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Hoy (Mestre, Tortosa, Samper y Nacher, 2002) hay una general coincidencia en señalar una cuarta
etapa, que tiene como punto de inflexión la década de 1950 y que, en realidad, viene a integrar las
anteriores. En la primera edición de su conocido manual, Hilgard definía la Psicología como “la Ciencia
que estudia la conducta y la experiencia de los organismos vivos” (Hilgard, 1953). Cincuenta años
después (con 13 ediciones a sus espaldas) la define como “el estudio científico de la conducta y los
p
Hoy (Mestre, Tortosa, Samper y Nacher, 2002) hay una general coincidencia en señalar una cuarta
etapa, que tiene como punto de inflexión la década de 1950 y que, en realidad, viene a integrar las
anteriores. En la primera edición de su conocido manual, Hilgard definía la Psicología como “la Ciencia
que estudia la conducta y la experiencia de los organismos vivos” (Hilgard, 1953). Cincuenta años
después (con 13 ediciones a sus espaldas) la define como “el estudio científico de la conducta y los
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Hoy (Mestre, Tortosa, Samper y Nacher, 2002) hay una general coincidencia en señalar una cuarta
etapa, que tiene como punto de inflexión la década de 1950 y que, en realidad, viene a integrar las
anteriores. En la primera edición de su conocido manual, Hilgard definía la Psicología como “la Ciencia
que estudia la conducta y la experiencia de los organismos vivos” (Hilgard, 1953). Cincuenta años
después (con 13 ediciones a sus espaldas) la define como “el estudio científico de la conducta y los
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Pero, además, para acabar de acotar la definición adecuadamente, deberíamos también atender a
un “¿dónde se formuló?”, y un “¿cuándo se formuló?”. Y ello es así, porque la definición de Psicología,
como la de cualquier otra disciplina científica, es contingente a espacios temporales y geo-políticolingüísticos. Qué es esa cosa llamada Psicología es algo que ha de ser determinada funcionalmente, de acuerdo con reglas interpretativas principalmente históricas, que permitan ver el hilo conductor desde la psique griega (“lo psicológico” estudiado mediante un episteme griega), por tomar un punto de partida cualquiera alejado del hoy, hasta sus homólogos posteriores, por ejemplo la mente computacional de algunos cognitivistas (“lo psicológico” estudiado mediante simulación) o la mente de los neurocientíficos (“lo psicológico” estudiado mediante la Tomografía por Emisión de Positrones”). Sólo en la historia se puede apreciar cómo en distintos tiempos y lugares se ha contemplado algo como “lo psíquico”, y cómo, por tanto, ésto ha ido transformándose (alma, experiencia, conducta, actividad...). La historia permite apreciar cómo se ha decidido ante qué funciones resultaría cognoscible, o, de otro modo, mediante qué métodos era posible la construcción de un saber acerca de las posibles, variadas y cambiantes “realidades psíquicas”. Si nos situamos en el hoy de la lectora o del lector, y miramos hacia atrás encontramos un largo proceso de deliberaciones, acuerdos y desacuerdos, que han ido alejando progresivamente a la Psicología del tronco filosófico del que fue una rama, hasta consolidar su plena independencia. En ese largo proceso hasta constituirse en un saber disciplinado independiente, las transformaciones en la definición de objeto y método han sido cruciales. “(…) los lenguajes nuevos derivan de lenguajes antiguos. Aunque en numerosas ocasiones la Nueva Psicología fue colocada como rechazando la Psicología filosófica tradicional, en realidad fue una derivación de las Psicologías racionales y empíricas del pasado, con su nuevo lenguaje como un dialecto emergente a partir del antiguo lenguaje filosófico, renovado a través de una mezcla generosa con términos fisiológicos. Mientras los ‘psicólogos antiguos’ hablaban de ‘almas’ y explicaron la dinámica humana refiriéndose a ‘facultades’ innatas, los Nuevos Psicólogos omitieron tratar de ‘almas’ y explicaron el mismo conjunto de ‘facultades’ al referirse a procesos fisiológicos y psicológicos más básicos.” (Leary, 1987). Pero, además, para acabar de acotar la definición adecuadamente, deberíamos también atender a un “¿dónde se formuló?”, y un “¿cuándo se formuló?”