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El materialismo y el ateísmo de un mundo en el que mi-llones de creyentes tienen que vivir aislados, obliga a formar en todos

ellos personalidades sólidas. Si no, ¿cómo resistirán al empuje de la masa que los rodea? Lo que es verdad para \todos, lo es en
primer lugar para el apóstol seglar, obligado no solamente a defenderse sino también a conquistar. (Pio XII, II COngresso Mun-
dial do Apostolado Leigo, 5 de outubro de 1957)
hoje também às Igrejas na Europa, frequentemente provadas por um ofuscamento da esperança (a
desorientação espiritual, existencial x um bastar-se a si mesmo: a tentativa de fazer prevalecer uma
antropologia sem Deus e sem Cristo: A cultura europeia dá a impressão de uma « apostasia silen-
ciosa » por parte do homem saciado, que vive como se Deus não existisse). Uma fragmentação da
existência (solidão, individualismo, crise no conceito de família); crise da memória e herança cristãs,
acompanhada por uma espécie de agnosticismo prático e indiferentismo religioso (Ecclesia de Europa,
2003)
Alfie Evans (hedonismo, desconhecimento do valor do sofrimento: prazer ou morte)
Leigos eram definidos pelo negativo muitas vezes. Há o apostolado leigo e o
apostolado hierárquico, que não se misturam, mas convergem para um mesmo fim.
Cristo confio aos Apóstoles um duplo poder: consagrar e ensinar e governar. Tais
poderes passaram ao Papa e aos bispos. Estos, por la ordenación sacerdotal, transmiten a otros, en medida
determinada, el poder de consagrar, mien-tras que el de enseñar y de gobernar es propio del Papa y de los Obispos. Surge aqui
uma dupla distinção: clero e leigos e a interna ao próprio clero, entre os que tem em sua plenitude o poder de consagrar e gover-
nar, e os demais clérigos. Si un seglar fuese elegido Papa, no podría aceptar la elección más que a condición de ser apto para re-
cibir la ordenación y estar dispuesto a ser ordenado; el poder de enseñar y de gobernar, así como el carisma de la infalibilidad,
le serían concedidos a partir del instante de su aceptación, incluso antes de su ordenación.
Se trata, en el caso presente, nó de poder de orden, sino del de enseñar. De éste son depositarios únicamente los que
es-tán investidos de autoridad eclesiástica. Los demás, sacerdo-tes y seglares, colaboran con ellos en la medida en que les con-
ceden confianza para enseñar' fielmente y dirigir a los fieles. Leigos e clero são ativos.
Se provoca inevitablemente un malestar cuando no se tiene en cuenta más que la función social. Esta no es un fin en sí
mismo en general ni en la Iglesia, ya que la comu-nidad, en definitiva, está al servicio de los individuos, y no inversamente.
Uno de los motivos de este llamamiento al elemento se-glar es, sin duda, la escasez actual de sacerdotes; pero, in-cluso
en el pasado, el sacerdote esperaba la colaboración de los seglares
DISSE LEÃO XIII em Sapientiae Christianae, II, 8: “A missão de pregar, is-
to é, de ensinar, compete por direito divino aos doutores, aos quais o Espírito San-
to constituiu bispos para apascentar a Igreja de Deus, e principalmente o Romano
Pontífice, Vigário de Jesus Cristo, e da moral. No entanto, ninguém pense que é
proibida aos particulares [ou leigos] qualquer colaboração neste apostolado, so-
bretudo aos que Deus concedeu talento e desejo de fazer o bem. Os particulares,
quando for o caso, podem facilmente, não arrogar-se o cargo de doutor [da Igre-
ja], mas sim comunicar aos demais o que eles receberam, repetindo, como um eco,
a voz dos mestres.
Por seu lado, ADVERTIU PIO XII em 31 maio de 1954 (na “Alocução aos Cardeais e
Bispos para a canonização de Pio X”) contra uma “teologia laica”, ou seja, uma teologia que ma-
nifestasse a autonomia de um suposto “poder espiritual” próprio do laicato e independente do
poder espiritual eclesiástico. “Isso não significa que a Igreja proíba aos leigos a profis-
são (como num eco para maior aplicação e difusão) da única e verdadeira doutri-
na: a do sagrado Magistério.”
en 1951 Nós planteamos como regla general: que el apostolado de los seglares debe, en sus formas más
va-rias, "mantenerse siempre dentro de los límites de la orto-doxia y no oponerse a las legítimas prescripciones de
las au-toridades eclesiásticas competentes" (Discursos y Radiomen-sajes, vol. XIII, página 298).
pero si éste quiere publicar escritos sobre materia teológica, nece-sita él también de la explíci-
ta aprobación del Magisterio ecle-siástico.
Os leigos não podem julgar-se, quanto às ciências de Deus, mais que repetidores de se-
gundo grau de Santo Tomás e de seus mestres auxiliares.
Por eso, cuando Santo Tomás plantea la cuestión de si están obligados los súbditos

