Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
– También hubo un interés fuera de Europa: el Imperio bizantino esperaba que estas
expediciones militares podría ayudar a prevenir el crecimiento de las fuerzas
musulmanas que amenazaban Constantinopla.
Objetivos
Liberar la Tierra Santa conquistado por los turcos selyúcidas(fundador dinastía
selyúcida), que prohibió la peregrinación al Santo Sepulcro en Jerusalén.
El intento del papado para unirse a la Iglesia de Occidente y la Iglesia Orienta l
separados desde 1054 por el cisma (donde la iglesia se separó en 2).
La idea de conquistar la tierra del este y sus riquezas por parte de los nobles y
comerciantes.
La necesidad de algunas ciudades comerciales europea, en su mayoría italiana,
interesada por los almacenes y ventajas en la búsqueda o interés en los productos
orientales (especias, tejidos, joyas, etc.)
La posibilidad de abrir el comercio a través del mar mediterráneo y lograr el
desarrollo de los negocios.
La explosión de la población europea, lo que llevó a una población marginal, sin
trabajo y sin tierra, que se unió al fervor religioso del deseo de riqueza.
Origen de las Cruzadas
En el siglo VII surgió en el Oriente Medio también se religión monoteísta que podría
ganar muchos partidarios lo largo del siglo. El Islam se extendió por el profeta
Mahoma y su crecimiento crearía grandes enfrentamientos con el cristianismo.
A finales del siglo XI, la religión ya se había hecho lo suficientemente grande para
clamar por sus lugares sagrados, que, sin embargo, eran coincidentes con los
lugares sagrados de los cristianos. La ciudad de Jerusalén es el principal lugar
sagrado para estas dos religiones monoteístas y también para el judaísmo.
Durante la Edad Media, muchos cristianos solían ir en peregrinación a los lugares
donde Jesucristo vivió e hizo sus predicaciones (Jerusalén, Belén, Nazaret, etc.).
Estos lugares, conocidos como Tierra Santa, eran considerados sagrados para los
cristianos.
La ocupación de la ciudad por parte de los musulmanes y de las regiones cercanas
que componen la llamada Tierra Santa fue motivo de muchos conflictos entre esas
religiones en la Edad Media y sigue siendo una de las causas de la inestabilidad en
Oriente Medio.
El entorno del año 1000 vio el significativo crecimiento de las peregrinaciones de
cristianos a Jerusalén, pues creían que el fin del mundo estaba cerca y, por eso,
hacían sacrificios y buscaban las tierras sagradas para evitar la eternidad en el
infierno. El mundo no acabó y los musulmanes ocuparon cada vez más la Tierra
Santa, creando grandes impedimentos para el tránsito de cristianos.
La situación se agravó a lo largo del siglo XI e irritó a los cristianos, que se reunieron
para la primera expedición militar que los llevaría a Tierra Santa para intentar
expulsar a los musulmanes de la región y devolverla a los cristianos.
Entre los años 1096 y 1270, muchas expediciones fueron organizadas para intentar
reconquistar Jerusalén, pero los musulmanes se mantuvieron firmes en la región
tras varios conflictos.
El comienzo de las Cruzadas tuvo lugar a finales del siglo XI llega a su fin en el siglo
XIV.
Las expediciones militares tenían como objetivo recuperar el libre acceso a
Palestina y Jerusalén tierra santa para los cristianos y que fueron ocupadas por los
turcos selyúcidos o musulmanes y que representó una herejía, ya que los cristianos
quedaron impedidos de peregrinar por los lugares sagrados de su religión. Impedir
el avance del islamismo se convertiría en una de las principales misiones de los
participantes de estas expediciones.
La tensión entre cristianos y musulmanes llevó al papa Urbano II a convocar una
expedición de reconquista de la tierra Santa. El Papa, que acusaba a los turcos de
asesinar a los peregrinos y profanar los lugares santos, intentó alentar a los
cristianos de occidente a la guerra. Para viabilizar la expedición, convocó señores
feudales, obispos y población en general.
La primera cruzada oficial fue llamado por el Papa Urbano II , quien se reunió la
nobleza Europea en 1095 para luchar contra los infieles que ocupan la Tierra Santa.
Jerusalén es para los cristianos como La Meca es para los musulmanes.
