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Oyentes de la Palabra

“En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era
Dios” (Jn 1,1).
“Envió a su Hijo, la Palabra eterna, que alumbra a todo hombre, para que habitara
entre los hombres y les contara la intimidad de Dios. Jesucristo, Palabra hecha carne...
habla las palabras de Dios” (DV, 4).
“En darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo
nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar” (Juan
de la Cruz).
La profesión de fe de la Iglesia: La Palabra era Dios.
La experiencia de la Iglesia: La Palabra se ha hecho carne en Jesús de
Nazaret.
En Jesús-Palabra se realiza el proyecto creador de Dios, con el que se
abre una época nueva para la humanidad.
CAER EN LA CUENTA DE QUE SOMOS:
Oyentes por naturaleza
El ser humano, desde que nace, es un aprendiz de oyente. Todo el universo emite
señales, el mundo está repleto de sonidos y mensajes. “El día al día le pasa el
mensaje, la noche a la noche se lo susurra” (Sal 18,3).
Una imagen entrañable: un niño recién nacido, a quien las palabras de cariño de los
suyos, convierten en oyente. Una tarea de toda la vida: estar siempre aprendiendo, a
la espera de una palabra, “como el centinela aguarda la aurora” (Sal 129,6).
El que no oye, no es capaz de hablar, ni de comunicarse, ni de responder a la
palabra.
Oyentes por vocación
El Padre llama al ser humano para que sea oyente de Jesús: “Este es mi Hijo, el
Elegido. Escuchadlo a él”(Lc 9,35).
En la Iglesia que nace de la Pascua, el Espíritu Santo abre los oídos de los oyentes
para que acojan la buena noticia de la salvación. “Una mujer llamada Lidia... nos
estaba escuchando. El Señor abrió su corazón para que aceptara las cosas que Pablo
decía” (Hch 16,14).
Oyentes por opción
La decisión es personal, cada uno tiene que optar por ser oyente. ¡“El que tenga
oídos, que oiga!” (Mt 13,9)
Cada día hay que optar por ello. No debemos acostumbrarnos a la escucha. “Mirad
bien cómo escucháis”(Lc 8,18).
“¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándote, quiero ser
toda oídos a tu enseñanza para aprenderlo todo de ti” (Isabel de la Trinidad).
JESÚS NOS DESPIERTA PARA OIR
Jesús se sorprende de que muchos tengan oídos y no oigan. La causa es un corazón
embotado (cf. Mt 13, 14-15).
Jesús va por los caminos abriendo los oídos a los sordos. “¡Epheta! ¡Abrete!
Inmediatamente se le abrieron los oídos” (Mc 7,34-35).
Jesús se alegra cuando encuentra oyentes de la Palabra: ¡“Dichosos vuestros oídos
porque oyen”! (Mt 13, 16). “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la
guardan” (Lc 11,28).
Jesús llama a la puerta del corazón humano para invitarnos a una historia de
amistad: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su
casa, cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).

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Jesús encabeza la marcha de un pueblo de oyentes: “Va delante de las ovejas, y
ellas le siguen, porque conocen su voz” (Jn 10,4).
MARÍA, LA OYENTE DE LA PALABRA
“María es la Virgen oyente, que acoge con fe la Palabra de Dios” (Marialis Cultus 17).
En María, imagen de la Iglesia, la Palabra encuentra acogida. No vuelve a Dios
vacía(cf. Is 55,11).
María mantiene un diálogo íntimo con la Palabra que se le ha dado. “María guardaba
todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2,19).
María deja que la Palabra ocupe todo su espacio interior. Desde el corazón la
Palabra unifica toda su persona.
La Palabra se hace carne en la tierra de una mujer, de una madre. La Palabra se
convierte en su palabra, ofrecida gratuitamente al mundo.
María no exige la comprensión inmediata de la Palabra, porque eso es cerrar el
camino a Dios (cf. Lc 2,50).
¿CÓMO SER OYENTES HOY?
Mirando a Jesús, que tiene palabras de vida. “Pon los ojos sólo en él, porque en él
te lo tengo dicho todo y revelado” (Juan de la Cruz).
Aprendiendo a escuchar a los pobres: En ellos habla y grita Jesús. “En ningún
lugar veréis una imagen más natural: Jesús sufre en los pobres, languidece, muere de
hambre en infinidad de familias pobres”(Bossuet).
Viviendo de acuerdo con lo que oímos: “El que escucha mis palabras y las pone en
práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca” (Mt 7,
24).
Abriendo los oídos al momento histórico que nos toca vivir, a los signos de los
tiempos, para escuchar “los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres” (Gaudium et Spes, 1) y poder
ofrecer desde ahí un relato de salvación.
Reuniéndonos en comunidad para escuchar juntos la Palabra de Dios
(Sacrosanctum Concilium 35.106) y poder después proclamarla. “Eso que hemos visto
y oído os lo anunciamos” (1Jn 1,3).

“Después del silencio, el correr del agua es la música más bella que existe” (Máxima de
los constructores de la Alhambra).
Invoca al Espíritu Creador
El acalla en ti los ruidos del día.
El te coloca junto a la fuente para que bebas.
El entona en ti la canción del corazón.
Cuando cesan los ruidos,
comienza la canción del corazón.
Se desatan las lenguas del Espíritu
y Dios es cercanía en viva voz.
Escucha la Palabra
“El le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo,
suspiró y le dijo: Effetá, esto es: Ábrete. Y al momento se le abrieron los oídos, se le
soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad” (Mc 7,36-37).
No mueras de sed al borde de la fuente.
Dile a Jesús que te abra el oído, para que puedas comprender el amor de Dios que
llega para todos.
La dicha de los oyentes
Dichosos vosotros si esperáis en silencio la llegada de la Palabra. Ella os renovará
día tras día.

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Dichosos vosotros si dialogáis en el corazón con la Palabra. Ella hará nacer en
vosotros el amor a Jesús.
Dichosos vosotros si escucháis juntos la Palabra. Ella os convertirá en pueblo que
proclama las maravillas de Dios.
Dichosos vosotros si guardáis la Palabra en el corazón. Ella os enseñará a orar.
DIOS TAMBIEN ES OYENTE. ESPERA TU PALABRA

VIRGEN OYENTE
Por Vicente Taroncher Mora
Capuchino

El Concilio Vaticano II dice que la Virgen María es el tipo de la


Iglesia y Pablo VI aclara más esa idea añadiendo que María as el
modelo de la Iglesia. Esto significa que las virtudes de María y
sus actitudes frente al problema de la salvación son la virtudes
que la Iglesia debe imitar y las actitudes que debe asumir para
lograr la salvación de pueblo de Dios.

Pablo VI en su exhortación apostólica sobre el culto


mariano del 2 de febrero de 1974 señala tres actitudes claras de
María frente al problema de la salvación. María es, según la
doctrina del Papa, La “Virgen oyente”, la “Virgen orante” y
la “Virgen oferente”.

Hoy nos venimos a referir a la primera de estas tres actitudes: la


Santísima Virgen escucha, oye la palabra de Dios que le llega a
través de la oración, de la reflexión sobre las Sagradas
Escrituras, del mensaje del ángel, del testimonio de los
pastores... y guarda en su corazón el mensaje de Dios. Y Ella
responde a esta pabla de Dios con una fe obediencial. Porque la
fe para María es algo más que una función del entendimiento;
implica también la voluntad de acoger y someterse a la voluntad
de Dios: “Hágase en mí según tu palabra”, es la respuesta de
María.

Por la fe, según el Vaticano II, el hombre se entrega entera y


libremente a Dios, y le ofrece el homenaje total de su
entendimiento y voluntad. Esta fusión del entendimiento y la
voluntad en el acto de fe aparece con toda claridad en el idioma
valenciano: Creure es dar asentimiento intelectual a la
revelación; y creure es, a su vez, obedecer al que habla
con autoridad.

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María, al escuchar en la Anunciación las palabras del ángel, creyó
en el misterio, y según frase de san Agustín refrendada también
por Pablo VI, María “llena de fe, concibió a Cristo en su mente
antes que en su seno”. Y pletórica de fe, sometiéndose
totalmente a la voluntad divina, pronunció aquel: "He aquí la
esclava del Señor. Hágase en mí según su palabra”. Y concibió
en su seno al mismísimo Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo.

Por esta fe obediencial María es proclamada bienaventurada, es


decir, agraciada de Dios. Y adquiere la seguridad absoluta de que
en ella se cumplirán las promesas del Señor: “Bienaventurada tú
porque has creído, porque se cumplirá lo que ha dicho el Señor”,
exclama santa Isabel.

El mismo Cristo proclama a María, su Madre, bienaventurada por


su actitud de escucha "oyente" de la palabra de Dios. Cuando
una mujer del pueblo, entusiasmada por las palabras de Jesús,
gritó: “Bienaventurado el vientre que te llevó...”, Jesús,
concretando la respuesta en su Madre, exclama: “Es más
bienaventurado el que escucha la palabra de Dios y la cumple”.
Porque María, escuchando la palabra de Dios y cumpliéndola,
había alcanzado ya la plenitud de la gracia.

Esta actitud de María de escuchar la palabra de Dios es la actitud


de la Iglesia que, según Pablo VI, "escucha con fe, acoge,
proclama, venera la palabra de Dios y la distribuye a los fieles
como vida”. Es más, consciente de que Dios continúa
revelándose al hombre, añade: “La Iglesia escudriña a su luz los
signos de los tiempos, interpreta y vive los acontecimientos de la
historia”.

A nosotros, como hijos de la Iglesia, nos corresponde estar


atentos a la palabra de Dios. Dios nos sigue hablando a través de
la Sagrada Escritura, del mensaje de la Iglesia, de la
intervención de María en la vida de la Iglesia, de los signos de
los tiempos... Concretamente, a cada uno de nosotros nos puede
hablar a través de un amigo, de un gozoso acontecimiento
familiar, de una enfermedad, etc. Oigamos, como María, la voz
del Señor y cumplamos su voluntad.

María en Mayo: La oyente de la Palabra (oración)

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María, la oyente de la Palabra,
Ángel Moreno de Buenafuente
(Ciudad Redonda)
“María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.
(Lc 2, 19) Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
(Lc 2, 51)
María, ¡cuánta sabiduría contienen los dos versos que abren y cierran todo el
relato lucano de la infancia de Jesús! En ellos se nos quiere indicar tu permanente
actitud de silencio. Treinta años transcurrieron abrazados por tu mirada atenta y tu
escucha sensible a lo que pudiera decir o insinuar tu Hijo.
Tú eres la oyente en todo momento atenta a la moción interior del Espíritu Santo.
Tú escuchaste la voz del enviado de Dios, quien te trajo la noticia más inesperada
e incomprensible. Tú guardabas silencio ante aquello que no llegabas a
comprender, pero creías.
Jesús, tu Hijo, habría de decir en una ocasión, cuando le anunciaron tu presencia:
«Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Y él les respondió:
«Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la
cumplen». (Lc 8, 20-21) Estoy seguro de que tú no te sentiste menospreciada,
sino por el contrario, aludida y estremecida.
Maestra de la escucha, y por ello madre de la Palabra, tu sensibilidad y delicadeza
tienen su raíz en la percepción más honda del querer de Dios. Los otros textos
evangélicos describen la misma escena un poco diferente y aluden a la dimensión
de la obediencia:
«Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es
mi hermano, mi hermana y mi madre». (Mc 3, 34-35)

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Tú, sobrepasando toda duda, le respondiste al Ángel del Señor: “Hágase en mí,
según tu palabra”. La expresión que encontramos en el discurso del “Pan de Vida”
te concierne enteramente, tú eres la alumna aventajada que escucha, aprende, y
camina hacia el Padre, en su voluntad.
¿Quizá Jesús aprendió de ti esta actitud que te identifica de escuchar? En él
resonó el cántico del Siervo del profeta Isaías: “El Señor Dios me ha dado lengua
de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana
tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos; el Señor Dios
me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás.” (Is 50, 4-5)
Maestra, enséñame a callar y a escuchar, a escuchar y a obedecer las
insinuaciones del Espíritu, para que mi vida sea respuesta a la Palabra de Dios.

