alternativos, como el de Mariano
Fragueiro, que tenía acentos nacionalistas y socializantes. O el de aquellos que
en el debate sobre la Ley de Aduanas, entre 1873 y 1876, planteaban un camino
basado en el proteccionismo
De la industrialización.
Esta confrontación resulta interesante, la mayoría de los proteccionistas que
cuestionaban la política del gobierno, provenían de las élites tradicionales y
formarían parte del grupo que consolidó el modelo agroexportador. Los debates
ponían de manifiesto el agotamiento de un ciclo económico y político, además de
la apertura de un lapso de discusión sobre la dirección de las transformaciones
por venir. La confluencia de experimentos exitosos en la organización del sector
rural, nuevas perspectivas de inserción internacional y la concreción de un nuevo
orden político, inclinaron la balanza hacia lo que se denominó el "proyecto del 80",
más que de un modelo económico, se hablaba de un patrón liberal en lo
económico, reaccionario en lo político y progresista en lo cultural.
Sin embargo se olvida que las bases fueron el fundamento del sistema
constitucional argentino y de los principios económicos sobre los cuales éste se
asienta. Resulta imposible de negar el marco ideológico que sustentó las políticas
practicadas en las últimas décadas del siglo XIX, y que conformaron un modelo
de desarrollo.
Lo esencial de las ideas económicas de los que impulsaron ese modelo, pueden
resumirse en tres puntos:
 La constatación de que el desarrollo económico argentino sólo podía basarse
en la inserción del país en el mercado mundial, especializándose en actividades
en las que se tenía ventaja.
 La certeza de que para que dicha riqueza pudiera aprovecharse era necesario
suplir dos carencias; la del capital y la de la mano de obra.
 La idea de que para ser posible ambas cosas era necesario expandir la frontera
agropecuaria, resolviendo el problema del "indio", y unificar el mercado interno.
Hasta 1870 predominó la colonización oficial, que pretendía asentar en el campo
colonos que pudieran llegar a ser propietarios independientes y manejar sus
tierras como empresarios. Más tarde comenzó a prevalecer la colonización
privada, para explotar tierras marginales, pero ni una ni otra recibieron el impulso
necesario y fueron abandonadas. Sucedió que luego de la Conquista del Desierto,
las mejores tierras ya estaban repartidas y el desarrollo agrícola tomaría un
camino basándose en sistemas de tenencia precaria de la tierra, que marcaron el
proceso inmigratorio y la evolución del sector agropecuario.
Argentina se caracterizó a partir de 1880 por la coexistencia de dos Repúblicas;
una “abierta”, que proclamaba el imperio irrestricto de las libertades civiles y la
apertura más amplia hacia todos los que quisieran habitar en el suelo argentino, y
una “restrictiva”, en la cual las libertades políticas estaban condicionadas por la
estructura del poder.
La evolución del Estado moderno estuvo muy ligada a la vigencia del modelo
económico que le sirvió de sustento. Cuando ese modelo comenzó a dar señales
de agotamiento, la continuación de viejas prácticas políticas se hizo imposible. La
Ley Sáenz Peña y el triunfo del radicalismo fueron una expresión de las tensiones
económicas, políticas y sociales que aquel había generado.
3) Describir cómo evoluciona la situación política del país a partir de 1880
cuando Julio Argentino Roca asume la primera magistratura de la nación.
El 12 de octubre de 1880 el General Julio Argentino Roca asumió la primera
magistratura de la nación, concentrando todos los atributos del poder. Para ello,
fue necesario que el ejército nacional derrotara a las milicias porteñas
encabezadas por el gobernador de la burocracia central Buenos Aires, Carlos
Tejedor con el apoyo de la liga de gobernadores. Roca había logrado imponerse
en el colegio electoral, sancionó una nueva legislatura en noviembre de 1880 la
ley provincial que cedía las tierras de la futura Capital Federal.
Con la asunción de Roca comenzó a consolidarse el proceso de formación del
Estado nacional, iniciado en 1862, con la unificación del territorio nacional hasta
entonces escindido entre el estado de Buenos Aires y la confederación Argentina.
La estructuración del Estado nacional asumió varias instancias; en primer lugar, la
formación del aparato de seguridad le otorgó al poder central el monopolio
legítimo de la violación frente a toda disidencia interior o peligro exterior que
amenazara la soberanía territorial.