El Papa Urbano II
La llamada a las cruzadas tuvo lugar el 25 de noviembre, 1095, en el Consejo de
Clermont, el papa Urbano II, en su discurso, “prometió que los que se dedican a
esta causa en un espíritu de penitencia serían perdonados de sus pecados y
obtendría completa remisión de la penitencia terrenal impuesto por la Iglesia”.
Y pidió a los cristianos de Europa marchar hacia el este para luchar contra los ”
infieles” musulmanes que dominaban la región, incluyendo la ciudad de Jerusalén,
considerado santo por los cristianos, el lugar en el que fuera el Santo sepulcro, o la
tumba de Jesucristo.
Se percibió, por tanto, que la Iglesia prometía la salvación a todos aquellos que
luchasen en la “defensa del cristianismo”. En ese período, fue debatido por la Iglesia
el concepto de “Guerra Justa”, en el que se consideraba como justa toda la defensa
del cristianismo contra los musulmanes, llamados “infieles”. De esa forma, la Iglesia
daba el aval a sus seguidores luchar (y matar) en su defensa.
Estas expediciones militares reflejan bien la religiosidad impregnada en la sociedad
medieval. La iglesia como la institución más poderosa del período se sintió afrontada
cuando los musulmanes dominaron la región sagrada del cristianismo.
En el año 1095, el papa Urbano II convocó a los cristianos para reconquistar la
Tierra Santa que había sido dominada por los turcos en 1076.
Los miembros de todas las clases sociales aceptaron la convocatoria del líder
supremo de la Iglesia Católica.
Nobles, siervos, reyes, campesinos, desocupados, personas comunes partieron
para su misión con la promesa de que a cambio de ese sacrificio, todos sus pecados
serían perdonados. Junto con el perdón, los cruzados conquistarían también un
lugar garantizado en el paraíso celeste.
Los participantes de estas expediciones en su ropa llevaban era una gran cruz
estampado a la altura del hombro. La cruz hacía una referencia al sacrificio y victoria
de Jesucristo.
A pesar del fuerte carácter religioso que caracterizó el movimiento, las Cruzadas
también contenían causas económicas y políticas, como lo fueron la conquista de
nuevas tierras y riquezas, además de abrir el comercio sobre el mar mediterráneo.
¿Que Significa?
El término Cruzada no se conocía en el momento en que ocurrieron. Sólo fue así
nombrado porque sus participantes se consideraban soldados de Cristo y se
distinguían por la cruz en sus ropas. En la época en que ocurrieron, eran llamadas
de peregrinación o de guerra santa por los europeos.
Las 8 Cruzadas
La Primera Cruzada (1095 – 1099)
Con el signo de la cruz cosido sobre sus uniformes de batalla, marcharon hacia
Francia, por el Papa Urbano II, con el signo de la cruz cosido sobre sus uniformes
de batalla, marcharon hacia la Jerusalén y obtuvieron éxito: masacraron a los turcos
durante el combate y conquistando la Tierra Santa, el principado de Antioquía y los
condados de Trípoli y Edesa, permitiendo el acceso de los peregrinos nuevamente.
La Segunda cruzada (1147 – 1149)
Los islamistas retomaron la ciudad de Edesa (que había sido tomada por la 1ª
cruzada), entonces, bajo el mando de Conrado III de Francia y Luís VII de Francia,
se convocó una segunda cruzada. Este total éxito no se logra, no volvió a tomar
Edesa, pero logró tomar Lisboa musulmanes, hecho fundamental para el desarrollo
del Reino de Portugal.
La tercera cruzada (1189 – 1192)
Esta tercera cruzada fue convocada por el Papa Gregorio VII porque Jerusalén
había sido retomada una vez más por el sultán Saladino en 1187. Fue una de las
más conocidas y también fue llamada Cruzada de los Reyes, pues tuvo la
participación de: Ricardo Corazón de León, Inglaterra; Federico Barbarroja, del
Sacro Imperio Romano Germánico; y Filipe Augusto, de Francia. No obtuvo éxito
pero un acuerdo de paz fue firmado, permitiendo la peregrinación de los cristianos
a Jerusalén con seguridad.