Lucas, aunque de forma indirecta, nos hace saber que María era una
oyente atenta de la palabra de Dios predicada por Jesús (Lc 8,19-21;
11,27-28).

María en el evangelio de Lucas es la Virgen oyente: deja que Dios le


hable y esa palabra penetra en su corazón como la lluvia en la tierra
fecunda. María se nos muestra en la Anunciación plenamente dueña de
sí misma, con la sabiduría de la virgen que sabe oír y penetrar un
mensaje, con la riqueza interior que sólo otorga el silencio y la
contemplación.

Lucas nos dice que María “conservaba todas estas cosas y las meditaba
en su corazón” (L 2,19). En la Biblia meditar en el corazón significa
“ponderar”, interpretar, deliberar (Gen 37,11; Dan 7,28). La memoria
evangélica de María nos lleva a contemplarla durante la vida pública de
Jesús como una mujer en búsqueda, como auténtica discípula de Jesús.
Ser discípulo significa en Lucas dos cosas: escuchar la Palabra de Dios e
incorporarla en la propia vida (ponerla en práctica y ponderarla en el
propio corazón). Y ello implicaba: no llevar una vida fácil, pasar por
tribulaciones y cuestionamientos, apoyar toda la vida en Dios, ser
humildes y buscar ayuda, reflexionar y orar. María fue una mujer judía,
educada en las creencias del Antiguo Testamento, en una tradición
religiosa en la que Dios parecía estar lejos, sólo en su infinita majestad
(Ex 3,5-6; 19,16)14. Pero, ella hubo de pasar al Nuevo Testamento, a
una concepción y experiencia de Dios, diferente: cercano, amoroso,
cotidiano, encarnado. María fue la primera en acoger la nueva fe en
Dios. Se fió de Él y, como Abraham, salió sin saber adónde iba. Solo

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fiándose de la Palabra, guiada la Palabra, fue oyente y dejó que su vida
quedara totalmente configurada por la Palabra. Nadie la puso tan en
práctica como ella. A través de ella la Palabra se hizo carne. Isabel fue
testigo de todo esto: por eso, la llamó “la creyente”. La acogida de la
Palabra altera la propia vida, el propio proyecto. La perseverancia se
vuelve necesaria. El cambio puede ser muy radical y re-orientar la vida.
Es como una semilla que cae en tierra buena y da el ciento por uno (Mc
13, 8.23; Lc 8,8.15). La maternidad de María debe ser contemplada
desde la perspectiva de su discipulado: “mi madre es la que escucha la
Palabra y la pone por obra”.

El culto a María ha de promover actitudes profundas: el carácter de "oyente" de la


Palabra de Dios por la fe, que hace escudriñar los signos de los tiempos y vivir la
historia como signo de la presencia divina (MC 17).

María es la Virgen oyente


SS. Pablo VI

María es la "Virgen oyente", que acoge con fe la palabra de Dios: fe, que para
ella fue premisa y camino hacia la Maternidad divina, porque, como intuyó S.
Agustín: "la bienaventurada Virgen María concibió creyendo al (Jesús) que
dio a luz creyendo" (45); en efecto, cuando recibió del Ángel la respuesta a
su duda (cf. Lc 1,34-37) "Ella, llena de fe, y concibiendo a Cristo en su mente
antes que en su seno", dijo: "he aquí la esclava del Señor, hágase en mí
según tu palabra" (Lc 1,38) (46); fe, que fue para ella causa de
bienaventuranza y seguridad en el cumplimiento de la palabra del Señor" (Lc
1, 45): fe, con la que Ella, protagonista y testigo singular de la Encarnación,
volvía sobre los acontecimientos de la infancia de Cristo, confrontándolos
entre sí en lo hondo de su corazón (Cf. Lc 2, 19. 51). Esto mismo hace la
Iglesia, la cual, sobre todo en la sagrada Liturgia, escucha con fe, acoge,
proclama, venera la palabra de Dios, la distribuye a los fieles como pan de
vida (47) y escudriña a su luz los signos de los tiempos, interpreta y vive los
acontecimientos de la historia

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45. Sermo 215, 4: PL 38, 1074.

46. Ibid.

47. Cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. sobre la divina Revelación, Dei Verbum, n.
21: AAS 58 (1966), pp. 827-828.

VIRGEN OYENTE

La Virgen María, nos dice el Marialis Cultus, que es el modelo mejor para
la Iglesia en su actitud cultual, ella es Virgen oyente, orante y oferente.
Queremos ahora, siguiendo algunas indicaciones de la doctrina conciliar
sobre María y la Iglesia, profundizar un aspecto particular de las
relaciones entre María y la Liturgia, es decir: María como ejemplo de la
actitud espiritual con que la Iglesia celebra y vive los divinos misterios.
La ejemplaridad de la Santísima Virgen en este campo dimana del hecho
que ella es reconocida como modelo extraordinario de la Iglesia en el
orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo (43) esto
es, de aquella disposición interior con que la Iglesia, Esposa amadísima,
estrechamente asociada a su Señor, lo invoca y por su medio rinde culto
al Padre Eterno. (MC 16).
Cuando hablamos de culto estamos indicando que hay algo importante
para la vida del creyente. En la Biblia encontramos los vestigios del culto
cuando Caín y Abel le ofrecen a Dios sus diferentes ofrendas y Dios
acepta las de Abel y no acepta las de Caín. Pasó algún tiempo, y Caín
hizo a Yahveh una oblación de los frutos del suelo. También Abel hizo
una oblación de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los
mismos. Yahveh miró propicio a Abel y su oblación, mas no miró
propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y
se abatió su rostro. (Gn 4,3-5). En realidad la oblación de Caín no fue
grata a Yahveh porque éste le ofreció los frutos que no servían para
comer, en cambio Abel le ofreció el mejor cordero que tenía.
Al principio leemos en la Biblia el relato del Génesis, Dios creó al hombre

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y la mujer y les habló algunas cosas, indicándoles lo que no debían
hacer, sobre todo les mandó no comer del árbol de la sabiduría del bien
y el mal. Aquí entra en juego el oír. Eva fue la primera que oyó otra voz,
diferente a la de Dios, y desobedeció la orden del Creador. La serpiente
era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios
había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No
comáis de ninguno de los árboles del jardín?» Respondió la mujer a la
serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del
fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis
de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.» Replicó la serpiente a la mujer:
«De ninguna manera moriréis. (Gn 3,1-4) El haber escuchado otra voz y
otra orden determinó una ruptura dramática entre la criatura y el
Creador. Antes de esta ruptura, Dios le hablaba al hombre
directamente, cara a cara, pero después de la desobediencia, el hombre
y la mujer se esconden de Dios, se ha roto algo en la relación espiritual
con Dios. Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se
paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se
ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los árboles del jardín. (Gn
3,8)
El resultado de esta ruptura es la muerte. Dios le vuelve a hablar al
hombre indicándole varias cosas que de ahora en adelante le resultarán
más difíciles, como es el trabajo; la tierra queda maldecida y difícil para
obtener el fruto necesario para vivir, Al hombre le dijo: «Por haber
escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había
prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás
de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te
producirá, y comerás la hierba del campo.(Gn 3,17-18) y lo más
dramático de todo, después de una vida llena de dificultades y
sufrimientos: polvo eres y al polvo volverás: Con el sudor de tu rostro
comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado.
Porque eres polvo y al polvo tornarás.» (Gn 3,19).
Aquí se resalta nuevamente el escuchar; “por haber escuchado la voz de
tu mujer”, el hombre se equivocó detrás de la mujer, ambos escucharon

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una voz que no era la de Dios y la muerte es el fruto de este pecado.
La muerte significa muerte espiritual; el ser humano está separado de
Dios, y por sí mismo no tiene la capacidad de vivir; su cuerpo está
sometido al desgaste natural, después de una vida más o menos larga,
como todos los animales, volverá al polvo. El hombre no es un Dios,
como le había engañado la serpiente, sino que dramáticamente queda
enfrentado a su realidad natural; queda a merced de la naturaleza,
como cualquier otro ser vivo, con un lapso limitado de tiempo.
Oír, escuchar, obedecer a Dios, se relaciona con vida, desobedecer,
desoír, se relaciona con muerte: Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios
es el único Yahveh. Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma y con toda tu fuerza. (Dt 6,4-5) Si escuchas los
mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a
Yahveh tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos,
preceptos y normas, vivirás y multiplicarás; Yahveh tu Dios te bendecirá
en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión. Pero si tu
corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar a postrarte ante
otros dioses y a darles culto, yo os declaro hoy que pereceréis sin
remedio y que no viviréis muchos días en el suelo que vas a tomar en
posesión al pasar el Jordán. (Dt 30,16-18)
Nuestro drama espiritual, radical y profundo, como seres humanos, es
estar sometidos a la vida y a la muerte, y esta vida y muerte se
relacionan con la escucha o no escucha de Dios. En la medida que el ser
humano se da cuenta de su muerte, comienza a buscar más
profundamente el sentido de su vida. Dado que no tenemos la capacidad
de salvarnos por nuestro cuerpo, por nuestra sabiduría humana, por
nuestras capacidades dentro del mundo y la sociedad, la primera
sabiduría es darnos cuenta de nuestra muerte; y en la medida que
percibimos nuestro pecado, nos damos cuenta de la relación que existe
entre ese pecado y Dios, entre nuestro alejamiento de Dios, que implica
la muerte, y nuestra comunión con Dios, que implica la vida.
Dentro de la historia humana, la Virgen María fue la primera que
escuchó de nuevo plenamente a Dios (Virgen oyente) ella obedeció en

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todo a su Creador, y recuperó como mujer la desobediencia de Eva,
como afirma San Ireneo, que Eva escuchó a la serpiente, al demonio, y
entró la muerte en el mundo, y María escuchó al ángel de Dios y entró
la salvación al mundo. En este sentido oír y obedecer están íntimamente
relacionados. Si no escuchamos a Dios, no le obedecemos, y si no le
obedecemos, no tenemos vida en nosotros sino muerte.
El ser humano, para recuperar la vida espiritual, comenzó a realizar un
culto a Dios, porque ya no tenía una relación directa, cara a cara, sino
que en su espíritu se sentía solo, lleno de preocupaciones, angustias y
sufrimientos, y la manera de ir recuperando esa presencia en el espíritu
fue a través del culto. La liturgia es la acción más importante de la
Iglesia, y es por medio de la liturgia que la Iglesia recupera la gracia de
Dios perdida en nuestros primeros padres, Adán y Eva; es por medio de
la liturgia que la Iglesia recupera la Vida y sale de la muerte.
El culto es el camino de regreso al Padre, y en el culto se dan los otros
dos elementos que la Marialis Cultus nos enseña acerca de María; se da
la oración (Virgen orante) y la ofrenda (Virgen oferente). Hay que tomar
muy en serio el culto, la celebración de los Misterios o Sacramentos,
porque es a través de ellos que los cristianos recuperamos la gracia
perdida en Adán. La Marialis Cultus nos dice que María es modelo para
ese culto de la Iglesia, y el primer paso del culto es la escucha de Dios,
luego la oración y luego la ofrenda.
María es Virgen oyente porque desde el comienzo no pecó, al contrario,
ella es la “llena de gracia”, que escucha con atención al ángel, es lo que
hace la Iglesia al comienzo de la liturgia, escuchar la Palabra de Dios en
silencio y apertura, para ser fecundada por ella y dar frutos de vida
eterna; la Marialis Cultus nos dice: 17. María es la “Virgen oyente”, que
acoge con fe la palabra de Dios: fe, que para ella fue premisa y camino
hacia la Maternidad divina, porque, como intuyó S. Agustín: “la
bienaventurada Virgen María concibió creyendo al (Jesús) que dio a luz
creyendo” (45); en efecto, cuando recibió del Ángel la respuesta a su
duda (cf. Lc 1,34-37) “Ella, llena de fe, y concibiendo a Cristo en su
mente antes que en su seno”, dijo: “he aquí la esclava del Señor,

