Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
La generación del 80
Eugenio Cambaceres no emprenderá su obra novelística hasta la década de los 80.
Su perfil humano y literario, maduro, experimentado y desengañado, se mostrará de este
modo en una época particularmente próspera y optimista en la historia de la República,
con gran vitalidad literaria y el régimen del Partido Autonomista en su apogeo. La
historiografía social y cultural ha venido denominando este periodo como «generación del
80», cuyos integrantes suelen asumir a un tiempo su posición de hombres de letras y de
Estado como militares, políticos, funcionarios o diplomáticos, más o menos próximos a la
minoría dirigente del país: una clase ilustrada que, a través principalmente de la prensa
periódica, escribe para el restringido círculo de destinatarios que ella misma integra, como
atestigua por ejemplo el título de Entre nos. Causeries del jueves que engloba los artículos
de uno de los más conspicuos escritores del 80, el general Lucio Victorio Mansilla.
La generación del 80 vive con la mirada vuelta hacia su ciudad, que pasa en este
tiempo de ser «la gran aldea» recordada en la novela de Lucio Vicente López a
asemejarse a la «Cosmópolis» invocada por Rubén Darío en 1896. Sin embargo, Buenos
Aires tiene a su vez la mirada vuelta hacia la cultura europea, principalmente francesa,
como demostraban las mencionadas reformas urbanísticas y secularizadoras; por otra
parte, el viaje a París adquiere un carácter poco menos que «iniciático» para el patricio
porteño representado por el propio Eugenio Cambaceres. El galicismo será también harto
relevante en la literatura de la época, tanto en el mercado editorial como en la misma
producción literaria nacional, según se aprecia en la «bifurcación» de la prosa ochentista
entre dos géneros literarios de raíz inequívocamente francesa: la que podríamos
denominar miscelánea autobiográfica de diarios, memorias, crónicas, apuntes y
reflexiones, y la recién aparecida novela naturalista zoliana.
La primera vertiente, desarrollada especialmente en la prensa periódica, revela
aspectos del talante y entorno de esta promoción de escritores: el tono menor y frívolo, la
afectación del registro ameno de la tertulia entre interlocutores ilustrados, o el galicismo
idiomático y los giros de moda en el habla de la clase alta, la cual adquiere de este modo
una categoría literaria. Las antes referidas Causeries de Mansilla son la mejor muestra de
esa nueva escritura urbana y cosmopolita que servía como antídoto contra las secuelas
del romanticismo que, extendido por la América de habla española, se manifestaba en el
popularismo de la literatura gauchesca-costumbrista o en la grandilocuencia de los émulos
de Victor Hugo o Lamartine.
Sin embargo, la generación del 80 será también la primera generación argentina de
novelistas. En el panorama anterior de la literatura nacional, la prosa extensa de ficción
había sido un fenómeno escaso cuyas muestras más destacadas se hallaban en el ámbito
de la novela histórica de intención política, como demostraron en su obra Vicente Fidel
López (La novia del hereje, 1854) o José Mármol (Amalia, 1851-1855). Argentina, en un
principio, participó de la época dorada del género novelesco en Occidente tan solo como
ávida lectora de cuanto Europa producía en materia de folletines románticos y realistas. No
obstante, fue el descubrimiento del naturalismo y de la idea de roman expérimental lo que
cambió decisivamente el panorama de la narrativa en el río de la Plata.
El naturalismo
Creación, en la teoría y en la práctica, del novelista francés Émile Zola, la novela
naturalista obtuvo adeptos entre escritores y lectores en toda Europa, y Argentina fue el
país del Nuevo Continente donde más arraigó el naturalismo a partir de los años 80. De
este interesó algo más que el retrato social, ya presente en el costumbrismo o el realismo
balzaciano (inaugurado en español por el chileno Blest Gana): Zola había aportado a la
narrativa aspiraciones científicas y documentales, al pretender analizar las causas de los
males sociales e incluso contribuir a su remedio, lo que atrajo la atención de una clase
intelectual y dirigente ganada por el pensamiento positivista, al tiempo que abrumada ante
la nueva realidad demográfica y sociológica de Buenos Aires.
Así pues, la novela naturalista prestará atención al reverso de miseria y corrupción –
material y moral– que se esconde tras la urbe espléndidamente reformada, en las
mansiones y los teatros como en las tabernas y en los burdeles; las viviendas de clase
media y en los conventillos de proletarios inmigrantes. Desvela, en fin, situaciones que la
vida familiar o social pretende ocultar, como quien indaga con el bisturí o el microscopio –
la imagen médica será recurrente– en las llagas de ese organismo enfermo con que se
identifica a la sociedad. La voluntad del autor es en un principio altruista y aséptica, pero,
como se ha dicho, el mal social (que acaba conduciendo a la raíz del mal moral) llama
especialmente su atención. De este modo, las páginas inspiradas por el naturalismo
presentan escenas de una sordidez desacostumbrada en la literatura de aquel tiempo y
que provoca ásperas polémicas al tiempo que atrae lectores. La elegancia y frivolidad de la
escritura ochentista se encontraba ante un nuevo modelo de prosa de tono grave y
discurso unas veces académico y otras vulgar, cuyo «olor a pueblo» (la expresión,
encomiástica del naturalismo, la empleó en 1879 Benigno B. Lugones) no todos aceptarán,
como tampoco los ejemplos suministrados por unos personajes nada modélicos.
La polémica acerca de las deficiencias morales y artísticas del naturalismo se
prolongó en la prensa bonaerense hasta bien entrada la década del 80. Una revisión de los
textos que produjo la batalla del naturalismo demuestra cómo, en muchos casos, tanto sus
detractores como sus mismos defensores tenían una idea muy vaga de en qué consistía la
estética zoliana, a menudo reduciéndola a la mera presencia de ciertos atrevimientos
temáticos o verbales. Sin embargo, en Argentina se publicarán muchas novelas
naturalistas «ortodoxas», casi aún más (en cuanto que «documentales») que las del propio
Zola, en forma de auténticos manifiestos sociológicos con apariencias de novela carentes
tanto del distanciamiento del autor como de preocupación artística: este sería el caso
de ¿Inocentes o culpables?, de Antonio Argerich (1884), primera novela publicada en
Buenos Aires que se reivindicó como «naturalista».