No hay nada que indique que la Iglesia católica vaya a revisar la norma a corto
plazo, pero el propio papa Francisco ya lo afirmó: el celibato clerical, o sea, el
voto que obliga a los sacerdotes a permanecer castos, no es un dogma de fe,
sino un reglamento de la Iglesia.
Pero, ¿qué es el celibato clerical y por qué es tan importante para la Iglesia católica?
¿Y qué dice el Vaticano a los argumentos que acabar con esta regla podría ayudar
a reducir los abusos sexuales perpetrados por sacerdotes?
"El lado oscuro de la Iglesia": el informe que revela los abusos sexuales a
más de 3.600 niños en Alemania por parte de curas católicos
Aclarando conceptos
El celibato, en su sentido genérico, es la condición de quien por opción no contrae
matrimonio, dice el sociólogo Francisco Borba Ribeiro Neto, coordinador del
Núcleo Fe y Cultura de la universidad brasileña PUC-SP.
El celibato sacerdotal es cuando esta elección se hace a cambio de una dedicación
total a los servicios religiosos, por medio de la ordenación presbiteral.
Derechos de autor de la imagenAFPImage captionCélibes es la persona que opta
por no contraer matrimonio.
Según Ribeiro Neto, hay cinco conceptos relacionados que se suelen confundir: la
castidad, la virginidad, la vocación virginal, el celibato y el celibato sacerdotal.
"El celibato sacerdotal es una dedicación total de la persona al servicio de Dios y de
la comunidad. Se vincula a la vocación virginal, pero no es exactamente lo
mismo. Religiosos que no ejercen la función sacerdotal también pueden mantener
la vocación virginal. Las personas casadas, que por lo tanto no pueden ser célibes,
pueden asumir en un cierto momento de la vida un voto virginal, manteniéndose
unidos pero sin tener más relaciones sexuales", explica.
Ribeiro Neto también explica que esta idea no es una invención del cristianismo.
"Los monjes budistas y las vírgenes vestales- sacerdotisas de la diosa Vesta de la
Roma Antigua- mantienen el mismo ideal de vocación como condición para una
entrega mayor a Dios".
Por su parte, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia católica, para los casados
la castidad se ejerce manteniendo relaciones sexuales y siendo fieles el uno al otro,
para el soltero, absteniéndose de prácticas sexuales propias de los casados.
Historia
Originalmente, los primeros sacerdotes católicos no necesitaban ser célibes.
"Eso fue siendo reconocido como un valor importante a medida que pasaron los
siglos", afirma Ribeiro Neto. "Así, entre los católicos de rito oriental (los ortodoxos),
hoy en día existen sacerdotes casados".
Alrededor de los siglos III y IV, sin embargo, ya existían movimientos dentro del
catolicismo proponiendo que los religiosos practicasen el celibato.
Hoy en día
En el siglo XX el tema volvió a resurgir con el Papa Pío XII, que defendió el
celibato en la encíclica Sacra Virginitas.
Y en el segundo Concilio Vaticano, en 1965, el Papa Pablo VI también divulgó un
documento, De Sacerdotio Ministeriali, abordando el asunto.
En una carta de 1979, el papa Juan Pablo IIafirmó: "Fruto del equívoco -si no de
mala fe- es la opinión, con frecuencia difundida, de que el celibato sacerdotal en la
Iglesia católica es sólo una institución impuesta por ley a aquellos que reciben el
sacramento de la Orden. Todos sabemos que no es así".
"Todo sacerdote que reciba el sacramento de la Orden se compromete al celibato
con plena conciencia y libertad, después de la preparación de varios años,
profunda reflexión y asidua oración", escribió el pontífice.
"Toma esa decisión sólo después de haber llegado a la firme convicción de que
Cristo le concede ese 'don', por el bien de la Iglesia y para el servicio de los demás.
Sólo entonces se compromete a observarlo toda la vida", explicó.
Su sucesor Benedicto XVI también hizo declaraciones acerca del celibato: "Para
comprender bien lo que significa la castidad debemos partir de su contenido
positivo, explicando que la misión de Cristo lo llevaba a una dedicación pura y total
hacia los seres humanos".
Padres casados
Según el Movimiento Nacional de las Familias de los Padres Casados, más de siete
mil brasileños solicitaron a la Iglesia que les exima del sacramento de la Orden
para poder casarse.