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hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38) (46); fe, que fue para ella
causa de bienaventuranza y seguridad en el cumplimiento de la palabra
del Señor” (Lc 1, 45): fe, con la que Ella, protagonista y testigo singular
de la Encarnación, volvía sobre los acontecimientos de la infancia de
Cristo, confrontándolos entre sí en lo hondo de su corazón (Cf. Lc 2, 19.
51). Esto mismo hace la Iglesia, la cual, sobre todo en la sagrada
Liturgia, escucha con fe, acoge, proclama, venera la palabra de Dios, la
distribuye a los fieles como pan de vida (47) y escudriña a su luz los
signos de los tiempos, interpreta y vive los acontecimientos de la
historia. (MC 17).
La escucha tiene que ver, como lo afirma San Agustín en esta cita arriba
mencionada, con la fe. Creer en Dios es escucharlo y asentir con el
corazón. La desobediencia de Eva, y luego de Adán, significa falta de
confianza en Dios, falta de lealtad hacia Él. La obediencia de María
recupera la lealtad y la confianza, se fía de Dios, le cree y obedece. La
obediencia, podríamos decir, es una fe que asiente, una fe asintiente. En
cambio la desobediencia es una pérdida de la confianza, en última
instancia, es una pérdida de una fe asintiente; el ser humano sigue
creyendo en Dios, pero ya no lo ve como un amigo sino como un
enemigo, alguien que le da miedo. La Virgen María oye a Dios y se
dispone a servirle: Dijo María: he aquí la esclava del Señor, hágase en
mí según tu palabra (Lc 1,38).
Para ir recuperando la presencia de Dios a través del culto, lo mejor que
puede hacer la Iglesia es oír la Palabra de Dios, escuchar de nuevo la
voz de Dios que resuena en la proclamación del Antiguo y Nuevo
Testamento, comenzar por donde comenzó el mal, como diría San
Ireneo, en la recirculación, lo que se anudó con la desobediencia por
escuchar al mal, se desata recorriendo el camino al contrario,
comenzando por escuchar a Dios para ir recuperando su presencia
perdida.
En esta Palabra está la Vida, ella tiene la voz de Dios que resuena en el
silencio de la soledad del hombre caído; el llamado de Dios: dónde
estás? (Gn 3,9) no para castigar al hombre, sino para amarlo y salvarlo

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del mal, así como hizo en el jardín del Edén, cuando a pesar del pecado
Yahveh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió.
(Gn 3,21) Un Padre amoroso quiere ayudar a sus hijos, a pesar de su
desobediencia, los protege y les promete una salvación futura, un futuro
Mesías Salvador que vencerá la serpiente y logrará recuperar lo que se
había dañado en la caída de Adán y Eva. Entonces Yahveh Dios dijo a la
serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y
entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo
comerás todos los días de tu vida. Enemistad pondré entre ti y la mujer,
y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú
su calcañar.» (Gn 3,14-15).
Cuando Dios le dice al hombre que volverá al polvo, no es tampoco una
maldición, porque Dios no maldice el hombre, sino a la tierra; es para
que el hombre sepa que no es Dios, y el volver al polvo es una medicina
para curarse de la soberbia, el veneno que la serpiente inyectó en el ser
humano. La conciencia de la muerte será para el hombre el motivo de
reflexión, de inseguridad y de humillación más profundo. Por medio de
esta medicina el ser humano va a disponerse a caminar y volver hacia
Dios, y en la medida que tome conciencia de su debilidad e incapacidad
de darse la vida a sí mismo irá abriéndose a Dios, sobre todo a
escucharlo; la enseñanza de Israel se puede resumir en el principio de
los mandamientos de Dios: escucha Israel (Dt 6,4). El pueblo de Israel,
pasando cuarenta años a través del desierto, deja atrás la mentalidad
del mundo, representada en el Faraón de Egipto, y renace en medio de
la nada, de la inseguridad, del cansancio, del hambre, de la sed. El
pueblo que accede a la tierra prometida es un pueblo purificado y que
ha ido reabriendo sus oídos a Dios; Josué lo plantea como una
ratificación de alianza: El pueblo respondió a Josué: «A Yahveh nuestro
Dios serviremos y a sus voz atenderemos.» Aquél día, Josué pactó una
alianza para el pueblo; le impuso decretos y normas en Siquem. (Jos
24,24-25).
En definitiva, la actitud que la Iglesia debe cultivar es la de escuchar de
nuevo a Dios, atentamente, en silencio profundo, respetuoso y

13
amoroso; Dios no le ha negado su gracia, sino que el pecado ha cortado
de tal manera la relación del ser humano con Dios que es necesario
andar por los caminos de vuelta a Dios; es necesario callare y dejar que
Dios nos hable al corazón, aunque al comienzo no seamos capaces de
escuchar casi nada, sin embargo, por un acto de fe obediencial vamos
tomando la actitud que María nos enseña como la Virgen Oyente.

MARÍA, MODELO DEL DISCÍPULO, SEGÚN LUCAS María Carmen Román


Martínez (publicado en Reseña Bíblica 61 [2009] 33-42) Lucas, es el
evangelista que mejor ha hecho un retrato de María de Nazaret. Es el
autor del tercer evangelio quién más ha resaltado en su obra el
protagonismo de las mujeres. Protagonismo que alcanza su máxima
expresión en la figura y presencia de María. Ella es modelo del discípulo
que ha de recorrer su camino, acogiendo la salvación y asociándolo al de
su hijo. La memoria pascual que testimonia Lucas de la historia de
María, desde los relatos de la Infancia hasta su presencia en
Pentecostés, está caracterizada por la fe, ella es figura y modelo de la fe
de la Iglesia. Maria protagonista de la Historia de la salvación tiene
dentro del evangelio de Lucas un papel fundamental como discípula del
Señor. Acercarse a la figura de María no deja indiferente a nadie. Los
cristianos de todos los tiempos la hemos invocado como Madre, Virgen
santísima, Nuestra Señora en sus múltiples advocaciones. Pero ¿quién
es María? ¿Qué nos dice de ella su persona, su presencia, su saber
estar, su silencio? Lucas, es sin duda, el evangelista que mejor ha hecho
un retrato de ella. A nadie nos pasa desapercibido que es precisamente
el autor del tercer evangelio quién resalta de manera notable, el
protagonismo de las mujeres en un su obra. Protagonismo que alcanza
su máxima expresión en la figura y presencia de María. Lucas la
presenta en función de su teología, como modelo de discípulo que ha de
recorrer el camino, acogiendo la salvación y asociándolo al de su hijo.
En los relatos de la infancia (Lc 1-2), aparece mencionada con su
nombre, María. En Lc 8,19- 21, presenta la relación entre la familia
física y la familia escatológica de Jesús, ambas unidas por la acogida de

14
la palabra de Dios: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la
palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 8,21). La referencia a la
madre de Jesús en Lc 11,27-28 nos recuerda que la verdadera
bienaventuranza consiste en creer en la Palabra y no en el hecho de
concebirla. Finalmente, en el libro de los Hechos de los Apóstoles se
presenta a María en la vida de la primitiva comunidad cristiana. “Todos
ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de
algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch
1,14). María está presente en la comunidad orante de la Iglesia naciente
que va a recibir el Espíritu. La memoria pascual que testimonia Lucas de
la historia de María, está caracterizada por la fe, ella es figura y modelo
de la fe de la Iglesia. Maria protagonista de la Historia de la salvación
tiene dentro del evangelio de Lucas un papel fundamental como
discípula del Señor. 1. DE LA SORPRESA A LA ACEPTACIÓN: ¿CÓMO
SERÁ ESTO? María es una discípula, no en el sentido de que
acompañara a Jesús durante su ministerio público, sino en el sentido
existencial: alguien que escucha la Palabra de Dios y obra de acuerdo a
ella. Así aparece en la Anunciación, como aquella que escucha y pone en
práctica la Palabra de Dios. Lucas hace de María el personaje central. En
la escena combina dos formas de la narrativa bíblica: el anuncio de un
nacimiento y la vocación de un profeta. Ambos tipos de relato siguen
una estructura literaria parecida. En primer lugar, aparece el saludo el
ángel o de un mensajero celestial, a continuación, viene la reacción de
temor por parte del destinatario, a la que sigue una palabra de ánimo.
En tercer lugar, se encuentra el anuncio en sí, que pone de manifiesto
las intenciones de Dios. En un cuarto momento, la persona a la que va
dirigido el anuncio pone sus objeciones, y 2 finalmente, el relato termina
con un signo del poder divino que da seguridad a la persona. Este
género narrativo se utiliza en momentos significativos de la historia de
Israel para ambas cosas: para anunciar el futuro nacimiento de alguien
importante o para narrar la llamada de personas adultas a colaborar con
los planes de Dios. Hay autores que también ven en este relato el
esquema literario de alianza, que prevé las palabras de un mediador y la

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respuesta de fe del pueblo: “Haremos todo lo que el Señor ha dicho” (cf.
Ex 19,8). Al comienzo del relato Lucas presenta a los dos protagonistas
de la acción: Gabriel y María. También se nos recuerda el tiempo
trascurrido desde el relato anterior del anuncio a Zacarías en el templo:
seis meses. El ángel Gabriel había sido enviado a Zacarías “para
hablarte y anunciarte esta buena noticia” (Lc 1,19b). Ahora es enviado a
un nuevo personaje del cual se dice muy poco: se llama María, era
virgen, prometida a un hombre de la casa de David, vive en una aldea
desconocida de Galilea, Nazaret y es pariente de Isabel. Aún sin tener
título relevante María es objeto de una mirada especial. Dios le envía su
ángel apocalíptico, aquel que anuncia las decisiones últimas de Dios
respecto al futuro de la historia: “yo soy Gabriel, el que está delante de
Dios” (Lc 1,19ª). El saludo de este mensajero “Alégrate” recuerda
algunos textos veterotestamentarios que contienen esta palabra y
exhortan a la alegría escatológica (Cf. Is 6,10; Jl 2,21-23; Zac 10,7).
Por eso, María “se preguntaba qué significaría aquel saludo” (Lc 1,29).
El “alégrate” encabeza el anuncio de la Buena noticia que se extenderá
por todo el mundo. Según Lucas, la alegría es la respuesta a esa buena
noticia que trae la salvación, a la irrupción de una nueva vida, a ese
proyecto transformador de Dios. María es la agraciada, ella ha
encontrado gracia ante Dios y tiene ante sí un futuro desconcertante:
concebirás. Lucas presenta a María bajo el dinamismo sorprendente de
la gracia, que culmina en la maternidad virginal. El nombre de gracia va
acompañado de una frase singular: “El Señor está contigo”. De grandes
personajes se decía en Israel que “el Señor estaba con ellos” (Jacob,
José, Moisés, Josué, Gedeón, Saúl, David, Jeremías; cf. Gn 39,3; Gn
46,3; 1Sm 18,12; Jr 1,8) sólo así pueden realizar la misión
encomendada por Dios. El mensajero sitúa a María entre los grandes
salvadores de Israel. María reacciona ante las palabras y se siente
sobrecogida, sorprendida. María se conmueve, se maravilla ante lo
nuevo e incomprensible. Dios puede hacer cualquier regalo, superando
todo lo imaginable. Gabriel ha revelado a María lo que va a acontecer en
ella. Le confía una misión de parte de Dios: ser madre a través de tres