En lo que se refiere a Eugenio Cambaceres, se asumirá como «naturalista» ya en una
carta dirigida a Miguel Cané en 1883, aunque dando una particular definición del término
que insiste más en la observación rigurosa (y sin pudores) que en cualquier noción
científica: «estudio de la naturaleza humana, observación hasta los tuétanos. Agarrar un
carácter, un alma, registrarla hasta los últimos repliegues, meterle el calador, sacarle todo,
lo bueno como lo malo, lo puro, si es que se encuentra, y la podredumbre que encierra,
haciéndola mover en el medio donde se agita (…) sustituir a la fantasía del poeta o a la
habilidad del faiseur, la ciencia del observador, hacer en una palabra verdad». Esta
despreocupación por el método «experimental», que años más tarde también observaría
uno de sus primeros críticos, Martín García Mérou, no impedirá que las novelas de
Eugenio Cambaceres, desde su primera aparición y aun antes de merecerlo, aparezcan
marcadas por la sombra de Émile Zola. Obviamente, Cambaceres conoció bien la obra
zoliana y su asimilación del naturalismo fue en incremento, por más que en ella no pueda
agotarse la interpretación de su narrativa.
Sin rumbo
En 1884, la familia Cambaceres emprenderá el regreso a Buenos Aires en pleno éxito
de Música sentimental. Aquel fue un año particularmente fecundo para la narrativa
argentina, durante el que, aparte de la segunda novela de nuestro escritor, sucesivamente
reeditada, se unirán textos emblemáticos de la literatura del 80 como Juvenilia de Cané,
clásico del memorialismo argentino ambientado en las aulas del Colegio Nacional, y los
anteriormente referidos La gran aldea de López e ¿Inocentes o culpables? de Argerich:
obras de estéticas y calidades desiguales, pero común significado como testimonios de la
transformación social de la nación. El consecutivo 1885, en cambio, será el año en que se
publique, con aceptación similar a las anteriores de su autor y mayor escándalo incluso (el
diario católico La Unión llegará a pedir su prohibición en su número del 1 de noviembre), la
más lograda y estudiada novela de Eugenio Cambaceres: Sin rumbo.
Esta novela verá acentuados nuevamente sus vínculos del naturalismo, hasta el
punto de parecer proclamarlos al abandonar el subtítulo –y la actitud que este implicaba–
de «Silbidos de un vago», y añadir en cambio el muy significativo de «Estudio». El objeto
de tal estudio, del que no se aparta la narración, es el joven estanciero Andrés y su vida
sumida en la indolencia y la búsqueda de insatisfactorios placeres, los cuales se resumen
en las seducciones de Donata, la joven hija de su capataz, y de la cantante Amorini en
Buenos Aires. De regreso en el campo, la hija que ha engendrado con Donata parecerá
dotar finalmente de sentido a su existencia, pero el fallecimiento de la niña sumirá a
Andrés en una desesperación que lo lleva al suicidio.
El punto de vista de Andrés se alterna a lo largo de toda la novela con el de un
narrador ahora objetivo, omnisciente y ajeno a la historia, que junto con descripciones de
gran belleza plástica –principalmente de la naturaleza pampeana– incluye una visión casi
documental de los ambientes rurales, hasta el momento ausentes de la obra de
Cambaceres, muy alejados de la idealización costumbrista. Todo ello acerca Sin rumbo al
discurso naturalista, junto con el recurso a la animalización o a las taras hereditarias
(raciales antes que familiares) en la caracterización de los personajes. Es inevitable
referirse aquí al escándalo suscitado entre los lectores por la insólita osadía de varias de
sus páginas, como la violación de Donata (IV) o, especialmente, el encuentro sexual con la
Amorini culminado con el correspondiente orgasmo (XVIII) y la crudeza descarnada –con
algo de inverosímil– del suicidio de Andrés (XLV), harakiri con mala palabra incluida que
se habría de censurar en algunas ediciones posteriores.
Sin embargo, la crítica ha destacado de Sin rumbo su modernidad como novela que
supera los postulados miméticos y científicos del realismo mimético naturalista. En primer
lugar, por el predominio sobre el punto de vista del narrador de la conciencia subjetiva del
protagonista, cuya caracterización adquiere mayor importancia que la construcción de un
ambiente «realista» por medio de espacios o personajes secundarios. En la turbulenta
figura de Andrés se ven acentuados los rasgos del narrador de los Silbidos: pese a su
estatus social privilegiado, sigue apareciendo como un personaje marginal que juzga
amargamente su entorno social. Su pesimismo y escepticismo le impiden buscar en la
realidad otra cosa que distracción del hastío (mediante los placeres sensuales, a menudo
asociados, del lujo artístico y del amor físico), y transforman en conflicto existencial el
despreocupado sarcasmo de los Silbidos de un vago. De esta manera, Andrés se anticipa
al solitario e hipersensible héroe de la narración modernista, con rasgos muy similares
(como han observado Claude Cymerman o Klaus Meyer-Minnemann) a los del
protagonista de À rebours de Joris-Karl Huysmans, pionero del decadentismo fin de siècle.
En un principio, Andrés es un representante más de la generación ochentista
argentina, por la particular confluencia que encarna entre el medio urbano de su vida social
de playboy y el medio rural al que debe su riqueza. Así pues, los espacios del viejo
conflicto entre la civilización y la barbarie se nos muestran ahora como unidos, pero
igualmente enfrentados, y fracasada la eventual conciliación entre ambos a que parecían
aspirar los clásicos capítulos finales de La vuelta de Martín Fierro. Fracasan las tentativas
de progreso por la educación en la perspectiva de Andrés (VII), y la explotación de la
Pampa en la ruina final de su hacienda; fracasa también un sistema de armonía social
basado en la administración paternalista del estanciero sobre sus peones, como
transparentan la violación de Donata y la insubordinación del «chino» Contreras.
