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Un estudio pionero que hemos presentado además en el Congreso de Etología este año,

el cual nos llevó meses y que, además de todos los agradecimientos oportunos, se tradujo
en el cierre de una vida cuanto menos perfecta en todo lo que este ámbito de intervención
supone (y más allá), una perra ejemplar en todos sus facetas con un equipo profesional del
mismo calibre, Heidi, la veterana del equipo.
El movimiento en torno a las Intervenciones Asistidas con Animales y sobre sus efectos ha
sido innegable en estos últimos años. Tanto ha sido así que, una vez abierta la veda,
muchos se lanzaron a este no tan novedoso sector (aunque plagado de neófitos a pesar
de los años), pero sin tanta información o formación como debiera. Animales de diferentes
razas, edades, procedencias, razas (o sin ella), historias de aprendizaje y de la mano de
tan diferentes guías se vieron implicados en toda un mezcla, y tanto que mezcla, de
actividades informativas, formativas, lúdicas, terapéuticas, educativas y todas sus semi
ramas.
Pero, ¿quién se paró a indagar sobre el efecto de las mismas sobre los animales que
participaban en ellas? Pocos, tanto por falta de medios, como por falta de intereses.
Pues bien, a pesar de la escasa literatura al respecto, hace un año surgió una interesante
propuesta; así, gracias a Irene Grasa, enamorada del mundo animal, bióloga e incesante
buscadora y apasionada de la ciencia, y a Isabel Barja, profesora e investigadora con la
que nos encontramos desde entonces y de inmediato compartiendo proyectos, nos vimos
dentro de un estudio que se convirtió en pionero en nuestro país y que viene dando juego
aún y para largo.
Nos dio por comparar los niveles de metabolitos fecales de cortisol en nuestros perros de
terapia (incluyendo los de AT Formación–Alohandogs, SoulCan y Perroterapia) en
contextos diferentes: control 1 (base), control 2 (social), terapia (o intervención, aunque en
nuestro caso sí hicimos terapia) y el propio post. Además lo hicimos comparando distintos
programas terapéuticos (diversidad funcional, demencia y autismo), así como ciertos
factores individuales como la edad, el sexo, la raza, la procedencia, la esterilización y el
nivel del entrenador (tomamos alumnos del máster de la UAM como variable pues
podíamos asemejar la experiencia que queríamos asimismo medir).
Para alegría de muchos, los resultados contundentes mostraban que los perros no se
vieron afectados negativamente por la terapia, de hecho podrían verse afectados por la
falta de la misma, que no de todo tipo de actividad, que es diferente.
Otros temas interesantes encontrados fueron:
– Los niveles de metabolitos de glucocorticoides fecales variaron entre razas de perros
usados en terapias. Esto apoya los resultados obtenidos previamente en otros trabajos
científicos. Sin embargo, en cuanto a los registros comportamentales que a la par se
hicieron, hay grandes diferencias entre estos datos (desde ejemplares que podrían mostrar
conductualmente mayor muestra de estrés frente a su antagónico en datos fisiológicos,
como ejemplares cuyos datos parecen ir en correlación). Y podría, tal vez, relacionarse, ya
no sólo con su predisposición genética, la adaptación de sesiones que se hace para ellos
(sí, siempre lo hacemos a favor de la motivación, interés, predisposición e interés del
animal), sino con su ambiente, su aprendizaje y entrenamiento.
– Los animales de edad más avanzada fueron los que mostraron mayores niveles de
estrés fisiológico, pero en general, y más bajos en sesión (que les sigue yendo la marcha).
– Ciertos tipos de terapia estresaron más a los perros que otros, así las terapias de
discapacidad intelectual y demencia senil provocaron un aumento en los niveles medios de
metabolitos de cortisol fecal mayor que en las terapias de autismo. Esto puede tener
relación con las exigencias y tipo de actividad (en autismo, aunque partimos de la dificultad
de los casos, adaptamos a los perros más “inmunes” al movimiento casi inesperado y
estímulos visuales y auditivos de supuesta mayor intensidad), la duración de las sesiones
(autismo más cortas), mayor número de usuarios, y por tanto perros, en las sesiones de
trabajo en DI y mayores. Aunque todos nuestros perros se conozcan en diversas
situaciones, convivan equilibradamente y trabajen previamente juntos, nuestro equipo
también tiene la sensación de entrar en mayor alerta y resultar más fatigados cuando
trabajamos en grupo, aunque en relación 1:1, 1:2 o 1:3 cuando hay más personas,
animales y, por consiguiente, estimulación en área de trabajo. Lo mismo sucede cuando
trabajamos actividades mucho más dinámicas, como búsqueda/actividad de olfato,
actividad física o lúdico-cognitiva frente a actividades más ABC en grupos reducidos y
actividades más discretas, como las trabajadas en autismo (aunque aquí también hay
relación con la experiencia y formación del guía en este tipo de procesos terapéuticos).

