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Índice
Raíces históricas (breve introducción) ...................................................... 3
Neo-liberalismo ....................................................................................... 7
Globalización ......................................................................................... 17
Ecología-Agresión al medio ambiente .................................................... 22
Socialismo. Socialismo carlista ............................................................... 24
El Socialismo Carlista
Raíces históricas
En el primer tercio del siglo XIX la estructura social que existía en este país de países se
componía en líneas generales de dos clases sociales suficientemente delimitadas: las
aristocrática que en buena parte residía en la Corte y también en los grandes núcleos
de población, y la agraria; la primera, junto con la Iglesia, detentaba la propiedad de la
tierra, la segunda constituía el proletariado agrícola y, evidentemente, era el grupo
más numeroso careciendo de la más elemental formación política y, además, por su
propia extracción y ubicación en pequeños y aislados pueblos era profundamente
tradicionalista.
La monarquía mantenía, por otra parte, todo su continuado prestigio medieval (en
España, a diferencia de los grandes estados europeos, no se había producido
revolución alguna, y de ello también se beneficiaba la Iglesia), conservado
celosamente por el institucionalismo del Antiguo Régimen, y así la figura del rey seguía
significando ser el guardián y defensor del pueblo frente a los poderosos.
Fue por tal razón por lo que en la disyuntiva de elegir entre un sistema político
rupturista, desprestigiado por la propaganda oficial y eclesial en su vecina
manifestación de la Revolución Francesa, y el continuismo monárquico, con todo el
carismático paternalismo que conserva, el pueblo se decantó por este último dadas las
garantías que de “lo conocido” se le ofrecía, y evidentemente por Don Carlos que era
el candidato a la Corona que mejor encarnaba esa misma continuidad y que, de forma
significativa para esa clase popular, contaba con la enemistad de los situados, de la
oligarquía ya existente o de la que se estaba instalando en su versión liberal burguesa.
los que el pueblos había tenido más protagonismo; por el contrario, en los
secularmente sometidos al latifundio señorial y caciquismo rural, el Carlismo tuvo
mucha menor incidencia o fue pura anécdota.
Tanto en el Bajo Aragón como en el interior del norte del País Valenciá, zonas
empobrecidas tras hundirse siglos atrás el comercio de lanas y cereales, con tierras
absolutamente de secano, la primera guerra carlista ha llegado a ser calificada como
“guerra del hambre”; los contestatarios de aquel tiempo que escogían el
encuadramiento carlista no eran, no obstante, tan solo de procedencia rural, así es
conocido que los obreros textiles de Alcoi tras la primera revuelta revolucionaria
contra las máquinas que estaban provocando despidos y miseria, se incorporan casi en
bloque a las partidas carlistas; también es de notar la conciencia de clase en el
componente de desesperados aragoneses, catalanes y valencianos militantes de las
filas de Cabrera que cuando asaltaban una población se dedicaban a la sistemática
persecución de los “senyorets”, como por ejemplo ocurrió en Vinaròs y también
ilustrativo que tal vez por simple instinto proletario instaurase en Manacor
(igualmente en 1835) y durante unos días, una auténtica “comuna” los alzados por
Don Carlos en tal ciudad menorquina… Se podrían citar innumerables ejemplos.
Fue el pueblo quien, a diferencia del monarquismo hasta entonces conocido, obligó o
implicó a los sucesivos titulares a asumir y defender sus planteamientos de libertad. Y
así el primer Carlos que en un principio solo efectúa declaraciones en reclamación de
sus derechos, un años después de iniciarse la guerra (el 7 de septiembre de 1834) se
refiere explícitamente a la conservación de los fueros, máxima garantía de libertad del
El Socialismo Carlista
Ha sido una corriente indiscutible de la que sin duda se han aprovechado en cuando a
individualidades y hasta de sus propuestas otros movimientos insertos y dependientes
de internacionales, pero que no obstante un conocedor tan profundo del Carlismo
(léase, entre otros escritos, “Paz en la guerra”) como Unamuno apreció y reconoció así
en carta a Joaquín Costa (31 de octubre de 1895) escribe: “Fui testigo y gran parte
víctima de ella (la última guerra carlista) siendo niño y después me he dedicado a
estudiarla, llevando cerca de ocho años de investigaciones sobre sus causas y
razones. Una de las cosas que se descubre de ella es un fondo grande de socialismo
rural.
