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WorldShare Books

Harlene, conversaciones
interrumpidas

Rocío Chaveste y ML Papusa Molina, Compiladoras


A Taos Institute Publication
Harlene, conversaciones interrumpidas

Harlene Anderson
Rocío Chaveste y ML Papusa Molina, compiladoras
Copyright ©2019 Taos Institute Publications
WorldShare Books © 2019

Cover by Guillermo García


All rights reserved.
All rights reserved. No portion of this publication may be
reproduced or utilized in any form or by any means, electronic or
mechanical, including photocopying, without permission in
writing from the publisher. In all cases, the editors and writers
have made efforts to ensure that the text credits are given to
appropriate people and organizations. If any infringement has
been made, the Taos Institute Publications will be glad, upon
receiving notification, to make appropriate acknowledgement in
future editions of the book. Inquiries should be addressed to Taos
Institute Publications at info@taosinstitute.net or 1-440-338-
6733.

Taos Institute Publications


A Division of the Taos Institute
Chagrin Falls, Ohio
USA

E-Book Format Only

ISBN: 978-1-938552-67-0

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Taos Institute Publications

The Taos Institute is a nonprofit organization dedicated to the development of social


constructionist theory and practice for purposes of world benefit. Constructionist
theory and practice locate the source of meaning, value, and action in communicative
relations among people. Our major investment is in fostering relational processes that
can enhance the welfare of people and the world in which they live. Taos Institute
Publications offers contributions to cutting-edge theory and practice in social
construction. Our books are designed for scholars, practitioners, students, and the
openly curious public. The Focus Book Series provides brief introductions and
overviews that illuminate theories, concepts, and useful practices. The Tempo Book
Series is especially dedicated to the general public and to practitioners. The Books for
Professionals Series provides in-depth works that focus on recent developments in
theory and practice. WorldShare Books is an online offering of books in PDF format
for free download from our website. Our books are particularly relevant to social
scientists and to practitioners concerned with individual, family, organizational,
community, and societal change.
Kenneth J. Gergen
President, Board of Directors
The Taos Institute

Taos Institute Board of Directors


Harlene Anderson Duane Bidwell
Celiane Camargo Borges Mary Gergen
Kenneth Gergen Sheila McNamee
Monica Sesma Sally St. George
Dan Wulff

WorldShare Books Senior Editors - Kenneth Gergen, Dan Wulff and Mary Gergen
Books for Professional Series Editor - Kenneth Gergen
Taos Institute Tempo Series Editor - Mary Gergen
Focus Book Series Editors - Harlene Anderson
Executive Director - Dawn Dole

For information about the Taos Institute and social constructionism visit:
www.taosinstitute.net

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Índice

Prólogo 1

Introducción 3

Ética e incertidumbre: pensamientos breves e incompletos 5

Diálogo: Personas creando significado entre sí y encontrando 10

formas de seguir adelante


La orientación filosófica: El corazón y el espíritu de la Práctica 20

Colaborativa
Relaciones de Colaboración y Conversaciones Dialógicas: Ideas 33

para una Práctica Sensible a lo Relacional


Prácticas colaborativas: una manera de estar 'con' 59

Investigación Basada en el Diálogo Colaborativo como Práctica 82

Cotidiana: Cuestionando nuestros Mitos


Re-imaginar la terapia familiar: reflexiones sobre la familia 97

invisible de Minuchin
La terapia posmoderna colaborativa y la terapia centrada en la 109

persona: ¿qué diría Carl Rogers?


Reflexiones sobre la contribución de Kenneth Gergen a la 131

terapia familiar
Sobre la portada 148

iii
Prólogo

Estoy agradecida por la traducción de esta colección coordinada por mis colegas de Kanankil y con
la asistencia de los directores de los programas del Certificado Internacional en Prácticas
Colaborativas-Dialógicas (ICCP por sus siglas en inglés): Josep Seguí, ENDIALOGO, Asociación
Española de Prácticas Colaborativas y Dialógicas (España); Leticia Rodríguez, ENFOQUE Niñez
(Paraguay), Adela García, FUNDACES (Argentina), Sylvia London, Grupo Campos Elíseos (México); y
Eduardo Villar, Sistemas Humanos (Colombia). Del mismo modo, aprecio el fuerte apoyo continuo,
el interés y las aplicaciones creativas de la práctica dialógica colaborativa por parte de ellos y de
aquellos en la comunidad global de habla hispana.
Cuando miro la lista de artículos, recuerdo la naturaleza emergente de mi práctica. Mientras
escribo estas palabras, me doy cuenta de lo que hoy llamo mi trabajo, prácticas colaborativas-
dialógicas, representan un desarrollo continuo y mi reflexión sobre ésta, cuando trato de encontrar
palabras lo suficientemente buenas para transmitir mi trabajo al lector. A lo largo de los años, he
usado varias combinaciones de palabras y lo he denominado sistemas de lenguaje colaborativo,
terapia colaborativa y diálogo colaborativo.
Recientemente tuve un intercambio con mi amiga y colega Carole Samworth, ex editora de
una revista, que tiene un intenso interés en las palabras y el lenguaje, y especialmente en cómo usar
palabras que transmitan con precisión un significado intencionado. Ella, como yo, se da cuenta de
que no importa lo claro y preciso que uno intente ser, el lector u oyente siempre tendrá su propia
comprensión única basada en lo que aportan a la lectura o la escucha. Le envié diversas variaciones
de lo que llamo mi trabajo y le pedí que comentara. Aquí hay un extracto de su respuesta:
Según entiendo tu trabajo, este es una Práctica Colaborativa-Dialógica, una práctica en la
que la colaboración y el diálogo están inseparablemente entrelazados. La fuerza de
conexión en esta naturaleza dual se debilitaría por el uso de "y" o por el uso de una coma ...
colaborar y dialogar son procesos que son inseparables en esta práctica hasta el punto de
haberse convertido en un proceso único... (comunicación personal, 21 de abril de 2018).
La respuesta de Carole captura exactamente mi deseo de transmitir formas de pensar y
actuar con respecto a la relación y la conversación en un proceso unido en lugar de ser partes
separadas de un proceso. En otras palabras, la relación y la conversación van de la mano. En mis

1
talleres y escritos, especifico este proceso cuando hablo de relaciones de colaboración y
conversaciones dialógicas.
Los artículos capturan colectivamente los rasgos distintivos de la práctica, mientras que al
mismo tiempo cada uno llama la atención sobre los matices de la práctica influenciados por el tema
en particular, así como mi intención en la escritura. Al pensar en lo que actualmente enfatizo que
no hice en estos artículos, fue mi cambio en pensar y hablar sobre la postura filosófica. Por años dije
que es una forma de ser. Ahora me doy cuenta de que no es eso, son formas de ser y de llegar a ser.
Este cambio gramatical aparentemente sutil atrae la atención a una noción de ser estático versus
uno fluido. Nunca hay una manera de ser, existir y responder con otra. Nuestro ser está influenciado
por tantas cosas y es único para cada encuentro. El ser debe ser plural. También agregué llegar a
ser para significar aún más la naturaleza dinámica del ser. Siempre estamos en el camino de llegar a
ser con el otro y con nosotros mismos.
Otro énfasis actual está en la noción de withness [estar/pensar con]. Este énfasis está
influenciado por la traducción de John Shotter y Lynn Hoffman de la noción de Mikhail Bakhtin de
“estar con” versus aboutness [acerca de] con respecto a la forma de pensar y la interacción con el
otro. Como sugiere Hoffman (2007)
Según Shotter ... “Withness thinking [pensar con el otro] es una forma dinámica de
interacción reflexiva que implica entrar en contacto con el ser viviente de la otra persona,
con sus expresiones corporales, con sus palabras, sus obras". Al describir aboutness
thinking, dice que dirige a la otra persona hacia un objeto, que no tiene conciencia propia.
(p.69)1
Estas palabras llaman la atención sobre una forma especial de estar presentes, sintonizados
y receptivos, y capturan el corazón y el espíritu de la postura filosófica.

Harlene Anderson
Houston, Texas
May 26, 2018

1Hoffman, L. (2007). The art of ‘withness’: A new bright edge. In H. Anderson & D. Gehart (Eds.), Collaborative therapy:
Relationships and conversations that make a difference (pp. 63–79). New York, NY: Routledge/Taylor & Francis Group.

2
Introducción

Es para nosotras un gran honor el que Harlene Anderson haya depositado su confianza para
construir esta publicación, a partir de una serie de artículos que sólo estaban disponibles en inglés.
El proyecto comienza cuando nuestros estudiantes de la maestría en Psicoterapia nos preguntaban
qué más podrían leer de Harlene y les respondíamos “todo esto, pero solo está en inglés”. Después
de enseñarlos a utilizar el traductor google y oír sus comentarios sobre las malas traducciones,
decidimos hablar con ella y presentarle la idea de traducir algunos de sus artículos para continuar
las conversaciones en el salón de clase. De ahí surge la idea de llamar esta compilación, Harlene,
conversaciones interrumpidas.
Hicimos una selección que abarcara diferentes espacios, temas, y tiempos de su vastísima
producción. Se los presentamos y ella eligió lo que en este volumen se encuentra. Fue un trabajo
colaborativo. Les enviamos la selección de los artículos a los directores de los programas de la
Certificación en Prácticas Colaborativas-dialógicas de Latinoamérica y España, invitándoles a unirse
al proyecto eligiendo uno de los artículos y encargarse de su traducción. Recibimos respuesta y
colaboración de: Josep Seguí de ENDIALOGO en España, Leticia Rodríguez de ENFOQUE Niñez en
Paraguay, Adela García de FUNDACES en Argentina, Sylvia London de Grupo Campos Elíseos en
México, Eduardo Villar de Sistemas Humanos en Colombia, y desde luego aquí en el instituto
también elegimos dos artículos para traducir. Hay otra persona presente en esta colección, Angélica
Aranda Lara; editora y correctora de estilo extraordinaria. Nada sale de Kanankil, que no pase por
sus manos, este conjunto de ensayos, también lo hizo.
Después de un año ocupado en traducciones, edición y corrección de estilo, volvimos a la
pregunta de quien pudiera ser la editorial interesada en publicarlo. Por un momento pensamos que
tal vez podríamos hacerlo a través de Amazon y de esa manera fuera distribuido a todas aquellas
personas con interés en libros de Harlene en español. Sin embargo, surgieron muchas dudas sobre
el acceso para muchos de nuestros estudiantes para lo que pagar por un libro se les hace difícil. En
eso estábamos cuando la respuesta surgió, hacerlo a través del proyecto de World Share Books del
Taos Institute; de esta manera el libro sería gratuito y cualquier persona puede descargarlo. Es así
como hoy ponemos en tus manos este volumen.
Esta colección está organizada cronológicamente con excepción de los tres últimos artículos
en los que Harlene entra en conversación con tres individuos diferentes, Minuchin, Kenneth Gergen
y Car Rogers. Quisimos dejar estos tres artículos para el final pues nos parece que sirven para

3
recordarnos las diferencias, sutiles y necesarias entre estas tres orientaciones: terapia sistémica,
terapia humanística, y terapia relacional.
Desde luego muchas otras cosas hubiéramos querido que estuvieran presentes, pero el
tiempo no nos lo permitió. Es esta una de las razones por las que hablamos de volumen; nos
encantaría que ustedes, cuya curiosidad y práctica cotidiana los ha llevado a leer esta colección,
continúen con esta iniciativa hasta que toda la producción de Harlene sea accesible en español.
Hasta entonces dejamos en sus manos estas conversaciones interrumpidas.

Rocío Chaveste Gutiérres y ML Papusa Molina


Instituto Kanankil
construyendo nuevas conversaciones…
Mérida Yucatán, enero de 2019

4
Ética e incertidumbre: pensamientos breves e incompletos2

Mi experiencia en las prácticas colaborativas a través de la terapia, la docencia, la investigación y la


consultoría ha reflejado una perspectiva ética que comunica una moral y unos valores que incluyen
las reglas que los rigen. Estas reglas han sido creadas histórica, cultural, contextual, colectiva, y
lingüísticamente. Mi forma de mirar la ética está situada en un contexto posmoderno 3. A grandes
rasgos, la posmodernidad ofrece una manera diferente de pensar acerca del significado y naturaleza
del conocimiento, incluyendo una mirada crítica y escéptica al conocimiento universal, sus meta-
narrativas, sus certezas y su poder. La crítica dentro de la postura posmoderna llega hasta el grado
de autocriticarse y cuestionar la misma postura. La premisa que tienen en común las distintas ramas
posmodernas es que el conocimiento y el lenguaje son relacionales y generativos; es decir, lo que
sabemos o creemos saber está construido lingüísticamente; el desarrollo y la transformación del
conocimiento es considerado un proceso común, y el conocimiento y la persona que conoce son
interdependientes. Los lenguajes verbal y no verbal adquieren significado a través de su uso, siendo
esta la manera principal en la que construimos y entendemos el mundo. Además, lo construido a
través del lenguaje está conformado por múltiples autores en el contexto de diferentes
comunidades. Inherente al lenguaje es “la transformación de la experiencia, que a la vez transforma
lo que podamos experimentar” (Goolishian & Anderson, 1987, p. 532). Una postura transformadora
del conocimiento nos invita a mirar a las personas como seres resilientes; nos invita a apreciar y
abrazar la incertidumbre.
Esta premisa del conocimiento y el lenguaje como relacionales y generativos, ubica las
relaciones colaborativas y dialógicas en el centro de los procesos terapéuticos, convirtiendo a la
terapia en una actividad local y mutua en la que cliente4 y terapeuta se convierten en compañeros
conversacionales que se conectan, colaboran y crea el uno con el otro (Anderson, 1997). Se
involucran en una indagación compartida, que toma forma y se transforma a medida que cliente y
terapeuta lidian con las cuestiones que se presentan. De la misma manera, en este proceso, el
cliente y el terapeuta se transforman y los resultados son siempre impredecibles. Derivado de la

2 Traducido por Tamara Richter, Grupo Campos Elíseos


3 Desafortunadamente, la palabra posmodernidad invita a algunos terapeutas al ataque. Yo no utilizo la posmodernidad
como meta-teoría o verdad que descarta unilateralmente otras teorías o verdades; ni siquiera como un antídoto del
modernismo. Es simplemente una perspectiva que encuentro relevante y útil en este mundo siempre cambiante.
4 En mi trabajo diario prefiero referirme a mis clientes como gente o personas.

5
premisa de que el conocimiento y el lenguaje son relacionales y generativos, surge lo que llamo la
postura filosófica (Anderson 1997). La postura filosófica se refiere a la manera de ser del terapeuta:
a la forma en la que piensa, experimenta, se relaciona con, actúa con, habla con y responde a las
personas que están involucradas en la práctica (Anderson, 1997). Esta postura se refiere a la forma
de ser del terapeuta: una manera de pensar, de estar, relacionarse, hablar y actuar con las personas
con las que me encuentro en mi práctica (Anderson 1997)5.
Todas las filosofías y practicas terapéuticas están basadas y conllevan principios y acciones
éticas. Como lo mencioné alguna vez “Yo creo que cada posicionamiento está basado en principios
éticos y todas las acciones que toman los terapeutas son acciones éticas… Para mí, el
posicionamiento ético depende del lugar en el que decidimos posicionarnos con el otro” (Holmes,
1994, p. 156). La ética es parte de la manera en la que pensamos y actuamos en todos los aspectos
de nuestras vidas: no podemos separar la ética de nuestra vida personal y profesional.

La ética como algo que hacemos conjuntamente

La ética es una actividad conjunta independientemente del contexto. La ética profesional es


simplemente una construcción social del conocimiento basada en creencias justificadas
colectivamente y aceptadas con estándares y códigos de comportamiento. Se convierten en
“verdades” y normas acerca de lo que está bien y mal, de lo que es bueno y malo, los cuales se
construyen a través de un consenso y dentro de un contexto histórico, social y cultural que
pertenece a un momento específico. Como la ética es construida a través del lenguaje es, por lo
tanto, un concepto fluido y no estático.
El mundo profesional en el que vivimos está enfocado en los estándares y códigos de ética
terapéutica que fueron desarrollados en el contexto de discursos profesionales, disciplinarios y
culturales que se volvieron parte de un fondo invisible de principios que rigen nuestra práctica. Este
desarrollo de principios que tiene lugar fuera del consultorio incluye la voz de los profesionales,
pero rara vez la de los clientes. Solemos dar por sentado los principios éticos sin considerar la
posibilidad de transformarlos.
Pensar en la ética como una actividad colectiva nos invita a pensar acerca de la ética tanto
en el contexto universal como en el local, incluyendo lo que pasa fuera y dentro del consultorio. Nos

5 Una discusión más completa de la aproximación colaborativa posmoderna a la terapia y la postura filosófica, está más
allá del alcance de este artículo. Para revisar esto a fondo vea Anderson 1997.

6
invita a ser cautelosos con los prejuicios. No asumo que principios éticos creados fuera de mi
consultorio deberían de encajar fácilmente dentro de mi práctica y contexto. Tampoco pienso que
la ética del discurso dominante sea precisa y se adapte a cada situación terapéutica, ni asumo que
el cliente y el terapeuta estarán de acuerdo tácitamente con dichos principios antes de conversar.
La ética, como una actividad relacional, nos invita a considerar la ética como una serie de principios
que se determinan de mutuo acuerdo por las personas involucradas (el cliente y el terapeuta) y que
es específica para la circunstancia de los participantes. Algunas situaciones incluso requieren retar
la ética universal.
Cuando nos olvidamos de que la ética es una actividad colectiva, nos arriesgamos a creer
que la ética es parte de la realidad objetiva, fija y absoluta. Como he sugerido anteriormente
“Nuestra ética no debería de decirnos que hacer para después simplemente hacerlo. Los terapeutas
muchas veces piensan y actúan como si la ética fuera una serie de reglas objetivas; la vida humana
es mucho más complicada que eso y nos invita a vivir con incertidumbre” (Holmes, 1994, p. 156).
Para asegurar y mantener la oportunidad de ser éticos, la ética debe estar continuamente abierta a
revisiones y cuestionamientos por parte de los miembros de la comunidad visibles: nuestros
clientes, colegas, comunidades profesionales, comunidades sociales y nosotros mismos. Cada uno
de estos aspectos son parte de mantener abierta la oportunidad de ser éticos.

Incertidumbre

En muchas ocasiones, mis colegas y estudiantes han expresado curiosidad, dificultad e


incertidumbre hacia la manera contingente y posmoderna de ver el conocimiento y el lenguaje y
por lo tanto, la ética. Muchas veces plantean preguntas que retan la ética de la postura posmoderna
y la acusan de relativista. Me interrogan sobre la responsabilidad y fiabilidad del terapeuta. Estas
cuestiones reflejan una perspectiva esencialista de la objetividad con la cual se representan los
valores acordados y las reglas que rigen esos valores, lo que podría caer dentro de la noción del
contenido ético (Swim, 2001).
Las palabras que asociamos con la ética como responsabilidad y fiabilidad, generalmente
son entendidas desde una perspectiva individualista. Esto quiere decir que pueden ser interpretadas
y comprendidas como características de una persona. McNamee y Gergen (1999) sugirieron
reemplazar la responsabilidad individual por la responsabilidad relacional.

7
Mantenemos que las acciones relacionalmente responsables son aquellas que sostienen y
mejoran los intercambios que posibilitan generar acciones significativas. Si los significados
humanos se generan a través de las relaciones, entonces el ser responsable ante procesos
relacionales es favorecer la posibilidad de inteligibilidad, los procesos internos, valores y el
sentido de nuestra existencia. (pp. 18-19).
Lo que McNamee y Gergen señalan es consistente con las nociones de conocimiento y
lenguaje como relacional y generador, abogando así por una ética que incluya una responsabilidad
y fiabilidad compartida. Es decir, que la responsabilidad y la fiabilidad no son características
individuales ni procesos unidireccionales, ni siquiera cuando una persona es designada cultural y
socialmente con un rol jerárquico o autoritario. Cuando el lenguaje y las palabras que se relacionan
con la ética se encuentran aisladas o posicionadas con características individuales, corren el riesgo
de caer en un lenguaje y acciones peyorativas que acusan y culpabilizan que pueden hacer que el
terapeuta abdique o desligue al cliente de sus responsabilidades y fiabilidades.
Con frecuencia se confunde la premisa de que el conocimiento y el lenguaje son relacionales
y generadores con el relativismo o la idea de que “todo se vale” y se acusa a la terapia posmoderna
de falta de ética (Held, 1995). Todo lo contrario; la postura posmoderna nos invita a pensar en
formas de pensar alternativas a lo tradicional, acerca del ser ético. Nos invita a cuestionar y ser
cautelosos antes de adoptar definiciones éticas que fueron aprobadas por estándares sociales y
discursos profesionales que son vistas como verdaderas y universales. Asimismo, nos invita a una
reflexión continua que conlleva una crítica hacia los discursos dominantes existentes fuera y dentro
del consultorio. Si nuestra intención es no hacer daño, entonces necesitamos invitar genuinamente
a las voces de las personas con las que nos relacionamos y conversamos para crear lo que Lynn
Hoffman llama una “ética de la participación” (1992, p. 22) y lo que Susan Swim (2001) sugiere como
“procesos éticos”. Así como los ciudadanos tienen el derecho y obligación de participar en la
creación y operación de su gobierno, un cliente en terapia tiene el mismo derecho y obligación. Por
lo que tenemos que estar listos y dispuestos a lidiar con la incertidumbre inherente, incluyendo la
transformación y el cuestionamiento de la certeza de nuestra propia ética.

Publicado en inglés, originalmente: “Ethics and Uncertainty: Brief Unfinished Thoughts” en Journal
of Systemic Therapies: Vol. 20, No. 4, 2001 (pp. 3-6).

8
Referencias
Anderson, H. (1997) Conversation, Language and Possibilities: A Postmodern Approach to Therapy.
New York: Basis Books.
Gergen, K.J. (1999) An Invitation to Social Construction. Newbury Park, CA: Sage Publications.
Gergen. K.J. & McNamee, S. (1999) Relational Responsibility: Resources for Sustainable 2001
(Dialogue. Thousand Oaks, CA.: Sage Publications.
Goolishian, H. & Anderson, H. (1987) Language systems and therapy: An evolving idea.
Psychotherapy. 24/3S:529-538.
Held, B.S. (1995) Back to Reality: A Critique of Postmodern Theory in Psychotherapy. New York:
W.W. Norton & Co.
Hoffman, L. (1992) A reflexive stance for family therapy. In S. McNamee & K. J.
Gergen (Eds.). Therapy as Social Construction. Newbury Park, CA: Sage Publications.
Holmes, S. (1994) A philosophical stance, ethics and therapy: An interview with Harlene Anderson.
Australian and New Zealand Journal of Family Therapy. 15(3):155- 61.
Swim, S. (2001) Process ethics: Collaborative participation within therapeutic conversation. Journal
of Systemic Therapies.

9
Diálogo: Personas creando significado entre sí y encontrando formas de seguir adelante 6

Durante los años, he mantenido un interés constante en las voces de los clientes – sus experiencias
y descripciones de terapias exitosas y no exitosas y de terapeutas que fueron útiles y no tan útiles.
He entrevistado y consultado a clientes, terapeutas y estudiantes en mi práctica local y alrededor
del mundo. Con frecuencia termino mis conversaciones cuando me preguntan: “¿qué consejo tiene
usted para terapeutas?” Esas voces y sus respuestas a esta pregunta han influenciado
significativamente mi comprensión de la terapia y mi aproximación a esta. Si tuviera que resumirlo,
diría que los clientes hablaban de lo que ahora pienso como “conversaciones relacionales”. Ellos
describían formas particulares en las que los terapeutas escuchaban, oían y hablaban – indicando
maneras, acciones y respuestas en las que los terapeutas comunicaban a los clientes que eran muy
importantes y respetables y que lo que decían era algo que valía la pena ser escuchado. Lo que yo
aprendí resaltó la importancia de la relación en diálogo y en cierta medida influenció en el corazón
y espíritu de mi enfoque, una “forma de ser” del terapeuta, a la que yo llamo una postura filosófica.
Pero primero, voy a discutir el rol del diálogo y la importancia de oír, escuchar y hablar en una
relación y en una conversación, iniciando con una pregunta que ha sido influenciada por estas voces
de los clientes y que siempre está presente: ¿Cómo pueden los terapeutas crear las clases de
conversaciones y relaciones con sus clientes que les permitan a todos los participantes acceder a sus
creatividades y desarrollar posibilidades dónde ninguna parecía existir antes?
Central en la Hermenéutica, la construcción social y las filosofías posmodernas es la noción
de diálogo. El diálogo en la sociedad antigua griega hacía referencia a dia (a través) y logos (palabra).
Hacía alusión al intercambio social y a la generación de significado y comprensión a través de este.
Yo utilizo la noción de diálogo de forma similar, para señalar una forma de conversación: hablar o
conversar con otro o con uno mismo hacia la búsqueda de significado y entendimiento. Enfatizo en
el “hacer con”. Los participantes se involucran entre ellos en una indagación mutua o compartida:
conjuntamente ponderan, examinan, cuestionan y reflexionan. En y a través de esa búsqueda
dialógica, los significados y comprensiones son continuamente interpretadas, reinterpretadas,
clarificadas, revisadas y creadas. Mientras emerge la novedad en el significado y las comprensiones,
se generan posibilidades para el pensamiento, la emoción, la expresión y la acción. El diálogo

6 Artículo traducido por Carlos Felipe Villar-Guhl, Sistemas Humanos

10
verdadero no puede ser otra cosa que generativo. En otras palabras, la transformación es inherente
al diálogo. También hago énfasis en la importancia de tener un “espacio” para el diálogo en el cual
las personas puedan conectar y hablar entre ellas. Y también lo pienso como un espacio metafórico
que el cliente y el terapeuta ocupan juntos y en el cual el diálogo ocurre.
Una búsqueda para comprender no es buscar por lo que no ha sido descubierto, sino por el
contrario, mirar lo familiar con escrutinio, con nuevos ojos y oídos; es ver y escuchar de una forma
diferente para entender de manera diferente, para articularlo de forma diferente. El desafío es que
algunas veces estamos tan acostumbrados a lo familiar que dejamos pasar la anomalía, lo que
usualmente no notamos o la expresión no articulada, por ejemplo, un movimiento, una mirada. Sin
embargo, interesantemente en este proceso en el que el cliente cuenta y el terapeuta aprende,
como lo sugiere Rorty, algunas veces comienza a aparecer espontáneamente asuntos como que lo
familiar comienza a ser hablado en términos no familiares o formas inusuales, dándole un nuevo
significado a lo familiar, a lo cotidiano.
El diálogo es una actividad relacional y colaborativa. Es influenciado, claramente, por los
múltiples contextos, discursos e historias más amplios en los cuales tiene lugar. De gran importancia,
sin embargo, es la relación entre los participantes dialógicos o los compañeros conversacionales.
Wittgenstein habla de la relación y la conversación como elementos que van de la mano: los tipos
de conversaciones que tenemos informan y forman los tipos de relaciones que tenemos entre
nosotros y viceversa7. El diálogo invita y requiere de los participantes un sentido de mutualidad, lo
cual incluye respeto genuino y un interés sincero por el otro.
El diálogo en su naturaleza, involucra el no-saber y la incertidumbre. El interés sincero en el
otro necesita no-conocer al otro, su situación o su futuro con anterioridad, sin importar si el saber
tiene la forma de experiencia previas, conocimiento teórico o familiaridad. Creer que uno conoce a
la otra persona, puede evitar el indagar y el aprender de su unicidad. Asimismo, el diálogo requiere
una actitud de no-saber su direccionalidad o resultado final. Dado que las perspectivas cambian y el
diálogo es inherentemente transformador, es imposible predecir, por ejemplo, cómo una historia
va a ser contada, los giros y vueltas que pueda tener o su versión aparentemente final. Así, estas
características distinguen el diálogo como una actividad conjunta dinámica y generativa y como algo
diferente a otras actividades del lenguaje como la discusión, el debate o las conversaciones
informales.