Esto significa que de cada cuatro sacerdotes católicos que son ordenados en Brasil,
uno abandona la sotana a cambio del matrimonio.
Ya existe una función para aquellos que están casados pero desean desempeñar
papeles más religiosos dentro del catolicismo: actualmente, la Iglesia católica
ordena a hombres casados como "diáconos permanentes".
"Pueden desempeñar casi todas las funciones de los sacerdotes, con la excepción
de la consagración de la hostia en la comunión y la absolución de los pecados en la
confesión", aclara Ribeiro Neto.
Por otro lado la demanda existe: faltan sacerdotes en el mundo.
Dentro del propio clero, muchos sacerdotes cuestionan si ha llegado la hora de
cambiar esa posición. Uno de los sacerdotes católicos brasileños más famosos de
la actualidad, el padre Fábio de Melo, ya dio entrevistas diciendo que la norma del
celibato debería ser abolida, "por ser algo propio de la Edad Media".
Dilema en la Iglesia
En un artículo divulgado por la agencia estadounidense Religion News Service, que
existe desde 1934, el padre jesuita Thomas Reese defendió que el celibato clerical
fuera opcional.
"El Papa Francisco ha dicho que está abierto a la posibilidad, pero quiere que la
demanda venga de conferencias episcopales nacionales", afirmó Reese ahí.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Reese insinúa que, a lo largo de la historia y alrededor del mundo, son muchos los
religiosos que no siguen la norma.
La Iglesia, sin embargo, mantiene el celibato porque cree que así se desempeñan
mejor las funciones religiosas.
"Si un hombre quiere casarse, es una señal de que no fue elegido para la función
ministerial del sacerdote, y a diferencia de una profesión laica, el sacerdocio católico
es algo a lo que una persona se siente llamada", dice el sociólogo Ribeiro Neto.
"Ceder a las presiones para que los sacerdotes se casen sería, según la
Iglesia, facilitar la entrada de personas que no tienen verdadera vocación y que
se acabarían convirtiendo en malos sacerdotes", explica.
Este es el argumento que la Iglesia utiliza cuando se insinúa que abolir el celibato
reduciría los casos de pedofilia.
"Nos obligaban a meternos desnudos a la piscina para tocarnos": los
impactantes relatos sobre la red de abusos y encubrimiento con la que
vinculan a obispos y sacerdotes en Chile
"Para la Iglesia, los casos de pedofilia que se han divulgado recientemente
son consecuencia de la elección de personas sin una verdadera vocación".
"Si los sacerdotes se casaran podría tener un efecto adverso, facilitando el ingreso
de personas sin vocación y sin una espiritualidad sólida ", dice el
sociólogo, explicando el punto de vista del Vaticano.
El término concordato se usó en un sentido mucho más amplio en los siglos pasados
que actualmente. Los concordatos se entienden ahora como tratados entre un
Estado y el Vaticano, para que los asuntos de la Iglesia católica en el país firmante
reciban regulación general. Los acuerdos entre un Estado soberano y el Vaticano
con respecto a cuestiones particulares no se designan como concordatos, por
ejemplo las denominadas bullæ circumscriptionis, por el que se fijan los límites de
una diócesis. Tampoco el entendimiento entre un Estado soberano y los obispos del
país se denomina de esa manera, ni un acuerdo entre el Estado y una Iglesia
protestante. En los siglos pasados la conclusión de tales acuerdos se llevó a cabo
en formas muy diversas; en tiempos modernos ha sido costumbre incluir el resultado
de las transacciones efectuadas por los plenipotenciarios de ambas partes en un
documento que es debidamente publicado como ley estatal, tras la ratificación por
el Estado, y como derecho canónico cuando es aceptado por la Iglesia católica.
CONCORDATO EN COLOMBIA
El concordato entre la República de Colombia y la Santa Sede fue suscrito el 12 de
julio de 1973 por el ministro de relaciones exteriores, Alfredo Vázquez Carrizosa, y
el nuncio apostólico del papa Paulo VI, Angelo Palmas, arzobispo titular de Vibiana.
Aprobado sin mayores complicaciones por la Ley 20 de 1974, el tratado entró a regir
en 1975, una vez hecho el canje de sus instrumentos de ratificación.
