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La última lección
de Michel Foucault
Sobre el neoliberalismo,
la teoría y la política
De Lagasnerie, Geoffroy
La última lección de Michel Foucault : sobre el neoliberalismo, la teoría y
la política. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fondo de Cultura
Económica, 2015.
116 p. ; 21x14 cm. - (Sociología)
CDD 301
ISBN: 978-987-719-070-0
Comentarios y sugerencias:
editorial@fce.com.ar
Palabras preliminares 13
Introducción 17
Una transgresión 17
El neoliberalismo como ideología de derecha 19
Lo que produce el neoliberalismo 22
Las condiciones de la crítica 24
IV. De la pluralidad 43
X. No ser gobernado 81
Michel Foucault
13
14
15
16
una transgresión
1
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France, 1978-1979,
ed. de Michel Senellart bajo la dirección de François Ewald y Alessandro Fontana, París, Galli-
mard y Seuil, col. Hautes Études, 2004 [trad. esp.: Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Co-
llège de France (1978-1979), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007. En adelante,
todos los números entre corchetes indican las páginas de las ediciones en español. (N. del T.)].
17
18
19
20
21
22
23
24
2
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, op. cit., p. 136 [156].
3
Ibid.
4
Ibid., p. 117 [144 y 145].
25
5
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, op. cit., p. 136 [156].
6
Ibid. [157].
7
Ibid. [156 y 157].
26
a su entender, solo esta actitud permite concebir una recusación del neoli-
beralismo que escape a la nostalgia y no le oponga lo que él ha deshecho.
Damos aquí con un problema central con el que se enfrentaron todos
los grandes autores radicales: ¿cómo desactivar la potencialidad pasatista
o reaccionaria necesariamente inscripta en el corazón de todo proyecto
crítico? ¿Cómo poner en entredicho un orden presente sin desembocar,
casi automáticamente, en una adhesión al orden antiguo o en la percep-
ción de este como un momento que no puede sino añorarse? Y en con-
secuencia, de manera más específica: ¿cómo concebir una investigación
crítica del neoliberalismo que no presente como algo valioso lo que este
deshace y no se aferre, consciente o inconscientemente, a los valores
preliberales?
Para escapar a esas dificultades, Foucault propone pensar la ruptura
histórica generada por el surgimiento de esa gubernamentalidad en tér-
minos de “singularidad”, innovación, es decir, de “positividad”: hay que
poner de relieve la novedad del neoliberalismo. Hay que romper con la
problemática de la “pérdida”, de la “destrucción”, del “duelo” que estruc-
tura la escritura tradicional de la historia del neoliberalismo. No hay que
preguntarse qué “deshacen” las lógicas liberales ni proponerse poner en
evidencia lo que ellas “destruyen”; hay que preguntarse, al contrario, lo
que producen. No hay que lamentar lo que se elabora a través del neoli-
beralismo sino, a la inversa, partir de lo que este es para preguntarse lo
que nos impone reconsiderar.
La intención de Foucault es, con ello, renovar la teoría dándole los
instrumentos para conciliar una percepción positiva de la invención neoli-
beral y una perspectiva de crítica radical. En ese sentido, no es inútil seña-
lar que su gesto es bastante similar al que realizaba Marx en 1875 cuando
la emprendía contra la relación de los socialistas alemanes con el capita-
lismo.8 Uno de los puntos centrales en su Crítica del programa de Gotha
es, en efecto, el reproche planteado a los socialdemócratas por concebir
a la burguesía como un elemento entre otros dentro de una gran clase
“reaccionaria” —en la cual se incluirían tanto miembros de la clase media
como “feudales”— a la que deberían oponerse los “obreros”. Según Marx,
8
Karl Marx, Critique du programme de Gotha, trad. de Sonia Dayan-Herzbrun, París,
La Dispute y Éditions Sociales, 2008 [trad. esp.: Crítica del programa de Gotha, Madrid,
Ricardo Aguilera, 1971].
27
28
29
31
1
Friedrich Hayek, “Pourquoi je ne suis pas conservateur”, en La Constitution de la li-
berté, trad. de Raoul Audouin y Jaques Garello, con la colaboración de Guy Millière, París,
Litec, 1994, p. 401 [trad. esp.: “Por qué no soy conservador”, en Los fundamentos de la liber-
tad, Madrid, Unión, 1991].
32
2
Sobre esta cuestión remito al libro muy informado y útil de Sébastien Caré, La Pensée
libertarienne. Genèse, fondements et horizons d’une utopie libérale, París, Presses Universi-
taires de France, 2009, en especial pp. 8-18.
3
Friedrich Hayek, “Les intellectuels et le socialisme”, en Essais de philosophie, de science
politique et d’économie, trad. de Christophe Piton, París, Les Belles Lettres, 2007, p. 288
[trad. esp.: “Los intelectuales y el socialismo”, en Estudios de filosofía, política y economía,
Madrid, Unión, 2007].
33
4
Friedrich Hayek, “Les intellectuels et le socialisme”, op. cit., p. 286.
