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GEOGRAFIA AMERICANA Y ARGENTINA.

(Viviana Miniello)

2do de Historia. FINAL.

Tema: El campo argentino, la región pampeana y extra pampeana en interacción con la


“agroindustria”

En los últimos años, la Argentina se ha especializado en la producción de componentes


tradicionales de la canasta agrícola así como en los llamados productos diferenciados, es
decir, aquellos con certificación de calidad. Esta producción diferenciada o especializada es
posible a partir de la incorporación de nuevas tecnologías que permiten reducir costos y
responder a las necesidades de la demanda externa, asegurando buenos niveles de
rentabilidad. La contracara de este proceso es un notable aumento en la artificialización de
los ecosistemas y en la realización de intensas prácticas de laboreo.

Generalmente, en la agricultura especializada se trabaja por contrato, es decir, se estipulan


de antemano las condiciones de producción, distribución, presentación y precio; además,
en su gran mayoría se realiza en campos arrendados. En los últimos años han cambiado las
modalidades productivas y tecnológicas en materia de granos y carnes, y en otros rubros
no tradicionales, como cítricos, legumbres y hortalizas. Estas producciones de alta calidad y
rendimiento se destinan al mercado exportador.

Los principales operadores en granos del mundo se han instalado en el campo argentino,
donde realizan labores cada vez más intensivas y más especializadas, al mismo tiempo que
grupos de inversores no agropecuarios cultivan por contrato. Para facilitar el desarrollo de
la producción, crecieron las inversiones en infraestructura y se han construido en el litoral
fluvial y marítimo puertos y numerosas plantas industriales que transforman la producción
primaria. Actualmente, Argentina se ubica entre los primeros exportadores mundiales de
aceite de girasol y de soja y de harina proteica derivada de dichas oleaginosas.

El nuevo perfil productivo

Históricamente la Argentina en el siglo XX, junto a otros países como, los EE.UU., fue un
proveedor importante de carnes y cereales a la economía mundial. Asimismo, esas
exportaciones -carne vacuna, trigo, maíz, etc.- eran alimentos básicos de consumo popular
masivo en el orden económico interno.

Se trataba de una producción centrada en la región pampeana, que abarca La Pampa,


Córdoba, Santa fe y Buenos Aires

Sus principales cultivos eran:

 Los cerealeros: Trigo y Maíz y


 los oleaginosos, Girasol y soja.

Estos dos tipos de cultivo en el Noroeste (de clima más cálido) también se han expandidos,
aunque la producción no tiene la magnitud que en el área pampeana.
En el Noreste, en Entre Ríos y Corrientes, se destaca el cultivo de arroz.

En las regiones extra pampeanas, compuesta por las provincias del Noreste, el Noroeste,
Cuyo y la Patagonia, se producían los tradicionales cultivos industriales en su mayor parte
orientados hacia el mercado interno. Se trata, entre otros de:

 la caña de azúcar (complejo azucarero)


 el tabaco (complejo tabacalero), de Salta, Tucumán y Jujuy;
 el algodón (en Santiago del Estero y Chaco);
 la yerba mate y el té (complejo te-yerbero) en Corrientes y Misiones.
 Los complejos frutihorticolas, Se destacan los cítricos en algunas zonas cálidas y
húmedas; por ejemplo, limones en Tucumán, mandarinas y naranjas en Entre Ríos.
peras y manzanas en el Alto Valle del río Negro, o vid en San Juan y Mendoza.
 Las hortalizas (Jujuy) se obtiene la mayor producción de hortalizas de invierno.
También sobresale el cultivo de tomate en Mendoza, que se destina principalmente
a la producción de conservas.

Se los denomina industriales porque, aunque pertenecen a especies muy diferentes, no


tienen utilidad alguna recién cosechados, si no son sometidos a algún tipo de
procesamiento industrial; por ejemplo, el secado en el caso de la yerba o el tabaco, el
desmote del algodón y su secado.