– Los perros presentaron niveles diferentes en función de la persona de la experiencia de


quien dirigía la terapia. Podría derivarse en una posible correlación inversa a mayor
experiencia, menor nivel de estrés, pero también aquí hubo efecto del aprendizaje pues
trabajamos con alumnos que fueron perfeccionando su trabajo sesión tras sesión, aunque
también en entornos previos y no con los guías habituales que, aunque estaban presentes,
trataron de dejar el funcionamiento propuesto en curso; además, estos también se verían
afectados por la experiencia debida al conocimiento y vínculo mayor con las personas que
recibían la intervención y el aprendizaje del animal en la situación.
Y otro conjunto de suposiciones y posibles hipótesis que han podido surgir de este estudio.
Como profesionales, nos halaga confirmar lo que ya imaginábamos pero, a su vez, se nos
abre un enorme debate e inquietud. Nuestros perros, compañeros de trabajo, a día de hoy
disfrutan de estas actividades pero, ¿cómo seleccionar, preparar e incluso preguntar de
alguna manera a los que vengan? ¿a los que pueden un día ser parte? ¿Cómo
estandarizar un proceso de aprendizaje/entrenamiento que asegure el bienestar de tres
partes y de una tan fundamental sin mermar una condición que jamás debemos olvidar (y
que debería ser el centro de nuestras actividades, como lo es su condición única,
espontánea y animal)?
Aún estando tan seguros de lo que hemos hecho y compartido con nuestros animales de
diferentes razas, edades y procedencias, ¿qué manual es capaz de ofrecer la respuesta?
Ojalá nunca exista el mismo, ojalá los profesionales nos miremos más, ojalá nuestro juicio
no esté manchado por otro interés (especialmente personal, que no profesional), ojalá
especialmente los profesionales que trabajan en terapias o intervenciones en general
aprendan más sobre el estudio del comportamiento animal en todas sus disciplinas y sean
capaces de, cada día, en cada sesión, en cada entrenamiento y cada sueño con ronquido
y movimiento de patas, preguntarse qué ha pasado, qué está sucediendo y qué podrá
ocurrir, para unos, para otros, hoy, aquí y mañana.
Lo que aquí se ha descrito es comparable y aplicable a toda aquella actividad donde el
juicio del hombre decida hablar de ELLOS, tanto si es para defender una y otra postura,
vuelve a ser hora de aportar, que de apostar ya se encarga la suerte.

Gracias a los mencionados y a nuestro equipo del Máster en Intervención Asistida con
Animales y Etología Aplicada por apoyarnos, a PAUTA, Fundación Carmen Pardo-
Valcarce, IPP Quintero Lumbreras, ASISPA Residencial Guadalix de la Sierra y, por
supuesto, a todo nuestros alumnos, ya profesionales de dicho máster.
Y, como protagonistas, gracias a los que hacen todo posible: Deika, Lyon, Donna, Hugo,
Elsa, Audrey, Picota, Kaila y Heidi.
La delfinoterapia es una forma de terapia que utiliza la interacción
con delfines para tratar a personas con problemas del desarrollo, físicos,
psicológicos o emocionales, como por ejemplo autismo o síndrome de
Down. Los defensores de esta disciplina afirman que es muy efectiva
para mejorar muchos aspectos de la vida de las personas afectadas por
ellos.

Los delfines utilizados en esta terapia son entrenados para socializar con
humanos. Supuestamente, el hecho de nadar con ellos, tocarlos y
observar la manera en la que se mueven e interaccionan tiene un efecto
positivo en la salud física, mental y emocional de los pacientes.

La delfinoterapia es una variante de la terapia con animales que tiene


cada vez más seguidores en todo el mundo, pudiendo encontrar
programas de este tipo en lugares tan distintos como Bali, Dubai o
California. Sin embargo, las evidencias científicas sobre la efectividad de
esta técnica no son todavía concluyentes.

Los defensores de la delfinoterapia y aquellos pacientes que la han


probado describen la experiencia como algo “mágico”. Sin embargo, ¿es
realmente útil para todos los problemas que afirma mejorar?

