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Regresión o trascendencia
Primera edición
Marzo 2006
Diseño gráfico
Bárbara Pardo
Fotografía portada
Sandra Fernández Villota
Impresión y encuadernación
Torres & Associats, S.L.
Impreso en España
Depósito Legal
B-8827-2006
ISBN
84-87403-86-7
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
El laberinto de la Psicología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
El «trip» del individualismo al transpersonalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
Discernir creatividad, misticismo y psicosis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Grof, Wilber y Nelson . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
PRIMERA PARTE
Transpersonalidad. Del Ser de Heidegger al Ser del Zen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Qué es lo transpersonal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Transpersonalidad y Metafísica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
Qué pasa con la Nada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
La angustia, el acoso de la Nada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
La plenitud de la Nada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
El Zen, la densa vacuidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
Zen, una experiencia independiente de toda cultura y religión . . . . . . . . . . . . . . 62
Otra vez el Vacío . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
SEGUNDA PARTE
Delirio, arte, espiritualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
TERCERA PARTE
La sinestesia, lugar común del arte y la psicosis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
En la literatura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
CUARTA PARTE
Espiritualidad o esquizofrenia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
QUINTA PARTE
Diferencias entre los estados de emergencia espiritual y los trastornos
psicóticos verificadas mediante el psicodiagnóstico de Rorschach . . . . . . . . . . . . . . 191
Preámbulo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
El laberinto de la Psicología
La Psicología Transpersonal se ha hecho mayor de edad. Desde su fundación allá
por 1969, el punto de vista transpersonal ha permeabilizado el «sentido común» de
buena parte de la comunidad psicológica, psiquiátrica, antropológica, filosófica
y religiosa, y sus aportaciones en los últimos treinta años forman parte, de pleno de-
recho, de la imagen del ser humano contemporáneo.
No importa que la corriente transpersonal, como tal, no haya encontrado un lugar
en las universidades europeas ni que sus revistas o medios de comunicación no sean hoy
en día mayoritarios entre los psicólogos; el hecho es que los prejuicios que vino a delatar
han sido superados por la mayoría de los interesados en las ciencias humanas.
Precisamente fue Maslow, el fundador de la corriente, quien mejor señaló estos mitos
psicológicos, a saber: 1) que el desarrollo psicológico cesa al acceder a la madurez,
2) que la salud psicológica puede ser deducida del estudio de la patología y 3) que las
experiencias místicas o transpersonales son insignificantes o patológicas. Hoy en día,
estas limitaciones conceptuales han sido trascendidas y se consideran creencias falsas.
El libro que presentamos indaga en las tres y ofrece una herramienta diagnóstica que in-
cide directamente en la tercera de ellas. Era un objetivo de esta colección, desde sus
inicios, ofrecer al público de lengua castellana literatura transpersonal escrita original-
mente en su idioma. Además, el profesor Redondo ha desarrollado su vida profesional
e intelectual en el ámbito universitario a lo largo de una dilatada vida académica y re-
presenta a las mil maravillas la vocación integradora del punto de vista transpersonal.
Porque, hay que decirlo, la consecuencia del desanudamiento teórico que
ha operado la transpersonal ha liberado a la Psicología de la trampa regresiva y ha
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Prólogo
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sión. Unos eran entusiastas de la igualdad social, otros eran enamorados sólo de la
belleza, otros depositaban fe en la ciencia y en sus provechos, y había otros que, más
cristianos todavía, iban a buscar a Orientes y Occidentes otras formas religiosas con
que entretener la conciencia, sin ella hueca, de meramente vivir. Todo eso lo perdi-
mos nosotros, de todas estas consolaciones nacimos huérfanos... Nos quedamos
pues, cada uno entregado a sí mismo, en la desolación de sentirse vivir.
(PESSOA, El libro del desasosiego, 1982)
El nihilismo penetró en la vida cultural y las únicas verdades posibles eran la iro-
nía y la paradoja. De una confianza casi ilimitada del ser humano en sus poderes, en
su potencialidad espiritual, en su dominio de la naturaleza y en su destino de pro-
greso se pasó a un sentido extenuante de la insignificancia metafísica, a la pérdida
de fe espiritual, a una interacción destructiva con la naturaleza y a una intensa inse-
guridad acerca del destino humano.