Sin embargo, el fracaso de Andrés no representa necesariamente el de su
generación, sino probablemente el de alguien reacio a asimilar la modernidad con que
aquella se identificaba. El autor implícito no representado de Sin rumbo no respalda
necesariamente la perspectiva del protagonista: sabemos que este desaprovechó su vida
académica juvenil, lo cual desautoriza sus opiniones sobre la inutilidad de la enseñanza;
asimismo, cuando le llega el momento de ser padre, no podemos apreciar en Andrés otra
manera de educar a la pequeña Andrea que mimarla y consentirla (XXXIII), como con él
mismo hizo su madre (III). También lo apreciamos como un radical individualista, poco
preocupado por el bienestar de sus semejantes: en ese sentido, el positivismo científico y
filosófico en que se ha formado su generación no parecería haber hecho mella en Andrés,
esteta cuyo pesimismo, tan lejos de la confianza en la evolución de las sociedades hacia
estados superiores, representaría esa lectura de Schopenhauer en que se nos presenta
sumido el héroe (III). La inconsistencia de la formación de Andrés queda de relieve no sólo
en su suicidio ante la incapacidad de afrontar la desdicha, sino (como señala Gabriela
Nouzeilles) en su infructuosa consulta de un libro de Medicina (XL) del que es incapaz de
comprender una palabra, y en su desesperado recurso final a una fe religiosa que antaño
había despreciado.
Ni el pesimismo individual de Andrés ni su fracaso, por tanto, afectan al progreso de
la República favorecido por la cultura dominante. En este sentido, Andrés no es tan
diferente de esos «atorrantes», rastacueros y advenedizos, esos ciudadanos «inútiles» a
los que el organismo sano de la sociedad tiende a eliminar por su propia dinámica
evolutiva, permitiendo que sobrevivan los más aptos (léase los más trabajadores, cultos,
sanos y virtuosos). Fracasa Andrés como fracasan el José Dagiore de Argerich
(¿Inocentes o culpables?, 1884), el Emilio Love de Segundo I. Villafañe (Emilio Love,
1888), el «hombre de los imanes» de Manuel T. Podestá (Irresponsable, 1889) o, años
más tarde (1891), los novelescos especuladores bursátiles de Villafañe (Horas de fiebre) o
Julián Martel (La Bolsa), en un principio tan distintos del personaje cambaceriano no sólo
en cuanto a su origen, sino en cuanto a que ellos sí tienen la voluntad de ascender y
triunfar en la sociedad.
Más allá de esta lectura, uno de los mayores méritos artísticos de Sin rumbo es el
simbolismo artístico, extendido por la narrativa hispanoamericana de fin de siglo,
manifestado en diversos elementos recurrentes dentro de la novela o en la imagen literaria
irracionalista, llegando hasta la inconsciencia y el onirismo (XXVIII). A estos logros hay que
añadir también el de su cuidadosa estructuración y redacción, señalados frecuentemente
por la crítica: la circularidad de su trama en cuanto a los espacios y episodios que la
integran, la «invisibilidad» del autor y su recurso al estilo indirecto libre o al fluir de
conciencia del personaje la convierten en una muestra de maestría narrativa y prosa
artística únicas en la literatura de su época.
En la sangre
Después de su controvertida consagración como novelista con Sin rumbo, Eugenio
Cambaceres escribirá una cuarta y última, En la sangre, considerada unánimemente como
la más fiel a los principios del naturalismo. Resulta llamativo que fuera la menos polémica
de sus obras, recibida además con una gran expectativa (creada durante meses por el
diario Sud América, que la publicó en forma de folletín), porque ciertamente no le faltan
escenas brutales, personajes física o moralmente repugnantes, palabras vulgares y hasta
soeces ni tampoco posibles personajes en clave. Podría considerarse esto como una
muestra del triunfo de los principios zolianos en la literatura del Río de la Plata, aunque
igualmente como una «reconciliación» del novelista con su clase social, ya que En la
sangre desvía de ella el foco principal de su invectiva: en lugar de la problemática del
oligarca criollo, la narración se presentará esta vez como retrato descarnado de un
advenedizo hijo de inmigrantes, miembro de una nueva clase social en ascenso que
empieza a compartir la privilegiada posición de la aristocracia.
El tema del inmigrante ya tenía sus inmediatos precedentes en la novela argentina, de
los cuales es ¿Inocentes o culpables? el que tiene una conexión más evidente con En la
sangre. Ambas reflejan la preocupación planteada por Antonio Argerich de manera
explícita en su prólogo: el desmedido aumento de la población inmigrante, ya no de
escogida preparación técnica o académica (caso del propio padre de Cambaceres) sino
masiva y proletaria, y que en lugar de poblar el campo se hacinaba en nuevos barrios de
«conventillos» de la expansiva Buenos Aires. Un diferente tipo de «bárbaro» amenazaba la
ciudad ilustrada y ordenada desde dentro y llegando a la patria en aquellas naves de las
que, décadas atrás, un ahora desengañado Sarmiento, o el propio Cambaceres en sus
tiempos de parlamentario, habían esperado la regeneración demográfica y cultural.
Eugenio Cambaceres presta atención por primera vez, asimismo, al mundo del
obrero, no tanto por el protagonista de En la sangre, Genaro Piazza, que no tarda en
«desclasarse», sino por su padre el tachero napolitano de «resignación de buey» y
«rapacidad de buitre». Cambaceres, sin embargo, está lejos del talante obrerista de Émile
Zola, y la recreación en los primeros capítulos del ambiente del conventillo, que explica la
personalidad y el comportamiento del personaje, no busca tanto denunciar una situación
de injusticia sino tan solo presentarlo como indeseable. Nada parece sugerir que de la
modificación de ese medio pudiera surgir una población moral y laboriosa, puesto que en
definitiva es la «sangre» la que impondrá, por encima de otros factores, su influencia sobre
el comportamiento. El protagonista se adscribe a una raza «inferior», en este caso la
italiana, encarnada en el tachero bestial y su hijo amoral e intelectualmente incapaz. A este
respecto, no es necesario que un narrador omnisciente pontifique sobre las consecuencias
del heredismo, ya que el propio Genaro es consciente del origen familiar de sus
limitaciones. Nuevamente, la perspectiva de la novela recae sobre la conciencia del
protagonista, sin mayor desarrollo de los demás personajes, intensificándose el uso del
estilo indirecto libre.