16
acciones: concebirás en tu seno, darás a luz un hijo, le pondrás por
nombre Jesús. El mensaje es interrumpido por una pregunta de María,
situada en el centro de la perícopa: “¿Cómo será esto pues no conozco
varón?” La objeción de María evoca la objeción de Zacarías: “¿En qué lo
conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer de avanzada edad.” (Lc 1,18).
El “no conozco” de María está conectado en su condición, de virgen. Ella
sólo está “desposada”, todavía no convive con José, y en sentido
semítico no ha “conocido” varón. Nada en el texto da pie a pensar que
María había hecho un voto de virginidad. De ahí, su sorpresa, no sólo
por la ausencia de varón para la concepción, sino por la imposibilidad de
dar a luz a un hijo que “se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los
siglos y su reino no tendrá fin” (Lc 1,32-33). El ángel del Señor
responde a esa pregunta, María es destinataria privilegiada de un
mensaje que es buena noticia para todo el pueblo. Le es revelado de
este modo el plan de amor de Dios para con ella: “El Espíritu Santo
vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc
1,35) Ante este acontecimiento, la fecundidad de Isabel, que era estéril,
se convierte en un signo. La Palabra de Dios se cumple, va a ver la luz.
María se declara “sierva del Señor” como Ana, la madre 3 de Samuel,
cuando le suplicó al sacerdote Elí: “Que tu esclava encuentre favor a tus
ojos” (1Sam 1,18). María se autopresenta como la humilde sierva,
acepta el plan de Dios para con ella, no como respuesta a sus deseos,
sino como aceptación al deseo de Dios. María es llamada por Dios para
una misión. Ella es la discípula que desde el comienzo acoge el Misterio
de su Hijo en una actitud de obediencia, disponibilidad y aceptación. 2.
DE LA INVITACIÓN AL SERVICIO: SE PUSO EN CAMINO Tras el
encuentro con el ángel, María se pone en camino con prontitud a una
ciudad de Judá y entra en casa de Zacarías. El episodio de la visita de
María a Isabel está narrado según el modelo que aparece en 2Sam 6,2-
16 sobre el traslado del arca. En ambos relatos se suceden las
manifestaciones de gozo, David y todo Israel “iban danzando delante del
arca con gran entusiasmo” (v.5), como el niño en el seno de Isabel

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“empezó a dar saltos de alegría” (v. 41.44). El verbo “exclamar” es
usado en sentido litúrgico cuando se alaba a Yahvé presente en el arca
(cf. 1Cron 16, 4.5.42). María es el arca de la nueva alianza, lugar de la
presencia de Dios con nosotros. María percibe la invitación a salir de sí
misma, de su ciudad, a que se reconozca la noticia de ser portadora de
la Gloria de Dios, de su Presencia. Lucas le da gran importancia al
saludo que María dirige a Isabel (es mencionado tres veces Lc
1,40.41.44) y las reacciones que provoca: el niño salta de gozo en el
seno de Isabel y ella misma queda llena del Espíritu Santo. Lo anunciado
se está cumpliendo. El salto de gozo es para Lucas expresión del gozo
de los tiempos mesiánicos. El saludo a Isabel responde a su condición:
hija de Aarón, mujer de sacerdote y anciana. María es saludada en su
nueva condición: Bendita entre las mujeres y “madre de mi Señor”. La
proclama “bendita entre las mujeres” a causa de su fe en contraste con
la incredulidad de su marido, Zacarías. El no creyó, María sí (Lc 1,20),
por eso es bendita, como lo fueron en el antiguo Testamento Yael, la
mujer de Jéber el quenita (Jue 5, 24) y Judit (Jdt 13, 18) por haber sido
instrumentos de Dios. Al llamar Isabel a María “la madre de mi Señor”
(v.43) está afirmando que María es la madre de aquel a quién Dios ha
constituido Señor y Mesías. Y todo esto es en cuanto a creyente, figura
de una verdadera discípula. “¡Dichosa tú que has creído! Que lo que ha
dicho el Señor se cumplirá” (v 45). Ser discípula implica servir al
Salvador, ponerse al servicio de la palabra de vida, una vida que brota,
y que es reconocida en el seno de una estéril. María es llamada también
bienaventurada, dichosa por ser creyente. Ella ha creído como Abraham.
Mientras Zacarías permanece mudo, María, si puede hablar. No se
recluye en casa, sino que sale de ella y se lanza a realizar un viaje hacia
la región montañosa. La fe le da la palabra y la movilidad. María es
discípula y se pone al servicio de su Hijo. La voz, el saludo de María,
transforma a Isabel y suscita la alegría de los últimos tiempos. Y es en
este momento cuando María proclama su Magnificat. 3. DEL LAMENTO
AL CANTO: HA MIRADO LA HUMILDAD DE SU SIERVA Toda la tradición
de manuscritos griegos y todas las versiones, exceptuando unos pocos

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manuscritos latinos, atribuyen el Magnificat a María. Es el primero de los
cuatro cantos (Magnificat, Benedictus, Gloria in excelsis, Nunc dimittis)
que celebran la alegría del cumplimiento: Los encontramos todos en
Lucas 1-2. Los cuatro cánticos están unidos por el tema de la alegría,
del exultar de gozo por la presencia de la salvación. Se cumple aquello
que había sido prometido y que Israel había esperado con intensa
esperanza. El cumplirse de la salvación hace estallar el canto. Lucas
pone en labios de María este cántico, tal vez viera en él reflejado los
sentimientos que correspondían a la visión que tenía de ella. Al
presentarla como la portavoz de la esperanza de los pobres, señala en
ella la figura de la primera discípula cristiana. Se refleja también la
predilección 4 de Jesús por los pobres, por los últimos que acentúan la
llegada del reino de Dios (pecadores, mujeres, samaritanos) y
transforma el luto en canto (cf. Sal 29, 12). El cántico está ambientado
en la casa de Zacarías (Lc 1,40) y constituye la respuesta de María a las
palabras de Isabel. El Magnificat presenta una relación temática con el
contexto que lo precede: 1) la alegría: el alegrase de María (Lc 1,47)
remite al salto de alegría de Juan en el vientre de Isabel (Lc 1, 44). 2)
La designación de esclava, “ha puesto los ojos en la pequeñez de su
esclava” (Lc 1,48) recuerda las palabras precedentes: “He aquí la
esclava del Señor” (Lc 1,38). 3) Las palabras del Magnificat: “Todas las
generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1,48) se unen al saludo
que le ha dirigido Isabel: “bienaventurada la que ha creído” (Lc 1,45).
4) El poder de Dios: se puede vislumbrar una referencia entre la
declaración: “el Poderoso ha hecho cosas grandes” (Lc 1,49) y las
palabras del ángel Gabriel: “nada hay imposible para Dios” (Lc 1,37).
Los protagonistas son respectivamente María y el Señor. En el centro de
la escena está solo ella, la madre-sierva del Señor, toda dirigida hacia
El. El movimiento de los vv. 46-50 se refieren solamente a María,
mientras el segundo movimiento (vv. 51-55) se alarga al escenario más
amplio de la historia humana, abarcando todo un pueblo (Israel) y a
todas las generaciones. El canto de María es ahora el canto de los
pequeños y de los pobres. Es Yahvé el que ha hecho proezas, ha

19
disperso a los soberbios, ha derribado a los poderosos, ha exaltado a los
humildes, ha colmado de bienes a los hambrientos, ha despedido a los
ricos y ha auxiliado a Israel. En el Magnificat se da una relación
temporal de pasado, presente y futuro. La intervención divina celebrada
por María cumple aquello que Dios había anunciado a nuestros Padres.
Aquello que Dios ha cumplido en el pasado, aquello que él cumplirá en
el futuro y aquello que ha comenzó a obrar en María. Lucas presenta a
los pobres como aquellos que dependen en todo de Yahvé y gritan a El
su aflicción. Los pobres del Magnificat son, pues aquellos a quienes Dios
ya ha ayudado y liberado. María proclama por anticipado el Evangelio.
Ella queda inserta entre los “abatidos del país”, entre los pobres. Todo lo
que ha sucedido en la humilde esclava de Dios, se torna canto, alegría,
se convierte en felicitación por todas las generaciones y es a su vez
motivo de esperanza para el pobre, el que sufre, el que se lamenta. 4.
DE LA CONFUSIÓN A LA LUZ. OS ANUNCIO UNA GRAN ALEGRÍA
Después de la visitación nos dice Lucas que María volvió a su casa. El
capítulo 2 se inicia con el viaje de María y José de Nazaret a Belén. De
nuevo, María vuelve a tener un protagonismo singular acompañada de
José. En primer lugar ambos participan de una movilización general,
debido al edicto imperial ordenando que se empadronase todo el
mundo. El edicto de César Augusto se convierte así en instrumento de
los planes de Dios, en la circunstancia histórica que hace que Jesús vaya
a nacer en la ciudad de Belén. En el relato del nacimiento de Jesús,
María asume el centro de la acción: ella es la que da a luz a su hijo
primogénito, la que lo envuelve en pañales y la que lo recuesta en un
pesebre porque no había lugar para ellos en el alojamiento (Lc 2,7). En
una noche de gentío, algarabía y confusión no hay lugar para ellos. Esto
puede resultar incluso escandaloso, Jesús nace como un pobre: el Hijo
de Dios, el Santo, el Altísimo, el Rey del reino eterno no encuentra
lugar. Lucas le da también una gran importancia a las dos últimas
acciones de María, hasta el punto que el ángel del Señor las presenta
como el signo por el que han de reconocer a Jesús los pastores. Se trata
de una triple situación inicial de Jesús que se vuelve a repetir al final de

20
su vida: expulsado de la ciudad, envuelto en una sábana y reclinado en
un sepulcro. 5 La aparición del ángel y el anuncio de una buena noticia a
los pastores contrasta con la escena anterior. Era de noche pero la
gloría del Señor envuelve a los pastores con su luz. Luz que disipa el
temor, y anuncia la alegría para todos: “No temáis, pues os anuncio una
gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la
ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” Revelación
cristológica, Jesús es el auténtico Soter que libera del dolor, de las
enfermedades, de la marginación y la pobreza y nos regala la alegría y
el gozo de la salvación. El nacimiento del hijo de María es la gran noticia
que debía esperar el pueblo de Dios. Aunque este mensaje comunicado
a los pastores contrasta con el edicto del emperador Augusto
comunicado a todo el imperio. Este niño que nace en la ciudad de David
será fuente de alegría no sólo para los pastores sino para todo el
pueblo. El ángel de Dios así se lo anuncia a los pastores, que se
convierten en auténticos comunicadores. Al igual que María ellos se
ponen en camino, tienen que buscar para encontrar y para ello se les da
una pista, un signo. También María, después de recibir la buena noticia,
hubo de ponerse en camino para contemplar el signo de Dios: una
anciana estéril que había concebido. María y los pastores se apresuran
en su camino. Los pastores se convierten en mensajeros de los ángeles,
en portadores de revelación, María lleva la revelación en sí misma. Los
pastores van a ver la palabra, y después de haber visto dan a conocer la
palabra-acontecimiento, se convierten en testigos. La reacción de María,
sin embargo, es replegarse hacia su interior: “María, por su parte,
guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.” (Lc 2,19).
Entre los oyentes que escuchan, guardan y confrontan la palabra está
María. Ella rumia la palabra en su esfuerzo por comprender el significado
profundo de lo que ha vivido y lo que le han contado los pastores. María
es el prototipo de discípula que no se contenta con escuchar la palabra,
sino que la guarda en su corazón. Esta referencia parece indicarnos el
esfuerzo de fe que supone esta experiencia. Junto con los pastores y los
que escuchaban asombrados su relato, aparecen distintas reacciones a

