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El Socialismo Carlista

Índice
Raíces históricas (breve introducción) ...................................................... 3
Neo-liberalismo ....................................................................................... 7
Globalización ......................................................................................... 17
Ecología-Agresión al medio ambiente .................................................... 22
Socialismo. Socialismo carlista ............................................................... 24
El Socialismo Carlista

Raíces históricas
En el primer tercio del siglo XIX la estructura social que existía en este país de países se
componía en líneas generales de dos clases sociales suficientemente delimitadas: las
aristocrática que en buena parte residía en la Corte y también en los grandes núcleos
de población, y la agraria; la primera, junto con la Iglesia, detentaba la propiedad de la
tierra, la segunda constituía el proletariado agrícola y, evidentemente, era el grupo
más numeroso careciendo de la más elemental formación política y, además, por su
propia extracción y ubicación en pequeños y aislados pueblos era profundamente
tradicionalista.

La monarquía mantenía, por otra parte, todo su continuado prestigio medieval (en
España, a diferencia de los grandes estados europeos, no se había producido
revolución alguna, y de ello también se beneficiaba la Iglesia), conservado
celosamente por el institucionalismo del Antiguo Régimen, y así la figura del rey seguía
significando ser el guardián y defensor del pueblo frente a los poderosos.

Fue por tal razón por lo que en la disyuntiva de elegir entre un sistema político
rupturista, desprestigiado por la propaganda oficial y eclesial en su vecina
manifestación de la Revolución Francesa, y el continuismo monárquico, con todo el
carismático paternalismo que conserva, el pueblo se decantó por este último dadas las
garantías que de “lo conocido” se le ofrecía, y evidentemente por Don Carlos que era
el candidato a la Corona que mejor encarnaba esa misma continuidad y que, de forma
significativa para esa clase popular, contaba con la enemistad de los situados, de la
oligarquía ya existente o de la que se estaba instalando en su versión liberal burguesa.

Espontáneamente, quizás incluso inconscientemente, el Carlismo representaba así una


vía de liberación. Asentado en su secular instinto de libertad no normatizada y de
pugna contra el opresor, el pueblo que optó por empuñar las armas en 1833, con
motivaciones distintas en cada nacionalidad, en cada comarca y hasta en cada pueblo,
defendía su derecho a la dignidad del protagonismo individual contra la injusticia y los
nuevos signos opresores que cada día vislumbraba con más certeza. Obsérvese que la
áreas donde el Carlismo tiene desde un principio más incidencia coinciden
precisamente, en su intensidad, con esta relación descendente, de más a menos:
Euskal Herria, Catalunya, País Valencia, Aragón, Castilla… es decir, curiosamente con
todos los países que habían conocido la libertad de su propia soberanía, aquellos en
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los que el pueblos había tenido más protagonismo; por el contrario, en los
secularmente sometidos al latifundio señorial y caciquismo rural, el Carlismo tuvo
mucha menor incidencia o fue pura anécdota.

Hasta 1864 realmente no existe una vertebración internacionalista proletaria, pero la


rebelión carlista es mucho antes el único punto de referencia para protestar y no
dejarse someter. Las fuerzas carlistas estaban esencialmente integradas por
voluntarios surgidos de las áreas más populares y deprimidas de la sociedad.

Tanto en el Bajo Aragón como en el interior del norte del País Valenciá, zonas
empobrecidas tras hundirse siglos atrás el comercio de lanas y cereales, con tierras
absolutamente de secano, la primera guerra carlista ha llegado a ser calificada como
“guerra del hambre”; los contestatarios de aquel tiempo que escogían el
encuadramiento carlista no eran, no obstante, tan solo de procedencia rural, así es
conocido que los obreros textiles de Alcoi tras la primera revuelta revolucionaria
contra las máquinas que estaban provocando despidos y miseria, se incorporan casi en
bloque a las partidas carlistas; también es de notar la conciencia de clase en el
componente de desesperados aragoneses, catalanes y valencianos militantes de las
filas de Cabrera que cuando asaltaban una población se dedicaban a la sistemática
persecución de los “senyorets”, como por ejemplo ocurrió en Vinaròs y también
ilustrativo que tal vez por simple instinto proletario instaurase en Manacor
(igualmente en 1835) y durante unos días, una auténtica “comuna” los alzados por
Don Carlos en tal ciudad menorquina… Se podrían citar innumerables ejemplos.

Todas son muestras acreditativas de un componente social y de un consecuente


talante que en aquel tiempo significaba mucho, hasta el punto de que se fue creando
una aureola revolucionaria que se plasmaría años más tarde, en 1849, en un
documento fechado el 25 de enero en el pueblo de La Garriga en el que la propaganda
enemiga decía que por el Carlismo “no es Don Carlos lo que se pretende, sino el
sistema desorganizador del mundo; es el fin, el terrible combate del que no tiene,
contra el que tiene”.

Fue el pueblo quien, a diferencia del monarquismo hasta entonces conocido, obligó o
implicó a los sucesivos titulares a asumir y defender sus planteamientos de libertad. Y
así el primer Carlos que en un principio solo efectúa declaraciones en reclamación de
sus derechos, un años después de iniciarse la guerra (el 7 de septiembre de 1834) se
refiere explícitamente a la conservación de los fueros, máxima garantía de libertad del
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pueblo vasco y su hijo Carlos VI en el Manifiesto de Maguncia (1860) afirma “… la


empresa más honrosa para un príncipe es liberar a las clases productoras y a los
desheredados de esa tiranía con que los oprimen los que invocan la libertad y
gobiernan la nación”. O Carlos VII al referirse a las diversas nacionalidades como
“repúblicas sociales” y mucho más tarde su hijo don Jaime que combatió a la dictadura
de Primo de Rivera y conoció de un complot preparado por anarquistas y carlistas y
que aceptó la República como expresión de la voluntad popular, en 1928 declaraba:
“Me considero y me he considerado siempre como un socialista sincero”.

El sentimiento reivindicativo carlista ha sido innegable, hasta el punto de que, como es


sabido, el propio Marx reflexionó de modo interesante en cuanto a la composición y
expresión social del Carlismo, lo que representa un reconocimiento más de ese
socialismo “avant la letre”, tal vez no perfeccionado hasta época tardía al estar
huérfano durante siglo y medio de tutela intelectual (lo que no es un desdoro, sino
garantía de autenticidad) y que salvo los interesantes, aunque posteriormente fallidos
escarceos sindicalistas de principios del siglo XX, ha permanecido sin vertebración que
los posibilitase, sin formulación ideológica y sin plasmación práctica hasta época
reciente.

Ha sido una corriente indiscutible de la que sin duda se han aprovechado en cuando a
individualidades y hasta de sus propuestas otros movimientos insertos y dependientes
de internacionales, pero que no obstante un conocedor tan profundo del Carlismo
(léase, entre otros escritos, “Paz en la guerra”) como Unamuno apreció y reconoció así
en carta a Joaquín Costa (31 de octubre de 1895) escribe: “Fui testigo y gran parte
víctima de ella (la última guerra carlista) siendo niño y después me he dedicado a
estudiarla, llevando cerca de ocho años de investigaciones sobre sus causas y
razones. Una de las cosas que se descubre de ella es un fondo grande de socialismo
rural.

Tengo recogidas proclamas de antes, periódicos carlistas, etc. y de todo ello podría
hacer un trabajo acerca del elemento social en la última guerra civil”. En la misma
carta, Don Miguel, a propósito de un plan de gobierno presentado a Carlos VII en 1874,
afirma que “las ideas crudamente descentralizadoras (guerra a la ciudad) y socialistas
de tal plan eran expresión del sentimiento de las masas carlistas”.