Frente a la pasividad de los anteriores héroes cambacerianos, Genaro se distingue
por su dinamismo y una capacidad de supervivencia de que carecían otros arribistas
literarios antes referidos. El estímulo del protagonista de En la sangre para ascender en la
escala social será el resentimiento contra sus sanos condiscípulos criollos; y, a falta de
inteligencia, honestidad, valor y mesura, desarrollará su talento en la trampa, la violencia y
la mentira. Su escalada, aun presentada desde su propio punto de vista, no da lugar a
ambivalencias morales: es difícil que el lector pueda acabar simpatizando con un
personaje que, en definitiva, no debe superar ningún obstáculo injusto en su camino a la
fortuna. Es más, los propios vicios de la alta sociedad porteña acaban jugando a su favor:
un sistema educativo mediocre le permite acabar compartiendo aulas con la élite y
concluir, mal que bien, sus estudios; más tarde, unas costumbres familiares permisivas
pero muy celosas de las apariencias le permiten forzar, seducción y embarazo previos, su
matrimonio con una rica heredera.
En la sangre, pues, también dirige a la sociedad de su tiempo una crítica, ya no
nihilista e inmisericorde sino con tintes de advertencia: la barrera que separa la clase
dirigente de la clase obrera es porosa, y hay quien puede atravesarla para usurpar
posiciones preeminentes. El final abierto de En la sangre, con el maltrato de Genaro a
Máxima, tampoco se presta a la menor incertidumbre. Ni para la esposa, al fin plenamente
consciente de la bajeza moral de quien la ha seducido y ultrajado para despilfarrar luego
su fortuna en especulaciones inmobiliarias (una de las causas de la crisis económica que
habría de estallar al final de la década); ni tampoco para el lector que augura un
desdichado futuro a la joven y su hijo, destinado a perpetuar la sangre envenenada del
padre. De este modo, la amenaza familiar y social –la que lanza Genaro a Máxima: «te he
de matar un día de estos, si te descuidás»– lo acaba siendo para la totalidad de esa patria
que a la que Genaro odia y desprecia (XXXVIII: «Se reía él cuando los oía hablar de patria
a los otros, de patria y de patriotismo, decir con orgullo, llenándoseles la boca, que eran
argentinos... (…) ¡La patria... la patria era uno, lo suyo, su casa, la mejor de las patrias,
donde más gorda se pasaba la vida y más feliz!)».
Conclusión
Poco antes de iniciarse la difusión por entregas de En la sangre, Eugenio
Cambaceres había emprendido un nuevo viaje a Europa junto a Luisa Bacichi. Ejercía en
esta ocasión un cargo oficial, como simbolizando esa nueva aceptación por parte de la
élite: delegado de Argentina en la comisión oficial para la Exposición Universal de París de
1889. En la misma capital francesa Cambaceres contrajo finalmente matrimonio con Luisa.
Su desempeño en la organización del Pabellón Argentino en la Exposición rindió
excelentes resultados, pero antes de su inauguración, al verse agravada su dolencia
tuberculosa, emprendió el regreso a Buenos Aires. El 14 de junio de 1889, a los pocos
días de su regreso a la ciudad natal, Eugenio Cambaceres dejaba de existir.
Su breve obra novelesca, con todo el revuelo que levantó en el panorama literario de
su tiempo y las nunca vistas tiradas sucesivas de millares de ejemplares, sin duda se
convirtió en un referente inmediato de la novela argentina. Tal vez su mayor y más
clarividente defensa la pronunciara en 1885 Martín García Mérou: «El autor de Silbidos de
un vago ha fundado entre nosotros la novela nacional contemporánea». El juicio es
significativo al provenir de un antiguo adversario del naturalismo que más tarde, pese a
transigir con la escuela y dejarse influir por ella en su novela Ley social (que encierra
evidentes ecos de Música sentimental), negó que las novelas de Cambaceres pudieran
reducirse a la imitación del método de Zola.
Es digno de relieve el testimonio de aprecio a Cambaceres por sus contemporáneos
que encontramos en las dos más importantes novelistas del realismo en el Perú. En el
prólogo a su novela Blanca Sol, primero de sus ensayos sobre la cuestión del naturalismo,
Mercedes Cabello de Carbonera cita como modelos del nuevo realismo únicamente a los
franceses Zola y Daudet, el belga Camille Lemonnier y el argentino Cambaceres (en el que
alude a la acusación de haber «trazado retratos cuyo parecido el mundo entero
reconocía»). En cuanto a Clorinda Matto de Turner, la famosa defensora del indígena
andino en su novela Aves sin nido, empleará en su tercera novela Herencia (1893)
recursos presentes en la cambaceriana En la sangre, como un naturalismo que pretende
ser ortodoxo mediante la explícita y reiterada importancia de las taras hereditarias, más el
retrato despiadado del italiano impostor y arribista (que se despide de la narración con una
escena análoga a aquella en que Genaro azotaba a Máxima).
Sin embargo, no es tan fácil en la mayoría de los casos encontrar una filiación entre
Cambaceres y los novelistas posteriores; después de todo, la naciente –y creciente–
novela argentina abunda en motivos como la sátira social de tipos y ambientes en una
sociedad cambiante: decadentes y advenedizos, progreso y desaparición, ciudad y
campo… La misma evolución temática de la novela (sujeta, como realista, a la evolución
de la propia realidad) no tardaría en dejar algo obsoleta la problemática social de la obra
cambaceriana. Los apuros bursátiles de Genaro en los últimos capítulos de En la
sangre se empequeñecen ante el respetable corpus de novelas (con el referente añadido
de L’Argent de Zola) que provocan las posteriores quiebras de la Bolsa de Buenos Aires.
Desde las páginas, no tan anteriores, de dicha novela apenas puede anticiparse el
surgimiento y la expansión del movimiento obrero o la integración masiva de la población
de origen inmigrante a la vida nacional, que –actualizando el viejo espíritu sarmientino–
volverán a presentar como elementos regeneradores de la nación, y de su raza criolla
«gastada», narradores también de inspiración naturalista como Manuel T. Podestá,
Francisco Sicardi o Francisco Grandmontagne.
Lo cierto es que, entre la muerte de Eugenio Cambaceres y los años veinte de la
centuria posterior, sus cuatro novelas no volvieron a ser editadas, olvido sin embargo
compensado por su frecuente reaparición a partir de esta fecha. Las reediciones de
Cambaceres a lo largo del siglo pasado dan fe de su permanencia en el canon literario
argentino, aunque probablemente más como «pionero» de la novela nacional, a falta de
otros más representativos, que por una deliberada conciencia de su excepcionalidad como
escritor. La literatura argentina del siglo XX, en lectores y sobre todo en creadores, fue por
otros derroteros; del desdibujamiento de nuestro autor tal vez no tengamos mejor
testimonio que la desvaída alusión de Horacio Oliveira a su primera obra (o más bien al
título de esta, pues se aclara que no había leído a Cambaceres) en el capítulo 41
de Rayuela.