5
Ibid., p. 292.
6
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France, 1978-1979,
ed. de Michel Senellart bajo la dirección de François Ewald y Alessandro Fontana, París,
Gallimard y Seuil, col. Hautes Études, 2004, p. 224 [trad. esp.: Nacimiento de la biopolítica.
Curso en el Collège de France (1978-1979), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2007, p. 254].
7
Ibid., p. 225.
34
1
Véase Wendy Brown, Les Habits neufs de la politique mondiale. Néolibéralisme et néo-
conservatisme, trad. de Christine Vivier con la colaboración de Philippe Mangeot e Isabelle
Saint-Säens, París, Les Prairies Ordinaires, 2007.
35
2
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France, 1978-1979,
ed. de Michel Senellart bajo la dirección de François Ewald y Alessandro Fontana, París,
Gallimard y Seuil, col. Hautes Études, 2004, p. 120 [trad. esp.: Nacimiento de la biopolítica.
Curso en el Collège de France (1978-1979), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007,
pp. 148 y 149].
3
Ibid., p. 151 [179].
36
Esta acción afecta, como es obvio, todos los sectores del mundo social,
en primera fila de los cuales está el Estado. El liberalismo clásico man-
tenía una frontera entre lo económico y lo político y autorizaba debido
a ello una forma de coexistencia pacífica entre la racionalidad mercan-
til y la racionalidad política (con tal de que cada una se quedara en su
lugar). El neoliberalismo, a la inversa, pretende subordinar la raciona-
lidad política (y todos los demás dominios de la sociedad) a la racio-
nalidad económica. El Estado se pone bajo la vigilancia del mercado;
debe gobernar no solo para el mercado, sino asimismo en función de lo
que impone la lógica mercantil:
4
Ibid. [179].
5
Ibid., p. 137 [157].
37
38
39
40
Resulta fácil, a no dudar, comprender por qué los neoliberales hacen hin-
capié en este tipo de argumento: pueden dar así a su política una autori-
dad científica. Todo sucede aquí como si la discusión sobre el mercado
fuera de orden puramente técnico. Se trataría simplemente de evaluar de
manera objetiva la eficacia relativa de los diferentes sistemas económicos
posibles. Por lo tanto, y en contra de las apariencias o de lo que suele de-
cirse de él, el neoliberalismo no sería una ideología. Contaría con funda-
mentos científicos y solo restaría inclinarse frente a la lógica implacable
del razonamiento matemático.
En muchos aspectos, entonces, esta forma de adosar el discurso neo-
liberal a una retórica y una argumentación científicas se emparienta, en
los teóricos de esta corriente, con una operación estratégica. Se trata de
ejercer efectos de intimidación: esta doctrina tendría la ciencia de su
1
Catherine Audard, Qu’est-ce que le libéralisme? Éthique, politique, société, París, Ga-
llimard, 2009, pp. 374 y 375. Véase también Roger Guesnerie, L’Économie de marché, ed.
actualizada y aumentada, París, Le Pommier, 2006.
41
42
1
Véase por ejemplo Milton Friedman, “Liberté économique et liberté politique”, en Ca-
pitalisme et liberté, trad. de A. M. Charno, París, Robert Laffont, 1971, pp. 21-37 [trad. esp.:
43
“La relación entre libertad económica y libertad política”, en Capitalismo y libertad, Ma-
drid, Rialp, 1966].
44
2
Friedrich Hayek, La Route de la servitude, trad. de Georges Blumberg, París, Presses
Universitaires de France, 1985, p. 42 [trad. esp.: Camino de servidumbre, Madrid, Alianza,
2000].
3
Ibid., p. 49.
45
4
Friedrich Hayek, La Route de la servitude, op. cit., p. 49.
46
47
48
1
Isaiah Berlin, En toutes libertés. Entretiens avec Ramin Jahanbegloo, trad. de Gérard
Lorimy, París, Le Félin, 2006, p. 114 [trad. esp.: Isaiah Berlin en diálogo con Ramin Jahanbe-
gloo, Madrid, Anaya y Mario Muchnik, 1993]. Sobre la oposición entre “libertad negativa”
y “libertad positiva”, véase, del mismo autor, Liberty. Incorporating Four Essays on Liberty,
Oxford, Oxford University Press, 2002 [trad. esp.: Cuatro ensayos sobre la libertad, Madrid,
Alianza, 1998]. El lector también puede remitirse a los trabajos de Quentin Skinner, en es-
pecial La Liberté avant le libéralisme, trad. de Muriel Zagha, París, Seuil, 2000 [trad. esp.:
La libertad antes del liberalismo, México, cide y Taurus, 2006].
2
Isaiah Berlin, En toutes libertés, op. cit., p. 60.
3
Ibid., p. 125.
49
4
Véase Louis Althusser, Politique et histoire, de Machiavel à Marx. Cours à l’École
Normale Supérieure. 1955-1972, París, Seuil, 2006 [trad. esp.: Política e historia: de Maquia-
velo a Marx. Cursos en la Escuela Normal Superior, 1955-1972, Buenos Aires, Katz, 2007].
