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LA TRADICION COMO HERRAMIENTA PARA EL ACCESO A LA VERDAD

DIEGO ALEJANDRO RIVERA MOLANO

COD: 1.053.809.132

En el presente texto, nos propondremos analizar la siguiente cuestión, trabajada desde la visión

aristotélica brindada en el capítulo II de La Metafísica, ¿Cómo el estudio de la tradición nos

puede ayudar a superar las limitaciones del entendimiento humano para acceder a la verdad?

Para esto analizaremos tres preguntas fundamentales que son: ¿qué es para Aristóteles la verdad?

¿cuál es la limitación humana para su consecución? y ¿cómo el estudio de lo dicho por filósofos

anteriores nos puede allanar el camino?

En primera medida será necesario acercarnos a la concepción de verdad; este término es de gran

importancia no solo para Aristóteles sino para casi toda la historia de la filosofía, pues como este

autor nos lo dice en el libro I, es el conocimiento de la verdad el fin de la ciencia teórica, así

como es la obra el fin de la ciencia práctica.

En este punto es claro Aristóteles al mencionar en el libro segundo de La Metafísica: “no

conoceremos lo verdadero sin conocer la causa” (Metafísica, págs. 993b 20-25) , se quiere decir

que la verdad es el conocimiento de las causas primeras (especialmente las causas primeras de

los seres eternos), y solo de esta manera accederemos a la verdad en su grado superior, y

respecto a los asuntos más importantes.


Pero el estudio de esta relación entre lo cognoscible y la capacidad humana para su

conocimiento no solo se plantea en el estudio acerca de la filosofía (metafísica), sino que en La

Física también al respecto dirá lo siguiente:

El camino natural es el que va de lo que es más claro y más fácilmente cognoscible para nosotros

(la experiencia cotidiana) a lo que es más cognoscible y más claro en su propia naturaleza (los

principios y las ideas básicas), porque los dos no son los mismos. Este es, por consiguiente, el

procedimiento que debemos adoptar, avanzando de lo que es menos claro por su naturaleza pero

más claro para nosotros, a lo que es por naturaleza más claro y más cognoscible. Las cosas claras

y evidentes a nosotros, con las que se ha de empezar, son las cosas compuestas y complejas; es

sólo después, y como resultado de su análisis, como llegamos a conocer sus elementos y sus

principios. (Física, págs. 184a 10-23)

Vemos acá que Aristóteles no aborda este tema de manera aislada o casual, sino que existen en

su obra un punto focal en el asunto del conocimiento, cosa que no es de extrañar y menos en el

estudio de la filosofía, porque debe existir una claridad respecto a la posibilidad de acceder a

esos primeros principios que conforman la base del conocimiento.

Ahora bien el acceso a la verdad tiene limitaciones tanto externas (limitaciones propias de la

cosa misma que se desea conocer), como internas al ser humano (se refiere principalmente a

limitaciones de los filósofos, pero por su naturaleza son aplicables a las personas en general),

pero son según el autor estas últimas las que determinan realmente la posibilidad o no de acceder

a esa verdad. Para ejemplificar la anterior cuestión utiliza la metáfora de los murciélagos según

la cual “el estado de los ojos de los murciélagos ante la luz del día es también el del

entendimiento de nuestra alma frente a las cosas más claras por naturaleza”, (es acá apenas

necesario referir que lo que ocurre a los ojos de los murciélagos al ver la luz del día es que
quedan ofuscados y por eso la visión se ciega.). Por lo tanto es nuestra incapacidad de percibir

completamente esas ideas verdaderas lo que nos enrarecerá el camino.

En este punto será necesario recordar lo traído anteriormente de la Física, esas cosas claras y

cognoscibles por naturaleza son las que son menos claras para nosotros, ya que nos es más fácil

conocer las percepciones que los principios, porque como es fácil conocer las cosas es también

complejo conocer los principios o las causas de esas cosas.