¿Hasta qué punto es bueno para los delfines ser utilizados de esta
manera? En este artículo te contamos todo lo que necesitas saber sobre
esta terapia.

Índice [Ocultar]
 1 ¿Cómo se aplica la delfinoterapia?
o 1.1 Contacto físico y emocional
o 1.2 Estimulación sensorial
o 1.3 Efectos en el sistema nervioso
 2 Beneficios
o 2.1 Liberación de endorfinas
o 2.2 Desarrollo cerebral
o 2.3 Mejora de ciertas capacidades físicas y mentales
o 2.4 Reducción de síntomas de diversos problemas
 3 Controversia
o 3.1 Falta de evidencia
o 3.2 Efectos sobre los delfines
 4 Referencias

¿Cómo se aplica la delfinoterapia?


Como la mayoría de las formas de terapia con animales, la delfinoterapia
implica la colaboración estrecha entre distintos miembros de un equipo
para ayudar a mejorar las condiciones de vida de personas con distintos
tipos de problemas mentales, físicos o emocionales.

En el caso de esta terapia, un psicólogo entrenado y un cuidador de


delfines colaboran para entrenar a un grupo de delfines para interactuar
de una manera específica con los pacientes. Existen distintas técnicas
que se pueden utilizar, pero todas ellas implican la estimulación
sensorial y emocional de las personas que la usan.

Normalmente, la delfinoterapia se utiliza para mejorar las condiciones de


vida de personas con trastornos como parálisis cerebral o síndrome de
Down; pero también puede emplearse para paliar los peores síntomas
de enfermedades psicológicas como la depresión mayor o el síndrome de
estrés post – traumático.

A continuación veremos cuáles son las principales maneras en las que se


usa la delfinoterapia para ayudar a los pacientes que la utilizan.

Contacto físico y emocional

Uno de los factores más necesarios para el bienestar humano es el


contacto físico. En el caso de pacientes con trastornos graves del
desarrollo, que normalmente implican que el paciente tiene todo tipo de
dificultades para relacionarse de manera normal con otras personas,
puede ser especialmente importante.
Al mismo tiempo, la sensación de cercanía y apoyo que puede
proporcionar un animal es también muy útil para mejorar el estado
sentimental de los pacientes. Al sentirse apreciados incondicionalmente,
tienden a progresar en aspectos como su inteligencia emocional y su
control de impulsos.

Los delfines son animales especialmente indicados para proporcionar


estos dos tipos de apoyo. No solo son extremadamente sociables, sino
que además son muy inteligentes y por lo tanto pueden ser entrenados
para interactuar con los pacientes de la manera más beneficiosa posible.

Estimulación sensorial

Otro de los factores que hacen que la terapia con delfines sea
especialmente útil según sus defensores es el hecho de que estar en el
agua con estos animales proporciona a los pacientes una serie de
estímulos que de otra forma es muy difícil que consigan.

Dentro del agua, todas las sensaciones cambian. En el caso de los


pacientes con trastornos graves del desarrollo, como autismo, parálisis
cerebral o síndrome de Down, el hecho de recibir estimulación cerebral
es importantísimo para la mejora de sus habilidades y estados
psicológicos.

Así, la sensación de estar flotando, la interacción con unos animales


poco frecuentes que se comportan de maneras inesperadas, y las
técnicas desarrolladas en colaboración con los psicólogos y
entrenadores, se combinan para proporcionar una experiencia única a
los pacientes que puede otorgarles una gran mejoría a nivel de salud
física y mental.

Efectos en el sistema nervioso

Una de las partes más controvertidas de la delfinoterapia es el supuesto


beneficio que tienen los ultrasonidos emitidos por estos animales sobre
el sistema nervioso de los pacientes.
Según la hipótesis cavitacional, los delfines emiten ciertas ondas que
podrían tener efectos positivos sobre el cerebro de las personas que
interactúan con ellos.

Esta hipótesis fue formulada por el científico David Cole tras una serie de
investigaciones sobre el tema; pero la comunidad científica todavía no se
pone de acuerdo sobre si se trata de un efecto real o no.

Algunos seguidores de la delfinoterapia han llegado a afirmar que los


ultrasonidos producidos por los delfines pueden incluso llegar a modificar
el ADN de los pacientes.

Otros, más conservadores, tan solo aseguran que estas ondas pueden
mejorar su estado de ánimo y ayudarles a desarrollar ciertas
capacidades cerebrales.

Beneficios
Dependiendo de quién hable sobre el tema, la delfinoterapia puede ser
simplemente una alternativa a las terapias con animales tradicionales, o
por el contrario tratarse de una disciplina casi milagrosa útil para curar
todo tipo de dolencias. A continuación veremos cuáles son los más
importantes de sus supuestos beneficios.