5
Jean-Jacques Rousseau, Du Contrat social, París, Flammarion, 1992, pp. 39 y 40 [trad.
esp.: El contrato social, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, pp. 21 y
22 (trad. modificada)]. Véase también Ernst Cassirer, Le Problème Jean-Jacques Rousseau,
trad. de Marc Buhot de Launay, París, Hachette Littératures, 2006 [trad. esp.: “El problema
de Jean-Jacques Rousseau”, en Rousseau, Kant, Goethe. Filosofía y cultura en la Europa del
Siglo de las Luces, México, Fondo de Cultura Económica, 2007].
50
6
Immanuel Kant, Métaphyisique des mœurs, en Œuvres philosophiques, vol. 3, París,
Gallimard, col. Bibliothèque de la Pléiade, 1986, pp. 577 y 578 [trad. esp.: Fundamentación
de la metafísica de las costumbres, Madrid, Tecnos, 2005].
7
Ibid., p. 575.
8
Véase Hannah Arendt, Juger. Sur la philosophie politique de Kant, trad. de Myriam
Revault d’Allones, París, Seuil, 1991, p. 36 [trad. esp.: Conferencias sobre la filosofía política
de Kant, Barcelona, Paidós, 2003].
51
9
Como es obvio, también podríamos haber mencionado a Jürgen Habermas, quien,
por ejemplo en Droit et démocratie. Entre faits et normes, trad. de Rainer Rochlitz y Chris-
tian Bouchindhomme, París, Gallimard, 1997 [trad. esp.: Facticidad y validez. Sobre el dere-
cho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso, Madrid, Trotta,
1998], presenta el derecho como una instancia de integración y cohesión, de construcción
procedimental de la “reciprocidad” en un mundo diferenciado.
52
10
John Rawls, Libéralisme politique, trad. de Catherine Audard, París, Presses Universi-
taires de France, col. Quadrige, 1995, p. 171 [trad. esp.: Liberalismo político, México, Fondo
de Cultura Económica, 1995].
11
Ibid. Es sorprendente comprobar que incluso un autor como Will Kymlicka, a pesar
de abogar por una nueva concepción de la ciudadanía en la era multicultural, que abra el
camino al establecimiento de derechos particulares para las minorías, no deja de insistir en
que ese dispositivo no sería una amenaza para la “unidad nacional”. Por inscribir su pro-
yecto en la filosofía del contrato y el derecho, Kymlicka se condena a concebir su trabajo
como una reflexión sobre los “lazos que unen”, sobre la “autoridad de la comunidad políti-
ca” y sobre el sentimiento de pertenencia a una “cultura común” (son sus expresiones). Y, a
su juicio, es justamente la redefinición de la ciudadanía que él propone la que podría reno-
var la función “integradora” de esta. Véase Will Kymlicka, La Citoyenneté multiculturelle.
Une théorie libérale du droit des minorités, trad. de Patrick Savidan, París, La Découverte,
2001 [trad. esp.: Ciudadanía multicultural. Una teoría liberal de los derechos de las minorías,
Barcelona, Paidós, 1996].
53
No cabe duda de que a esa genealogía podría objetársele que los análisis
de Rousseau, Kant, Rawls o Habermas son muy diferentes unos de otros,
que sus conceptos de derecho, Estado, soberanía y pueblo no se pueden
superponer y que hablar a su respecto de familia de pensamiento supon-
dría una simplificación abusiva o cierta descontextualización de las obras.
Pero, para los neoliberales, esas distinciones de contenido no tie-
nen gran importancia. No son pertinentes. Para ellos, lo esencial está en
otra parte. Se trata de situarse en otro nivel, más elevado, y cuestionar lo
que podríamos designar como un programa de percepción, una manera
de conceptualizar la política y problematizar el concepto de sociedad. A
partir de Rousseau y Kant, lo que los neoliberales pretenden examinar
es una actitud, una manera de plantear las cuestiones. A su entender, la
filosofía de la Ilustración se caracteriza ante todo por una fijación obsti-
nada con la pluralidad y la diversidad. La multitud y la individualidad se
conciben en esa filosofía como los aspectos contra los cuales habría que
pensar necesariamente mecanismos, dispositivos o instituciones desti-
nados a producir la unidad, la coherencia, lo común. La filosofía ilumi-
nista sostiene sistemáticamente que la constitución de un “pueblo”, una
“soberanía” o un cuerpo político debe exigir una represión de lo “par-
ticular” por medio de la fabricación de un marco “general” al que los su-
jetos tengan que someterse.
Los teóricos del contrato habrían instalado en el pensamiento con-
temporáneo una obsesión por la unidad y el orden. La voluntad cons-
tante de dar “cohesión” al mundo representaría una de las inspiraciones
55
1
Sobre las afinidades entre las filosofías del contrato y el durkheimismo, véase Didier
Eribon, D’une révolution conservatrice et de ses effets sur la gauche française, París, Léo
Scheer, 2007.
