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Hacia una ciencia escolar como construcción social.

Por: Daniela Bustamante Hernández

A lo largo de la historia, el concepto de ciencia ha estado en constante evolución, generando


aportes que repercuten en la pedagogía y en la manera de concebir la didáctica de las ciencias
naturales. A partir del siglo XX, con Thomas Samuel Kuhn se comienza a hablar de la ciencia,
como un progreso científico que no se mueve por verdades absolutas sino por paradigmas,
entendiendo así la verdad como una acomodación cultural y una construcción social. Gracias a
esto la ciencia escolar hoy, se ha transformado igualmente en una construcción social, en la cual
los agentes principales son los alumnos; cada niño construye su conocimiento en el pensar por sí
mismo y con los otros, haciendo uso de su pensamiento crítico, científico y tecnológico.

Pensar las ciencias de esta manera, implica dirigir la mirada a un enfoque constructivista, en el que
aprender no es simplemente, asimilar un conocimiento impartido de maestro a alumnos, sino que
es experimentar de forma consciente las transformaciones del mundo y generar ideas propias
llevándolas a una confrontación social con las ideas de los demás. En este sentido se ha constituido
mi práctica pedagógica, como un espacio de invitación para pensar y parir ideas.

Existe un punto de partida muy prometedor en la enseñanza-aprendizaje de las ciencias naturales,


y es que según Melina Furman todos los niños tienen unas “capacidades protocientíficas” que son
aquellas ideas intuitivas e ingenuas acerca del mundo que los rodea, y que pueden ser consideradas
como las bases del pensamiento científico y tecnológico. (Furman, Científicos y tecnológicos
desde la cuna, 2016)

Es importante tener claro que ningún niño está “vacío”, ni es una tabla rasa que hay que llenar,
hay que reconocer que el juego como primera actividad social de todo niño, le ha permitido
identificar su mundo y experimentar indirectamente todas sus fenómenos, es por eso que el maestro
debe partir de todas esas experiencias, invitar a los niños a encontrar explicaciones de los
acontecimientos que han experimentado en sus vidas y motivarlos a que expresen sus ideas e
hipótesis, todo esto mediado por las preguntas.
Para convocar al pensamiento crítico de los niños, en las clases de ciencias naturales resulta
pertinente establecer la pregunta como herramienta para el desarrollo de las actividades, como
método para orientar la sistematización de las experimentaciones y como estrategia para involucrar
de manera activa al alumno en la construcción de saberes.

“(…) se hace necesarios poner a la pregunta como eje estructural de evocación de dicho
pensamiento, hacer posible que los niños hablen, que se les permita explicitar qué es lo que van a
hacer, contar qué es lo que han hecho, describir los procesos que le han llevado al resultado final
(cómo y para qué); establecer hipótesis (por qué), construir fantasías, narrar experiencias.” (Silvio
Fernando Daza Rosales, 2011)

En cada una de las clases que he planeado durante las prácticas de este semestre con el grado
tercero, he centrado mi atención en crear preguntas significativas que abarque los cuatro niveles:
literal, exploratorio, de proceso y metacognitivo; porque entiendo su funcionalidad como
instrumento básico de aprendizaje; encuentro en las preguntas, una táctica para motivar a los niños
a saber más, a concretar lo que saben y a buscar nuevos conocimientos. El trabajo con las preguntas
intento que no se limite a que ellos respondan, sino también a que generen sus propias incógnitas,
que entren en discusión con sus compañeros y se vean con la necesidad de pensar y comprobar sus
hipótesis experimentando y observando. Rescato lo que dice Melina Furman en el video
“Preguntas para pensar” con respecto a lo que aprenden los niños con estas preguntas bien hechas:
“Aprenden capacidades de razonamiento que los van a acompañar toda la vida. Aprenden a debatir,
aprenden a resolver problemas junto con otros, aprenden a analizar datos, aprenden a discernir
entre distintas explicaciones, aprenden a pensar.”, es esto lo que se está buscando con la educación
actual, queremos que lo que se enseña en la escuela no se quede en conocimientos teóricos, sino
que aquellas teorías sean una excusa para desarrollar en los alumnos habilidades y capacidades
para la vida.

Retomo el concepto de ciencia escolar como construcción social, fundamentado en que el avance
de las ideas ingenuas, intuitivas o iniciales que tienen los niños hacia nuevos conocimientos, se da
en gran medida gracias a la discusión social o al diálogo, que permite confrontarse a sí mismo y
confrontar las ideas de los demás; con el interés de corregir o complementar las hipótesis
planteadas o simplemente aportar a que los otros reconfiguren sus ideas. Así pues, considero
primordial en mis prácticas pedagógicas de ciencias naturales el trabajo en equipo y la
socialización del trabajo con miras a la reformulación de nociones y a encontrar en el lenguaje una
manera para generar conocimientos nuevos aprendiendo del otro. De acuerdo con lo anterior, en
el texto “Filosofar en la escuela” se expresa: “Si desde los primero años acostumbramos a los niños
a pensar en común, aprenderán al mismo tiempo a asumir su pensamiento singular, a expresarlo,
a ponerlo a prueba con el pensamiento de los demás, a enriquecerse con él y a conseguir que ellos
se enriquezcan con el suyo” (Brenifier, 2012)

La confrontación social que se genera al compartir las ideas está mediada por el pensamiento
crítico, científico y tecnológico que el maestro busca desarrollar en los niños, entendiendo el
pensamiento crítico como aquel que permite que el niño no sea sumiso a las ideas de los adultos,
el pensamiento científico como la capacidad de asumir una mirada preguntona y curiosa acerca
del mundo intentando buscar respuestas para entender lo que sucede en él y el pensamiento
tecnológico como la capacidad para resolver problemas. (Furman, De los pájaros y sus nombres:
algunas definiciones, 2016). Es dentro de este proceso de criticidad como práctica pedagógica que
existe una transformación personal en el niño, es entonces como el sujeto crítico concibe la vida
intelectual no como algo exterior a él sino como un proceso cotidiano.

Finalmente, el proceso de enseñanza-aprendizaje de las ciencias naturales como construcción


social, implica que el maestro reconozca las ideas intuitivas y las maneras de interpretar el mundo
de sus alumnos, convirtiéndolos en bases para crear, planificar y proponer oportunidades para que
los niños piensen y den a conocer sus ideas y nuevas experiencias con las cuales las desafíen; pero
es sin lugar a duda, el mismo niño el que construye sus saberes gracias a la confrontación de ideas
con sus compañeros, con el maestro y con otras fuentes de información, permitiendo así la
evolución a nuevas ideas científicas con las cuales pueda entender el mundo.

Referencias
Brenifier, O. (2012). Filosofar en la escuela. En O. Brenifier, La práctica de la filosofía en la escuela primaria
(pág. 19). Diálogo.

Furman, M. (2016). Científicos y tecnológicos desde la cuna. En M. Furman, Educar mentes curiosas: la
formación del pensamiento científico y tecnológicoen la infancia (pág. 34).

Furman, M. (2016). De los pájaros y sus nombres: algunas definiciones. En M. Furman, Educar mentes curisas:
la formación del pensamiento científico y tecnológico en la infancia. (págs. 17-18).
Silvio Fernando Daza Rosales, M. R. (2011). El preguntario de los niños, para cada genuina pregunta existe
una sabia respuesta. En M. Q. Silvio Daza Rosales, La Enseñanza De Las Ciencias Naturales En Las
Primeras Edades (pág. 87). Barrancabermeja: Litodigital.

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