Es ese poderoso caudal el que, al fin, en los últimos años sesenta y primeros setenta
del siglo XX, en el periodo presidido por Carlos Hugo, hizo posible que, libremente, se
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elaborase en las sucesivas ediciones de los Congresos tanto del Pueblo como del
Partido Carlista la propuesta Socialista Carlista, lo que oficial y políticamente se
denomina “Socialismo Autogestionario” y que tal sólido bagaje permitiera al Partido
Carlista participar en la lucha contra el franquismo, en la creación de Comisiones
Obreras, en el frente de la alternativa proletaria de la primera Izquierda Unida y en
otros foros y ámbitos de lucha y liberación.

NEO-LIBERALISMO
I.- NACIMIENTO DEL LIBERALISMO. ANÁLISIS HISTÓRICO.

El liberalismo económico surge en la Inglaterra del siglo XVIII como producto de la


Revolución Industrial que, a grandes rasgos sustituye en el proceso productivo la
fuerza de trabajo humana por la de las máquinas, gracias al invento de la máquina de
vapor que, en un principio, se empleó para el funcionamiento de los telares de lana.

A la revolución industrial precede en Inglaterra una revolución agraria, que produce


una gran cantidad de excedentes alimentarios y provoca un incremento de la
población, con varias consecuencias primordiales: la emigración a las ciudades, con un
excedente de mano de obra barata la emigración a las colonias, la creación de un
amplio mercado de consumidores para la producción manufacturera, la existencia de
una economía con precios bajos para los alimentos, caros para las manufacturas y
salarios bajos, todo lo cual es causa de la expansión inglesa durante el siglo XVII,
aumentada exponencialmente tras la maquinización del trabajo.

La aristocracia, propietaria de la tierra, se ve desplazada del poder económico por la


burguesía, propietaria del comercio y ahora de la industria, es decir, del capital,
mientras el pueblo, la mayoría de la población, solo dispone de su fuerza de trabajo
personal, lo único que puede vender para poder vivir. Inglaterra era ya un país
exportador de tejidos de lana, a partir de ahora se convertirá también en productor de
algodón, en sus colonias de América del Norte y Asia y en exportador de tejidos de
esta fibra a todo el mundo.
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La faceta política de la Revolución Industrial, no consiste más que en el –acceso de la


burguesía a la administración de los presupuestos del Estado. En Inglaterra esta
transición se hizo de forma pacífica, debido a que desde antaño existía en su

Parlamento una Cámara de los Lores y otra de los Comunes, con lo que, salvando
algunos problemas de representatividad, fue posible el acceso de la burguesía a la
administración de los presupuestos, es decir, a la elaboración de las leyes y a la gestión
del Estado. No ocurrió lo mismo en las trece colonias de América del Norte, sin
representación en el Parlamento, donde se produce una revolución que da lugar al
nacimiento de los Estados Unidos, no en Francia, donde una profunda crisis, producida
en gran parte por el expansionismo británico, provoca una Revolución que acaba con
la monarquía de los Borbones. En ambos casos de trata de la conquista de la
hegemonía por parte de la burguesía y de su acceso al control del Estado.

Como hemos visto, el liberalismo económico precede al político, pero ambos son
inseparables, constituyendo como las dos caras de una misma moneda. La burguesía
interpreta en clave de derecho político su hegemonía económica, basando su
propiedad del capital en ideología política. Es lo que llamamos capitalismo.

En las sociedades tradicionales, del llamado “antiguo régimen”, la propiedad privada


era un derecho de los individuos, bien fueran nobles o plebeyos, frente a lo público,
representado por el rey y por las villas bajo su jurisdicción y en el caso de las
jurisdicciones señoriales, de los plebeyos frente a los nobles. Se trataba de una
sociedad agraria, en la que los nobles, la Iglesia y las villas detentaban la propiedad de
la tierra. La industria era de tipo artesanal, fuertemente enraizada en el mundo rural, y
el comercio era patrimonio de la burguesía, naturalmente, entre los plebeyos existían
pobres y ricos. Los intereses de estos últimos divergirán posteriormente, en función de
su adscripción al comercio o a la agricultura, como se ejemplifica en el caso español
que veremos a continuación.
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II. –EL LIBERALISMO EN ESPAÑA

El caso español es peculiar. Por una parte existía una estructura política territorial,
basada en el autogobierno de los diferentes pueblos que a lo largo de la historia
habían ido integrándose, más o menos voluntariamente, en el Reino de España, que en
1833 estaba todavía vigente en Navarra y los territorios forales vascos, cuyo recuerdo
era vivido en los antiguos reinos de la Corona de Aragón, cuyos fueros les había sido
arrebatados poco más de un siglo antes, e incluso en el Reino de Castilla, desde un
sentido territorial más amplio, cuya tradición de autogobierno local había sido
truncada en 1521, tras el ahogamiento de la sublevación comunera.

Por otra parte, cada uno de aquellos territorios mantenía en plena vigencia una
sociedad rural tradicional, en la que la artesanía y el comercio tenías su función,
caracterizada en una concepción comunal de la vida política y una comprensión del
fuero como compendio de los derechos tanto individuales como colectivos.

A todo ello se unía una profunda raigambre religiosa, que presentaba también una
faceta económica, ya que el campesinado más pobre se beneficiaba del
aprovechamiento, mediante una moderada renta, de los terrenos de la Iglesia que
exceptuando el caso del clero secular, era su propia iglesia local, su parroquia que
mantenía una autonomía económica en cuya gestión los vecinos participaban.

Se trata de una noción comunalista de la vida política, podemos incluso hablar de un


socialismo “avant la lettre”, en la que el fuero comienza en lo local y culmina en la
figura del Rey, en ese momento, reúne como rey de España las condiciones de Rey de
Castilla, de Navarra y de lo que se podría considerar como Confederación de la Corona
de Aragón (Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares, etc.)

Todo esto es lo que el mundo tradicional de las Españas defiende al grito de “Dios,
Patria, Fueros, Rey” tanto en la guerra contra la Convención francesa (1793-1795),
como en la Guerra de la Independencia (1808-1814), también contra Francia, así como
en los levantamientos realistas de 1820-1823 y en el levantamiento a favor de los
legítimos derechos de Don Carlos en 1833.

La historiografía liberal (1) ha tachado todos estos levantamientos populares de


“reaccionarios”, exceptuando interesadamente el de la guerra contra Napoleón,
basándose en que en su transcurso se aprobó la Constitución de 1812, tenida como
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“paradigma” de liberalismo. Hay que decir que aquellas Cortes de Cádiz pudieron ser
cualquier cosa menos representativas, siendo más bien una asamblea de notables de
la que estaba excluido el pueblo llano.

Pero ese era el modo de actuar de los liberales y constituye el paradigma de la otra
cara de su moneda: la política. Baste un ejemplo. Juan Donoso Cortés (1809-1853),
considerado como el principal ideólogo del moderantismo español, afirmaba que el
poder debe residir en los más inteligentes, a los que se les reconocería por mantener
una posición económica holgada, en consecuencia solo entre la burguesía podían estar
los que tenían capacidad para ser candidatos y electores. De esa manera, hasta 1890
solo un 5% de la población total, los hombres, mayores de 25 años, poseedores de una
cierta riqueza patrimonial, podía participar en las elecciones al Congreso; en las
municipales este porcentaje subía hasta el 18%. Es lo que recibe el nombre de sistema
censitario.

Las inicuas amortizaciones de 1835 1841 y 1855 acabaron por desmontar las
estructuras forales y comunales, terminando al mismo tiempo con la independencia de
la Iglesia con respecto al Estado, consolidando una clase burguesa antidemocrática y
una elite oligárquica.

Contra esta situación se rebela el Carlismo, originariamente de extracción


predominantemente rural, pero también otras fuerzas del entorno urbano,
provenientes de la clase obrera y las incipientes clases medias, las cuales ocasionaron
la formación de organizaciones republicanas, anarquistas y socialistas.

El neo-liberalismo implica una tendencia intelectual y política a primar, a estimar más y


fomentar preferentemente las actuaciones económicas de los agentes individuales,
personas y empresas privadas, sobre las acciones de la sociedad organizada.