. Y ello es así, porque la definición de Psicología, como la de cualquier otra disciplina científica, es contingente a espacios temporales y geo-políticolingüísticos. Qué es esa cosa llamada Psicología es algo que ha de ser determinada funcionalmente, de acuerdo con reglas interpretativas principalmente históricas, que permitan ver el hilo conductor desde la psique griega (“lo psicológico” estudiado mediante un episteme griega), por tomar un punto de partida cualquiera alejado del hoy, hasta sus homólogos posteriores, por ejemplo la mente computacional de algunos cognitivistas (“lo psicológico” estudiado mediante simulación) o la mente de los neurocientíficos (“lo psicológico” estudiado mediante la Tomografía por Emisión de Positrones”). Sólo en la historia se puede apreciar cómo en distintos tiempos y lugares se ha contemplado algo como “lo psíquico”, y cómo, por tanto, ésto ha ido transformándose (alma, experiencia, conducta, actividad...). La historia permite apreciar cómo se ha decidido ante qué funciones resultaría cognoscible, o, de otro modo, mediante qué métodos era posible la construcción de un saber acerca de las posibles, variadas y cambiantes “realidades psíquicas”. Si nos situamos en el hoy de la lectora o del lector, y miramos hacia atrás encontramos un largo proceso de deliberaciones, acuerdos y desacuerdos, que han ido alejando progresivamente a la Psicología del tronco filosófico del que fue una rama, hasta consolidar su plena independencia. En ese largo proceso hasta constituirse en un saber disciplinado independiente, las transformaciones en la definición de objeto y método han sido cruciales. “(…) los lenguajes nuevos derivan de lenguajes antiguos. Aunque en numerosas ocasiones la Nueva Psicología fue colocada como rechazando la Psicología filosófica tradicional, en realidad fue una derivación de las Psicologías racionales y empíricas del pasado, con su nuevo lenguaje como un dialecto emergente a partir del antiguo lenguaje filosófico, renovado a través de una mezcla generosa con términos fisiológicos. Mientras los ‘psicólogos antiguos’ hablaban de ‘almas’ y explicaron la dinámica humana refiriéndose a ‘facultades’ innatas, los Nuevos Psicólogos omitieron tratar de ‘almas’ y explicaron el mismo conjunto de ‘facultades’ al referirse a procesos fisiológicos y psicológicos más básicos.” (Leary, 1987). Pero, además, para acabar de acotar la definición adecuadamente, deberíamos también atender a un “¿dónde se formuló?”, y un “¿cuándo se formuló?”. Y ello es así, porque la definición de Psicología, como la de cualquier otra disciplina científica, es contingente a espacios temporales y geo-políticolingüísticos. Qué es esa cosa llamada Psicología es algo que ha de ser determinada funcionalmente, de acuerdo con reglas interpretativas principalmente históricas, que permitan ver el hilo conductor desde la psique griega (“lo psicológico” estudiado mediante un episteme griega), por tomar un punto de partida cualquiera alejado del hoy, hasta sus homólogos posteriores, por ejemplo la mente computacional de algunos cognitivistas (“lo psicológico” estudiado mediante simulación) o la mente de los neurocientíficos (“lo psicológico” estudiado mediante la Tomografía por Emisión de Positrones”). Sólo en la historia se puede apreciar cómo en distintos tiempos y lugares se ha contemplado algo como “lo psíquico”, y cómo, por tanto, ésto ha ido transformándose (alma, experiencia, conducta, actividad...). La historia permite apreciar cómo se ha decidido ante qué funciones