2
Véanse por ejemplo Émile Durkheim, Hobbes à l’agrégation. Un cours de Émile Durkheim
suivi par Marcel Mauss, París, Éditions de l’ehess, 2011 [trad. esp.: Hobbes entre líneas, Buenos
Aires, Interzona, 2014], y, del mismo autor, Le Contrat social de Rousseau, París, Kimé, 2008
[trad. esp.: “El contrato social de Rousseau”, en Montesquieu y Rousseau. Precursores de la
sociología, Madrid, Miño y Dávila, 2001].
56
Según Berlin, el gesto realizado por los autores incluidos bajo el rótulo
de antiiluministas —y a quienes, por esta razón, se calificó de manera
3
Isaiah Berlin, Le Sens des réalités, trad. de Gil Delannoi y Alexis Butin, París, Les Be-
lles Lettres, 2011, p. 166 [trad. esp.: El sentido de la realidad. Sobre las ideas y su historia,
Madrid, Taurus, 2000].
57
4
Isaiah Berlin, En toutes libertés. Entretiens avec Ramin Jahanbegloo, trad. de Gérard
Lorimy, París, Le Félin, 2006, p. 68 [trad. esp.: Isaiah Berlin en diálogo con Ramin Jahanbegloo,
Madrid, Anaya y Mario Muchnik, 1993].
5
Ibid., p. 92.
6
Ibid., p. 96.
58
hombres diferentes desde siempre, por sus artes, sus culturas, sus cos-
tumbres, sus gustos, sus caracteres, etcétera.7
Más allá de la polémica específica entre los filósofos iluministas y
los filósofos antiiluministas, Berlin trata de poner de manifiesto el he-
cho de que el espacio intelectual, político e ideológico es el ámbito de
un enfrentamiento entre dos temperamentos, dos actitudes, dos maneras
irreductibles de problematizar lo que significa la noción de sociedad y
comprender la naturaleza de las relaciones interhumanas.
7
Ibid., p. 97.
8
Isaiah Berlin, Le Sens des réalités, op. cit., p. 168.
9
Ibid.
59
1
Friedrich Hayek, “Social? Qu’est-ce que ça veut dire?”, en Essais de philosophie, de
science politique et d’économie, trad. de Christophe Piton, París, Les Belles Lettres, 2007,
p. 360 [trad. esp.: “¿Qué es lo ‘social’? ¿Qué significa?”, en Estudios de filosofía, política y eco-
nomía, Madrid, Unión, 2007].
61
2
Friedrich Hayek, “Social? Qu’est-ce que ça veut dire?”, op. cit., p. 357.
3
Ibid., p. 361.
4
Ibid., p. 360.
5
Friedrich Hayek, “Pourquoi je ne suis pas conservateur”, en La Constitution de la liber-
té, trad. de Raoul Audouin y Jaques Garello, con la colaboración de Guy Millière, París,
Litec, 1994 [trad. esp.: “Por qué no soy conservador”, en Los fundamentos de la libertad,
Madrid, Unión, 1991].
62
6
Ibid., p. 397.
63
tolerar muchas cosas que no nos gustan. Hay unos cuantos valores de los
conservadores que me agradan más que los de los socialistas; pero, a los
ojos de un liberal, la importancia que atribuye personalmente a ciertos ob-
jetivos no es una justificación suficiente para obligar a otro a que también
los persiga.7
7
Friedrich Hayek, “Pourquoi je ne suis pas conservateur”, op. cit., p. 398.
8
Friedrich Hayek, “Les principes d’un ordre social libéral”, en Essais de philosophie…,
op. cit., p. 250 [trad. esp.: “Principios de un orden social liberal”, en Estudios de filosofía…,
op. cit.].
9
Ibid., p. 251; el énfasis nos pertenece.
64
10
Friedrich Hayek, “Pourquoi je ne suis pas conservateur”, op. cit.
65
1
En cierta forma, aquí se trata de aplicar al espacio de las conductas la concepción del
mercado libre de las ideas que vale para el espacio de las opiniones, conceptualizado como
una instancia puramente formal abierta a la disputa. Véase Marcela Iacub, De la pornogra-
phie en Amérique. La liberté d’expression à l’âge de la démocratie délibérative, París, Fayard,
2010, p. 102.
2
Didier Eribon, “Réponses et principes”, en French Cultural Studies, vol. 23, núm. 2,
mayo de 2012. Véase también “Les Frontières et le temps de la politique”, intervención en el
67
68
69
5
Michel Foucault, “Il faut défendre la société”. Cours au Collège de France, 1975-1976,
ed. de Mauro Bertani y Alessandro Fontana, bajo la dirección de François Ewald y Alessan-
dro Fontana, París, Gallimard y Seuil, col. Hautes Études, 1997 [trad. esp.: Defender la
sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976), Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2000].
6
Ibid., pp. 6 y 7 [18 y 19].
7
Ibid., p. 7 [20].
8
Ibid. [21].
9
Ibid., p. 9; el énfasis nos pertenece.