7 Mi colega Glenn Boyd también discute esto en The Art of Agape-Listening

11
Escuchar, Oír y Hablar: su importancia en el diálogo

El diálogo involucra el proceso entretejido, recíproco, multifacético de escuchar, oír y hablar. Cada
uno es importante para el otro. Cada miembro de la conversación se mueve constantemente entre
estos procesos. Estos conforman natural y espontáneamente las conversaciones; no son ni métodos
discretos ni ordenados en pasos ni técnicas.
En mis entrevistas con clientes acerca de sus experiencias en terapia, comentan acerca del
escuchar y oír del terapeuta: “Ella me escuchó”, “Él oyó exactamente lo que dije”, y “Todo lo que yo
quería era que alguien me escuchara”. El factor más común en la terapia que no resulta siendo útil
es el no ser escuchado u oído. Recuerdo una conversación con un hombre en Suecia que conocí en
una entrevista de consulta. Había sido diagnosticado de esquizofrenia paranoide y estado en
tratamiento durante los últimos cinco años con varios psiquiatras y psicólogos. Se refirió a ellos
como quienes efectuaban preguntas para “reunir detalles y hechos”, quienes interrogaban para
escuchar “la historia que asumo ellos ya conocían”. Enfatizó: ninguno nunca “me escuchó” o “me
conoció”; con una emoción intensa, comentó que era “triste” y “doloroso”. Resumiendo, sintió que
ellos no tenían la necesidad de interesarse en él o en su historia; tal vez ya lo conocían como una
categoría diagnóstica. El hombre consideró que nadie se había interesado en escucharlo ni en oír lo
que tenía que decir hasta que conoció al equipo de terapeutas que lo invitó a encontrarse conmigo.
Percibió que ellos escucharon y oyeron, y si a veces no entendían, por lo menos lo intentaban
sinceramente.
Las voces de personajes ficticios a veces capturan lo que quiero expresar de una forma mejor
de la que yo puedo. Las palabras de Smila, el personaje principal en el film de misterio Smila’s Sense
of Snow, ilustra de forma hermosa el tipo de escucha al cual me estoy refiriendo:
Muy pocas personas saben cómo escuchar. Su prisa los saca de la conversación, o ellos
tratan internamente de mejorar la situación, o están preparando lo que van a decir cuando
tú te calles y es su turno para subirse al escenario… Es diferente con el hombre que está
parado frente a mí. Cuando hablamos, él escucha sin distraerse de lo que digo, y solo a lo
que yo digo (Høeg, 1993, pp. 44-45).
Defino el escuchar como prestar atención, interactuar y responder con la otra persona.
Escuchar es parte del proceso de tratar de oír y comprender lo que alguien más está diciendo desde
su perspectiva. Es una actividad participativa que requiere responder y tratar de entender; es ser
genuinamente curioso; hacer preguntas y aprender más acerca de lo que es dicho y no acerca de lo

12
que uno piensa que debe ser dicho. Requiere cotejar con el otro para aprender si lo que uno piensa
que oyó es lo que la otra persona espera que uno hubiera oído. Para hacer esto necesitamos usar
términos similares o palabras diferentes de aquellas que el otro está utilizando, para proveer la
oportunidad al terapeuta de comparar y contrastar los significados, al mismo tiempo que el cliente
clarifica, corrige o confirma las comprensiones ausentes o diferentes del terapeuta. Esto es, si uno
simplemente usa las mismas palabras de quien está narrando, ninguno de los dos puede confirmar
o no el entendimiento. Hago una distinción entre respuestas a preguntas para participar en el contar
historias, que se convierten en ayuda para clarificar y expandir, y respuestas a cuestionamientos
que buscan detalles y hechos para determinar cosas como diagnósticos e intervenciones que
intentan guiar la conversación en una dirección particular.
Es importante tener en mente qué clase de respuestas facilitan y cuáles obstaculizan el
diálogo. ¿Cómo sabría uno, por ejemplo, si lo que el otro dice es respetado y valorado versus
desvalorado y no tenido en cuenta?, ¿Qué señalaría a quien escucha que lo que quien habla acaba
de decir, es suficiente o que es posible seguir hablando? Quien escucha puede contestar con o sin
palabras. Un movimiento del cuerpo como una mirada, el encoger los hombros o un suspiro, es una
respuesta. Como lo sugiere Tom Andersen, las palabras habladas están acompañadas de
movimientos corporales. También es relevante considerar que la falta de una respuesta es una
respuesta; es una comunicación que el receptor interpreta tal y como lo haría con cualquier otra.
En mis entrevistas, los clientes mencionaron que la no-respuesta de un terapeuta a veces
los hace sentirse no importantes, desacreditados, con dudas, y así sucesivamente. También
reportaron cuestionarse si el terapeuta tiene una respuesta privada silenciosa que no comparte. En
ese caso, los clientes pensaron que la respuesta debería ser muy prejuiciosa ya que de lo contrario
la compartirían. Recuerdo escuchar a una colega comentar acerca de una discusión que tuvo, en la
que discrepaba de alguna opinión y no valoraba lo que la otra persona acababa de decir.
Sinceramente y con algo de orgullo dijo: “Fui una buena escucha. No dije nada. Solo escuché y
esperé pacientemente hasta que terminara”. No sé cómo la otra persona recibió la contestación de
mi colega. Doy este ejemplo para enfatizar la importancia de una respuesta y que de hecho la no-
respuesta es una respuesta. La “dificultad de la diferencia” es parte del proceso dialógico. En vez de
rechazar aquello con lo que no se está de acuerdo, bien sea por medio del silencio o la censura, se
puede generar una oportunidad para el diálogo. Por ejemplo, preguntar para tratar de crear sentido
de la perspectiva de la otra persona y ser curioso de acerca de su perspectiva que escucho como
diferente. Una buena escucha responde, como John Shotter (1995) sugiere, “en” la conversación;

13
actuamos responsivamente “en” una situación haciendo lo que ‘esta’ requiere” (p.362). He
escuchado a Tom Andersen (1991) hablar acerca del cómo responder es importante para invitar y
fomentar tanto la relación como el diálogo. También he escuchado a Jaakko Seikkula (2003) decir,
que nada es más terrible que una falta de respuesta.
Esta perspectiva de la escucha difiere de la planteada en la literatura en Psicoterapia, en la
cual su rol primario ha sido adquirir información clínica. En gran medida, ese tipo de escucha ha sido
una tarea pasiva. La parte activa ha sido la clasificación silenciosa y la creación de sentido de lo
escuchado a través de la oreja interpretativa del terapeuta.
En mi experiencia, uno aprende más acerca de la otra persona y de su situación cuando la
escucha como si estuviera oyendo una historia. Cuando uno escucha una historia, por lo general
pone atención al todo; cuando uno está absorto, no necesariamente se da cuenta de los detalles y
hechos concretos. De forma interesante, sorpresiva y quizá paradójica, cuando uno deja de
enfocarse en los detalles y hecho concretos, desarrolla una mejor manera de recordarlos. De la
misma forma, pienso que es difícil dedicar toda la atención a la historia cuando se está ocupado
tomando notas mientras que el otro está narrando. También en mi experiencia, al imaginar al otro
como si estuviera contando su historia, uno se involucra con la historia y con quien la está relatando.
Imagine como escucharía una historia si realmente creyera que no la ha escuchado anteriormente
y lo estuviera realizando por primera vez, la poca familiaridad con ésta invita a la curiosidad y a la
anticipación.
Recuerdo la vez que escuché a la ganadora del premio Pulitzer, Jhumpa Lahira leer su novela,
The Namesake (2003). Yo estaba embelesada mientras ella leía el capítulo acerca del nombre del
niño, Gogol, quien era el protagonista. Me agarré vehementemente a cada palabra mientras me
imaginaba los personajes y sus acciones. El capítulo era una colección de escenarios acerca de la
influencia que su nombre tuvo en sus relaciones y su identidad. Cuando terminó de leer, yo estaba
ansiosa por escuchar el resto de la historia; no la conocía. Aún recuerdo muchas cosas acerca de
Gogol y de los eventos y personas en su vida: palabras y frases, así como hechos y detalles,
permanecieron en mí aun cuando no los estaba escribiendo mientras ella leía.
El proceso de contar historias en terapia es mucho más que una persona contando una
historia y la otra simplemente escuchándola. Quien escucha debe estar involucrado activamente,
tanto escuchando como hablando. Este escuchar es definido por Susan Levin (1992) como un
“proceso que involucra el negociar las comprensiones” (p.48), “una lucha interactiva por el

14
significado compartido que ocurre cuando dos personas o más intentan llegar a una comprensión
conjunta de algo” (p.50). Escuchar y oír van de la mano y no pueden ser separados.
En mi experiencia, la negociación de la comprensión en y a través del diálogo se realiza de
una forma diferente. Esta manera de comprender incluye acciones y actitudes especiales
terapéuticas que llamo, influenciada por la noción de Shotter de escucha responsiva, una escucha
activa-responsiva la cual invita a los clientes a contar lo que piensan, sus preocupaciones internas.
Para ayudar a que una historia se pueda compartir, un terapeuta debe sumergirse en el mundo del
cliente y mostrar un interés en la manera en la que el cliente ve el problema, su causa, su ubicación
y su solución. Es igualmente importante, para los terapeutas, conocer las expectativas que las
personas tienen de la terapia y del terapeuta. Como lo he dicho en otro lugar,
Esta forma de escuchar y responder invita a que el terapeuta entre a la terapia, con una
postura genuina y de una manera que se caracteriza por la apertura a la otra persona: su
realidad, creencias y experiencias. Esta postura implica el mostrar respeto, tener humildad
y creer que lo que el cliente tiene que decir es algo que vale la pena ser escuchado. Esto
implica poner atención consideradamente, mostrar que valoramos el conocimiento del
cliente acerca de su dolor, miseria o dilema. También implica el indicar que queremos
conocer más acerca de lo que el cliente acaba de decir o acerca de lo que puede que no
haya dicho aún. Esto se logra interactuando activamente y respondiendo a lo que el cliente
dice a través de preguntas, comentarios, extendiendo ideas, y dilucidando o compartiendo
pensamientos privados en voz alta. Interesarse de esta manera ayuda al terapeuta a aclarar
y prevenir los malentendidos de lo dicho y aprender más acerca [y participar en la creación
de] lo no dicho…
Esos comentarios y preguntas que buscan evitar los malentendidos deben ser ofrecidos de
una forma tentativa y curiosa que muestre un interés genuino por entenderlo. La escucha-
activa-responsiva no significa sentarse cómodamente y no decir nada. No significa que un
terapeuta no pueda ofrecer una idea o expresar una opinión. Tampoco significa que es sólo
una técnica. La escucha-activa-responsiva es una forma y actitud natural del terapeuta que
comunica y demuestra un interés sincero, respeto y curiosidad. El terapeuta da tanto
tiempo y espacio para la historia del cliente como sea necesario, y sí, a veces, sin
interrumpir. Esto es, no me molesta y yo no hago ninguna inferencia si el cliente elije hablar
por un tiempo largo (Anderson, 1997 pp. 153-154).

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Diálogo Interno

Debo decir explícitamente que cuando hablo del diálogo me refiero tanto al externo como al
interno. El interno es la conversación que tenemos con nosotros mismos o con otro imaginado. El
diálogo interno del terapeuta es el primer paso hacia el diálogo y es crítico para fomentarlo. En
ocasiones digo a mis estudiantes que las conversaciones más importantes en el consultorio o en el
salón de clases son las internas y silenciosas que el estudiante y el cliente tienen mientras el
terapeuta y el profesor hablan. La expresión del pensamiento silencioso es en sí misma generativa;
esto es, la expresión del pensamiento, bien sea a través de la articulación o la gestualidad en el
espacio relacional, es un proceso interpretativo y generador de significado. El proceso de expresión
forma y da forma al pensamiento aún no hablado.
Articular el diálogo interno, puede ayudar a que el terapeuta gane claridad en sus
pensamientos. Como Harry Goolishian solía decir, “Yo nunca sé lo que quiero decir hasta que lo
digo”. Esta articulación puede tener lugar en el consultorio o en una conversación después de la
terapia con colegas o con uno mismo. Mi preferencia siempre es la de mantener al cliente en estos
ciclos dialógicos internos. Las conversaciones privadas, en voz alta o en papel, tales como revisar
videos de sesiones en las que el cliente esté presente, pueden arriesgar el monólogo del terapeuta.
Las interpretaciones privadas de un terapeuta también ponen en riesgo, aunque a veces sin
quererlo, al asumir una posición de saber y autoridad. En la supervisión de equipos terapéuticos
clínicos de estudiantes, he encontrado que los alumnos quieren hablar sin parar del cliente después
de la sesión. Yo propongo que esa conversación no tiene relevancia porque la persona más
importante no está presente. Sugiero guarden sus comentarios y preguntas y se las hagan al cliente
en la siguiente sesión. Considero primordial compartir los pensamientos privados con y hablar con
el cliente y no acerca del cliente. Usualmente, sin embargo, cuando llega la siguiente sesión, las
cosas con las que los estudiantes estuvieron ocupados en ese momento no tienen tanta
importancia.
Escuchar y hablar son igualmente importantes. Como lo menciono anteriormente, el
terapeuta escucha al cliente, pero debe preguntar para determinar si las palabras dichas fueron
escuchadas en la forma en la que el cliente quiere que el terapeuta las escuche. ¿Cómo puede el
terapeuta preguntar para darse cuenta si ha entendido bien, parcialmente o ha malentendido sin
expresar y articular sus pensamientos internos? Nuevamente, si quien escucha solo repite las
palabras de quien habla, quien habla solo puede confirmar haber dicho esas palabras. Ni quien

16
habla, ni quien escucha va a tener idea si quien escucha entiende el significado de esas palabras.
Lograr la comprensión y promover el diálogo son parte de un proceso activo en el cual quien escucha
interactúa con las palabras y, por ende, con quien habla (Anderson, 1997). El riesgo recae en el
potencial del malentendido en el diálogo, entendiendo por malentendido una comprensión que
difiere de la intención de quien habla.

Mejorando la posibilidad para el Diálogo

El diálogo es un proceso interactivo de interpretaciones de interpretaciones. Una interpretación


invita a otra interpretación. Interpretar es el proceso de comprender. En el proceso de tratar de
comprender, se producen nuevos significados. En este sentido, la interpretación no es un proceso
silencioso e inactivo. Implica el proceso activo, interactivo y responsivo de escuchar y hablar tal y
como ha sido discutido arriba. Quien escucha responde con un enunciado, un gesto, una mirada, a
quien habla; quien habla responde a quien escucha. Cada uno habla tanto como escucha. Lo que es
dicho adquiere significado en este ir y venir entre las personas involucradas.
Escuchar, oír y hablar son expresiones de una forma de ser que invita a un espacio que se
convierte en un lugar de reunión para el proceso relacional del diálogo. ¿Pero cómo puede uno
asumir una manera de ser que invite al diálogo? ¿Cómo puede invitarse a otra persona a hablar con
uno? Basada en mis entrevistas con clientes, terapeutas y estudiantes, creo que implica vivir
auténticamente lo que la mayoría deseamos: que crean y confíen en nosotros como un ser humano
valioso, sin importar nuestras circunstancias de vida; ser aceptados, sin importar que tan absurdas
nuestras palabras y acciones parezcan ser; y tener un lugar seguro y una oportunidad amplia para
expresarnos completamente. A continuación, describo algunas ideas para tener en cuenta cuando
la intención es invitar a participar en el diálogo.
 Escuchar, oír y hablar, respetuosamente. El respeto es una actividad relacional; no es una
característica interna. Respetar es tener y mostrar consideración por el valor del otro. Es
comunicado a través de la actitud, tono, postura, gestos, movimientos de ojos, palabras y
del entorno.
 Escuchar, oír, y hablar como un aprendiz. Sea genuinamente curioso acerca del otro. Uno
debe creer sinceramente que puede aprender del otro. Escuchar y responder con el interés
expreso acerca de lo que la otra persona está hablando: sus experiencias, sus palabras, sus
sentimientos, etc.

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 Escuchar, oír y hablar para comprender. No entienda demasiado rápido. Tenga en cuenta
que la comprensión nunca termina. Sea tentativo con lo que usted dice y puede saber. El
saber interfiere con el diálogo; puede imposibilitar el aprender acerca del otro, el dejarse
inspirar por el otro e impedir la espontaneidad intrínseca del diálogo genuino. El saber
también pone en riesgo mantener o aumentar las diferencias de poder.
 Escuchar, oír y hablar con cuidado. Las pausas son importantes. Tome tiempo antes de
hablar; dele a la otra persona tiempo para terminar y dese usted un momento para pensar
acerca de lo que quiere decir y cómo lo quiere decir.
 Escuchar, oír y hablar naturalmente. Escuchar, oír y hablar son actividades y procesos
relacionales, no son técnicas. Cuando minimizamos la complejidad del diálogo al reducirlo
a técnicas, arriesgamos perder o interferir con nuestras habilidades sociales y
conversacionales naturales.
El diálogo opera en un continuo. Algunas veces estamos menos involucrados en un proceso
dialógico y a veces estamos más involucrados. No quiero sugerir que los diálogos usualmente sean
armoniosos o fáciles. No siempre resonamos con los otros. Cuando ocurre la disonancia, encuentro
útil pensar acerca de la distinción dialógica-monológica. Encuentro útil para los terapeutas el pausar
y reflexionar acerca de su diálogo interno: ¿está contribuyendo la conversación interna del
terapeuta a la dificultad y de ser así, ¿cómo? Sin embargo, no busco o pienso, por ejemplo, en las
diferentes fases de una conversación como si tuviera momentos dialógicos y momentos
monológicos. El todo de la conversación y de la relación es lo que cuenta.
Parafraseando a Wittgenstein, el diálogo nos permite encontrar nuevas maneras de seguir
adelante desde donde nos encontramos. Tal vez esto es lo que es útil en el diálogo: encontramos
formas de seguir adelante. O, en última instancia, al menos tenemos un sentido o una esperanza
que posibilita el que seamos capaces de seguir adelante.

Este artículo fue escrito originalmente como una presentación para la Octava Conferencia Anual
de Diálogos Abiertos como Dialogue: People Creating Meaning with Each Other and Finding Ways
to Go On. Tornio, Finlanda, agosto 29, 2003.

Referencias
Andersen, T. (1991). The reflecting team: Dialogues and dialogues about dialogues. New York, NY:
W.W. Norton & Company.

18
Anderson, H. (1997). Conversation, language and possibilities: A postmodern approach to therapy.
New York, NY: Basic Books.
Lahiri, J. (2003) The Namesake. Boston, USA: Houghton Mifflin.
Høeg, P. (2012). Smilla's Sense of Snow. USA: Peter Picador
Seikkula, J., & Olson, M. (2003). The open dialogue approach to acute psychosis. Family Process,
42, 403–418.
Shotter, J. (1995). A `Show’ of Agency is Enough. Theory & Psychology, Vol 5, Issue 3, 1995 pp-
362-380.

19
LA ORIENTACIÓN FILOSÓFICA: El corazón y el espíritu de la Práctica Colaborativa8

Para mí hay una pregunta que siempre está presente es:


“¿Cómo pueden nuestras prácticas tener relevancia para las vidas cotidianas de las personas
en nuestro mundo que cambia tan rápidamente?, ¿qué es esta relevancia y quién la define?”
Mi conversación de hoy es una respuesta a este asunto. Es acerca de una aproximación
colaborativa a estas prácticas; una perspectiva que ofrece un marco diferente; una actitud diferente
acerca de cómo pensamos sobre la gente con quien trabajamos en nuestros roles como
profesionales. Hablaré brevemente acerca de tres “supuestos” de las perspectivas/orientaciones
que informan mis prácticas para determinar la base de lo que llamo la “postura filosófica”: la manera
de ser del terapeuta que emerge desde estos supuestos.

Pero primero: ¿cuáles son algunas de las influencias?

Vivimos en un mundo líquido, en constante cambio, caracterizado tanto por las transformaciones
sociales, culturales, políticas y económicas como por la influencia de la descentralización de la
información, el conocimiento y la experticia. Este congreso, “Soñando el Mundo” es testimonio de
la proyección de la democracia, la justicia social y los derechos humanos; la importancia de la voz
de las personas y la necesidad de colaboración. En mis viajes, hablando con gente de todo el mundo,
algo me indica, que, de una manera u otra, quieren participar en lo que afecta sus vidas. Han perdido
la fe en las instituciones rígidas que los tratan como números y categorías ignorando su humanidad
o, peor aún, se les vulnera violentamente. Las personas piden sistemas y servicios más flexibles y
respetuosos; piden que cuestionemos nuestras tradiciones psicoterapéuticas.
Yo no me levanté una mañana y decidí que quería ser una practicante colaborativa. Esta
evolución ha transcurrido a lo largo de los años y ha sido continuamente influenciada por la
naturaleza reflexiva de la teoría y la práctica; históricamente un gran porcentaje de mis prácticas en
equipo incluyeron lo que se llama comúnmente “fallos en el tratamiento”. Me pregunté ¿cuál es la
naturaleza especial de la terapia y los terapeutas que hacen la diferencia?, ¿Cómo puede la terapia
ser más relevante y efectiva? Este interés y curiosidad me llevó durante bastante tiempo a
entrevistar a clientes acerca de sus experiencias de terapias satisfactorias e insatisfactorias.

8 Traducido por Josep Seguí, ENDIALOGO Asociación Española de Prácticas Colaborativas y Dialógicas

20
Lo que aprendí parecía tener que ver con lo que las personas alrededor del mundo estaban
exigiendo e influyó significativamente en mi práctica colaborativa.
Esta postura filosófica comparte bases comunes con una comunidad internacional creciente
de practicantes y estudiosos de la clínica que fundamentan su trabajo principio extraídos de las
teorías posmodernas, construccionistas sociales, y dialógicos. Son las terapias conocidas como
posmodernas, conversacionales, dialógicas, discursivas, reflexivas y “withness”9.

Supuestos seleccionados para mis perspectivas-orientaciones

Además de lo que aprendí de los clientes, la práctica colaborativa se sitúa en un conjunto de


supuestos abstractos que pasan por los escritos filosóficos de pioneros como Bahktin, Foucault,
Gadamer, Heidegger, Lyotard, Vygotsky y Wittgenstein.
Combinadas sus ideas acerca del conocimiento, el lenguaje y el diálogo como relacionales,
participativos, interpretativos e inherentemente transformadores de procesos, todos ellos desafían
nuestras tradiciones psicoterapéuticas heredadas y ofrecen una perspectiva alternativa.

Tres supuestos de las perspectivas-orientaciones y los desafíos a que nos invitan estas miradas
filosóficas

Antes de hablar de los mismos déjenme decir unas pocas palabras acerca de las relaciones
colaborativas y dialógicas:
 Mantener el escepticismo. Es importante mantener una actitud crítica y cuestionadora
acerca del conocimiento como algo fundamental y definitivo. Esto incluye lo relativo a los
discursos heredados y establecidos como dominantes, las meta-narrativas, las verdades
universales, y las reglas. Nacemos, vivimos y somos educados en sistemas de conocimiento
y tradiciones que normalmente damos por sentadas. A menudo adquirimos y reproducimos
conocimiento institucionalizado que puede llevar a prácticas terapéuticas que están fuera
del ritmo de nuestras sociedades contemporáneas y posiblemente son ajenas también a la

9 (N.del T. La palabra “withness” no tiene una traducción directa al español. En cierto modo es una derivación de “witness”;

testigo. A diferencia de este, testigo como observador externo, el practicante withness está “con” la persona. Pero no solo
está, si no que piensa “con”, actúa “con”, siente “con”. Quizá uno de los autores que más ha trabajado este concepto-
práctica es John Shotter. Consultar, por ejemplo: Más que la Fría Razón: ‘Pensar con’ o ‘pensamiento sistémico’ y ‘pensar
acerca de sistemas’. International Journal of Collaborative Practices 3(1), 2012: 14-27. [Recuperado el 30/07/2017].

21
humanidad. No estoy sugiriendo que abandonemos nuestro conocimiento o discursos
heredados tales como la terapia o la psicología familiar; tampoco sugiero que el
posmodernismo o el construccionismo social, por ejemplo, sean narrativas de meta-
conocimiento. Todo y cualquier conocimiento puede ser útil. El desafío: una invitación a ser
un practicante reflexivo: cuestionar cualquier discurso afirmativo de la verdad, incluyendo
el propio discurso posmoderno.
 Evitar la generalización. Existe la probabilidad de que los discursos dominantes, las meta-
narrativas y las verdades universales puedan ser generalizadas y aplicadas entre la gente,
las culturas, las situaciones o los problemas. Pensar en términos de un conocimiento fuera
del tiempo tal como los escritos teóricos y las reglas predeterminadas, pueden crear
categorías, tipos y clases de personas, problemas y soluciones que pueden inhibir nuestra
capacidad para aprender acerca de lo único y novedoso de cada individuo o comunidad.
 Acostumbrarnos nos puede tentar a llenar las lagunas y guiar nuestro proceder basándonos
en nuestras suposiciones en lugar de aprender de la persona con la que estamos hablando.
o La familiaridad tiene el riesgo de despersonalizar al cliente e impedirnos aprender
acerca de lo especial que es. Al mismo tiempo puede limitar nuestras y sus
posibilidades. La invitación es a aprender acerca de lo diferente en cada persona y
su vida directamente a través de ellos mismos, y ver lo cotidiano o lo que yo creo
que debería de saber de una manera fresca y no basada en la costumbre. Y, de
manera conjunta, crear soluciones para las situaciones problemáticas de la vida que
sean únicas y adecuadas para cada quien. El desafío: tener cuidado con ser
seducidos por generalizar el conocimiento y los riesgos consecuentes de limitar las
posibilidades y ver y encontrar aquello que estamos buscando.
 Privilegiar el conocimiento local. Es importante que el conocimiento local tal como
experticias, verdades, valores, hábitos, narrativas y sabidurías, sea creado por una
comunidad: una familia, una clase, o una sala de juntas de una empresa, quienes tienen el
conocimiento de primera mano acerca de ellos mismos y su situación. En el caso de este
congreso sería la sabiduría indígena ancestral. El conocimiento local formulado desde
dentro de una comunidad para dirigir sus necesidades, puede ser más relevante, más
pragmático y más sostenible. Este conocimiento, desde luego, siempre se desarrolla en
contraposición a los discursos dominantes, las meta-narrativas y las verdades universales y
es influido por todos ellos. Desde luego no estoy sugiriendo, que estas bases deban de ser

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abolidas del todo, sino considerar su utilidad. El desafío: privilegiar el conocimiento local. Y,
como este Congreso sugiere, y cito de la página web del mismo: “la necesidad de
entendimientos locales, acciones y soluciones”.

¿Cuáles son las implicaciones prácticas de estos supuestos de la postura filosófica?

Esta postura nos invita a abandonar nuestras cajas de pensamiento habituales y a cambiar la manera
en que vemos las cosas y por tanto, nuestra forma de ser. Nos invitan a adoptar una actitud diferente
acerca de la gente con la que trabajamos, nuestras relaciones con ellos, lo que esperamos alcanzar
y cómo lo hacemos.
A menudo me preguntan, “¿cómo influyen estos supuestos en la manera cómo pienso
acerca de la psicoterapia y su proceso, incluyendo mi rol?” y “¿cuáles son las técnicas, los pasos a
seguir?” Para comenzar, la práctica colaborativa no es una fórmula o una terapia basada en el paso
a paso; se sustentan en lo que llamo una mirada filosófica: una forma de ser. Por último, las formas
particulares de relaciones se desarrollan de manera natural a partir de las conversaciones.

La Relación Colaborativa y la Conversación Dialógica

La Relación Colaborativa y la Conversación Dialógica se refieren al espacio metafórico y al proceso


polifónico en el que se genera la transformación. En otras palabras, la transformación ocurre en las
dinámicas de la relación y la conversación.
La esencia de la relación colaborativa implica cómo nos orientamos a ser, actuar y responder
“con” otra persona, de manera que el otro se nos una en el compromiso compartido y la acción
conjunta que yo llamo indagación compartida.
El diálogo, de acuerdo con Bakhtin (1984) es una forma de comunicación en la que los
participantes se comprometen uno “con” otro en voz alta, y “consigo” mismos silenciosamente, en
la búsqueda de significado y comprensión. Esto incluye cualquier manera en que intentamos
comunicar, articular y expresarnos, incluyendo palabras, signos, símbolos, gestos, etc.
En terapia, el diálogo implica una indagación compartida: respondiendo conjuntamente,
comentando, examinando, cuestionando, sorprendiéndose, reflejando, asintiendo incluso con la
cabeza, tal como he dicho anteriormente. El diálogo es un proceso de tratar de entender a la otra
persona desde su perspectiva, no desde la nuestra. El entendimiento dialógico no es una búsqueda

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de hechos o detalles, sino una orientación. Es un proceso (inter)activo, no pasivo, que requiere la
participación, a través de la respuesta, para aprender acerca del otro desde la persona misma, más
que pre-saber y entenderle desde una teoría u otras posiciones predefinidas.
Desde mi experiencia, cuando las personas tienen un espacio metafórico y se comprometen
en un proceso polifónico a las relaciones colaborativas y las conversaciones dialógicas, comienzan a
hablar y escucharse a sí mismos, a los demás, y a otros de nuevas maneras. A través de estas
conversaciones, la novedad permite que la persona se puede expresar de una variedad infinita de
formas mejorando su propia agencia y liberando diversas identidades.
Todavía nos queda la pregunta, “¿cómo pueden los profesionales invitar a, facilitar y
mantener la condición y el espacio para la colaboración y el diálogo?” Regreso de nuevo a la postura
filosófica.

La postura filosófica

La postura filosófica es el corazón y el espíritu de la práctica colaborativa. Es una forma de ser que
implica una postura y una actitud, así como un tono que comunica a los otros la importancia especial
que tienen para mí, que son seres humanos únicos y no una categoría de, y que son reconocidos,
apreciados y tienen algo que decir que es digno de ser escuchado. Esta postura invita y anima al
otro a participar desde una base más igualitaria. Refleja una manera de ser con la gente incluyendo
el pensar con, hablar con, actuar con y responder con ellos, no para ellos o acerca de ellos. La palabra
significativa aquí es con; un proceso de orientar y re-orientarse hacia la otra persona. La terapia, las
relaciones y las conversaciones con son más participativas y mutuas y menos jerárquicas y dualistas.
Basados en esta creencia y actitud, las acciones del terapeuta para conectar, colaborar y
construir con los demás llegan a ser acciones auténticas, espontáneas y naturales; no técnicas ni
pasos pre-estructurados.
La postura filosófica se convierte en una expresión de valor, una creencia y una forma de
ver el mundo que no separa lo profesional de lo personal. La congruencia es importante, como Roy
Bowden dijo presentando a Mason Durie10: “Busqué, pero aún trato de encontrar la diferencia entre
usted como psiquiatra y usted como persona”. ¡Qué elogio! Destacar el ser una persona y no el jugar
un rol.

10 Plenaristas en el Congreso.

24
Siete características interconectadas con la postura filosófica y orientadas a la acción
Indagación mutua

El terapeuta y el cliente conforman una asociación conversacional caracterizada por una actividad
articulada de indagación mutua o compartida. Esto es, el proceso en el que dos o más personas le
dan vueltas a alguna cosa y la encaminan hacia una dirección.
El terapeuta invita a la otra persona o personas a una indagación mutua tomando una
posición de curiosidad. Pero de nuevo, ¿cómo invitas a los otros a la indagación mutua para que se
unan a ti en ser curiosos acerca de sus circunstancias en formas en las que no habían sido capaces
antes consigo mismos o con otros?
Con mis estudiantes uso la metáfora del anfitrión/huésped. Invitar a otro a este tipo de
relaciones y conversaciones de las que estoy hablando empieza con lo que Derrida sugiere como
hospitalidad incondicional. La metáfora del anfitrión/huésped destaca la importancia de una
hospitalidad incondicional, así como las sutilezas y los matices acerca de cómo comienzan nuestros
saludos y reuniones; el dar forma al tono, la calidad y las posibilidades de cómo estaremos y qué
haremos juntos trae como consecuencia el potencial para la transformación (Anderson, 1997, 2007).
Destaco que el terapeuta es el anfitrión y, al mismo tiempo, un invitado temporal y transitorio en la
vida del otro.
... es como si el terapeuta es un anfitrión que se encuentra y saluda al cliente como un
invitado mientras simultáneamente él mismo es un invitado en la vida del cliente. Yo
pregunto a mis estudiantes cómo les gustaría ser recibidos como invitados ¿Qué hace el
anfitrión para que se sientan bienvenidos o no, a gusto o no y especiales o no? ¿Que marcó
la calidad del encuentro y el saludo para que se sintieran de una manera u otra? Estas no
son preguntas retóricas, mas no espero respuestas específicas. En su lugar, lo que quiero es
que los estudiantes piensen acerca de su experiencia en las relaciones y conversaciones y
qué les comunicaron dichos encuentros (Anderson, 2007, p. 45).
También uso la metáfora de la pelota 11 para posteriores debates con mis estudiantes.
Cuando me encuentro por primera vez con un cliente y empieza a hablar, es como si me hubiera
traído un regalo especial, una pelota con fragmentos narrativos seleccionados de su historia de vida.