El punto de vista existencial supo, no obstante, impulsar lo que podríamos con-
siderar la transformación más importante que ha sufrido la psicología occidental
desde su constitución como ciencia: el surgimiento de la Psicología Humanista. Esta
etiqueta tuvo éxito en Europa pero quizás hubiera sido más adecuado el de
Psicología Existencial, puesto que el viejo continente ha vivido varios «humanis-
mos» y porque el fundamento teórico que la sostuvo era el punto de vista fenome-
nológico-existencial. Desde Kurt Goldstein hasta Reich, pasando por Moreno
y Perls, todos fueron protagonistas de ese momento histórico que venimos de des-
cribir y para el cual todavía estamos buscando puntos de salida. Además, todos se
formaron con, o fueron discípulos de, eminentes fenomenólogos o existencialistas
y todos coincidieron en que había que volver a integrar cuerpo y mente.
La modernidad había dado a lo mental «vitola» de realidad y había denigrado
el cuerpo y la animalidad. La interacción cuerpo-mente se salía por todas las costu-
ras de la «red» científica y no hubo más remedio que regresar en busca de lo perdi-
do, rechazado, reprimido. Efectivamente, era así como se constituía el centauro
existencial, mitad animal mitad humano, que debía enfrentarse a las sombras de la
nada. Pero el Yo volvió a caer en la trampa de la autosuficiencia. Perls y los otros
proporcionaron un punto de salida al señalar la autorregulación organísmica como
una tendencia natural, no limitada a la razón, que señala el curso de acción apropia-
do en cada momento. La intuición creativa, fruto de una buena integración de lo
impulsivo y lo aprendido, funcionando con fluidez en el aquí y ahora. Sin embargo,
ese mismo corsé organísmico hizo que el Yo, resultado de la integración del ego con
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VIMALA THAKAR
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Prólogo
concepto de número, del que ahora sabemos que se relaciona con regiones específi-
cas del cerebro. Quizás otros conceptos también estén representados en el cerebro de
maneras no-topográficas. Si fuera así, podríamos considerar las metáforas como la
activación cruzada de mapas conceptuales, a la manera de las sinestesias.
Otra de las conclusiones de esta reciente investigación viene a ahondar en la su-
gerencia de nuestro autor sobre las matrices del lenguaje simbólico. En efecto, el
autor de «Fantasmas de la mente», concluye su ensayo con una teoría de la evolu-
ción del lenguaje basada en la existencia de una especie de sinestesia que iría de lo
sensorial a lo motor en varias fases: primero, un enlace sinestésico no arbitrario en-
tre el contorno formal y sonoro de los objetos; después, la realización de mapas
sinestésicos entre el contorno sonoro y las zonas motoras de labios y lengua; a con-
tinuación, una correspondencia sinestésica entre la apariencia visual y la vocaliza-
ción; y, por fin, una activación cruzada entre los mapas motores y la gestualización
y vocalización. Ramachandran concluye: «Lejos de ser una mera curiosidad, la si-
nestesia puede proporcionarnos una ventana por la que acceder a la percepción, el
pensamiento y el lenguaje» (JCS, 8, nº 12, 2001, págs. 3-34).
Sin embargo, y aunque la labor de la neurociencia en este campo es de un valor
incalculable, el mismo autor reconoce las dificultades de un abordaje exclusivamen-
te fisiológico de la conciencia. Ramachandran, que también aborda en su investiga-
ción aspectos más subjetivos de la conciencia como la imaginería mental y los
«qualia», reconoce que la investigación de los acontecimientos neuronales asocia-
dos con estos ejemplos paradigmáticos de estados mentales internos no explica por
qué existe la conciencia interna de las cualidades de los objetos o la autoconciencia
de las imágenes mentales (el conocido «hard problem» de Chalmers).
El profesor Redondo no es el primer transpersonalista que ahonda en el campo
de la percepción sinestésica como una vía de explicación, o aproximación cuando
menos, al tema de los estados alterados y estados transpersonales de conciencia.
Quiero recordar aquí la interesante y poco conocida obra de Harry Hunt, profesor
de psicología de la Brock University (Ontario). Hunt deriva su enfoque transperso-
nal de una visión de la conciencia humana como emergente de la síntesis intermodal
(sinestésica) de los modos de la percepción humana (visual, kinestésica, auditiva,
etc.). Adoptando las ideas de la filósofa S. Langer (1942), Hunt concibe la cogni-
ción simbólica humana como una reorganización de la percepción a un nivel de
abstracción superior que puede ser de dos tipos básicos: 1) representativa, donde los
símbolos poseen una función denotativa o referencial, como en el lenguaje ordina-
rio o matemático; y 2) presencial, donde el significado emerge no a través de símbo-
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Prólogo
vos que subyacen a la vivencia interna, ésta seguirá siendo privada e inasequible
para cualquier otro. Aunque el sujeto la exprese o la proyecte, para los demás no
será más que una representación que, cuando es recibida, ya está caducada porque
el momento presente es irrepetible, inefable y todas las demás características distin-
tivas de las experiencias místicas y trascendentes. Es legítimo y enriquecedor querer
conocer los mecanismos y procesos que subyacen a la vida, pero es importante com-
prender los límites de un conocimiento construido «a posteriori» como es la
Ciencia. Ya sea procesando las sensaciones mediante categorías preestablecidas o
utilizando las sensaciones como modificadoras de las categorías del conocimiento,
la realidad se nos escapa de la objetivación momento a momento, convirtiendo su
conocimiento en una sabiduría imposible de encerrar en palabras, laboratorios o tu-
bos de ensayo.