Con respecto al tema de la inexequibilidad del Concordato hay que plantear dos
cuestiones jurídicas bien distintas:
Considero que la primera pregunta debe ser respondida negativamente. Con base
en una interpretación armonizada y sistemática de los textos constitucionales y de
la Convención sobre el derecho de los tratados suscrita en Viena el 23 de mayo de
1969 (aprobada por Colombia mediante la Ley 32 de 1985), es posible afirmar que
la Corte Constitucional carece de competencia para conocer de demandas de
inconstitucionalidad contra leyes aprobatorias de tratados en firme y, por ende,
sujetos a la regla pacta sunt servanda. Si “todo tratado en vigor obliga a las partes
y debe cumplirse de buena fe”, como dispone el artículo 26 de la Convención de
Viena, la Corte no puede proferir decisiones de mérito sobre cláusulas
convencionales a cuyo cumplimiento se ha obligado Colombia en virtud de solemne
ratificación o adhesión.
Como ya sabe el lector, me cuento entre quienes creen que en la Sentencia C-027
la Corte constitucional se equivocó. Sin embargo, aun los adversarios de ese fallo
debemos aceptar que él hizo tránsito a cosa juzgada constitucional. Frente al
derecho colombiano las estipulaciones concordatarias declaradas inexequibles por
la Corte fueron retiradas del ordenamiento nacional en virtud de un fallo inapelable
y con efectos erga omnes. Sabido es que en nuestro país la declaratoria de
inexequibilidad de una norma hace que ella deje de ser aplicable, por carecer de
toda eficacia jurídica. Por consiguiente, muchos de los preceptos concordatarios
incorporados en la Ley 20 de 1974 no pueden hoy observarse dentro del territorio
de la República.
Algunos juristas —ya muy pocos— creen que resulta necesaria la negociación de
un nuevo instrumento pacticio. Sostienen que el instituto concordatario no ha
perdido su razón de ser en el mundo de hoy, y que el concordato sigue siendo un
mecanismo útil para regular las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
Otros —en gran número— opinan, por el contrario, que en el siglo XXI las relaciones
concordatarias deben ser vistas como algo innecesario, superfluo y anacrónico. A
estos últimos debe recordárseles que en los últimos 10 años del siglo XX fueron
suscritos 43 instrumentos de naturaleza concordataria.
Por lo demás, nada se opone a que Colombia ya no celebre con la Santa Sede un
tercer concordato general (como lo hizo en 1887 y en 1973), sino una serie de
acuerdos de carácter específico. Esos acuerdos —de naturaleza plenamente
convencional en razón de los sujetos, de la forma y del contenido— permitirían una
mayor agilidad en el desarrollo de las relaciones por ellos reguladas.
Son 4: evangelio de Mateo (Mt), Marcos (Mc), Lucas (Lc), Juan (Jn). Forman parte
de la Sagrada Escritura y, en particular, del Nuevo Testamento, Pertenecen, por
tanto, al canon de las Escrituras, que es “la lista completa de los escritos sagrados,
que la Tradición Apostólica ha permitido discernir a la Iglesia. El canoncomprende
46 escritos del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo” (Compendio, 20).
“La Tradición Apostólica es la transmisión plena del mensaje de Cristo, desde los
orígenes del cristianismo, mediante la predicación, el testimonio, las instituciones,
el culto, los escritos inspirados. Los Apóstoles transmitieron a sus sucesores, los
Obispos, y, a través de éstos, a todas las generaciones hasta el final de los
tiempos, todo lo que han recibido de Cristo y aprendido por el Espíritu Santo.
Los tres están unidos estrechamente de modo que ninguno de ellos puede existir
sin los otros dos. En conjunto contribuyen eficazmente, cada uno según el modo
propio, bajo la acción del Espíritu Santo, a la salvación de los hombres” (Compendio,
12-14.17).
Ante todo existe la transmisión manuscrita (a partir del 60 d.C.) en griego bíblico (un
tipo de lengua griega popular, común en aquel tiempo). Los manuscritos más
antiguos de los Evangelios, así como todo el Nuevo Testamento han sido escritos
en griego. Poco después, en los siglos II y III d.C. fueron traducidos del griego al
latín (la vetus latina) y después, sucesivamente, con la invención de la imprenta
(1516) se pasó de la transmisión manuscrita a la transmisión impresa.