Para formalizar este objetivo, y ante la pretensión del gobierno chileno de someter
a arbitraje la totalidad de los límites de la Patagonia, el gobierno argentino acordó
en 1881 el tratado definitivo de los límites en esa región, que reconoce ese
territorio para la Argentina. Igualmente se sentaron las bases para un acuerdo
con Brasil acerca de los territorios situados al oeste. Las campañas militares
contra los indígenas permitieron la ocupación definitiva del sur Argentino. La
derrota de las fuerzas provinciales bonaerenses consagró al ejército nacional
como la única fuerza militar del país en el gobierno de Roca. Prohibió a las
autoridades provinciales la formación de cuerpos militares y en 1901 instauró el
servicio militar obligatorio.
La forma administrativa que implicó la extensión de la burocracia central, se
conformó como un sistema de obtención y distribución de los recursos fiscales de
la nación, y el gobierno pasó a controlar la salud pública. Fue fundamental el
desarrollo de la ley 1420, que estableció la educación gratuita, laica y obligatoria.
La educación pasó a constituirse en una importante fuente de poder y
legitimación.
La construcción de una burocracia gubernamental recortó las autonomías
provinciales, a lo que se sumó una estructura judicial federal que contribuyó a
limitar las autonomías provinciales.
Para reducir las tensiones entre el poder gubernamental nacional y los poderes
locales, se recurrió a la práctica de nombrar y/o sustituir gobernadores. De esta
manera se trataba de garantizar el apoyo provincial a la gestión del gobierno
nacional. A juicio de Botana, la intervención federal “seguirá los dictados de
gobierno que buscaban controlar las oposiciones emergentes dentro y fuera del
régimen institucional. Por un lado, la lucha para fundar una unidad política; por
otro, la tarea más rutinaria para conservar un régimen”.
La sucesión presidencial que llevó al poder a Juárez Celman, reveló el montaje de
un sistema político orientado al control de dicha sucesión. Un sistema de
transferencia de poder mediante el cual un reducido número de participantes logró
establecer dos procesos básicos; excluir la oposición considerada peligrosa, y
cooptar por el acuerdo a la oposición moderada, con la que se podía transar
sobre cargos y candidaturas. En esta República restrictiva, los únicos que podían
participar en el gobierno eran aquellos habilitados por la riqueza, la educación y el
prestigio. Se trataba de una oligarquía entendida como un sistema de hegemonía
gubernamental.
La construcción del Estado nacional implicó la integración social, política y
económica del país en un orden coherente con las necesidades del crecimiento
económico. Para este objetivo, las autoridades contribuyeron a la configuración de
una clase dirigente nacional resultado de una alianza entre Buenos Aires y el
interior, con hegemonía de los sectores pampeanos, cuya forma organizativa será
la Liga de los Gobernadores y sobre todo el partido Autonomista Nacional.
Emergió un Estado estrechamente ligado a determinados sectores económicos y
sociales.
Los políticos profesionales que operaban en el orden nacional poseían orígenes
sociales similares y formaban un círculo muy cerrado: familias tradicionales,
estancieros, miembros de clubes selectos. En consecuencia; para posicionarse
dentro de la elite estatal era más importante la pertenencia estos grupos que la
afiliación a los partidos políticos. Los vínculos familiares y de amistad constituían
un sólido reaseguro frente a las vicisitudes de los cambios políticos.
Dos factores que facilitaron a la élite dirigente su permanencia y su capacidad de
maniobra fueron: la fuerte expansión económica, que superó las expectativas
personales de la población, y el hecho que el 60 o 70% de la población masculina
fuera extranjera, y por esa razón estuviera excluida de la vida política. La
representatividad pasó a ser una cuestión secundaria; las elecciones eran
manipuladas, lo que daba lugar al cuestionamiento proveniente de los sectores
desplazados de la oligarquía.
Este estado de cosas experimentó una ruptura en 1890; la profunda crisis
económica iniciada el año anterior desembocó en la conformación de una
coalición opositora. En ella participaron diversas personalidades y fuerzas
políticas que se aglutinaron en una nueva agrupación Ciudadana de La Unión
Cívica.