a obedecer en todo a sus superiores la respuesta es negativa. Según explica el Doc-

tor Angélico, los motivos por los que un súbdito puede no estar obligado a su su-

perior son dos:

Primero: En consideración a una autoridad mayor, porque es necesario res-

petar la escala jerárquica de la autoridad. Segundo: Que el superior ordene

al súbdito hacer algo ilícito. Por ejemplo, los hijos no están obligados a obedecer a

los padres en lo relativo a contraer matrimonio, mantener o no la virginidad y

otras cosas por el estilo.


Concluye Santo Tomás: «El hombre está sujeto a Dios de modo absoluto, en

todas las cosas internas y externas; por eso está obligado a obedecerle en todo. Por

el contrario, los súbditos no están sujetos a sus superiores en todo, sino sólo en al-

gunas cosas determinadas. (…) Así pues, pueden distinguirse tres clases de obedi-

encia: la primera, suficiente para salvarse, está en obedecer lo que es obligatorio;

la segunda, perfecta, obedece en todo lo que es lícito; y la tercera, desordenada,


obedece incluso en lo ilícito». Esto significa que la obediencia no es ciega ni in-

condicional, sino que tiene sus límites. En caso de pecado, no sólo mortal sino ve-

nial, no tendremos el derecho, sino el deber de desobedecer. Esta norma se aplica

también a todo lo que sea nocivo para la vida espiritual. cuando la ley pone en pe-

ligro nuestra santificación, tenemos derecho a oponernos.

Ningún sacerdote puede ser obligado a decir la Misa nueva, y ninguna auto-

ridad puede impedir a un sacerdote celebrar la Misa tradicional

Catacumbismo es la actitud de quienes se retiran del campo de batalla y se

esconden creyendo engañados que podrán sobrevivir sin luchar. Son os que Ante

una crisis de la Iglesia, crisis que cada vez se agrava y profundiza más, encontramos a veces que al-
guien exhorta al silencio, garantizándonos que no se puede decir ni hacer otra cosa que no sea rezar.

3 °) A união indissolúvel de religião e vida. - Não é raro que a Igreja dos primeiros séculos fosse
chamada e representada como a "Igreja das catacumbas", quase como se os cristãos daquela épo-
ca estivessem acostumados a viver ali escondidos. Nada poderia ser mais impreciso: as necrópoles
subterrâneas, destinadas principalmente ao enterro dos fiéis mortos, não serviam como refúgio, se
não, talvez, às vezes em tempos de violenta perseguição. A vida dos cristãos, naqueles séculos
marcados pelo sangue, acontecia no meio de ruas e casas, ao ar livre. Eles "não viveram separa-
dos do mundo; eles compareceram, como os outros, ao fórum, aos banhos, às oficinas, às lojas,
aos mercados, às praças públicas; eles praticavam as profissões de marinheiros, soldados, agricul-
tores, comerciantes "(verTertull. Apolog . c. 42). Querer fazer daquela Igreja valente, sempre pron-
ta para permanecer na brecha, uma sociedade de emboscadas, vivendo em esconderijos por ver-
gonha ou pusilanimidade, seria um ultraje à sua virtude. Eles estavam plenamente conscientes de
seu dever de conquistar o mundo para Cristo, de transformar a vida privada e pública de acordo
com a doutrina e a lei do divino Salvador, de onde uma nova civilização teria nascido, outra Roma
surgiria nos túmulos dos dois príncipes de apóstolos. E eles alcançaram o objetivo. Roma e o Im-
pério Romano se tornaram cristãos” (Pio XII, em DIscurso à juventude da Ação Católica, 8 de dezembro de
1947). Hay vocaciones al silencio, como las de tantos religiosos contemplativos; pero los católicos, des-
de los pastores al último de los fieles, tienen el deber de dar testimonio de su fe con la palabra y con el
ejemplo
Y no la han combatido porque han perdido la idea misma de que hay enemigos. Han vuelto la espalda
al concepto agustiniano de las dos ciudades que luchan en la Historia, único que puede brindar la ex-
plicación de todo lo que ha sucedido. Rechazar esa mentalidad combativa es aceptar como principio la
irreversibilidad del proceso histórico y del catacumbismo se pasa inevitablemente al progresismo y el
modernismo.
Irenismo

