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Séptima Reunión: El Hijo Prodigo

Parábola del Hijo Prodigo. Lc 15,11-32

EL AMOR DEL PADRE

La riqueza del perdón alcanza cimas insuperables en esta parábola que tanto
impresiona a todos. Pero aquí vamos a acercarnos más cosas a la enseñanza del
perdón al pecador. En esta parábola los hijos y el padre simbolizan a Israel y los
gentiles. Pero también muestra a Dios como muy Padre; y después describe el
fondo del corazón humano, en situaciones variadas.

"Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos dijo a su padre: Padre, dame la
parte de la herencia que me corresponde. Y les repartió los bienes. No muchos días
después, el hijo más joven, reuniéndolo todo, se fue a un país lejano y malgastó allí
su fortuna viviendo lujuriosamente. Después de gastar todo, hubo una gran hambre
en aquella región y él empezó a pasar necesidad. Fue y se puso a servir a un
hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos; le
entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los cerdos; y nadie se
las daba. Recapacitando, se dijo: ¡cuántos jornaleros de mi padre tienen pan
abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a mi padre y
le diré: padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado
hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. Y levantándose se puso en camino
hacia la casa de su padre.
Cuando aun estaba lejos, lo vio su padre y se compadeció; y corriendo a su
encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Comenzó a decirle el hijo: Padre,
he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero
el padre dijo a sus criados: pronto, sacad el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo
en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a
celebrarlo con un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la
vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron a celebrarlo.
El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y los
cantos y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué pasaba. Este le dijo: Ha
llegado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recobrado
sano. Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerlo. El replicó a
su padre: Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya,
y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto
ha venido este hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para
él el ternero cebado. Pero él respondió: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo
mío es tuyo; pero había que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba
muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"(Lc).

El pecador que se aleja


La parábola admite en una primera lectura, la situación del pecador que se aleja del
Padre e incurre en todo tipo de pecados en un uso alocado de la libertad. La
carencia de lo mínimo, el hambre que pasa, la indigna situación en que se haya
después de haber malgastado toda su herencia, le hace rectificar y volver al Padre
en un camino de vuelta, difícil y doloroso. Vive peor que los animales, aunque
conserva la conciencia de hijo, a pesar de saberse indigno de ello. Y la actitud
del Padre es un desbordarse de cariño: aunque respetando su libertad, el Padre
salía diariamente a la espera del hijo; en cuanto le ve llegar, le va al encuentro, le
abraza, le besa, le deja hablar; le prepara un convite, le viste con vestiduras ricas,
le da el anillo de la reconciliación. Más no se puede pedir este perdón, es un
amor extraordinario.

El hijo mayor
El hijo mayor también necesita reconciliación. Se puede ver en él el resentido que
no tiene un corazón como el Padre, y se lamenta de la vuelta de su hermano.
El Padre también es misericordioso con él, aunque la parábola no dice si entró en
el banquete preparado para el hijo menor.
Gentiles, Israel y Dios
Otra significación de la parábola es ver a los gentiles y a Israel ante Dios. El Padre
es Dios Padre. El hijo mayor es Israel que siempre ha estado con él, pero necesita
una nueva conversión. El hijo menor son los gentiles, que a pesar de todos sus
abusos, son de nuevo acogidos por el Padre que quiere que todos los hombres
estén en la casa paterna.

La historia enseña que muchos gentiles se abrieron al mensaje de Jesús, aunque


duro era el camino que deban recorrer. Pero al pueblo elegido le costó aceptar vivir
este amor dilatado del Padre. El Reino de Dios es para todos los hombres, para
todos los pueblos, para todas las culturas. La misericordia de Dios supera todas
las barreras, y, aceptar a Cristo, devuelve a la condición de hijos; más que
perdonados, muy amados

Comentario:

Las parábolas son la forma como Jesús entrega las enseñanzas a sus discípulos de
ayer y de hoy, que nos ayudan a comprender el misterio, entre otro, del Reino de
Dios. Aquí podemos observar a tres tipos de personas que nos encontramos
frecuentemente en nuestras vidas. El hijo mayor, aquel que se queda siempre
trabajando con su Padre, espera como muchos su recompensa, busca el
individualismo y como hoy, es duro en atacar a las personas que comenten algún
error. Hace valer su necesidad de recompensa terrenal a toda costa. El hijo
menor, es aquel que busca centrar la vida en su yo, quiere como hoy día se dice
“vivir mi vida”, no toma en consideración los riesgos para los demás y para él, solo
exige sus derechos, pero se rescata de él su capacidad de arrepentimiento. El padre,
hombre que vive de la humildad en el servicio a sus hijos, preocupado por la oveja
perdida y por el rebaño que está en su casa, representa ese amor sin interés, amor
de servicio, amor de entrega total. ¿Podemos ser como ese padre?
Lectura complementaria para conocer la eucaristía (La Misa).

