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Los Negros (parte 3)

Por Alberto Morlachetti

-IX-

Durante la colonización española, Buenos Aires fue uno de los puertos principales para la
introducción de esclavos. Ya en América niños y adultos eran conducidos al asiento de negros,
vueltos a carimbar -al lado del estigma de fuego anterior- donde la compañía ponía sello y
propiedad. Una cuarentena les curaba las heridas del viaje, los alimentaban y cuidaban para ser
vendidos a buen precio en un mercado a cielo abierto donde desnudaban a hombres, mujeres y
niños para que los compradores echaran la mirada y palpasen sus cuerpos y según la edad y
fortaleza pagaban en monedas de oro el valor de sus personas. La humanidad misma se había
convertido en una mercancía.

En 1708 se le concedió a la Compañía de Guinea (importadora francesa de negros) tener en


nuestras costas un “asiento de esclavos”. En los tiempos en que la trata era ejercida por la
Compañía Francesa, ésta adquirió un terreno ubicado al pie de las barrancas, al sur de la ciudad
(aproximadamente Parque Lezama). En 1715 se instaló la South Sea Company (Compañía inglesa
de los Mares del Sur) que construiría un depósito de esclavos en Retiro, cerca de la actual Plaza
San Martín. En 1731 se trasladó cerca del actual Parque Lezama, entre Defensa y Bolívar.

La compañía propietaria de los esclavos los enviaba al norte, donde eran requeridos,
especialmente en las minas del Potosí o a Lima o al Tucumán donde se los hacía trabajar en los
cañaverales azucareros. También los compraban algunos artesanos locales con cierto poder
adquisitivo para que vendieran por las calles lo que su amo fabricaba. A veces el Cabildo adquiría
esclavos para distintas tareas, como la de pregonero o verdugo. Incluso las órdenes religiosas los
buscaban para aligerar la tarea de los indios reducidos o de sus propios miembros.

Alejandro Malaspina escribía en 1770 (citado por el Abad de Santillán en su Historia Argentina),
sobre la poca inclinación de los blancos por el trabajo manual y señalaba que en Buenos Aires
había muchos esclavos negros. "Muchos de ellos se emplean en vender agua por las calles, subidos
en sus altos caballos como timbaleros, otros, en peones de albañil, y en otros varios oficios
mecánicos; por lo cual las más molestas de tales artes no encuentran sino muy pocos profesores
blancos, y sale bastante cara cualquier mano de obra y sin honor".

Los blancos españoles consideraban las tareas manuales como una degradación de su estirpe. Los
indios eran, para lo europeos, “escasos, remisos y poco dóciles”. Entonces, los negros fueron la
fuente principal de los trabajos manuales: el laboreo de la tierra, la cría de ganado, la zafra, el
servicio doméstico. Algunos se destinaban para entretener a los blancos: “Desde Oruro, a fines del
siglo XVIII, don Manuel Villegas encarga a don Diego de Agüero, vecino de Buenos Aires, ‘cuatro
negritas de edad, y tan lindas como la Cenonia’, pues las necesitaba con urgencia ‘para salir de
encargo’. Y con machacona claridad colonial le detalla que ‘sean negras atezadas, rollizas y sanas,
de 10 a 12 años’ (“Comercio y comerciantes coloniales”, por Lucas Ayarragaray, en La Nación del
12 de setiembre de 1926)".

La esclavitud estuvo en nuestro suelo durante varias centurias y, hasta el fin del siglo XIX, subsistió
de alguna manera. La liberación de vientres en 1813 y la abolición de la esclavitud en 1853 no
fueron tan categóricos como las solemnes declaraciones que los proclamaron y "el Código Civil
sancionado en 1869 conserva vestigios de aquella repugnante institución cuando legisla sobre el
trabajo de los criados de servicio", como bien lo expresa Arzac.

Ciertas formas de la esclavitud persistieron explícitas o encubiertas hasta fines del siglo XIX. Basta
echarle una mirada a las publicaciones de la época.

-X-

La batalla de Maipú -quizás el mayor triunfo del Ejército de los Andes- se llevó innumerables vidas
de los batallones negros de la infantería patriota. El mayor tributo a la liberación definitiva de
Chile. La reconquista de Buenos Aires en 1806 y 1807, la campaña de San Martín quien reconocerá
el valor de sus tropas negras, pero estos batallones no se unieron con los blancos. Los esclavos
morirían en la lucha por la Independencia solos -negro con negro- en riguroso “apartheid”, en los
valientes batallones séptimo y octavo de la independencia, en las batallas de Chacabuco, Maipú,
Cancha Rayada, en la Campaña del Alto Perú. En las guerras civiles y la de la Triple Alianza que
destruyó al Paraguay y que signara “el destino colonial de América Latina”.

Los negros habitaban los barrios de mayor pobreza, que deben trasmitir “como legado”, “incluso
como acto de fe”. Cuando la fiebre amarilla azotó Buenos Aires en 1871 -en medio del horror
generalizado por la epidemia- el ejército rodeó los arrabales y no les permitió la migración hacia la
zona que los blancos establecieron en el Barrio Norte para escapar de “la peste”. Los negros
tributaron miles de muertos, acorralados por la epidemia y los fusiles.

En el Diario "El Nacional”, del 5 de enero de 1863, se puede leer: “Los negros viven y mueren entre
nosotros poco menos como los irracionales y no nos recordamos de ellos sino para arrancarles a
sus hijos y llevarlos de carnada a la guerra civil. Ellos olvidan la ingratitud de los blancos con la
chicha y el tango”. Esa música conmovedora, nacida de la negritud, donde adquiere belleza “la
capacidad que tiene el arte para devolver la dignidad a la vida”.