creo que debemos reducir al mínimo indispensable la cohabitación eclesiástica de

los pastores que demuelen la Iglesia o contribuyen a su demolición. Puse el ejem-

plo de una separación conyugal. Si un padre contraviene la ley ejerciendo violen-

cia física contra su mujer y sus hijos, la esposa, aunque reconozca la validez del

matrimonio y no pida la anulación, puede solicitar la separación a fin de proteger-

se y proteger a sus hijos. La Iglesia lo permite. Dejar de vivir juntos habitualmente

significa en este caso distanciarse de las enseñanzas y prácticas de los malos pasto-

res, negarse a participar en los programas y actividades que promueven. Pero no

debemos olvidar que la Iglesia no puede desaparecer. Por consiguiente, es necesa-

rio apoyar el apostolado de los pastores que se mantengan fieles a las enseñanzas

tradicionales de la Iglesia, participar en sus iniciativas y animarlos a hablar, actuar,


y guiar a la desorientada grey. Es hora de apartarnos de los malos pastores y aso-

ciarnos a los buenos

Como não pensar na persistente difusão do indiferentismo religioso e do ateísmo nas suas mais va-
riadas formas, particularmente naquela que hoje talvez é a mais espalhada, a do secularismo? Em-
briagado pelas conquistas prodigiosas de um progresso científico-técnico e, sobretudo, fascinado
pela mais antiga e sempre nova tentação de querer tornar-se como Deus (cfr. Gn 3, 5), através do
uso de uma liberdade sem limites, o homem corta as raízes religiosas que mergulham no seu cora-
ção: esquece-se de Deus, considera-O vazio de significado para a sua existência, recusa-O, pros-
trando-se em adoração diante dos mais diversos « ídolos ».
É verdadeiramente grave o fenómeno actual do secularismo: não atinge apenas os indivíduos,
mas, de certa forma, comunidades inteiras, como já observava o Concílio: « Multidões cada vez
maiores praticamente se separam da religião ».(8) Repetidas vezes eu mesmo recordei o fenóme-
no da descristianização que atinge os povos cristãos de velha data e que exige, sem mais delon-
gas, uma nova evangelização. (Chrst Laici, 4)

A Igreja nunca foi exclusivamente clerical, sobretudo, como dizem, nos últimos quatro séculos (por rea-
ção aos ataques à hierarquia vindos desde o século XVI). Dois fatos, o aparecimento das Congregações
Marianas e a introdução progressiva da mulher no apostolado moderno, desde o Concílio de Trento, ates-
tam isso. é de desejar que a mais cordial harmonia reine entre Sacerdotes e leigos. O apostolado
de uns não é concorrência ao de outros. […] O apelo ao concurso dos leigos não é devido à fraque-
za ou ao revés do Clero em face de sua tarefa presente.
Até a RF, Igreja e Estado eram unidos estreitamente.