Entendiendo que el neo-liberalismo es más una ideología que un método, algunas de


las “creencias” fundamentales que profesa el neo-liberalismo, son bien definidas: La
preeminencia del mercado sobre el Estado, tanto para producir riqueza como para
distribuirla adecuadamente. La racionalidad de la “máxima ventaja” que caracteriza a
las iniciativas de los agentes económicos individuales (personas, empresas) garantiza
un uso más eficiente de los recursos económicos.

Los gobiernos, al no tener que hacer frente a la necesidad de obtener beneficios para
mantenerse en el mercado, no se fijan tanto en los costos, su racionalidad es política y
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da lugar a gastos inútiles, inversiones equivocadas, despilfarros varios. Por eso el


mercado maneja más y mejor información que cualquier oficina estatal de
planificación, pues cada empresario o consumidor expresa óptimamente en cada
transacción lo que considera que necesita o le conviene. No es que el Estado no debía
tomar medidas fiscales, de cambio, de medio ambiente… pero han de ser la menos
cantidad posible y con carácter de estabilidad y previsibilidad para los agentes
económicos individuales.

Según los defensores del neo-liberalismo, esta creencia se ha visto confirmada por la
crisis del Estado benefactor y por el derrumbe del llamado socialismo real. Los hechos,
indican los nuevos liberales, demuestran que cuando el Estado asume por sí mismo la
seguridad social e intenta planificar la economía, lo hace absorbiendo ahorros de las
familias y las empresas distrayéndose de usos más eficientes. En vez de otorgarlos a
los agentes económicos más capaces, los dirige a sectores improductivos
desestimulando la competencia y la optimización de los recursos. Por tanto la solución
de los graves problemas de desempleo, deterioro de la industria, abultamiento fiscal,
subdesarrollo, ha de lograrse a través del achicamiento del Estado, la privatización de
la seguridad social, la eliminación del proteccionismo y la apertura de las economías
nacionales al mercado mundial.

En lo que debemos ser conscientes es que, si bien el neo-liberalismo no tiene realidad


como modelo implementado efectivamente en algún país, sí la tiene como “creencia”
que absolutiza el mercado, al menos en el deber declarativo. Pues esta absolutización
del mercado, se utiliza sistemáticamente para justificar determinadas medidas dentro
del sistema capitalista, desarticular iniciativas solidarias, con el concurso de lo político
y promover una concepción del hombre individualista y abstracta.

La suya es una visión interesadamente “optimista” de desarrollo obtenido por la


economía de mercado que encumbra las relaciones de fuerza existentes, la enorme
desigualdad de oportunidades, las presiones en la disputa redistributiva, los factores
de explotación, opresión y marginación.

El mismo fenómeno de la pobreza es visto como algo necesario y últimamente


positivo a los efectos que la competencia permita sacrificar a los más débiles. Así se
obtienen bienes mayores para la humanidad abstractamente considerada aunque de
hecho no lleguen a todos los hombres y mujeres reales.
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Es una verdadera canonización de la “cultura de la exclusión” que intenta desactivar


todo vínculo solidario y cultiva la irresponsabilidad ante el sufrimiento de los
perdedores, de los marginados, de los que quedan por el camino.

El neoliberalismo pretende que cada individuo se relacione con los demás


exclusivamente a través del mercado, (regulado por ellos) que es el mecanismo
automático que se ocupa de la solución de los problemas sociales.

Se confunde irresponsabilidad con libertad y se culpabiliza a los perdedores no solo


por su propia situación sino por el peso y el peligro que significan para los integrados a
la sociedad.

Se nos introduce, como de contrabando, con argumentos pretendidamente técnicos,


una creencia y profesión de fe que determina interpretaciones, valoraciones,
conductas personales y colectivas.

De lo expuesto cuando hablamos de neo-liberalismo, no nos referimos simplemente a


un conjunto de medidas económicas. Hay detrás toda una cosmovisión, una
concepción del mundo y del hombre que se opone frontalmente a lo que constituye la
originalidad de la experiencia carlista, partidaria de la sociedad organizada.

Una distinción fundamental para superar el mensaje dogmático neoliberal es razonar y


distinguir mercado de economía de mercado.

Definimos el mercado como el conjunto de actos libres y necesarios para realizar


transacciones de bienes y servicios. El concepto de “economía de mercado” del
neoliberalismo plantea la autorregulación del mercado por una especie de armonía
preestablecida, dicen el “dejar hacer” a las leyes que imponen la oferta y la demanda.

El principal expositor de estas ideas fue Adam Smith /1723-1790) en su obra


“Investigación sobra la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” (1776) La
síntesis de este estudio proclama que el fenómeno económico está gobernado por una
leyes naturales que existen por sí mismas y se desarrollan en razón de su propia
dinámica. La finalidad de la ciencia económica es descubrir tales leyes y su actuación
sobre la institución básica del sistema: el mercado capitalista. En el mismo se
enfrentan un cúmulo de intereses
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individuales, basados en el egoísmo más determinante, pero de cuya confrontación


saldrá de la sociedad, equilibrio que viene definido por la noción de armonía social.

La realidad es que en su discurso frente a las regulaciones de tipo social, promovidas


por el Estado en su labor de intervención representando a los grupos sociales que lo
conforman, plantean términos de libertad, cuando son ellos los “reguladores” de los
mercados. Por citar un ejemplo sangrante: ¿es la oferta y la demanda quien fija qué
agentes beneficiados y que alcance en los tipos de interés en el seno del F.M.I. o en el
B.M?

No es la oferta y la demanda, es la intervención quien “ordena” tanto la producción


como el consumo, de esta manera la “economía de mercado” representa la antítesis
del mercado: “el anti mercado”.

Aceptar y propiciar formas de mercado no es lo mismo que adherirse al sistema de


mercado. La crítica carlista del siglo XIX con los liberales, fue en términos políticos y
económicos, casi doscientos años después, el enfrentamiento continúa en los mismos
términos: la discusión con el liberalismo sigue teniendo que ver con fondos políticos
que afectan al modus operandi de la economía.

El neo-liberalismo, mantiene sus estructuras en progresión, el control y apropiación de


los medios de producción sobre el mercado global son cada vez mayores debido a su
naturaleza característica: el monopolio del poder en todos los niveles por una clase
reducida (individual o corporativa) que se beneficia del trabajo y de la exclusión de la
inmensa mayoría (hablamos de todo un planeta, nuestra aldea global). En este estado
de cosas, es patente la connivencia política y cultural. Se ejerce el poder político a
través del aparato de aquellos Estados entregados o “conquistados”, garantizando la
continuidad del sistema, determinando ”libremente” la política de inversiones,
consumo y precios, las inversiones públicas, la política cultural y la participación
ciudadana.

Los sindicatos y la unión de los trabajadores, consiguen en ocasiones atenuar estas


condiciones, pero el monopolio que se ejerce a nivel local, nacional o transnacional
reduce a la desesperación el esfuerzo social.
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EL NEO-LIBERALISMO TRANSNACIONAL: EL PASO A LA GLOBALIZACIÓN

El capitalismo toma buena nota de la génesis de la crisis de 1973, cuya causa inmediata
es la subida de los precios del petróleo, provocada por los países árabes productores
como represalia por la política anti-palestina de Israel apoyada por los Estados Unidos
y sus aliados.

Tal crisis coincide con el punto álgido del proceso de descolonización y tiene como
consecuencia la quiebra del sistema de pagos internacional, nacido en 1944 en Bretton
Woods. Dicho sistema establecía el dólar como unidad de cuenta internacional y
moneda de intervención para el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
por lo que la economía de los EE.UU. debía suministrar dólares en abundancia a la
economía internacional, dependiendo los incrementos de liquidez internacionales del
déficit norteamericano.