11(N. del T. Harlene habla literalmente de “Storyball”, que sería algo así como la “pelota de las historias”. La palabra se
viene traduciendo al español en el contexto de las Prácticas Colaborativas y Dialógicas sencillamente como “pelota”).

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Ellos me entregan el regalo, una pelota de hilos entrelazados de sus narrativas de vida y sus
circunstancias actuales.
Tal y como acercan su pelota hacia mí y mientras sus manos aún están en ella, yo la
contemplo y pongo mis manos suavemente en la misma; pero no se las quito. Empiezo a
participar con ellos en la narración de la historia y voy mirando lentamente y escuchando lo
que me están enseñando. Intento aprender y entender su historia respondiéndoles. Soy
curiosa, hago preguntas, comentarios y gestos. Yo soy la aprendiz, el cliente es el profesor.
Desde mi experiencia encuentro que esta posición del terapeuta como aprendiz actúa como
un compromiso espontáneo con el cliente como co-aprendiz; es como si la curiosidad del
terapeuta fuera contagiosa. En otras palabras, lo que empieza como un aprendizaje en una
sola dirección llega a convertirse en bidireccional, un proceso de ida y vuelta, de aprendizaje
mutuo; el cliente y el terapeuta co-exploran lo familiar y co-desarrollan lo nuevo, cambiando
hacia una indagación conjunta en la que se examina y cuestiona, preguntándose y
reflexionando uno con el otro (Anderson, 2007, p. 47).
Es importante tener en cuenta que como Helen Milroy dijo ayer: “Un regalo tiene que ser
dado libremente”. Yo no le pregunto al cliente ni le digo lo que me ha de dar. Es su elección. Mis
reacciones, ya sean preguntas, comentarios, gestos, etc., están informadas por y vienen de dentro
de la conversación misma; se refieren solo a lo que el consultante ha dicho o hecho. Las personas
no son informadas por mis "verdades" acerca de ellas; yo no sugiero cómo deberían de estar
hablando o qué tendrían que estar haciendo, verdades derivadas, por ejemplo, de mapas teóricos,
experiencia clínica o valores personales. Mis reacciones son mi manera de participar en la
conversación y se ofrecen a partir de una posición de aprendizaje continuo para asegurarme que
entiendo lo mejor que puedo. Mi objetivo es generar un proceso bidireccional que involucra al
cliente en una nueva curiosidad sobre sí mismo. A través del proceso de indagación compartida, el
cliente comienza a desarrollar significados para sí mismo y para las personas y eventos en su vida
que le permiten la ampliación de la misma o una nueva agencia. En otras palabras, la novedad viene
de dentro del proceso dialógico.
A través de esta actividad conjunta, la relación y la conversación empiezan a determinar el
proceso de indagación. Esta manera de indagar no define la relación y la conversación, sino todo lo
contrario. Es decir, cliente y terapeuta crean, a partir de dentro del proceso conversacional, el
momento a momento de la relación y la conversación presente y no desde fuera de ella o
anticipadamente. El terapeuta no controla la dirección de la conversación o la narración, pero

26
participa en ella. Juntos, conforman el relato de la historia y la nueva narración. El relato produce
una riqueza de nuevas posibilidades y futuros inimaginables.
Cuando trabajo con una familia pienso en cada miembro como con su propia pelota. Quiero
hacer espacio para mostrar la importancia que pongo en cada uno. No es raro que los miembros
tengan versiones de historias diferentes y a veces en competencia la una con la otra. Estas son parte
de la narrativa colectiva. Estoy interesada en explorar y comprender cada una; no lucho por un
consenso de la historia, las versiones, el pasado, presente o futuro. Las diferencias y la tensión son
importantes aspectos del diálogo y mantienen la riqueza de las posibilidades que pueden surgir.
Es importante que el terapeuta facilite un amplio espacio para escuchar y hablar. En mi
experiencia, en el proceso dialógico al que me estoy refiriendo, a medida que un miembro de la
familia habla y los demás escuchan, todas las partes empiezan a experimentar una diferencia en la
narración y re-narración de historias. Cuando una persona tiene espacio para expresarse
plenamente sin interrupción y los demás tienen igual espacio para escuchar, todos empiezan a tener
una experiencia diferente de cada uno y de lo que se dice y oye. Cuando usted es capaz de escuchar
completamente sin, por ejemplo, estar sentado en el borde de su silla preparando una respuesta,
comienza a oír y entender las cosas de otras maneras.

Experticia Relacional (el cliente es el experto)

Tanto el cliente como el terapeuta traen experticia al encuentro: el cliente en sí mismo y en su


mundo; el terapeuta es un experto en un espacio y proceso de relaciones colaborativas y
conversaciones dialógicas. El enfoque en la experticia del cliente no niega la del terapeuta: centra
la atención en los recursos del cliente acerca de su propia vida y nos previene de valorar, privilegiar
y mirar al terapeuta como un mejor conocedor que el cliente.
No sugiero que el terapeuta carezca o pretenda una falta de experticia. Por supuesto la
tiene. Está presente, pero no de una forma jerárquica e instructiva. Desde una perspectiva
colaborativa hay diferentes tipos de experticia: es un "saber-cómo" invitar y mantener un espacio y
un proceso para las relaciones de colaboración y conversaciones dialógicas. Cliente y terapeuta
juntos crean una nueva experiencia o conocimiento.

27
No saber12 (concepto provocativo - no una técnica)

El no saber se refiere a dos cosas: una, cómo un terapeuta piensa en la construcción del
conocimiento y dos, la intención y la manera con la que el conocimiento es introducido en la terapia.
Es una actitud humilde sobre lo que el terapeuta piensa que pueda saber y un reconocimiento de
que no tiene acceso a información privilegiada; nunca puede entender completamente a otra
persona y siempre necesita aprender más sobre lo que se ha dicho o no.
Un terapeuta colaborativo mantiene el énfasis en saber con otro en lugar de saber acerca del
otro, de sus circunstancias o sus preferencias. Tiene en cuenta el riesgo de que el conocimiento
puede ubicar a la gente en categorías problemáticas o identificarlas como miembros de un tipo de
persona. Tal conocimiento puede interferir con la capacidad de estar interesado y aprender sobre
la singularidad de su vida. “El saber [conocimiento externo] es la fuente principal de la no-
participación en el diálogo” (Riikonen, 1999, p.141). Conocer con es crucial para el proceso dialógico.
Una posición de no saber no significa que el terapeuta no sabe nada; puede descartar o no
usar lo que se sabe: conocimientos teóricos, experiencia clínica, y experiencia de vida. Más bien, el
énfasis está en la intención, la manera, la actitud, el tono y el momento con el que se introduce el
conocimiento. La introducción del conocimiento es simplemente una forma de participar en la
conversación, ofreciendo alimento para el pensamiento y el diálogo, así como una manera de
continuar hablando de lo que se está abordando; manifiesta un seguimiento a la respuesta del
cliente, incluyendo el ser capaz de dejar ir lo que se sabe, si el cliente no está interesado, y
absteniéndose de interpretaciones privadas con respecto a la respuesta; eso es lo importante.

Ser público

Los terapeutas tienen pensamientos privados ya sea de forma profesional, personal, teórica o
basados en la experiencia. Es decir, diagnósticos, juicios, presentimientos o hipótesis. Estos
pensamientos influyen en cómo oye, escucha y responde. Desde una postura colaborativa, el
terapeuta es abierto y generoso con sus pensamientos invisibles, haciéndolos visibles o lo que llamo
ser público. Ser público no se refiere a lo que tradicionalmente consideramos como auto-revelación.

12 N. del T. La expresión “Not-Knowing” tiene dos acepciones en español: “no-saber” y “no conocer”. Es conveniente
tenerlo en cuenta ya que, como Anderson repite en el texto, no se trata de renunciar a los saberes previos del terapeuta,
si no de aceptar que es imposible conocer todo acerca de la vida de la otra persona.

28
Tiene que ver con las conversaciones internas que los terapeutas tienen con ellos mismos sobre el
cliente y la terapia. Ser público con su conversación interior puede ofrecer posibilidades de cosas de
las que hablar o maneras de hablar acerca de las mismas. Es una forma en que el terapeuta
contribuye y participa. Quiero resaltar el participar. La intención es tomar parte en la conversación
de una manera abierta y no dirigir excesivamente, ni promover una idea u opinión. Dos ventajas de
ser público:
1. Exteriorizar pensamientos internos y no mantenerlos en la intimidad es ser respetuoso con
el otro. Al hablar de sus experiencias terapéuticas exitosas y de aquellas que consideran un
fracaso, he escuchado constantemente a los clientes comentar que siempre se preguntaban
qué pensaba realmente el terapeuta de ellos; qué había "detrás" de las interrogantes del
terapeuta. Sentían que había una conversación privada sobre ellos en la que no tomaban
parte.
2. Hacer públicos los pensamientos privados tiene el potencial de prevenir a los terapeutas de
deslizarse hacia el monólogo.

Ser espontáneos y vivir con incertidumbre

Los tipos de conversaciones terapéuticas de los que estoy hablando son como una charla natural en
la que la respuesta de cada persona informa e invita a la de la otra. Las conversaciones no son
guiadas por mapas estructurados en cuanto a cómo la conversación se debe mirar o desplegar; no
se marca el ritmo o la secuencia de lo que se habla, ni se guían por preguntas pre-estructuradas u
otras estrategias.
Cuando el terapeuta y el cliente participan en este tipo de charla espontánea y crean juntos
los caminos y determinan el objetivo, siempre hay una incertidumbre sobre a dónde se dirigen y
cómo van a llegar allí. Lo que se genera es diferente y es más de lo que podría haber sido construido
por uno sin el otro. Esto no niega o ignora que los clientes pueden venir con un problema y un
objetivo pre-definido, así como con expectativas acerca de cómo van a ser ayudados. A menudo lo
hacen. Sin embargo, es probable que cambien a lo largo del curso de la conversación terapéutica.
Como compañeros conversacionales, al caminar uno junto al otro, el cliente y el terapeuta
coordinan sus acciones a medida que responden, haciendo impredecibles la ruta y el destino. Cómo
se ve el camino, los desvíos a lo largo del mismo y el destino final, variarán de cliente a cliente, de
terapeuta a terapeuta y de una situación a otra.

29
Dicho de otro modo: cuando el terapeuta y el cliente caminan uno al lado del otro y
participan mutuamente en el proceso de la narración, nadie sabe cómo se desarrollará una historia,
cómo surgirá la novedad en ella, o qué será lo nuevo. Todo esto es incierto. Confiar en la
incertidumbre implica asumir el riesgo de confiar en el proceso de colaboración y diálogo y en su
naturaleza transformadora; significa estar abierto a cambios imprevistos.

Transformación mutua

He estado tratando de enfatizar la reciprocidad del encuentro terapéutico. En este tipo de proceso
whithness relacional y dialógico, cada parte está bajo la influencia del (los) otro (s) y, por lo tanto,
cada parte, incluido el terapeuta, está en situación de cambiar como cualquier otro. No es un
proceso dirigido, unilateral, impulsado por el terapeuta, ni el terapeuta es pasivo y receptivo. Este
participa activamente en un complejo proceso interactivo de respuesta continua con el cliente, así
como con su propia charla interior y experiencia. En otras palabras, como socios conversacionales,
continuamente coordinamos nuestras acciones entre nosotros a medida que respondemos unos a
otros. Y cada uno está continuamente influenciado por el otro. La terapia es un proceso activo tanto
para el cliente como para el terapeuta.

Orientándonos a la vida cotidiana

Durante mis años de práctica, enseñanza y consultoría en diversos contextos, culturas y países
(aunque siempre como extranjera) he llegado a creer que la terapia, como toda la vida, es un evento
social. Aunque tiene lugar en un contexto con una agenda particular, no necesita ser un
acontecimiento sagrado con sumos sacerdotes y plebeyos. Puede parecerse a la forma en que
interactuamos y hablamos en la vida cotidiana o la “conversación interactiva que ocurre
naturalmente. . . a través de la cual las personas viven sus vidas y manejan sus asuntos cotidianos”
(Edwards, 2005, p. 257). Wittgenstein sugiere que, como sucede en la vida diaria, buscamos cómo
conocer nuestro “camino” y cómo “continuar”. En la terapia, los participantes se esfuerzan por
encontrar formas de moverse adelante y continuar con sus vidas.
En la práctica a lo largo de los años, he desarrollado algunas creencias sobre las personas y
la vida que me resultan útiles:

30
 Tener una visión positiva de las personas que me consultan, independientemente de sus
historias y circunstancias,
 Ver a la especie humana como dotada de recursos naturales, resiliente y deseando
mantener unas relaciones y una calidad de vida saludables,
 Considerar los discursos de patología y disfunción como limitantes, y
 Ver a cada persona y cada familia que conozco como una que no he conocido
antes de ese encuentro en concreto.

Concluyendo

Si un terapeuta asume una postura filosófica tal como la que describo, lo hará natural y
espontáneamente creando un espacio metafórico y un proceso polifónico que invita y alienta
conversaciones y relaciones en las que los clientes y terapeutas “conectan, colaboran y construyen”
entre sí.
Cada miembro tendrá una sensación de participación, pertenencia, propiedad y
responsabilidad: todos colaboran para fomentar el desarrollo único y eficaz de los resultados,
porque la postura filosófica se vuelve una forma natural y espontánea de ser como terapeuta. La
teoría no se pone en práctica y los terapeutas no lo hacen a través de las técnicas y habilidades de
manual como solemos pensar en ellos. En su lugar, la postura se deriva de una serie de supuestos
filosóficos que informan una forma de ser en las relaciones y conversaciones que son colaborativas
y dialógicas internalizando la terapia colaborativa como una práctica withness.
Eso mueve la terapia, como Mason Durie dijo ayer, de un modelo del déficit a un modelo de
posibilidades; yo añado, de un modelo jerárquico-dualista a un encuentro más igualitario en el que
la gente mantiene la dignidad y el orgullo, y en referencia a este Congreso, su historia, lengua y
cultura.

Presentado originalmente en inglés como: The Philosophical Stance: The heart and spirit of
Collaborative Practice. Sesión Plenaria en el Congreso Mundial de Psicoterapia, “Soñando el
Mundo”, 26 de agosto de 2011. Sydney, Australia.

Referencias
Anderson, H. (1997). Conversation, language and possibilities: A postmodern approach to therapy.
New York, NY: Basic Books.

31
Anderson, H. (2007). The heart and spirit of collaborative therapy: A way of being. In H. Anderson
& D. Gehart (Eds.), Collaborative therapy: Relationships and conversations that make a
difference (pp. 43–59). New York, NY: Taylor & Francis Group.
Bakhtin, M.M. (1984) Problems of Dostoevsky’s Poetics. Ed. and trans. Caryl Emerson. Minneapolis:
University of Minnesota Press.
Edwards, A. (2005). Relational agency: Learning to be a resourceful practitioner. International
Journal of Educational Research Volume 43, Issue 3, 2005, (pp. 168-182)
Riikonen, E. (1999). Inspiring dialogues and relational responsibility. In S. McNamee, K. Gergen
(Eds.), Relational responsibility: Resources for sustainable dialogue (pp. 139- 149). Thousand
Oaks, CA: Sage.

32
Relaciones de Colaboración y Conversaciones Dialógicas: Ideas para una Práctica Sensible a lo
Relacional13

Tal y como se anunció cuando Harry Goolishian y yo concluimos nuestro artículo Human Systems as
Linguistic Systems (Sistemas Humanos como Sistemas Lingüísticos) en 1988, las que entonces
parecían ser ideas plausibles han evolucionado con el tiempo. En esa época estábamos inmersos en
la exploración de una metáfora de los sistemas de lenguaje para nuestro trabajo, y habíamos dejado
atrás las metáforas de los sistemas cibernéticos mecánicos. Habiendo dejado de pensar en los
sistemas humanos como sistemas sociales definidos por una organización social, los veíamos como
sistemas de lenguaje diferenciados por sus respectivos indicadores lingüísticos y comunicacionales.
Desde entonces, si bien la metáfora de los sistemas lingüísticos era importante, había
pasado a segundo plano a medida que yo seguía explorando otras metáforas organizadoras para
mis experiencias en la práctica profesional.
Este artículo es una respuesta a las persistentes preguntas que me hago: “¿Cómo pueden
ser relevantes nuestras prácticas terapéuticas para la vida cotidiana de las personas en un mundo
que cambia rápidamente? ¿De qué relevancia se trata y quien la determina? ¿Por qué algunas
formas de relación y modos de hablar vinculan mientras otros alejan? ¿Por qué algunos abren
caminos y posibilidades hacia delante que nunca antes imaginamos y otros nos encierran?” y cuyo
fin es llegar a ser una profesional más sensible a lo relacional. 14 Se centra en la idea de que ciertos
tipos específicos de relaciones y conversaciones son características esenciales para ajustar nuestra
práctica a la singularidad de las circunstancias de cada persona y son transformadoras en sí mismas.
Vivimos y trabajamos rodeados por paisajes globales y locales que cambian rápidamente y
reflejan transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas. Al mismo tiempo, desde
todos los rincones del mundo somos testigos de una fuerte y creciente demanda por democracia,
justicia social y derechos humanos. Las personas desean participar, contribuir y compartir la
propiedad. Demandan una escucha respetuosa, receptividad [responsiveness]15a las necesidades
que expresan y tomar decisiones con respecto a sus vidas. Se rehúsan a que se las deje de lado como

13 Traducido por Psic. Soledad Sánchez D., Instituto Chileno de Terapia Familiar, Santiago.
14 Tomado de Bakhtin, es un término que utilizan Katz y Shotter (Katz & Shotter, 1996; Shotter, 2008, 2010), que se
refiere a comprender dialógicamente y que captura el tipo de relación y conversación que quiero tener con mi cliente.
15 El término responsiveness alude a sensibilidad y receptividad, aunque en un sentido más activo que en español,

porque puede connotar atención, demostración de interés y en ocasiones disposición a actuar en concordancia.

33
si fueran números y categorías, o a que se deshonre violentamente su humanidad y se les prive de
su libertad. Estas demandas nos obligan a reevaluar cómo experimentamos y comprendemos el
mundo, a nuestros clientes, a nosotros mismos(as) y nuestros roles como profesionales.16
Al reflexionar sobre estas demandas y preguntas me baso en el trabajo de diversos
pensadores17 sociales críticos dentro de un movimiento que Shotter (2011) llama “filosofía
práctica”, que incluye supuestos interconectados de las filosofías postmodernas hermenéuticas
contemporáneas y las teorías sobre el diálogo, el lenguaje, la narrativa y la construcción social. Estos
pensadores han hecho una contribución fundamental ofreciendo alternativas para un análisis
lingüístico y narrativo del saber (por ej., verdades, creencias y expertise) y los sistemas de
conocimiento, liderando un movimiento que se aleja de una visión heredada clásica de tradiciones
de conocimiento asumidas y a menudo invisibles, y nociones asociadas sobre el lenguaje, la
comprensión, la interpretación, la realidad, el dualismo sujeto-objeto y el self nuclear (Bakhtin,
1981, 1984, 1986; Bateson, 1972, 1979; Berger & Luckmann, 1966; Derrida, 1978; Edwards, 2005;
Foucault, 1972; Gadamer, 1975; Garfinkle, 1967; Gergen, 1985, 1999, 2009; Habermas, 1973;
Hacking, 1999; Heidegger, 1962; Lyotard, 1984; Maturana, 1978; Merleau-Ponty, 1962; Ricouer,
1988, 1991; Rorty, 1979; Shotter, 1984, 2004, 2005, 2008, 2010; Trevarthen, 2004; Vygotsky, 1986;
Wittgenstein, 1953).
Durante las últimas tres décadas, varios terapeutas-académicos de las disciplinas
psicoterapéuticas —muy influidos por los autores mencionados más arriba, las experiencias clínicas
y las circunstancias del contexto—se sintieron cada vez más incómodos con prácticas
psicoterapéuticas basadas en estas tradiciones heredadas y comenzaron a cuestionar su capacidad
de enfrentar los desafíos contemporáneos que encuentran terapeutas y clientes. Basándose en los
supuestos alternativos mencionados anteriormente, desarrollaron prácticas que han llamado
conversacionales, dialógicas, discursivas, colaborativas, de diálogo abierto, reflexivas, narrativas y
orientadas a la solución (Andersen, 1987, 1991; Anderson, 1997, 2007; Anderson & Gehart, 2007;
Anderson & Goolishian, 1988; Anderson & Goolishian 1992; Anderson, Goolishian & Winderman,
1986; Anderson, Goolishian, Pulliam & Winderman, 1986; Cromby & Nightingale, 1999; Deissler,
1989; Freedman & Combs, 1996; Hoffman, 1981, 2002, 2007, 2008; Holzman, 1999; Katz & Shotter,

16 La autora utiliza los términos practice (práctica) y practitioner (quien ejerce la práctica). Este último puede incluir
terapeutas, otros profesionales de la salud, consultores, etc. Se ha traducido practitioner como profesional, pero debe
entenderse en un sentido amplio. (N. de la T.)
17 En inglés muchas palabras se utilizan indistintamente para ambos géneros, como por ejemplo “thinker”

(pensador/pensadora) y “client” (clienta/cliente). Para mantener la fluidez del texto se ha usado el género masculino en
referencia a ambos géneros, a no ser que se explicite lo contrario. (N. de la T.

34
2004; McCarthy & Byrne, 1988; McDaniel, 1995; McNamee & Gergen, 1992; Neimey- er, 1998; Penn
& Frankfurt, 1994; Roth, 2007; Seikkula et al., 1995; Seikkula & Olson, 2003; Shawver, 2005;
Shotter, 1984, 1993, 2010; Stern, 2003; Strong & Paré, 2004; White & Epston, 1990). A
continuación, discuto brevemente seis supuestos que en conjunto ofrecen un lenguaje diferente
para pensar sobre las preguntas persistentes y aproximarse a mi forma de trabajar.

Supuestos interconectados que orientan una perspectiva


Las Meta-Narrativas y el Conocimiento no son Fundamentales ni Definitivos

Nacemos, vivimos y somos educados bajo narrativas globales de conocimiento, verdades


universales y discursos dominantes, abarcadores, monopólicos, en su mayor parte invisibles, y que
damos por sentado. La autoridad y las convenciones con las que funcionan pueden inducirnos a
prácticas que no están en sincronía con las sociedades contemporáneas y pueden ser ajenas a las
personas con quienes trabajamos. Del mismo modo, los frecuentemente “ocultos mecanismos de
coerción” y las discrepancias de poder que existen en nuestro lenguaje, nuestras relaciones y
sociedades pueden “privilegiar y oprimir” (Lyotard, 1984). Reconocer la naturaleza dualística y
jerárquica de nuestro lenguaje y nuestros sistemas de conocimiento implica un llamado a analizar
el significado literal de los textos filosóficos y literarios y de nuestras narrativas. Esto a su vez puede
llevar a significados alternativos, e idealmente, a un mundo más justo.
El llamado es simplemente una propuesta de que cualquier conocimiento—cualquier
discurso— debiera estar sujeto a cuestionamiento o duda en cuanto a su afirmación de ser
verdadero. Es importante tener presente que estos supuestos no connotan un meta-conocimiento
o una meta-narrativa ni demandan que abandonemos nuestros saberes o discursos heredados (por
ej., teorías psicológicas o criterios a priori).

Generalizar los discursos dominantes, las Meta-Narrativas y las Verdades Universales es atractivo y
peligroso

Las advertencias con respecto a la tentación y consecuencias potenciales de las narrativas globales
nos incentivan a considerar a la gente y los hechos de su vida como desconocidos, excepcionales y
extraordinarios, y a vincularnos con ellos de acuerdo a esto. De otro modo, continuamente
navegamos según nuestros conocimientos previos; vemos lo que nos resulta familiar e

35
inevitablemente encontramos lo que pensamos que sabemos y lo que estamos buscando; llenamos
los vacíos y procedemos en base a todo lo anterior. Deberíamos ser cautelosos con las limitaciones
y riesgos de suponer que los discursos dominantes, las meta-narrativas y verdades universales
pueden o deberían generalizarse y aplicarse a través de pueblos, culturas, situaciones o problemas.
Tales supuestos (por ej., guiones teóricos, estándares de comportamiento) pueden
conducirnos inadvertidamente y en forma convincente a buscar similitudes entre individuos,
creando categorías, tipos y clases “artificiales” (por ej., personas, problemas o soluciones). Ellos
inhiben nuestra apertura a la singularidad y novedad de cada persona o grupo de personas y su
situación(es), y existe el riesgo de suponer que una similitud percibida es real o válida,
despersonalizando al otro, perdiendo de vista su carácter especial, y limitando así nuestras
posibilidades y las suyas.

Conocimiento y Lenguaje Son Procesos Sociales Relacionales y Generativos

El conocimiento y el lenguaje son procesos sociales, culturales, históricos y comunitarios


contextualizados. Crear teorías, ideas, verdades, creencias, realidades o instructivos es un proceso
interpretativo interactivo del discurso social, que ocurre dentro de comunidades de conocimientos
y se produce en el lenguaje; todos los involucrados contribuyen a su desarrollo y sustentabilidad. A
su vez, esta actividad relacional-dialógica elimina la dicotomía entre “el que sabe” y “el que no
sabe”.
El lenguaje, como el medio de conocimiento, es cualquier forma o medio que usamos para
comunicar, articular o expresarnos con los otros y con nosotros mismos, usando palabras, gestos,
ojos, manos, etc.18 El lenguaje, al igual que el conocimiento, es activo y creativo en lugar de ser
estático y representacional. Las palabras no son espejos que reflejan un significado fijo; adquieren
significado a medida que las usamos y según cómo lo hacemos. Esto incluye el contexto en que las
usamos, nuestra intención y cómo las pronunciamos (por ej., nuestro tono, inflexiones,
movimientos corporales, etc.). Wittgenstein (1953), entre otros, señaló que es importante entender
el lenguaje y las palabras como algo relacional, algo que nos hechiza, y entender también que los
significados de las palabras se producen al usarlas. Bakhtin (1984) sugirió que el uso del lenguaje es
siempre individual y contextualizado y si bien una palabra es expresada por un individuo, todas las

18Yo no distingo entre los conceptos verbal y no verbal heredados en psicoterapia. Todas las formas constituyen
lenguaje

36
palabras y sonidos son “producto de la interacción de los interlocutores (…) producto de la total y
compleja situación social en que han ocurrido” (p. 30).
La relación recíproca entre lenguaje y cambio fue sugerida por Heidegger (1962) y Gadamer
(1975), entre otros. El cambio o transformación se genera en el lenguaje; es parte del proceso
participativo de comprender, y está lleno de incertidumbre y riesgo.

Se Privilegia el Conocimiento Local

El conocimiento local es la narrativa—sabiduría, expertise, competencias, verdades, valores,


costumbres y lenguaje—creada y usada dentro de una comunidad de personas (por ej., personas de
una familia, sala de clases, sala de directorio, equipo de una fábrica o vecindario). Los significados y
las comprensiones singulares y con matices de las experiencias personales de los miembros de la
comunidad influyen en la creación de conocimiento práctico, relevante, hecho a medida y
sustentable para sus miembros. Es importante recalcar que el conocimiento local particular está
siempre asociado y se desarrolla en un contexto, y es influenciado por el telón de fondo de los
discursos y narrativas dominantes en los cuales se inserta.

Diálogo, Conocimiento y Lenguaje son Intrínsecamente Transformadores

El diálogo es una forma de interacción comunicativa que tiene lugar entre personas en un
intercambio de afirmaciones (Bakhtin, 1984). Es una forma dinámica de habla en la cual los
participantes 19 se vinculan uno con el otro (en voz alta) y consigo mismos (en silencio) para articular,
expresar y comunicarse.
En el diálogo los participantes examinan en conjunto, se preguntan, se asombran y
reflexionan sobre los temas que los ocupan. A través de estos intercambios de ida y vuelta los
participantes tratan de entenderse mutuamente y de entender la singularidad del lenguaje del
otro(a) y su significado desde la perspectiva del otro, no desde la propia. Los participantes no
suponen que saben lo que el otro pretende ni tratan de llenar los vacíos que hay en el significado.
Más que una búsqueda de hechos o detalles, el diálogo busca orientación. Es un proceso
(inter)activo, receptivo, más que un proceso pasivo de hacer conjeturas y entender al otro(a) y su
mundo en base a una pre-comprensión, por ejemplo, como desde una teoría. En este proceso los

19 En un diálogo uno de los participantes puede ser un otro(a) o uno mismo(a).

37
entendimientos locales provienen de dentro de la conversación.
Diálogo, conocimiento y lenguaje son procesos sociales interactivos inconmensurables que
evolucionan, lo que sugiere su naturaleza mutuamente transformadora. “Transformación” o
“transformar” parecen descriptores más apropiados que “cambio” o “cambiar”, que reflejan un
desde–hacia. Transformación o transformar mantienen el foco en un proceso en curso dentro del
diálogo. En la actividad dialógica viva cada participante es influenciado: no podemos permanecer
estáticos.

Self es un Concepto Relacional–Dialógico

Estas perspectivas sobre diálogo, conocimiento y lenguaje ofrecen una alternativa a la noción
tradicional del self como un individuo autónomo, contenido y con límites, que tiene un self nuclear:
el “yo” esencial. Nuestras identidades y aquellas que atribuimos a los demás son relacionales y se
construyen en el diálogo o la conversación (Gergen, 2009). Hablamos, pensamos y actuamos como
la multiplicidad de voces que habitan en cada persona. Narrar continuamente da una forma y luego
otra a la persona. Lo que la construcción dialógica del self permite no es la esencia de una persona
sino que “desplegará un horizonte emergente, cambiante y abierto de posibilidades humanas que
no es posible conocer inmediatamente, de antemano ni fuera del diálogo, sino que emerge como
una propiedad del mismo diálogo en curso” (Sampson, 2008, p. 24). Podemos decir que el self es
un constructo socio-cultural singular en los discursos más amplios y locales en el que ocurre: tal vez
el self narrativo múltiple sea una historia rizomática20 (Sermijn, Devlieger & Loots, 2008).
En un planteamiento similar referido al aprendizaje y desarrollo en bebés y niños, Vygotsky
(1934/1962, 1986) y Trevarthen (2004), destacaron el contexto lingüístico, social e histórico del
pensamiento y la cognición creativos, y plantearon que la naturaleza interdependiente e
intersubjetiva de sus procesos sería social e individual. Desafiando teorías establecidas sobre el
aprendizaje y el desarrollo, propusieron que los procesos sociales dialécticos no ocurren dentro de
la mente de un individuo, ni se transmiten de quien enseña a quien aprende. Ocurren en cambio
dentro de una relación social en la cual la persona que aprende juega un papel activo en “el cómo y
el qué” del aprendizaje, y quien enseña también es alumno(a). Ninguno de ellos sugiere que la
noción tradicional de self es falsa, sino que proponen una perspectiva alternativa que permite más

20Un rizoma es una red (network) abierta, descentralizada y dinámica que tiene múltiples vías de
entrada y se caracteriza por multiplicidades sin fin.