70
10
Ibid. [22].
11
Ibid., p. 8 [20].
12
Ibid., p. 9 [22].
13
Ibid., pp. 7 y 8 [20].
14
Ibid., p. 11 [23 y 24].
71
15
Michel Foucault, Histoire de la sexualité, vol. 1: La Volonté de savoir, París, Galli-
mard, 1976, p. 121 [trad. esp.: Historia de la sexualidad, vol. 1: La voluntad de saber, México,
Siglo xxi, 1985].
16
Ibid.
72
17
Ibid., pp. 121 y 122.
18
Ibid.
73
75
1
Michel Foucault, “La fonction politique de l’intellectuel”, en Dits et écrits, 1954-1988,
ed. de Daniel Defert y François Ewald con la colaboración de Jacques Lagrange, 4 vols.,
vol. 2, París, Gallimard, 1994, texto núm. 184, p. 109 [trad. esp.: “Verdad y poder”, en Micro-
física del poder, Madrid, La Piqueta, 1979].
2
Ibid.
76
Creo por mi parte que ese falso racionalismo, que se impuso durante la Re-
volución Francesa, y que ejerció su influencia en los cien últimos años por
3
Friedrich Hayek, “Les principes d’un ordre social libéral”, en Essais de philosophie, de
science politique et d’économie, trad. de Christophe Piton, París, Les Belles Lettres, 2007,
pp. 248 y 249 [trad. esp.: “Principios de un orden social liberal”, en Estudios de filosofía, po-
lítica y economía, Madrid, Unión, 2007].
4
Véase Isaiah Berlin, La Liberté et ses traîtres. Six ennemis de la liberté, trad. de Laurent
Folliot, París, Payot, 2007, pp. 56-60 [trad. esp.: La traición de la libertad. Seis enemigos de
la libertad humana, México, Fondo de Cultura Económica, 2004].
77
5
Friedrich Hayek, “Allocution d’ouverture d’un colloque à Mont-Pèlerin”, en Essais de
philosophie…, op. cit., p. 240 [trad. esp.: “Discurso inaugural de una conferencia en Mont-
Pèlerin”, en Estudios de filosofía…, op. cit.].
6
Friedrich Hayek, “Les principes d’un ordre social libéral”, op. cit., p. 249.
7
Friedrich Hayek, “La philosophie juridique et politique de David Hume”, en Essais de
philosophie…, op. cit., pp. 173-194 [trad. esp.: “La filosofía jurídica y política de David
Hume (1711-1776)”, en Estudios de filosofía…, op. cit.].
78
8
Paul Veyne, Foucault, sa pensée, sa personne, París, Albin Michel, 2008 [trad. esp.:
Foucault. Pensamiento y vida, Barcelona, Paidós, 2009].
79
80
81
1
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France, 1978-1979,
ed. de Michel Senellart bajo la dirección de François Ewald y Alessandro Fontana, París, Ga-
llimard y Seuil, col. Hautes Études, 2004, p. 25 [trad. esp.: Nacimiento de la biopolítica. Curso
en el Collège de France (1978-1979), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 41].
82
2
Ibid., pp. 77 y 78 [94].
3
Ibid., p. 77.
4
Ibid., p. 324 [360].
5
Ibid. [361].
6
Michel Foucault, “Qu’est-ce que la critique? (Critique et Aufklärung)”, en Bulletin de la
Société Française de Philosophie, año 84, núm. 2, abril-junio de 1990, p. 38 [trad. esp.: “¿Qué es
la crítica? (Crítica y Aufklärung)”, en Daimon. Revista de Filosofía, núm. 11, 1995, pp. 5-26];
el énfasis nos pertenece.
83
85
1
Sobre el tema del vínculo entre conquista de la libertad y construcción de una esfera
política relativamente autónoma, véase por ejemplo Hannah Arendt, Qu’est-ce que la politi-
que?, trad. de Sylvie Courtine-Denamy, París, Seuil, 1995 [trad. esp.: ¿Qué es la política?,
Barcelona, Paidós e ice de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1997]. En el período
contemporáneo, probablemente sea Jürgen Habermas quien defiende de manera más ex-
plícita esta posición.
2
Michel Foucault, “Les mailles du pouvoir”, en Dits et écrits, vol. 2: 1976-1988, París,
Gallimard, col. Quarto, 2001, p. 1003 [trad. esp.: “Las mallas del poder”, en Estética, ética y
hermenéutica, en Obras esenciales, vol. iii, Barcelona, Paidós, 1999, p. 238].
86
3
Véase Jacques Derrida, Du droit à la philosophie, París, Galilée, 1990.
4
Michel Foucault, “Les mailles du pouvoir”, op. cit., p. 1003 [238].
5
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France, 1978-1979,
ed. de Michel Senellart bajo la dirección de François Ewald y Alessandro Fontana, París,
Gallimard y Seuil, col. Hautes Études, 2004, p. 286 [trad. esp.: Nacimiento de la biopolítica.
Curso en el Collège de France (1978-1979), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2007, p. 326].