En este sentido, en la Argentina se producía la casi totalidad de los alimentos que consumía
su población, salvo algunos productos tropicales como el café, etcétera. Ese potencial para
producir alimentos lo realizaban fundamentalmente productores medianos y pequeños,
que constituían – en términos comparativos con otros países latinoamericanos – una parte
importante del conjunto de los productores agropecuarios. Si bien en 1960 en la Argentina
las denominadas “propiedades rurales multifamiliares medianas y grandes” (en lo esencial,
el latifundio) controlaban más de la mitad de la superficie y producción agropecuaria (por
ejemplo en Brasil, Chile, Ecuador y Guatemala controlaban una proporción aún mayor). Las
“propiedades rurales familiares”, o sea, los “productores medianos y pequeños”, ocupaban
45% de la superficie y producían 47% de la producción total, proporciones mayores a las
que ocupaban y producían ese estrato de explotaciones en otros países de América Latina.
Todo ello indicaba la importancia relativa que tuvieron en Argentina los productores
familiares. Hacia los años 1970 se establecen nuevas variedades de cereales y oleaginosas
en el campo pampeano, y se introduce la doble cosecha. En vez de alternar la producción
agrícola con la ganadera se va produciendo una mayor “agriculturización” basada en las dos
cosechas agrícolas anuales. La transformación del campo argentino se sustentó en la soja y
el paquete tecnológico que la acompañó, a costa de la ganadería y de otros cereales
tradicionales. Se trataba de la aplicación que tardía en nuestro país algunos rasgos de la
“revolución verde”. A partir de entonces la Argentina emerge, en los términos como un
“nuevo país agropecuario” en una analogía con los denominados “nuevos países
industrializados” del sudeste asiático. Desde entonces la producción sojera no deja de
aumentar año tras año. Si bien Friedmann, citado por Teubal, Rodriguez, se refiere
fundamentalmente al Brasil, su percepción en esta materia podía también ser aplicable a la
Argentina. Ambos países, conjuntamente con los EE.UU., se transformaron en los
principales exportadores de soja a la economía mundial. Hacia mediados de la década de
los años 1990, se da un nuevo salto tecnológico en el agro argentino. En 1996 comienza la
implantación de la semilla transgénica de la soja, comercialmente llamada “RR”, cuyas siglas
en inglés significan “Roundup Ready”. Roundup es la marca comercial del glisofato,
herbicida al cual es resistente la soja RR. El paquete tecnológico consiste en combinar esta
semilla con el glifosato, utilizado en cantidades cada vez mayores. Tanto la semilla RR como
el glifosato Roundup son producidos por Monsanto. En base a esta nueva biotecnología de
los transgénicos, la Monsanto y sus licenciatarias en la Argentina han podido inducir a los
productores a incorporar un paquete tecnológico controlado por ellas al hacer que la soja
incorpore genéticamente la resistencia a su propio agroquímico, el glifosato. La
introducción de este paquete tecnológico ha aumentado la dependencia de los agricultores
respecto de las grandes empresas transnacionales proveedoras de semillas e insumos
agrícolas. En este marco adquiere mayor preeminencia el complejo sojero. Algunas pocas
grandes empresas semilleras transnacionales como Monsanto y Novartis son las empresas
que no sólo proveen la semilla sino también el paquete tecnológico y los agroquímicos que
la acompañan, los cuáles el productor se ve inducido a comprar indefectiblemente una vez
que introduce el transgénico.

Espacios agrarios

Se puede afirmar, que cada vez se producen más materias primas para las industrias y
menos alimentos para el consumo directo, en los espacios agrarios. También son cada vez
mayor la cantidad de alimentos y materias primas destinadas al mercado internacional.
Esto permite que diferenciemos dos tipos disímiles de espacios agrarios en nuestro país:
por un lado, aquellos en los que las actividades agrarias están orientadas al mercado
externo, y por el contrario aquellos otros espacios donde esas actividades se dirigen para
satisfacer a la población del país, es decir, la demanda del mercado interno.

Orientación al mercado externo

Ciertas áreas de nuestro país se destacan porque desde hace mucho tiempo son áreas que
exportan productos derivados de la actividad agrícola. El mejor ejemplo es, el del área
pampeana que dicta su organización desde fines del siglo XIX.
Sin bien las innovaciones tecnológicas han sido constantes, hacia 1950 la actividad agraria
pampeana registra un importante proceso de transformación tecnológica, sobre todo con
la incorporación del tractor y de las cosechadoras mecánicas a la producción agrícola. Desde
mediados de la década de 1970 se incorporaron otras tecnologías, como ciertas variedades
de trigo y maíz de alto rendimiento, y se extiende el uso de fertilizantes y plaguicidas.

Además este proceso fue acompañado por un importante aumento de los precios de
algunos cultivos en el mercado internacional, entre ellos la soja: ello promovió la
introducción y rápida expansión de este cultivo en el área pampeana, sustituyendo a los
cereales, sobre todo el maíz y el sorgo granífero, y el de otras oleaginosas, por ejemplo el
lino. Sin embargo, también se utilizaron otras zonas, antiguamente ganaderas para tal
producción. Esto sucedió principalmente en el este, centro y norte de la provincia de
Buenos Aires, el este de la provincia de Córdoba y el sur y centro de la provincia de Santa
Fe.