38
libertad y flexibilidad en nuestros pensamientos, acciones y potenciales futuros.
En resumen, estos supuestos orientadores y los discursos de conocimiento asociados no
abogan por el abandono de las tradiciones del conocimiento, ni alegan ser meta-narrativas o meta-
perspectivas. En lugar de eso, ofrecen un lenguaje alternativo que brinda una orientación específica
a la práctica clínica y a la forma en que educamos a los terapeutas, e incluso la forma en que nos
acercamos a la vida misma. Abogan por el hábito de la reflexión continua, la autocrítica y la apertura
a la crítica de los demás. Esto requiere lo que Schön (1983, 1987) describe como ser un profesional
reflexivo en acción: alguien que hace pausas y formula preguntas para comprender sus
fundamentos teóricos y para describir su práctica tal como la lleva a cabo. La teoría y la práctica, por
tanto, se influyen recíprocamente y evolucionan en paralelo a medida que el profesional se vuelve
más reflexivo y responsable, y les va dando a ambas un nuevo significado. Esto es esencial para una
práctica ética.
En forma gradual y sostenida estos supuestos interrelacionados han ido resultando
atractivos para la terapia familiar y otras disciplinas psicoterapéuticas; como ya se mencionó, han
inspirado una nueva clase de terapias, y aun cuando se encuentran en los márgenes, han tenido una
influencia rizomática21 (Deleuze & Guattari, 1987) en el desarrollo de una comunidad internacional
de profesionales, académicos y educadores. Al relacionar la metáfora del rizoma con el desarrollo y
evolución de estas terapias, como Norris (Bogue, 1989) sugiere: quienes las desarrollan y quienes
las hacen evolucionar “no imponen fronteras fijas y sedentarias en un territorio, sino que ocupan
un espacio en la medida de sus capacidades, y luego siguen adelante. (…) Gradualmente se vuelven
menos reconocibles, se van expandiendo en forma desordenada (…) [sus trabajos acumulativos
están] por lo general muchos años más avanzados de las disciplinas académicas y las de enseñanza,
que tienen sus propias y obvias razones para mantener el statu quo” (p. ix). El efecto rizoma
mantiene estos supuestos vivos y fluidos en nuestra práctica, como respuesta que evoluciona frente
a las demandas de nuestro mundo cambiante y las personas con las que trabajamos y, por lo tanto,
como un desafío constante al statu quo.

21 Recientemente los terapeutas familiares Hoffman (2007) y Kinman (2001, 2006) destacaron la metáfora del “rizoma”
de Deleuze y Guattari (1987) para describir el crecimiento y transformación de ideas y prácticas, su propagación y
expansión, las sorpresivas formas que toman y dónde surgen.

39
MEDIOS FÉRTILES PARA FINES CREATIVOS: LA FORMA DE SER DEL TERAPEUTA

Estos supuestos ofrecen un lenguaje diferente para considerar y responder a las persistentes
mencionadas más arriba. Ofrecen medios fértiles para fines creativos. Cabe destacar que los
supuestos tienen un rol fundamental en la actitud con la cual un(a) terapeuta se aproxima a la
terapia: la manera en que pensamos sobre nosotros mismos(s), la gente con la que trabajamos y el
ambiente y proceso en los cuales los incorporamos. Sugieren más una filosofía de la terapia que una
teoría (un mapa explicativo que informa, predice y genera procedimientos estandarizados, pasos
estructurados, categorías, etc.). El concepto de filosofía parece ajustarse mejor porque yo enfatizo
una forma de ser con versus un sistema de hacer por, hacer para y hacer con respecto a. Si no se
aplican procedimientos estandarizados, etc. ¿hay similitud, en terapia dialógica–colaborativa, entre
una situación y otra, o entre una persona y la siguiente? Y si la hay ¿cuál es?
Sí, la similitud es la postura filosófica que adopta el terapeuta: la forma de ser (Anderson,
1997, 2007) de una persona específica, incluyendo nuestro pensamiento, discurso, acciones,
orientación, conexión y respuesta al otro: es una forma de posicionarse a uno mismo(a) con. Con es
la palabra clave, porque sugiere un proceso de estar–con (withness) la otra persona, orientándose
y re-orientándose hacia ella (Anderson, 2007, 2009; Hoffman, 2007; Shotter, 2004, 2005, 2008,
2010). Shotter (1993) señala que un pensamiento y acción (dialógicos) de estar–con significa ser
espontáneamente sensible a otra persona y a los eventos que se van presentando: conocer y actuar
“‘desde dentro’ del momento”, en lugar del pensamiento y acción (monológicos) acerca–de
(aboutness) desde afuera. Hoffman 2007) sugiere que una relación de estar–con es “una relación
que es tanto comunitaria y colectiva como íntima”. Por el contrario, la respuesta externa o acerca–
de no es íntima: nos alejamos de la persona para analizar desde un lugar discreto a cierta distancia—
un esquema teórico—y luego regresamos a ella con una respuesta influida por dicho esquema. Esta
manera de ser se refiere a cómo eres, no a lo que haces. Se trata de estar en la posición apropiada,
listo(a) para actuar: sereno, calmado y preparado para responder espontáneamente a la situación
presente y cualquier cosa que ella demande (Anderson, 1997, 2007; Shotter, 2010). La situación
misma indica cuál es la posición apropiada. Esta posición de preparación para responder no es algo
que uno hace sino un estado, la condición de lograr el equilibrio mediante el movimiento. El
terapeuta está “siendo en el momento” de los fragmentos narrativos, moviéndose dentro y junto a
ellos (Goolishian & Anderson, s/f). Involucrarse dialógicamente en el momento presente contrasta
con el no-involucrarse monológico (Anderson, 1997, 2007; Anderson & Goolishian, 1988).

40
Monológico se refiere al dominio de una voz única, o varias voces únicas, hasta el punto de exclusión
de no ser capaz de tomar en cuenta a otras.
Los participantes se transforman en una especie de montañistas solitarios que existen uno
al lado del otro sin puertas, ventanas ni puentes que los conecten. Estar en el presente implica
responder espontáneamente en el momento, no una respuesta prefabricada o técnica. Requiere
una respuesta auténtica que se ajuste de manera fina a la situación en ese momento y lugar (Stern,
2003), a la persona y la relación. Tanto Shotter como Stern hablan del momento presente y las
oportunidades que trae y que están ausentes cuando uno sigue un rumbo predeterminado. Stern y
otros sugieren que en terapia el cambio ocurre en el momento presente o en lo que él llama
“momentos ahora” y “momentos de encuentro”22.
Sin embargo, a pesar de la sensación que tiene una persona del “ahora”, el momento
presente es una puntuación y una descripción de un momento dentro de un proceso en curso. Cada
persona tiene su propia y única puntuación y descripción. En terapia nada asegura que cliente y
terapeuta estarán de acuerdo en un momento significativo que asocien con el cambio. Resulta
interesante que los clientes a menudo reportan que el cambio y los momentos de “darse cuenta”
ocurren fuera de la oficina del terapeuta, y los atribuyen a eventos o circunstancias de su vida
cotidiana o a una manera diferente de entender algo, pero no son capaces de identificar una
“causa”.
Estas son las palabras de una mujer que conocí en una consulta en relación con un tema
familiar de larga historia. Ella espontáneamente me mandó un e-mail de seguimiento sobre los
eventos que ocurrieron después de la sesión: “No sé realmente por qué cambió mi actitud, pero me
agrada este cambio.” Estas son las palabras de una madre que observaba la sesión de terapia de su
hija adulta: “(…) lo implícito se hizo explícito, no durante la sesión de terapia sino después (…) No sé
por qué, pero sentí la necesidad de hablar con mi familia para que no se sintieran tan responsables.”
A pesar de que hay características comunes e identificables, no hay una sola forma de ser
un(a) terapeuta colaborativo–conversacional. El estilo de cada terapeuta y su forma de expresar
estos rasgos serán únicos, inventados y personalizados creativamente con cada cliente, sus
circunstancias y deseos. Si la práctica no se basa en una fórmula, y no se puede replicar en distintas
personas y problemas, entonces ¿qué hace un terapeuta y cómo?

22 “Now moments” y “moments of meeting” respectivamente (N. de la T.).

41
Relación de colaboración y conversación dialógica

Las relaciones y las conversaciones son inseparables y se influyen mutuamente. La manera en que
nos vinculamos—la forma en que desarrollamos una relación con otra persona—influye en el tipo y
calidad de las conversaciones que podemos tener unos con otros, y del mismo modo, las
conversaciones que empezamos a tener con otros influirán en el tipo y la calidad de nuestras
relaciones.
“Relación colaborativa” se refiere a cómo nos orientamos para ser, actuar y responder de
manera que la otra persona comparta el vínculo y la “acción conjunta” (Shotter, 1984) o lo que yo
llamo indagación mutua (Anderson, 1997, 2009; Anderson & Gehart, 2007). Shotter sugiere que
todos vivimos en acción conjunta: encontrándonos e interactuando unos con otros en formas
mutuamente receptivas. Como seres relacionales que nos influimos unos a otros, nuestros “sí
mismos” no pueden estar separados de los sistemas de relaciones de los cuales formamos parte.
Aun cuando siempre hablamos un lenguaje ambiguo y diferente al de los demás, como sugiere
Bakhtin (1981), nuestra habla y nuestro lenguaje siempre incluyen las intenciones y significados de
la otra persona: nuestra respuesta siempre es influida y es producto de la relación y las interacciones
con el otro(a) y con el contexto.
Saint George y Wulff (2011) sugieren que “La belleza de colaborar es que no hay roles
preestablecidos; hay una flexibilidad y fluidez que permiten que liderar y seguir a otra persona estén
permanentemente en movimiento”. Sin embargo, colaborar requiere espacio para que cada
persona esté incondicionalmente presente, y para que su contribución sea igualmente apreciada y
valorada. La sensación de ser apreciado y valorado conduce a un sentido de pertenencia, que lleva
a un sentido de participación, que a su vez lleva a una sensación de ser copropietarios y compartir
responsabilidad. Todas se combinan para hacer que la terapia y otras prácticas constituyan prácticas
de ser-con desde adentro. El contenido, proceso y resultado de la terapia están mutuamente
determinados por los participantes y se despliegan a medida que éstos interactúan entre sí; no están
determinados por una estructura previa de progresión lineal. Una práctica de este tipo es por
naturaleza colaborativa y generativa, y promueve resultados personalizados y sustentables
(Anderson, 1997, 2007; Shotter, 1993).
La “Conversación dialógica” involucra indagación mutua: una conexión vincular de
compartir, explorar, entrecruzar y tejer ideas, pensamientos, opiniones y sentimientos a través de
los cuales emergen novedad y posibilidad. Responder, un rasgo crucial del diálogo, es un proceso

42
interactivo bidireccional. Siempre estamos respondiendo: no existe la ausencia de respuesta. El
receptor interpreta cada sonido, gesto o silencio y responde a su vez. La manera en que nos
respondemos unos a otros (incluyendo actitud, forma, momento y tono) es fundamental para la
postura filosófica, el parámetro y la oportunidad para que se desarrollen generatividad y posibilidad,
e influye fuertemente en la calidad de éstas.
Los miembros de una conversación generan conocimiento y otros tipos de novedad mucho
más creativos, abundantes y adecuados a sus necesidades y al contexto local, de lo que cualquiera
de esos miembros podría haber logrado por sí solo(a). El terapeuta crea las condiciones para que
esta colaboración tenga éxito. La pregunta: “¿Cómo pueden los profesionales promover y facilitar
las condiciones y el espacio metafórico para el diálogo, es decir, para la colaboración
conversacional?”

LA POSTURA FILOSÓFICA: SENSIBILIDADES QUE ORIENTAN LA ACCIÓN

La postura filosófica tiene siete rasgos definidos e interrelacionados que sirven como
sensibilidades23 que orientan la acción y la forma de ser del terapeuta: indagación mutua, expertise
relacional, no-saber, ser abierto, vivir con incertidumbre, transformación mutua y orientación hacia
la vida cotidiana común. En conjunto ellas describen cómo piensa un terapeuta sobre la relación y
la conversación con un cliente y cómo cultiva un espacio metafórico para ellas.

Indagación conjunta

La indagación conjunta involucra un proceso conjunto en el cual dos o más personas juntan sus
cabezas para abordar el motivo de la conversación. A través de esta actividad conjunta, cliente y
terapeuta determinan el proceso de indagación y dan forma al relato de la historia, el re-relato y el
nuevo relato. Desde el interior de la relación y conversación presente y particular, ambos van
creando, a medida que cada momento se despliega, el sendero que recorrerán y la forma de
recorrerlo. Para preparar la escena de la indagación mutua un(a) terapeuta debiera ser acogedor y
estar abierto a aprender.

23 Shotter habla de recomendaciones (advisories) o sensibilidades (sensitivities) que orientan la acción. Esta idea se
relaciona con la noción de estar-con y se refiere a cómo podemos orientarnos con los demás y con lo que nos rodea, lo
que podemos hacer en nuestra participación momento-a- momento.

43
El terapeuta es un anfitrión y un invitado amable

La indagación mutua supone hospitalidad o, como sugiere Derrida (Bennington, 2003), hospitalidad
incondicional. La hospitalidad involucra sutilezas y matices de saludos y encuentros que dan forma
al tono y la calidad de la relación y la conversación y, por consiguiente, a su potencial (Anderson,
1997, 2007). El terapeuta es simultáneamente anfitrión e invitado temporal en la vida del cliente.
Cuando enseño le pido a mis alumnos que piensen cómo les gusta que los reciban cuando son
invitados y que describan las cualidades de un buen anfitrión. ¿Qué hace el anfitrión que los hace
sentir bienvenidos o no, cómodos o no y especiales o no? ¿Qué calidad sentían que tenían el
encuentro y el saludo (Anderson, 2007)? La postura, actitud, acciones, respuestas y tono del
anfitrión(a) deben comunicar al invitado(a) su importancia como ser humano único que es
reconocido y apreciado, y cuyas historias vale la pena contar y escuchar. Del mismo modo, le pido a
los estudiantes que piensen sobre ser un buen invitado: ¿Qué hace un invitado que lo hace
bienvenido y que lo inviten nuevamente? Estas son sensibilidades que ellos necesitan adoptar para
ser buenos anfitriones y buenos invitados en la vida de un cliente.
La metáfora de anfitrión–invitado enfatiza la idea de que un cliente es como un extranjero
que llega a una tierra desconocida, y la importancia de ser cortés, sensible a su inquietud y tener
cuidado de no importunarle. Dicho en términos simples, se trata de ser bien educado y crear una
relación de cierto compañerismo.

Lo que empieza como curiosidad en una dirección se transforma en curiosidad en ambas


direcciones

Con mis estudiantes uso la metáfora de “la pelota que contiene la historia” para conversar sobre la
invitación a la indagación mutua (Anderson, 2007, 2009)24. Cuando un cliente empieza a hablar es
como si presentara un regalo intangible, una pelota con la historia de los fragmentos narrativos
entrelazados de su vida y las circunstancias actuales por las cuales está consultando. El regalo, una
pelota formada por mil páginas ajadas de una historia de vida, es una invitación al terapeuta para
entrar en la vida del consultante, en sus términos y por un momento. Hay muchas vías de entrada,

24En http://vimeo.com/10815790 puede verse una discusión sobre la metáfora de la pelota con la historia como parte
de una indagación mutua o compartida.

44
pero yo presto atención muy cuidadosa a aquellas que los clientes me presentan y trato de ser
coherente. Respondo (Anderson, 2007):
Cuando me acercan la pelota, y mientras sus manos todavía la sostienen, pongo
delicadamente las mías sobre la pelota, pero no la retiro de sus manos. Empiezo a participar con
ellos en el proceso de relatar la historia mientras voy lentamente [y con cuidado] mirando y
escuchando el fragmento que me están mostrando. Trato de conocer y comprender su historia a
través de las respuestas que les doy: tengo curiosidad, hago preguntas, comentarios y gestos. En mi
experiencia he observado que esta posición de aprendizaje del terapeuta involucra
espontáneamente a los clientes como compañeros de aprendizaje; es como si la curiosidad del
terapeuta fuera contagiosa. En otras palabras, lo que comienza como un aprendizaje en una sola
dirección se transforma en un proceso de dos vías, un ir y venir de aprendizaje mutuo a medida que
cliente y terapeuta exploran juntos lo conocido y desarrollan juntos lo nuevo, pasando a una
indagación mutua de examinar, cuestionar, preguntarse y reflexionar juntos. (p. 47)

Responder es una forma de participar en la conversación, no de dirigirla

Ofrezco mis respuestas como una forma de participar en la conversación. No las propongo para
guiar el diálogo. Un terapeuta no puede dirigir la conversación en forma unilateral. La respuesta de
cada uno de los participantes influye en su formación y dirección. Sea un comentario, una pregunta,
un gesto de asentimiento o un silencio, mis respuestas se sustentan desde dentro de la conversación
y se relacionan con lo que el cliente ha dicho. No las traigo desde fuera de la conversación; no se
basan en que lo que yo pienso que un cliente debería relatar o cómo debiera hacerlo, ni en alguna
“verdad” percibida sobre él o ella. Siempre estoy aprendiendo más acerca de los fragmentos de su
historia, chequeando si entiendo lo que ellos esperan que entienda, incorporando su curiosidad y
animando el ir y venir en la indagación mutua del diálogo. A través de este proceso dialógico un
cliente empieza a desarrollar para sí mismo(a) y las personas y eventos de su vida nuevas
comprensiones y significados de lo conocido, que pueden tomar infinitas formas.
En sesiones en la que hay varios participantes, cada miembro trae su propia pelota con la
historia. En ese relato colectivo no es infrecuente que los miembros tengan diferentes versiones de
la historia, o incluso versiones que entran en conflicto o compiten entre sí. No busco el consenso,
porque he descubierto que las diferencias son importantes y que de esas diferencias emergen
posibilidades a medida que nos involucramos unos con otros. Independientemente del número de

45
personas, el proceso emerge como una conexión y una actividad conjunta en la cual la gente
empieza a hablar naturalmente con los demás y no unos a otros.

Hablar, escuchar y oír son igualmente importantes para el diálogo

Cuando hay varios participantes en una sesión tiendo a hablar con una persona a la vez mientras los
demás escuchan. Me involucro intensamente en cada historia y transmito con las palabras y
acciones la importancia de la versión de cada persona. Mis respuestas —preguntas, comentarios,
etc.— se basan en lo que cada uno(a) ha dicho, no en lo que yo pienso que deberían decir. Mantengo
la coherencia y sigo un ritmo con su historia y la forma en que la cuentan, y no quiero que mis
respuestas inadvertidamente conduzcan el contenido o la forma de la conversación. Mientras uno
habla, los demás siguen en mi visión periférica.
Cuando una persona tiene el espacio para expresarse plenamente sin interrupción y los
demás tienen el mismo espacio para escuchar, los clientes sienten a los demás y lo que se está
diciendo y oyendo de manera diferente. Del mismo modo, cuando una persona puede escuchar
plenamente sin la necesidad de preparar su respuesta o responder en forma prematura (por ej.,
interrumpir para corregir o terminar la frase de otra persona) tienen la oportunidad de oír y
comprender lo que ya conocen de maneras diferentes. A menudo hago pausas y me dirijo hacia la
otra persona, ansiosa de escuchar su versión de la historia, y curiosa en relación con sus
pensamientos internos mientras la otra persona y yo hablábamos. Poner los pensamientos internos
mudos en palabras habladas les va dando más forma, a medida que son expresados en voz alta: un
proceso generativo de crear lo “no-dicho-todavía” y las semillas de la novedad.
Por ejemplo, hablé con una mujer joven que estaba tratando de tomar una decisión muy
difícil y había invitado a su hermana a la sesión. En determinado momento hice una pausa y me volví
hacia la hermana y le pregunté qué había estado pensando mientras nosotras dos hablábamos. Su
respuesta fue: “Al escuchar a mi hermana, por primera vez se me hizo muy claro que ella estaba
buscando apoyo de la comunidad. Yo siempre pensé que estaba buscando apoyo de la familia, pero
ya lo tenía.” La mujer joven no había dicho nada que no hubiera dicho antes, pero la hermana lo
escuchó de manera diferente.
Mi forma de escuchar y responder no tiene el propósito de modelar cómo podrían hablar e
interactuar los miembros de la familia entre ellos dentro o fuera de la terapia; más bien es ayudarme
a oír su historia y entender qué es lo importante para ellos. Yo distingo entre escuchar y oír. Escuchar

46
atenta y cuidadosamente no garantiza que voy a oír y comprender lo que la otra persona quiere que
yo oiga. Para escuchar y oír se requiere hablar: son todos procesos activos.

Expertise Relacional

El expertise relacional se refiere a crear conocimiento local conjuntamente. Cliente y terapeuta


traen un expertise particular al encuentro: los clientes son expertos en sí mismos y sus vidas; los
terapeutas son expertos en la facilitación del proceso y espacio para relaciones colaborativas y
conversaciones dialógicas. En conjunto desarrollan un expertise o conocimiento que es una forma
de saber compartido intersubjetivamente “desde dentro de una situación, grupo, institución social
o sociedad”, y que se construye en forma conjunta y espontánea (Shotter, 2008, pp. 16–17).
El foco, sin embargo, está en el expertise del cliente, destacando la riqueza de su saber-
hacer en su vida. En esta línea, un cliente también ayuda a organizar su terapia, teniendo posibilidad
de opinar en decisiones como ‘quién debiera estar hablando con quién, cuándo, dónde y acerca de
qué’. Si un terapeuta tiene una opinión, por ejemplo, sobre la pertinencia a la terapia, la expresaría,
daría sus razones y alentaría la discusión. Sin embargo, al mismo tiempo, respetaría una preferencia
clara de un cliente.
Un(a) terapeuta no niega su expertise, no pretende que carece de conocimiento ni le resta
valor. Desde una perspectiva colaborativa, la importancia reside en un tipo diferente de expertise
del terapeuta: “un saber-cómo” promover y mantener un espacio y un proceso donde se dé una
relación colaborativa y una conversación dialógica. No supongo que sé más que una pareja con
respecto a cómo enfrentar la traición o el perdón. Podemos hablar de un tema de muchas maneras
y yo puedo plantear mis ideas, pero quiero ser cuidadosa en relación a mi intención, el ritmo, el
momento, y la forma de hacerlo. Por ejemplo, cuando tengo una oportunidad para hablar, puedo
decir algo así como: “Mientras ustedes hablaban estaba acordándome de un artículo de
investigación que leí hace poco sobre la traición y el perdón en las parejas. Las parejas tenían un
tema un poco similar pero no exactamente el mismo que ustedes están enfrentando. ¿Les
interesaría saber lo que decía el artículo?” Presto mucha atención a su repuesta y no le asigno
ningún valor ni interpreto interés o desinterés. Si ellos muestran desinterés, entonces lo dejo ir.
Tengo cuidado de no valorarme, darme prioridad ni admirarme a mí misma como si supiera más
que el cliente.

47
No-Saber

No-saber es un concepto que remite a la orientación de un terapeuta hacia el conocimiento, y en


especial hacia tres cosas: (1) la forma en que conceptualiza la creación de conocimiento, (2) la
intención con la que usa su conocimiento, y (3) la forma, actitud y oportunidad en que lo introduce.
Este concepto enfatiza el “saber con” o “conocimiento relacional”: la construcción particular de
conocimiento creado en forma conjunta en los intercambios momento-a-momento de la terapia.
Un terapeuta expresa con humildad lo que él o ella piensa que podría saber y no cree tener acceso
a información privilegiada; nunca puede llegar a comprender totalmente a una persona y siempre
necesita saber más sobre lo que se ha expresado y lo que no se ha expresado aún. Saber-con es
crucial para el proceso dialógico.
Un terapeuta no pretende que no sabe ni oculta ningún tipo de conocimiento. Los
terapeutas traen todo su conocimiento con ellos a la sala de terapia, y éste es siempre un recurso
para la conversación. Introducirlo es un medio para participar en ella ofreciendo algo para la
reflexión y el diálogo, planteándolo como otra manera de pensar y hablar sobre el tema en cuestión.
Es importante poner énfasis en la intención, actitud, manera y oportunidad en las cuales el
terapeuta lo introduce. La intención no sería promoverlo ni persistir si la respuesta del cliente indica
que no hay concordancia o que no tiene interés. La actitud y la forma deben comunicar “esta es una
posibilidad”, y su introducción debe tener alguna congruencia con la conversación en curso.

Ser Abierto

Al entrevistar clientes a lo largo de varios años con respecto a sus experiencias con terapeutas,
algunos se preguntaban sobre los pensamientos que sus terapeutas no expresaban, qué pensaba
realmente el terapeuta sobre ellos, qué estaba “detrás” de las preguntas de un terapeuta.
Por supuesto las y los terapeutas tienen pensamientos privados: profesionales, personales,
teóricos o basados en su experiencia (por ej., diagnósticos, juicios o hipótesis). Estos pensamientos
influyen en la forma en que un terapeuta escucha, oye y formula sus respuestas. Desde una postura
colaboradora, un terapeuta es sincero y generoso con sus pensamientos, haciéndolos evidentes o
mostrándose abierto (Anderson, 1997, 2007). Ser abierto tiene dos ventajas: una, es una acción
respetuosa, cortés y generativa; y dos, puede prevenir que el diálogo interno del terapeuta se
deslice hacia un monólogo.

48
Aquí no se trata de una revelación de nuestra intimidad: se trata de las conversaciones
internas que los terapeutas tienen consigo mismos sobre el cliente y la terapia. Ser abierto(a) es
ofrecer posibilidades en relación a las cosas sobre las cuales conversar y modos de hablar sobre
ellas. La intención es participar de una manera no sesgada y no maniobrar la conversación
promoviendo o sosteniendo una idea, opinión o línea de indagación con la cual el cliente no resuena.
Más importante todavía, un cliente tiene la oportunidad de responder a un pensamiento interno y
un “conocimiento” del terapeuta, lo que abre la posibilidad de respuestas que pueden tomar
muchas formas: mostrar interés, estar de acuerdo, preguntar o no tomar en cuenta.
La articulación de los pensamientos está alterada: poner en palabras un diálogo interno o
pensamientos personales organiza, re-forma y crea algo distinto al pensamiento mismo. La
presencia de un cliente y el contexto también influyen en la articulación, afectando las palabras que
un terapeuta elige y la manera en que las presenta.
Una conversación interna no revelada y no sintónica corre el riesgo de favorecer y perpetuar
una comprensión del terapeuta que no coincide con la del cliente, y que el diálogo interno del
terapeuta se reduzca a un monólogo. Ser abierto puede minimizar el riesgo de que el discurso
(diálogo) interno del terapeuta se quiebre, y la posibilidad de un monólogo terapeuta–cliente: que
cada uno entone su monólogo sin oír al otro y la conversación dialógica se pueda “venir abajo”
(Anderson, 1997, pp. 124–125). Un terapeuta debe darse cuenta cuando se desliza hacia el
monólogo, tomarlo como una oportunidad y estar preparado para hacer lo que sea necesario para
que la conversación sea más dialógica.

Vivir con Incertidumbre

Las relaciones y conversaciones terapéuticas a las que me refiero no se guían por mapas
estructurados con preguntas preformadas o estrategias que determinan cómo debiera verse o
desarrollarse la conversación. Esto incluye sobre qué se habla, cómo se habla de ello y el ritmo de
la conversación. Sin un mapa establecido e instrucciones que lo acompañen, siempre hay una
incertidumbre con respecto de hacia donde se dirigen y cómo llegarán allí. Por supuesto los clientes
a menudo vienen con un problema predefinido y una solución deseada, como también con
expectativas acerca del terapeuta y la terapia. Sin embargo, éstas con frecuencia cambian a lo largo
de las conversaciones del proceso terapéutico.
Como colaboradores en la conversación, naturalmente el cliente y el terapeuta definen

49
conjuntamente su camino y su meta. Ninguno puede saber el rumbo que tomará una historia, cómo
se desarrollará y qué novedad va a emerger. La ruta misma se desvía a lo largo del camino a medida
que durante el proceso aparecen las sorpresas de los interminables virajes del diálogo. Lo que se
crea es distinto y mayor de lo que podría haber creado cada uno(a) de ellos sin el otro(a).
Desde esta perspectiva las conversaciones terapéuticas son más parecidas a conversaciones
cotidianas espontáneas, y naturalmente no siguen una secuencia predeterminada. Igual que en la
conversación cotidiana, las conversaciones terapéuticas no siempre son fluidas y predecibles:
pueden deambular, hacer pausas, balbucear, estancarse y pueden conllevar falta de armonía,
desacuerdo y tensión.
La incertidumbre es inherente a este tipo de situación espontánea y no planificada. La
habilidad de un(a) terapeuta de confiar en la incertidumbre es importante e involucra correr un
riesgo y estar abierto a lo imprevisto. Esto requiere una actitud de estar “preparado(a)” (Schotter,
2010): adoptar la posición que permite reaccionar a cualquier respuesta que viene del otro o
cualquier cosa que la ocasión demande (Anderson, 1997, 2007). “Una actitud de estar ‘preparado’
se refiere a algo distinto de planificar. Un terapeuta no puede planificar de antemano, pero puede
tener una forma de pensar que le permita responder espontáneamente y de acuerdo a la situación.

Transformación Mutua

La terapia es un proceso de transformación mutua para todos los miembros incluyendo el terapeuta.
Cada persona está bajo la influencia del otro(s); de ahí que cada uno tiene la oportunidad de
transformarse. El proceso no es una actividad desigual, unilateral, conducida por el terapeuta, ni el
terapeuta es meramente pasivo y receptivo. Un terapeuta está activamente involucrado con el
cliente en un proceso interactivo complejo de respuesta continua, y también con su propio diálogo
y experiencia interna. Como compañeros de conversación continuamente coordinamos nuestras
acciones a medida que respondemos, y por lo tanto nos afectamos unos a otros.