resultaría cognoscible, o, de otro modo, mediante qué métodos era posible la construcción de un saber acerca de las posibles, variadas y cambiantes “realidades psíquicas”. Si nos situamos en el hoy de la lectora o del lector, y miramos hacia atrás encontramos un largo proceso de deliberaciones, acuerdos y desacuerdos, que han ido alejando progresivamente a la Psicología del tronco filosófico del que fue una rama, hasta consolidar su plena independencia. En ese largo proceso hasta constituirse en un saber disciplinado independiente, las transformaciones en la definición de objeto y método han sido cruciales. “(…) los lenguajes nuevos derivan de lenguajes antiguos. Aunque en numerosas ocasiones la Nueva Psicología fue colocada como rechazando la Psicología filosófica tradicional, en realidad fue una derivación de las Psicologías racionales y empíricas del pasado, con su nuevo lenguaje como un dialecto emergente a partir del antiguo lenguaje filosófico, renovado a través de una mezcla generosa con términos fisiológicos. Mientras los ‘psicólogos antiguos’ hablaban de ‘almas’ y explicaron la dinámica humana refiriéndose a ‘facultades’ innatas, los Nuevos Psicólogos omitieron tratar de ‘almas’ y explicaron el mismo conjunto de ‘facultades’ al referirse a procesos fisiológicos y psicológicos más básicos.” (Leary, 1987). Pero, además, para acabar de acotar la definición adecuadamente, deberíamos también atender a un “¿dónde se formuló?”, y un “¿cuándo se formuló?”. Y ello es así, porque la definición de Psicología, como la de cualquier otra disciplina científica, es contingente a espacios temporales y geo-políticolingüísticos. Qué es esa cosa llamada Psicología es algo que ha de ser determinada funcionalmente, de acuerdo con reglas interpretativas principalmente históricas, que permitan ver el hilo conductor desde la psique griega (“lo psicológico” estudiado mediante un episteme griega), por tomar un punto de partida cualquiera alejado del hoy, hasta sus homólogos posteriores, por ejemplo la mente computacional de algunos cognitivistas (“lo psicológico” estudiado mediante simulación) o la mente de los neurocientíficos (“lo psicológico” estudiado mediante la Tomografía por Emisión de Positrones”). Sólo en la historia se puede apreciar cómo en distintos tiempos y lugares se ha contemplado algo como “lo psíquico”, y cómo, por tanto, ésto ha ido transformándose (alma, experiencia, conducta, actividad...). La historia permite apreciar cómo se ha decidido ante qué funciones resultaría cognoscible, o, de otro modo, mediante qué métodos era posible la construcción de un saber acerca de las posibles, variadas y cambiantes “realidades psíquicas”. Si nos situamos en el hoy de la lectora o del lector, y miramos hacia atrás encontramos un largo proceso de deliberaciones, acuerdos y desacuerdos, que han ido alejando progresivamente a la Psicología del tronco filosófico del que fue una rama, hasta consolidar su plena independencia. En ese largo proceso hasta constituirse en un saber disciplinado independiente, las transformaciones en la definición de objeto y método han sido cruciales. “(…) los lenguajes nuevos derivan de lenguajes antiguos. Aunque en numerosas ocasiones la Nueva Psicología fue colocada como rechazando la Psicología filosófica tradicional, en realidad fue una derivación de las Psicologías racionales y empíricas del pasado, con su nuevo lenguaje como un dialecto emergente a partir del antiguo lenguaje filosófico, renovado a través de una mezcla generosa con términos fisiológicos. Mientras los ‘psicólogos antiguos’ hablaban de ‘almas’ y explicaron la dinámica humana refiriéndose a ‘facultades’ innatas, los Nuevos Psicólogos omitieron tratar de ‘almas’ y explicaron el mismo conjunto de ‘facultades’ al referirse a procesos fisiológicos y psicológicos más básicos.” (Leary, 1987). Pero, además, para acabar de acotar la definición adecuadamente, deberíamos también atender a un “¿dónde se formuló?”, y un “¿cuándo se formuló?”