Es a la crítica académica de las últimas décadas que se debe la restitución a Eugenio
Cambaceres de una condición de precursor más profunda que la mera primacía
cronológica: esta la comparte con otros muchos, pero sólo en Cambaceres encontramos
una preocupación e innovación estilística que no sólo lo convierten en uno de los mejores
representantes del naturalismo decimonónico, capaz de combinar la «ortodoxia»
materialista de este con la perfección estilística, sino que lo llevan a formar parte de la
novela moderna. Cambaceres merece, como autor de Sin rumbo, figurar entre los pioneros
del gran movimiento modernista hispanoamericano, en sus variantes decadentista e
impresionista. Por su parte, Claude Cymerman considerará en su prólogo a Sin rumbo las
evocaciones pampeanas de Música sentimental como precursoras de las futuras páginas
regionalistas de Güiraldes, Larreta o Payró. En cuanto al decadentismo casi existencialista
de Sin rumbo, hay quien ha visto en él un anuncio del general pesimismo de novelistas,
ensayistas y cantautores argentinos del siglo XX (Alberto Julián Pérez), así como su
protagonista, Andrés, encarna como personaje culto e insatisfecho toda una crisis de clase
y época (Rita Gnutzmann) que será rastreable en personajes de Roberto Arlt, Juan Carlos
Onetti o el mismo Julio Cortázar. En concreto, el crítico Aden W. Hayes ha visto en
Cambaceres al fundador de la tradición ficcional que desemboca en Arlt, con sus
personajes caracterizados por su «idioma local, su aburrimiento y su disipación en BB.
AA., más la violencia, prefiguran el temor y el rechazo de Arlt a la vida urbana. Tentaciones
de muerte y suicidio prefiguran las del autor de las Aguafuertes…» (Roberto Arlt: la
estrategia de su ficción, Tamesis Books, London, 1981, p. 16). El crítico Javier de
Navascués, por su parte, ha reconocido en Sin rumbo anticipos de la novela Adán
Buenosayres (1948), tanto del héroe en busca de sentido como de la apreciación farsesca
de la sociedad porteña, lo cual podría extenderse igualmente a Potpourri («El viaje y la
teatralidad en Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal», en Revista Canadiense de
Estudios Hispánicos 21-2, 1997, p. 364). Por último, también en Rayuela encontramos,
subyacente a la mención susodicha y respaldada por la breve cita de Música
sentimental que constituye el capítulo 153, una identificación implícita entre el protagonista
Oliveira y los primeros héroes cambacerianos: Cortázar pudo haber descubierto en ellos
un anticipo de su mismo personaje, «argentino afrancesado» y escéptico «espectador al
margen del espectáculo».
Manuel Prendes Guardiola
(Universidad de Piura)
Bibliografía citada
Abrams, M. H. Natural Supernaturalism Tradition and Revolution in
Romantic Literature. New York: Norton, 1973.
Alberdi, Juan Bautista. Bases y puntos de partida para la organización de la
República Argentina. Buenos Aires: Plus Ultra, 1991.
——. Grandes y pequeños hombres del Plata. Buenos Aires: Editorial Plus
Ultra, 1991. Quinta edición.
——. «Palabras de un ausente en que explica a sus amigos del Plata los
motivos de su alejamiento». Obras completas. Buenos Aires: Imprenta de la
Tribuna Nacional, 1887. Tomo VII: 136-175.
——. Cartas sobre la prensa y la política militante en la República Argentina.
Obras completas. Buenos Aires: Imprenta de la Tribuna Nacional, 1886.
Tomo IV: 5-141.
——. El crimen de la guerra. Buenos Aires: Editorial Sopeña, 1957.
——. Fragmento preliminar al estudio del derecho. Buenos Aires: Editorial
Biblos, 1984. Introducción y notas de Ricardo Grinberg.
Alen Lascano, Luis. Rosas «El Gran Americano». Buenos Aires: Instituto
Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, s/f.
Almafuerte (Pedro B. Palacios). Obras completas Evangélicas-Poesías-
Discursos. Buenos Aires: Claridad, 1951.
——. Poesías completas. Buenos Aires: Editorial Losada, 1997. Edición de
Romualdo Brughetti, prólogo de Rubén Darío.
——. Obras inéditas. Buenos Aires: Editorial Losada, 1997. Estudio
preliminar, bibliografía y notas de María Minellono.
Alonso, Carlos. The Spanish American Regional Novel. Modernity and
Autochthony. Cambridge: Cambridge University Press, 1990.
Altamirano, Carlos y Beatriz Sarlo. Ensayos argentinos. De Sarmiento a la
vanguardia. Buenos Aires: Ariel, 1997.
Anderson, Benedict. Imagined Communities Reflections on the Origin and
Spread of Nationalism. New York: Verso, 1991. 2nd. edition, revised and
extended.
Ara, Guillermo. Ricardo Güiraldes. Buenos Aires: Editorial «La Mandrágora»,
1961.
Arciniegas, Germán. Bolívar y la revolución. Bogotá: Planeta, 1984.
Ascasubi, Hilario. Paulino Lucero. Edición de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy
Casares. Poesía gauchesca. México: Fondo de Cultura Económica, 1955.
Tomo I: 37-303.
Ashcroft, Bill. «Modernity First-Born: Latin America and Post-Colonial
Transformation». Alfonso de Toro, Fernando de Toro, Eds. El debate de la
postcolonialidad en Latinoamérica. Madrid: Vervuert-Iberoamericana, 1999.
13-29.
Bagú, Sergio. Vida de José Ingenieros. Buenos Aires: Eudeba, 1963.
Bagú, Sergio, José Campobassi y Juan P. Oliver. «Rivadavia, procer o mito.»
Haydée Gorostegui de Torres, editora. Historia Integral Argentina. Buenos
Aires: Centro Editor de América Latina, 1974. Vol. 2: 6-28.
Bakhtin, M. M. The Dialogic Imagination Four Essays. Austin: University of
Texas Press, 1981. Edited by Michael Holquist. Translated by Caryl Emerson
and Michel Holquist.