21
la palabra de Dios. La virgen madre es el modelo del discípulo oyente
profundo y no superficial de la Palabra. 1) Como está escrito en la Ley
del Señor Los episodios de la circuncisión e imposición del nombre al
niño “pasados ocho días” y de la presentación de Jesús en el templo
pueden considerarse como parte de la unidad literaria del nacimiento (Lc
2,21-40). La circuncisión se cumple para obedecer la Ley de Lev 12,3; y
el rescate del primogénito varón según Ex 13,1.11-16. La purificación de
la mujer mediante la ofrenda de un cordero o de un par de pichones o
de tórtolas, según Lev 12, 2-4, 6-8 y 5,7. Parece que la intención de
Lucas en los vv 21-24 consiste en subrayar la fidelidad de José y María a
las prescripciones de la Ley mosaica. La primera visita al templo, dónde
se pone de manifiesto el cumplimiento del plan de Dios manifestado en
la Ley, termina con dos personajes: Simeón, hombre justo y piadoso
que aguardaba el consuelo de Israel y que movido por el Espíritu
testifica el destino del niño presentado en el templo. Más tarde aparece
una anciana profetisa, Ana, que hablaba del niño a todos los que
esperaban la redención de Israel (Lc 2, 38). 2) Luz para iluminar a las
gentes Simeón tomó al niño en sus brazos (Lc 2, 28), y bendice a Dios
con un himno: el “Nunc Dimittis”. En él canta la salvación de Israel,
cántico de la promesa cumplida, de la esperanza realizada. Los padres
estaban maravillados por lo que se dice del niño. Simeón los bendice y
anuncia a la madre que estará vinculada con el destino de su hijo. Aquel
en quién viene a cumplirse la promesa de la elección de Dios es también
“signo de contradicción”, objeto de acogida y de 6 rechazo por parte de
Israel. Estas palabras anticipan el destino de Jesús, al que está unida
María: “y a ti misma una espada te atravesará el alma” (Lc 2, 35). La
espada en lenguaje bíblico evoca la Palabra de Dios (cf. Is 49,2; Sab
18,15, Ap 1,16, Heb 4,12). La palabra está presente como “luz para
iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2,32). La espada
que atravesará el corazón de María será la palabra de Dios, que se hace
presente en su hijo Jesús, palabra que no le ahorrará el esfuerzo de
creer, de guardar y meditar acontecimientos y palabras. La misión de
María aparece asociada a la de su hijo. 3) Te andábamos buscando El

22
Evangelio de la infancia se cierra con el episodio de la presencia de
Jesús, con 12 años en el templo. Lucas presenta el relato como
revelación del Hijo, que se toma en serio la voluntad de su Padre: “¿No
sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” (Lc Lc 2, 49). Jesús
se auto proclama “Hijo de Dios Padre”. La intención del evangelista
parece ser representar en la narración el anuncio de la Pascua: el lugar
es Jerusalén, después de tres días de pérdida, angustia y dolor y la falta
de comprensión de los padres. “Su madre conservaba cuidadosamente
todas las cosas en su corazón” (Lc 2,51). María es la creyente, el
modelo de fe en la relectura pascual de la iglesia naciente. Ella guarda
en un silencio sonoro atenta a descifrar su sentido. Lucas pone de
relieve el itinerario progresivo de aquella que caminó en la fe como
verdadera discípula. 5. DEL OCULTAMIENTO A LA PRESENCIA Durante el
ministerio público de Jesús, María no es llamada por su nombre, aunque
encontramos dos referencias a la madre de Jesús (8,19-21; 11,27-28).
La presencia de María en este período es bastante escasa. Si nos
adentramos en el pensamiento teológico lucano podemos caer en él
cuenta que lo que le interesa a Lucas es situar a María en cuanto
símbolo del discipulado, que tiene su origen en los relatos de la infancia,
durante la vida pública de Jesús y llega hasta los comienzos de la
Iglesia. El conjunto del testimonio de Lucas sobre María presenta una
profundidad teológica y un concepto muy positivo de ella. Según Lucas,
los paisanos de Jesús no hacen referencia ni María, ni a los hermanos, ni
a su profesión de carpintero, en el rechazo de Jesús en Nazaret (Lc
4,16-30). Sólo a José como padre de Jesús; resulta curioso que Marcos,
que no cuenta nada de la infancia de Jesús, haga referencia a ser “hijo
de María”, y Lucas, que si habla de María, solo diga “hijo de José”.
¿Reflejan tal vez dos tradiciones distintas? Más bien el evangelista, no
quiere colocar a María y a los hermanos de Jesús en un contexto de
incredulidad. 1) “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la
palabra de Dios y la cumplen” ( Lc 8, 19- 21) La escena del encuentro
de Jesús con su familia también es modificada profundamente por
Lucas. El la sitúa en el contexto de la parábola del sembrador. Jesús, en

23
este caso, no cuestiona su relación con ellos, sino que afirma que su
madre y sus hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la
cumplen. Ellos forman parte de la familia espiritual de Jesús porque son
como la semilla que cae en tierra buena. La respuesta de Jesús no
implica una renuncia a los vínculos familiares, lo que quiere decir que
existe otro tipo de vinculación a su persona que trasciende los lazos
familiares. La relación de discípulo de Jesús consiste en la adhesión
voluntaria y libre a la palabra y persona de Jesús. 2) “Dichosos más bien
los que oyen la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,27-28) 7 De nuevo
en esta referencia explícita a la madre de Jesús, Lucas la sitúa entre los
primeros discípulos perseverantes en la fe. Jesús vuelve a insistir que la
auténtica bienaventuranza viene de oír la palabra de Dios y guardarla.
Estas son las razones de la dicha y no solo por haber llevado en su seno
y haber amamantado a Jesús. Más que su maternidad biológica y sus
relaciones maternas con Jesús, se destaca su fe y sus relaciones con
Jesús como creyente. 6. Y UNA VIDA EN EL ESPÍRITU Finalmente, en los
Hechos de los apóstoles, la segunda parte de la obra de Lucas, aparece
también María, la madre de Jesús, en el momento fundacional de la
comunidad cristiana, cuando el Espíritu la consagra para cumplir su
misión: “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu,
en compañía de algunas mujeres, y de María la madre de Jesús, y de
sus hermanos” (Hch 1, 13-14). María, la madre de Jesús, aparece
integrada en el grupo que espera la venida del Espíritu. En él ocupa un
lugar importante. Para Lucas, María no forma parte de ninguno de los
tres grupos (apóstoles, mujeres, hermanos de Jesús), sino que
constituye un personaje aparte. María fue coherente desde la
anunciación-vocación hasta el momento constituyente de la comunidad
de Jesús de cara a la historia futura. Al mismo tiempo como en la
anunciación-vocación, ahora también María se ve agraciada con el
Espíritu Santo, que desciende sobre ella en la comunidad. María es
comunidad cristiana. María sigue presentada como la creyente, que
consiente a la palabra de Dios en la fe y se deja conducir por ella en una
revelación progresiva del misterio. Ella es verdadera discípula, figura del

24
discipulado, modelo de asentimiento a la palabra de Dios, a la iniciativa
divina, que se deja modelar por el Eterno. La Iglesia naciente y la
Iglesia hoy se sigue mirando en ella para encontrar la respuesta al
camino de la fe.

MUJER DEL SÍ
Palabra de Dios

Lc 1, 26-38: Hágase en mí según tu palabra.

2 Cor 1, 18-22: En él no hubo más que sí.

Texto antológico

"María es la 'Virgen oyente' que acoge con fe la palabra de Dios;


fe que para ella fue premisa y camino hacia la maternidad divina,
porque, como intuyó san Agustín, 'la bienaventurada Virgen
María concibió creyendo al (Jesús) que dio a luz creyendo'; en
efecto, cuando recibió del ángel la respuesta a su duda (cf Lc
1,34-37) 'ella, llena de fe y concibiendo a Cristo en su mente
antes que en su seno', dijo: 'he aquí la esclava del Señor, hágase
en mí según tu palabra' (Lc 1,38); fe que fue para ella causa de
bienaventuranza y seguridad en el cumplimiento de la palabra
del Señor (Lc 1,45); fe con la que ella, protagonista y testigo
singular de la Encarnación, volvía sobre los acontecimientos de la
infancia de Cristo, confrontándolos entre sí en lo hondo de su
corazón (cf Lc 2,19.5 l). Esto mismo hace la Iglesia, la cual,
sobre todo en la Sagrada Escritura, escucha con fe, acoge,
proclama, venera la palabra de Dios, la distribuye a los fieles
como pan de vida y escudriña a su luz los signos de los tiempos,
interpreta y vive los acontecimientos de la historia.

Ante todo, la Virgen María ha sido propuesta siempre por la


Iglesia a la imitación de los fieles no precisamente por el tipo de
vida que ella llevó y tanto menos por el ambiente sociocultural
en que se desarrolló, hoy día superado casi en todas partes, sino
porque en sus condiciones concretas de vida ella se adhirió total
y responsablemente a la voluntad de Dios (cf Lc 1,38); porque
acogió la palabra y la puso en práctica; porque su acción estuvo
animada por la caridad y por el espíritu de servicio; porque, es

25
decir, fue la primera y la más perfecta discípula de Cristo: lo cual
tiene valor universal y permanente".

Pablo VI, Marialis cultus

Reflexión

Ya lo insinuó claramente Jesús: María es más bienaventurada por


haber escuchado la palabra de Dios y haberla puesto en práctica
que por haber sido madre física de Jesús.

Decir "sí", escuchar, acoger y cumplir la palabra de Dios es lo


que da la talla de un verdadero creyente. El sí de María en la
anunciación no es más que la síntesis del sí que pronunció
dilatadamente a lo largo de toda su vida.

Nuestra verdadera devoción debe pasar por una auténtica


imitación de lo que María tiene de más bienaventurada. Imitarla
es prolongar su sí en nuestra vida: "Hágase en mí según tu
palabra".

Examen

-¿Es nuestra vida un sí para Dios? ¿Qué zonas tenemos


reservadas al no en nuestras profundidades?

-¿Estoy atento para escuchar las propuestas que Dios me hace a


través de sus desconocidos mensajeros?

-¿Qué sí me es más difícil de pronunciar?

-¿Es nuestra comunidad cristiana un lugar que nos ayuda a


escuchar mejor la palabra de Dios y a cumplirla más
eficazmente?

Conversión

*Tomar decisiones para desterrar toda sombra de no en nuestra


vida.

*Apoyar que en la comunidad cristiana escuchemos atentamente


la palabra de Dios.

26
*Ser también para los hermanos de mi comunidad cristiana
mensajero de Dios, ayudándoles, desde mi fe, a descubrir las
exigencias de Dios sobre sus vidas.

Invocación

-Madre de Jesús, madre del sí...

- ...que se cumpla en nosotros la palabra del Señor.

Oración

Dios, Padre nuestro, que en Jesús nos has pronunciado tu "sí"


definitivo. En él has sido todo un sí. Ayúdanos a responder
también nosotros como María: "Que se haga en nosotros según
tu palabra".

Cantos sugeridos

"Alégrate, hija de Sión", de M. González, en La gloria de


Jerusalén.

