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Resumen
Estos tres elementos reaparecen durante las negociaciones de paz, y son caldo
de cultivo de nuevas y futuras violencias. Las guerras de hoy, en el plano
narrativo, adolecen de un empobrecimiento retórico y poético, a pesar de que las
palabras aún se utilizan con fines bélicos. A pesar de esto, es posible encontrar
en el registro narrativo lazos de continuidad o discontinuidad entre las guerras
pasadas y presentes.
Los casos que trae la autora para explicar su tesis son casi todos del siglo XIX,
en el marco de las guerras civiles en Colombia. Sin embargo, esos mismos
elementos pueden llevarse al plano contemporáneo. Como se sabe, las guerras
civiles del siglo XIX dieron paso al bipartidismo del siglo XX y a la época de la
Violencia. Esta época a su vez generó el conflicto armado posterior, toda vez
que la negociación se dio entre élites y no incluyo, más bien excluyó, a los
sectores populares. De allí en adelante, hubo dos bandos enfrentados, con la
diferencia que uno de ellos tuvo una posición privilegiada en cuanto al ejercicio
del poder, mientras que el otro estuvo ausente de estos escenarios. Desde el
control del Estado, uno de los bandos construyó y sigue construyendo un relato
en el que el enemigo es el malo, el culpable de todo lo negativo que ocurre en el
país, y por ende se debe eliminar. La población asume esta retórica y acepta la
poética impuesta por este bando, y su exclusión política resulta siendo definitiva.
María Teresa Uribe también habla de la intención de proscribir las razones del
enemigo, es decir, de anularlo políticamente, de quitarle argumentos para existir
y para expresarse, en síntesis, para eliminarlo, algo que por supuesto recuerda
la tesis de la tensión amigo-enemigo de Carl Schmitt, en la que funda su
concepto de lo político. No hay posibilidad de superar la violencia, de dejar atrás
los odios ni de hacer desaparecer del imaginario popular la latencia de la guerra,
en últimas, de reconciliar al país, cuando hay sectores políticos con poder que
insisten en esta tesis.
Este artículo también permite hacer una conexión teórica con los postulados de
Foucault sobre la manera como el lenguaje desvela unas condiciones históricas
dadas, unas formaciones discursivas que sólo pueden aparecer cuando se
reúnen las condiciones para que se configuren. En este caso, las condiciones
que generan la guerra y hacen que se reproduzca son evidenciadas en
discursos, proclamas, oratorias y demás formas discursivas, todas del siglo XIX.
Para el siglo XX y lo que va del actual, dichas formas discursivas se expresan en
los medios de comunicación, las redes sociales virtuales y desde el Estado, y
demuestran que las condiciones que desencadenaron el conflicto siguen
vigentes.