Barcia, Pedro Luis. Historia de la historiografía literaria argentina Desde los
orígenes hasta 1917. Buenos Aires: Ediciones Pasco, 1999.
Barrenechea, Ana María. «Sarmiento y el binomio Buenos
Aires/Córdoba». Revista Iberoamericana No. 143 (Abril-Junio 1988): 449-
460.
Bazán Figueras, Patricia. Eugenio Cambaceres Precursor de la novela
argentina contemporánea. New York: Peter Lang, 1994.
Blasi, Alberto Oscar. Los Fundadores Cambaceres Martel Sicardi. Buenos
Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1962.
——. «Ricardo Güiraldes y la escritura de Don Segundo Sombra». Ricardo
Güiraldes. Don Segundo Sombra. Prosas y poemas. Caracas: Biblioteca
Ayacucho, 1983. 131-155.
Bolívar, Simón. «Discurso de Angostura». José L. Romero, Luis A. Romero,
editores. Pensamiento político de la emancipación. Caracas: Biblioteca
Ayacucho, 1977. Vol. 2: 107-36.
Borges, Jorge Luis. Obras completas 1923-1972. Buenos Aires: Emecé, 1974.
——. El idioma de los argentinos. Buenos Aires: Seix Barral, 1994.
——. Obras completas en colaboración. Buenos Aires: Emecé, 1979.
Borges, Jorge Luis y Adolfo Bioy Casares, editores. Poesía gauchesca.
México: Fondo de Cultura Económica, 1955. 2 tomos.
Borges, Jorge Luis, en colaboración con Margarita Guerrero. El Martín Fierro
(1953). Obras completas en colaboración. Buenos Aires: Emecé, 1979. 511-
565.
Botana, Natalio R. El orden conservador La política argentina entre 1880 y
1916. Buenos Aires: Hyspamérica, 1986.
Brughetti, Romualdo. Vida de Almafuerte. Buenos Aires: Peuser, 1954.
Cambaceres, Eugenio. Pot-pourri Música sentimental. Madrid: Hyspamérica,
1984.
——. Sin rumbo. Buenos Aires: Editorial Abril, 1983.
——. En la sangre. Buenos Aires: Editorial Plus Ultra, 1994. Introducción y
edición de Teresita Frugoni de Fritzsche.
Carrero, Elena. «El periodismo», Adolfo Prieto, editor. Proyección del
rosismo en la literatura argentina. Rosario: Universidad Nacional del Litoral,
1953. 141-182.
——. Cassirer, Ernest. The Philosophy of the Enlightenment. Princeton:
Princeton University Press, 1968. Traducción de Fritz Koelln y James
Pettegrove.
Chávez, Fermín. José Hernández. Buenos Aires: Editorial Plus Ultra, 1973.
Criscenti, Joseph. «Sarmiento and Rosas: Argentines in Search of a Nation,
1810-1852». Joseph Criscenti, Editor. Sarmiento and His Argentina. Boulder:
Lynne Rienner Publishers, 1993. 97-129.
Cymerman, Claude. «Introducción». Eugenio Cambaceres. Sin rumbo.
Madrid: Cátedra, 1999.
Darío, Rubén. «Carta al señor Bartolomé Mitre y Vedia».
Almafuerte, Poesías completas. Buenos Aires: Editorial Losada, 1997. 11-23.
Darwin, Charles. Voyage of the Beagle. London: Penguin, 1989. (Primera
edición, 1839). Editado por Janet Browne y Michael Neve.
Dorra, Raúl. «Martín Fierro: la voz como forma del destino
nacional». Dispositio No. 40 (1990): 95-105.
Echeverría, Esteban. Dogma socialista de la Asociación de Mayo. Precedido
de una ojeada retrospectiva, sobre el movimiento intelectual en el Plata
desde el año 37. Buenos Aires: Editorial Perrot, 1958.
——. Obras completas. Buenos Aires: Ediciones Antonio Zamora, 1951.
Compilación y biografía de Juan María Gutiérrez.
——. El matadero. La cautiva. Madrid: Editorial Cátedra, 1986. Edición de
Leonor Fleming.
Espronceda, José de. Obras poéticas. México: Editorial Porrúa, 1986.
Fernández Bravo, Álvaro. Literatura y frontera Proceso de territorialización
en las culturas argentina y chilena del siglo XIX. Buenos Aires: Editorial
Sudamericana/ Universidad de San Andrés, 1999.
Feijoo, Benito Jerónimo. Teatro crítico universal. Madrid: Cátedra, 1993.
Edición de Ángel Raimundo Fernández González. Edición original 1740.
Foster, David William. The Argentine Generation of 1880 Ideology and
Cultural Texts. Columbia: University of Missouri Press, 1990.
Franco, Jean. «La cultura hispanoamericana en la época colonial». Luis Íñigo
Madrigal, compilador. Historia de la literatura hispanoamericana. Época
Colonial. Madrid: Cátedra, 1982. Tomo 1: 35-53.
Gálvez, Manuel. Vida de Sarmiento. El hombre de autoridad. Buenos Aires:
Emecé, 1945.
Garrels, Elizabeth. «El Facundo como folletín». Revista Iberoamericana 143
(Abril-Junio 1988): 418-447.
Ghiano, Juan Carlos. «Dos libros representativos: Martín Fierro y Don
Segundo Sombra». Boletín de la Academia Argentina de LetrasNos. 197-198
(1985): 119- 167.
——. «José Mármol». José Mármol. Amalia. México: Editorial Porrúa, 1971.
IX-LXII.
Gnutzmann, Rita. La novela naturalista en Argentina (1880-1900).
Amsterdam-Atlanta: Editions Rodopi, 1998.
Gobello, José, editor. Letras de tangos Selección 1897-1981. Buenos Aires:
Nuevo Siglo, 1997.
González, Aníbal. Journalism and Spanish American narrative. New York:
Cambridge University Press, 1993.
Gramsci, Antonio. La formación de los intelectuales. México: Editorial
Grijalbo, 1967. Traducción de Ángel González Vega.
Guglielmini, Homero. Mansilla. Buenos Aires: Ediciones Culturales
Argentinas, 1961.
Güiraldes, Ricardo. Don Segundo Sombra. Buenos Aires: Editorial Losada,
1971. Trigesimoprimera edición. Las citas textuales están tomadas de esta
edición.