"Santa María del Amén", de J. A. Espinosa, en El Señor es mi


fuerza.

FELIZ PORQUE HAS CREÍDO


Palabra de Dios

Lc 1, 39-45: Feliz porque has creído.

Heb 11; 12,1-5: Fijos los ojos en Jesús, que inicia y consuma
nuestra fe.

Texto antológico

"María aparece como la primera que, en el nuevo orden de


Cristo, cumple el auténtico movimiento de la fe. Zacarías había
sido escéptico, y había pedido una señal, después de su visión en
el templo: 'Y ¿qué me asegurará de ello?, porque soy un anciano
y mi esposa tiene muchos años' (Lc 1,18). A pesar de la visión y
de la palabra evangélica, Zacarías duda, en tanto que María
acepta con toda confianza, proponiendo sólo la pregunta del
'cómo', más sin pedir una señal. La similitud entre estas dos
anunciaciones revela mucho y bien la pureza de la fe de María.
Zacarías enmudecerá, por su incredulidad: '¡Bien! Vas a

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quedarte mudo y en el silencio, hasta el día en que esto se
cumpla, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a
su tiempo' (Lc 1,20). Isabel, la esposa de Zacarías, que ha sido
el testigo directo de la mudez de su incrédulo esposo, reconoce
con más admiración, a causa de esto, la resoluta fe de María:
"Bienaventurada la que ha creído'... (Lc 1,45). Zacarías
pertenece aún al Antiguo Testamento, de corazón reacio a la fe,
objeto de un milagro divino que se cumple pese a su poca fe.
María es, en verdad, la primera cristiana, la verdadera creyente
que, predestinada por la gracia divina, entra en su plan por la
total ofrenda de su ser, por la obediencia alegre y la apacible
confianza en la palabra de Dios. Dios no obra a pesar de María y
su pobreza, sino en ella y con ella, dándole por una gracia la
posibilidad de unirse y de asentir con una fe pura a la verdad de
la Buena Nueva.

En esto María es la bienaventurada creyente (que ha creído), la


primera cristiana, la madre de los creyentes, en el sentido por el
cual es llamado 'padre de los creyentes' Abraham. Este inauguró
la Antigua Alianza por un acto de fe que no puede menos de
compararse con el de María en el albor de la Alianza Nueva".

Max Thurian

Reflexión

María es ante todo una creyente, una discípula de Jesús su hijo,


la primera creyente. Por eso María es modelo para nosotros. No
es una "diosa", es una mujer. Es de nuestra raza. Es miembro de
la Iglesia. Es una creyente, como nosotros, que nos sirve de
modelo.

Que ella sea también madre de Dios no niega todo esto, sino que
lo complementa, fundamenta y enriquece.

El motivo de su bienaventuranza, de su felicidad, es, como dice


Isabel, su fe. Y por eso es alabada. María entra en esa amplia
muchedumbre de testigos de la fe de la que habla la carta a los
hebreos. Abraham es el padre de los creyentes del Antiguo
Testamento. María encabeza la lista de los creyentes del Nuevo
Testamento. Y Jesús sigue siendo el que lo hace posible todo: el
iniciador y consumador de nuestra fe.

28
Examen

-¿Cómo contemplamos a María: alejándola de nosotros o


considerándola verdaderamente nuestra?

-¿Contemplamos de vez en cuando, en la oración, la amplia


muchedumbre de testigos que nos preceden en la historia de
nuestra fe?

-¿Vemos a María realmente como un ejemplo de fe


comprometida?

-¿Tenemos "los ojos puestos en Jesús", iniciador y consumador


de nuestra fe?

Conversión

*Aprovechar la ocasión y hacer una revisión de nuestra vida de


fe.

*Revisar nuestras ideas sobre María y ponerla en su sitio, como


madre de los creyentes.

*Revisar comunitariamente cómo va la vida de fe de nuestra


comunidad cristiana.

Invocación

-Madre de los creyentes...

- ...feliz porque has creído.

Oración

Dios, Padre nuestro, que nos has dado en María un ejemplo de


mujer creyente, discípula de Jesús, tu Hijo, Señor nuestro.
Concédenos caminar en fe, como ella en el seguimiento de
Jesús.

Cantos sugeridos

"Madre del Salvador", de J. A. Espinosa, en Madre nuestra.

"Magnificat", de F. Palazón, en Madre de los creyentes.

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MARIA, MUJER NUEVA
Palabra de Dios

Lc 1, 39-45: Bendita tú eres entre todas las mujeres.

Gén 3, 14-16: El linaje de la mujer aplastará la cabeza de la


serpiente.

Ef 4, 17-24: Despojaos del ser humano viejo y revestíos del ser


humano nuevo.

2 Cor 5, 17ss: El que está en Cristo es nueva creación.

Texto antológico

"En el culto a la Virgen merecen también atenta consideración


las adquisiciones seguras y comprobadas de las ciencias
humanas; esto ayudará, efectivamente, a eliminar una de las
causas de la inquietud que se advierte en el campo del culto a la
madre del Señor, es decir, la diversidad entre algunas cosas de
su contenido y las actuales concepciones antropológicas y la
realidad psicosociológica, profundamente cambiada, en que
viven y actúan los hombres de nuestro tiempo. Se observa, en
efecto, que es difícil encuadrar la imagen de la Virgen, tal como
es presentada por cierta literatura devocional, en las condiciones
de vida de la sociedad contemporánea y, en particular, de las
condiciones de la mujer, bien sea en el ambiente doméstico,
donde las leyes y la evolución de las costumbres tienden
justamente a reconocerle la igualdad y la corresponsabilidad con
el hombre en la dirección de la vida familiar; bien sea en el
campo político, donde ella ha conquistado en muchos países un
poder de intervención en la sociedad igual al hombre; bien sea
en el campo social, donde desarrolla su actividad en los más
distintos sectores operativos, dejando cada día más el estrecho
ambiente del hogar; lo mismo que en el campo cultural, donde
se le ofrecen nuevas posibilidades de investigación científica y de
éxito intelectual.

La Iglesia católica, basándose en su experiencia secular,


reconoce en la devoción a la Virgen una poderosa ayuda para el
hombre hacia la conquista de su plenitud. Ella, la Mujer nueva,
está junto a Cristo, el Hombre nuevo, en cuyo misterio
solamente encuentra verdadera luz el misterio del hombre, como
prenda y garantía de que en una simple creatura -es decir, en

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ella- se ha realizado ya el proyecto de Dios en Cristo para la
salvación de todo hombre. Al hombre contemporáneo,
frecuentemente atormentado entre la angustia y la esperanza,
postrado por la sensación de su limitación y asaltado por
aspiraciones sin confín, turbado en el ánimo y dividido en el
corazón, la mente suspendida por el enigma de la muerte,
oprimido por la soledad mientras tiende hacia la comunión, presa
de sentimientos de náuseas y hastío, la Virgen, contemplada en
su vicisitud evangélica y en la realidad ya conseguida en la
Ciudad de Dios, ofrece una visión serena y una palabra
tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia, de
la comunión sobre la soledad, de la paz sobre la turbación, de la
alegría y de la belleza sobre el tedio y la náusea, de las
perspectivas eternas sobre las temporales, de la vida sobre la
muerte".

Pablo VI, Marialis cultus

Reflexión

Dios ha sembrado su Palabra en todos los hombres y en todos


los pueblos, y por eso éstos han acariciado en sus sueños
colectivos los anhelos utópicos del corazón humano. La utopía de
un Hombre Nuevo y un Mundo Nuevo figura, con nombres y
lenguajes diferentes, en el catálogo de utopías de todos los
pueblos. San Pablo compartiría esa designación con otros
muchos hombres, pueblos y movimientos de la historia.

Los cristianos creemos que Dios nos ha revelado en Jesús no


sólo a sí mismo, sino también a nosotros mismos. En Jesús no
sólo nos ha dicho quién es él, sino quiénes somos
verdaderamente nosotros, quiénes podemos llegar a ser, qué
participación y qué potencialidades divinas tenemos en nosotros
mismos. Jesús no es sólo la revelación de Dios, sino la revelación
del Hombre Nuevo y del Mundo Nuevo.

Y no se trata de una revelación para satisfacer la posible


curiosidad de la inteligencia humana, Dios nos revela el futuro, la
clave de la historia, el imperativo del ser, la meta del único
camino válido. El Hombre Nuevo es la llegada convergente de
todos los caminos de la historia. Es la palabra de Dios en los
diferentes lenguajes de las utopías de todos los pueblos.

La lucha por el Hombre Nuevo y por el Mundo Nuevo define el


compromiso, el quehacer cristiano en la historia. Una lucha que
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hay que realizar tanto en los corazones individuales, en la
intimidad, en el interior..., como en las estructuras sociales, la
sociedad global.

En María, la madre de Jesús, como primera creyente y más


cercana seguidora de Jesús, vemos los cristianos la realización
más lograda del Hombre Nuevo, que es Jesús. María es una
cristiana, una Mujer Nueva.

Examen

-¿Valoramos la presencia de la palabra de Dios que se da en los


diferentes pueblos y sus utopías? ¿O creemos que los cristianos
tenemos la exclusiva y el monopolio de la salvación?

-¿Cuánto hay en nosotros de hombres viejos todavía?

-¿Estamos haciendo algo por el Mundo Nuevo, por la


transformación social, o todo lo fiamos al cambio interior de los
corazones?

-¿Tratamos de convertir nuestro corazón, o todo lo fiamos al


cambio social de las estructuras?

-¿Qué presencia tienen en nuestra vida personal y comunitaria


las dimensiones utópicas? ¿Acaso todo se reduce a lo que se
pesa, se mide, se cuenta y se ingresa en el banco?

Conversión

Meditar Ef 4,17-24 y tratar de asimilar las actitudes del Hombre


Nuevo.

Renovar nuestra voluntad radical de entregarnos al proyecto del


evangelio: el Hombre Nuevo.

Desechar la levadura vieja de las actitudes paganas que aún se


dan en nuestra vida.

Invocación

-María, Mujer Nueva, madre de Jesús...

32
-...Haznos cada día más semejantes a tu hijo, el Ser Humano
Nuevo.

Oración

Dios, Padre nuestro, que en Jesús, el hijo de María, nos has


revelado tu proyecto original y escatológico sobre el mundo y
sobre el hombre: un Hombre Nuevo para un Mundo Nuevo,
confirmando e iluminando así los buenos deseos utópicos de
todos los pueblos. Haz que, uniendo nuestro esfuerzo al de todos
los hombres de buena voluntad, consigamos construir con tu
favor un Hombre Nuevo en un Mundo Nuevo.

Cantos sugeridos

"Los cielos y la tierra", de C. Gibarán, en Eres tú, María.

"María es esa mujer", de C. Gibarán, en Eres tú, María.

FIEL HASTA LA MUERTE


Palabra de Dios

Gn 19, 25-27: Estaba su madre al pie de la cruz.

Mt 16, 24-28: El que quiera seguirme, cargue con su cruz.

Gn 15, 9-13: No hay mayor amor que dar la vida.

Texto antológico

"Aunque no siempre entendiese todo lo que Jesús enseñaba y


hacía, ella le apoyó siempre. Por eso tuvo problemas con los
parientes. ¿Quién no los tiene? Los parientes andaban
preocupados por Jesús, creyendo que estaba yendo demasiado
lejos, que había perdido el juicio (cf. Mc 3,1 l). Querían llevárselo
por la fuerza a casa (cf. Mc 3,2 1) y habían logrado que María
estuviese allí para mandarle ese recado (cf. Mc 3,31-32). Pero
Jesús no picó, y dio a entender a sus parientes que no tenían
autoridad ninguna sobre él. Sólo Dios la tenía, y lo importante
era hacer su voluntad (cf. Mc 3,33-35). En otra ocasión los
parientes querían que Jesús fuera un poco más osado y se
presentase en seguida en Jerusalén para ganarse mayor fama
(cf. Gn 7,2-4).
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Al fin y al cabo, los parientes no creían en Jesús (cf. Gn 7,5).
Eran oportunistas. Querían sólo aprovecharse de su famoso
primo. Lo que Jesús había dicho: 'Los enemigos de uno serán los
de casa' (Mt 10,36), estaba aconteciendo con él mismo, dentro
de su propia familia. ¡Mucho debió sufrir María por ello!