. Y ello es así, porque la definición de Psicología, como la de cualquier otra disciplina científica, es contingente a espacios temporales y geo-políticolingüísticos. Qué es esa cosa llamada Psicología es algo que ha de ser determinada funcionalmente, de acuerdo con reglas interpretativas principalmente históricas, que permitan ver el hilo conductor desde la psique griega (“lo psicológico” estudiado mediante un episteme griega), por tomar un punto de partida cualquiera alejado del hoy, hasta sus homólogos posteriores, por ejemplo la mente computacional de algunos cognitivistas (“lo psicológico” estudiado mediante simulación) o la mente de los neurocientíficos (“lo psicológico” estudiado mediante la Tomografía por Emisión de Positrones”). Sólo en la historia se puede apreciar cómo en distintos tiempos y lugares se ha contemplado algo como “lo psíquico”, y cómo, por tanto, ésto ha ido transformándose (alma, experiencia, conducta, actividad...). La historia permite apreciar cómo se ha decidido ante qué funciones resultaría cognoscible, o, de otro modo, mediante qué métodos era posible la construcción de un saber acerca de las posibles, variadas y cambiantes “realidades psíquicas”. Si nos situamos en el hoy de la lectora o del lector, y miramos hacia atrás encontramos un largo proceso de deliberaciones, acuerdos y desacuerdos, que han ido alejando progresivamente a la Psicología del tronco filosófico del que fue una rama, hasta consolidar su plena independencia. En ese largo proceso hasta constituirse en un saber disciplinado independiente, las transformaciones en la definición de objeto y método han sido cruciales. “(…) los lenguajes nuevos derivan de lenguajes antiguos. Aunque en numerosas ocasiones la Nueva Psicología fue colocada como rechazando la Psicología filosófica tradicional, en realidad fue una derivación de las Psicologías racionales y empíricas del pasado, con su nuevo lenguaje como un dialecto emergente a partir del antiguo lenguaje filosófico, renovado a través de una mezcla generosa con términos fisiológicos. Mientras los ‘psicólogos antiguos’ hablaban de ‘almas’ y explicaron la dinámica humana refiriéndose a ‘facultades’ innatas, los Nuevos Psicólogos omitieron tratar de ‘almas’ y explicaron el mismo conjunto de ‘facultades’ al referirse a procesos fisiológicos y psicológicos más básicos.” (Leary, 1987). Pero, además, para acabar de acotar la definición adecuadamente, deberíamos también atender a un “¿dónde se formuló?”, y un “¿cuándo se formuló?”. Y ello es así, porque la definición de Psicología, como la de cualquier otra disciplina científica, es contingente a espacios temporales y geo-políticolingüísticos. Qué es esa cosa llamada Psicología es algo que ha de ser determinada funcionalmente, de acuerdo con reglas interpretativas principalmente históricas, que permitan ver el hilo conductor desde la psique griega (“lo psicológico” estudiado mediante un episteme griega), por tomar un punto de partida cualquiera alejado del hoy, hasta sus homólogos posteriores, por ejemplo la mente computacional de algunos cognitivistas (“lo psicológico” estudiado mediante simulación) o la mente de los neurocientíficos (“lo psicológico” estudiado mediante la Tomografía por Emisión de Positrones”). Sólo en la historia se puede apreciar cómo en distintos tiempos y lugares se ha contemplado algo como “lo psíquico”, y cómo, por tanto, ésto ha ido transformándose (alma, experiencia, conducta, actividad...). La historia permite apreciar cómo se ha decidido ante qué funciones resultaría cognoscible, o, de otro modo, mediante qué métodos era posible la construcción de un saber acerca de las posibles, variadas y cambiantes “realidades psíquicas”. Si nos situamos en el hoy de la lectora o del lector, y miramos hacia atrás encontramos un largo proceso de deliberaciones, acuerdos y desacuerdos, que han ido