Llegamos así al núcleo del trabajo que estamos presentando: la controvertida
relación entre creatividad, psicosis y misticismo. Primero de todo, debemos decir
que la existencia misma de la corriente transpersonal se basa en la asunción de que
existen estados de conciencia que trascienden el estado de vigilia habitual, estado
que uno de los fundadores de la corriente, el eminente Charles T. Tart, denominó
«trance consensual». La investigación que marcó la diferencia entre estados patoló-
gicos y estados trascendentes fue la realizada por A. Maslow con personas que
habían accedido al más alto nivel de su «pirámide de necesidades», el nivel de la
autorrealización, y testimoniaban haber tenido, o tener eventualmente, estados es-
peciales que Maslow denominó «peak experiences». Bien es cierto que existen
respetados antecesores como William James, Carl G. Jung, Erik Erikson, Assagioli,
Fromm y muchos otros, pero la obra de Maslow resultó ser el catalizador de otras
importantes aportaciones sobre este tema.
El rechazo modernista de la religión provocó la desaparición de una dimensión
fundamental del ser humano: la espiritual. El etnocentrismo de la cultura occidental
hizo el resto. El trabajo de Maslow, que volvía a introducir la experiencia
trascendente en el ámbito de la Psicología, la llegada a Occidente de maestros hin-
dúes, budistas, taoístas, cabalistas, sufíes, etc. con sus potentes «tecnologías de tras-
cendencia» y la investigación realizada con drogas psiquedélicas hicieron que mu-
chas personas consiguieran discernir entre sus experiencias aquellas que trascendían
los límites de la racionalidad, de la lógica y del discurso, sin resultar regresivas o pa-
tológicas. Muchas personas que las habían mantenido en secreto, o que habían sido
sometidas a la psiquiatría por haber vivido alguna experiencia de ese tipo, encontra-
ron en la Psicología Transpersonal comprensión teórica.
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Prólogo
fases del trabajo del parto y organiza así sus «Matrices Perinatales Básicas». Grof
ha reclamado la importancia del mundo perinatal y prenatal sobre la base de que las
experiencias más arcaicas son las que más determinan el «mundo interno» humano,
la psique. Estos temas «perinatales» fundamentales, a su vez, están en el centro de
los sistemas COEX (systems of condensed experience) que proporcionan una visión
muy profunda de los «complejos» jungianos. Cada sistema COEX contiene recuer-
dos con carga emocional procedentes de diferentes períodos vitales, unidos por el
denominador común de que comparten la misma cualidad emocional o la misma
sensación física.
Stanislav Grof ha desarrollado una importante teoría acerca del modo en que el
dolor y la lucha que tienen lugar durante el nacimiento pueden subyacer a las expe-
riencias psicóticas que emergen en estadios posteriores de la vida. Aunque no llega a
afirmar que el trauma del nacimiento sea la causa de los estados psicóticos, especula
con la posibilidad de que los traumas específicos de cada fase del nacimiento predis-
pongan a la psicosis y determinen, asimismo, su clima y su contenido. Grof conside-
ra, asimismo, que muchos estados psicóticos constituyen intentos desesperados por
sanar la angustia preverbal que se experimenta al atravesar el canal del nacimiento.
Algunos estudios recientes han descubierto la existencia de una relación evidente
entre el trauma del nacimiento y el suicidio, especialmente entre los adolescentes.
Asimismo, otro proyecto de investigación ha demostrado la estrecha conexión exis-
tente entre el tipo de trauma de nacimiento experimentado y el método elegido para
quitarse la vida. No parece, por tanto, tan arriesgado inferir, teniendo en cuenta los
resultados que arrojan estas investigaciones, que los traumas del nacimiento quedan
grabados como profundos recuerdos subconscientes que pueden reactivarse en de-
terminados momentos críticos de la vida adulta.