87
6
Por eso mismo, este modo de análisis está consustancialmente ligado a una actitud,
una manera, para el filósofo, de subjetivarse como legislador, de soñarse como hombre uni-
versal. La teoría política se pretende neutral. Querría llegar después de la batalla, ponerse
en el centro y por encima de la refriega. Su función sería hacer posible un armisticio, ima-
ginando cómo fundar un orden que reconcilie. En términos más generales, esto nos lleva-
ría a interrogarnos sobre las relaciones entre la filosofía y el Estado, entre el punto de vista
filosófico y el punto de vista estatal. Véase Jean-Louis Fabiani, Les Philosophes de la Répu-
blique, París, Minuit, 1988.
7
Michel Foucault, “Il faut défendre la société”. Cours au Collège de France, 1975-1976,
ed. de Mauro Bertani y Alessandro Fontana, bajo la dirección de François Ewald y Alessan-
dro Fontana, París, Gallimard y Seuil, col. Hautes Études, 1997, p. 38 [trad. esp.: Defender
la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976), Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2000, p. 50]; el énfasis nos pertenece.
8
Ibid.; el énfasis nos pertenece.
88
9
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, op. cit., pp. 278 y 279 [315 y 316].
89
10
Michel Foucault, “Il faut défendre la société”, op. cit., p. 255 [175]. Un gesto idéntico
moviliza el “proceder genético” de Bourdieu. Véase Pierre Bourdieu, Sur l’État. Cours au
Collège de France, 1982-1992, ed. de Patrick Champagne, Rémi Lenoir, Franck Poupeau y
Marie-Christine Rivière, París, Raisons d’Agir y Seuil, 2012.
11
Michel Foucault, “Il faut défendre la société”, op. cit., p. 16 [29].
90
12
Ibid., p. 82 [92].
91
92
1
Véase Didier Eribon, D’une révolution conservatrice et de ses effets sur la gauche
française, París, Léo Scheer, 2007.
93
2
Michel Foucault y Noam Chomsky, “De la nature humaine: justice contre pouvoir”, en
Dits et écrits, vol. 1, París, Gallimard, 2001, texto núm. 132, pp. 1339-1380 [trad. esp.: “De
la naturaleza humana: justicia contra poder”, en Estrategias de poder, en Obras esenciales,
vol. ii, Barcelona, Paidós, 1999, pp. 57-104].
3
Ibid., p. 1369 [89].
94
Découverte, 2010.
95
6
Michel Foucault y Noam Chomsky, “De la nature humaine…”, op. cit., p. 1373 [94
(traducción ligeramente modificada)].
7
Ibid., p. 1374 [96 (traducción ligeramente modificada)].
96
¿Cómo salir del discurso del Estado? ¿Cómo combatir al Estado sin re-
currir a las armas, los vocabularios, los conceptos que nos inscriben, de
hecho, en un dispositivo estatal y que eo ipso nos configuran, por lo tan-
to, como sujetos obedientes, sujetos sometidos a un soberano? Esas son
las cuestiones que Michel Foucault se esforzó por responder desde me-
diados de la década de 1970. Lo que está en juego es importante. No por-
que solo se trate, como podría creerse, de elaborar una nueva teoría del
poder, alternativa e incluso opuesta a la concepción tradicional. En reali-
dad, se trata más bien de reflexionar sobre los medios con que contamos
para escapar a las ideas del fundamento, para romper con el razonamien-
to jurídico y para liberarnos de los mitos de la ley y “lo” político. Foucault
querría aquí asumir una nueva actitud: no ponerse, como los filósofos
políticos, del lado del Estado y los gobernantes, sino, al contrario, situar-
se del lado de los gobernados, sus combates y sus aspiraciones.
En muchos aspectos, me parece que su interés por el liberalismo y el
neoliberalismo solo puede comprenderse en ese contexto. A su entender,
en efecto, si el neoliberalismo introdujo una ruptura en la historia del
pensamiento, fue sobre todo porque hizo volar en pedazos los elemen-
tos constitutivos de la filosofía política y el normativismo jurídico. En
otras palabras, Foucault vio en los conceptos de “mercado”, “racionalidad
económica”, homo œconomicus, etc., instrumentos críticos sumamente
poderosos que permitían descalificar el modelo del Derecho, la Ley, el
Contrato, la Voluntad General, etc. Ese paradigma abre paso a la posibi-
lidad de hablar un lenguaje que no sea el del Estado.
97
1
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France, 1978-1979,
ed. de Michel Senellart bajo la dirección de François Ewald y Alessandro Fontana, París, Galli-
mard y Seuil, col. Hautes Études, 2004, p. 17 [trad. esp.: Nacimiento de la biopolítica. Curso en
el Collège de France (1978-1979), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 32].
98
2
Ibid., p. 252 [284].
99
3
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, op. cit., p. 296 [332].
4
Ibid., p. 286 [326].