alejando progresivamente a la Psicología del tronco filosófico del que fue una rama, hasta consolidar su plena independencia. En ese largo proceso hasta constituirse en un saber disciplinado independiente, las transformaciones en la definición de objeto y método han sido cruciales. “(…) los lenguajes nuevos derivan de lenguajes antiguos. Aunque en numerosas ocasiones la Nueva Psicología fue colocada como rechazando la Psicología filosófica tradicional, en realidad fue una derivación de las Psicologías racionales y empíricas del pasado, con su nuevo lenguaje como un dialecto emergente a partir del antiguo lenguaje filosófico, renovado a través de una mezcla generosa con términos fisiológicos. Mientras los ‘psicólogos antiguos’ hablaban de ‘almas’ y explicaron la dinámica humana refiriéndose a ‘facultades’ innatas, los Nuevos Psicólogos omitieron tratar de ‘almas’ y explicaron el mismo conjunto de ‘facultades’ al referirse a procesos fisiológicos y psicológicos más básicos.” (Leary, 1987). Pero, además, para acabar de acotar la definición adecuadamente, deberíamos también atender a un “¿dónde se formuló?”, y un “¿cuándo se formuló?”. Y ello es así, porque la definición de Psicología, como la de cualquier otra disciplina científica, es contingente a espacios temporales y geo-políticolingüísticos. Qué es esa cosa llamada Psicología es algo que ha de ser determinada funcionalmente, de acuerdo con reglas interpretativas principalmente históricas, que permitan ver el hilo conductor desde la psique griega (“lo psicológico” estudiado mediante un episteme griega), por tomar un punto de partida cualquiera alejado del hoy, hasta sus homólogos posteriores, por ejemplo la mente computacional de algunos cognitivistas (“lo psicológico” estudiado mediante simulación) o la mente de los neurocientíficos (“lo psicológico” estudiado mediante la Tomografía por Emisión de Positrones”). Sólo en la historia se puede apreciar cómo en distintos tiempos y lugares se ha contemplado algo como “lo psíquico”, y cómo, por tanto, ésto ha ido transformándose (alma, experiencia, conducta, actividad...). La historia permite apreciar cómo se ha decidido ante qué funciones resultaría cognoscible, o, de otro modo, mediante qué métodos era posible la construcción de un saber acerca de las posibles, variadas y cambiantes “realidades psíquicas”. Si nos situamos en el hoy de la lectora o del lector, y miramos hacia atrás encontramos un largo proceso de deliberaciones, acuerdos y desacuerdos, que han ido alejando progresivamente a la Psicología del tronco filosófico del que fue una rama, hasta consolidar su plena independencia. En ese largo proceso hasta constituirse en un saber disciplinado independiente, las transformaciones en la definición de objeto y método han sido cruciales. “(…) los lenguajes nuevos derivan de lenguajes antiguos. Aunque en numerosas ocasiones la Nueva Psicología fue colocada como rechazando la Psicología filosófica tradicional, en realidad fue una derivación de las Psicologías racionales y empíricas del pasado, con su nuevo lenguaje como un dialecto emergente a partir del antiguo lenguaje filosófico, renovado a través de una mezcla generosa con términos fisiológicos. Mientras los ‘psicólogos antiguos’ hablaban de ‘almas’ y explicaron la dinámica humana refiriéndose a ‘facultades’ innatas, los Nuevos Psicólogos omitieron tratar de ‘almas’ y explicaron el mismo conjunto de ‘facultades’ al referirse a procesos fisiológicos y psicológicos más básicos.” (Leary, 1987). Pero, además, para acabar de acotar la definición adecuadamente, deberíamos también atender a un “¿dónde se formuló?”, y un “¿cuándo se formuló?”