Orientación Hacia la Vida Cotidiana Común

Años de práctica, enseñanza y consultoría en diversos contextos, culturas y países, me han hecho
sentir que la terapia, como cualquier faceta de la vida, es simplemente un tipo de situación social
que ocurre en un ambiente particular con una agenda específica. Puede parecerse a la manera en

50
que interactuamos y hablamos en la vida cotidiana: la “conversación interactiva que ocurre en forma
natural (…) mediante la cual la gente vive sus vidas y conduce sus asuntos cotidianos” (Edwards,
2005, p. 257). En terapia, como Wittgenstein sugiere refiriéndose a la vida cotidiana, la gente busca
formas de avanzar y continuar con su vida.
Me resulta útil tener una visión positiva de quienes me consultan, independientemente de
sus historias y circunstancias, y creer que la gente es naturalmente resiliente y desea relaciones y
calidad de vida sanas. No encuentro útil pensar en términos de problemas importantes versus
problemas poco importantes, sino como desafíos que son parte de la vida. De manera similar, me
resulta útil no estar limitada por discursos de patología y disfunción como los diagnósticos, por
ejemplo, que al igual que cualquier discurso sobre el déficit tienen el potencial de limitar nuestro
posible éxito (Gergen, Hoffman & Anderson, 1996). Por ejemplo, la identidad asociada a un
diagnóstico puede encerrar a una persona en dicha identidad y entorpecer su sentido de agencia
personal. Busco crear comprensiones más particulares con los clientes, que sean menos restrictivas,
que tengan el potencial de promover posibilidades y la construcción de identidades posibles y
diferentes.

En Conclusión

Recurro a las palabras de Shotter (2010) con respecto a la naturaleza especial de los seres vivos (las
personas):
Algo muy especial ocurre cuando dos o más seres vivos se encuentran y comienzan a
responderse mutuamente (lo que sucede es más que el mero hecho de que tengan un
impacto uno sobre el otro) (…) se crea (…) algo cualitativamente nuevo, formas de vida
bastante originales y definidas (…) que son más que simples formas estructuradas de
desarrollo dinámico, promediadas o mezcladas, pero no integradas (pp. 2–3).
Los supuestos orientadores discutidos aquí invitan a una forma de ser/estar con los demás:
una postura filosófica. En esta forma de estar-con, el terapeuta es un ser humano que se encuentra
con otro, y es capaz de establecer una relación más receptiva con él o ella. La relación terapéutica
se vuelve menos jerárquica, el proceso se hace más bidireccional y el resultado es más
personalizado.
A través de relaciones y conversaciones futuras, estos supuestos y las prácticas que se
derivan de ellos cambiarán y evolucionarán a medida que seguimos tratando de comprender la

51
compleja naturaleza dialógica del vivir, la terapia y la transformación, e intentamos desarrollar una
práctica más efectiva. En palabras de Hoffman (2007): “Este movimiento nuestro no se dirige hacia
un punto de llegada. Es sólo un folk quilt25, y su único propósito es abrigarnos durante la noche” (p.
78).

Publicado originalmente en español en: Family Process, Vol. 51, No. 1, 2012

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25 Edredón acolchado tradicional. (N. de la T.)

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58
Prácticas colaborativas: una manera de estar 'con'26

INTRODUCCIÓN
¿Cómo pueden nuestras prácticas tener pertinencia para la vida cotidiana de la gente que
vive en nuestro mundo cambiante?, ¿cuál es esta relevancia, y quién lo determina? Para mí, estas
son unas preguntas persistentes, aparentemente simple, pero a la vez complejas y multifacéticas. En
este artículo, presento y discuto un enfoque de prácticas colaborativas como una respuesta a esta
pregunta, y uso " práctica " y " profesional " como términos inclusivos, ya sea que practique como
terapeuta, consultor, capacitador o investigador. La práctica colaborativa rompe con aquellas
tradiciones de psicoterapia basadas en la relación
terapeuta/cliente como representando un sistema experto- no experto, y/o como un proceso
tecnológico, pre-estructurado y de intervención basado en un lenguaje del déficit. La terapia
colaborativa ofrece un marco y actitud diferentes que exigen volver a imaginar cómo pensamos
acerca de las personas con las que trabajamos, y nuestro papel como profesionales. Primero,
preparé el escenario para presentar una visión general de la práctica colaborativa al presentar
brevemente el marco de los supuestos orientadores en los que se basa. A continuación, les
presentaré la posición del profesional como un reflejo de la orientación a la acción de los supuestos:
la postura filosófica del profesional o forma de ser 'con'. A continuación, presento dos ejemplos de
transformaciones de clientes y uso sus palabras para expresar sus pensamientos y acciones
después las sesiones de consulta.

INFLUENCIAS

Históricamente, el enfoque colaborativo favorece el reconocimiento y la utilización del


conocimiento local, el 'saber cómo' que un cliente tiene sobre su vida y sus
necesidades. Más recientemente, este énfasis ha sido influenciado por el mundo líquido, en
constante contracción y siempre
cambiante en cual nosotros vivimos: un mundo caracterizad por los movimientos
sociales, culturales, políticos y económico y sus transformaciones, así como los
efectos de un movimiento hacia la descentralización de la información, el conocimiento y la

26 Traducido por ML Papusa Molina, Instituto Kanankil

59
pericia. Esta influencia es amplificada por el interés internacional de destacar brillante la
democracia, justicia social, los derechos humanos, la importancia de la voz y la necesidad de
colaboración como lo demuestra, por ejemplo, las protestas indígenas por la pérdida de
sus derechos.
En mis viajes, yo he hablado con clientes alrededor del mundo y ellos, cada vez
más, indican querer opinar y poder actuar sobre las cosas que están afectando sus vidas. Ellos han
perdido la fe en las instituciones y están frustrado por ser tratados como números y categorías e
ignorar su humanidad o, peor, violarla. Los clientes demandan sistemas y servicios más
flexibles. y respetuosos; en otras palabras, exigen que cuestionamos nuestras prácticas
profesionales. Esto a su vez, cuestiona si estamos dispuestos a romper con esas tradiciones de
psicoterapéuticas que no están en sincronía con nuestro mundo
contemporáneo, y a crear sistemas alternativos de terapia y procesos que son menos rígidos
jerárquicamente y conducida por el “experto”. Un testimonio de estas demandas es la
atención de este Congreso en el tema de 'Soñando el Mundo’ incluyendo el impacto del
trauma interpersonal en individuos, comunidades y culturas, así como su reverberación a través
de generaciones en términos de los efectos devastadores en la identidad y el bienestar, así como su
llamada para proporcionar respuestas que reconozcan la importancia crítica de nuevas formas de
estar juntos.
Convertirme en un practicante colaborativo ha sido, para mí, un viaje evolutivo a lo largo
de los años, continuamente influenciado por la naturaleza reflexiva de la teoría y la práctica
(Anderson, 1997a, 2007; Anderson & Goolishian, 1988, 1992; Anderson, Goolishian, Pulliam, y
Winderman, 1986; MacGregror et al., 1964). Debido a que un gran porcentaje
de mi práctica siempre ha incluido lo que comúnmente se denomina " fracasos de tratamiento ", me
pregunté: ¿qué distinguen los clientes como la naturaleza especial de la terapia y los terapeutas que
marcaron una diferencia? En otras palabras, ¿cómo podría la terapia ser más relevante y
efectiva? Durante varios años, esta curiosidad me llevó a entrevistar a los clientes acerca de sus
experiencias de terapia exitosa y no exitosa (Anderson, 1997b). Lo que aprendí de estos clientes
influyó significativamente en el desarrollo de mi práctica colaborativa.
Los profesionales colaborativos comparten un terreno común con una creciente comunidad
internacional de profesionales y académicos clínicos en disciplinas cuyo trabajo se basa
en aportaciones basadas principalmente en la filosofía y el diálogo posmodernos y hermenéuticos
y en las teorías de la construcción social. En las disciplinas de la psicoterapia, este movimiento, que

60
inicialmente se desarrolló, en gran medida, dentro del campo de la terapia familiar,
representa una giro muy lejano de las terapias basadas en conceptos como el lenguaje y las palabras
como representativos y descriptivos del mundo, el conocimiento como un constructo individual, la
objetividad y, como Hoffman (2007, p. 66) lo expresa: "los problemas como un fenómeno interno
de la persona" y un giro hacia la terapia que se basa en entender el lenguaje como un proceso social
de creación de significado en el que "el significado está en la expresión, no debajo ni detrás de
ella" (Andersen, 2007, p. 89), y los desafíos de la vida, independientemente del grado en que se
perciben, como relacionales y dialógicos. Esta agrupación de terapias se conoce de diversas
maneras como: dialógica, discursiva, narrativa, diálogos abiertos, posmoderna, constructivista
social, y
‘withness’ (Andersen, 1987, 1991; Anderson 1997b; Anderson y Gehart, 2007; Anderson y Goolishia
n, 1988, 1992; Anderson et al., 1986; Hoffman 2002, 2007; Katz y Shotter, 1996; Malinen, Cooper y
Thomas, 2012; McDaniel, 1995; McNamee y Gergen, 1992; Penn & Frankfurt, 1994; Riikonen y
Smith, 1997; Seikkula y Olson, 2003; Seikkula et al., 1995; Sermijn, Devlieger, & Loots, 2008; Strong
& Paré, 2004; White y Epston, 1990).

La práctica colaborativa como práctica política

El lector puede preguntarse cómo la práctica colaborativa es 'política' y, sobre todo, ¿cuál es su
relevancia dado el enfoque de esta revista, como se describe en su misión, como ‘la aplicación a
problemáticas políticas del pensamiento que se origina en el campo de la
psicoterapia' (Psychotherapy and Politics International, 2012). Aunque existen definiciones de lo
‘político', cada persona tiene su manera muy única de ver la política y lo político. Mi comprensión
es cercana al sentido griego clásico de la toma de decisiones participativa en relación con el poder y
la autoridad: las personas como ciudadanos toman decisiones conjuntas y tienen el derecho y la
oportunidad de influir en sus propias vidas. En este sentido, todo es político, incluido el tema de si,
cuándo, y cómo las personas pueden participar a través del diálogo para llegar a los
resultados colectivamente o, diría yo, 'colaborativamente'.
Las tradiciones desafiantes de la psicoterapia y la autoridad que las acompaña son
políticas. La política de la práctica colaborativa descansa en parte en este desafío. Esto incluye un
llamado a cambios en nuestro pensamiento que incluyen: analizar críticamente las discordancias
dominantes, por ejemplo, las verdades sociales, culturales, psicoterapéuticas y universales que

61
afirman; y el cambio de un discurso individual a uno relacional que privilegia el conocimiento local.
La práctica colaborativa nos llama además para llevar a cabo un cambio en nuestras acciones; entre
ellas: desechar nuestro papel de ayudante; movernos del pensamiento ‘acerca de’ (aboutness)
hacia pensamiento y acción ‘con’ (withness); manteniendo coherencia entre nuestras formas de
estar en nuestro mundo profesional con el personal; y ser visible como persona. Todo cual, de una
manera u otra, contribuirá a la creación de una mirada alternativa del lenguaje
y significado, en cual cada ser humano está en relación con otro ser humano.

Tres sesgos de esta perspectiva y sus desafíos inherentes

Unido a lo que yo he aprendido de mis clientes, mi enfoque colaborativo está inspirado por una
creciente y siempre cambiante colección de supuestos orientadores de esta perspectiva que se
filtran a través de la filosofía posmoderna y hermenéutica y las teorías socio-construccionistas y
dialógicas como las exhibidas en los escritos de pensadores críticos como Wittgenstein (1953);
Foucault (1972); Gadamer (1975); Derrida (1978, 2000); Bateson (1979); Lyotard (1984); Bakhtin
(1986), y Vygotsky (1986), junto con académicos como Shotter (1984, 1993, 2010); Gergen (1985,
1999) y Sampson (2008). Conceptos sobre el conocimiento, el lenguaje y el diálogo como
relacionales, participativos, interpretativos, e inherentemente transformadores, proveyeron un
lenguaje para comprender, no solo mis propias experiencias, sino lo que he aprendido de los clientes
sobre sus experiencias de terapia, culminaron en un reto a lo que yo había heredado acerca de la
psicoterapia y otras tradiciones, y estimularon la oportunidad para desarrollar una perspectiva
alternativa. A continuación, discuto tres principios orientadores y los desafíos inherentes a
la manera en que los practicantes piensan y actúan. Los ‘principios orientadores’ se refieren a un
punto de vista y la actitud desde la cual asistimos, nos acercamos, nos relacionamos y respondemos
a nuestro mundo, a los demás y a nosotros mismos de manera espontánea (Shotter, 2008) en lugar
de a partir de supuestos teóricos que informan el pre-conocido y planificado método, la técnica y la
estrategia (ver Anderson, 1997a, 2007, para un conjunto ampliado de supuestos).

Mantener el escepticismo

Es importante mantener una actitud crítica y cuestionadora acerca del conocimiento como
fundamental y definitivo. Esto incluye el conocimiento de discursos dominantes heredados y

62
establecidos, meta-narrativas, y verdades o reglas universales, y la autoridad que proviene de esta
herencia. Nacemos, vivimos y somos educados dentro de sistemas de conocimientos y
tradiciones que normalmente damos por sentado. Sin darnos cuenta, a menudo aceptamos
y reproducimos el conocimiento institucionalizado que puede llevar a prácticas que están fuera de
ritmo con nuestras sociedades contemporáneas y posiblemente ajenas a la humanidad, sin
importar el contexto y cultura. Yo no estoy sugiriendo que abandonemos nuestro conocimiento o
discursos (por ejemplo, psicológicos o culturales) heredados, ni tampoco sugiero que la construcción
postmoderna o social, por ejemplo, son narrativas del meta-conocimiento. Cualquier y todo
conocimiento puede ser útil.
El reto es romper con un no cuestionamiento de nuestras tradiciones heredadas en la
psicoterapia incluso la penetrante estrechez e insularidad del pensamiento disciplinario. El llamado
es a ser un profesionista reflexivo: a cuestionar cualquier discurso como poseedor de la
verdad. Esto habría de incluir los discursos filosóficos y teóricos sobre los cuales la práctica
colaborativa en sí misma está basada.

Evitar la generalización

Los discursos dominantes, las meta-narrativas y las verdades universales se pueden generalizar y
aplicar a través de los pueblos, culturas, situaciones o problemas. Pensar en términos de tal
conocimiento anticipado, por ejemplo, los comandos teóricos y reglas predeterminadas, nos lleva a
crear categorías, tipos y clases de personas, problemas y soluciones que pueden inhibir nuestra
capacidad de aprender acerca de la singularidad de cada persona o grupo de gente y sus
circunstancias. En otras palabras, la familiaridad puede ponernos en riesgo de despersonalizar a
la persona; puede tentarnos a llenar las brechas y llevarnos a proceder basados en nuestros
supuestos en lugar de aprender de la persona con la que estamos hablando; inclusive puede limitar
tanto nuestra como sus posibilidades
El reto es a tener cuidado (tener presente) de la seducción de generalizar el conocimiento y
la posibilidad limitante de ver y encontrar lo que se está buscando, así como los riesgos
asociados con esto. En lugar, nosotros debemos aprender acerca de la diferencia de cada
persona y su vida directamente de ellos y ver lo familiar, o lo que creemos que podemos conocer
previamente, de una manera desconocida o fresca. Si así lo hacemos, podemos maximizar las
posibilidades de co-crear soluciones que son únicas y adecuadas para ellos y sus circunstancias.

63
Privilegiar el conocimiento local

El conocimiento local, como la experiencia, las verdades, los valores, los hábitos, las narraciones y
la sabiduría que se crea dentro de una comunidad ordinaria de personas, por ejemplo, una familia,
un aula escolar o una sala de juntas de negocios, que tienen un conocimiento directo de sí mismos
y de su situación, es importante. En relación con el tema este Congreso, esto incluiría las
comunidades indígenas o el conocimiento ancestral.
El conocimiento local, formulado dentro de una comunidad para abordar sus necesidades
autodefinidas puede, por lo tanto, ser más pertinente, pragmático y sostenible para esa comunidad.
El conocimiento, por supuesto, siempre se desarrolla en el contexto de discursos dominantes,
meta- narrativas y verdades universales y está influenciado por estas condiciones. No se sugiere que
sea o pueda ser de otra manera o que pueda evitarse; el desafío es tener siempre en cuenta el valor
del conocimiento local, 'la necesidad de comprensión, acciones y soluciones locales' como se
planteó en el Congreso Mundial de Psicoterapia (2011), es fundamental para poder escuchar lo
que el otro juzga que es importante para ti oír, y nos invita a suspender pre-concepciones las
cuales pueden interferir con lo que escuchamos. Yo distingo entre escuchar y oír, lo cual discuto
más adelante. Esto contribuye a resultados que son particularmente adecuados para la persona y
su situación y, por lo tanto, para su sustentabilidad. Heidegger sugiere que:
Ser en el mundo es una búsqueda constante de significados sobre cómo
podemos entendernos a nosotros mismos y a nuestro entorno. Lo que entendemos influirá
en la forma en que nos relacionamos con los contextos circundante, así como a aquellas
personas que están allí ... Lo que entendemos está relacionado con lo que vemos y
oímos. (citado por Andersen, 1996, p. 119).

Implicaciones prácticas de los principios orientadores de esta perspectiva

Estos supuestos colectivamente nos animan a reflexionar críticamente sobre nuestros


pensamientos encuadrados en categorías y constructos y nos invita a abrirnos a la posibilidad de
cambiar la manera en la que vemos y escuchamos y, por lo tanto, nuestra manera de ser. Nos invitan

64
a tener una actitud diferente acerca de la gente con la que trabajamos, nuestra relación con ellos,
lo que esperamos lograr y cómo llevamos cabo esto. Nos motivan a ver a cada persona y sus
circunstancias, como únicas. Si nosotros podemos cambiar nuestra manera de entender y nos
damos cuenta de la naturaleza limitante de nuestros pre-entendimientos, podemos abrir la
posibilidad de ver y escuchar lo que nos resulta familiar de una forma no-familiar o novedosa, que a
su vez puede influir en nuestros entendimientos y cambiar nuestros pre-entendimientos. Heidegger
llama a esta naturaleza contextual del conocimiento el círculo hermenéutico: la naturaleza reflexiva
de la interacción de nuestra comprensión previa y el proceso de comprensión a través del cual
puede surgir una nueva comprensión y nuestra comprensión previa también puede cambiar en el
proceso (ver Wachthauser, 1986). En otras palabras, la parte y el todo se entienden siempre en
relación de unos con otros, y la nueva comprensión puede ser una consecuencia de este proceso de
interpretación.
A menudo me preguntan “¿Cuáles son las implicaciones para la terapia?” y “¿Cuáles son las
técnicas de esta terapia?” Mi respuesta provocativa es que la noción de técnicas y pasos no es
parte de un enfoque colaborativo. Las prácticas colaborativas se separan de la tradición de
la terapia de manual, que sigue un guion o una fórmula. En cambio, son informadas por lo que yo
llamo una postura filosófica o una forma de ser/estar 'con'. Mi uso del término 'una forma de
ser 'con'' no se deriva del concepto de Rogers (1980) de una forma de ser (para mayor discusión de
las similitudes y diferencias entre Rogers perspectiva humanista y as prácticas colaborativas, véase
Anderson, 2001). Esta forma de estar "con" del terapeuta invita y sostiene tipos particulares de
relaciones y conversaciones: colaborativas y dialógicas. La relación colaborativa y la conversación
dialógica se refieren al espacio metafórico (espacio dialógico, no al espacio literal) y al proceso
polifónico (una pluralidad, multiplicidad y diversidad de voces) en el que se genera la
transformación. En otras palabras, la transformación ocurre en la dinámica de la relación y en el
proceso de expresión del significado, es decir, la conversación.
La esencia de una relación de colaboración implica la sensibilidad y la voluntad de examinar
constantemente la manera en que nos orientamos para ser, actuar y responder "con" la otra
persona. Se refiere a un cierto tipo de conexión en la que lo que el otro siente que, lo que tiene para
ofrecer, es apreciado, valorado y no juzgado. En consecuencia, las personas se sienten invitadas a
un compromiso conjunto al que llamo indagación mutua o compartida. Es una relación en la que un
terapeuta invita y alienta al cliente, así como a sí misma, a tener un sentido de participación,
pertenencia, y responsabilidad.

65
El diálogo, según Bakhtin (1984), es una forma de comunicación en la que los participantes
se comprometen 'entre ellos' (en voz alta) y 'con' ellos mismos (en silencio), a una búsqueda de
significado y comprensión. Esto incluye cualquier forma en la que intentemos comunicarnos,
articular y expresarnos, incluyendo palabras, signos, símbolos, gestos, etc. En la práctica, el diálogo
implica una indagación compartida o mutua: responder conjuntamente, comentar, examinar,
cuestionar, preguntarse, reflexionar, asentir con la cabeza, mientras hablamos de las cuestiones que
se presentan. El diálogo requiere la capacidad de tratar de entender a la otra persona desde su
perspectiva, no la nuestra. La comprensión dialógica no es una búsqueda de hechos o detalles, sino
una orientación y un proceso que siempre asume la presencia de malentendidos. Es una forma de
estar (inter) activa que requiere participación a través de la respuesta para conectarse y aprender
sobre el otro desde ellos, en lugar de conocer y comprender previamente sus palabras y a ellos
mismos desde una propuesta teórica. En este sentido, el diálogo no es directivo ni pasivo.
El tratar de entender involucra el intricado tejido de un proceso reflexivo de escuchar
y hablar: cada uno de estos es crítico para el otro. El terapeuta no solo escucha atenta y
cuidadosamente, sino que también responde y habla para verificar si lo que se escucha, es lo que el
cliente espera que el terapeuta escuche. El terapeuta, como un aprendiz permanente, responde con
curiosidad genuina, haciendo preguntas para aprender más sobre lo que se dice, no lo que el
terapeuta piensa que debería haber sido dicho. Escuchando y hablando, el terapeuta se involucra
con el todo de la historia; esto es diferente a escuchar y hablar para reunir detalles y hechos.
Colaboración y diálogo van de la mano; cada uno es crítico del otro. En mi experiencia,
cuando las personas habitan en un espacio metafórico y se involucran en un proceso polifónico para
relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas, la imaginación y la creatividad son invitadas
conforme comienzan a hablar con y oírse a sí mismos y al otro, de una nueva manera que permite
la construcción de algo que no ha existido antes. La novedad que se desarrolla puede expresarse en
una variedad infinita de formas, como la comprensión y la acción y en la mejora de la auto-agencia
y la liberación de identidades del yo.
Dentro de la cultura de la psicoterapia y dentro nuestras culturas en general, los principios
orientadores ofrecen una opción discursiva que fomenta nuevos entendimientos y prácticas. Es
una opción política que, cuestiona nuestras grandiosas narrativas que damos por hecho, y nos ayuda
a evitar quedar aprisionados por nuestras tradiciones y las reglas heredadas. Junto con la postura
filosófica que emana de estos principios, es que somos capaces de generar nuevas comprensiones
y prácticas alejando nuestra atención de la naturaleza algunas veces opresiva de la verdad del

66
experto que dice, por ejemplo, cómo otra persona debe vivir su vida. La voz y el saber hacer de
la persona ordinaria se convierten en tan pertinente e importantes como la voz del profesional
culturalmente designado, teniendo así el potencial de disolver dualismos relacionales y las
jerarquías institucionales. Las comunidades de prácticas colaborativas han desarrollado lenguajes
que no están inmersos en vocabularios tales como defectos y fallas, así como lenguajes
policiales tales como culpa y juicio. Para mí, esta opción, conlleva la promesa de tener influencia
en no solo nuestras terapias, pero nuestras prácticas sociales y políticas.
Sin embargo, aún nos queda la pregunta: "¿Cómo podemos los profesionales,
facilitar y mantener la condición para la colaboración y el diálogo?" En respuesta a esto, paso a una
discusión sobre la postura filosófica y política que sustenta la práctica colaborativa.

La postura filosófica

La postura filosófica es el arte y el espíritu de la práctica colaborativa. Inspirada por Shotter (1993),
utilizo la frase 'postura filosófica' para resaltar una sensibilidad hacia un tipo particular de actitud
desde donde las palabras y las acciones de un terapeuta surgen en respuesta al otro, y ponen en
relieve un alejamiento de la noción de 'guía'. La idea de que la terapia es un arte
es influida por Hoffman (2007) que mira, a la manera espontánea con la que un terapeuta participa
en el tipo de conversaciones terapéuticas a las que me refiero, como “la forma en la que un artista
creativo opera más que la de un profesional capacitado” (p. 77) y por Andersen énfasis (2,007) en la
terapia como un arte humano, es decir, “el arte para participar en los enlaces [de intercambios] con
los demás” (p. 82). La terapia colaborativa es una forma de estar "con" que implica una
postura, una actitud y un tono que comunica a las personas la importancia especial que tienen para
mí, que son un ser humano único y no una categoría de personas, y que son reconocidos, apreciados
y tienen algo digno de decir y escuchar. Refleja una manera de relacionarse con los otros que incluye
pensar con, hablar con, actuar con y responder con ellos, en lugar de a, para o sobre
ellos. La palabra significativa es con: un proceso 'withness' que nos orienta y reorienta hacia
la otra persona como partícipe dentro del sistema terapéutico, más que como un observador que
interpreta desde fuera. Withness deriva del trabajo de Bakhtin (1986) y es un concepto sobre el que
escriben tanto Hoffman (2007) como Shotter (2010). Withness se refiere a una actividad dialógica
en la que nos encontramos de forma espontánea y relacional sensible a la otra persona, mientras
que aboutness se refiere a una actividad monológica en el que sólo pensamos, vemos y

67
respondemos en términos de lo que ya es familiar para nosotros (Shotter, 2010). La postura
filosófica y sus relaciones y conversaciones ‘con’ invitan y fomentan un sistema de terapia, un
proceso y una relación menos jerárquica y menos dualista. Las personas participan de manera más
equitativa y la terapia se vuelve más participativa y mutua.
La postura filosófica que propongo se convierte en una expresión de un valor, una creencia
y una política que no separa lo profesional de lo personal. Además, ser una persona, y mantener la
coherencia en los contextos y las relaciones, es ser congruente como persona, y no desempeñar el
papel de un terapeuta. Si se hace, se corre el riesgo de ser como un actor que desempeña un papel
basado en un guion. Un actor se adhiere a un guion, dejando de lado otros roles. Como terapeuta,
desempeñar un papel puede interferir con la espontaneidad de estar presente con el otro, ser
receptivo al momento interactivo y hacer aquello que es único y que la ocasión demanda.

Siete características interconectadas de la postura filosófica

Las creencias y actitudes, la forma de estar "con", que fluyen a partir de los supuestos filosóficos
discutidos anteriormente, se convierten en sensibilidades orientadas a la acción que influyen
acciones auténticamente espontáneas y naturales, y no técnicas ni pasos pre-estructurados. Le pido
al lector que distinga cómo, combinado y por separado, cada uno tiene una implicación política con
respecto a nuestras tradiciones.

Indagación compartida

El profesional y el cliente forman una asociación conversacional caracterizada por una actividad
conjunta de indagación compartida o mutua. Se trata de un 'allí juntos', 'haciendo con' proceso en
el que dos o más personas juntan sus cabezas para resolver el rompecabezas y hacer frente a algo. El
practicante invita a la otra persona, o personas, a esta indagación mutua mediante la adopción de
una posición curiosa de aprendizaje. La curiosidad del terapeuta contagia al cliente y lo invita a
interesarse por sus circunstancias en las formas que no eran posible antes -ya sea con ellos mismos
o con otros.
Mis respuestas, ya sea preguntas, comentarios, gestos, etc., son informados por y provienen
de dentro la conversación; se relacionan con lo que la persona ha dicho o hecho en el momento. No
están informados por mis 'verdades' acerca de ellos, como de lo que deberían hablar o

68
deberían estar haciendo; verdades que podrían ser derivadas, de mapas teóricos, experiencia
clínica, o valores personales. Mis respuestas son mi manera de participar en la conversación
y son ofrecido desde una posición de aprendizaje continuo para asegurar que estoy entendiendo al
otro de la mejor manera posible. Mi objetivo es promover un proceso de ida y vuelta al que llamo
indagación conjunta, en el cual un cliente se involucra en una nueva curiosidad sobre la situación
para la cual se buscó la terapia. A pesar de que este compromiso comienza con el terapeuta, se
extiende a las conversaciones que el cliente tiene con uno mismo y con los demás. A través del
proceso de indagación mutua, el cliente comienza a desarrollar significados para sí mismo y para las
personas y los eventos en su vida que le permiten un fenómeno de agencia expandida o nueva. La
novedad viene desde dentro del proceso dialógico intrínsecamente transformador.
Mediante esta actividad conjunta, la relación y la conversación comienzan a determinar el
proceso o método de indagación. El método no define la relación y la conversación, sino todo lo
contrario; el cliente y el profesional crean desde el momento mismo en que se desarrolla la relación
actual y la conversación; no desde fuera o anterior a ésta. Los terapeutas no controlan la dirección
de la conversación o narración de las historias, pero participa en ella. Juntos, el cliente y el
profesional dan forma a esta narrativa que siempre es una re-narración al mismo tiempo una nueva
narrativa que produce una riqueza de novedades, posibilidades recién descubiertas y hasta futuros
inimaginables.
Es importante para el profesional generar un amplio espacio para facilitar el escuchar y
hablar. En mi experiencia, en el proceso dialógico al que me refiero, cuando un miembro de una
familia habla y los otros escuchan, todas las partes comienzan a experimentar una diferencia en la
historia, las narraciones y re-narraciones. Cuando una de las personas tiene la posibilidad de
expresarse totalmente sin interrupción, y los otros también tienen una capacidad total para
escuchar, todos comienzan a tener una experiencia diferente de ellos y de lo que se dice y se
escucha. Cuando una persona puede escuchar completamente sin estar simplemente preparando
una respuesta correctiva, tiene la oportunidad de empezar a oír y entender las cosas de otra
manera.

La pericia relacional o el cliente es el experto.