——. Don Segundo Sombra. Prosas y poemas. Caracas: Biblioteca Ayacucho,
1983.
Gutiérrez, Eduardo. Juan Moreira. Buenos Aires: Editorial Universitaria de
Buenos Aires, 1961.
Gutiérrez, Juan María. «Discurso en la inauguración del Salón Literario del
23 de junio de 1837». Adolfo Prieto, editor. El ensayo romántico. Buenos
Aires: Centro Editor de América Latina, 1967. 29-41.
——. Escritores coloniales americanos. Buenos Aires: Raigal, 1957. Edición
de Gregorio Weinberg.
Halperín Donghi, Tulio. Una nación para el desierto argentino. Buenos Aires:
Centro Editor de América Latina, 1992.
——. José Hernández y sus mundos. Buenos Aires: Editorial Sudamericana,
1985.
——. editor. Proyecto y construcción de una nación (Argentina 1846- 1880).
Caracas: Editorial Ayacucho, 1980.
——. Revolución y guerra Formación de una élite dirigente en la argentina
criolla. Buenos Aires: Siglo XXI, 1994. Tercera edición.
——. El espejo de la historia Problemas argentinos y perspectivas
latinoamericanas. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1987.
Hernández, José. Martín Fierro. Buenos Aires: REI/Cátedra, 1980. Edición de
Luis Sáinz de Medrano.
——. Prosas de José Hernández. Buenos Aires: Editorial Futuro, 1944.
Selección de Enrique Herrero.
——. Instrucción del estanciero. Buenos Aires: Editorial Sopena, 1940.
Ibarra, Ana Carolina. Doce textos argentinos sobre educación. México:
Secretaría de Educación Pública, 1985. 35-78.
Ingenieros, José. La evolución de las ideas argentinas. Buenos Aires: L. J.
Rosso y Cía., 1920.
——. Sociología argentina. Buenos Aires: Hyspamérica, 1988.
——. Los tiempos nuevos. Buenos Aires: Editorial Tor, 1956.
——. El hombre mediocre. México: Editores Mexicanos Unidos, 1985.
——. Las fuerzas morales. Buenos Aires: Ediciones Siglo XX, 1985.
Katra, William. The Argentine Generation of 1837. Echeverría, Alberdi,
Sarmiento, Mitre. Cranbury: Associated University Presses, 1996.
Lapido, Graciela y Beatriz Spota de Lapieza Elli, recopiladoras y
traductoras. The British Packet: de Rivadavia a Rosas. Buenos Aires:
Solar/Hachette, 1976.
Leumann, Carlos Alberto. El poeta creador. Cómo hizo Hernández «La vuelta
de Martín Fierro». Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1945.
Lojo, María Rosa. La «barbarie» en la narrativa argentina (Siglo XIX). Buenos
Aires: Corregidor, 1994.
Ludmer, Josefina. El cuerpo del delito Un manual. Buenos Aires: Perfil Libros,
1999.
——. El género gauchesco. Un tratado sobre la patria. Buenos Aires:
Editorial Sudamericana, 1988.
Lugones, Leopoldo. El payador. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1991.
Lynch, John. Juan Manuel de Rosas 1829-1852. Buenos Aires: Emece
Editores, 1984. Traducción de Benigno Andrada.
——. Bourbon Spain, 1700-1808. Cambridge, Mass.: Blackwell, 1989.
Mansilla, Lucio V. Una excursión a los indios Ranqueles. Caracas: Biblioteca
Ayacucho, 1984. Edición y prólogo de Saúl Sosnowski.
——. Rozas Ensayo Histórico-Psicológico. Buenos Aires: A-Z editora, 1994.
Mármol, José. Amalia. México: Editorial Porrúa, 1971. Prólogo de Juan
Carlos Ghiano.
——. Cantos del peregrino. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos
Aires, 1965. Edición crítica de Elvira B. de Meyer.
Martínez Estrada, Ezequiel. Muerte y transfiguración de Martín Fierro.
México: Fondo de Cultura Económica, 1948. 2 volúmenes.
Masiello, Francine. Between civilization and barbarism: women, nation, and
literary culture in modern Argentina. Lincoln: University of Nebraska Press,
1992.
Mercado, Juan Carlos. Building a Nation The Case of Echeverría. Lanham:
University Press of America, 1996.
Meyer, Elvira B. de. «El nacimiento de la novela: José Mármol». Adolfo
Prieto, Director. Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires: Centro
Editor de América Latina, 1968. 3 tomos. Tomo 1: 217- 240.
Minellono, María. «Estudio preliminar». Almafuerte, Obras inéditas. Buenos
Aires: Editorial Losada, 1997. 9-90.
Mármol, José. Amalia. México: Editorial Porrúa, 1971.
Monti, Laura. «Women in Sarmiento». Joseph Criscenti, ed. Sarmiento and
His Argentina. Boulder: Lynne Rienner Publishers, 1993. 91-96.
Moretic, Yerko. «Acerca de las raíces ideológicas del Modernismo
Hispanoamericano». Lily Litvak, editora. El Modernismo. Madrid: Taurus,
1975. 51-64.
Myers, Jorge. «Las formas complejas del poder: la problemática del
caudillismo a la luz del régimen rosista». Noemí Goldman, Ricardo Salvatore,
compiladores. Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo
problema. Buenos Aires: EUDEBA, 1998. 83-100.
Newton, Lily Sosa de. Genio y figura de Hilario Ascasubi. Buenos Aires:
Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1981.
Nouzeilles, Gabriela. Ficciones somáticas Naturalismo, nacionalismo y
políticas médicas del cuerpo (Argentina 1880-1910). Rosario: Beatriz Viterbo
Editora, 2000.
Onega, Gladys. La inmigración en la literatura argentina (1880-1910).
Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1982.
Pagés Larraya, Antonio. Prosas del Martín Fierro. Buenos Aires: Editorial
Raigal, 1952.
Palcos, Alberto. Historia de Echeverría. Buenos Aires: Editorial Emecé, 1960.
Pena de Matsushita, Marta. Romanticismo y política. Buenos Aires: Editorial
Docencia, 1985.
Pérez, Alberto Julián. «El imaginario de la República en el Río de la
Plata». Modernismo, vanguardias, posmodernidad Ensayos de literatura
hispanoamericana. Corregidor: Buenos Aires, 1995. 9-26.