El auge económico de los años sesenta produjo una acumulación de dólares por parte
de los países del Mercado Común Europeo y de Japón y un consiguiente fuerte
aumento del déficit de la balanza de pagos norteamericana, acompañada de grandes
pérdidas de sus reservas de oro, por el que debía intercambiar los dólares. Las
sucesivas devaluaciones del dólar acabaron con la suspensión de su convertibilidad en
oro, con lo que el sistema perdía su razón de ser. A partir de entonces, las monedas de
los países fluctúan libremente, según el mercado de divisas, aunque con importantes
intervenciones de los respectivos estados.

En estas circunstancias, las grandes empresas, principalmente de los EE.UU.


atendiendo a que el dinero no tiene patria, se desvincularon de un estado concreto
para convertirse en transnacionales. Las sociedades, aunque tuviesen su sede en
Manhattan, eran más anónimas que nunca. Paralelamente se dio un control de los
gobiernos, incluido el de los EE.UU. por parte de esas empresas.

Por supuesto, los gobiernos de los países recientemente descolonizados fueron los
primeros en caer en ese control, creándose así lo que se ha dado en llamar neo-
colonialismo. Por último en 1990, el mundo comunista se derrumbó estrepitosamente,
víctima no sólo de los manejos del capitalismo, sino también de su podredumbre
interna. En la actualidad, el poder del nuevo orden mundial procede a acabar con los
últimos focos de disidencia.
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La globalización consiste en el dominio de los designios mundiales por una minoría,


cuya lógica es la obtención de los máximos beneficios económicos al precio que sea. Ni
la injusticia ni el deterioro ecológico suponen impedimentos. Naturalmente procurarán
que los costes de sus beneficios no repercutan en sus entornos privilegiados, los países
del llamado Primer Mundo. La vulnerabilidad del corazón de su poder, los EE.UU.
concretamente, Manhattan y el Pentágono, ha exacerbado sus ánimos.

El neo-liberalismo es la ideología política de la globalización. No se diferencia en nada


al capitalismo de antaño salvo en que es más eficaz, al haberse adaptado
perfectamente a la nueva cultura tecnológica. En los países centrales (EE.UU. Canadá,
la Unión Europea y Japón) aplica políticas “centristas” un equilibrio entre liberalismo
conservador y la socialdemocracia, pero en el resto del mundo no tiene inconveniente
en apoyar gobiernos totalitarios del más variado pelaje.

En realidad, los gobiernos resultan cada vez más secundarios, puesto que las
decisiones se toman en los consejos de las grandes empresas transnacionales por lo
que un mercado amañado y no las políticas de los gobiernos lo que mueve la economía
en unos estados con un sector público cada vez más reducido y en consecuencia, con
una privatización del bienestar social. El resultado es una mayor distancia entre ricos y
pobres, a nivel individual en cada país y a nivel mundial entre países.

Paralelamente se produce una nivelación de la diversidad cultural a favor de una


uniformización, también empobrecedora, que hace a las sociedades mucho más
manejables.
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GLOBALIZACIÓN
Últimamente se ha agudizado mucho en nuestra sociedad el debate sobre lo que hoy
todos conocemos como “globalización”.

Los términos “global” y “globalización” empezaron a ser usados en las facultades de


económicas de Harvard, Columbia, Standford y otras universidades de EE.UU. a
principios de los años 80. Numerosas obras publicadas en estos centros, y la prensa
económica y financiera anglosajona fue el vehículo utilizado para dar a conocer
masivamente estas palabras. Existe una cierta confusión por el uso indistinto de las
expresiones “globalización” y “mundialización”, realidades que son distintas una de la
otra. Al decir “globalización” nos referimos a la última fase del capital, que apunta a
una expansión universal para mantener y aumentar sus ritmos de beneficios y
ganancias que subordina los valores humanos y la conservación del planeta al
crecimiento económico. “mundialización” define el sentimiento de pertenencia a un
mundo común en el que todos estamos relacionados de una u otra manera y al que
tenemos que prestar toda nuestra atención para conservarlos en toda su riqueza y
diversidad. En definitiva, hacerlo un lugar en el que la vida sea posible para todos.

Tras finalizar el período de crecimiento económico que se puso en marcha tras acabar
la II Guerra Mundial, se desató una crisis estructural del sistema que dio origen al neo-
liberalismo, es decir a una nueva denominación del viejo capitalismo de siempre, que
tuvo como principales exponentes a Reagan y Thatcher. El neo-liberalismo es la
máxima expresión política e ideológica de la globalización y se ha convertido en un
dogma, en el modelo único en el que se inspiran todos los países capitalistas y puestos
en marcha en muchas ocasiones por gobiernos autodenominados “socialistas”.

El neo-liberalismo se basa en tres pilares fundamentales: la “libertad económica”, la


“libertad política” y la “libertad de mercado”.

La “libertad económica” es entendida como la libre competencia y la supresión de las


barreras aduaneras y proteccionistas, lo que conlleva la libertad de movimientos de las
multinacionales para imponer en todo el mundo sus reglas. La pequeña empresa es
incapaz de competir con las empresas transnacionales que debido a su volumen y a su
mayor nivel tecnológico producen más barato. Esta política hace que las empresas
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puedan instalarse en aquellos países que ofrecen una mano de obra y materias primas
más baratas y mayores ventajas fiscales.

La “libertad política” es sinónimo de democracia formal. Solo hay sitio para quienes
aceptan el sistema y las reglas de juego. Pero las medidas neo-liberales al ser
implantadas en las sociedades generan rechazo y violencia que dan lugar al nacimiento
de fuerzas alternativas de oposición quedando marginados de la vida política oficial del
país. Se busca la representación y no la participación. Se subordina la política a la
economía.

La “libertad de mercado” lleva en la lógica neo-liberal el desmantelamiento de los


sistemas de protección social y la privatización del sector público. Cuando hay pérdidas
las grandes empresas piden la ayuda del Estado, pero cuando hay beneficios se
reparten entre una minoría privilegiada.

A la par que el fin del período de prosperidad económica de las posguerras, ha habido
varios hechos que han logrado hacer creer a mucha gente en todo el planeta que la
única salida del callejón en el que se encuentra el mundo es la globalización: el
estrepitoso hundimiento de la URSS y el resto de las burocracias socialistas del Este, la
revolución tecnológica, la desregulación de los movimientos internacionales del
capital, la mundialización de la producción, la aparición de nuevas formas de
explotación del trabajo y la apertura de las economías nacionales de los pueblos más
pobres.

La caída de todo el bloque soviético hizo que de forma apresurada se proclamase la


imposibilidad de construir una sociedad socialista, es decir, un modelo alternativo al
capitalismo. Lo que se hundió fue una burda caricatura del auténtico socialismo, pues
no puede haber socialismo donde no hay justicia, libertad y democracia participativa.
Por si fuera poco, en la antigua URSS y en los países del Este se ha restaurado de nuevo
el capitalismo, la economía de mercado. Esta restauración se ha producido en base a
diversos conflictos armados y al robo de las arcas del estado a manos de antiguos
dirigentes de sus aparatos burocráticos.

La revolución tecnológica ha venido dada por el desarrollo de las redes informáticas y


las nuevas técnicas de la información que han hecho que nazcan nuevas ramas de
producción y nuevos servicios y mercancías. La informática, las telecomunicaciones, la
microelectrónica o la robótica –nuevas tecnologías- están presentes en la actividad
económica y sus aplicaciones en la investigación, las ciencias, la salud o las
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comunicaciones, han modificado la cultura y la técnica de nuestra sociedad, dando


lugar a sectores de producción nuevos y a productos y servicios que antes no existían.
Internet juega un papel fundamental en este campo.

La desregulación de los movimientos internacionales del capital, producen que el


dinero tenga una libertad de acción total, como nunca jamás lo había tenido
anteriormente. Los estados nacionales son incapaces de controlar y regular por medio
de sus bancos centrales los imponentes movimientos de capital, que pueden dar lugar
a desestabilizar los mercados de divisas, las tasas de interés y de cambio y un largo
etcétera. Han perdido el monopolio para alterar ellos mismos los mercados.