Tanto el cliente como el profesional aportan experiencias y pericias al encuentro: el cliente es un


experto en sí mismo y su mundo; el terapeuta es un experto en la creación de un espacio y proceso

69
para las relaciones colaborativas y las conversaciones dialógicas. (Anderson y Goolishian 1992). El
énfasis en la pericia del cliente hace no niega la pericia del terapeuta; esto centra la atención
sobre los recursos del cliente para manejar su vida y nos pide ser cautelosos para no valorar,
privilegiar y reverenciar terapeuta como el que mejor conoce al cliente. La pericia del terapeuta está
presente pero no de un modo jerárquico o de instructor
No sugiero que un practicante carezca o pretenda tener una falta de experiencia o
pericia. Los terapeutas, por supuesto, tienen pericia, pero desde una perspectiva colaborativa; ésta
es de un tipo diferente ya que es excelente para invitar a una persona y generar un espacio y un
proceso para la creación de relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas. Juntos,
cliente y terapeuta crean una nueva pericia o conocimiento.

No saber/no conocer

No saber/no conocer se refiere a dos cosas: una, cómo un profesional piensa acerca de la
construcción del conocimiento; y dos, la intención y manera con la cual el conocimiento es
introducido dentro la consulta. Es una actitud de humildad acerca de lo que el profesional cree que
él o ella puede saber, junto con la creencia de que el profesional no tiene acceso a información
privilegiada, nunca puede entender completamente a la otra persona, y siempre necesita aprender
más sobre lo que se ha dicho o no dicho. En otras palabras, para el practicante colaborativo, la
certeza de saber se convierte en una ilusión que puede limitar el conocimiento imaginativo y
creativo con el otro.
Un profesional colaborativo tiene en cuenta que conocer con es crucial para el proceso
dialógico. En otras palabras, el énfasis está en saber con otro en el momento en lugar de
saber acerca del otro, sus circunstancias, lo que el resultado debería ser de antemano o cuál es
mejor. Un profesional colaborativo tiene siempre presente el riesgo que ese conocimiento
previo/mejor puede colocar a las personas en categorías de problemas o identificarlas como tipos
de personas. Tal ‘sabiduría’ puede limitar su capacidad de estar interesados en y aprender sobre la
singularidad de esa persona y la novedad de su vida. Riikonen y Smith (1997) resumieron el mayor
riesgo de saber: "Conocer [el conocimiento externo] es la principal fuente de no participación en el
diálogo" (pág. 141).
Una postura de ‘no conocer’ no significa que un profesional no sepa alguna cosa o pueda
descartar o no usar lo que él o ella sabe, como lo son los conocimientos teóricos, la experiencia

70
clínica, experiencia empresarial, experiencia de vida. En su lugar, el énfasis está en la intención, la
forma, la actitud, el tono y el tiempo en el que se introduce un conocimiento, pericia, o
experiencia. La introducción de éstas es simplemente una manera de participar en la conversación,
que ofrece elementos para la reflexión y el diálogo, y de presentar una posible manera de seguir
hablando de lo que se está abordando. Un practicante presta especial atención a y sigue siendo
coherente con la respuesta del cliente. Esto incluye poder dejar de lado nuestro conocimiento si,
por alguna razón, no es apropiado para el cliente, así como ser capaz de abstenerse de interpretar
lo que no corresponde de manera crítica.

Ser público

Como todos nosotros en la vida diaria, los profesionales tienen pensamientos privados, ya
sean profesionales, personales, teóricos, o políticos, basado en entendimientos informados por la
experiencia. Estos pensamientos y entendimientos tienen una influencia en la manera cómo los
terapeutas escuchan, oyen y responden. Desde una postura colaborativa, un practicante está
abierto y es generoso con sus pensamientos, haciéndolos visibles o lo que yo llamo ser pública. Ser
público no se refiere a lo que tradicionalmente se piensa como auto-revelación. En cambio, tiene
que ver con las conversaciones internas que los profesionales tienen consigo mismos sobre el cliente
y la terapia. Siendo públicos con la conversación interior puede ofrecer posibilidades de cosas de
que hablar o maneras de hablar de ellas. Es una forma en la que un profesional puede contribuir y
participar. Quiero resaltar 'participar'. La intención es 'participar en' de una manera imparcial,
cuidando de no dirigir indebidamente la conversación y, obstinadamente, promover un punto de
vista.
Ser público tiene dos ventajas. En primer lugar, es respetuoso, y yo diría ético, revelar los
pensamientos internos y no mantenerlos en privado. Yo a menudo he escuchado a clientes decir
que cuestionan qué es lo que su terapeuta estaba pensando, pero no diciendo. Ellos se
preguntaban qué estaba detrás de las preguntas del terapeuta. Ellos sintieron que había
una conversación privada acerca de ellos de la cual no formaban parte. En todas mis prácticas,
encuentro que el cliente, el consultor o el coachee quieren saber lo que estoy pensando. En segundo
lugar, e igualmente importante, un terapeuta que hace públicos sus pensamientos privados tiene el
potencial de evitar que él o ella caiga en un monólogo en cual una idea o perspectiva se imponga
sobre todos sus pensamientos o puntos de vista. Cuando el terapeuta se involucra en un monólogo

71
interno, el terapeuta se puede cerrar fácilmente para escuchar al otro y permanecer abierto a la
novedad en cuanto a significado y comprensión. Los resultados pueden ser que no exista una
evolución de lo que se dijo como sucede en el diálogo.

Ser espontáneo y vivir con incertidumbre.

La forma de conversación de la que se habla en este artículo es una conversación natural y


espontánea que tiene una naturaleza bidireccional. Cada respuesta de una persona es una respuesta
a la otra y, a su vez, informa e invita a la otra a responder a la misma. La conversación no está
guiada por un manual técnico, un proceso de pasos estructurados, preguntas preformadas u otras
estrategias similares. En otras palabras, cómo debe verse o desarrollarse una conversación, por
ejemplo, su ritmo o la secuencia de temas, no es predeterminado.
Cuando un terapeuta y un cliente se involucran hablando natural y espontáneamente de
una manera en la cual crean conjuntamente los caminos y determinan el destino, siempre hay una
incertidumbre acerca de dicho destino y de cómo llegarán allí. Lo que se crea es diferente y más de
lo que podría haber sido creado por uno sin el otro. Si bien un cliente puede presentar un problema
y un destino predefinidos, así como expectativas sobre cómo se le ayudará, es probable que estos
cambien a lo largo del curso de las consultas. Como socios conversacionales, al caminar junto al
otro, cliente y terapeuta coordinan sus acciones conforme responden con el otro. De ahí que su
camino y destino sean impredecibles e inciertos. Cómo será el camino, los recorridos a lo largo
del camino y el destino final variarán de un cliente a otro, de un profesional a otro y de una situación
a otra. Que el practicante y el cliente caminen uno junto al otro y se involucren mutuamente en un
proceso colaborativo y dialógico de narración de historias es parte de la naturaleza intrínsecamente
transformadora de la terapia.

Transformación mutua

Destaco la mutualidad de la relación y el proceso conversacional. En este tipo de


‘withness’, y proceso relacional y dialógico, cada persona está bajo la influencia de la otra(s) y por
lo tanto cada parte, incluso el profesional, está en riesgo de cambiar; el proceso no es unilateral o
impulsado unilateralmente por cualquiera de las partes. Igualmente, el practicante no es un
participante pasivo; él o ella está involucrado activamente en un complejo proceso interactivo de

72
respuesta continua con los clientes, así como con su propia experiencia y conversación interna. En
otras palabras, como socios conversacionales, coordinamos continuamente nuestras acciones y
estamos influenciados por el otro con el que respondemos.

Orientación hacia la vida cotidiana.

Durante mis años de práctica en diversos contextos y culturas, he llegado a creer que la terapia y
otras prácticas tales como la educación, el desarrollo organizacional, y la investigación pueden ser
más como la vida cotidiana. Aunque tienen lugar en contextos particulares y cada uno con una
agenda particular, la terapia, por ejemplo, no necesita ser un evento sagrado con sumos sacerdotes
y plebeyos. Puede parecerse a la forma en que nosotros interactuamos y hablamos en la vida
diaria o, en palabras de Edwards (2005), el "hablar natural ... a través del cual la gente vive su vida
y conduce sus actividades diarias' (p. 257). En la vida cotidiana, como Wittgenstein (1953)
sugiere, buscamos la forma de conocer nuestra 'manera acerca de' y cómo continuar'. En todas
nuestras prácticas los participantes se esfuerzan para encontrar maneras de seguir adelante y
continuar con sus vidas.
Yo he encontrado que es muy útil tener un panorama positivo respecto a la gente con quien
yo me reúno, sin importar sus historias y circunstancias. Esto incluye la creencia de que cada
persona tiene la capacidad para llevar una vida satisfactoria y ver a la especie humana como
naturalmente ingeniosa, resiliente, y deseando tener relaciones sanas y calidad de vida. También
he encontrado muy útil el mirar los discursos de patología y disfunción como limitantes, ya que creo
que nuestro lenguaje, nuestras palabras, nuestras descripciones forman parte de la
persona que vemos y oímos. Quiero ver y escuchar a cada individuo y cada miembro de una familia
y otros sistemas con ojos y orejas frescas. Yo quiero conocer a cada uno como alguien que no he
conocido anteriormente.
Lo anterior sugiere que la terapia se mueve de un sistema jerárquico-dualista, experto/no
experto hacia un modelo de encuentro más igualitario en cual la gente puede mantener su dignidad
y orgullo y, con referencia a uno de los temas de este congreso, mantener su historia, idioma y
cultura.

Dos ejemplos de prácticas colaborativas

73
Yo he encontrado que los clientes son mucho más ingeniosos y creativos que lo que los
terapeutas algunas veces les dan crédito. Su pensamiento y actuación después de la terapia a
menudo es impredecible y sorprendente. Yo siempre quiero ser cuidadosa y demostrarles que no
quiero meterme en su camino. A continuación, les ofrezco extractos de entrevistas de
seguimiento al día siguiente de la consulta con dos clientes. Los profesores universitarios que
habían observado las sesiones hicieron las entrevistas y la entrevistas fueron grabado. Las palabras
de los clientes ilustran la impredecible y sorprendente naturaleza del diálogo. Si bien estos clientes
particulares pueden parecer no tener problemas 'difíciles', en mi práctica cotidiana utilizo el mismo
enfoque colaborativo con los clientes que presentan circunstancias tales como fobia a la escuela,
problemas conyugales, depresión, y psicosis.

Lo implícito se vuelve explícito.

Consulté con una mujer joven quien estaba comenzando su carrera y quien estaba tratando de
tomar una decisión sobre si tener hijos o no. Ella estaba viviendo en los Estados Unidos y tanto
su familia como la de su esposo vivían en otros países en dos continentes diferentes. Sucedió que
su madre estaba en la ciudad y, como había mencionado que su madre era una de las personas con
las que había hablado sobre su dilema, le pregunté si quería que su madre la acompañara. Como ya
habían hablado antes sobre la decisión, sintió que no diría nada que su madre no hubiera escuchado
antes o que no quería que la madre escuchara. Su madre vino y le pregunté a la hija cómo le gustaría
que la madre participara en la sesión; ella dijo que su madre podía "simplemente escuchar" y la
madre estuvo de acuerdo. Luego pregunté si estaría bien si en algún momento quisiera hablar con
la madre. Ambos dijeron que estaba bien.
Los fragmentos narrativos de la joven mujer tocaron muchas cosas, incluyendo la
maternidad, las normas sociales, los sueños, la toma de decisiones, los sistemas de apoyo y los
valores de la familia, entre otros. Aprendí mucho sobre la familia, cuyos miembros parecían tener
relaciones afectuosas y realmente disfrutaban su compañía mutuamente. Cuando estábamos
a punto de concluir la sesión, hablé con la madre. Yo le pregunté si ella quería compartir algunas de
las cosas que ella había estado pensando mientras su hija y yo hablábamos. Lagrimeando, ella dijo
que había estado pensando acerca de su familia y sus tres hijos y cómo la responsabilidad era un
valor dominante en su familia. Ella estaba muy agradecida por haber tenido la oportunidad de
escuchar la conversación entre su hija y yo, diciendo: "Había muchas cosas que pensé y sentí. Una

74
fue el tema de la responsabilidad y especialmente la maternidad y la crianza de los hijos”. También
dijo que sentía la necesidad de hablar con su marido y todos de sus hijos. Yo no necesitaba saber la
razón.
Al día siguiente la madre me dijo que me quería contar lo que le sucedió después de la
sesión. Había hablado con sus otros dos hijos, un hijo y una hija que habían crecido y estaban
casados, y con su esposo. Ella continuó:
Lo implícito se convirtió en explícito, no durante la terapia sesión, pero después... yo no
sabía por qué, pero yo sentí la necesidad de hablar con mi familia para que ellos no sintieran
tanta responsabilidad. [La sesión] me llevó al punto dónde yo tengo que
a ver mi hijas e hijo en una manera diferente... En los últimos años todos de los viajes y las
vacaciones han sido alrededor de nuestros hijos: sus mudanzas, bodas, bebés. Le dije
a mi marido que deberíamos viajar solos.
En cuanto lo que a la hija experimentó durante la sesión y lo que sucedió después, ella
dijo “sólo el hecho de que aproveché la oportunidad de hablar fue muy liberador, muy liberador". En
resumen, ya no se sentía prisionera la decisión de tener o no tener hijos.

Voy a reunirme con mi padre esta noche para cenar

Tuve una consulta con un hombre de unos treinta y tantos años, acerca de su lucha para ser
independiente de su familia, particularmente de su padre que era viudo. Él y su padre habían estado
distanciados por un tiempo a partir que él se mudó de la casa del padre como una manera de ser más
independiente. Él evitó el contacto con su padre porque se sentía culpable por haberlo
hecho. Hablamos de su padre, su familia, y varios aspectos de su vida tocando diferentes aspectos. A
continuación, comparto algunas de sus palabras de la entrevista de seguimiento al día siguiente:
Después de la entrevista, llamé a mi padre para arreglar la cena. Estoy deseando verlo… Yo
no pensé demasiado después de la sesión; yo andaba muy ocupado con otras cosas. Esto
ocurrirá luego cuando yo pueda tener algún momento más tranquilo… Es más, me parece
que las cosas son tridimensionales ahora, ya sea que me lleven a la paz o no, yo no lo
sé. Pero es como que he re-evaluado y re-interpretado la relación con mi padre, me
gusta eso casi añade otra dimensión… estereoscópica… los horizontes de mi vida han
sido ensanchados; hay más ángulos desde los cuales mirar. Harlene no me sugirió nada
acerca de un próximo movimiento; eso me da la autonomía para decidir. Respetaba que yo

75
sé lo que es mejor para la relación con mi padre. Ella no lo sabe. Yo soy el que sabe mejor
como continuar.

Reflexiones sobre estos ejemplos de diálogo como un proceso inherentemente transformador

El
diálogo es una actividad relacional que, como Hoffman (2007) y Shotter (2010) sugieren, requiere -
pensar-comprender-hablar-actuar con (withness)… La transformación es inherente, aunque
impredecible en este proceso.
Lo que un cliente trae a la terapia para abordar y lograr puede cambiar. A medida que el
nuevo significado y la comprensión evolucionan, la idea o experiencia que un cliente tiene de
un "problema”, así como la solución imaginada, puede disolverse. Por lo tanto, pueden desarrollar
un significado diferente de un problema y desarrollar diferentes acciones para considerar o llevar a
cabo. El cambio o transformación no necesariamente tienen que ser en pensamiento, acción o en
cualquier otra forma que pudiera ser preferido por una terapeuta. Lo qué es importante es que sea
una novedad en la que el cliente participó en su construcción y que tenga relevancia para ellos.
Las consultas de las que hablé anteriormente, tuvieron un seguimiento en la vida cotidiana
de los clientes y, en el primer ejemplo, la madre de la cliente involucrada, aunque la naturaleza del
seguimiento no fue ni planeado ni previsible. Ambos clientes crearon su propio seguimiento, su
propia germinación de lo que comenzó para cada uno en la sesión. Cada uno creó un siguiente paso
que fue espontáneo, natural y ajustado a sus circunstancias y necesidades; pasos que,
según mi experiencia, serán sostenibles, en la medida en que cualquier cosa dialógica puede ser
sostenible, porque los clientes los generaron.
Para la madre de la joven, un cambio significativo fuera de la sesión había comenzado a
pesar de que no estaba involucrada activamente en la conversación entre la hija y yo. Ella había
escuchado y visto; a partir de esto, y con la fortaleza de su silencio interior, había decidido
hablar con otros miembros de su familia.
Para el hombre preocupado por la situación con su padre, en la sesión comenzó a tener
nuevas maneras de pensar acerca de la relación con su padre que, como dijo, no tenía tiempo para
desarrollarlas, pero él actuó de acuerdo a ellas: llamó e invitó a su padre a cenar. Yo confío en que
este fue un punto de partida para él para construir una relación con su padre que fuera satisfactoria
para ambos, mientras mantenía la independencia que deseaba.

76
Ambos ejemplos ilustran el diálogo como un proceso intrínsecamente transformador; un
medio para generar formas novedosas e impredecibles de ser, pensar, hablar, actuar y
relacionarse. Además, ambos casos ejemplifican la importancia de confiar en el
cliente y no interferir en su creatividad. Parafraseando a Wittgenstein (1953), el diálogo permite que
cada uno de nosotros encontremos maneras para seguir nuestro camino. Por lo tanto, tal vez esto
es lo que es útil en el diálogo: encontrar maneras de continuar o cuando menos tener un sentido de
esperanza en su posibilidad.

Conclusión

Si un practicante asume una postura filosófica como la que describo, creará de manera natural y
espontánea un espacio metafórico y un proceso polifónico que invita y alienta conversaciones y
relaciones en las que los clientes y profesionales se ‘conectan, colaboran y construyen' de manera
conjunta. Al hacer esto, cada uno podrá tener un sentido de participación y pertenencia que, a su
vez, aporta un sentido de propiedad y responsabilidad. Todo esto combinado promueve resultados
únicos, eficaces y sostenibles. (Sostenibles no significa resultados permanentes o estáticos ya que
no es la naturaleza del diálogo, la terapia o la vida). Dado que la postura filosófica se convierte en un
camino natural y espontáneo de ser terapeuta, la teoría no se pone en práctica como tal, y los
terapeutas no emplean técnicas generales y habilidades como nosotros generalmente pensamos de
éstas. Por el contrario, la postura fluye desde un conjunto de suposiciones filosóficas que informan
una manera de ser colaborativo y dialógico en las relaciones y conversaciones, es decir, haciendo
de la práctica un evento y una experiencia de withness que tiene relevancia para las
vidas cotidianas de las personas según la determinen. Las Prácticas Colaborativas, por lo tanto,
alientan y promueven un sistema, proceso y relación de terapia que es menos jerárquico y menos
dualista (que otros), en el que las personas participan de una manera más equitativa, participativa y
de mutuo acuerdo. Igualmente, como sucede con otros procesos similares con enfoque
conversacional y dialógico, estas prácticas presentan retos a la psicoterapia tradicional,
los contextos y sistemas que ella crea y las autoridades emanadas de ellos: esto es lo
político. Finalmente, como Hoffman (2007) sugirió, “no se vislumbra un punto final hacia el cual este
movimiento nos está llevando” (p. 78).

77
Publicado originalmente en inglés como: “Collaborative Practice: a way of being ‘with’”, en
Psychotherapy and Politics International (2012). Biblioteca en línea de Wiley
(wileyonlinelibrary.com) DOI: 10.1002 / ppi.1261

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81
Investigación Basada en el Diálogo Colaborativo como Práctica Cotidiana: Cuestionando
nuestros Mitos27

“Acaso no seguiste a ese Austriaco exiliado,


quien se paró sobre mi oscuro camino con un bastón
dibujando diagramas para que los pájaros expliquen?
Erizos de mar se burlaron con trucos folclóricos.
Él dejó, sobre las vigas de mi techo de paja, una pequeña señal
Para cuestionar todos nuestros mitos…Querido Wittgenstein.”
Extraído de “Killary Hostel” de Richard Murphy

Cada vez más, la gente alrededor del mundo quiere tener voz y aportar en las decisiones que afectan
su vida: qué tipo de servicios necesitan, los que son ofrecidos, y cómo son proveídos. Buscan un
mundo más igualitario, donde sean respetadas como personas que se conocen a sí mismas - sus
vidas, circunstancias y necesidades- mejor que un extraño: una persona frecuentemente percibida
como un intruso. En otras palabras, así como Wittgenstein sugiere, las personas nos desafían a
cuestionar los mitos institucionales sobre los cuales basamos nuestras prácticas.
Las prácticas colaborativas y dialógicas se unen en el esfuerzo de cuestionar los mitos- las
convenciones establecidas- de nuestras prácticas de investigación en Ciencias Sociales, no como una
praxis metodológica alternativa sino como una forma diferente de conceptualizar la investigación
y el conocimiento. Estas convenciones incluyen: la investigación es indagación científica, solo los
investigadores realizan investigaciones; efectuar investigaciones requiere de entrenamiento
profesional; la investigación es llevada a cabo por una persona externa y objetiva, el investigador
debe ser objetivo y neutral; la investigación se realiza mejor después del hecho; la investigación nos
cuenta lo qué es; los métodos deben ser validados y confiables, los métodos deben ser replicables
y los resultados deben ser generalizables. Si tomamos una postura incrédula ante estas
convenciones, desde una perspectiva colaborativa-dialógica somos desafiados a repensar las
tradiciones de la investigación y las diferencias entre investigación y otras prácticas y las distinciones
entre los llamados sujetos e investigadores.

27 Traducido por Cecilia Muñoz Pérez y Renata Xanotti-Cavazzoni de ENFOQUE, Niñez

82
Para el profesional28 colaborativo-dialógico las mismas suposiciones orientan toda práctica,
independientemente del dominio de la misma . En otras palabras, mantener la congruencia es
importante. Desempeñarse consistentemente dentro de nuestras prácticas, ya sea la consulta o la
investigación requiere, entre otras cosas lo que el teórico de sistemas de aprendizaje, Donald Schön
(1983, 1987) describe como ser un profesional reflexivo. Hace referencia a la reflexión en acción:
reflexionar, pausar e indagar para entender nuestros fundamentos teóricos y describir la propia
práctica mientras se lleva a cabo. El profesional no solo se vuelve más reflexivo y responsable, sino
en el proceso, teoría y práctica son recíprocamente influenciadas a medida que se tiene un nuevo
entendimiento de las ideas y experiencias y por ende continúa generando nuevo aprendizaje.
Basado en su investigación sobre como los profesionales aprenden, Schön sugiere que incorporar la
práctica reflexiva a la educación genera un aprendizaje más profundo. Parafraseando a este autor,
el aprendizaje autodescubierto, autoapropiado o el aprendizaje que pertenece al aprendiz, es el
único que influencia significativamente la conducta; a lo cual yo agregaría, también la manera en
que uno vive tanto en su mundo profesional como su mundo personal. Tomando una perspectiva
ligeramente diferente basada en los trabajos de Bakhtin y Wittgenstein, John Shotter se refiere a
tal aprendizaje-en-acción como “entendimiento performativo” o “conocimiento performativo”,
descrito por él mismo en su capítulo en este libro.

Investigación como Descubrimiento o Generación de Conocimiento

Recientemente escuché una charla de un experto en Internet y tecnología sobre el llamado “diseño
basado en la experiencia del consumidor o del usuario”. Enfatizó la importancia del “diseño
colaborativo”, el cual requiere investigación para crear un producto de Internet que sea significativo
y útil para el consumidor. Para tranquilizar a los dueños de pequeñas empresas en la audiencia
quienes expresaron preocupación, dijo: “cualquiera puede ser un investigador” y dio ejemplos de
cómo investigamos en nuestra vida cotidiana. El involucrar a la audiencia en lo que les es familiar
despertó su curiosidad sobre cómo podrían considerar la investigación como un componente
necesario de sus negocios y algo que podrían hacer fácilmente. Al escuchar esto, reflexioné sobre
cómo escribir este capítulo y me pregunté: ¿cómo podría lograr que el lector piense en la

28Utilizamos la palabra “profesional” ya que la traducción de ‘practitioner’ (practicante) no tiene sentido en este
contexto. En el resto del capítulo utilizo principalmente los términos consultor e investigador, aunque invito al lector a
insertar la palabra que mejor se ajuste a su práctica: profesor, líder, gerente, etc.

83
investigación como parte de su práctica cotidiana y mirarse como investigador? Volvía
constantemente a la noción del entendimiento y al quehacer dialógico de la práctica profesional así
como el inherente desafío de repensar el “papel” del profesional y de mantener congruencia entre
todas nuestras prácticas: si la práctica profesional es considerada dialógica, entonces el profesional
es un investigador.
Los terapeutas y educadores así como los empresarios, frecuentemente se alejan de
cualquier cosa asociada a la investigación. Para muchos, es una actividad abrumadora y
especializada que otros desempeñan y sus reportes frecuentemente son vivenciados como un
lenguaje extranjero árido y difícil de entender. Nos encasillamos, igual que a otros, dentro de roles
y prácticas cultural y profesionalmente designadas, y nos acomodamos a las expectativas prescritas
por los discursos asociados. Dicho de otra manera, nos plegamos a lo familiar.
Un discurso colaborativo-dialógico ofrece una invitación a lo no-familiar. En otras palabras,
nos llama a notar y vivenciar aquello que es único y los matices de lo que asumimos como conocido
y nos invita a encontrarnos con esto como si fuera la primera vez. Pero antes de entrar a discutir
este tema, demos un paso atrás por un momento y miremos más de cerca la etimología de la palabra
investigación y sus varios significados.

La Palabra “Investigación” y el Método Científico

Algunos trazan el desarrollo de la investigación o método científico desde la época de Aristóteles en


el año 300 antes de Cristo, pero la palabra investigación (research) no apareció en el diccionario
inglés hasta el 1577.
“proviene del francés medieval recerche, la cual proviene del francés antiguo recercher
[significando] buscar, buscar de cerca (re – “intensivo” + cercher “buscar”). Cercher
proviene del Latin circare “andar, deambular”, de circus “circulo”. El significado “una
cuidadosa búsqueda de hechos” primero aparece en inglés en la primera mitad del siglo
17”29
Esta última referencia a la investigación rápidamente se convirtió en el lenguaje y punto
central del método científico. Aunque el significado y particularmente las preguntas: “qué es la
investigación” y si “es un descubrimiento o un método generativo” siguen bajo consideración en el

29 (http://laser.physics.sunysb.edu/~wise/wise187/2002/weblinks/theword_research.txt).

84
debate científico30 como es evidenciado por el biólogo celular Frederick Grinell (2009) en su Práctica
Cotidiana de Ciencia: Donde Intuición y Pasión se encuentran con Objetividad y Lógica. Comenta
que Claude Bernard, uno de los fundadores de la investigación biomédica moderna, “…advirtió que
la incapacidad de dejar de lado creencias previamente aceptadas, por lo menos temporalmente,
interfiere con la capacidad del investigador de notar cualquier cosa que no sea lo esperado.” Citando
a este último:
Los hombres que tienen una excesiva fe en sus teorías o ideas no solo están poco preparados
para hacer descubrimientos; también hacen observaciones muy pobres. Por necesidad,
observan con una idea preconcebida, y cuando idean un experimento, pueden ver, en sus
resultados, solo una confirmación de su teoría. De esta manera distorsionan observaciones
y frecuentemente descuidan datos muy importantes porque no prosiguen con su objetivo.
(p.55)
Grinell (2009) concluye de lo anterior que “puede no haber un método de descubrimiento,
pero hay una estrategia clara –estar preparado para notar lo inesperado. Nada percibido - novedad
perdida…” Desafía un mito del discurso científico: que la ciencia, sea descubridora o generativa y
desde la observación de los científicos en sus laboratorios, no es lineal y concluye que pensar en la
ciencia como lineal distorsiona significativamente su práctica cotidiana . Podríamos deducir
entonces que Grinnell habla del riesgo de generalizar el conocimiento – saber de antemano. Los
desafíos de Grinnell y otros similares cuestionan la predictibilidad o comprensión de las
complejidades, ambigüedades e incertidumbres de la vida y práctica cotidiana por la llamada
investigación académica y científica. La ilusión de la certidumbre en la ciencia y en el día a día se
repite en las palabras del profesor y físico teórico S. J. Gates (2012): “La ciencia en mi experiencia
no nos permite la ilusión de la certidumbre.”
Los desafíos mencionados previamente con respecto a la conceptualización e investigación
son compatibles con las ideas alternativas sobre el conocimiento y su creación, entretejidos entre
las filosofías posmodernas y rizomáticas y las teorías dialógicas y socio-construccionistas.
Participamos en la construcción del mundo en el que vivimos. Aunque muchas veces se cree que
esta es una perspectiva reciente, se remonta a los 1700 cuando el filósofo italiano Giambattista Vico
(1999) denunció el método cartesiano que enunciaba que la verdad podía ser verificada a través de
la observación. Sugirió como alternativa que el observador participa en la construcción de lo que
observa, le atribuye sus descripciones y utiliza múltiples lentes interpretativos para la misma. Más

30 http://telescoper.wordpress.com/2012/03/08/the-meaning-of-research/

85
contemporáneamente, constructivistas como Hienz von Foerster (1982) llamaron la atención a la
noción de sistemas observadores diciendo “creer es ver” y Humberto Maturana (1978) sugirió que
“Todo lo dicho es dicho por un observador a otro observador.”
Dicho de otra manera, el conocimiento, enraizado como está en la cultura, historia y
lenguaje, es un producto del discurso social. Su creación (teorías, ideas, verdades, creencias,
realidades o el cómo) es un proceso interactivo, interpretativo y dialógico que ocurre dentro de los
discursos de comunidades de conocimiento, en donde todas las partes contribuyen a su desarrollo,
sostenibilidad y transformación. Como tal, no es fundamental o definitivo, no es fijo ni descubierto
y no es un producto de una mente individual ni colectiva. En tal actividad dialógica no hay
dicotomías entre “conocedor” y “no - conocedor”. Tal como Maturana y Varela (1987) sugieren, no
hay tal cosa como una interacción instructiva en la que conocimientos preexistentes (incluyendo
significados, comprensiones, etcétera) puedan ser transferidos desde la cabeza de una persona (sea
esta un profesor en persona o la voz de un autor en las páginas de un libro) y ser colocados en la
cabeza de otro (por ejemplo, un estudiante en un aula o un lector). La adquisición de conocimiento
de una persona no es/no puede ser determinada por otra ; por ejemplo, un profesor no puede
determinar lo que un estudiante va a aprender. La creación de conocimiento es relacional, fluida e
inconstante en su creación. Aunque personalizada, cuando compartimos nuestro conocimiento con
otro, no podemos saber lo que cada uno contribuye, no podemos predeterminar cómo cada uno se
relacionará con el conocimiento compartido y no podemos predecir lo que cada uno creará con lo
que es ofrecido y emerge de un proceso dialógico. El aprendizaje resultante será diferente de lo que
cada quien tenía al inicio, algo más de lo que alguien podría haber creado solo, algo construido
socialmente. Esto nos lleva a una revisión de algunos de los supuestos básicos de la práctica
colaborativa- dialógica.