Pero cuando al final Jesús fue apresado como subversivo (cf. Lc


23,2) y condenado como hereje (cf. Mt 26,65-66), los parientes
desaparecieron todos y ninguno daba la cara, a no ser algunas
mujeres. Pero María aguantó. No huyó, no tuvo miedo. Incluso
los apóstoles, excepto Juan, se eclipsaron (cf. Mt 26,56). Ella no.
Se quedó con Jesús y le apoyaba. Estuvo con él hasta en el
Calvario y allí permaneció, asistiéndole en su agonía (cf. Gn
19,25). Eso formaba parte de su misión, asumida ante el ángel:
'Soy la esclava del Señor; que se haga en mí lo que has dicho'
(Lc 1,38). Las autoridades condenaron a Jesús como anti-Dios y
anti-pueblo. A María no le importó; fue la única de la familia que
no retrocedió. Ella no abandona a las personas en la hora del
aprieto. ¡Va con ellas hasta el final!

Lo mismo hizo con los apóstoles. Aunque había sido abandonada


por ellos, no les dejó. Se quedó con ellos, perseverando en la
oración por nueve días para que la fuerza de Dios les ayudase a
superar el miedo que les acoquinaba y les hacía huir (cf. He
1,14)".

Carlos Mesters

Reflexión

La fidelidad es una de las formas de que se reviste la fe. Y la fe


es creer, es confiar, entregar, poner la propia vida en manos de
aquel en quien creemos, a quien nos confiamos. Creer es darle
intervención en nuestra vida, apoyar nuestra vida en su palabra,
en su testimonio, en su amor.

En la evolución de la fe, en el crecimiento espiritual, también se


suele dar una primera etapa de ilusión, de colorido y atractivo.
Después vienen las dificultades, las contradicciones, las
implicaciones dolorosas.

Si en un primer momento la fe es entrega y confianza, en un


momento posterior ha de convertirse en fidelidad, que es
constancia, perseverancia, a pesar de todas las dificultades, a

34
pesar del cansancio, a pesar de toda aparente evidencia
contraria.

Y el toque final de consumación de toda vivencia humana es la


muerte: ser fiel hasta la muerte es el broche de oro de toda
fidelidad. Aceptar la muerte por fidelidad a Dios. Si no es ésta
una situación que nos sea dada a todos, sí que todos debemos
estar dispuestos a afrontarla:

"Si bien el martirio, suprema prueba de amor, es don concedido


a pocos, sin embargo, todos deben estar dispuestos a confesar a
Cristo delante de los hombres y a seguirle, por el camino de la
cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la
Iglesia" (LG 42).

Examen

-¿Cómo va nuestra perseverancia, nuestra constancia?

-¿Se mantiene o se tambalea nuestra fidelidad en los momentos


difíciles?

-¿Seguimos teniendo una idea sensiblero o romántica respecto a


la fidelidad a Jesús?

-¿Estaríamos dispuestos a dar, con la ayuda de Dios, la suprema


prueba del amor?

Conversión

*Tomar decisiones para acrecentar nuestra propia fidelidad a


Jesús.

*Apoyar la fidelidad de todos los que en la propia comunidad


cristiana se sienten defraudados, desanimados, cansados.

Invocación

-Madre de Jesús, fiel hasta su muerte, al pie de la cruz...

- ...danos fidelidad para seguir a Jesús.

Oración

Padre nuestro, que en la madre de Jesús nos has dado un


ejemplo acabado de fidelidad a toda prueba. Danos la fuerza que

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ella tuvo para estar al pie de la cruz y ser fiel hasta la muerte,
afrontando todos los riesgos y las consecuencias de ser madre y
seguidora de Jesús.

Cantos sugeridos

"Dolorosa". de J. A. Espinosa, en Madre nuestra.

"En el trabajo", de C. Gabaráin, en Eres tú, María.

MADRE DE LA COMUNIDAD CRISTIANA


Palabra de Dios

He 1, 12-14: Perseveraban en la oración en un mismo espíritu


con la madre de Jesús.

Jn 19, 25-27: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Jn 17,20-23: Que sean


uno como tú y yo somos uno.

Texto antológico

"Bajo la figura de María madre del discípulo, esta maternidad de


la Iglesia es la fuente de la unidad de los discípulos, de los
hermanos, de los fieles de Cristo. En su oración sacerdotal (Jn
17), Jesús rezó por la unidad de los suyos: 'Les he dado la gloria
que tú me diste para que sean uno como nosotros somos uno:
yo en ellos y tú en mí, a fin de que sean consumados en la
unidad y conozca el mundo que tú me has enviado y que los he
amado como a mí me amaste' (Jn 17,22-23). La unidad del
Padre y del Hijo es la fuente y el modelo de la unidad de los
hermanos, y es posible gracias a la habitación de Cristo en su
Cuerpo, la Iglesia, por el Espíritu Santo. La Iglesia, como madre
de los fieles, suscita y conserva la unidad de los hermanos de
Cristo. Como una madre, la Iglesia se preocupa constantemente
por la unidad de sus hijos, los hijos del Padre y hermanos de
Cristo.

María, figura de la Iglesia-madre, acoge al discípulo fiel como


hijo suyo, y éste le recibe en su casa; simbolizan la unidad de la
Iglesia. Esta escena contrasta con la que inmediatamente le
precede. Los soldados se reparten las vestiduras del Crucificado,
sortean su túnica inconsútil. Cristo, para los que carecen de fe,

36
es objeto de división y de separación; realizan la profecía sobre
la separación de los hombres: 'Se repartieron mis vestiduras y
acerca de mi túnica echaron suerte' (Sal 22,19). Al contrario, el
grupo de mujeres fieles al pie de la cruz, y sobre todo las
palabras del Crucificado a su madre y al discípulo, significan la
unidad de los creyentes en la única Iglesia. Desgraciadamente,
los cristianos se asemejan demasiado a los soldados que se
reparten los despojos de Cristo, en vez de parecerse a María y al
discípulo unidos por el Crucificado en la misma comunidad
espiritual y material.

Nosotros, unidos a la Iglesia-madre, somos los verdaderos


discípulos bienamados y fieles, los auténticos hermanos de
Jesús, como el discípulo bien amado que es el hijo de María.
Como él, que acoge a María en su casa, y porque somos
verdaderos hijos del Padre, verdaderos hermanos de Cristo,
debemos también acoger en nuestra vida a la Iglesia, nuestra
madre".

Max Thurian

Reflexión

El Nuevo Testamento lo dice claramente a través de sus páginas:


el cristianismo no surgió como consuelo para intimidades
individuales, sino mensaje de transformación histórica y
trascendente llevada adelante por los discípulos de Jesús en
comunidad cristiana. El mensaje del Reino hizo surgir en seguida
una red de comunidades por todo el mundo mediterráneo.
Comunidades. No tiene sentido, es inconcebible en el Nuevo
Testamento un cristiano solitario y aislado, fuera de una
comunidad cristiana.

María, viuda y con su hijo muerto ajusticiado, podría haber


aducido motivos para quedarse en casa, en su soledad, apartada
de toda iniciativa comunitaria. Pero la vemos reunida con los
discípulos, entre ellos, atrayendo al Espíritu de su Hijo con la
potencia de su corazón, en la oración de la comunidad
cristiana...

María no aparece en el evangelio en primera fila de cara a la


galería, en puestos brillantes. Su puesto es humilde, silencioso,
callado, pero activo...

37
María nos enseñó, con su compromiso comunitario, la
importancia de la comunidad eclesial y su permanente acción en
la Iglesia.

Examen

¿Creemos que tenemos motivos para participar en la comunidad


cristiana? ¿Somos todavía de los que viven su cristianismo
aisladamente, individualmente, s compartir la fe, sin formar
comunidad cristiana?

¿Somos de los que ponemos nuestra participación en la


comunidad cristiana en función de que nos aprecien, nos
estimen, nos correspondan, nos guste..., o somos miembros de
la comunidad incondicionales? ¿Nos esforzamos por dar
participación todos en la comunidad? ¿Sabemos valorar a los
miembros de la comunidad que trabajan por ella en silencio, en
la oración, desde la enfermedad?...

Conversión

Renovar nuestro propósito de vida comunitaria.

Orar por la comunidad, apoyar su vida y d cisiones, no ser freno


ni rémora para misma.

Tratar de educarnos para un cristianismo vivido en comunidad,


más allá de individualismos.

Invocación

Madre de Jesús, madre de la Iglesia. Ayúdanos a vivir en


comunidad cristiana.

Oración

Dios, Padre nuestro: tú has suscitado en la historia del pueblo de


Dios como comunidad creyente y comprometida en la esperanza
del reino. Envía sobre nosotros tu espíritu, como lo enviaste
sobre la primera comunidad cristiana reunida en oración con la
madre de Jesús.

Cantos sugeridos

"Santa María del Camino", de J. A. Espinosa, en Madre nuestra.

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"Salve Regina", canto gregoriano, en Cantoral litúrgico nacional,
302.

MUJER DEL DIFÍCIL TODO


Palabra de Dios

Lc 10, 38-42: Marta y María. La mejor "parte".

Lc 2, 50-52: María daba vueltas a todo esto meditándolo en su


corazón.

Texto antológico

"El difícil todo

Tan sólo mejor


que la mejor parte
que escogió María,
el difícil todo.

Acoger al Verbo,
dándose al servicio.
Vigilar su Ausencia,
gritando su Nombre.

Descubrir su Rostro
en todos los rostros.

Hacer del silencio


la mayor escucha.
Traducir en actos
las Sagradas Letras.

Combatir amando.
Morir por la vida,
luchando en la paz.

Derribar los tronos


con las viejas armas
quebradas de ira,
forradas de flores.

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Plantar la bandera,
la justicia libre,
en los gritos pobres.

Cantar sobre el mundo


el Advenimiento
que el mundo reclama,
quizá sin saberlo.

El difícil todo
que supo escoger
la otra María".

Pedro Casaldáliga

Reflexión

El misterio de Dios es inefable, incomprensible, inabarcable.


Nadie puede comprender sus insondables riquezas. A cada uno le
es dado participar limitadamente en ese misterio, Por eso cada
uno acentúa unos aspectos sobre otros, según su capacidad,
según la sintonía de su propia gracia, de su carisma personal y
comunitario. También ocurre que a lo largo de la historia cada
verdad o cada faceta del misterio tienen su propio kairós, su
momento más oportuno o el momento en que es más necesario
que sea acentuada. Por eso, a lo largo de la historia
(diacrónicamente) y a lo ancho de la comunidad cristiana, en un
determinado momento de la historia (sincrónicamente) cabe el
pluralismo, las diversas espiritualidades, los distintos acentos,
las corrientes eclesiales.