La Iglesia afirma como dato de fe que los Evangelios derivan de los Apóstoles: “La
Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen origen
apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo
la inspiración del Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos lo transmitieron
por escrito, fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en cuatro redacciones, según
Mateo, Marcos, Lucas y Juan.” (Concilio Vaticano ii, Dei Verbum, 18).
Porque Dios mismo es su autor. Por ello enseñan sin error las verdades que son
necesarias para nuestra salvación. “Pues, como todo lo que los autores inspirados
o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que
confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error,
la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación.
Así, pues, “toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para
argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto y equipado para toda obra buena” (2 Tim., 3,16-17).” (Concilio Vaticano
ii, Dei Verbum, 11).
Destinado a un público de origen judío. Abundan las citas del Antiguo Testamento.
Según la tradición cristiana, el autor fue uno de los doce Apóstoles que en algunos
pasajes es llamado Mateo (el cobrador de impuestos) y en otros Leví. El Evangelio
es rico en parábolas y contiene 5 grandes discursos de Jesús, entre los cuales el
célebre sermón de la montaña (5,1-7,29). Es considerado como el texto más rico
en valores morales y por siglos ha inspirado pueblos de toda cultura y religión.
Es una sola obra junto con los Hechos de los Apóstoles. Escritos por el mismo
autor, presente el mismo estilo y el mismo destinatario, un cierto Teófilo, del cual
no se tienen más noticias (el nombre griego significa Amigo de Dios). Según la
tradición, el autor es Lucas, compañero de san Pablo en algunos de sus viajes. El
corazón de la obra es la actividad de Jesús en Jerusalén, la predicación del inicio
de una nueva era, la redención de los hombres y el amor por los pobres
1. Ante todo, es necesario “buscar con atención qué cosa han querido afirmar
los hagiógrafos humanos y qué cosa ha querido manifestar Dios a través de
sus palabras. Para comprender la intención de los autores sagrados, se
deben tener en cuenta los condicionamientos de su tiempo y de su cultura,
de los «géneros literarios», los modos de entender, de expresarse, de narrar
propios de la época.” (CCC, 109-110).
2. Siendo Evangelios inspirados existe otro principio para la interpretación
adecuada, no menos importante que la anterior, sin la cual la Escritura
permanecería como «letra muerta»: «la Sagrada Escritura hay que leerla e
interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió» (Concilio Vaticano
ii,Dei Verbum, n. 12). El Concilio Vaticano II indica tres criterios para una
interpretación de la Sagrada Escritura conforme al Espíritu que la ha
inspirado: 1) atención al contenido y unidad de toda la Escritura; 2) lectura de
la Escritura en la Tradición viva de la Iglesia; 3) Respeto de la analogía de la
fe, es decir, de la cohesión de las verdades de fe entre ellas.
3. Los Evangelios han de ser interpretados bajo la guía del Magisterio de la
Iglesia, al cual corresponde interpretar auténticamente el depósito de la fe:
“La interpretación auténtica de este depósito compete sólo al Magisterio
viviente de la Iglesia, es decir al Sucesor de Pedro, Obispo de Roma, y a los
Obispos en comunión con él. Al Magisterio, que en el servicio de la Palabra
de Dios goza del carisma cierto de la verdad, corresponde también definir los
dogmas, que son formulaciones de las verdades contenidas en la Revelación
divina. Esta autoridad se extiende también a las verdades necesariamente
entrelazadas con la Revelación.” (Compendio, 16).
4. Los Evangelios han de ser leídos teniendo presente la unidad global del
proyecto divino, que se actúa en la historia y que Dios ha revelado de modo
pleno y definitivo en su Hijo Unigénito Jesucristo.