Se busca instalar las empresas y las fábricas allí donde mayores beneficios se obtengan
y más rápidamente, teniendo a numerosos países bajo la amenaza de trasladar estas
industrias si se producen reivindicaciones pidiendo mejoras salariales o disminución de
horas de trabajo.

La mundialización de la producción conlleva la formación de oligopolios que dominan


completamente la economía mundial. Las empresas transnacionales se organizan
como empresas globales para intervenir en todo el mundo y preparadas para resistir
cualquier tipo de competencia. La producción se deslocaliza y se da el caso de que de
algunos productos- los automóviles por ejemplo- se fabrican las piezas en diversos
países para conseguir menos costos y más beneficios.

La aparición de nuevas formas de explotación del trabajo es debido a que ahora ya no


se utiliza el modelo “taylorista” de rígida disciplina, jerarquización de
responsabilidades y control de los ritmos de producción, sino que se ha pasado al
modelo “toyotista”, en el que se trabaja en equipo para involucrar a los trabajadores
en la marcha de la empresa, se fomenta la polivalencia del trabajador y se busca
especialistas con un nivel alto de mecanización. Si el primer modelo –a pesar de ser
injusto- hacía que existiese una solidaridad frente a la empresa, el segundo, incentiva
la competencia y la rivalidad entre los trabajadores.

La apertura de las economías nacionales de los pueblos más pobres se nos ha


intentado hacer creer que serviría para que estos alcanzasen niveles parecidos a los de
los países desarrollados, pero la realidad demuestra que esto es una falsedad. Según la
ONU, en más de un centenar de países, la renta per cápita es hoy más baja que en los
80. El abismo entre los países ricos y los pobres se ha duplicado. La realidad de la
globalización es que 258 millonarios disponen de una renta anual superior a la renta
El Socialismo Carlista

conjunta del 45% de los habitantes de la tierra, 4.000 millones de personas viven con
menos de 2 dólares diarios, el 20% de la humanidad no tiene suficiente para comer,
más de 1.500 millones de personas no disponen de agua potable, las enfermedades
infecciosas continúan causando una de cada cuatro muertes en el mundo, el 50% de
los niños menores de 15 años morirán de SIDA en África meridional y 400 millones de
niños se ven empujados a trabajar para poder sobrevivir.

Resumiendo, podemos afirmar que la globalización neo-liberal se caracteriza por la


concentración del poder y la riqueza en unas pocas manos, la movilidad del capital, la
combinación de la tecnología más moderna con la mano de obra más barata y la
obediencia ciega al único fin que justifica todos los medios; la obtención rápida de
beneficios económicos cada vez mayores.

Esto implica también un proyecto ideológico, político y social, proyecto totalmente


enfrentado a la filosofía tradicional del Carlismo, por lo que tenemos que declararnos
beligerantes contra la globalización neo-liberal. No se trata de corregir lo que algunos
califican como excesos, hay que atacar de raíz todo este fenómeno monstruoso, que
genera de manera implacable marginación, miseria y explotación para millones de
seres humanos y para pueblos y naciones.
El Socialismo Carlista

Ecología
Agresión al Medio Ambiente
El mundo globalizado es tanto como el mundo de los desastres ecológicos.

Durante la segunda mitad del siglo XX la Tierra ha perdido una quinta parte de su
superficie cultivable y una quinta de la superficie ocupada por bosques. Han
desaparecido también decenas de miles de especies vegetales y animales y el agua
potable comienza a ser un bien escaso.

La capa de ozono registra enormes agujeros y el efecto invernadero o recalentamiento


del planeta producido por la emisión incontrolada de gases es algo admitido por gran
parte de los científicos.

Aunque con diferencias de opinión, se considera que un crecimiento similar al


registrado por los países desarrollados durante la segunda mitad del siglo XX tendría
consecuencias irreversibles para el planeta, de forma que peligraría la supervivencia de
la especie humana.

Hay un hecho incontestable: Cada ciudadano estadounidense consume o destruye


quinientas veces más recursos naturales que un ciudadano de la India. Los EE.UU.
consumen la cuarta parte de la producción energética del mundo.

En consecuencia, el modelo de desarrollo actual no se puede universalizar, tanto por la


contaminación que produciría como porque se agotarían los recursos del planeta.

Por consiguiente, no es posible el crecimiento económico ilimitado.

No puede sostenerse el principio de la maximización de ganancias sin producir un


definitivo desastre ecológico mundial. Lo cual no equivale a oponerse a cualquier tipo
de desarrollo, sino propugnar más bien el desarrollo sostenible.
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Este desarrollo se caracteriza por:

1. No explotar los recursos renovables por encima de su capacidad de renovación.


2. No explotar los recursos no renovables por encima del ritmo de sustitución por
recursos renovables.
3. No verter al aire, al agua y al suelo cantidad de residuos por encima de la
capacidad de absorción de los sistemas.

Tampoco resulta justo imponer a los países subdesarrollados la limitación de que no


pueden consumir las energías contaminantes –crecimiento cero- porque sería tanto
como condenarles al subdesarrollo.

La sustitución de las energías contaminantes por las energías limpias se encuentra muy
retrasada.

La conquista del espacio probablemente nos dispensará nuevas fuentes de energía.

Se impone la necesidad de generar una cultura ecológica o toma de conciencia para


proteger el medio ambiente. Ética ambiental-teoría ambiental y gestión ambiental
participativa. Supone postular un nuevo mundo.

El desarrollo sostenible es incompatible con el principio de maximización de las


ganancias que inspira al neo-liberalismo y la sociedad capitalista. Una sociedad
ecologizada se basa en la sobriedad y en el autodominio y eso solo lo puede garantizar
una sociedad ecosocialista.
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Socialismo
El Socialismo Carlista
1. LA ALTERNATIVA SOCIALISTA

El socialismo se presenta como alternativa, como posibilidad y como necesidad, como


respuesta. Es la alternativa que los sectores más oprimidos de los pueblos han opuesto
a la situación capitalista, es la historia de una parte de la Humanidad, la meta que ha
guiado el caminar de millones de personas, buscando la forma de organización de la
sociedad que les garantizase el beneficio igual y colectivo del esfuerzo igual y colectivo
(superación de la explotación económica) y la participación democrática, libre e igual
en el poder, en todas las decisiones de carácter público (superación de la opresión en
todas sus formas.

Como tal respuesta el socialismo evoluciona y se transforma, acumula experiencias,


profundiza sus planteamientos a cada confrontación parcial con lo establecido.

El socialismo es, ante todo, una aspiración y un proyecto de liberación colectiva que
afecta a la personas, a las clases y a los pueblos. A grandes rasgos los socialistas
optamos por una organización de la sociedad en la que todas las personas puedan
convivir pacíficamente con la satisfacción de sus necesidades cubiertas, aportando su
capacidad de creación y de trabajo al servicio de la comunidad y disfrutando todos de
libertad en todos los terrenos, dentro de una igualdad tanto legal como económica; la
económica en función del lugar que se ocupa en el proceso productivo.

Frente al capitalismo, la construcción del socialismo representa una tarea ingente.


Supone la eliminación de las clases y de las diferencias de clase y la garantía de que no
podrán aparecer privilegios nuevos; la eliminación de la explotación, de cualquier
forma de explotación del hombre por el hombre; la sustitución del poder necesario a
las clases dominantes para sostener su sistema, por la discusión y el acuerdo
mayoritario y la conquista de una libertad auténtica, garantizada por la igualdad de
todos frente al dominio libre de las oligarquías.
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2. CLASES SOCIALES

Las clases sociales son el resultado de la división de la sociedad en propietarios y no


propietarios de los medios de producción, en explotados y explotadores. El propietario
de los medios de producción compra al no propietario de esos medios, su fuerza de
trabajo que convierte en capital y la utiliza preferentemente para obtener su propio
beneficio.