La hipótesis de Grof es que las perturbaciones que ocurren durante este período
de proliferación de sinapsis acarrean ciertas consecuencias para todo tipo de dolen-
cias adultas, desde la psicosis y la depresión hasta las diferentes adicciones. Los re-
cuerdos subliminales del trauma del nacimiento pueden debilitar la tolerancia de la
persona a las situaciones estresantes que se asemejan a ciertas etapas del nacimiento
y, de ese modo, desencadenar un estado regresivo que puede constituir, a su vez, la se-
ñal de alarma de una mente que se afana desesperadamente por curarse a sí misma.
El simbolismo natal puede entrar en erupción durante los sueños, la meditación,
los viajes psiquedélicos o los episodios psicóticos. Grof considera que todos estos
estados alterados de conciencia constituyen oportunidades inestimables para des-
cargar las improntas ocultas que producen sufrimiento y conductas inadaptadas.
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Prólogo
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Prólogo
emerge cuando se trasciende el mundo convencional y la vida fluye por donde mejor
aprovecha las «condiciones» del individuo.
Las malformaciones evolutivas, traumas o lesiones pueden dificultar o boicotear
el desarrollo subsiguiente. Para hacer frente a esas experiencias patógenas, se alzan
los mecanismos de defensa que las dividen, alienan, reprimen, fijan, disocian, etc.
Cuando el nivel existencial comienza a desconstruir la identificación exclusiva con
el cuerpomente ordinario, también lo hace con la barrera represiva. De ahí que,
en este nivel existencial, cualquier contenido procedente de épocas muy arcaicas
puede irrumpir violentamente. Pero existe masiva evidencia de datos interculturales
que afirman que la regresión y la reconexión con el estado infantil no es un prerre-
quisito para alcanzar los altos samadhis.
Los verdaderos recuerdos pre-peri-postnatales no los aporta la conciencia fron-
tal, cuya vaina neuronal de mielina no está lo suficientemente desarrollada, sino el
alma (para Wilber éste es el verdadero vehículo subjetivo que explica los datos de
Grof). El ser psíquico no es una estructura preegoica desarrollada en el período
infantil sino una modalidad de adaptación que emerge en la conciencia frontal cuan-
do alcanza el nivel psíquico. Aunque puede resultar normal que el trauma del naci-
miento reaparezca durante la emergencia del nivel psíquico, lo realmente necesario
es dicha emergencia. En otras palabras, la muerte y renacimiento existenciales pue-
den evocar recuerdos del nacimiento biológico, pero estos no son imprescindibles
para acceder a lo transpersonal.
Nelson, en un magnífico libro que tenemos la suerte de haber publicado en la
colección transpersonal, aborda algunos aspectos básicos de la enfermedad mental
desde un marco ampliado que reconoce las dimensiones transpersonal y espiritual.
Tras contextualizar la locura como un estado alterado de conciencia y hacer una
lectura crítica del movimiento antipsiquiátrico, Nelson dedica otra parte de su libro
a analizar la química de la locura, lo que sucede en un cerebro esquizofrénico, la
producción de neurotransmisores y otros modificadores endógenos de la concien-
cia. Sin embargo, su libro resulta especialmente útil por la relación que establece en-
tre los descubrimientos realizados por la psiquiatría occidental y el sistema de los
chakras, el sistema tántrico de los centros de energía. Sin necesidad de hacer un dis-
curso metafísico ni teológico, el autor presenta el sistema de chakras como una
herramienta heurística que nos permite explicar los estados de conciencia vinculán-
dolos a los niveles evolutivos concretos.
Siguiendo un esquema ascensional, John Nelson ha establecido cuatro tipos de
movimiento que pueden provocar desequilibrios: la evolución de un chakra al si-
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guiente, la fijación o el corte del flujo energético entre un chakra y el siguiente, la re-
gresión a una forma de vibración inferior provocada por alguna dificultad y la in-
trusión de una vibración de frecuencia más elevada en una persona de vibración
inferior. Utilizando esta simple dinámica, Nelson ha encontrado una curiosa reso-
nancia entre los chakras inferiores y los superiores.
A partir de la descripción de casos, fruto de la experiencia de más de 20 años
como psiquiatra de urgencias, Nelson observa que la fenomenología de los tres cha-
kras superiores se parece superficialmente a la de los chakras inferiores. Ésta puede
ser una de las razones por las que la psiquiatría y psicología convencional ha tendi-
do a identificarlas. Utilizando el modelo energético del Tantra, hay una «forma de
estar en el mundo» que caracteriza a cada ser humano. El individuo es el producto
de la interacción de las energías correspondientes a esos vértices energéticos. La so-
lución de los problemas relacionados con los tres primeros chakras, los referentes
a la biografía personal, puede permitir el desarrollo armónico de los superiores.