Ante todo, una cita bíblica se lee en el modo siguiente: Mt 3,1-4 significa el
libro de Mateo, capítulo3, versículos del 1 al 4;
La lectura de los Evangelios puede ser hecha en modo individual o
comunitario, de uno o más pasajes, de una o más páginas. Dicha lectura
debe ser hecha con atención, sin saltar lo que parece secundario,
interpretando correctamente el sentido del texto bíblico. Y se desarrolla,
gracias a la ayuda del Espíritu, en meditación, contemplación y oración:
Meditación (Meditatio): lo que ha sido leído debe ser confrontado con los
pasajes bíblicos paralelos y aplicado a la vida personal, a través de un
compromiso concreto;
Contemplación (Contemplatio): es el momento de la reflexión, del
silencio y de la adoración, hasta notar la presencia viva de Dios;
Oración (Oratio): es el momento de la alabanza y de la intercesión. El
discípulo comparte con sus hermanos la fe y ora según lo que el
encuentro con Dios le ha sugerido en la lectura de un pasaje de la
Escritura. Todo esto puede suceder también en el contexto de una
celebración comunitaria sobria. “No olviden que la lectura de la Sagrada
Escritura debe ser acompañada por la oración para que se entable
diálogo entre Dios y el hombre.” (Concilio Vaticano ii, Dei Verbum, no. 25)
Es necesario tener presente algunas exigencias para leer bien los
Evangelios:
Conocimiento del lenguaje evangélico y atención al sentido literal,
especificando el objetivo, e argumento y la disposición del texto. Para este
fin es necesario recurrir a los instrumentos de una correcta exégesis, para
no caer en interpretaciones arbitrarias;
lectura y relectura incesante del texto evangélico para adquirir una cierta
familiaridad con su horizonte global. Para tal fin es útil confrontar un
pasaje con otros textos de la Biblia. La unidad de la Sagrada Escritura,
que representa la unidad del designio salvífico, exige que un pasaje
específico sea leído en el contexto de otros pasajes y confrontado con
ellos; que el Antiguo Testamento sea leído a la luz del Nuevo, pero
también que el Nuevo Testamento sea leído a la luz del Antiguo para
reconocer la “pedagogía de Dios”, en cuanto que el Nuevo no puede ser
comprendido fuera de una estrecha relación con el Antiguo y con la
tradición judía que lo ha transmitido;
lectura actualizada: es necesario actualizar el texto bíblico a nuestro
tiempo. A través de la lectura del pasado, el Espíritu nos ayuda a discernir
el sentido que él mismo va dando a los problemas y acontecimientos de
nuestro tiempo, habilitándonos a leer la Biblia con la vida y la vida con la
Biblia;
atención a los sentidos de la Sagrada Escritura y, por tanto, de los
Evangelios.
Sentidos de la Escritura
La Iglesia Católica entiende por aborto la muerte provocada del feto, realizada por
cualquier método y en cualquier momento del embarazo desde el instante mismo
de la concepción. Así ha sido declarado el 23 de mayo de 1 988 por la Comisión
para la Interpretación Auténtica del Código de Derecho Canónico.
Ciertamente, no. Esta cuestión es, desde luego, un problema científico, político y
social grave. Pero también es, y en gran medida, un serio problema moral para
cualquiera, sea o no creyente.
Todo hombre y toda mujer, si no quieren negar la realidad de las cosas y defienden
la vida y la dignidad humanas, han de procurar por todos los medios lícitos a su
alcance que las leyes no permitan la muerte violenta de seres inocentes e
indefensos. Pero los cristianos, entre los que nos contamos los católicos, sabemos
que la dignidad de la persona humana tiene su más profundo fundamento en el
hecho de ser hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, que quiso ser hombre por
amor a todos y cada uno de nosotros.
Por eso los católicos, si vivimos nuestra fe, valoramos en toda su dimensión el
drama terrible del aborto como un atentado contra esta dignidad sagrada. Más que
de obligaciones adicionales, pues, habría que hablar de una más profunda y plena
comprensión del valor de la persona humana, gracias a nuestra fe, como
fundamento para nuestra actitud en favor de la vida, ya que sabemos que el olvido
de Dios lleva con más facilidad al olvido de la dignidad humana.
Como católica, ¿en qué incurre una persona que realiza o consiente que le
realicen un aborto?
El que procura un aborto, si sabe que la Iglesia lo castiga de este modo riguroso,
queda excomulgado. El Canon 1398 dice: "Quien procura un aborto, si éste se
produce, incurre en excomunión Latae sententiae"
Por otra parte, el Canon 1041 establece que el que procura un aborto, si éste se
consuma, así como los que hayan cooperado positivamente, incurre en
irregularidad, que es el impedimento perpetuo para recibir órdenes sagradas.
Con esta expresión se quiere decir que el que incurre en ella queda excomulgado
automáticamente, sin necesidad de que ninguna autoridad de la Iglesia lo declare
para su caso concreto de manera expresa.
