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De la polarización política a la polarización extrema.

La invisibilización de discursos
alternativos en el ámbito comunitario y político en Venezuela.

A partir del ascenso de Hugo Chávez a la presidencia de la República en 1998, dos


propuestas de país se confrontaron, dos modelos, dos visiones no sólo entraron en
conflicto sino que además se erigieron dos bandos políticos como enemigos: chavistas y
oposición, fortaleciendo la intolerancia y la violencia y trayendo como consecuencia el
quiebre del tejido social, la fractura del diálogo y la imposibilidad de encuentros y de
acuerdos que permitan sostener la confianza y el respeto entre quienes vivimos en
Venezuela. En la actualidad el conflicto se ha agudizado a tal punto que no sólo un bando
intenta invisbilizar o exterminar al otro bando sino que además se invisbiliza y se
desconoce la existencia de discursos alternativos que no se suscriben a estos titanes
políticos, quedando relegada toda posibilidad de emitir opiniones distintas, de participar
políticamente y en el ámbito comunitario y de promover cambios que permitan una
convivencia basada en el respeto a la diversidad, el entendimiento y la tolerancia.

Para nadie es un secreto la polarización que existe en Venezuela y que a partir del
golpe de estado del 2002 se agudizó acentuando el conflicto entre los dos bandos políticos
ya mencionados, fortaleciendo además los estereotipos asignados arbitrariamente a lxs
partidarixs de uno u otro bando, reproduciendo las descalificaciones y decretando una
enemistad a muerte, por ende, irreconciliable. Esta conflictividad no sólo se evidenció en
posturas ideológicas antagónicas y en el discurso agresivo de unxs hacia otrxs, sino que
además procuró la demarcación físico territorial en las principales ciudades del país y
específicamente en Caracas “los de Chuao vs los de Puente Llaguno”, afianzando el miedo
de las y los ciudadanos a transitar por ambos territorios por temor a ser agredidxs según
su afinidad político partidista. Dicha demarcación territorial reapareció indiscutiblemente
en los sucesos violentos de las guarimbas de 2014 y 2017: “los de Altamira y el este vs los
del centro y el oeste”. A este fenómeno se le conoce como territorialización del conflicto y
es propio del proceso de polarización política y social.

La polarización según Mireya Lozada (2008) psicóloga, investigadora, profesora de


la Universidad Central de Venezuela1 se evidencia cuando “la postura de un grupo supone
la referencia negativa a la posición del otro grupo, percibido como enemigo” (p.2). Es
decir, la afinidad a un grupo político promueve el alejamiento o rechazo del otro y
viceversa, y ese otro más que un/a ciudadano/a que piensa distinto, es percibido como un
contrincante provocándose conflictos irreconciliables en las relaciones sociales. Por ende,

1
¿Nosotros o ellos? Representaciones sociales, polarización y espacio público en Venezuela. Cuadernos del
Cendes versión On-line ISSN 2443-468X CDC v.25 n.69 Caracas dic. 2008.
el bando que señala al otro como enemigo, como rival, despliega acciones cuyo interés es
invisibilizarlo, o peor aún, eliminarlo. La profesora Lozada (2008) identifica 7 elementos
que caracterizan psicológicamente el proceso de polarización social que vive la población
venezolana:

1. Estrechamiento del campo perceptivo (percepción desfavorable y estereotipada del


grupo opuesto que genera una visión dicotómica y excluyente: «nosotros-ellos»).

2. Fuerte carga emocional (aceptación y rechazo sin matices de la persona o grupo


contrario)

3. Involucramiento personal (cualquier hecho afecta al individuo).

4. Quiebre del sentido común (posiciones rígidas e intolerantes suplantan la discusión, el


diálogo o debate de posiciones diversas).

5. Cohesión y solidaridad al interior del propio grupo y conflicto latente o manifiesto entre
grupos opuestos.

6. Familias, escuelas, iglesias, comunidades u otros espacios sociales de convivencia se


posicionan en alguno de los dos polos de la confrontación.

7. Personas, grupos e instituciones sostienen las mismas actitudes de exclusión, rigidez o


enfrentamiento presentes en la lucha política.

Asimismo afirma que:

“la polarización social fractura el tejido social a la vez que favorece la


naturalización y legitimación de la violencia. Ante una situación de
conflicto sociopolítico prolongado como el confrontado en Venezuela, la
población sufre un proceso de cambios que trastoca su vida, asumiendo
como normal, natural o habitual lo que no lo es. Ante la avalancha de
sucesos de agresión, muerte y destrucción material o simbólica se
transforma en cotidiana la convivencia con la violencia, y en este proceso
de internalización se trastoca tanto la identidad del individuo como sus
relaciones sociales”. (p.6)

La cotidianeidad en Venezuela se ha convertido en una convivencia agresiva, en un


clima de desconfianza donde se ha construido la identidad del otro/a como un adversario,
en este sentido resulta imposible llegar a acuerdos y establecer encuentros para dirimir
las diferencias, peor aún la polarización ha promovido un distanciamiento social a tal
punto que también ha generado facturas e imposibilidad de entendimiento en el ámbito
familiar desatándose desencuentros y peleas entre los miembros de la familia,
compañerxs de trabajo, pero también generándose disputas entre los y las miembros de la
comunidad lo que ha mermado la participación comunitaria: cada vez menos las personas
ejercen su derecho a la participación protagónica y se está regresando a una democracia
representativa en la que ciertos líderes comunitarios representan a los demás miembros
de la comunidad porque las voces de los otros no están siendo escuchadas, más bien
están siendo acalladas.