Tengo recogidas proclamas de antes, periódicos carlistas, etc. y de todo ello podría
hacer un trabajo acerca del elemento social en la última guerra civil”. En la misma
carta, Don Miguel, a propósito de un plan de gobierno presentado a Carlos VII en 1874,
afirma que “las ideas crudamente descentralizadoras (guerra a la ciudad) y socialistas
de tal plan eran expresión del sentimiento de las masas carlistas”.
Es ese poderoso caudal el que, al fin, en los últimos años sesenta y primeros setenta
del siglo XX, en el periodo presidido por Carlos Hugo, hizo posible que, libremente, se
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elaborase en las sucesivas ediciones de los Congresos tanto del Pueblo como del
Partido Carlista la propuesta Socialista Carlista, lo que oficial y políticamente se
denomina “Socialismo Autogestionario” y que tal sólido bagaje permitiera al Partido
Carlista participar en la lucha contra el franquismo, en la creación de Comisiones
Obreras, en el frente de la alternativa proletaria de la primera Izquierda Unida y en
otros foros y ámbitos de lucha y liberación.
NEO-LIBERALISMO
I.- NACIMIENTO DEL LIBERALISMO. ANÁLISIS HISTÓRICO.
Parlamento una Cámara de los Lores y otra de los Comunes, con lo que, salvando
algunos problemas de representatividad, fue posible el acceso de la burguesía a la
administración de los presupuestos, es decir, a la elaboración de las leyes y a la gestión
del Estado. No ocurrió lo mismo en las trece colonias de América del Norte, sin
representación en el Parlamento, donde se produce una revolución que da lugar al
nacimiento de los Estados Unidos, no en Francia, donde una profunda crisis, producida
en gran parte por el expansionismo británico, provoca una Revolución que acaba con
la monarquía de los Borbones. En ambos casos de trata de la conquista de la
hegemonía por parte de la burguesía y de su acceso al control del Estado.
Como hemos visto, el liberalismo económico precede al político, pero ambos son
inseparables, constituyendo como las dos caras de una misma moneda. La burguesía
interpreta en clave de derecho político su hegemonía económica, basando su
propiedad del capital en ideología política. Es lo que llamamos capitalismo.
El caso español es peculiar. Por una parte existía una estructura política territorial,
basada en el autogobierno de los diferentes pueblos que a lo largo de la historia
habían ido integrándose, más o menos voluntariamente, en el Reino de España, que en
1833 estaba todavía vigente en Navarra y los territorios forales vascos, cuyo recuerdo
era vivido en los antiguos reinos de la Corona de Aragón, cuyos fueros les había sido
arrebatados poco más de un siglo antes, e incluso en el Reino de Castilla, desde un
sentido territorial más amplio, cuya tradición de autogobierno local había sido
truncada en 1521, tras el ahogamiento de la sublevación comunera.
Por otra parte, cada uno de aquellos territorios mantenía en plena vigencia una
sociedad rural tradicional, en la que la artesanía y el comercio tenías su función,
caracterizada en una concepción comunal de la vida política y una comprensión del
fuero como compendio de los derechos tanto individuales como colectivos.
A todo ello se unía una profunda raigambre religiosa, que presentaba también una
faceta económica, ya que el campesinado más pobre se beneficiaba del
aprovechamiento, mediante una moderada renta, de los terrenos de la Iglesia que
exceptuando el caso del clero secular, era su propia iglesia local, su parroquia que
mantenía una autonomía económica en cuya gestión los vecinos participaban.
Todo esto es lo que el mundo tradicional de las Españas defiende al grito de “Dios,
Patria, Fueros, Rey” tanto en la guerra contra la Convención francesa (1793-1795),
como en la Guerra de la Independencia (1808-1814), también contra Francia, así como
en los levantamientos realistas de 1820-1823 y en el levantamiento a favor de los
legítimos derechos de Don Carlos en 1833.
“paradigma” de liberalismo. Hay que decir que aquellas Cortes de Cádiz pudieron ser
cualquier cosa menos representativas, siendo más bien una asamblea de notables de
la que estaba excluido el pueblo llano.