Sí. Quiere decir que, para que se produzca la pena de excomunión, el aborto debe
consumarse, es decir, el hijo ha de morir como consecuencia del aborto. Si, por
cualquier circunstancia, el aborto no llega a consumarse, no se producirá la
excomunión, aunque se dará el pecado.
¿Qué razón de ser tiene que el aborto está condenado por una pena canónica
tan grave como es la excomunión?
La razón de ser de esta norma es proteger -también de esta manera, no sólo con la
catequesis y la recta formación de la conciencia- la vida del hijo desde el instante
mismo de la concepción, porque la Iglesia se da cuenta de que la frágil vida de los
hijos en el seno materno depende decisivamente de la actitud de los más cercanos,
que son, además, quienes tienen más directa y especial obligación de protegerla:
padres, médico, etc. Luego, cuando el niño nazca, estará ya además protegido de
alguna manera por la sociedad misma.
Pero ya que en los últimos años cada vez hay más Estados que permiten el
aborto, ¿no habría sido un gesto de benevolencia de la Iglesia el haber
mitigado las penas para los católicos que aborten?
La Iglesia es Madre y Maestra; como Madre, es lenta para la ira y fácil para el
perdón, pero como Maestra no puede desvirtuar el depósito de la doctrina legado
por Dios, y no puede decir que está bien lo que está mal, ni puede dar pie a que
nadie suponga que actúa de esta manera.
Sí. Dado que en Derecho Canónico no existe delito si no hay pecado grave, hay
circunstancias en las que no se incurre en esta pena, que requiere plena
imputabilidad. Por ejemplo, no quedan excomulgados los que procuran un aborto si
ignoran que se castiga con la excomunión; los que no tengan conciencia de que
abortar voluntariamente es pecado mortal; los que han intervenido en un aborto
forzados con violencia irresistible contra su voluntad o por miedo grave; los menores
de edad...; en general, los que han obrado sin plena advertencia y pleno
consentimiento.
En el caso de que un médico (o un anestesista o una enfermera), por no estar
dispuesto a realizar este tipo de intervenciones, fuese despedido y padecieran
necesidad él y su familia, ¿podría colaborar?
Esas personas han de poner todos los medios lícitos a su alcance para que se dejen
de practicar abortos. En cualquier caso, han de negar su colaboración directa a esas
acciones.
¿No es la doctrina católica sobre el aborto una dura doctrina, que muy pocos
podrán seguir?
Casi con estas mismas palabras replicaron los contemporáneos de Jesús cuando
oyeren su predicación. Y el mismo Jesús nos dijo que hay que seguir el sendero
estrecho para llegar al Reino de los Cielos. Seguir a Cristo en Su Iglesia no es fácil,
pero con la Gracia de Dios se allana el camino y se superan las dificultades, por
grandes que parezcan. También nos dijo Jesús que fuéramos a Él con confianza, y
Él nos aliviaría de nuestras angustias.
Todos los católicos estamos llamados a una vida plena, es decir, a la santidad, y a
contribuir activamente a la extensión del Reino de Dios en la tierra llevando el
Evangelio hasta el último rincón del mundo. Si todo miembro responsable de una
sociedad que se proclama civilizada tiene el deber de defender la vida y la dignidad
humanas, por muchas más razones los católicos hemos de asumir esta tarea.
Lo primero que cada uno puede y debe hacer para afirmar la vida es vivir con la
conciencia de su dignidad. Sólo afirmaremos la vida de otros si nosotros percibimos
la nuestra en toda su grandeza y si nuestra conducta es coherente con nuestra
convicción. El ejemplo de Jesús, tomando en serio a cada una de las personas que
se encontraba, debe servirnos para que todos los que se crucen en nuestra vida se
sientan valorados y tenidos en cuenta como seres únicos. Una afirmación así de la
vida personal en nuestras experiencias cotidianas hará posible que surja,
naturalmente, la estima por todos y cada uno de los seres humanos, también los
concebidos y no nacidos. Pero junto a esta actitud general, caben muchas maneras
concretas de trabajar específicamente en favor de la vida:
Son sólo algunos ejemplos que puedan dar idea del enorme campo que un cristiano
tiene ante sí en relación con este gravísimo problema.