Esta idea de la imposibilidad de poder acceder de manera inmediata a la verdad no es nueva, ya

que Platón en la alegoría de la caverna que expone en el Libro VII de La Republica había se

manifestado casi en el mismo sentido así:

-y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empina da cuesta, sin soltarlo antes de llegar

hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría

los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que

son los verdaderos? (Platón, pág. 514 a)

Por lo tanto Aristóteles lo que hace es tomar la concepción platónica, sin embargo, acá es más

precisa porque en la filosofía aristotélica la percepción que logramos por los sentidos si tendrá un

valor fundamental en la posibilidad de acceder al conocimiento.

En ese aspecto, la relación entre la teoría del conocimiento aristotélica y platónica muestran una

similitud en cuanto a la consecuencia de mirar directamente estos conocimiento verdaderos y

reveladores sin mediar proceso alguno, así lo denuncia Pierre Aubenque en su libro El Problema

del ser en Aristóteles al decir:

Si bien la luz del sol es la que hace posible toda visión, produce en principio el efecto inverso,

deslumbrando al que sale de la oscuridad: entre la maravillosa claridad de las verdades


inteligibles y su percepción por la mirada humana se interpondría ese fallo temporal que impide a

la vista reconocer su verdadero objeto. (Aubenque, 1974, pág. 61)

Según este comentarista no solo hay una relación entre ambas teorías, sino que de ellas se puede

desprender que esa ceguera causada por la luz es temporal y con el tiempo y cuidados

suficientes, podrá después verse de forma más clara eso que antes parecía un resplandor sin

forma.

Sin embargo al igual que Platón, Aristóteles considera que a través de ciertos ejercicios y

practicas podemos acceder de manera más completa a la verdad, aunque en este punto también la

técnica aristotélica va a ser algo diferente y acá va a tener relevancia especial la experiencia, y

más aún la experiencia relacionada con lo que los filósofos anteriores dijeron acerca de las

preguntas que ocupan la ciencia de los primeros principios. Por esto el primer libro de la

metafísica (al igual que buena parte de la obra de Aristóteles) va a dedicarse a retomar, valorar o

refutar lo que sobre el asunto ya se había pensado.

Esto ya lo evidencia (Reale, 2007, pág. 31) en su guía de lectura de la Metafísica de Aristóteles

así: “Aristóteles da luego a entender que la búsqueda de la verdad se beneficia de los hallazgos

de todos los pensadores, aun los más superficiales, ya que todos ellos, directa o indirectamente,

ayudan a descubrir lo verdadero”. Es entonces necesario para acostumbrar nuestra alma al acceso

a las verdades cada vez más completas, el mirar hacia atrás y ver las construcciones de otros

acerca de esas verdades, ya que poder conocer las causas primeras seria tarea inabarcable si la

tomamos desde cero, y la experiencia de otros nos permite tener ciertas doctrinas útiles para la

tarea del filósofo.


Acá será importante que a esta revisión pretérita de lo que han dicho los filósofos anteriores es a

lo que nos referiremos cuando se habla de tradición, ya que una acepción más amplia de la

palabra daría una cantidad de ideas a abordar excesiva y porque la mayoría de estas no tienen

carácter filosófico y aún más, no son transmitidas como algún tipo de conocimiento.

Como conclusión podemos ver que Aristóteles reconoce una limitación interna (ya plateada

anteriormente) en nuestra capacidad de acceder a las verdades principales, sin embargo a través

de la revisión de la tradición es posible construir cimientos que nos permitan poco a poco

acceder a la verdad sin vernos cegados absolutamente por ella.

Bibliografía

Ackill. (1987). La Filosofía de Aristóteles. Caracas: Monte Ávila.

Aristóteles. (1994). Metafísica. Madrid: Gredos.

Aristóteles. (1995). Física. Madrid: Gredos.

Aubenque, P. (1974). El problema del ser en Arostóteles. España: Taurus.

Platón. (1998). Dialogos IV República. Madrid: Gredos.

Reale. (2007). Introducción a Aristóteles. España: Herder.

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