La celebración eucarística tiene su origen ya en los mismos comienzos de la


Iglesia y su acompañamiento histórico desvela un desarrollo litúrgico que es
resultante de una evolución natural, impersonal, de dos milenios. La
Eucaristía es el sacramento instituido por el mismo Cristo durante la última
cena, conforme nos revela el Evangelista Mateo. Esa cena es la antiquísima
celebración religiosa del pueblo israelita, el Pésaj, a la cual Él mismo estaba
cumpliendo, en donde el pan y el vino ya tenían un rol simbólico y con un
propósito definido anterior y propio, tal y cual como los hebreos la siguen
celebrando sin cambios hasta la actualidad. El propósito de esa cena era
celebrar la Alianza hecha por Dios con el pueblo de Israel.
La diferenciación entre la cena tradicional de hasta aquel entonces y la de
Jesús se debe a la actualización memorial que Él mismo introdujo, por la cual
se instituyó el Sacramento de la Eucaristía, cambiándole el propósito del
pan y del vino en cuanto que haciéndola parte integrante del Memorial suyo.
Memorial no es lo mismo que “memoria”. Nuestros hermanos protestantes
que celebran lo que llaman la Santa Cena, lo hacen en memoria de Jesús, o
sea, es un recuerdo de Él en aquella cena.
Memorial es algo totalmente distinto: es como se nombraba al sacrificio de
víctimas animales que el sumo sacerdote celebraba en el Templo de
Jerusalén al Dios de la Alianza, para el perdón de los pecados del Pueblo
de Israel. En la Misa, hasta los mismos gestos del sacerdote durante la
consagración actualizan el memorial celebrado en el Templo. Para nosotros
la cena no pasa del escenario en donde ocurrió el extraordinario
acontecimiento que nosotros celebramos, que es lo realmente importante.
En esa cena Dios en su Segunda Persona, hace una Nueva Alianza con su
pueblo, y para siempre. Eso es lo que celebramos. En esa celebración Él
se asume como el Sumo y Eterno Sacerdote según el rito de Melquisedec y
al mismo tiempo se ofrece como la nueva víctima de sacrificio para sellar esa
nueva Alianza. Por eso es un Memorial sacrificial y no una simple
“memoria” o recuerdo de una comida festiva.
La apariencia física del altar de la Iglesia tal como la tenemos hoy no deja de
ser una reminiscencia de aquella misma “mesa” de la pascua hebrea: los
candelabros, el pan, la copa (cáliz), el vino… El pan utilizado era el propio
de los hebreos, pan mismo, sin fermento… tal como también lo son nuestras
actuales hostias. Pero, principalmente, en donde el cordero tenido en aquella
ancestral fiesta de la Pascua hebrea ha sido, digamos, en el Memorial de
Jesús, actualizado: “Pues Él, al revelarnos el verdadero sentido del
sacerdocio, se ofreció como víctima salvadora, y nos mandó que lo
ofreciéramos como memorial suyo. “(Prefacio Misal)
Aquel característico gesto del “partir el pan” de Jesús se mantiene en la
liturgia cristiana desde el tiempo de los Apóstoles. Eso ya estaba en “La
Enseñanza de los Doce Apóstoles” (la Didahe, Didajé), un documento que
fue escrito pocas décadas posteriores a la Resurrección del Señor, empieza
su capítulo XIV así: “En el día del Señor reuníos y partid el pan y haced la
Eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que
vuestro sacrificio sea puro”. Ese gesto litúrgico ha sido mantenido
ininterrumpidamente hasta la Misa de nuestros días, y se da en el momento
de la fracción de la hostia consagrada (después del saludo de la Paz). Fue
ya desde esos tiempos de la Iglesia primitiva que tuvo origen la tradición de
guardar una cierta cantidad del Pan Eucarístico. Se le trataba por la Reserva
y se destinaba a ser llevada a enfermos, viudas y otros que por cualquier
razón no podían acudir a la asamblea. Eso fue el precursor de lo que solo
mucho más tarde vino a tornarse el Tabernáculo, donde hasta el presente se
custodian los copones con las reservas de hostias consagradas; el sagrario.
La Eucaristía se nos revela en el NT, que es nuestro punto de partida y de
referencia para la compresión teológica y además la practica cristiana. ¿Qué
quiso significar Cristo Jesús cuando se reunión en la última cena con sus
discípulos?, esta respuesta la encontramos en diferentes textos del NT,
especialmente en como la comunidad cristiana se reunía en el primer día de
la semana (domingo), para celebrar lo que ellos llamaban “la fracción del Pan”
en obediencia al mandato del Señor: “haced esto como memorial mío”.

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