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Creo yo que si hay algo que captura la esencia de la vida de Cristo era su pasión
por hacer precisamente eso, que cada paso que dio, cada palabra que dijo y toda
obra que logró fue hecha siempre con la intención de obedecer toda palabra que
sale de la boca de Dios.
Hoy, en este escenario donde estoy exponiendo podemos ver todas esas Biblias
que están puestas en las estanterías, vemos la diversidad de formas y tamaños,
versiones y ediciones, y con las justas encontraremos una casa en EEUU donde
no haya al menos una versión de la Biblia que esté guardada en un librero.
No nos hace bien si solo tenemos un alto concepto de las Escrituras, pero
desconocemos lo que se encuentra en sus páginas sagradas, y sé que muchas
personas cristianas comienzan con gran determinación al inicio de su vida
cristiana y dicen: ‘Yo voy a leer la Biblia de principio a fin’. He hablado con grupos
en distintas partes a quienes les pregunto: ¿Cuántos de ustedes han leído el libro
del Génesis? Y la mayoría levanta la mano.
Y luego les digo: Ok, ¿y qué de Exódo? Levantan su mano. ¿Levítico? Las
manos empiezan a bajar. ¿Y Números? ¿Deuteronomio? Las manos continúan
disminuyendo. Luego me miran y dicen: ‘Es que no tengo la menor idea cómo
leer el Antiguo Testamento. Los detalles me son extraños, son raros.’ Y cosas
por el estilo.
Pero toda la Escritura nos ha sido dada por Dios para nuestra instrucción, para
probarnos y para nuestra edificación. En el pasado he visto que si empezamos
con un estudio amplio de los principales temas de las Escrituras, eso puede
darnos ‘los ganchos’ por así decirlo, para colgar nuestro sombrero, y luego volver
y ver cada libro de la Biblia, y finalmente cada versículo.
Lo que espero que podamos lograr en este breve tiempo juntos es encender un
fuego en nosotros, para que podamos renovar nuestra determinación de dominar
el contenido de la Sagrada Escritura. Dicho esto, empecemos nuestro estudio en
la primera página. El primer capítulo en el libro de Génesis, empezando en el
verso 1.
Veamos qué enseñanza encontramos en el texto. Leemos las siguientes
palabras en la primera página de la Escritura: “En el principio creó Dios los cielos
y la tierra”. Esa es la primera declaración, la primera afirmación que encontramos
en la Santa Biblia y hay tres palabras en esta primera oración que creo son de
vital importancia si es que vamos a iniciar bien, a fin de entender la totalidad del
alcance de la historia redentora, del polvo a la gloria.
Esas tres palabras son: ‘principio’, ‘Dios’, ‘creó’ porque en estas tres palabras
tenemos las afirmaciones centrales del cristianismo bíblico, que aparta al
cristianismo de toda forma de ateísmo, toda forma de naturalismo, toda forma de
secularismo, de humanismo, de existencialismo y todos los otros ‘ismos’ que
compiten con la fe cristiana por captar la lealtad de la gente en nuestros días. Se
podría decir que la frase más controversial de toda la Escritura, es esta primera
que dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.
Lo que estamos diciendo es que hay una historia, y que esta historia tiene un
punto de partida en el tiempo y que el tiempo mismo tiene un comienzo. Ahora,
eso puede parecer algo que simplemente damos por sentado, pero no se da por
sentado en los medios filosóficos que compiten en nuestra cultura hoy en día.
Y que todo da vueltas y vueltas y vueltas sin un principio y sin un final. Esto es
capturado o resumido en una de las piezas más importantes de la literatura en
el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el libro de Eclesiastés aborda la noción
pagana del escepticismo que está vinculada con esta idea, donde el sol se pone
(de ahí tomó prestado Hemmingway para el título de su libro) el sol también sale
y luego se pone, y vuelve a salir, se pone, sale. Y empiezas a ver este ciclo que
lleva a la conclusión de que no hay comienzo con propósito, no hay un punto
final específico de la historia humana o de la historia natural, y el resultado es
vanidad de vanidades.
