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Jesús Mosterín
Precisión de conceptos
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El concepto de racionalidad 457
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458 El concepto de racionalidad
la más aguda de las inteligencias es perfectamente compa-
tible con una crasa irracionalidad.
La racionalidad se predica de nuestras creencias y opi-
niones, por un lado, y de nuestras decisiones, acciones y
conducta, por otro. Llamemos racionalidad teórica a la que
se predica de creencias y opiniones, y racionalidad práctica,
a la que se predica de decisiones, acciones y conducta. Y
empecemos nuestra consideración por la primera de estas
dos facetas de la racionalidad, es decir, por la teórica.
Racionalidad teórica
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Suficiente evidencia
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462 El concepto de racionalidad
por los experimentos y observaciones efectuados hasta el
momento y compatibles con las otras teorías científicas vi-
gentes. Esto implica que un sistema racional de creencias
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Doctrinarios y teóricos
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468 El concepto de racionalidad
talante doctrinario, un tercer tipo de actitud, que podríamos
calificar de frivolidad intelectual.
La frivolidad intelect~al se caracterizaría por la acepta-
ción de creencias al tuntún y sin aplicar ningún tipo de
estrategia. El frívolo no trata de maximalizar la verdad de su
visión del mundo mediante una revisión consciente de sus
creencias conforme al método racional, ni trata tampoco
de defender a toda costa las creencias que constituyen una
determinada doctrina, sino que acepta pasiva y despreocupa-
damente las creencias que la tradición, la moda, la propa-
ganda, el entorno o el capricho le sugieren.
A veces ocurre que somos a la vez racionales en algunas
de nuestras creencias, doctrinarios en otras y frívolos en
otras. Y si a pesar de todo algún sentido tiene calificarnos
de racionales, doctrinarios o frívolos en estos casos, ello
sólo puede significar que una de esas actitudes es en nos-
otros claramente predominante.
Racionalidad práctica
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470 El concepto de racionalidad
amor en sus días fértiles sin usar ningún tipo de anticoncep-
tivos, diremos que se está comportando irracionalmente. Si
alguien quiere disfrutar de la mejor salud posible y conoce
los resultados de la investigación sobre el tabaco, pero a
pesar de ello fuma dos cajetillas de cigarrillos al día, diremos
que se está comportando irracionalmente. En estos y otros
muchos ejemplos parecidos la irracionalidad consiste en
desear un fin o meta, pero no poner en obra los medios ade-
cuados para alcanzado. Postularemos, pues, como tercera
condición de la racionalidad práctica el poner en obra (al
menos, en la medida de lo posible) los medios necesarios para
conseguir los fines perseguidos.
Con frecuencia en nuestra acción perseguimos un fin inter-
medio, un fin que a.su vez no es sino un medio para alcanzar
otra meta posterior. El fin intermedio sólo nos interesa en
la medida en que nos ayuda a alcanzar la meta posterior,
en la medida en que es un escalón de la escalera que conduce
a la meta posterior. Por eso consideramos que es irracional
sacrificar la meta posterior en aras de la intermedia. Si el
nuevo diector de una empresa en su primer año al frente
de la misma malvende de cualquier manera todas sus exis-
tencias e instalaciones y no invierte nada en ella, de tal
forma que los beneficios de ese año resultan sumamente
elevados, pero que la empresa hace bancarrota al año siguien-
te, diremos que ese directivo se ha comportado irracional-
mente. Si un general agota y destroza todo su ejército en
el esfuerzo finalmente victorioso de ganar una batalla secun-
daria, con lo que a continuación pierde la guerra, diremos
que ese general se ha comportado irracionalmente. En estos
y otros muchos ejemplos parecidos la irracionalidad consiste
en no subordinar los fines próximos e inmediatos (tales
como el maximalizar los beneficios de la empresa en un
año determinado o ganar una batalla secundaria) a los fines
o metas más lejanos (tales como el maximilizar los beneficios
de la empresa a largo plazo o el ganar la guerra). Postulemos,
pues, como cuarta condición de la racionalidad práctica que,
en caso de conflicto entre fines de la misma línea y de dis-
tinto grado de proximidad, los fines posteriores han de ser
preferidos a los anteriores.