El trabajo, que es una actividad creadora del ser humano, se convierte así en algo
deshumanizado que aliena. La persona no es valorada por lo que es, sino por lo que
tiene, produce y consume. Esta división de la sociedad da lugar a múltiples
desigualdades (superada ya la época del enfrentamiento directo entre las clases)2 que
no solamente se definen en función del puesto que se ocupa en el proceso productivo,
sino también por criterios políticos e ideológicos. La clase dominante de una sociedad
tiene su propia interpretación de la sociedad que quiere imponer a las demás como
modelo único en lo político, económico, cultural, etc. dando lugar situaciones de
injusticia social. La solución a esta dialéctica solo puede darse cuando los medios de
producción pasen a ser compartidos por toda la sociedad y sean gestionados en los
distintos niveles por las instancias territoriales, políticas, y sindicales en las que
participa el conjunto de la sociedad en igualdad de condiciones mediante asambleas o
colectivos a todos los niveles.

El proletariado –entendido por tal al trabajados manual- ya no es la vanguardia única


de esta confrontación pues las nuevas tecnologías y formas de trabajo y la división del
mundo entre Norte y Sur han hecho que aparezcan otros protagonistas de esta lucha
que no aceptan la ideología dominante- o lo que ahora conocemos como pensamiento
único-; trabajadores eventuales, parados de larga duración, personas discriminadas en
razón de su sexo o de su orientación sexual, pueblos empobrecidos o colonizados,
minorías étnicas, etc. La unión de todos estos sectores son ahora los que llevan
adelante el peso por conseguir una sociedad más justa, igualitaria y solidaria.
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3. LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOCIEDAD SOCIALISTA

Para abordar la construcción de una sociedad socialista debemos señalar dos


condiciones imprescindibles: la transformación del modo de producción y la del
Estado.

Un principio elemental del socialismo sin el cual ninguno de los objetivos anteriores
sería posible, es el de la propiedad social de los medios de producción. Todo aquello
que supere la satisfacción de las necesidades directas debe pertenecer a la sociedad y
estar al servicio de las necesidades colectivas. Por tanto, puesto que la propiedad
social de los medios de producción e intercambio excluye la posibilidad de explotar la
fuerza de trabajo ajena, en una sociedad socialista todos los ciudadanos deben vivir de
su propio trabajo y el concepto de sociedad socialista debe incluir la desaparición de
las clases y la existencia de todos como trabajadores.

El modo de producción socialista se caracteriza y se opone al modo de producción


capitalista, por orientarse toda la actividad económica a satisfacer las necesidades
reales de la sociedad, expresadas libremente por ella misma y por eliminar la

explotación del trabajador en su empresa, convirtiendo a éste en un colectivo en el


que a cambio del esfuerzo de cada uno, se reciben los medios materiales para el
desarrollo y realización personal del trabajador.

Pero el socialismo no es solo una teoría económica. La propiedad social de los medios
de producción no basta para garantizar tales objetivos. Hay que precisar el contenido
de ese concepto y analizar las implicaciones que acarrea la organización y estructura
social.

3 a) LA PROPIEDAD

La propiedad tal como es entendida hoy en la sociedad neo-liberal, es el derecho de


uso y abuso sobre el bien poseído. El propietario tiene el derecho de usar a voluntad
de su propiedad y es el único que puede decidir sobre ella. La propiedad implica el
poder de decisión acerca del objeto poseído y de su uso y destino. Es el derecho de
gestión. La propiedad lleva consigo, además, el derecho de apropiación de la riqueza
producida a base del objeto poseído o derecho al beneficio.
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Los bienes se dividen según su función. Los de uso personal, privados, son todos
aquellos cuya utilidad inmediata es satisfacer las necesidades del hombre: alimentos,
vestido, vivienda, etc. Son medios de producción aquellos que sirven para producir
otros objetos u otros productos: materias primas, maquinaria, instalaciones, tierras,
etc. Participando de ambas definiciones se encuentran aquellos bienes cuyo coste y
envergadura hace imposible un uso privado (carreteras, medios de transporte
colectivos, cines, escuelas, energía, etc.)

Estos son los llamados servicios que pueden ser usados tanto para satisfacer
necesidades directas, como para servir a la producción de otros bienes. Como su
propio nombre indica, los bienes de consumo cumplen su función cuando son usados
por las personas para satisfacer sus necesidades, de forma individual o colectiva
(servicios), mientras que los medios de producción son instrumentos al servicio de la
fabricación de los primeros y debe por tanto estar en manos de la totalidad de la
sociedad.

En primera lugar, no podemos confundir propiedad social con propiedad estatal y


mucho menos si el Estado en cuestión no es democrático ni representativo. El
socialismo no consiste en cambiar las cosas de dueño.

Su tarea específica frente a este problema concreto consiste en sobrepasar y destruir


el concepto capitalista de propiedad. En efecto, la propiedad privada lleva consigo un
derecho absoluto de decisión – tenuemente limitado por los Movimientos Sociales en
las sociedades capitalistas avanzadas-. Transferir la propiedad de los medios de
producción de manos de la burguesía a manos del Estado supone entregar también a
éste una capacidad absoluta de decisión.

Si la transferencia de la propiedad privada de los medios de producción de manos de la


burguesía capitalista a las del Estado central lleva consigo la transferencia a una
pirámide burocrática totalitaria de todos los derechos de decisión exclusiva que la
propiedad confiere en su sistema capitalista, la alternativa revolucionaria no puede
pasar de ahí. Es necesario repetir una y otra vez que el socialismo no pretende cambiar
las minorías dirigentes que ejercen el control sobre la propiedad, sino destruir el
concepto actual de propiedad. O dicho de otra manera, desligar la capacidad
económica de los títulos de propiedad, los posea la burguesía o el Estado.

La revolución socialista debe transferir el conjunto de los medios de producción a toda


la sociedad. El hecho de que toda sociedad, el pueblo sea colectivamente propietario
El Socialismo Carlista

de los instrumentos económicos significa que nadie lo es particularmente. Y es


entonces cuando puede plantearse el verdadero problema de los términos adecuados.
¿Quién puede ejercer las decisiones económicas y sociales quién se beneficia de la
plusvalía resultante del proceso de producción? Afirmamos que solo podrá existir
realmente el socialismo cuando la respuesta real a esta interrogante se elabore a partir
del derecho que confiere el trabajo y no desde un título cualquiera de propiedad,
privado o estatal. En consecuencia, la capacidad de gestión el derecho de decisión
económica arranca del hecho de ser trabajador y debe ser ejercitado colectiva y
democráticamente por toda la sociedad de forma directa. Y el beneficio de la plusvalía
resultante tiene que ser administrado igualmente por toda la sociedad de forma
colectiva y democrática.

3 b) CARÁCTER DEL ESTADO

La segunda condición previa para la construcción del socialismo es la transformación


del carácter del Estado burgués.

Frente al Estado burgués actual, el Estado socialista debe cambiar radicalmente. Debe
cambiar en su estructura y en su carácter (no solo en el objetivo de su actuación
represiva). Es decir, no puede desarrollarse una auténtica revolución solo
conquistando el poder del Estado. Esto sería una trampa que al final acabaría
provocando la acción de una clase burocrática, opresora no solo ni principalmente de
los antiguos capitalistas, sino de los propios trabajadores.

Cambiar radicalmente la estructura y el carácter del Estado burgués significa concebir


el Estado socialista como un instrumento creado por el pueblo para su servicio.

Ese servicio a la voluntad de la mayoría exige concebir el Estado como instrumento


ejecutivo, encargado de hacer lo que el pueblo ha decidido y no puede hacer de otra
manera y como vehículo de coordinación de esas decisiones. El Estado socialista debe
ser además un instrumento de gestión que represente la voluntad colectiva en
aquellos medios de la sociedad en que sería imposible hacerla presente de otro modo.