Otra de las características de la polarización social es la reproducción de la imagen


estereotipada de los grupos opuestos, lo que dificulta la posibilidad de dialogar y de
tender puentes para llegar a acuerdos. El discurso violento y las descalificaciones
provenientes de los líderes de la cúpula gubernamental, así como las agresiones
emanadas de los líderes de la oposición a través de los medios de comunicación públicos y
privados y en las redes sociales ha generado la reproducción y naturalización de la
violencia verbal en la población -en los de a pie y los no tan de a pie-, utilizándola como un
mecanismo de ataque, negando al otro/a como un/a interlocutor válido/a, negando la
posibilidad de argumentar y contraargumentar las ideas u opiniones, promoviendo la
imposición de unas ideas sobre otras e impidiendo la participación política de otros
actores con otros puntos de vista.

En nuestro país hace tiempo que expiró el debate de las ideas, y en su lugar se
promueven insultos hacia lxs sujetos, con oprobios y mofas que dejan mucho que decir
del nivel discursivo no sólo de quienes se encuentran a la cabeza sino de todos los actores
sociales ¿cómo se puede de esta manera participar políticamente?

Según Lozada (2008) la violencia política existente ha provocado un progresivo


deterioro de los espacios de convivencia social, limitando el manejo pacífico de los
conflictos, no se trata de la inexistencia de los conflictos, se trata más bien, de los
mecanismos para propiciar el diálogo, la promoción de la tolerancia y el respeto a la
diversidad de opiniones: es entender que el otro no es tu enemigo sino es alguien que
piensa diferente.

En la actualidad, no solamente se reconocen como antagónicos lxs adeptxs de uno


y otro bando: chavistas y opositores sino que también se han generado acciones violentas
para intentar eliminar al adversario, al que considera su enemigo, como ocurrió con las
victimas incineradas en las protestas promovidas por la oposición el año pasado, estas
acciones fatales esconden a su vez algunos elementos en el plano de lo subjetivo tal y
como señala Lozada (2008):

“la polarización ha revelado una marcada distancia social, una


percepción estereotipada de los grupos, una diferenciación que subraya
diferencias ideológicas, pero también las características que en el plano
subjetivo toma la exclusión, y las formas sutiles o grotescas de
discriminación clasista, sexista, racista, que se expresan en una variedad
de modalidades en manifestaciones de protesta o celebraciones grupales
en el espacio público” (p.5)

Esta polarización niega la existencia de un tercer sujeto que está siendo


desconocido o peor aún invisibilizado. Si bien la característica central de la polarización es
la negación de la existencia del bando al que se considera contrario y viceversa, en la
polarización extrema se desconoce la existencia de sujetos y discursos alternativos que no
se suscriben a las posturas de uno u otro polo. El fuerte estrechamiento perceptivo que se
sustenta en la creencia de la verdad absoluta imposibilita reconocer las realidades
alternativas, puntos de vistas diversos que se encuentran en resistencia frente a esta
pelea mortal entre bando y bando. Pero estxs sujetxs con discursos alternativos no sólo
están siendo invisibilizados -lo que ya es bastante violento- sino que además son un
blanco de ataque de uno y otro bando. Pareciera no haber salida. Pareciera que pensar
distinto y tener un discurso alterno es un delito que debe pagarse con el silencio y con la
posibilidad de ser blanco de persecuciones.

Por ende, nos negamos a ser invisibilizadas, a tener una identidad política
soterrada, y por ende nos erigimos frente a esta polarización extrema más fuertes, con
más argumentos, creyendo en la humanización del discurso y en la apropiación de los
espacios públicos para denunciar nuestras posturas desde el artivismo. No somos víctimas
pero tampoco victimarias, somos sujetas políticas en una Venezuela que reclama a gritos
una solución a esta furia desatada por titanes que se pelean por sus intereses particulares.
Nos erigimos frente a la tortura de la violencia discursiva y los mecanismos de control
desatados por quienes dicen ser promotores de la paz. La paz no se decreta, se construye
y esto se logra propiciando los espacios para el encuentro de las opiniones diversas, la
tolerancia y el respeto del otro/a como un/a legítimo/u otro/a.

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