Esto, que siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, es hoy


más visible que en otras épocas. Las distintas corrientes no se
conllevan sin dificultad. No se encuentran siempre como
complementarias, sino a veces como contrapuestas o
incompatibles. Verticalismo-horizontalismo, ortopraxis-ortodoxia,
cielo-tierra, oración-acción, escatología-historia, institución-
profetismo, idealismo-materialismo, etc., son, en el fondo, otros
tantos polos de dimensiones del cristianismo que se deben
articular sin demasiadas tensiones, disyuntivas, oposiciones,
alternativas rígidas. La virtud, al margen de lo que pensara la
tradición, no está necesariamente "en el medio", sino donde diga
el evangelio, donde la puso Jesús, porque nos referimos a la
virtud cristiana, no a la de Sócrates o Aristóteles.

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El problema consiste en obedecer realmente a las exigencias del
evangelio; en dialogar, para iluminarnos no con nuestras propias
filosofías, sino con la luz que viene del seguimiento de Jesús.

El evangelio, a pesar de los escasos textos en que se refiere a


ello, nos da pie para ver en María una experiencia espiritual de
síntesis, de complementariedad, de integración, conjugándolo
todo con la máxima radicalidad en el seguimiento de Jesús por la
causa del reino.

Examen

-¿Qué polos o dimensiones de la vida cristiana tengo yo más


abandonados?

-¿Tengo tendencias monocolores, parciales, unilaterales en lo


que se refiere a la vida cristiana?

-¿Trato de aprovechar lo bueno que los hermanos que están en


otra espiritualidad diversa de la mía pueden aportarme?

-¿Qué medios ponemos en mi comunidad cristiana para tratar de


dialogar y enriquecernos mutuamente?

¿Me escudo en la prudencia, el equilibrio, la madurez, la


ponderación... para quedarme en posturas eclécticas y
moderadas que renuncian al radicalismo en el seguimiento de
Jesús?

Conversión

Hacer un esfuerzo para encontrar la síntesis cristiana. Apoyar en


mi vida aquellas facetas para las que soy sensible, aquello que
tiendo a descuidar.

Tratar de alcanzar una visión integradora, buscando también lo


positivo, sin querer buscar siempre las oposiciones, tratando de
ayudar pedagógicamente al interlocutor.

Invocación

-María, madre del Cristo total...

- ...haz nuestro corazón semejante al suyo.


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Oración

Dios, Padre nuestro: en María nos has dado un modelo de


síntesis total, de complementación perfecta, de lucha y
contemplación, de decir y hacer, de escuchar y responder, de
hablar y callar, de profecía y compromiso, de orar y actuar, de
denuncia y anuncio. Ayúdanos a acercarnos más a ese modelo,
para situamos más y más en el camino de Jesús, tu Hijo.

Cantos sugeridos

"Canto a María" ("Magnificat"), de J. A. Espinosa, en Madre


nuestra.

"Madre del Salvador", de J. A. Espinosa, en Madre nuestra.

MADRE DE TODOS LOS CRISTIANOS


Palabra de Dios

Jn 19, 25-27: Ahí tienes a tu hijo.

He 1, 14; 2, 44-47: María oraba con la comunidad cristiana. Esta


tenía un solo corazón y una sola alma.

Jn 17, 20-23: Que sean uno, como tú y yo somos uno.

Texto antológico

"Por su carácter eclesial, en el culto a la Virgen se reflejan las


preocupaciones de la Iglesia misma, entre las cuales sobresale
en nuestros días el anhelo por el restablecimiento de la unidad
de los cristianos. La piedad hacia la madre del Señor se hace así
sensible a las inquietudes y a las finalidades del movimiento
ecuménico, es decir, adquiere ella misma una impronta
ecuménica. Y esto por varios motivos.

En primer lugar, porque los fieles católicos se unen a los


hermanos de las Iglesias ortodoxas, entre las cuales la devoción
a la Virgen reviste formas de alto lirismo y de profunda doctrina
al venerar con particular amor a la gloriosa Theotocos y al
aclamarla 'Esperanza de los cristianos'; se unen a los anglicanos,
cuyos teólogos clásicos pusieron ya de relieve la sólida base
escriturística del culto a la madre de nuestro Señor, y cuyos
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teólogos contemporáneos subrayan mayormente la importancia
del puesto que ocupa María en la vida cristiana; se unen también
a los hermanos de las Iglesias de la Reforma, dentro de las
cuales florece vigorosamente el amor por las Sagradas
Escrituras, glorificando a Dios con las mismas palabras de la
Virgen (cf Lc 1,46-55).

En segundo lugar, porque la piedad hacia la madre de Cristo y de


los cristianos es para los católicos ocasión natural y frecuente
para pedirle que interceda ante su hijo por la unión de todos los
bautizados en un solo pueblo de Dios. Más aún, porque es
voluntad de la Iglesia católica que en dicho culto, sin que por ello
sea atenuado su carácter singular, se evite con cuidado toda
clase de exageraciones que puedan inducir a error a los demás
hermanos cristianos acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia
católica y se haga desaparecer toda manifestación cultual
contraria a la recta práctica católica".

Pablo VI, Marialis cultus

Reflexión

Es el mismo Pablo VI quien nos recuerda que en el culto mariano


se han de reflejar las preocupaciones de la Iglesia, entre las que
sobresale la del ecumenismo. Muchas comunidades cristianas no
tienen tal preocupación, ni en el culto mariano ni fuera de él...

Aunque pueda tener un sentido correcto aquello de que de


María nunquam satis (nunca se podrá decir suficiente), también
es cierto que en el culto mariano se han producido
exageraciones, supersticiones, vana credulidad, falta de
coherencia y compromiso... y otras cosas que perturban las
relaciones entre las confesiones cristianas, según dice Pablo VI
en la Marialis cultus.

Una comunidad cristiana consecuente y responsable ha de tener


en cuenta esos aspectos. Ha de examinar hasta qué punto su
espiritualidad mariana debe verse afectada por esa preocupación
ecuménico.

Hace falta volver al evangelio y a la palabra de Dios, ser


rigurosos en la fundamentación de toda espiritualidad, actuales
en su aplicación, coherentes y comprometidos en evitar toda
alienación o evasión...

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Y hace falta, sobre todo, tener una visión amplia, ecuménico.
Saber y creer que no tenemos la exclusiva de la Verdad
completa, ni el monopolio de la salvación. Aceptar en la fe que el
Espíritu de Jesús está vivo y actúa eficazmente en muchos
hombres, grupos y pueblos. Y vivir en una práctica coherente
con estas convicciones ecuménicas. Colaborar fraternalmente
con todos los que luchan realmente por el Reino, sea cual fuere
su bandera.

Examen

-¿Qué correctivos impondría la preocupación ecuménico a


nuestra devoción mariana, tanto como comunidad cristiana
cuanto como personas individuales?

-¿Podemos estar siendo piedras de escándalo para los hermanos


separados?

-¿Qué preocupación ecuménico vivimos en nuestra comunidad


cristiana?

-¿Tenemos actitudes de sincera cooperación fraterna?

Conversión

*Orar por la unión de los cristianos. Reflejar en nuestra vida la


preocupación ecuménica.

*Apoyar las iniciativas ecuménicas que se tomen cerca de


nosotros. Tomar decisiones para aproximar las comunidades
cristianas.

*Encontrar una actitud correcta, respetuosa y adecuada ante el


proselitismo de las "sectas".

Invocación

-María, madre de todos los seres humanos...

- ...ayúdanos a crear la unidad del mundo para que llegue el


reino.

Oración

Dios, Padre nuestro, que sufres al ver dividido al pueblo de Dios


en diversas confesiones cristianas. Haz que llegue pronto el día

44
en que nos unamos todos los seguidores de Jesús en una sola
gran comunidad, para que seamos fermento de unidad entre
todos los hombres de buena voluntad.

Cantos sugeridos

"Santa María del Amén", de J. A. Espinosa, en El Señor es mi


fuerza.

"Alégrate, hija de Sión", de M. González, en La gloria de


Jerusalén.

MARIA EN LA ALEGRÍA ETERNA


Palabra de Dios

Sof 3, 14-18: Lanza gritos de gozo. No temerás ya ningún mal.

Lc 1, 39-45: Dichosa tú, que has creído.

Ap 21, 1-5: Cielos nuevos y tierra nueva.

Texto antológico

"Así como Cristo realiza su resurrección en medio de nosotros


por su presencia poderosa y eficaz en la vida del mundo, otro
tanto podemos decir de la gloria de María y su 'asunción a los
cielos'. Ello quiere decir que está más presente en el mundo que
ninguna otra mujer. En Cleopatra se piensa a lo sumo; a María
se le invoca. Es la mujer que está más presente y cercana de
nosotros. No debemos imaginar lejos de nosotros a Cristo
resucitado y a María asunta en el cielo, al nuevo Adán y a la
nueva Eva de la humanidad, como si el cielo fuera un inmenso
salón por el que flotan almas innúmeras y sólo dos puestos están
ocupados físicamente. No; nada de esto podemos ni debemos
imaginar con categorías de tiempo y de espacio. Aquí, sobre la
tierra, podemos sentir la presencia de Cristo y de María si
llevamos una vida conforme al espíritu de Cristo y nos dirigimos
a ellos en nuestra oración".

Nuevo Catecismo para Adultos

Reflexión

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La asunción de María no es una carrera espacial, no es una
traslación física, porque el cielo no es un lugar, sino un estado. Ir
al cielo no es emprender un viaje sideral.

Hemos de reconocer que muchos cristianos, en su


representación imaginativa del futuro escatológico, todavía están
demasiado pendientes de representaciones plásticas muy
deficientes, provenientes de nuestra primera educación cristiana,
en nuestra infancia. Son representaciones que dejan mucho que
desear, a las que muchos cristianos se adhieren
vergonzantemente. No se atreverían a expresarías porque les
parece un mundo de representaciones infantiles. En ese sentido,
son un obstáculo para la fe, incluso piedra de escándalo para
personas cultas y críticas.

Los muertos no se nos van, sino que se nos vienen adentro del
todo. Se instalan definitivamente en Dios. El cielo es Dios. Y esa
resurrección ya no tiene reloj ni calendario. Los muertos no
están esperando. Y en María todo ello ha tenido que darse de un
modo eminente. Es lo que significa su asunción. En cualquier
caso, hay que esforzarse por comprenderlo.

Examen

-¿Qué pensamos del cielo? ¿Cómo lo "imaginamos"?

-¿Sabemos dar razón de nuestra esperanza en la vida eterna?


¿Podemos hacerlo con expresiones y formulaciones aceptables?

-¿Cuánto hemos leído o estudiado -en grupo o individualmente-


sobre el cielo después de nuestra primera formación religiosa en
la infancia?

-¿Tenemos verdadera esperanza en la vida eterna?

Conversión

*Tomar medidas para reformular los temas de los novísimos


(muerte, juicio, infierno, cielo y purgatorio) y poderlos creer y
expresar sin dificultades especiales.

*Sentir verdaderamente la vida eterna, el reino de Dios, como


objeto de nuestra esperanza, inmanente y trascendente a la vez.

*Desear ardientemente: ¡Ven, Señor, Jesús!

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*Confortar la esperanza de los desalentados.

*Compartir nuestra esperanza especialmente con los que se


acercan a la muerte.

Invocación

María, madre nuestra, tú que te has adelantado definitivamente


en Dios.

Haz participar a todo el mundo en tu alegría eterna.

Oración

Dios, Padre nuestro: en María has podido llevar a consumación


plena tu plan de salvación. Haz que también nosotros un día
podamos compartir su alegría contigo en el reino definitivo.

Cantos sugeridos

"Santa María del Camino", de J. A. Espinosa, en Madre nuestra.

"Salve Regina", canto gregoriano, en Cantoral litúrgico nacional,


302.

"Antes que el mundo hiciera", de C. Gabaráin, en Eres tú, María.

"Los cielos y la tierra", de C. Gabaráin, en Eres tú, María.

"Estrella y camino", de C. Gabaráin, en María siempre.

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