El Estado socialista, frente al Estado burgués actual, no puede ser un aparato opresivo
para las mayorías populares, sino un instrumento, una estructura encargada de llevar a
la práctica algunas decisiones sociales o de facilitar la adopción democrática de éstas.
El Estado socialista al nivel correspondiente (local, regional, nacional, etc.) podrá
El Socialismo Carlista

organizar la explotación agrícola de una zona, establecer relaciones diplomáticas con


un País o aprobar un plan de carreteras, pero cualquiera de estas actuaciones, no
deben ser más que la aplicación práctica de decisiones generales colectivas
previamente adoptadas por la mayoría y expresadas en un plan económico o por
medio de sus representaciones democráticas.

El socialismo se basa por tanto en dos elementos inseparables para que la nueva
sociedad pueda efectivamente existir: un modo de producción socialista y un Estado
que sea servidor de la voluntad democráticamente expresada de toda la sociedad. Un
socialismo que se articula en torno a la idea de autogestión expresa el rechazo de las
concepciones democráticas y centralizadas y entronca con la tradición libertaria,
federalista y descentralizadora, basándose en la propiedad colectiva de los medios de
producción y distribución y en el poder político de los trabajadores.

La burocracia es el mayor enemigo del Socialismo. Permite el anonimato de las


dominaciones y constituye la verdadera base de la alienación política derivada de la
división entre dirigentes por un lado y la gran mayoría de los ciudadanos rasos por
otro. Este carácter dualista, alienado, represivo de las sociedades burocráticas no
cambia en absoluto trátese de una dictadura fascista, de una democracia capitalista o
se un socialismo de Estado, a fin de cuentas, la burocracia no viene a ser sino una
forma de organización que tiende a la racionalización de las actividades concentradas
por el centralismo y el jerarquismo de los órganos decisorios. Y por tanto, centralismo
y jerarquismo existen en las sociedades capitalistas como en las sometidas a la
dictadura, férrea o paternalista, según épocas y países, de un partido único que
pretende construir “desde arriba” el socialismo.

En consecuencia:

 EXCLUIMOS LA SOCIALDEMOCRACIA por no ser una alternativa


frente al capitalismo. A lo que aspiran los socialdemócratas y
muchos que se auto definen como socialistas, es a ser los gestores
del capitalismo a cambio de detentar el poder. Intentan limar las
aristas más agudas del mismo, siendo por tanto, en definitiva los
mejores garantes de su continuidad. La socialdemocracia actúa
consolidando el sistema al corregir únicamente los aspectos más
opresivos de la explotación sin transformar nada verdaderamente
sustancial de él, ya que no procura despojar definitivamente a la
El Socialismo Carlista

burguesía capitalista de su papel como clase y de su poder final


sobre la sociedad.
 Pero EXCLUIMOS TAMBIÉN EL SOCIALISMO DE ESTADO, como vía
posible para el socialismo en nuestras condiciones particulares. El
socialismo de Estado permitió salir del subdesarrollo y de la
dominación imperialista a cierto número de naciones que se
contaban entre las más atrasadas de sus respectivos continentes.
Hizo posible un crecimiento cierto y espectacular de sus economías,
eliminando los ingentes beneficios de minorías privilegiadas, del
monopolio político representado por el partido único y de la
imposición de una línea dogmática y excluyente, el socialismo de
Estado fue incapaz de ofrecer una línea liberatoria definitiva a esos
pueblos, estableciendo por el contrario nuevas formas de opresión,
negando al igual que el capitalismo, la dirección económica y el
protagonismo del poder al conjunto de la sociedad y al pueblo,
poniéndolo en manos, en cambio, de una nueva clase burocrática
con el pretexto de haber sido hallada la “línea correcta” del
socialismo (el marxismo-leninismo).

Para superar el actual estado del SOCIALISMO, convirtiendo en cualquiera de sus


formas (estatista o reformista) en un “consolador ideológico” de las masas explotadas
y oprimidas, solo es posible una vía: RESCATAR LA PROFUNDA NECESIDAD
LIBERATORIA QUE LE DIO ORIGEN, SALTAR POR ENCIMA DE TODOS LOS DOGMAS,
TODOS LOS ESQUEMAS IMPUESTOS Y TODAS LAS REVERENTES REPETICIONES DEL
PASADO EN QUE SE BASA LA PRÁCTICA DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES. Hay que
ligar otra vez las perspectivas políticas a la lucha que día a día sostienen los sectores
populares allí donde se encuentra. Hay que ARRANCAR DE LAS ASPIRACIONES MÁS
HONDAS QUE MUEVEN A ESA LUCHA LAS NUEVAS FORMAS Y LAS NUEVAS
RELACIONES DE LA SOCIEDAD FUTURA.

El reformismo jamás será capaz de otra cosa que limar las aristas más agudas de la
explotación y la opresión capitalista.

El socialismo de Estado no pudo ofrecer algo distinto que la ya conocida miseria


burocrática y centralista que radicalizó hasta el extremo las consecuencias de la
sociedad capitalista moderna
El Socialismo Carlista

La perspectiva nueva, LA ALTERNATIVA REVOLUCIONARIA, para hoy por algo tan


simple como esto: RECHAZAR TODA OPRESIÓN Y TODA EXPLOTACIÓN Y DISPONERSE A
PARTICIPAR, JUNTO CON LA TOTALIDAD DE LA SOCIEDAD EN LA CONQUISTA Y EL
EJERCICIO COLECTIVO Y DEMOCRÁTICO DEL PODER.

Una perspectiva de este tipo es actualmente la única capaz de sumar a los análisis de
los factores objetivos de la sociedad, la voluntad protagonista de una mayoría, mayoría
sometida a la condición de mero objeto en la sociedad capitalista y en cuya liberación
cobra, precisamente, sentido una alternativa revolucionaria.

LA AUTOGESTIÓN se inscribe plenamente dentro del contexto del socialismo


revolucionario. La alternativa reformista que el sistema capitalista puede alentar no
tiene nada que ver con esto. Frente al socialismo de Estado, centralizado, burocrático y
alienante y frente a alternativas reformistas de todo signo, el SOCIALISMO
AUTOGESTIONARIO aparece como la alternativa

revolucionaria capaz de transformar radical y globalmente la sociedad capitalista,


destruyendo en primer lugar su centro de gravedad –la propiedad privada de los
medios de producción sea individual o estatal- y haciendo posible la conquista del
poder –la capacidad de decisión colectiva y democrática- por la clase trabajadora, por
quienes producen con su trabajo todos los bienes.

4. EL SOCIALISMO DE AUTOGESTIÓN GLOBAL. LA DEMOCRACIA SOCIALISTA Y


AUTOGESTIONARIA

Los campos de transformación y de acción, el campo económico y el del Estado no


agotan las posibilidades de definir la sociedad socialista de autogestión. Pues las
transformaciones que la sociedad debe operar a esos niveles solo son válidas si sirven
a la tarea de liberación, a la tarea de hacer posible que la sociedad se organice
democráticamente y trasforme ella misma su propia existencia. Tanto en el plano
general de toda sociedad como en el de los diferentes colectivos (ayuntamientos,
empresas, sistema educativo, medios de comunicación, grupos políticos, culturales…)
como en el plano individual, el SOCIALISMO AUTOGESTIONARIO deberá abrir el camino
de la libre elección y de la elaboración también libre de alternativas. En la sociedad
socialista sí que debe llegar a ser cierto el principio de libertad absoluta con la
limitación única de la libertad colectiva.
El Socialismo Carlista

Es preciso concebir el SOCIALISMO para que sea garante de la autogestión, no como


“concebido desde arriba” sino “conquistado desde la base” y que exija que junto con el
cambio de estructuras, cambien también las personas.