A partir del cuarto chakra, la estructura egoica del individuo comienza a ser más
permeable a la influencia transpersonal, comenzando un proceso de disolución del
ego que, en determinadas circunstancias, puede resultar abrupto y provocar regre-
siones benignas que hemos denominado «regresión al servicio de la trascendencia»,
«emergencia espiritual», «urgencia espiritual» o «noche oscura del alma». Este tipo
de fenomenología suele ser diagnosticado como psicosis «pasajera reactiva» o «atí-
pica» o simplemente como esquizofrenia, personalidad borderline o manía.
Asimismo, Nelson, expone que se puede acceder, mediante la armonización de las
energías de todos los chakras, a experiencias espirituales genuinas que, desgraciada-
mente, también son malinterpretadas por la psiquiatría y psicología ortodoxas.
El primer y el séptimo chakra parecen semejantes porque tanto el niño carente
de ego como el esquizofrénico o el místico comparten su apertura al flujo de la con-
ciencia universal, pero, mientras los primeros no tienen posibilidad de limitar su in-
fluencia, el místico regula intencionalmente esa apertura y puede seguir funcionando
en el mundo consensual de una manera extraordinariamente efectiva.
El segundo y el sexto chakra también tienen cierta resonancia. Ambos constitu-
yen estadios de semipermeabilidad de los límites del yo. La persona que vibra en
el sexto chakra y la que lo hace en el segundo operan desde una posición alógica,
confiando en la orientación que pueda brindarles la intuición. Pero el segundo care-
ce de control sobre sus emociones e impulsos y no ha conseguido adecuarse a la
lógica consensual. La persona del sexto chakra, por el contrario, ha dominado la ló-
gica común sin que esto le impida una aprehensión intuitiva de la realidad. Además,
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Prólogo
conoce sus emociones e instintos lo suficiente como para que se conviertan en valio-
sas fuentes de información.
El tercer y el quinto chakra ocupan frecuencias más afines. En el tercero el indi-
viduo se está identificando con el ego mientras que en el quinto comienza a trascen-
derlo. En este ámbito encontramos muchas personas aparentemente bien asentadas
en la realidad consensual y con capacidad para manipular objetos y conceptos. Pero,
mientras que en el tercero el objetivo es alcanzar la seguridad material, en el quinto
la creatividad se convierte en el principal medio de autoexpresión.
El cuarto aparece como el elemento clave para el equilibrio general entre el mun-
do de los inferiores y el de los superiores. Y la clave no es otra que la apertura al
amor desinteresado. Amor hacia nuestros elementos egoicos y amor a nuestros ele-
mentos trascendentes. Amor a uno mismo y amor a lo Otro. Amor en forma de
compasión y amor por la sabiduría.
Nelson, Grof y Wilber coinciden en que la transformación existencial implica
confrontación vida/muerte, a menudo difícil e incluso brutal. Pero mientras que los
dos primeros defienden la necesidad de la regresión, Wilber la contempla sólo como
una posibilidad. En cualquier caso, no como la forma única ni más importante de
acceso a lo transpersonal.
En el libro de Nelson es donde mejor se conjugan los tres paradigmas más influ-
yentes del dominio transpersonal: el modelo dinámico-dialéctico de resonancias
jungianas elaborado por M. Washburn, el jerárquico-estructural de Wilber y el ar-
quetípico-astrológico de Grof.
Sin embargo, la interesante discusión teórica sobre la forma y los límites de la
conciencia no debe esconder el sufrimiento humano que se esconde detrás de todas
las circunstancias de cambio y transformación que se producen a lo largo de la vida.
Con el fin de que los momentos de crisis se comiencen a valorar como ocasiones de
autoconocimiento, instrumentos como el que desarrolla el profesor Redondo en su
libro pueden ser de gran utilidad para el psiquiatra, el psicoterapeuta y cualquier in-
teresado en la evolución de la conciencia humana tanto teórico como practicante.
Redondo se apoya en la concepción de la enfermedad mental como «estado alte-
rado de conciencia» defendida por Nelson, en una visión ampliada o «integral»
de la conciencia humana como la defendida por Wilber y en la diferenciación que
hace Grof entre crisis regresivas psicóticas, crisis de transformación transpersonales
y «emergencias espirituales» espontáneas o inducidas. Todo ello nos permite discer-
nir un orden allí donde había caos y nos ayuda a poner remedio a un exceso
diagnóstico. El aumento del uso de sustancias psiquedélicas, la epidemia de estrés
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