Supuestos básicos orientadores de la Práctica Colaborativa

La práctica colaborativa–dialógica está principalmente configurada por un conjunto de suposiciones


abstractas que se entretejen entre hermenéutica, filosofías posmodernistas y rizomáticas y teorías
dialógicas y socio construccionistas ejemplificadas por escritores como Mikhail Bakhtin, Gilles
Deleuze, Felix Guattari, Hans-George Gadamer, Kenneth Gergen, Rom Harré, John Shotter y Ludwig
Wittgenstein. Estas suposiciones principalmente representan modos alternativos de considerar al
lenguaje y al conocimiento y también nuestra práctica y las personas que conocemos en ella, así

86
como a nosotros mismos en relación con cada una de dichas prácticas y personas. Como sugiere
Wittgenstein, es en nuestras relaciones que el lenguaje gana su significado. Algunos principios
orientadores y relevantes a este capítulo y la generación de conocimiento, incluyen:

El conocimiento superior y las meta-narrativas y discursos dominantes en los que está basada la
generación del conocimiento, es mejor mantenerlos en duda y cuestionarlos como fundamentales,
universales y definitivos.

Tal conocimiento es mayormente invisible, se da por hecho y maquilla los contextos y las
condiciones que se han convertido en una influencia monopolizadora en nuestras prácticas. La
autoridad y las convenciones de estas nos seducen hacia ejercicios dualistas y jerárquicos, que nos
ubican en el rol del experto. De modo interesante, Noah Richards (2007) sugiere que “cualquier
concepto universal es desconocido o incomprensible, dado que el acto de conocerlo significaría que
no es universal”. Esto no es sugerir que abandonemos estas verdades. En cambio, nos exhorta a
conducir nuestras prácticas diarias con un cierto nivel de escepticismo y reflexión respecto a su
valor, lo que nos permiten hacer y lo que no (incluyendo pensamiento y acción) y nuestras razones
para hacerlo o no y, de este modo, como sugiere Richards, desarrollar nuestra comprensión local.

Discursos dominantes, metanarrativas y verdades universales crean pr-conocimientos que


amenazan con la generalización.

El conocimiento previo tiene varios peligros: Uno, tendemos a percibir semejanzas para encontrar
lo que creemos que conocemos y buscamos, para llenar los espacios y luego proceder con base en
ellos. Dos, somos guiados a ver lo familiar y al hacerlo nos cerramos y perdemos la unicidad de cada
persona, situación o circunstancia. Tres, como consecuencia, sintetizamos, tematizamos y
resumimos lo que creemos que hemos descubierto y, por lo tanto, reducimos distintivos personales
a hechos o figuras impersonales. Cuatro, condensamos lo especial y lo íntimo en temas que luego
pueden rápidamente volverse verdades fijas y mapas de prácticas futuras. Esto aumenta la
probabilidad de clasificar personas, culturas y problemas sucesivamente hacia categorías, grupos y
clases y al hacerlo las despersonalizamos o, peor aún, las estereotipamos. El riesgo último de
generalizar es que podemos limitar los potenciales y posibilidades tanto para nosotros como para
la gente con quienes trabajamos.

87
El conocimiento local tiene ventajas sobre el conocimiento universal.

El conocimiento local es la narrativa autóctona – la sabiduría única, experiencias, competencias,


verdades, valores, costumbres y lenguaje – creadas y usadas dentro de una comunidad de personas
(por ejemplo, de una familia, aula, junta directiva, equipo de trabajo, vecindad). Se puede pensar
en la comunidad de personas como un sistema de conocimiento que tiene su propia historia y
práctica de creación de significados. La unicidad de tonalidades de significados y concepciones de
las experiencias personales de los miembros traen una riqueza de recursos para la creación de
conocimiento práctico, útil, sustentable y hecho a la medida de sus integrantes . Privilegiar el
conocimiento local intrínseco desafía y transforma la relación entre conocimiento, experiencia y
poder. Debemos, sin embargo, mantener en mente que el sistema de conocimiento local es siempre
contextualizado, desarrollado e influido por el trasfondo de narrativas universales y sistemas
dominantes de discursos en los que está integrado.

La creación de conocimiento es un proceso social relacional – dialógico que minimiza la dicotomía


entre conocedor y no – conocedor.

En el diálogo, los participantes toman parte en una indagación compartida o mutua en la que
conjuntamente examinan, cuestionan, ponderan, preguntan y reflexionan sobre el tema abordado.
A través de un compromiso conjunto de formular preguntas y hacer comentarios, ellos están, lo
mejor que pueden, involucrados en un proceso de creación de significado. Esto es, la indagación
compartida es creadora de sentido: tratar de aprender y comprender la unicidad del lenguaje del
otro y percibir la singularidad desde la perspectiva del otro, no la propia. Shotter refiere este proceso
como receptividad relacional:
Una ‘buena’ conversación es dinámica y las opiniones y sentimientos se entretejen a lo largo
de la ‘brecha’ entre nosotros [eso es, la dicotomía entre el conocedor y no – conocedor],
uniéndonos a través de respuestas que son creadas y hechas a la medida de esa instancia
particular… ( 2006, p.53).
No obstante, uno debe ejercitar la precaución, al leer las palabras creadas y hechas a
medida. Estas no se refieren a medios estratégicos sino más bien a un ‘saber hacer’ (Anderson

88
2009): ser cuidadosos de mantener una coherencia con el lenguaje y características distintivas de la
otra persona, tales como modos de expresión y acción.
En resumen, estas suposiciones orientadoras no se plantean como un conocimiento meta
narrativo y no nos piden abandonar cualquier conocimiento tradicional. Simplemente sugieren un
lenguaje y perspectiva alternativos de pensamiento y acción que otorgan una aparentemente
simple, aunque no – tan – simple orientación a la práctica y cómo educamos a otros e incluso una
visión de la vida. En otros términos, es un llamado inherente a un hábito de continua consideración
y reconsideración de cómo pensamos la investigación y cómo pensamos sobre nosotros mismos
como profesionales, así como de dónde viene nuestro conocimiento.

Breves pensamientos sobre la Investigación como Diálog Colaborativo

El diálogo colaborativo es un proceso de creación de significado por medio del lenguaje. El lenguaje
se refiere a cualquier medio por el cual nos expresamos, articulamos y comunicamos con otros y
con nosotros mismos. Esto debería incluir la palabra hablada y cualquier trasmisión cómo la palabra
escrita, señas y emociones y las múltiples acciones corporales como movimientos oculares y gestos.
Somos, sin embargo, prisioneros de nuestro lenguaje: mientras tratamos de comprender y dar
sentido a nuestras experiencias, a nosotros y a otros a través de un lenguaje familiar, principalmente
lo hacemos con un esquema heredado del lenguaje como representacional más que como lenguaje
que adquiere sentido en su uso (Wittgenstein, 1953).
Los participantes en diálogos colaborativos siempre están aprendiendo, comprendiendo y
siendo cuidadosos de no asumir o rellenar brechas de significado e información. En otras palabras,
los participantes de manera recíproca ‘indagan sobre' algo que es relevante para ellos. Este
aprendizaje, comprensión y cuidado requiere una receptividad en la que un oyente (que también es
un hablante) está totalmente atento y presente para la otra persona y sus manifestaciones,
expresadas oralmente o de otro modo. Esto también requiere ser muy consciente de demostrar
reconocimiento de y tomar seriamente lo que la otra persona ha dicho y su importancia. Un
oyente–hablante no sólo escucha atentamente sino que también responde, tratando de asegurar al
otro que ha escuchado lo mejor posible. Esa atenta comprensión como la llama Bakhtin (1986)
tiende a clarificar y verificar creencias e incomprensiones, lo que a su vez es parte del proceso de
creación de significados; construir comprensión atenta es un proceso generativo. Este propósito de
aprender y comprender no se refiere a hacer preguntas para juntar o verificar información, hechos,

89
o datos. En cambio, las interrogantes , así como cualquier expresión, son planteadas como parte del
proceso conversacional–dialógico: para conocer y comprender lo mejor que uno puede lo que la
otra persona está expresando y espera que sea oído. Es un proceso receptivo-interactivo más que
uno pasivo de conjeturas y conocimiento del otro y de sus palabras basadas en una precomprensión,
tal como una teoría, hipótesis o experiencia. Es esta clase de capacidad de reacción al otro la que
los invita a un diálogo colaborativo ( Anderson, 1997). Las personas son consideradas como seres
relacionales – dialógicos naturalmente, como sugieren Bakhtin (1986), Buber (1970) y Wittgenstein
(1953), las interpretaciones y la ampliación de las perspectivas de Shotter sobre Bakhtin y
Wittgenstein.
Uso la palabra diálogo para indicar una clase y calidad particular de conversación: charla en
la que la creación de significados es su esencia – como previamente he analizado en Anderson,
1997. El diálogo, de acuerdo a Bakhtin (1984) es polifónico: múltiples voces y autores siempre están
presentes, no solo aquellos que hablan o están en silencio entre los participantes presentes, sino
otros también. Cada persona, presente o no, tiene múltiples voces, a veces en armonía, aunque no
necesariamente. Si bien los humanos son seres dialógicos que siempre están en el proceso de
creación de significados, algunas veces no lo logramos; oscilamos en lo que podríamos pensar como
un continuo dialógico–monológico (Anderson, 1997). Dicho de otra manera, a veces resbalamos de
una multivocalidad a una univocalidad. Lo monológico nos remite a la dominación de una idea o
pensamiento exclusivo de otros y también de la curiosidad. No obstante, esto no quiere sugerir que
sea malo; es una parte natural de la conversación. Cuando domina el monólogo, se disminuye la
oportunidad para la novedad. Relacionando esto con la investigación como indagación, el llamado
investigador necesita estar abierto a la novedad del otro y su experiencia. Si el investigador no puede
mantener la curiosidad, se corre el riesgo que sólo pueda encontrar lo que está buscando y
potencialmente no aprenda nada nuevo.
Nuestro diálogo interno es un componente crítico para involucrar y mantener a otros en el
diálogo con nosotros y con ellos mismos. Estar en diálogo con otra persona requiere estar primero
en diálogo con uno mismo. Esto implica ser capaces de suspender nuestros preentendimientos, de
ser conscientes de cuando nuestros preentendimientos están conduciendo y abrirnos al otro y su
alteridad, dejando que nos penetre. ¿Qué es el diálogo y cómo participar en él? no son preguntas
fáciles de responder y son irresolubles si quien interroga está buscando un mapa estructurado o
instrucciones paso a paso. Estas preguntas, aunque importantes, son difíciles de abordar porque el
diálogo y la práctica colaborativa-dialógica se basan en una filosofía particular de formas de estar

90
"con" los demás: una postura filosófica (Anderson, 1997, Anderson y Gehart, 2007) o como sugiere
Bakhtin (1986), una forma de ser humanos. 'Con' es una característica básica de la postura y las
características del diálogo: hablar con, pensar con, actuar y responder con. La postura puede
expresarse de muchas maneras, ya que el diálogo es específico para los participantes, las relaciones,
los contextos, las circunstancias, las agendas y así sucesivamente. Es situacional y depende de estas
especificidades, incluyendo los estilos de los participantes, los tonos, los manerismos y así
sucesivamente. La postura permite la adaptabilidad. El diálogo, por lo tanto, es una actividad
espontánea y no un paso a paso. Como tal, no se puede implementar, gestionar, predecir o
garantizar. Aunque el diálogo puede ser invitado y alentado (por ejemplo, por un consultor,
instructor, gerente y miembros de organizaciones31), no puede ser prescrito, programado o
requerido. La invitación a participar y el estímulo para sostenerlo toman conciencia continua,
esfuerzo, flexibilidad y cuidado por parte del invitante. Algunas de las características de esta
invitación y estímulo son: expresión de una atención sincera hacia la otra persona, apertura y
aprendizaje sobre sus diferencias, ya sea en valores, opiniones, lenguaje, etc., viendo el diálogo
como necesariamente lleno de los desafíos y las oportunidades de la tensión, ambigüedad e
incoherencia, así como armonía, inteligibilidad, sincronicidad y acuerdo.
En el diálogo, cada participante trae su conocimiento local al proceso; es a través del
compartir y explorar lo que cada persona ofrece que emergen las creaciones de nuevas
comprensiones, así como significados y acciones relevantes para la intención o la agenda del
diálogo. Como proceso relacional-dialógico, el conocimiento, por lo tanto, no es visto como algo que
ya existe y está a la espera de ser descubierto por el consultor o investigador. En cambio, es visto
como una actividad social interactiva que las personas hacen entre sí. El conocimiento nuevo se
genera a través de la indagación mutua, a través de la exploración conjunta y examinando el foco
de la conversación y los diversos caminos que toma. Como se mencionó anteriormente, esto
requiere, sin embargo, que permanezcamos dispuestos y capaces de dejar a un lado lo que
pensamos que está allí y lo que queremos encontrar. Al no hacerlo, estamos dispuestos a hallar lo
que buscamos y justificar nuestro hallazgo. En otras palabras, la producción del conocimiento -el
resultado de la investigación- se considera una actividad generativa y no una de descubrimiento.

31 En el resto del capítulo utilizo principalmente los términos consultor e investigador, aunque invito
al lector a insertar la palabra que mejor se ajuste a su práctica: profesor, líder, gerente, etc.

91
Este es un cambio de lo que podría ser pensado como un conocimiento retrospectivo que se
establece objetivamente desde la perspectiva de un tercero neutral que luego determina en privado
lo que se aprende y las conclusiones del aprendizaje. Es importante aquí tener en cuentaque el
conocimiento se utiliza en su sentido más amplio: pericia, sabiduría, verdades, creencias, etc.
Por lo tanto, el diálogo es una vía generativa relacional para la novedad y las posibilidades en
la que cada participante contribuye a lo que se crea a través del diálogo y no a una búsqueda
unilateral de contenidos monovocales de los detalles de los hechos. No puede ser de otra manera.
Regresando a la noción de Schön (1983, 1987) de un profesional activamente reflexivo y la
noción de Shotter de la comprensión performativa, este replanteamiento requiere que el los
profesionales hagan una pausa e indaguen sobre su práctica para tratar de entender sus
fundamentos teóricos y describan su práctica tal como sucede . Esto se vuelve especialmente
desafiante si pensamos que la mayor parte de lo que hacemos no sólo es invisible, sino que con toda
probabilidad involucra conocimiento tácito que uno podría no tener en cuenta en ese momento. A
menudo es sólo en retrospectiva que uno describe e interpreta. Por ejemplo, ¿cómo describiríamos
o daríamos sentido a nuestra elección cuando tomamos una bifurcación en particular en una
conversación en lugar de otras? Es hasta después, que podemos explicarlo.
La teoría y la práctica se influyen recíprocamente y coevolucionan a medida que el profesional
se vuelve más reflexivo y responsable, le da un nuevo sentido a cada una e invita a sus clientes a
unirse en esto. La consecuencia de esta perspectiva de indagación mutua es que la separación entre
la investigación y otras prácticas o entre el aprendizaje (el hacer) y el conocimiento (el resultado),
se disuelve. Esto es contrario a las formas habituales en las que separamos nuestras prácticas.

Investigación Basada en la práctica del Diálogo Colaborativo

La investigación desde la orientación de las prácticas colaborativas y dialógicas, como se describe


más arriba, está fuera de nuestros marcos conocidos de entendimiento. La investigación se
convierte, al igual que otras prácticas, en una investigación compartida entre sujeto y sujeto, con el
otro. La investigación, como indagación compartida, es distinta de la forma dicotómica más habitual
de investigación-sujeto o investigador-objeto en la que el investigador es un observador externo
que mira hacia atrás desde afuera y luego describe, analiza y explica (podríamos decir, en parte
determina) lo que estaba allí. Es importante destacar que la indagación compartida se centra en el

92
proceso dialógico como relacionalmente recíproco. Cada participante es influenciado por el otro y
cada uno contribuye a lo que se produce; no puede ser de otra manera.
La investigación se convierte en un proceso descentralizado de aprendizaje y conocimiento
que trae las voces de la gente --los llamados sujetos de los que los llamados investigadores quieren
aprender-- como participantes activos en el aprendizaje entre sí. Pasa de ser ‘aprendiendo acerca’,
a ser ‘aprendiendo con’. Cada participante contribuye a la determinación de lo que se investiga y
cómo. Esto está en contraste con que quien inicia el diálogo inicial -por ejemplo, consultor o
investigador- esté en control de la dirección de la charla o que sea el autor de su resultado.
Podríamos pensar en la investigación desde esta perspectiva como investigación social en lugar de
investigación científica. Al sugerir esto no me refiero al debate sobre la investigación social
cualitativa versus cuantitativa. Mi intención es dirigir la atención al 'compromiso' relacional y el
aspecto mutuamente beneficioso del conocimiento creado en el proceso de indagación.
Por lo tanto, la característica de la investigación compartida es que cada participante tiene la
oportunidad de aportar su voz y punto de vista a la determinación de lo que se investiga, quién es
invitado , lo que es aprendido - la interpretación o asignación de significado - y cómo se utiliza lo
aprendido. El proceso de investigación y su dirección subsiguiente, es un proceso iterativo,
emergente y fluido en el que cada paso informa al siguiente. El propósito que los participantes
acordaron al principio puede cambiar a medida que avanza la investigación. Por ejemplo, la (s)
pregunta (s) inicial (es), los objetivos y el "método" .
Al considerar la investigación como parte de la práctica cotidiana, el consultor y el cliente se
convierten en coinvestigadores. Aunque, ¿qué es lo que están investigando? Curiosamente,
podríamos considerar que toda la consulta es un proceso de investigación/indagación del tema de
consulta: esto es la razón por la que el cliente solicita la consulta. Del mismo modo, podríamos
considerar que el consultante y el profesional están investigando la utilidad de la consulta y
determinando su dirección futura. Respecto a la primera, si la relación y proceso de diálogo
colaborativo es similar, independientemente del contexto y la agenda, entonces desde esta
perspectiva no hay mucha diferencia entre el proceso de consulta e investigación, o la distancia
entre la torre de marfil académica y el espacio de la práctica profesional privada. Con esto último el
enfoque es mirar lo que el cliente y el consultor están haciendo juntos: por ejemplo, ¿es útil?, ¿cómo
es útil?, ¿hay algo que podría lograrse de manera diferente?, ¿qué sugerencias tienen el consultante
y el consultor para hacer lo que hacen de manera distinta? Cualquier foco de investigación o
preguntas serían creadas conjuntamente por un consultante y consultor, alumno y profesor o

93
miembros de una organización y líder y sería específico para la cultura de la organización local,
contexto específico y agenda de la tarea como así también la relación y otras consideraciones
particulares . Además, la investigación sería parte del proceso de la tarea en curso, en lugar de algo
llevado a cabo solo al término de ésta. Esto es similar a la idea del practicante reflexivo: investigar
o indagar para extender, elaborar y refinar lo que haces. En otras palabras, entender lo que estamos
haciendo, aprender lo que podríamos hacer de manera diferente desde adentro, y usar lo aprendido
desde los protagonistas en el aquí y ahora.
Pausando mis pensamientos, en consonancia con la noción de creación de conocimiento
discutida arriba, --lo que es aprendido, lo que es creado en el proceso de generación de significado
de la investigación compartida-- en la investigación colaborativa-dialógica es el conocimiento
práctico el que tiene relevancia local y utilidad para los participantes. En otras palabras, debe haber
especificidad de contexto. Este es el caso si la investigación se centra en el tema de la agenda del
consultante o en la "evaluación" de lo que el consultante y el consultor están haciendo juntos:
consultante y consultor son, por lo tanto, coinvestigadores o coindagadores. En conclusión, un
enfoque de diálogo colaborativo para la investigación se vuelve más prospectivo que retrospectivo.
Como cualquier práctica colaborativa-dialógica se caracteriza por la sostenibilidad dinámica. Lo que
se produce no es un resultado fijo duplicable. El proceso de producción se convierte en un trampolín
para las muchas otras posibilidades que pueden surgir en la vida fuera de la consulta de cada
participante. Llevan consigo sus nuevos medios para navegar los desafíos y generar vías que tengan
relevancia personal, relacional y contextual específica.

Publicado originalmente en inglés: Collaborative dialogue based research as everyday practice:


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96
Re-imaginar la terapia familiar: reflexiones sobre la familia invisible de Minuchin 32

Vienen a mi mente las palabras de Seamus Heaney, el poeta irlandés ganador del Premio Nobel,
acerca de los legados: “Todo lo que nos ha sido dado puede ser re-imaginado33”. La terapia familiar
tiene una larga tradición en lo que respecta a re-imaginar, o lo que el psicólogo Kenneth Gergen
(1998) llama un “sesgo transformador”. Esta tradición implicó un desafío al statu quo de las teorías
y prácticas terapéuticas, y ha dado origen a teorías y prácticas más relevantes y acordes a los retos
vitales que enfrentamos en el mundo contemporáneo, de cambios tan veloces. Todos los retos
aportan energía, vitalidad y posibilidades futuras. La crítica de Minuchin no hace sino inscribirse en
esta tradición. Me complace sumarme al espíritu que la caracteriza, el cual estimula la expansión y
enriquecimiento de nuestras teorías y prácticas, así como contar con la oportunidad de ampliar el
diálogo conmigo misma y con los demás. Ofrezco aquí algunas de las ideas que me surgieron
mientras leía la “inquietante” preocupación de Minuchin en cuanto a que los terapeutas narrativos 34
han “situado a la familia en un lugar inapropiado” y la han vuelto “invisible”.
Lo primero que pensé, y sigo pensando, es que las palabras de Minuchin no reflejan mi
experiencia humana. Él y yo hablamos lenguajes diferentes, y no puedo utilizar su lenguaje para
explicar cuál es mi postura. Partimos de distintos lugares: lo que para Minuchin es una pérdida, para
mí es un don. Me pregunté: ¿cómo puedo yo dar a conocer mi propia versión al lector? No soy quien
debe responder a la interpretación de Minuchin según la cual la terapia familiar tal como la practican
Insoo Berg y Karl Tomm “no exige trabajar con la familia”, ni a su interpretación de las cuatro viñetas
clínicas que incluye (las de Michael White, Karl Tomm, Gene Combs y Charles Waldegrave). Estos
terapeutas hablaran por sí mismos.
En segundo lugar, pensé en la historia de la terapia familiar. La terapia familiar no fue un
invento surgido de la nada, sino que fue creada por clínicos, como el propio Minuchin, para quienes
las teorías terapéuticas conocidas no satisfacían las demandas que ellos encontraban en su práctica
cotidiana con esquizofrénicos y con familias de barriadas pobres, ni las que enfrentaban en las
instituciones en las que desarrollaban su práctica. Si bien la terapia familiar no constituye una teoría
o práctica unitaria, su evolución cuestionó los supuestos en los que se basaban los enfoques

32Traducido por ML Papusa Molina, Instituto Kanankil


33 Agradezco a Morris Taggart por compartir conmigo esta cita
34 Aunque Minuchin y otros autores suelen agruparme junto con los terapeutas narrativos, no es éste el lugar en el que

yo misma me sitúo

97
individuales tradicionales. Fue un profundo cambio de paradigma en el campo de la psicoterapia,
que tuvo notable influencia en nuestra manera de pensar y conocer a la gente que acudía a terapia.
Este cambio representó el pasaje del conocimiento de la psicología y del uso de un lenguaje
psicológico centrado en los atributos individuales del comportamiento humano como fenómeno
intra-psíquico, a otro centrado en el contexto local del individuo o el sistema de sus relaciones
interpersonales, o sea, la familia. La familia se convirtió en el tema principal de indagación, en la
explicación de los problemas y en el objetivo del tratamiento. Los terapeutas familiares adoptaron
como metáforas explicativas diversas teorías sistémicas y teorías sociales al estilo de la de Talcott
Parsons.

Confusión del ethos y del dogma de la terapia familiar

Lo que muy pronto sucedió dentro y fuera de la terapia familiar, y lo que sigue sucediendo, es que
a menudo la terapia familiar fue identificada con la configuración social que ella expresaba, la
familia, en lugar de ser identificada con la ideología que reflejaba, la teoría de los sistemas. La
confusión de la configuración social con la ideología contribuyó a que algunos consideraran la
terapia familiar como una técnica, una modalidad de trabajo o una subespecialidad, en lugar de
verla como una manera de pensar sobre los sistemas humanos que impregna toda práctica clínica.
Las distinciones que la entienden como una técnica, una modalidad o una subespecialidad soslayan
o tergiversan el cambio de paradigma. La terapia familiar no consiste simplemente en considerar a
la familia como el sistema social que es el objetivo del tratamiento o el conjunto de las personas
unidas por vínculos consanguíneos que se reúnen en el consultorio (Goolishian & Kivell, 1981). La
distinción radica en el cambio de paradigma.
Algunos terapeutas familiares creen que la terapia familiar ya ha llegado a su madurez y que
ahora debemos integrar nuestras teorías en una meta-teoría abarcativa. No sé si Minuchin se
incluiría en este grupo. Para otros, dentro del campo de la terapia familiar y de la psicología, las
cambiantes experiencias de nuestra práctica, el riguroso desarrollo intelectual llamado
posmodernismo que ha encontrado su lugar en todas las ciencias sociales (p. ej., en los estudios
culturales, la teoría literaria, la filosofía de la ciencia, el feminismo, la educación y el desarrollo de
las organizaciones), así como las exigencias de nuestro mundo actual, se combinaron para servir de
plataforma a las terapias que, según Minuchin, sitúan a la familia en un lugar inapropiado, la tornan

98
invisible y han vuelto a hacer hincapié en la psicología humana individual: las terapias posmodernas
colaborativas, narrativas y centradas en las soluciones

El “qué” y los “medios” del conocimiento profesional

Minuchin dice que “su utilidad [la del posmodernismo y del construccionismo social] para
comprender cómo funciona la familia debe analizarse con ojo crítico”. Yo digo que cualquier teoría
destinada a comprender cómo funciona la familia debe analizarse con ojo crítico. En el
posmodernismo y el construccionismo social el examen crítico es básico. En líneas generales, el
posmodernismo y el construccionismo social35 son formas de indagación dedicadas a examinar dos
conceptos fundamentales: los del conocimiento y el lenguaje 36. O sea, lo que sabemos o creemos
que quizá sepamos, la forma en que se genera el conocimiento, en que se lo privilegia o se lo
suprime, así como el papel que cumple el lenguaje en todo esto. Ello abarca la crítica de la visión
unilateral del conocimiento como un conjunto de narrativas y metáforas universales y generales
para la descripción humana, la idea de que una descripción es más verdadera que otra, y el riesgo
de que un único significado reduzca algo dándole un carácter concluyente e irrevocable. Incluye la
crítica del lenguaje como representante de la realidad, la noción de que el significado está en la
palabra, de que la palabra es un descriptor aislado. Lo que es más importante, abarca los supuestos
dualistas y las estructuras jerárquicas de nuestra sociedad, entre ellas las dicotomías que separan a
los expertos de quienes no lo son y las pirámides jerárquicas del conocimiento que ellas crean.
Un elemento central del construccionismo social es su perspectiva acerca de la naturaleza
relacional, dialógica y generativa del conocimiento y el lenguaje. El conocimiento se construye
lingüísticamente; su desarrollo y transformación es un proceso comunitario; y el conocimiento es
interdependiente con la persona que conoce. El lenguaje, hablado o no, cobra significado a través
de su uso y es el vehículo primordial merced al cual construimos el mundo y le conferimos sentido.

35 Emplearé en estas reflexiones la expresión “construccionismo social” para ser congruente con la premisa de Minuchin
de que la terapia narrativa es un producto de aquél. No sé si los terapeutas narrativos coincidirían con esta premisa. A
mi entender, si bien las terapias narrativas, tal como fueron desarrolladas por David Epston y Michael White y ampliadas
por otros, pueden apoyarse en los supuestos del construccionismo social, se sustentan con igual fuerza en las ideas del
historiador posestructuralista francés Michel Foucault acerca de la política del poder, o sea, de la relación del
conocimiento con el poder cultural
36 Existen muchas versiones del posmodernismo y del construccionismo social. La mía es una mezcla que pone de

manifiesto mis premisas predilectas. Me considero una terapeuta posmoderna que se apoya en diversas filosofías
posmodernas, incluido el construccionismo social y la hermenéutica contemporánea, para describir y explicar un
enfoque al que a menudo se lo denomina enfoque de los sistemas de lenguaje colaborativos

99
En otros términos, “el lenguaje es la transformación de la experiencia y al mismo tiempo transforma
lo que podemos experimentar” (Goolishian y Anderson, 1987, pág. 532)
Esta concepción del conocimiento y del lenguaje impregna la noción de una conversación
dialógica o transformadora. Una conversación dialógica es un proceso bilateral de toma y daca, un
vaivén activo y participativo en el que cada persona habla con la otra y consigo misma, en vez de
hablarle a la otra. Es la clase de conversación en que la gente –incluidos los consultantes y
terapeutas—siente que puede hacer su aporte y ser oída. El psicólogo social John Shotter (1993) se
refiere a ella como una conversación en la cual los individuos se sienten pertenecer
El construccionismo social se ha aplicado a la comprensión de los procesos de conocimiento
vinculados con los seres humanos y sus conductas, y a generar descripciones más viables de ellos y
de sus conductas. Nos insta a analizar de qué manera construimos y utilizamos nuestros
conocimientos profesionales, incluidos los relativos a lo qué indagamos y a los medios que se
emplean en la indagación: qué se examina y describe, con qué medios, quién determina el objeto
de indagación y quién la realiza (1994). Sugiere que ninguna descripción (p. ej., la de las pautas
observadas), supuesto explicativo (p. ej. la búsqueda de un chivo expiatorio) o teoría reverenciada
(p. ej. la terapia familiar estructural o la terapia narrativa) debe darse por sentado, sino que hay que
someterlos a un cuestionamiento continuo. Nadie podría haberlo dicho mejor que Bateson, en el
prólogo a The Double Bind: the foundation of the communication approach to the family (1976)
cuando tan certeramente advirtió a los terapeutas que debían ser más conscientes de su
participación activa en los fenómenos que estudiaban y de la influencia que tenía la teoría en sus
observaciones: “estamos inevitablemente ligados de una manera irreflexiva, como los protagonistas
de una tragedia griega, a las formas y figuras de los procesos que otras personas, en especial
nuestros colegas, creyeron ver. Nuestros sucesores estarán ligados a las figuras de nuestro
pensamiento” (p. xii).
Esta concepción del conocimiento y el lenguaje influye asimismo en la definición diferente
del self como “persona en relación”, como un self múltiple involucrado en múltiples relaciones,
como las de parentesco, las amistosas, las profesionales, las que mantiene con su congregación
religiosa, etc. La persona, el individuo, no puede separarse de las relaciones
El desafío que plantearon el posmodernismo y el construccionismo social a todas las formas
de psicoterapia no es una moda. Se remonta a los “debates epistemológicos” que se iniciaron en el
campo de la terapia familiar a fines de la década de los setenta. De una u otra manera, la influencia
posmoderna, ya sea del construccionismo social, del posmodernismo propiamente dicho o del

100
posestructuralismo, ha sido el punto de viraje de las terapias llamadas colaborativas, narrativas y
centradas en las soluciones. Cada una de ellas es una terapia que amplia y trasciende el “don”
original de la terapia familiar. Y aunque Minuchin las mete en la misma bolsa, son diferentes. No
obstante, la elucidación de estas diferencias va más allá de los alcances de la presente reflexión.