Y es que el SOCIALISMO NO SE REDUCE A UN SIMPLE CAMBIO EN EL RÉGIMEN DE


PROPIEDAD NI TAN SIQUIERA UN TRASPASO DEL PODER POLÍTICO. Exige un NUEVO
MODELO DE SOCIEDAD en la que la verdadera realización de las personas no vendrá
marcada por el “tener” sino por el “SER”. Hoy día una revolución no puede ya definirse
tan solo atendiendo al cambio de estructuras, sino que es menester también el cambio
de las personas como es necesario una revolución en el campo de la cultura.

Ni un cambio de estructuras hace crear, automáticamente, una persona nueva, ni el


cambio de las personas determina la aparición de una sociedad con unas estructuras
diferentes. Es menester luchar simultáneamente por un cambio de las personas y por
un cambio de las estructuras sociales. De hecho, la unidad dialéctica del cambio de las
conciencias constituye el principio mismo de las conciencias, constituye el principio
mismo de la autogestión.

La AUTOGESTIÓN implica una actividad vital y como tal se refleja en todas las
actividades humanas. En el campo de la empresa y de la economía, en el de las
ideologías, en la lucha política, en la cultura, en las comunidades territoriales, en las
colectividades humanas. Por ello, el proyecto de sociedad que proponemos lo
definimos como de AUTOGESTIÓN GLOBAL.

4 a) NUESTRA APORTACIÓN ES EL SOCIALISMO DE AUTOGESTIÓN GLOBAL.

Global porque el principio de participación en las decisiones colectivas no se


circunscribe a los límites de la empresa, ni siquiera abarcando la planificación al sector
de la economía, sino que se aplica igualmente al sector del gobierno de las
comunidades territoriales y a través de los partidos de masas, al terreno de las
ideologías. Con el control de los datos reales, de las disponibilidades en un momento
dado, con la solidaridad comunitaria libremente asumida y con capacidad imaginativa
y creadora para descubrir nuevas perspectivas, podrán las personas desarrollar su
plena responsabilidad, gozar de la condición de libertad que es propia y decidir sobre
su destino. Y una decisión colectiva es la única garantía en el futuro de la humanidad,
frente a las perspectivas abiertas entre nosotros por el egoísmo de unas clases
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dominantes en cuyos cálculos poco importan las vidas de las personas y de los
pueblos.

¿Cómo hacer eso posible? Si el SOCIALISMO DE AUTOGESTIÓN GLOBAL consagra la


libertad real, no es cosa de intentar establecerlo todo de antemano. Aparecerán con el
desarrollo de las nuevas estructuras múltiples instrumentos y fórmulas de organización
que bajo el capitalismo son desconocidas e impensables. Sin embargo, es posible y
más que posible necesario, establecer desde ahora mismo algunas precisiones sobre
los mecanismos sociales por medio de los cuales los trabajadores podrán ejercer su
libertad colectiva, no ya la posibilidad de elegir entre varias alternativas ofrecidas y
condiciones de los intereses de las clases dominantes, sino LA DECISIÓN Y
CONSTRUCCIÓN DIARIA DE SU PRESENTE Y SU FUTURO.

Al analizar anteriormente la sociedad capitalista habíamos llegado a la conclusión de


que sus contradicciones centrales, los ejes sobre los cuales centran su lucha los
sectores más oprimidos y conscientes de la sociedad son:

 La apropiación de una parte de la plusvalía al Estado y el monopolio de


decisiones y del poder en la empresa por parte de la patronal que elige e
impone siempre aquello que beneficia a sus intereses privados.
 El monopolio de las decisiones y del poder a nivel de toda la sociedad en manos
de la burguesía por medio del control del Estado centralista, encargado de velar
por los intereses de la clase dominante.

La contestación al sistema, lógicamente pasa por la superación radical de estos ejes de


explotación y opresión. Cualquier intento de respuesta que no aborde y resuelva
satisfactoriamente estas contradicciones fundamentales no puede ser considerada,
hoy por hoy, revolucionaria. Dicho de otra manera, el proyecto revolucionario tiene
que plantearse como objetivos inmediatos:

 LA LIBERACIÓN DE LOS TRABAJADORES EN EL MEDIO INMEDIATO EN EL QUE


REALIZAN SU TRABAJO y es el establecimiento del poder de todos los
trabajadores en la empresa, así como el CONTROL POPULAR SOBRE LA
ECONOMÍA Y SOBRE LA PLUSVALÍA RESULTANTE del proceso de producción.
El Socialismo Carlista

 LA LIBERACIÓN GLOBAL DE LOS TRABAJADORES POR EL ESTABLECIMIENTO DEL


PODER POPULAR EN TODOS LOS NIVELES DE LA SOCIEDAD. En esto consiste a
grandes rasgos la AUTOGESTIÓN GLOBAL.

4 b) LA DEMOCRACIA ECONÓMICA.

Para hacer posible la conversión del modo de producción capitalista al SOCIALISTA DE


AUTOGESTIÓN hay dos elementos básicos de gestión a través de los cuales se debe dar
la DEMOCRACIA ECONÓMICA: la gestión por el Colectivo de Trabajo en la empresa y la
gestión del Plan Económico por el Sindicato.

Un análisis fundamental de los instrumentos y las estructuras sociales necesarias al


funcionamiento de una sociedad socialista AUTOGESTIONARIA nos lleva de inmediato
a abordar la Planificación. Hoy la alternativa no es planificar o no planificar. Lo que
tenemos que elegir es una planificación capitalista, realizada por minorías para mejor
realizar sus intereses de clase, una planificación autoritaria, característica del
socialismo de Estado y elaborada libremente por la burocracia dirigente o una
PLANIFICACIÓN DEMOCRÁTICA, alternativa por la que optamos decididamente los
socialistas autogestionarios. La complejidad de una sociedad industrial avanzada exige
la planificación. Es su carácter, y por lo tanto los intereses que han de guiarla lo que
está en discusión.

La importancia decisiva de este problema procede de que la planificación es el centro


del ejercicio del poder en una sociedad socialista. Planificar consiste en elegir por
adelantado entre todas las posibilidades existentes. Mientras exista escasez, es decir,
mientras no todas las aspiraciones de todas las personas puedan ser cubiertas con el
potencial productivo existente, la planificación será necesaria para elegir cuáles de
esas necesidades deben ser antepuestas a las demás, y en que medida la capacidad
productiva disponible en un momento dado debe ser distribuida entre cada una de
esas necesidades ¿Qué porcentaje se distribuye para el consumo directo? ¿Qué parte
se destina a la satisfacción de necesidades colectivas, por medio de organismos
colectivos y qué parte se entrega directamente a cada productor para sus necesidades
individuales? ¿En qué medida se desarrolla la educación, la sanidad, los transportes
públicos y los privados, la infraestructura para el empleo del tiempo libre, el ejército, la
ayuda al Tercer Mundo o los medios de comunicación social?
El Socialismo Carlista

Todas estas opciones deben decidirse en el proceso de planificación económica,


teniendo en cuenta que, en razón de la escasez, muchas veces serán excluyentes o por
lo menos el desarrollo de algunos obligará a limitar el desarrollo de los demás. Nos
interesa, por tanto, establecer quién o quiénes tienen la facultad de elaborar los
planes económicos, en manos de quién está la planificación.

Para nosotros, para el SOCIALISMO AUTOGESTIONARIO, no puede haber más que un


protagonista directo del poder y consecuentemente de la planificación: LA SOCIEDAD
ENTERA. Los trabajadores crean con su esfuerzo personal y con tecnología (producto a
su vez del trabajo) todo lo que la sociedad produce. Son los trabajadores por tanto los
que deben ejercer el control y la decisión sobre el empleo y distribución de los que
ellos mismos han producido.

Además, los trabajadores, como actores directos del proceso productivo son los que
tienen que organizar y gestionar el medio concreto en el que llevan a cabo su trabajo,
que es la empresa. La liberación de éstos no se realiza exclusivamente con medidas
económicas, debe afectar ante todo al problema del poder, al ejercicio del poder
económico y del poder en la empresa por parte de los trabajadores.

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