El programa de la Unión Cívica hacía responsable de la crisis al unicato jurista,
atacando a la corrupción, a los desfalcos y a las concesiones desmesuradas al
capital extranjero. También criticaban al régimen por el fraude y el control del voto
por parte de las autoridades, reclamando la libertad de sufragio y el fin de los
“gobiernos electores” que auto-elegían a sus sucesores. El ala más radicalizada,
sostenía la necesidad de establecer el voto universal y el control de las
finanzas; el movimiento estaba integrado por militantes de la tradición populista
del autonomismo bonaerense.
El movimiento opositor derivó en una revolución, el 26 de julio de 1890. La
eclosión, de carácter cívico Militar, quedó circunscripta al ámbito y con reducida
participación de los sectores populares. El intento revolucionario, derivó en una
retirada general que dio lugar a un acuerdo entre Mitristas y Roquistas. De esta
manera, sectores marginados de la hegemonía oligárquica lograron una
redefinición de la Alianza Gobernante más inclusiva. La expresión de este
acuerdo fue la renuncia de Juárez Celman, y su reemplazo por Carlos Pellegrini.
Se logró recuperar la estabilidad política y se sentaron las bases de un plan
económico que permitió la continuidad del modelo agroexportador.
El nuevo bloque, hegemonizado por el roquismo, excluyó a la tendencia liberal
populista de Alem; en el 90 emergió un principio de legitimidad
pseudodemocrática sostenida por el régimen oligárquico. Las relaciones de poder
económico y social del orden conservador aparecían cubiertas desde el punto de
vista institucional; desde esos años, el poder hegemónico de la oligarquía, al no
legitimar su proyecto mediante el consenso y la apertura política estuvo
acompañado de un ingrediente de debilidad.
La crisis económico-política movilizó a sectores medios emergentes de la
expansión del modelo agroexportador; comenzaron a expresarse políticamente.
La presencia de promotores, de las principales fuerzas políticas de la Argentina
moderna, constituyó un símbolo de las líneas que contribuirían a acelerar la
democratización de la sociedad.
En 1891, la Unión Cívica se escindió en dos líneas opuestas: la Unión Cívica
Nacional, respaldando el acuerdo de Mitre con el roquismo, y la Unión Cívica
Radical, orientada hacia la intransigencia bajo el liderazgo de Alem. Tras el
suicidio de éste, la conducción quedó en manos de Hipólito Irigoyen. Se acentuó
la actitud de intransigencia frente al oficialismo. Irigoyen decidió emprender el
camino revolucionario como medio para acceder a la libertad de sufragio, que
derivó en dos nuevas sublevaciones, las cuales fueron abortadas.
En 1894, por Juan B. Justo, nació el partido Socialista que sostenía un programa
de reivindicación social para los trabajadores y de reforma democrática del
Estado. Su desarrollo fue dificultado porque esos trabajadores eran en su mayoría
extranjeros sin derechos políticos.
En 1908, bajo Lisandro de la Torre, se fundó en Rosario la Liga del Sur. Planteó la
descentralización del poder provincial, un régimen autonómico, comunal, la
representación de las minorías y el otorgamiento del sufragio a los extranjeros en
condiciones limitadas. En 1914, la liga se integró al partido demócrata progresista,
creado para participar de las primeras elecciones presidenciales bajo la ley Sáenz
Peña.
En las zonas urbanas y en las áreas rurales más avanzadas, surgieron
asociaciones orientadas a la defensa de intereses sectoriales. En 1866, bajo los
efectos de la crisis lanera, un grupo funda la Sociedad Rural Argentina, “donde
tuvo comienzo el impulso hacia el proteccionismo que cristaliza en la década
siguiente”. En 1875, un grupo conformado por artesanos, pequeños patronos y
algún empresario industrial, creó el Club Industrial. En 1887, se fusionó con el
Centro Industrial, que representaba a los propietarios agroindustriales; así surgió
la Unión Industrial Argentina (UIA).
Los arrendatarios también se organizaron en defensa de sus intereses. En 1912,
una huelga iniciada en Alcorta, precipitó el nucleamiento de los arrendatarios de la
Federación Agraria Argentina, tras el objetivo de contribuir al mejoramiento
material y moral de los agricultores.