-XI-

El Semanario “El Proletario”, dirigido por Lucas Fernández, comenzó a publicarse el 18 de abril de
1858 con el objetivo de servir a los intereses de su gente. Su director reclamaba “democracia y
libertad para los morenos de Buenos Aires”.

En el mismo sentido, la publicación gráfica “La Juventud”, destinada a ciudadanos negros, que
aparecía cada diez días en la década de 1870, dirigida entre otros, por Gabino Ezeiza, en varias
ediciones afirmaba luchar por “la libertad política y social”... “hasta el último instante en que
tengamos vida... y podamos tener aseguradas nuestras libertades públicas y los sagrados derechos
que se derivan de la naturaleza del hombre”.

En el periódico quincenal “La Broma”, en un artículo publicado el 11 de septiembre de 1879, se


llama a los negros a no participar en las elecciones que se aproximaban: “Hermanos: La Broma no
vende su conciencia (...) Se acuerdan de nosotros en los momentos supremos de la batalla, cuando
podemos servir de carne de cañón”.

Ribeiro dice que las masas de millones de africanos, llevados a América como esclavos, o los indios
destribalizados y reclutados en los ingenios y las minas, fueron utilizados en la condición de mera
fuerza energética. Los negros habían perdido sus características étnicas originales, “porque
además jamás pudieron volver a producir lo que consumían, ni a vivir comunitariamente para ellos
mismos; convertidos en fuerza de trabajo o arrendada, vivían el destino de las mercancías
humanas desculturizadas. Sus descendientes eran aquellos que no sabían el nombre de la tierra
que pisaban, de los árboles que veían, de los pájaros que los asustaban”.

-XII-

Cuando los europeos llegaron a África llevándose de raíz sus mejores hombres y mujeres
marcándolos como una propiedad y sembraban el hambre y la sed y los cantos de los esclavos -
como un músculo bajo la piel del alma- lanzaban al mundo su música milenaria, percusión y
plegaria. Sí, el grito del mundo.
Pero eso era entonces. Cuando había que ir a cazarlos y la carimba encendía su piel. Ahora por su
hambre y su sed lanzan barcos de papel -se llaman pateras- que conocen el mar. Demasiadas
veces han cruzado ese tramo que divide el primer mundo de esa tierra de secretos de luna.
Demasiadas veces habían esquivado con éxito los arrecifes que elevaban las olas hasta los pájaros
de la noche.

El mar devoró de un solo bocado a dieciséis en la isla de Fuerteventura, en el archipiélago de las


Canarias. Intentaron noches tibias. Se atrevieron a subirse al sol de las espigas. Y creyeron que
esta vez, por una vez, los monstruos del océano mirarían hacia otro lado. Pero ellos, como los
define el diario El Mundo (17-04-04), no son más que “sin papeles”. Una carencia. Esa misma que
los empujó al mar. Esa misma que los arrolló en la más injusta de las olas.

-XIII-

Epílogo

Los hemos convertido -por lo menos en nuestro país- en seres invisibles, innominados de la
historia. Dina Picotti manifiesta que este egoísmo de clase y de cultura redujo al ser humano de los
trabajadores importados africanos a un fantasioso “ser inferior” de negros y al de los propietarios
europeos y descendientes a un no menos extravagante “ser superior” de blancos.

En 1891 Martí -cerca de las constelaciones mayores- se opondría a considerar que la piel blanca
constituya un valor agregado que otorga derechos sobre otras personas “Los pensadores canijos,
los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería (...) El alma emana, igual y
eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color”. Para agregar: El hombre no tiene ningún
derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los
derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por
redundante el blanco que dice: "Mi raza"; peca por redundante el negro que dice: "Mi raza". Todo
lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la
humanidad.”

Fuentes consultadas:

· Abad de Santillán, Diego; “Historia Argentina”, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1981.

· Bobbio, Norberto y Bovero, Michelangelo; “Sociedad y Estado en la Filosofía Moderna. El modelo


iusnaturalista y el modelo hegeliano-marxiano”, FCE, México, 1996.
· Buck-Morss, Susan; “Hegel y Haití. La dialéctica amo-esclavo: una interpretación revolucionaria”,
Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2005.

· De la Cerda Donoso de Moreschi, Jeanette C. y Villarroel, Luis J.; “Los negros esclavos de Alta
Gracia. Caso testigo de población de origen africano en la Argentina y América”, Ediciones del
Copista, Córdoba, 1999.

· Díaz-González, J. Joaquín; “¡Tú eres esclavo! La esclavitud en la antigüedad”, Casa Editorial


Araluce, Barcelona, 1932.

· Fanon, Frantz; “Los Condenados de la Tierra”, Ediciones Fondo de Cultura Económica, México,
1977.

· González Arzac, Alberto; “La Esclavitud en la Argentina”, Editorial Polémica, Buenos Aires, 1974.

· Ingenieros, José; “Sociología Argentina”, Editorial Losada, Buenos Aires, 1946.

· Kechekian, S. F. y Fedkin, G. I.; “Historia de las ideas políticas. Desde la antigüedad hasta nuestros
días”, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1958.

· Martí, José; “Obras Completas”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991.

· Pereyra, Osvaldo Víctor; “40 Glosas”, Buenos Aires, 2002.

· Picotti, Dina V.; “La presencia africana en nuestra sociedad”; Ediciones del Sol; Buenos Aires;
1998.

· Schavlezon, Daniel; “Buenos Aires Negra”, Emecé Editores, Buenos Aires, 1999.

Fuente: www.pelotadetrapo.org.ar, 21/06/06

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