Seria entender mal a natureza real da Igreja e seu caráter social para distinguir em si um elemen-
to puramente ativo, as autoridades eclesiásticas e, por outro lado, um elemento puramente passi-
vo, os leigos.
Nós inevitavelmente causamos desconforto quando olhamos apenas para a função social. Este não
é um fim em si mesmo nem na Igreja, pois a comunidade está, em última análise, a serviço dos
indivíduos, e não o contrário.
Uma das razões deste apelo aos leigos é, sem dúvida, a falta atual de padres, mas mesmo no pas-
sado o padre esperava a colaboração dos leigos.
as células católicos, que devem ser criados entre os trabalhadores em cada fábrica e cada local de
trabalho, para retornar à Igreja aqueles que estão separados, não pode ser feita pelos próprios tra-
balhadores.
Que a autoridade eclesiástica aplica aqui também o princípio geral da assistência subsidiária e
complementar; que se confia aos leigos as tarefas que ele pode realizar, bem como ou melhor que
o sacerdote
O materialismo e o ateísmo de um mundo, no qual milhões de crentes devem viver isolados, os
forçam a formar personalidades sólidas. Se não, como eles resistirão ao treinamento das massas
ao seu redor? O que é verdade para todos, é primeiro para o apóstolo leigo, não só para se defen-
der, mas também para conquistar.
Basta repetir o que já havíamos tido em 1951, como regra geral, que o apostolado dos leigos de-
ve, nas suas mais variadas formas, "estar sempre dentro dos limites da ortodoxia e não se opor ao
legítimo prescrições das autoridades eclesiásticas competentes "( Discorsi e Radiomessaggi , Vol.
XIII, p. 298). Enquanto isso, vimos que somos obrigados a refutar uma falsa impressão da opinião
de "teologia secular", que deriva de uma concepção errada da responsabilidade dos leigos.
por um lado a tentação de que os leigos mostrem um interesse ex-
A Chrstifideles Laici relembra dois perigos:
clusivo pelos serviços e tarefas eclesiais, de forma a chegarem freqüentemente a uma abdicação
prática das suas responsabilidades específicas no mundo profissional, social, econômico, cultu-
ral e político; e a tentação de legitimar a indevida separação entre fé e vida (como diz Pio XII, em
DIscurso à juventude da Ação Católica, 8 de dezembro de 1947), entre a aceitação do Evangelho e a ação
concreta nas mais variadas realidades temporais e terrenas.
Vê-se portanto um apelo em sentido inverso ao que gerou a vocação religiosa. Este último, que
continua válido, foi no sentido de que os religiosos adotassem o contemptus mundi, o abandono
das preocupações do mundo, característico da sua vocação. Trata-se portanto de duas atitudes
perfeitamente válidas – entrar de cheio no mundo ou afastar-se dele - , cabendo a cada um saber
a que Deus lhe pede pessoalmente. O leigo não deve salvar-se apesar da sociedade, mas nela.
A Ação Católica foi fundada em 1929 por Pio XI, é o conjunto de movimentos criados para atuação pública pelos
leigos, com base na DSI. A Ação Católica Brasileira foi fundada pelo Cardeal Leme em 1935. O núcleo inicial da
ACB era o Centro Dom Vital (CDV), fundado em 1922, que reunia parte da intelectualidade católica conservado-
ra. Durante a década de 1920, o CDV era dirigido or Jackson de Figueiredo, que foi sucedido por Alceu Amoroso
Lima, que começou conservador, mas depois...; Outra vertente inicial foi a Juventude Feminina Católica, reconhe-
cida em 1932. Opondo-se à nova orientação da ACB, o grupo liderado por Plínio Correia de Oliveira desligou-se
em 1943 da organização, tendo escrito Em defesa da Ação Católica, em que denunciava doutrinas errôneas que se
inoculavam na AC (modernismo tinha se infiltrado desde os anos 30 na AC). Em 1947, Dom Helder Cãmara foi seu
assistente eclesiástico.

Pio XII deu muita atenção à AC, mas deixou claro que deveria se evitar perigo de tomar a AC como o modo exclusivo
de ação dos leigos.

Os leigos eram com frequência nalgumas mentes descritos pelo negativo, n vistos como uma vocação.

Tanto na ideia da AC quanto na Apostolicam Ac, ressalta-se a ideia de um apostolado dos leigos ser mais urgente tam-
bém pela escassez de sacerdotes.