Finalmente, desde mediados de esa década se comenzaron a incorporar nuevos espacios


agrarios a la producción destinada al mercado internacional. Las causas de este cambio
están relacionadas con la modernización de antiguas explotaciones o por la instalación de
nuevas empresas agrarias, como el caso del Alto valle del río Negro con sus explotaciones
frutícolas, o en Jujuy y Salta. Pero las más recientes son las explotaciones de arroz en Entre
Ríos y Corrientes. Cabe mencionar, que otra causa es que se produjo la introducción de
cultivos tradicionales del área pampeana, como la soja en el este de Tucumán o el girasol
y el sorgo en el Chaco; proceso que se lo conoce como Pampeanización (traslado de
cultivos y técnicas típicas del área pampeana a otros ámbitos).

Orientación hacia el mercado interno

Son muy heterogéneos entre sí los espacios agrarios cuya producción está destinada al
mercado interno. Esto se puede explicar ya que, en algunas zonas se practica una
agricultura intensiva, caracterizada por la aplicación de una mayor proporción de trabajo o
tecnología por unidad de tierra, en comparación con otras actividades, este tipo de
actividad utiliza mucha mano de obra y en algunos casos capital; es el caso de los pequeños
y medianos productores algodoneros en el Chaco y Formosa, o el cultivo de la vid, en
Mendoza.

Y en otras zonas se practica una agricultura extensiva, caracterizada por la utilización de


una mayor proporción de tierra respecto del trabajo y la tecnología. Además este tipo de
actividad requiere proporcionalmente más tierra que mano de obra o capital, como es el
caso de los productores de maíz y mandioca en Formosa.

Es importante destacar que, las actividades agrarias de estos espacios tuvieron una gran
expansión hasta la década de 1960, al mismo tiempo que crecía el consumo de productos
agrarios en el mercado interno. A partir de ese momento, gran parte de los productores de
estas áreas han sufrido problemas de sobreproducción, es decir, producen más de lo que
se consume, lo cual ha llevado a un descenso de los precios de sus productos. Estas
situaciones afectaron en mayor medida a aquellos productores que realizan un solo cultivo
y que no son propietarios de las tierras que trabajan.

Para superar esos problemas, muchos productores que disponían del capital necesario han
intentado optimizar la calidad de sus productos incorporando nuevas tecnologías. Otros
cambian el tipo de cultivos que realizan o diversifican su producción, incorporando otros
cultivos o la cría de algún ganado.

USO DE AGROQUÍMICOS: Los agroquímicos constituyen un elemento esencial dentro de la


agricultura moderna para incrementar los rendimientos de los cultivos. En la Argentina su
uso está cada vez más generalizado y han constituido un gran sostén para el crecimiento
agrícola, tanto de las áreas recientemente incorporadas a la agricultura como de aquellas
tradicionalmente agrícolas a través del aumento de los rendimientos.

Entre los agroquímicos se encuentran los fitosanitarios, productos destinados a la


protección de los cultivos, que permiten su adecuado desarrollo sanitario. Entre ellos: los
herbicidas (controlan las malezas que invaden los cultivos), los insecticidas (controlan los
insectos perjudiciales), los acaricidas, funguicidas y bactericidas (combaten ácaros, hongos
y enfermedades bacterianas respectivamente).
Otro de los productos agroquímicos fundamentales son los fertilizantes. Estos reponen al
suelo los nutrientes que se lleva la cosecha. Al igual que en el caso anterior, la utilización de
fertilizantes se ha incrementado notoriamente.

SEMILLAS MEJORADAS Y TRANSGÉNICAS: Las semillas mejoradas son aquellas cuyo


material genético ha sido modificado a través de la incorporación de información que les
permita adquirir una característica que antes no tenían, por ejemplo, mayor rendimiento,
mejor resistencia a enfermedades, mayor valor nutricional, mejor sabor de las frutas y
hortalizas, entre otras cualidades.

Un tipo de semillas mejoradas son las semillas híbridas, que surgen del cruce de plantas de
diferentes tipos dentro de la misma especie, las cuales tienen ciertos caracteres deseados,
que se combinan en su descendencia. Otro tipo son las semillas transgénicas. Se trata de
semillas que han sido modificadas genéticamente a través del injerto de genes de otras
especies vegetales o animales o bien del aislamiento y modificación de sus propios genes y
su reintroducción en la especie original.