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El concepto de racionalidad 471
Las líneas de fines intermedios acaban en fines últimos.
y si queremos que nuestra conducta sea racional, parece
evidente que los fines últimos que la informan deben ser
compatibles entre sí. La esquizofrenia de las metas últimas
hace imposible todo tipo de racionalidad práctica. Si una
pareja humana de clase media persigue como metas últimas
tanto la de tener el mayor número posible de hijos como la de
proporcionar a sus hijos la mejor educación posible, no habrá
manera de que organicen sus acciones de un modo racional,
pues ambos fines últimos son incompatibles entre sí. Si el
alcalde de una ciudad persigue como metas últimas de su
política municipal tanto el aumentar al máximo el número
de vehículos que por ella circulen como el evitar la polución
atmosférica y optimalizar la calidad del aire que respiran
sus ciudadanos, no hay manera de construir una política
coherente en torno a esas dos metas, pues ambas son incom-
patibles entre sí. Postulemos, pues, como quinta condición
de la racionalidad práctica la de la compatibilidad de los
fines últimos.
Resumiendo cuanto hemos dicho, proponemos precisar
el concepto de racionalidad práctica del siguiente modo:
Diremos que un individuo X es racional en su conducta
si (1) X tiene clara conciencia de sus fines, (2) X conoce
(en la medida de lo posible) los medios necesarios para con-
seguir esos fines, (3) en la medida en que puede, X pone en
obra los medios adecuados para conseguir los fines perse-
guidos, (4) en caso de conflicto entre fines de la misma línea
y de diverso grado de proximidad, X da preferencia a los
fines posteriores y (5) los fines últimos de X son compa-
tibles entre sí.
Somos tanto más racionales cuanto más lejos vamos en
la exploración de nuestros fines y en la puesta en obra de
los medios adecuados para alcanzados.
El agente racional organiza su vida activamente, vive -y
no es meramente "vivido"-. El agente racional es consciente
de sus metas últimas y adopta una estrategia práctica
conducente a alcanzar esas metas en la mayor medida posi-
ble. Precisamente la racionalidad práctica, tal como aquí la
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474 El concepto de racionalidad
Programas y morales
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476 El concepto de racionalidad
El moralista, por el contrario, trata siempre de mantener
la integridad de su moral y rechaza las críticas como peca-
dos, perversiones o traicio~es. El moralista tiene una acti-
"tud dogmática ante su moral, a la que considera emanación
de Dios, de la naturaleza o de la histária, y no mera ocurren-
cia de las mentes de individuos.
El moralista cree en valores inmutables y objetivos, que
se reflejan en los mandamientos que él predica. El progra-
mático se limita a proponer o adherirse -siempre provi-
sionalmente- a propuestas o prograOmas que no reflejan
sino los cambiantes fines, deseos y fantasías de los hombres.
No hace falta subrayar el paralelismo que se da entre el
plano de las creencias y el de las normas de conducta. Quien
a nivel teórico sea doctrinario tenderá a ser moralista a nivel
práctico. Y quien en el primer campo prefiera limitarse a
las hipótesis,. tenderá a preferir en el segundo las propues-
tas. En definitiva se trata de manifestaciones a distintos ni-
veles de dos mismos tipos de actitudes o talantes: el talante
dogmático y el talante crítico. A la unión de una doctrina
con una moral a veces se la conoce con el nombre de ideo-
logía, aunque es bien sabido que esta expresión se emplea
actualmente en los más dispares sentidos. Y, para terminar
este inciso sobre el paralelismo de teoría y práctica, es evi-
dente que en los dos niveles se produce con harta frecuencia
el fenómeno de la frivolidad.
La pregunta" ¿está permitido o no, es bueno o malo en
sí mismo?" es una pregunta moralista. La pregunta racional
es: "en función de los fines perseguidos, ¿es adecuado o
no?, ¿es oportuno o no?"
El planteamiento en términos de derechos naturales o
humanos, etc. es también confundente.
Consideremos el ejemplo del aborto. Unos moralistas
-fundamentalmente los católicos- consideran que el abor-
to es malo en absoluto, que es un crimen, que no está per-
mitido abortar, que la madre no tiene derecho a abortar, etc.
Otros moralistas -fundamentalmente los del movimiento de
liberación de la mujer- consideran que el aborto es un de-
recho natural y fundamental de la mujer, que es criminal
negar a las mujeres la posibilidad de decidir por sí mismas
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478 El concepto de racionalidad
dado persigamos y de la información sobre el mundo de que
dispongamos.
Lo que hemos dicho so~re el aborto podríamos repetido
sobre la vida sexual y sobre las relaciones de propiedad,
sobre las fronteras de las naciones y sobre las formas de
gobierno, sobre la educación de los hijos y sobre la pena
de muerte. No hay nada sagrado, no hay nada indiscutible.
Desde un punto de vista racional todo puede -y todo debe-
ser puesto en cuestión. Ningún dios ni ninguna historia nos
ha librado del trabajo de elaborar por nosotros mismos las
propuestas y los programas conforme a los que vivir.
Racionalidad y felicidad
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