Ahora, sabemos que incluso en las teorías cosmológicas modernas, hay mucho
debate sobre cómo el universo llegó a la forma actual y a su actual estructura.
Los cosmólogos, como Jastrow, dicen que tal vez la montaña que los científicos
están escalando hoy en día, cuando lleguen a la cima de…. esa…. montaña,
encontrarán a los teólogos esperando por ellos, ya alrededor de la carpa,
esperando para decirles que tiene que haber una fuerza externa para que algo
cambie, se mueva o llegue a existir. Porque lo único que sabemos con certeza,
incluso aparte de la obra de la Sagrada Escritura, es que si alguna vez hubo un
momento cuando no había nada, todo lo que hubiera ahora sería nada, Incluso
no sería correcto decirlo porque tú no puedes decir que no habría nada porque
nada no existe, y el término “que no hay nada” sería auto-contradictorio ¿cierto?
La idea aquí es que hay una diferencia radical entre toda la existencia de las
criaturas, todo lo que es parte de este universo temporal finito y su autor. Por eso
el cristianismo no se detiene al simplemente afirmar: “En el principio” sino que
dice: “En el principio Dios…” Hasta ahora, no hay ningún argumento para la
existencia de Dios. Todo lo que tenemos al inicio de la Sagrada Escritura es la
declaración audaz de que Dios es el autor de todo lo que existe.
“En el principio Dios…” Si hay alguna especie de principio para cualquier cosa,
lo que tiene un principio en el tiempo debe tener algo que le preceda o no podría
comenzar. Es sencillamente otra manera de decir lo que dije hace un momento,
si alguna vez hubo un momento en que no había nada, no podría haber algo
ahora.
Todo lo que estoy haciendo es tomar sustancias que ya existen, les doy forma,
los mezclo y los organizo sobre un lienzo; así que, la creatividad que tiene el
artista es una creatividad a medias, una creatividad en el marco de algún tipo de
medio.
Pero el punto de vista bíblico es mucho más sorprendente que eso debido a que
el punto de vista bíblico presenta un acto de creación donde no hay medio. No
es como si hace 15 a 18 mil millones de años, Dios bajó con su pincel y su paleta
y empezó a mezclar su pintura, y a dar forma, y a imaginar y a dibujar, y a
organizar una imagen.
No, no había pintura, no había pinceles. Tampoco había paleta, ni lienzo. Y por
eso, en teología bíblica, cuando nos acercamos al relato bíblico de la creación,
entendemos este principio que Dios crea ex nihilo, que significa “de la nada”
Que no hay materia pre-existente que Él forme, genere o arregle, sino que lo que
existe llega a ser, a través de este poder activo que sólo Dios tiene. Como indica
el Nuevo Testamento en los escritos del apóstol Pablo, que solo Dios tiene el
poder de traer vida de la muerte y algo de la nada. ¿Cómo lo hizo? De Nuevo,
creo que hay un gran valor en seguir el movimiento de los cuerpos celestes y
especular sobre lo que sucede cuando varios gases y elementos chocan entre
sí y se mezclan, y cómo se forman los mares y cómo crecen las flores.
Creo que hay un gran, gran valor en el estudio del reino natural. Dios mismo nos
ha llamado a hacer eso. Pero ningún estudio que describa las cosas que suceden
entre los intrincados patrones y en el funcionamiento de las fuerzas de la
naturaleza, puede dar cuenta de esto.
Otra vez, la Biblia no nos da una descripción científica de cómo Dios lo hace. Lo
único que se nos dice en Génesis sobre el modo de la creación de Dios es que
Él crea por el hablar de Su palabra. San Agustín le llama a esto el Imperativo
Divino. El imperativo Divino o el Fiat Divino, no se confundan con el pequeño
auto italiano.
Imaginen, no solo una casa vacía, una cama vacía, un garaje vacío; sino que,
imaginen un universo vacío, sin forma, la nada. Oscuridad, la oscuridad en sí
misma es un término negativo porque la oscuridad no se trata de la presencia de
algo, sino que es la ausencia de algo, la ausencia de luz. Todo lo que tenemos
hasta ahora en esta descripción es el vacío, el desorden, el abismo y la
oscuridad.