El sistema impuesto por el roquismo, que consideraba las inversiones extranjeras
y la inmigración como los elementos fundamentales del progreso era, excluyente
desde el punto de vista político. Pellegrini rompió con este en 1901, por sus
diferencias respecto de una propuesta de hipotecar las rentas aduaneras a un
consorcio para consolidar la deuda pública, se transformó en partidario de una
reforma electoral, a fin de terminar con los “gobiernos electorales” y permitir una
mayor participación ciudadana. Surgió un sector reformista, encabezado por
Alcorta y Roque Sáenz Peña, que sentaría las bases esa reforma electoral.
Ninguna de las manifestaciones violentas contra el orden conservador, plantearon
un cuestionamiento profundo de las políticas económicas liberales. Pero
provocaron la división de las elites dominantes, y la sanción de la ley electoral
estableciendo el voto universal, obligatorio y secreto. Con esta norma, el régimen
oligárquico se abrió a la participación de la oposición en el ejercicio del poder
político.
4) Detallar las principales controversias que emergen en el seno de la clase
dirigente Argentina respecto a las relaciones internacionales.
Los sectores dirigentes que condujeron a la Argentina discrepaban en el ámbito
de política exterior. Las diferencias se articularon en torno a la opción
americanismo-europeísmo con una mayor convergencia en los intereses
continentales o un reforzamiento de los vínculos con Europa y la resolución de los
conflictos fronterizos. En 1856 el presidente Urquiza había manifestado la
prioridad de los vínculos externos de un país que buscaban modernizarse.
La agenda diplomática argentina sostuvo como prioridad la defensa del espacio
territorial del Estado, teniendo en cuenta litigios limítrofes con las naciones
fronterizas y reflejando un fenómeno asociado al proceso de consolidación de los
estados nacionales, en el contexto de un sistema económico que valorizó los
recursos naturales de los respectivos territorios.
Al concluir la guerra de la Triple Alianza, Argentina mantuvo una disputa con las
autoridades paraguayas, en torno a la región chaqueña; esta cuestión quedó
saldada en 1878. La relación entre Buenos Aires y Río de Janeiro se fue
deteriorando; estos recelos aumentaron por la controversia que las dos naciones
sostienen sobre la antigua región de las Misiones Jesuíticas y los ríos
circundantes. El caso se resolvió en 1895.
La cancillería argentina tuvo también una disputa con Uruguay por la cuestión
limítrofe en el Río de la Plata, y con Bolivia, referida a territorios chaqueños. Pero
la más grave y la que más cerca estuvo de llegar a un enfrentamiento militar, fue
la que se sostuvo con Chile y se prolongó a lo largo de tres décadas.
La Argentina logró un tratado de límites con el país vecino, pero surgieron nuevas
desavenencias dadas las diferentes interpretaciones de dicho acuerdo
alcanzando gran tensión en que se suscribieron los llamados Pactos de Mayo,
que pusieron fin al conflicto.
Durante los 90, la dinámica del conflicto con Chile se impuso por la gravedad de
los hechos, que parecían destinados desembocar en una guerra; el clima no era
el adecuado para tentar a los inversores, a la vez que las presiones
presupuestarias derivadas del equipamiento militar produjeron desequilibrios en
las cuentas públicas.
Terminaron imponiéndose los intereses ligados a privilegiar el crecimiento
económico, que propiciaban la solución negociada de los diferendos y la
moderación en los gastos militares. La protección de estas tendencias tuvo su
expresión más visible en la adhesión de la diplomacia argentina a los
procedimientos arbitrales.
Las controversias internas de la dirigencia argentina, pareció dirimir a favor de los
europeístas en el ámbito de la primera Conferencia Interamericana, celebrada en
Washington. Durante las reuniones, la delegación argentina planteó fuerte
resistencia al proyecto norteamericano de conformar una unión aduanera. La elite
mostró menos fisuras dado que la mayoría de sus integrantes optó por proteger el
vínculo privilegiado con Europa.
Las diferencias con Brasil fueron otras de las cuestiones más controvertidas en la
política exterior argentina de principios de siglo. Esto se debió a factores
estratégico militares, que se tradujeron en una carrera armamentista, se habló
incluso de una paz armada entre los vecinos. El acercamiento de Brasil a Estados
Unidos y Chile, chocaba con la vocación europeísta de los gobiernos argentinos
que procuraron aproximarse a Bolivia y Perú, en lo que se llamó la política de las
Alianzas Cruzadas.

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