Pero ese era el modo de actuar de los liberales y constituye el paradigma de la otra
cara de su moneda: la política. Baste un ejemplo. Juan Donoso Cortés (1809-1853),
considerado como el principal ideólogo del moderantismo español, afirmaba que el
poder debe residir en los más inteligentes, a los que se les reconocería por mantener
una posición económica holgada, en consecuencia solo entre la burguesía podían estar
los que tenían capacidad para ser candidatos y electores. De esa manera, hasta 1890
solo un 5% de la población total, los hombres, mayores de 25 años, poseedores de una
cierta riqueza patrimonial, podía participar en las elecciones al Congreso; en las
municipales este porcentaje subía hasta el 18%. Es lo que recibe el nombre de sistema
censitario.
Las inicuas amortizaciones de 1835 1841 y 1855 acabaron por desmontar las
estructuras forales y comunales, terminando al mismo tiempo con la independencia de
la Iglesia con respecto al Estado, consolidando una clase burguesa antidemocrática y
una elite oligárquica.
Los gobiernos, al no tener que hacer frente a la necesidad de obtener beneficios para
mantenerse en el mercado, no se fijan tanto en los costos, su racionalidad es política y
El Socialismo Carlista
Según los defensores del neo-liberalismo, esta creencia se ha visto confirmada por la
crisis del Estado benefactor y por el derrumbe del llamado socialismo real. Los hechos,
indican los nuevos liberales, demuestran que cuando el Estado asume por sí mismo la
seguridad social e intenta planificar la economía, lo hace absorbiendo ahorros de las
familias y las empresas distrayéndose de usos más eficientes. En vez de otorgarlos a
los agentes económicos más capaces, los dirige a sectores improductivos
desestimulando la competencia y la optimización de los recursos. Por tanto la solución
de los graves problemas de desempleo, deterioro de la industria, abultamiento fiscal,
subdesarrollo, ha de lograrse a través del achicamiento del Estado, la privatización de
la seguridad social, la eliminación del proteccionismo y la apertura de las economías
nacionales al mercado mundial.
El capitalismo toma buena nota de la génesis de la crisis de 1973, cuya causa inmediata
es la subida de los precios del petróleo, provocada por los países árabes productores
como represalia por la política anti-palestina de Israel apoyada por los Estados Unidos
y sus aliados.
Tal crisis coincide con el punto álgido del proceso de descolonización y tiene como
consecuencia la quiebra del sistema de pagos internacional, nacido en 1944 en Bretton
Woods. Dicho sistema establecía el dólar como unidad de cuenta internacional y
moneda de intervención para el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
por lo que la economía de los EE.UU. debía suministrar dólares en abundancia a la
economía internacional, dependiendo los incrementos de liquidez internacionales del
déficit norteamericano.
El auge económico de los años sesenta produjo una acumulación de dólares por parte
de los países del Mercado Común Europeo y de Japón y un consiguiente fuerte
aumento del déficit de la balanza de pagos norteamericana, acompañada de grandes
pérdidas de sus reservas de oro, por el que debía intercambiar los dólares. Las
sucesivas devaluaciones del dólar acabaron con la suspensión de su convertibilidad en
oro, con lo que el sistema perdía su razón de ser. A partir de entonces, las monedas de
los países fluctúan libremente, según el mercado de divisas, aunque con importantes
intervenciones de los respectivos estados.
Por supuesto, los gobiernos de los países recientemente descolonizados fueron los
primeros en caer en ese control, creándose así lo que se ha dado en llamar neo-
colonialismo. Por último en 1990, el mundo comunista se derrumbó estrepitosamente,
víctima no sólo de los manejos del capitalismo, sino también de su podredumbre
interna. En la actualidad, el poder del nuevo orden mundial procede a acabar con los
últimos focos de disidencia.
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En realidad, los gobiernos resultan cada vez más secundarios, puesto que las
decisiones se toman en los consejos de las grandes empresas transnacionales por lo
que un mercado amañado y no las políticas de los gobiernos lo que mueve la economía
en unos estados con un sector público cada vez más reducido y en consecuencia, con
una privatización del bienestar social. El resultado es una mayor distancia entre ricos y
pobres, a nivel individual en cada país y a nivel mundial entre países.
GLOBALIZACIÓN
Últimamente se ha agudizado mucho en nuestra sociedad el debate sobre lo que hoy
todos conocemos como “globalización”.