5
Ibid., p. 279 [316]. Se advierte, pues, que no se trata aquí de elaborar una crítica gro-
sera del Estado en nombre del individuo, puesto que tanto la tradición jurídica como la
económica son tradiciones individualistas. Sin embargo, no fabrican un mismo concepto
de individuo: en un caso, este se construye como un sujeto obediente, mientras que en otro
es un agente que afirma sus intereses.
100
6
Ibid., p. 286 [326].
7
Ibid., pp. 295 y 296 [332].
8
Véase Henri Arvon, Les Libertariens américains. De l’anarchisme individualiste à
l’anarcho-capitalisme, París, Presses Universitaires de France, 1983.
9
Robert Nozick, Anarchie, État et utopie, trad. de Évelyne d’Auzac de Lamartine, París,
Presses Universitaires de France, 1988, p. 365 [trad. esp.: Anarquía, Estado y utopía, Buenos
Aires, Fondo de Cultura Económica, 1988].
10
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, op. cit., p. 43 [62].
101
ser con ello una tarea urgente, que exige inventar modos de cuestiona-
miento no políticos de lo político. Foucault nos invita por eso mismo a
repensar las condiciones de elaboración de una práctica emancipadora,
y nos impone tomar conciencia del hecho de que una crítica del neolibe-
ralismo que haga el elogio del derecho, la política o la soberanía no sería
satisfactoria sino, al contrario, potencialmente regresiva y reaccionaria.
102
103
1
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France, 1978-1979,
ed. de Michel Senellart bajo la dirección de François Ewald y Alessandro Fontana, París,
Gallimard y Seuil, col. Hautes Études, 2004, p. 228 [trad. esp.: Nacimiento de la biopolítica.
Curso en el Collège de France (1978-1979), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2007, p. 260].
104
2
Gary S. Becker, The Economic Approach to Human Behavior, Chicago, University of
Chicago Press, 1976, p. 14.
105
[L]a pericia psiquiátrica permite doblar el delito, tal como lo califica la ley,
con toda una serie de otras cosas que no son el delito mismo, sino una serie
de comportamientos, maneras de ser que, claro está, se presentan en el dis-
curso del perito psiquiatra como la causa, el origen, la motivación, el punto
de partida del delito. En efecto, en la realidad de la práctica judicial, van a
constituir la sustancia, la materia misma susceptible de castigo.3
3
Michel Foucault, Les Anormaux. Cours au Collège de France, 1974-1975, ed. de Valerio
Marchetti bajo la dirección de François Ewald y Alessandro Fontana, París, Gallimard y
Seuil, col. Hautes Études, 1999, p. 15 [trad. esp.: Los anormales. Curso en el Collège de France
(1974-1975), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 28 (traducción ligera-
mente modificada)].
106
en el sentido legal del término, sino una irregularidad con respecto a una
serie de reglas que pueden ser fisiológicas, psicológicas o morales.
4
Ibid., pp. 16 y 17 [29 y 30].
5
Michel Foucault, Surveiller et punir. Naissance de la prison, París, Gallimard, 1975,
p. 292 [trad. esp.: Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, México, Siglo xxi, 1976].
107
6
Didier Eribon, Échapper à la psychanalyse, París, Léo Scheer, 2005 [trad. esp.: Escapar
del psicoanálisis, Barcelona, Bellaterra, 2008].
7
George J. Stigler y Gary S. Becker, “De gustibus non est disputandum”, en The American
Economic Review, vol. 67, núm. 2, marzo de 1977, pp. 76-90.
108
8
Gary S. Becker, The Economic Approach to Human Behavior, op. cit., pp. 40-46. Véase
también, del mismo autor, “The Economic Way of Looking at Life” (conferencia de recep-
ción del Premio Nobel, 1992), en The Journal of Political Economy, vol. 101, núm. 3, junio
de 1993, pp. 385-409.
109
9
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, op. cit., pp. 258 y 264 [293, 301 y 302].
10
Ibid., p. 258 [293].
11
Marcela Iacub, “Le couple homosexuel, le droit et l’ordre symbolique”, en Le Crime
était presque sexuel et autres essais de casuistique juridique, París, Flammarion, 2009. Véase
también, de la misma autora, “L’esprit des peines: la prétendue fonction symbolique de la
loi et les transformations réelles du droit pénal en matière sexuelle”, en L’Unebévue, núm.
20, otoño de 2002, pp. 9-28.
110
la lleva a descalificar esa imagen del poder. Este no debe actuar sobre
los jugadores: no puede sino conformarse con intervenir en las reglas
del juego y las variables del medio. Debe retirarse de las mentes y darse
como único punto de aplicación las coordenadas exteriores a las cuales
los individuos se enfrentan y responden. En otras palabras, la política
neoliberal no es disciplinaria. Encarna una tentativa de resistirse a esa
concepción del poder en nombre de otro tipo de política, que se definirá
como una política pura y estrictamente “ambiental”.12
Pero, por otra parte, me parece importante destacar que, al redefinir
el campo legítimo de intervención del poder, el neoliberalismo promue-
ve asimismo una visión del mundo y un proyecto de sociedad que no tie-
nen nada que ver con el proyecto de una sociedad disciplinaria.