Ponce, Aníbal. José Ingenieros Su vida y su obra. Buenos Aires: Héctor
Matera, 1948.
Popolizio, Enrique. Vida de Lucio V. Mansilla. Buenos Aires: Editorial
Pomaire, 1985.
Previtali, Giovanni. Ricardo Güiraldes and Don Segundo Sombra Life and
Works. New York: Hispanic Institute in the United States, 1963.
Prieto, Adolfo. El discurso criollista en la formación de la Argentina
moderna. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1988.
——. ed. Proyección del Rosismo en la Literatura Argentina. Rosario:
Universidad Nacional del Litoral, 1959.
——. «Las ciento y una: el escritor como mito político». Revista
Iberoamericana No. 143: 477- 489. Abril-Junio 1988.
Rama, Ángel. Los gauchipolíticos rioplatenses. Buenos Aires: Centro Editor
de América Latina, 1982.
Ramos, Julio. «Entre otros: Una excursión a los indios Ranqueles de Lucio V.
Mansilla». Filología Vol. 21, No. 1, 1986: 143-171.
——. «Saber del otro: escritura y oralidad en el Facundo de D. F.
Sarmiento». Revista Iberoamericana 143 (1988): 551-559.
Ramos Mejía, José María. Las multitudes argentinas. Buenos Aires: J.
Lajouave y Cía. Editores, 1907. Novena edición corregida.
Rivera, Jorge B. «Prólogo». Eduardo Gutiérrez. Juan Moreira. Buenos Aires:
Centro Editor de América Latina, 1993.
Rock, David. Authoritarian Argentina. The Nationalist Movement, Its History
and Its Impact. Berkeley: University of California Press, 1993.
Rodríguez Monegal, Emir. Jorge Luis Borges A Literary Biography. New York:
Paragon House, 1988.
Rojas, Ricardo. Historia de la literatura Argentina. Ensayo filosófico sobre la
evolución de la cultura en el Plata. Buenos Aires: Editorial Kraft, 1960. 9
tomos. Edición original: 1917-22.
Romano, Eduardo. Sobre poesía popular argentina. Buenos Aires: Centro
Editor de América Latina, 1983.
Romero, José Luis. Las ideas políticas en Argentina. México: Fondo de
Cultura Económica, 1956.
——. El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX. México:
Fondo de Cultura Económica, 1965.
——. Situaciones e ideologías en Latinoamérica. México: Universidad
Nacional Autónoma de México: 1981. Compilación de Luis A. Romero.
Rosas, Juan Manuel de. Instrucciones a los mayordomos de estancias.
Buenos Aires: Editorial Americana, 1942.
Rosasco, Eugenio. Color de Rosas. Buenos Aires: Editorial Sudamericana,
1992.
Rousseau, Jean Jacques. El contrato social. Buenos Aires: Compañía Fabril
Editora, 1961. Traducción de Enrique de la Rosa.
Rodó, José Enrique. Ariel Motivos de Proteo. Caracas: Ayacucho, 1976.
Said, Edward W. Representations of the Intellectual. New York: Vintage
Books, 1996.
——. Orientalism. New York: Pantheon, 1978.
——. Culture and Imperialism. New York: Vintage Books, 1994.
Saldías, Adolfo. Buenos Aires en el Centenario. Buenos Aires: Hyspamérica,
1988. 3 tomos.
Sampay, Arturo Enrique. Las ideas políticas de Juan Manuel de Rosas.
Buenos Aires: Juárez Editor, 1972.
Sarmiento, Domingo F. Facundo Civilización y barbarie. Madrid: Cátedra,
1990. Edición de Roberto Yahni.
——. Viajes. Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1981.
——. Recuerdos de provincia. Madrid: Anaya y Mario Muchnik, 1992. Edición
de María Caballero Wangüemert.
Schade, George. «El arte narrativo en Sin rumbo». Revista
Iberoamericana No. 102-103 (1978): 17-29.
Shumway, Nicolás. The Invention of Argentina. Berkeley: University of
California Press, 1991.
——. «Sarmiento and the Narrative of Failure». Joseph Criscenti,
editor. Sarmiento and His Argentina. Boulder: Lynne Rienner Publishers,
1993.51-60.
Slatta, Richard. Gauchos and the Vanishing Frontier. Lincoln: University of
Nebraska Press, 1982.
Soler, Ricaurte. El positivismo argentino Pensamiento filosófico y sociológico.
Buenos Aires: Paidós, 1968.
Sommer, Doris. Foundational Fictions. The National Romances of Latin
America. Berkeley: University of California Press, 1991.
Sorensen Goodrich, Diana. «La construcción de los mitos nacionales en la
Argentina del Centenario». Revista de Crítica Literaria Latinoamericana No.
47 (1998): 147-166.
Terán, Óscar. José Ingenieros: pensar la nación. Antología de textos. Buenos
Aires: Alianza Editorial, 1986.
——. Positivismo y nación en la Argentina. Buenos Aires: Puntosur Editores,
1987.
——. Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910) Derivas de
la «cultura científica». Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000.
de Toro, Fernando. «From Where to Speak? Post-Modern/Post-Colonial
Positionalities». Fernando de Toro, Alfonso de Toro, Editors. Borders and
Margins Post-Colonialism and Post-Modernism. Frankfurt am Main:
Verbuert Verlag-Iberoamericana, 1995. 131-149.
Verdevoye, Paul. Domingo Faustino Sarmiento, educar y escribir opinando
(1839-1952). Buenos Aires: Plus Ultra, 1988.
Viñas, David. Literatura argentina y realidad política. Buenos Aires: Centro
Editor de América Latina, 1982.
Weinberg, Félix, editor. El salón literario. Buenos Aires: Librería Hachette,
1958. Estudio preliminar de Félix Weinberg.
Zea, Leopoldo. Filosofía de la historia americana. México: Fondo de Cultura
Económica, 1978.
Zimmermann, Eduardo. Los liberales reformistas La cuestión social en la
Argentina 1890-1916. Buenos Aires: Editorial Sudamericana/ Universidad de
San Andrés, 1995.
Zum Felde, Alberto. Índice crítico de la literatura hispanoamericana Los
ensayistas. México: Editorial Guarania, 1954.