Liberación de endorfinas

La mezcla de contacto físico, apoyo emocional, interacción con animales


y efectos de las ondas ultrasónicas en el cerebro supuestamente ayudan
a que el paciente produzca una mayor cantidad de endorfinas y otras
sustancias que mejoran su estado de ánimo.

Según algunos científicos, esto podría incluso ayudar a paliar el dolor


relacionado con ciertas enfermedades, ya que las endorfinas son
analgésicos naturales. Además, también podría ser útil para eliminar
problemas psicológicos como la depresión o la ansiedad.
Desarrollo cerebral

Algunos defensores de la delfinoterapia dicen que no solo sirve para


mejorar el estado de ánimo de los pacientes, sino que esta disciplina es
capaz incluso de estimular el desarrollo de nuevas neuronas y de
fomentar la conexión entre las ya existentes.

De ser cierto, esto podría ser especialmente importante en el caso de


pacientes con trastornos como el síndrome de Down o la parálisis
cerebral. Sin embargo, aún es necesario recopilar más evidencia al
respecto.

Mejora de ciertas capacidades físicas y mentales

El hecho de tener que llevar a cabo tareas exigentes dentro del agua y
en interacción con los delfines puede hacer que los pacientes desarrollen
algunas de sus capacidades corporales. Entre las que más positivamente
se ven afectadas están el equilibrio, la coordinación motora y el control
de las extremidades.

Por otro lado, algunas capacidades cerebrales también se ven afectadas


positivamente. Por ejemplo, la atención y el control de impulsos de los
pacientes que asisten a delfinoterapia parecen mejorar de forma
significativa tras solo unas pocas sesiones.

Reducción de síntomas de diversos problemas

Según sus defensores, la delfinoterapia puede ser útil para tratar una
larga lista de problemas y enfermedades, tanto físicas como
psicológicas.

Supuestamente, las sesiones con delfines podrían por ejemplo reducir


las molestias del embarazo, aliviar el estrés, mejorar el sistema inmune,
o ayudar a combatir el cáncer.
Los partidarios más extremos de esta forma de terapia con animales
afirman incluso que podría llegar a reducir en gran medida los efectos de
trastornos genéticos como el síndrome de Down, debido a los supuestos
efectos que tienen los ultrasonidos de los delfines sobre el ADN de las
personas.

Controversia
A pesar de parecer extremadamente interesante sobre el papel, la
delfinoterapia no está vista con buenos ojos por todos los miembros de
la comunidad científica. De hecho, existen dos temas que hacen que
tenga tantos críticos como defensores: la falta de evidencia al respecto,
y sus efectos sobre los delfines.

Falta de evidencia

Varios grupos de científicos han revisado los pocos estudios que


supuestamente demostraban los beneficios de la delfinoterapia, y han
encontrado una serie de problemas muy graves en todos ellos.

Según estos autores, la metodología de los estudios dejaba mucho que


desear. En todos ellos, o bien las muestras eran demasiado pequeñas, o
bien no se definieron correctamente las variables.

Casi ninguno de los estudios realizados utilizaron un grupo control, y en


prácticamente todos ellos quienes hicieron las investigaciones estaban
lejos de ser imparciales.

Todo esto hace que hoy en día no haya ninguna evidencia real sobre los
beneficios de la delfinoterapia, más allá de los que pueda presentar el
hecho de realizar una actividad novedosa en un ambiente relajado.

Para la comunidad científica, es necesario recopilar más datos antes de


poder admitir esta disciplina como una terapia realmente útil.
Efectos sobre los delfines

Por otro lado, el uso de delfines como “terapeutas” también ha


levantado muchas ampollas entre los defensores de los animales. Se
trata de criaturas extremadamente inteligentes, con vidas sociales muy
ricas y capacidades cerebrales cercanas a las de los humanos.

El problema es que, para llevar a cabo sesiones de delfinoterapia, es


necesario capturar a estos animales y aislarles de su grupo. Tras esto,
se les entrena de manera dura con premios y castigos, y se les mantiene
toda la vida dentro de un recinto cerrado del que no pueden salir.

Los efectos negativos que esto puede traer sobre criaturas tan
avanzadas son evidentes. Existen muchas asociaciones a favor de
prohibir el uso de delfines como animales de terapia; y sus críticas
cobran especial peso debido a la falta de evidencia que respalde la
verdadera utilidad de estas prácticas.

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