Foucault, en efecto, insiste in extenso en el hecho de que la cons-
trucción psiquiátrica de una cantidad de individuos como “anormales”
está consustancialmente ligada al establecimiento de mecanismos de
enderezamiento y normalización. En otras palabras, la sociedad disci-
plinaria se construye en el horizonte de la norma. Valora la conformi-
dad. Interviene en los individuos mediante procedimientos de sujeción
interna destinados a adiestrarlos, pautarlos, predisponerlos a jugar se-
gún las reglas del juego. En un plano ideal, la sociedad disciplinaria sería
una sociedad sin crimen, sin desviación, sin diferencias. Es cierto, una
de las características del poder disciplinario es que funciona en la indi-
viduación, que fabrica individuos. Pero esta acción particularizada tiene
justamente la función de incrementar la eficacia de las operaciones de
adiestramiento.13
Ahora bien, la aplicación del razonamiento económico a la política
penal va a introducir una ruptura con respecto a esta visión de las cosas.
Los economistas parten de una constatación simple: es cierto, disminuir
la delincuencia (lo que ellos llaman enforcement) es beneficioso. Pero, al
mismo tiempo, esa lucha tiene un precio, en términos de efectivos po-
liciales, de funcionamiento de la justicia, etc. Por consiguiente, la idea
misma de suprimir por completo el crimen e identificar y castigar a la
totalidad de los criminales es absurda. El costo de una política semejante
sería desmesurado, desproporcionado, es decir, muy ampliamente supe-
12
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, op. cit., p. 274 [309 y 310].
13
Michel Foucault, Surveiller et punir, op. cit., p. 200.
111
rior a los beneficios que la sociedad obtuviera de ella. Y sobre esa base
los neoliberales se proponen una reformulación del problema de la po-
lítica penal. Ya no se trata de preguntarse, a semejanza de lo que se hace
clásicamente, cómo luchar contra el crimen y cómo reprimirlo. Se trata
más bien de determinar —Foucault cita aquí a Gary Becker— “cuán-
tos delitos deben permitirse […], cuántos delincuentes deben quedar
impunes”.14
Entonces, ¿cuál es el ideal, el horizonte de una sociedad neoliberal?
No, de ningún modo, el de la normalización. La idea de los economistas,
a juicio de Foucault, es más bien que “la sociedad no tiene una necesidad
indefinida de conformidad. La sociedad no tiene ninguna necesidad de
obedecer a un sistema disciplinario exhaustivo. Una sociedad está có-
moda con cierto índice de ilegalidad y estaría muy mal si quisiera redu-
cirlo indefinidamente”.15 En consecuencia, la sociedad neoliberal no se
fija como objetivo la normalización, el control de los individuos. Es una
sociedad de la pluralidad. Está marcada por algo así como una “toleran-
cia” otorgada a los individuos “infractores” y las prácticas minoritarias.
No procura suprimir los “sistemas de diferencias” sino optimizarlos, por
medio del establecimiento de sistemas descentralizados de compensa-
ción entre los agentes.
Está claro —y Foucault lo sabe— que ese proyecto de sociedad cons-
tituye una pura construcción intelectual. Pero el uso que él le da permite
discernir lo que entendía cuando se proponía valerse del neoliberalismo
como un test, un instrumento de crítica de la realidad y el pensamiento.
Puesto que por medio de la imagen del homo œconomicus Foucault des-
taca la posibilidad de imaginar una representación del acto criminal que
no sea la proporcionada por la psicología o la psiquiatría. Con ello se de-
rrumba la pretensión de la psiquiatría de proponer una descripción fiel
de un dato empírico (el hombre “concreto”, el hombre tal cual es, el hom-
bre en su verdad). Si son concebibles otras construcciones al margen del
discurso psicológico, eso significa que este también constituye una cons-
trucción. El carácter ficticio del homo œconomicus permite pues, por la
comparación, revelar la multitud de hipótesis implícitas y de elecciones
14
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, op. cit., p. 262 [298].
15
Ibid., p. 261.
112
113
Becker, Gary: 23, 36, 42, 103, 105, 108, Habermas, Jürgen: 52 n., 55, 86 n., 87.
109, 112. Hayek, Friedrich A.: 19-21, 23, 32,
Berenson, Bernard: 83. 33 n., 34, 36, 40-42, 44, 45, 61,
Berlin, Isaiah: 44, 48, 49, 57-59, 62, 62, 64, 65 n., 77, 78 n.
77 n. Hegel, Georg Wilhelm Friedrich: 59.
Böhm, Franz: 36. Helvétius, Claude-Adrien: 59.
Brown, Wendy: 35 n. Herder, Johann Gottfried von: 58.
Burke, Edmund: 58. Hobbes, Thomas: 56, 87, 89-91.
Derrida, Jacques: 87. Kant, Immanuel: 48, 51, 52, 55, 56.
Durkheim, Émile: 56. Kymlicka, Will: 53 n., 87.
115
116