Tras finalizar el período de crecimiento económico que se puso en marcha tras acabar
la II Guerra Mundial, se desató una crisis estructural del sistema que dio origen al neo-
liberalismo, es decir a una nueva denominación del viejo capitalismo de siempre, que
tuvo como principales exponentes a Reagan y Thatcher. El neo-liberalismo es la
máxima expresión política e ideológica de la globalización y se ha convertido en un
dogma, en el modelo único en el que se inspiran todos los países capitalistas y puestos
en marcha en muchas ocasiones por gobiernos autodenominados “socialistas”.
puedan instalarse en aquellos países que ofrecen una mano de obra y materias primas
más baratas y mayores ventajas fiscales.
La “libertad política” es sinónimo de democracia formal. Solo hay sitio para quienes
aceptan el sistema y las reglas de juego. Pero las medidas neo-liberales al ser
implantadas en las sociedades generan rechazo y violencia que dan lugar al nacimiento
de fuerzas alternativas de oposición quedando marginados de la vida política oficial del
país. Se busca la representación y no la participación. Se subordina la política a la
economía.
A la par que el fin del período de prosperidad económica de las posguerras, ha habido
varios hechos que han logrado hacer creer a mucha gente en todo el planeta que la
única salida del callejón en el que se encuentra el mundo es la globalización: el
estrepitoso hundimiento de la URSS y el resto de las burocracias socialistas del Este, la
revolución tecnológica, la desregulación de los movimientos internacionales del
capital, la mundialización de la producción, la aparición de nuevas formas de
explotación del trabajo y la apertura de las economías nacionales de los pueblos más
pobres.
Se busca instalar las empresas y las fábricas allí donde mayores beneficios se obtengan
y más rápidamente, teniendo a numerosos países bajo la amenaza de trasladar estas
industrias si se producen reivindicaciones pidiendo mejoras salariales o disminución de
horas de trabajo.
conjunta del 45% de los habitantes de la tierra, 4.000 millones de personas viven con
menos de 2 dólares diarios, el 20% de la humanidad no tiene suficiente para comer,
más de 1.500 millones de personas no disponen de agua potable, las enfermedades
infecciosas continúan causando una de cada cuatro muertes en el mundo, el 50% de
los niños menores de 15 años morirán de SIDA en África meridional y 400 millones de
niños se ven empujados a trabajar para poder sobrevivir.
Ecología
Agresión al Medio Ambiente
El mundo globalizado es tanto como el mundo de los desastres ecológicos.
Durante la segunda mitad del siglo XX la Tierra ha perdido una quinta parte de su
superficie cultivable y una quinta de la superficie ocupada por bosques. Han
desaparecido también decenas de miles de especies vegetales y animales y el agua
potable comienza a ser un bien escaso.
La sustitución de las energías contaminantes por las energías limpias se encuentra muy
retrasada.
Socialismo
El Socialismo Carlista
1. LA ALTERNATIVA SOCIALISTA
El socialismo es, ante todo, una aspiración y un proyecto de liberación colectiva que
afecta a la personas, a las clases y a los pueblos. A grandes rasgos los socialistas
optamos por una organización de la sociedad en la que todas las personas puedan
convivir pacíficamente con la satisfacción de sus necesidades cubiertas, aportando su
capacidad de creación y de trabajo al servicio de la comunidad y disfrutando todos de
libertad en todos los terrenos, dentro de una igualdad tanto legal como económica; la
económica en función del lugar que se ocupa en el proceso productivo.
2. CLASES SOCIALES
El trabajo, que es una actividad creadora del ser humano, se convierte así en algo
deshumanizado que aliena. La persona no es valorada por lo que es, sino por lo que
tiene, produce y consume. Esta división de la sociedad da lugar a múltiples
desigualdades (superada ya la época del enfrentamiento directo entre las clases)2 que
no solamente se definen en función del puesto que se ocupa en el proceso productivo,
sino también por criterios políticos e ideológicos. La clase dominante de una sociedad
tiene su propia interpretación de la sociedad que quiere imponer a las demás como
modelo único en lo político, económico, cultural, etc. dando lugar situaciones de
injusticia social. La solución a esta dialéctica solo puede darse cuando los medios de
producción pasen a ser compartidos por toda la sociedad y sean gestionados en los
distintos niveles por las instancias territoriales, políticas, y sindicales en las que
participa el conjunto de la sociedad en igualdad de condiciones mediante asambleas o
colectivos a todos los niveles.