Las semillas modificadas genéticamente son comercializadas, en general, por algunas pocas,
pero muy grandes, empresas multinacionales, como Cargill o Monsanto. La empresa
Monsanto ha desarrollado una serie de semillas transgénicas de amplia difusión en la
Argentina, especialmente en el caso de la soja.

Nuevos sistemas de producción: la siembra directa

Una de las principales innovaciones de los últimos tiempos en la agricultura argentina lo


constituye la difusión de la siembra directa como sistema de producción. Se trata de un
sistema en el cual se cultiva sobre un suelo que no ha sido arado previamente, es decir,
sobre el rastrojo o residuos del cultivo anterior.

Esto presenta una serie de ventajas desde el punto de vista agronómico y técnico:

• Favorece la conservación de la cobertura del suelo al evitar o disminuir la erosión.


• Mejora el aprovechamiento del agua, ya que mantiene la humedad del suelo al quedar
cubierto por una capa de biomasa (rastrojo), que retarda la pérdida de humedad por
evaporación.

• Mejora la actividad biológica y aumenta el contenido de materia orgánica en el suelo.

• Mejora la eficiencia en el uso de! tiempo, ya que reduce la cantidad de labores necesarias.

• Reduce el uso de maquinarias (y de combustible) y personal.

Pero también presenta algunas desventajas. En los sistemas de labranza convencionales, el


arado se usa, entre otras cosas, como método de control de las malezas. Con la siembra
directa, ese método de control mecánico debe reemplazarse por el mayor uso de
herbicidas, con lo cual la siembra directa aumenta la dependencia respecto de esos
fitosanitarios.

La amplia difusión de la siembra directa en la Argentina tuvo lugar gracias a la disponibilidad


de herbicidas eficientes a precios accesibles y de sembradoras adecuadas. Pero el factor
fundamental que explica la creciente adopción de este sistema va de la mano de la
expansión del cultivo de soja transgénica. En efecto, si se observa la evolución de la
superficie sembrada con siembra directa, puede advertirse el gran crecimiento a partir de
1996, año en que comienzan a usarse semillas de soja RR y el glifosato, que permite
controlar las malezas antes tratadas de forma mecánica a través del arado.

El sistema de siembra directa se está expandiendo hacia otros cultivos, aunque


mayormente se usa para el cultivo de soja.

En conclusión, los cambios profundos que se han dado en los complejos agroindustriales
han sido reducidos por la capacidad de decisión del productor agropecuario sobre su
producción, los insumos utilizados e incluso las técnicas productivas desarrolladas. A ello se
le suma una merma del poder de negociación del precio de venta que tiene frente a la
industria o al acopiador, y en el caso de los transgénicos, frente a su proveedor de semilla.
Todos estos factores se suman a la imprevisión que genera la gran variabilidad de los precios
internacionales agrícolas, que afectan directamente al productor agropecuario a partir de
la desregulación y apertura externa. El aumento en la concentración del capital en cada
complejo, junto con la eliminación de toda reglamentación que establezca un precio
mínimo o sostén, a partir del Decreto de Desregulación de 1991, permitió al polo integrador
de cada complejo agroindustrial incrementar su rentabilidad logrando reducir los precios
agropecuarios, imponer condiciones de calidad, presentación, y de traslado del producto e
incluso imponer la variedad del cultivo que usa el productor, los insumos, y demás. La
situación se hizo más grave aún a partir de la introducción de los transgénicos. Porque estos
han sido catalogados, en nuestro medio, como necesarios para acabar con el hambre en el
mundo. Sin embargo, da la casualidad de que el período de implantación de la soja
transgénica, -1996 - es el período de mayor aumento de la pobreza e indigencia en el país.
Millones de familias se retiran cada año de las zonas rurales y la población en la periferia de
las ciudades ha aumentado considerablemente. Los impactos de la expansión de la soja
amenaza a la soberanía alimentaria e incluso las familias argentinas han tenido que
reemplazar la proteína proveniente de la carne por productos derivados de soja (cambio en
la dieta alimentaria). Dado que la soja se ha establecido como cultivo principal, el costo de
los precios de los otros alimentos ha incrementado y se ha iniciado la importación masiva
de productos que han sido llevados a categorías de alto valor dentro del mercado que a su
vez son de difícil acceso para la población.

El sustancial aumento de la producción agrícola argentina con imposición del monocultivo


de la soja, va unido a un creciente deterioro ambiental y a una fuerte concentración
económica y exclusión social. El costo de la sobreexplotación de los recursos naturales -que
debería incluirse en la contabilidad macro y microeconómica- pone en duda la eficiencia y
sostenibilidad del modelo de producción agrícola "moderno", tanto nacional como
internacional.

Fita y Maggioni.

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