. Y ello es así, porque la definición de Psicología, como la de cualquier otra disciplina científica, es contingente a espacios temporales y geo-políticolingüísticos. Qué es esa cosa llamada Psicología es algo que ha de ser determinada funcionalmente, de acuerdo con reglas interpretativas principalmente históricas, que permitan ver el hilo conductor desde la psique griega (“lo psicológico” estudiado mediante un episteme griega), por tomar un punto de partida cualquiera alejado del hoy, hasta sus homólogos posteriores, por ejemplo la mente computacional de algunos cognitivistas (“lo psicológico” estudiado mediante simulación) o la mente de los neurocientíficos (“lo psicológico” estudiado mediante la Tomografía por Emisión de Positrones”). Sólo en la historia se puede apreciar cómo en distintos tiempos y lugares se ha contemplado algo como “lo psíquico”, y cómo, por tanto, ésto ha ido transformándose (alma, experiencia, conducta, actividad...). La historia permite apreciar cómo se ha decidido ante qué funciones resultaría cognoscible, o, de otro modo, mediante qué métodos era posible la construcción de un saber acerca de las posibles, variadas y cambiantes “realidades psíquicas”. Si nos situamos en el hoy de la lectora o del lector, y miramos hacia atrás encontramos un largo proceso de deliberaciones, acuerdos y desacuerdos, que han ido alejando progresivamente a la Psicología del tronco filosófico del que fue una rama, hasta consolidar su plena independencia. En ese largo proceso hasta constituirse en un saber disciplinado independiente, las transformaciones en la definición de objeto y método han sido cruciales. “(…) los lenguajes nuevos derivan de lenguajes antiguos. Aunque en numerosas ocasiones la Nu eva Psicología fue colocada como rechazando la Psicología filosófica tradicional, en realidad fue una derivación de las Psicologías racionales y empíricas del pasado, con su nuevo lenguaje como un dialecto emergente a partir del antiguo lenguaje filosófico, renovado a través de una mezcla generosa con términos fisiológicos. Mientras los ‘psicólogos antiguos’ hablaban de ‘almas’ y explicaron la dinámica humana refiriéndose a ‘facultades’ innatas, los Nuevos Psicólogos omitieron tratar de ‘almas’ y explicaron el mismo conjunto de ‘facultades’ al referirse a procesos fisiológicos y psicológicos más básicos.” (Leary, 1987). Pero, además, para acabar de acotar la definición adecuadamente, deberíamos también atender a un “¿dónde se formuló?”, y un “¿cuándo se formuló?”. Y ello es así, porque la definición de Psicología, como la de cualquier otra disciplina científica, es contingente a espacios temporales y geo-políticolingüísticos. Qué es esa cosa llamada Psicología es algo que ha de ser determinada funcionalmente, de acuerdo con reglas interpretativas principalmente históricas, que permitan ver el hilo conductor desde la psique griega (“lo psicológico” estudiado mediante un episteme griega), por tomar un punto de partida cualquiera alejado del hoy, hasta sus homólogos posteriores, por ejemplo la mente computacional de algunos cognitivistas (“lo psicológico” estudiado mediante simulación) o la mente de los neurocientíficos (“lo psicológico” estudiado mediante la Tomografía por Emisión de Positrones”). Sólo en la historia se puede apreciar cómo en distintos tiempos y lugares se ha contemplado algo como “lo psíquico”, y cómo, por tanto, ésto ha ido transformándose (alma, experiencia, conducta, actividad...). La historia permite apreciar cómo se ha decidido ante qué funciones resultaría cognoscible, o, de otro modo, mediante qué métodos era posible la construcción de un saber acerca de las posibles, variadas y cambiantes “realidades psíquicas”. Si nos situamos en el hoy de la lectora o del lector, y miramos hacia atrás encontramos un largo proceso de deliberaciones, acuerdos y desacuerdos, que han ido alejando progresivamente a la Psicología del tronco filosófico del que fue una rama, hasta consolidar su plena independencia. En ese largo proceso hasta constituirse en un saber disciplinado independiente, las transformaciones en la definición de objeto y método han sido cruciales. “(…) los lenguajes nuevos derivan de