A obra redentora de Cristo, que por natureza visa salvar os homens, compreende também a res-
tauração de toda a ordem temporal. Daí que a missão da Igreja consiste não só em levar aos ho-
mens a mensagem e a graça de Cristo, mas também em penetrar e actuar com o espírito do Evan-
gelho as realidades temporais. Por este motivo, os leigos, realizando esta missão da Igreja, exer-
cem o seu apostolado tanto na Igreja como no mundo, tanto na ordem espiritual como na tempo-
ral. Estas ordens, embora distintas, estão de tal modo unidas no único desígnio divino que o
próprio Deus pretende reintegrar, em Cristo, o universo inteiro, numa nova criatura, dum modo in-
coativo [inicial] na terra, plenamente no último dia. O leigo, que é simultâneamente fiel e cidadão,
deve sempre guiar-se, em ambas as ordens, por uma única consciência, a cristã. (Apost Actuos, 5)
A vontade de Deus com respeito ao mundo é que os homens, em boa harmonia, edifiquem a or-
dem temporal e a aperfeiçoem constantemente.
Todas as realidades que constituem a ordem temporal-os bens da vida e da família, a cultura, os
bens económicos, as artes e profissões, as instituições políticas, as relações internacionais e outras
semelhantes, bem como a sua evolução e progresso -não só são meios para o fim último do ho-
mem, mas possuem valor próprio, que lhes vem de Deus, quer consideradas em si mesmas, quer
como partes da ordem temporal total: «e viu Deus todas as coisas que fizera, e eram todas muito
boas» (Gén. 1, 31). Esta bondade natural das coisas adquire uma dignidade especial pela sua rela-
ção com a pessoa humana, para cujo serviço foram criadas. Finalmente, aprouve a Deus reunir to-
das as coisas em Cristo, quer as naturais quer as sobrenaturais, «de modo que em todas Ele tenha
o primado» (Col. 1, 18). Mas este destino, não só não priva a ordem temporal da sua autonomia,
dos seus fins próprios, das suas leis, dos seus recursos, do seu valor para bem dos homens, mas
antes a aperfeiçoa na sua consistência e dignidade próprias, ao mesmo tempo que a ajusta à vo-
cação integral do homem na terra. (...) Toda a Igreja deve trabalhar por tornar os homens capazes
de edificar rectamente a ordem temporal e de a ordenar, por Cristo, para Deus
(Idem, 7)
satisfaçam-se antes de mais as exigências da justiça, nem se ofereça como dom da caridade aqui-
lo que já é devido a título de justiça; suprimam-se as causas dos males, e não apenas os seus efei-
tos; e de tal modo se preste a ajuda que os que a recebem se libertem a pouco e pouco da depen-
dência alheia e se bastem a si mesmos. (idem, 8)
24. Compete à Hierarquia fomentar o apostolado dos leigos, fornecer os princípios e os auxílios
espirituais, ordenar para bem comum da Igreja o exercício do mesmo apostolado, e vigiar para
que se conservem a doutrina e a ordem.
O apostolado dos leigos admite diversos modos de relação com a Hierarquia, segundo as suas vá-
rias formas e seus objectivos.
Assim, existem na Igreja muitas iniciativas apostólicas nascidas da livre escolha dos leigos e dirigi-
das com o seu prudente critério. Em determinadas circunstâncias, a missão da Igreja pode reali-
zar-se melhor por meio de tais iniciativas, e daí o serem com frequência louvadas e recomendadas
pela Hierarquia (2). No entanto, nenhuma iniciativa apostólica se pode chamar católica se não tiver
a aprovação da legítima autoridade eclesiástica.
Certas formas de apostolado dos leigos são expressamente reconhecidas pela Hierarquia, de diver-
sos modos.
Além disso, a autoridade eclesiástica, tendo em conta as exigências do bem comum da Igreja, po-
de escolher de entre as várias associações e iniciativas apostólicas com um fim directamente espi-
ritual, algumas em particular, e promovê-las dum modo especial, assumindo sobre elas uma maior
responsabilidade. Deste modo, a Hierarquia, ordenando o apostolado de diversas maneiras segun-
do as circunstâncias, vai unindo mais intimamente ao seu próprio múnus apostólico uma ou outra
das suas formas, respeitando, porém, sempre a natureza e a distinção de ambas as partes, e sem
com isso se tirar aos leigos a necessária liberdade de acção. Em vários documentos eclesiásticos se
dá a este acto da Hierarquia o nome de mandato.
Finalmente, a Hierarquia confia aos leigos certas tarefas mais intimamente ligadas ao múnus pas-
toral, como exemplo, no ensino da doutrina cristã, nalguns actos litúrgicos e na cura de almas. Em
virtude desta missão, os leigos ficam plenamente sujeitos à superior direcção eclesiástica, no res-
peitante ao desempenho desse encargo.
Quanto às obras e instituições da ordem temporal, pertence à Hierarquia eclesiástica ensinar e in-
terpretar autênticamente os princípios morais que se devem aplicar nos assuntos temporais. Com-
pete-lhe igualmente julgar, depois de bem considerar todas as coisas, e servindo-se do auxílio dos
peritos, da conformidade de tais obras e instituições com os princípios morais e determinar o que
for necessário para conservar e promover os bens de ordem sobrenatural. (Ap Ac)

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