Un principio elemental del socialismo sin el cual ninguno de los objetivos anteriores
sería posible, es el de la propiedad social de los medios de producción. Todo aquello
que supere la satisfacción de las necesidades directas debe pertenecer a la sociedad y
estar al servicio de las necesidades colectivas. Por tanto, puesto que la propiedad
social de los medios de producción e intercambio excluye la posibilidad de explotar la
fuerza de trabajo ajena, en una sociedad socialista todos los ciudadanos deben vivir de
su propio trabajo y el concepto de sociedad socialista debe incluir la desaparición de
las clases y la existencia de todos como trabajadores.
Pero el socialismo no es solo una teoría económica. La propiedad social de los medios
de producción no basta para garantizar tales objetivos. Hay que precisar el contenido
de ese concepto y analizar las implicaciones que acarrea la organización y estructura
social.
3 a) LA PROPIEDAD
Los bienes se dividen según su función. Los de uso personal, privados, son todos
aquellos cuya utilidad inmediata es satisfacer las necesidades del hombre: alimentos,
vestido, vivienda, etc. Son medios de producción aquellos que sirven para producir
otros objetos u otros productos: materias primas, maquinaria, instalaciones, tierras,
etc. Participando de ambas definiciones se encuentran aquellos bienes cuyo coste y
envergadura hace imposible un uso privado (carreteras, medios de transporte
colectivos, cines, escuelas, energía, etc.)
Estos son los llamados servicios que pueden ser usados tanto para satisfacer
necesidades directas, como para servir a la producción de otros bienes. Como su
propio nombre indica, los bienes de consumo cumplen su función cuando son usados
por las personas para satisfacer sus necesidades, de forma individual o colectiva
(servicios), mientras que los medios de producción son instrumentos al servicio de la
fabricación de los primeros y debe por tanto estar en manos de la totalidad de la
sociedad.
Frente al Estado burgués actual, el Estado socialista debe cambiar radicalmente. Debe
cambiar en su estructura y en su carácter (no solo en el objetivo de su actuación
represiva). Es decir, no puede desarrollarse una auténtica revolución solo
conquistando el poder del Estado. Esto sería una trampa que al final acabaría
provocando la acción de una clase burocrática, opresora no solo ni principalmente de
los antiguos capitalistas, sino de los propios trabajadores.
El Estado socialista, frente al Estado burgués actual, no puede ser un aparato opresivo
para las mayorías populares, sino un instrumento, una estructura encargada de llevar a
la práctica algunas decisiones sociales o de facilitar la adopción democrática de éstas.
El Estado socialista al nivel correspondiente (local, regional, nacional, etc.) podrá
El Socialismo Carlista
El socialismo se basa por tanto en dos elementos inseparables para que la nueva
sociedad pueda efectivamente existir: un modo de producción socialista y un Estado
que sea servidor de la voluntad democráticamente expresada de toda la sociedad. Un
socialismo que se articula en torno a la idea de autogestión expresa el rechazo de las
concepciones democráticas y centralizadas y entronca con la tradición libertaria,
federalista y descentralizadora, basándose en la propiedad colectiva de los medios de
producción y distribución y en el poder político de los trabajadores.
En consecuencia:
El reformismo jamás será capaz de otra cosa que limar las aristas más agudas de la
explotación y la opresión capitalista.
Una perspectiva de este tipo es actualmente la única capaz de sumar a los análisis de
los factores objetivos de la sociedad, la voluntad protagonista de una mayoría, mayoría
sometida a la condición de mero objeto en la sociedad capitalista y en cuya liberación
cobra, precisamente, sentido una alternativa revolucionaria.
La AUTOGESTIÓN implica una actividad vital y como tal se refleja en todas las
actividades humanas. En el campo de la empresa y de la economía, en el de las
ideologías, en la lucha política, en la cultura, en las comunidades territoriales, en las
colectividades humanas. Por ello, el proyecto de sociedad que proponemos lo
definimos como de AUTOGESTIÓN GLOBAL.
dominantes en cuyos cálculos poco importan las vidas de las personas y de los
pueblos.
4 b) LA DEMOCRACIA ECONÓMICA.
Además, los trabajadores, como actores directos del proceso productivo son los que
tienen que organizar y gestionar el medio concreto en el que llevan a cabo su trabajo,
que es la empresa. La liberación de éstos no se realiza exclusivamente con medidas
económicas, debe afectar ante todo al problema del poder, al ejercicio del poder
económico y del poder en la empresa por parte de los trabajadores.