lenguajes antiguos. Aunque en numerosas ocasiones la Nueva Psicología fue colocada como rechazando la Psicología filosófica tradicional, en realidad fue una derivación de las Psicologías racionales y empíricas del pasado, con su nuevo lenguaje como un dialecto emergente a partir del antiguo lenguaje filosófico, renovado a través de una mezcla generosa con términos fisiológicos. Mientras los ‘psicólogos antiguos’ hablaban de ‘almas’ y explicaron la dinámica humana refiriéndose a ‘facultades’ innatas, los Nuevos Psicólogos omitieron tratar de ‘almas’ y explicaron el mismo conjunto de ‘facultades’ al referirse a procesos fisiológicos y psicológicos más básicos.” (Leary, 1987). Pero, además, para acabar de acotar la definición adecuadamente, deberíamos también atender a un “¿dónde se formuló?”, y un “¿cuándo se formuló?”. Y ello es así, porque la definición de Psicología, como la de cualquier otra disciplina científica, es contingente a espacios temporales y geo-políticolingüísticos. Qué es esa cosa llamada Psicología es algo que ha de ser determinada funcionalmente, de acuerdo con reglas interpretativas principalmente históricas, que permitan ver el hilo conductor desde la psique griega (“lo psicológico” estudiado mediante un episteme griega), por tomar un punto de partida cualquiera alejado del hoy, hasta sus homólogos posteriores, por ejemplo la mente computacional de algunos cognitivistas (“lo psicológico” estudiado mediante simulación) o la mente de los neurocientíficos (“lo psicológico” estudiado mediante la Tomografía por Emisión de Positrones”). Sólo en la historia se puede apreciar cómo en distintos tiempos y lugares se ha contemplado algo como “lo psíquico”, y cómo, por tanto, ésto ha ido transformándose (alma, experiencia, conducta, actividad...). La historia permite apreciar cómo se ha decidido ante qué funciones resultaría cognoscible, o, de otro modo, mediante qué métodos era posible la construcción de un saber acerca de las posibles, variadas y cambiantes “realidades psíquicas”. Si nos situamos en el hoy de la lectora o del lector, y miramos hacia atrás encontramos un largo proceso de deliberaciones, acuerdos y desacuerdos, que han ido alejando progresivamente a la Psicología del tronco filosófico del que fue una rama, hasta consolidar su plena independencia. En ese largo proceso hasta constituirse en un saber disciplinado independiente, las transformaciones en la definición de objeto y método han sido cruciales. “(…) los lenguajes nuevos derivan de lenguajes antiguos. Aunque en numerosas ocasiones la Nueva Psicología fue colocada como rechazando la Psicología filosófica tradicional, en realidad fue una derivación de las Psicologías racionales y empíricas del pasado, con su nuevo lenguaje como un dialecto emergente a partir del antiguo lenguaje filosófico, renovado a través de una mezcla generosa con términos fisiológicos. Mientras los ‘psicólogos antiguos’ hablaban de ‘almas’ y explicaron la dinámica humana refiriéndose a ‘facultades’ innatas, los Nuevos Psicólogos omitieron tratar de ‘almas’ y explicaron el mismo conjunto de ‘facultades’ al referirse a procesos fisiológicos y psicológicos más básicos.” (Leary, 1987).El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. 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De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer. El trabajo de psicoterapeuta es muy curioso. De todas las profesiones, es seguramente la que más involucra afectivamente a la persona misma del terapeuta, más allá de su papel profesional. Un contador por ejemplo no necesita implicarse como persona en su oficio; involucra sus conocimientos, su tiempo, su conciencia profesional y también el gusto por su trabajo. Pero no crea un vínculo afectivo-emocional con el objeto de su trabajo. Tampoco lo que le pasa en su vida diaria, sus sentimientos y estados de animo, no tiene generalmente consecuencias sobre su quehacer.