Mis prejuicios con respecto a la terapia: los sistemas, objetivos y procesos, y las relaciones

¿Cómo veo yo la integración de un sistema terapéutico? El posmodernismo cuestiona la distinción


de la familia como sistema social en la expresión terapia familiar y la conveniencia de distinguir la
terapia familiar dentro de la psicoterapia. Afirma que el concepto de la relación que tiene la terapia
familiar se ha vuelto harto estrecho. Esta redefinición del ámbito y el foco confunde y alarma a
algunos terapeutas familiares, y ha llevado a insistir en que las terapias imbuidas del
construccionismo social abandonaron a la familia, no ven en ella el sistema social primordial dentro
del cual vivimos y no son terapias familiares sino terapias individuales. A mi modo de ver, esta
concepción constituye una trampa del pensamiento dualista.
Desde mi perspectiva, un sistema terapéutico, al igual que otros sistemas humanos, es un
sistema de lenguaje generador de significados (Anderson, 1997; Anderson y Goolishian, 1988;
Goolishian y Anderson, 1987). No se diferencia por la cantidad de personas que hay en el consultorio
o por su rol social y estructura, ya se trate de un individuo, una pareja o una familia. En vez de ser
definido unilateralmente por estos indicadores, un sistema terapéutico es un sistema fluido. Cada
conversación terapéutica, cada conversación acerca de la terapia y cada participante de cada
conversación determinan quiénes serán parte de las conversaciones presentes y futuras
Yo no establezco una dicotomía entre lo individual y lo social ni privilegio lo primero en
desmedro de lo segundo; tampoco considero que el individuo y la familia sean constructores que
inevitablemente rivalizan entre sí. Para mí, el foco no está puesto ni en el interior del individuo ni
en la familia; ambas distinciones son limitativas. El foco, en cambio, está puesto en la(s) persona(s)-
en-relación. Mi concepción de los sistemas humanos como sistemas de lenguaje no armoniza con la
conclusión de Minuchin según la cual yo prefiero “dejar a la familia en un segundo plano”, la vuelvo
“invisible” o contribuyo a “establecer una práctica de la terapia familiar que no incluye a la familia”.
Todos construimos nuestras visibilidades y nuestras invisibilidades. No es el posmodernismo ni el
construccionismo social, sino Minuchin, el que ha vuelto invisible a la familia.

101
¿Cuál es el objetivo y el proceso de la terapia?

El objetivo de la terapia sigue siendo el mismo que el de la mayoría de las terapias: ayudar a las
personas que contratan nuestros servicios para que las ayudemos 37. Sin embargo, desde mi punto
de vista el medio para alcanzar este objetivo consiste en participar en una conversación dialógica:
un contexto y proceso destinado a la infinita elaboración de significados; una indagación
colaborativa o compartida que invita a la exploración conjunta de lo consabido y conocido, y al
desarrollo conjunto de lo nuevo y desconocido. La conversación dialógica o indagación compartida
implica hablar, pensar y escuchar. Esta escucha es de un tipo particular: es activa, reflexiva y
participativa. Por ejemplo, cuando un miembro de la familia habla mientras otro lo escucha de este
modo, su escucha se torna más deliberada y menos defensiva. La escucha se vuelve dialógica. Esta
participación en una conversación a través de una escucha dialógica es importante para que el
proceso crítico de la conversación fonológica, ya se trate de pensamientos callados o de palabras
expresadas en alta voz a los demás, pase a ser una conversación dialógica.
El propósito no es influir en la dirección o contenido de la conversación. Tampoco es influir
en otra persona para que acepte alguna idea en particular, observación o interpretación del
terapeuta. La terapia pasa a ser un contexto y proceso emergentes para la revisión y elaboración
infinitas de significado. Esta concepción del proceso terapéutico es muy diferente de la que prefiere
Minuchin
Coincido con Minuchin en que si se prescinde de múltiples voces se refuerza una voz singular
que no refleja plenamente, ni puede hacerlo, la realidad de la experiencia humana. La experiencia
es de los individuos, no de los grupos sociales. Y lo que es más importante, al prescindir de las
múltiples voces que el terapeuta encuentra en la terapia, ya se trate de la de una persona llamada
“individuo” o de las de múltiples personas llamadas “una familia”, se corre el riesgo de reforzar la
única voz de las normas sociales. A esto precisamente me refería cuando escribí:
“Según la perspectiva moderna, la terapia constituye una actividad impregnada de las
verdades de la cultura predominante y dirigida por el terapeuta, que establece posibilidades
determinadas por el terapeuta. Tales verdades dictan y actualizan, a priori, diagnósticos,
objetivos y estrategias de tratamiento globales. A su vez, esa forma de pensar y de actuar
puede convalidar y reificar los preconceptos de un terapeuta al par que desechan o

37Sobrepasaría los límites de este artículo referirse a los consultantes que acuden a la terapia en forma voluntaria o
involuntaria, así como a los múltiples cursos de acción de la terapia.

102
descartan la singularidad, riqueza y complejidad del individuo o del grupo de individuos. A
medida que se conforma ese preconcepto, esa voz única, se corre el riesgo de que las ideas
y acciones consecuentes dirigidas por el terapeuta, dominen y silencien la voz del
consultante. Creo, además, que las metáforas y narrativas consabidas se tornan auto-
limitantes y por ende reducen la capacidad del terapeuta para ser creativo e imaginativo,
obstruyendo así las posibilidades de una novedad desconocida, posibilidades que pueden
emerger sólo cuando están presentes las múltiples voces del consultante, el terapeuta y
otras personas” (Anderson, 1994, p. 32)
Discrepo con la premisa de Minuchin de que en mi trabajo adoptó una postura política
basada en el construccionismo social. Dejando de lado al construccionismo social, toda acción es
política, sea que la realice un terapeuta en un consultorio o los dirigentes de una asociación
profesional en el salón de reuniones de esta última. La neutralidad política no existe. Toda acción
posee relevancia social y ética.

¿El terapeuta es un perito? Y en caso afirmativo, ¿en qué consiste su pericia?

Dentro de esta concepción, es cierto que el terapeuta es un perito o experto, pero su pericia es
diferente de la preferida por Minuchin. La pericia no radica en observar las pautas, evaluar cómo
debería vivir su vida otra gente o inculcar a los consultantes, de manera franca o encubierta, lo que
uno percibe como sabiduría. El terapeuta no se caracteriza por ser un agente o instrumento de
cambio que dirige a los actores sobre un escenario, modifica las historias de la gente o rescata a las
víctimas de los discursos sociales, políticos o culturales. En lugar de ello, la pericia del terapeuta
consiste en crear un espacio para el diálogo y participar en un proceso dialógico. En este proceso y
relación, el consultante y el terapeuta pasan a ser asociados en la conversación, que crean juntos la
pericia y la sabiduría. Consecuentemente, la relación consultante-terapeuta se vuelve menos
dualista y jerárquica, más recíproca y colaborativa, y la responsabilidad se comparte. En este tipo
de asociación, los resultados se ajustan de modo más singular a cada situación y no puede
predecírselos de antemano
Tal vez debería agregar un comentario sobre el “no-saber”. Este término fue utilizado por
Harry Goolishian y por mí a fin de distinguir la postura filosófica de un terapeuta (Anderson, 1994;
Anderson y Goolishian, 1988; Goolishian y Anderson, 1987). Se refiere a la forma en que se
posicionan los terapeutas, cómo se sitúan en relación con otra persona y cómo responden al otro e

103
interactúan con él. Remite a la manera en que los terapeutas utilizan el conocimiento, el que ellos
piensan que quizá sepan, y participan en la creación de nuevos conocimientos. Lo que pensamos
que sabemos es puesto siempre en duda, ofrecido siempre como un elemento que alimente el
pensamiento y el diálogo. Desde esta postura, por ejemplo, los terapeutas no tienen necesidad de
presumir que su observación, descripción o interpretación es más verdadera o mejor que la de otro.
Un terapeuta basado en el no-saber no tiene necesidad de estar en lo cierto
El terapeuta responde, ya sea con sus preguntas o con sus comentarios, de modo tal de no
interponerse en el camino de las demás personas y de lo que éstas podrían ser o llegar a ser,
imponiéndoles su sesgo “ya determinado teóricamente” (Shotter, 1993) en forma tal que limite o
cierre la conversación dialógica. En lugar de ello, el terapeuta brinda un espacio para que se exponga
la experiencia singular de cada uno y la pericia que cada cual tiene sobre su propia vida
Este no-saber, que con frecuencia ha sido mal comprendido, no quiere decir que los
terapeutas no sepan nada, no tengan opiniones, sean una pizarra en blanco, sean pasivos, sustraigan
información al consultante, no expresen sus sentimientos, no den a conocer sus pensamientos ni
compartan sus pasiones con los demás. Por el contrario, los terapeutas basados en el no-saber
valoran la expresión pública franca y sincera de sus pensamientos

Algunas ideas acerca de las acusaciones finales de Minuchin sobre lo que se “deja de lado”

1. Es cierto, algunos terapeutas han abandonado la noción de que un terapeuta es un perito


que observa e interviene desde fuera, reemplazándola por el énfasis en la importancia de
la pericia del participante: la pericia que los consultantes tienen con respecto a su propia
vida y la pericia que se desarrolla en la conversación concreta entre consultante y terapeuta.
Al referirme en otro sitio (Anderson, 1997) a los sistemas terapéuticos como sistemas de
lenguaje generadores de significado, dije que un enfoque colaborativo no presume que
todos los problemas por los cuáles la gente inicia terapia son problemas familiares:
“Las personas inician una terapia por muchas razones (…) llegaron a un punto en
que ya sea como individuos o como miembros de una familia o de algún otro
sistema relacional, se hallan en un quiebre conversacional y les falta el sentido de
su operatividad personal (…) han perdido la capacidad de mantener un diálogo y de
creer que pueden tomar medidas eficaces para hacer frente al problema, o sea, su
sentido de idoneidad personal y de dominio de sí mismas”. (p. 73)

104
Este punto de vista no impide ni desestima el diálogo entre los miembros de la familia o de
cualquier otro sistema relacional. Por otro lado, tampoco presume que éstas sean las únicas
personas capaces de dialogar sobre el problema ni las más importantes, o que éste sea el
único tipo de diálogos que tiene lugar.
2. No estoy segura de entender el comentario de Minuchin. Mi enfoque (Anderson, 1997) no
procura provocar o manipular puestas en escena; más bien su énfasis recae en el diálogo
transformador (pág. 94), que es un diálogo respetuoso, movido por la curiosidad e
igualitario (pág. 107).
3. Mi enfoque no pone el acento en el conocimiento que posee el terapeuta, sobre todo si
pretende que éste es más correcto, preciso, objetivo o sabio que el del consultante. En lugar
de ello, pongo el acento en la capacidad del terapeuta para “participar junto al consultante
en un proceso dialógico” (Anderson, 1997 p. 95). Valoro el conocimiento y la pericia que
consultante y terapeuta crean entre ambos, y según mi experiencia la consecuencia natural
de la conversación dialógica, tanto para el consultante como para el terapeuta, es la
transformación.
4. Como sugiere el nombre “sistemas de lenguaje colaborativos”, este enfoque intenta
efectivamente que haya colaboración. A la vez, nuestras conversaciones, nuestras
colaboraciones, hacen que dejemos atrás a la familia y en cambio hagamos hincapié en
cualquier sistema relacional que busca ayuda para resolver algún problema. En las
entrevistas realizadas luego de la terapia con los consultantes de aquellos terapeutas que
han elegido este enfoque, informan que la relación con el terapeuta fue importante para
ellos. Se sintieron conectados con el terapeuta, escuchados atentamente y respetados por
él o ella, y en lugar de sentir que el terapeuta hacía algo por ellos tuvieron la sensación de
que estaban llevando a cabo una acción conjunta.
5. Por supuesto, ningún terapeuta carece de preconceptos. Como dije en otro sitio,
“…es imposible que un terapeuta funcione sin sacar a relucir algún sesgo personal
(…) Los valores y tendencias que sostenemos –nuestras filosofías de vida—influyen
en la forma en que nos situamos con respecto a otras personas o en la postura que
asumimos con ellas, tanto en las relaciones profesionales o personales” (Anderson,
1997 p. 94).
Todas las personas que se encuentran en el consultorio, incluidos el o los
consultantes y el o los terapeutas, traen a él sus preconceptos, opiniones, sesgos, prejuicios,

105
valores, experiencias. No creo que ningún terapeuta posmoderno afirme que estas pre-
comprensiones u otras subsiguientes permanecen o debieran permanecer invisibles. Por el
contrario, mis colegas y yo valoramos el hecho de compartir nuestros puntos de vista;
siempre estamos abiertos al cuestionamiento y al cambio, y atentos por anticipado a lo que
haya de venir. Minuchin llega a la conclusión de que al dejar de lado estas cosas los
terapeutas narrativos “parecen haber situado a la familia (…) en un lugar inapropiado y (…)
han vuelto a hacer hincapié en la psicología humana individual, con un énfasis que no sólo
es tradicional, sino que no se ajusta a aquellas partes de la teoría posmoderna que destacan
la importancia de la relación social [y] que no refleja plenamente la realidad de la
experiencia humana”. Reitero: mi enfoque posmoderno de los sistemas de lenguaje
colaborativos no hace hincapié en el individuo, en el sentido tradicional, sino en el individuo-
en-relación: el individuo que participa en múltiples sistemas relacionales (Anderson, 1997
p. 82).

La invitación cursada por el posmodernismo y el construccionismo social a la terapia familiar

Una perspectiva posmoderna y derivada del construccionismo social invita al autorreflexión sobre
nuestras creencias tradicionales, incluidas las referidas al lugar de la familia en la terapia familiar.
Invita a oír múltiples voces, la diversidad y las diferencias; invita a entablar relaciones colaborativas;
invita a devolver a nuestra profesión su vitalidad y entusiasmo; invita a establecer conexión con
contextos y problemas sociales y culturales más amplios y a responder a ellos.
Las invitaciones que cursa y las distinciones que ofrece esta perspectiva no pretenden
subvertir el papel de la familia en la terapia familiar o eliminarla de ésta, ni sugieren que las ideas
anteriores sobre las familias y la terapia familiar deben descartarse. Por el contrario, brinda la
posibilidad de una nueva forma de re-conceptualizar nuestras prácticas y de reconsiderar cómo
somos y queremos ser en relación con los demás. No menos importante es que esta perspectiva da
cabida a las teorías tradicionales sobre la terapia, incluidas las de la terapia familiar, al par que brinda
la oportunidad de ampliar sus potencialidades. El posmodernismo y el construccionismo social no
abandonan la terapia familiar ni sus tradiciones, sino que fortalecen y amplían el cambio ideológico
que la terapia familiar inició trascendiéndolo. Dejan atrás el dualismo individuo-sistema social. No
ha de sorprender, entonces, que mi respuesta a la pregunta de Minuchin, “¿este cambio teórico

106
implica acaso que la práctica de la terapia familiar se encamina en una nueva dirección?”, sea
afirmativa.
A quienes temen que el construccionismo social posmoderno pueda poner en peligro
nuestras tradiciones, Gergen les recuerda que “el propio construccionismo social no es antitético
con la tradición; más aún, la tradición es esencial para la construcción de cualquier significado”
(Gergen, 1998 p. 736). Como forma de indagación, el posmodernismo nos alienta a los terapeutas
familiares a seguir adelante con nuestra tradición de re-imaginar, a “continuar defendiendo lo
nuevo, lo ampliado y lo revolucionario por oposición a lo aceptado, lo tradicional y lo seguro” (pág.
734). Y esto es lo que los terapeutas familiares han hecho siempre.
Cada uno de nosotros se ve atraído por las teorías y prácticas que se amoldan a lo que es y
a la manera en que prefiere ser en el mundo. El posmodernismo y el construccionismo social no
sostienen que una preferencia sea más correcta que la otra: invitan al terapeuta a mantener una
postura crítica, a ser reflexivo y dialogar consigo mismo y con los demás, y a exponer sus prejuicios
profesionales al análisis, el cuestionamiento y el desafío. Esta invitación forma parte del sesgo
transformador (Gergen, 1998) que nos trajo al campo de la terapia familiar y nos llevará más allá de
éste.

Publicado originalmente en inglés: Reimagining family therapy: Reflections on Minuchin's invisible


family. Journal of Marital and Family Therapy, Vol.25, nº 1, 1999, pp. 520-28.

Referencias
Anderson, H. (1994) “Rethinking family therapy: a delicate balance”. Journal of Marital and Family
Therapy, vol. 20, pp. 145-50.
Anderson, H. (1997) Conversation. Language and possibilities: a postmodern approach to therapy.
New York, Basic Books.
Anderson, H. and Goolishian, H. (1988). “Human systems as linguistics systems: evolving ideas about
the implications for theory and practice”. Family Process, vol. 27, pp. 371-93.
Gergen, K. (1998) “The place of the psyche in a constructed world”. Theory and Psychology, col. 7,
nº 6, pp. 723-46.
Goolishian, H. and Anderson, H. (1987). “Language systems and therapy: an evolving idea”.
Psychotherapy, vol. 24, nº 35, pp- 529-38.

107
Goolishian, H. and Kivell, H. (1981) “Planning therapeutic interventions so as to include non-bloo
related family members in the therapeutic goals”, in A.S. Gurman, ed., Questions and answers in
the practice of Family Therapy. New York, Brunner/Mazel.
Heaney, S. (1993). “The settle bed”, in Seeing things, New York, Farr Straus Giroux.
Shotter, J. (1993). Conversational realities: constructing life through language. London, Sage
Publications.
Sluzki, C.E. and Ransom, D.C., eds. (1976). The double bind: the foundation of the communication
approach to the family. New York, Grune & Straton.

108
La terapia posmoderna colaborativa y la terapia centrada en la persona:
¿qué diría Carl Rogers?38

Entre los comentarios y preguntas más frecuentes respecto a mi enfoque colaborativo postmoderno
a la terapia, suelen estar ‘Suena Rogeriano’ y ‘¿Es diferente a la terapia centrada en la persona de
Carl Rogers?’ ‘Si’ suelo decir, ‘hay similitudes y diferencias.’ Luego brevemente comparto ejemplos
de cada una; por eso aprecio esta oportunidad para expandir mis pensamientos. Para prepararme,
revisité una muestra de textos de y sobre Rogers (Bevcar y Bevcar, 1997; Kirschenbaum y
Henderson, 1989a, b; O’Leary, 1999; Rogers 1940, 1942, 1951, 1980). Comienzo con una breve
visión general sobre Rogers y su enfoque y continúo con una panorámica general sobre mi
preferencia filosófica y el enfoque colaborativo posmoderno. Estas perspectivas generales servirán
de contexto para las similitudes y diferencias y para el comentario sobre la relación de cada enfoque
con la terapia familiar según lo miro. Usted, el lector, hará sus propias comparaciones, contrastes y
conclusiones al leer. Este artículo es ofrecido como alimento para la reflexión y el diálogo, no como
un debate académico para derrumbar o integrar.

El desafío Rogeriano

Carl Rogers, psicoterapeuta pionero y el psicólogo más influyente en la historia de Estados Unidos
(Kirschenbaum y Henderson, 1989b), fue un hombre adelantado a su tiempo. Rogers tuvo muchos
primeros: fue el primero en ofrecer una alternativa a la Psiquiatría y al psicoanálisis y el primero en
registrar y publicar sesiones terapéuticas. Estuvo entre los primeros en usar la expresión personal y
el estilo informal en sus escritos. También fue el primero en desafiar a las ‘vacas sagradas’ (Rogers,
1980, p.235) de la corriente dominante de la Psicología, siendo particularmente crítico sobre la
investigación basada en el positivismo lógico, las modalidades tradicionales de educación y la
certificación de terapeutas, fueron algunos de los desafíos que sostuvo hasta su muerte. Una
salvedad: en este espacio no puedo hacer justicia a la filosofía y prácticas de un hombre que fue
autor de 16 libros y más de 200 artículos en casi cincuenta años. Estas páginas contienen solo mi
selección e interpretación de pequeñas piezas de los regalos de Rogers.

38 Traducido por FUNDACES, Argentina

109
Las ideas y prácticas no aparecen del vacío, sino que se desarrollan dentro de un contexto,
una historia y una era, siendo influenciadas por las personalidades y pasiones de sus creadores.
Quién era y en quién se estaba convirtiendo Rogers como individuo, sus creencias sobre la gente y
la naturaleza humana y su interés en una filosofía de vida influenciaron sus contribuciones a la
psicoterapia.39 Inició su carrera como estudiante seminarista con un gran interés en Filosofía y luego
se enfocó en la Filosofía de la educación. En sus comienzos, trabajando en el campo de la orientación
infantil, y posteriormente ofreciendo servicios psicológicos para niños delincuentes o menos
privilegiados, se encontraba siempre ocupado por las mismas preguntas: ¿funciona? ¿es efectivo?
Y si lo era o no, se preguntaba: ¿por qué? Lo que aprendió al adoptar esta postura de curiosidad y
reflexión, combinado con su filosofía de vida única, lo llevó a desafiar e ir más allá de las tradiciones
y prácticas de la Psiquiatría del momento.
Rogers reflexionaba constantemente sobre sus experiencias de vida profesionales y
personales, sobre la relación consultante-terapeuta y sobre el proceso de terapia, continuamente
probando y refinando su hipótesis o principio explicativo:
Todos los individuos tienen en su interior la habilidad para guiar sus propias vidas de manera
tal que sea personalmente satisfactoria y socialmente constructiva. En nuestro estilo
particular de relación de ayuda, liberamos a los individuos para que encuentren su sabiduría
y confianza interior, y así tomar decisiones cada vez más sanas y más constructivas.
(Kirschenbaum y Hernderson, 1989: xiv)
Todo el tiempo mantuvo firme su creencia y su confianza en que los seres humanos tienen
dentro de sí una ‘tendencia constructiva’ (Rogers, 1980: 121) y ‘amplios recursos para el auto-
entendimiento y para alterar sus auto-conceptos, actitudes básicas, y comportamiento auto-
dirigido’ (Rogers, 1980, p. 115). Adicionalmente, los seres humanos tienen “la tendencia a crecer,
desarrollarse y realizar [su] máximo potencial… el flujo direccional constructivo… hacia un desarrollo
más complejo y completo” (Kirschenbaum y Henderson, 1989b: 137). Esta creencia y esta confianza,
a su vez, informaron el objetivo del enfoque de Rogers: liberar este flujo direccional. Este principio
explicativo se convirtió en la base de la Psicología humanística.
El enfoque de Rogers se centra en el constructo del self y en los cambios de personalidad:
este es el núcleo desde el cual desarrolla una teoría de la personalidad. El objetivo de la terapia era
mover al individuo hacia la madurez: “como ser, como convertirnos en lo que somos, o como ser

39Utilizo psicoterapia, terapia, terapia y counseling, sin hacer una distinción en su uso. No prefiero ninguno de estos
términos, en vez de ellos, me pienso como una consultante en cualquier espacio profesional.

110
con conocimiento y aceptación de aquello que uno es en lo más profundo” (Kirschenbaum y
Henderson, 1989b, p. 62). En consonancia, para Rogers (1940), la terapia trata primordialmente con
la organización y funcionamiento del self y el consejero o terapeuta sirve como un alter ego. La
terapia era un “proceso de exploración de sentimientos y actitudes [catarsis emocional] relacionado
a las áreas problema, seguido de un incremento en la capacidad de insight y auto-entendimiento”
(Rogers, 1940, p. 133). Aceptando completamente, reconociendo y clarificando sentimientos,
seguido de la “iniciación de acciones positivas, pequeñas, pero altamente significativas”
consecuentemente lleva a “un incremento integrado en las acciones positivas” (Rogers, 1942, p. 74).
Creía que “si una persona es completamente aceptada, no puede sino cambiar” (Kirschenbaum y
Henderson, 1989b, p. 61). Este proceso lleva a decisiones positivas y a un incremento en la
capacidad de resolución de problemas (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p. 23). El consejero o
terapeuta servía como un ‘genuino alter ego’ (Rogers 1940: 40) y era como la “partera de una nueva
personalidad” (Rogers, 1951, p.xi). Si bien Rogers se focalizó en los cambios de personalidad, no le
dió importancia a la estructura o causas de la personalidad de un consultante.
Inicialmente consideraba que había tres características interrelacionadas en los terapeutas
que eran esenciales para crear el clima que apoyaba y promovía esta competencia y crecimiento,
orientada al consultante: autenticidad o congruencia, mirada positiva incondicional y una
comprensión empática (Kirschenbaum y Henderson, 1989a). Posteriormente agregó una cuarta
característica que llamó espiritual o trascendental, describiéndola como la manera especial en la
que un terapeuta puede estar espontáneamente presente con el otro, cuando el terapeuta está
“más cerca de su self interno e intuitivo y está en contacto con su yo desconocido… entonces
simplemente mi presencia ayuda y es liberadora” (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p.137). Para
él, estas características o expresiones de actitudes y comportamientos del terapeuta eran una
“manera de ser”, una “filosofía” (Kirschenbaum y Henderson, 1989a). Y, cuando un terapeuta vivía
esta filosofía, ayudaba a ambos, consultante y terapeuta, a “la expansión y el desarrollo de sus
capacidades” (Kirschenbaum y Henderson, 1989a, p.138). Pensaba su enfoque como una filosofía
y su postura terapéutica como una manera de ser centrada en la persona. Rogers (1996) pronto
expandió estas características a seis, presentándolas como condiciones necesarias y suficientes para
el cambio de personalidad terapéutica, indistintamente de la metodología. Se refirió a su teoría
como un estilo de “si esto, entonces esto”:
Si ciertas condiciones existen… entonces ocurrirá un proceso que incluye ciertos elementos
característicos [sus seis condiciones]. Si este proceso… ocurre, entonces ciertos cambios de

111
personalidad y de comportamiento – reorganización de la estructura del yo con un concepto
del yo que se vuelve congruente con la experiencia del yo – hacia un auto-concepto
incondicionalmente positivo… va a ocurrir. (Kirschenbaum y Henderson, 1989a, p. 240)
Desde temprano en su carrera fue un gran defensor de la investigación, desafiando aquellas
basadas en el positivismo lógico de la ciencia convencional como algo que no siempre es apropiado
para una ciencia humana, creyendo que dichos métodos corrían el riesgo, por ejemplo, de la
despersonalización y la deshumanización, la certeza del conocimiento y el mito de la objetividad.
Hizo un llamado a una ciencia más humana que considerara, por ejemplo, a los seres humanos como
subjetivos, los significados que las cosas tienen para la persona, y el consultante como un
colaborador de la investigación. A lo largo de los años, mientras Rogers y sus colegas investigaban
las transcripciones de sus propias terapias, se dieron cuenta que el análisis de esas transcripciones
se focalizaba principalmente en prestar atención a los detalles del contenido de la terapia y en las
respuestas del terapeuta. Dicho análisis corría el riesgo de perder el foco en lo que Rogers creía era
el aspecto más crítico – la relación consultante-terapeuta – y creando, en palabras de Rogers, (1980,
p. 139), “terribles consecuencias”. Esta postura analítica, temía Rogers (1980), posicionaba al
terapeuta en un rol de experto y reducía la terapia a técnicas. Interesantemente, hace poco más de
una década en The Carl Rogers Reader (Kirschenbaum y Henderson, 1989a) Rogers acusaba que una
pregunta filosófica y metodológica continuaba plagando a las profesiones de ayuda: “¿Hasta qué
punto nos basamos en la habilidad del individuo para guiar su propio crecimiento y desarrollo, y
hasta qué punto introducimos motivación externa, estrategias, guías, direccionamiento, o hasta
coerción?” (p. xv). Me pregunto si algo ha cambiado.
Rogers rechazaba cuando sus colegas malinterpretaban su postura no-directiva y se
referían a ella como un método o convirtiéndola en una técnica. Al contrario, el terapeuta es
genuino y espontáneo en su manera de ser; el terapeuta “vive estas condiciones [características] en
la relación y se convierte en compañero para el consultante en este viaje hacia el núcleo del yo”
(Kirschenbaum y Henderson, 1989a: 138). Para Rogers no hay un libro de cocina sobre la terapia; la
relación no puede ser duplicada de un consultante al próximo. Cada terapia y cada relación
consultante-terapeuta es única.
Reflexionando sobre estas convicciones y en un esfuerzo por lidiar con los malos entendidos,
con el tiempo cambió el nombre de su enfoque de no-directivo a centrado en el consultante y luego
a centrado en la persona. Esta última denominación todavía refleja un énfasis en el consultante y su
expertez en lugar del problema, pero también refleja un nuevo énfasis en la característica espiritual

112
o trascendental (Kirschenbaum y Henderson, 1989a). Todo lo mencionado anteriormente hizo a
Rogers, paradójicamente, un terapeuta con enorme popularidad e influencia, cuyo enfoque dio una
bocanada de aire fresco a la profesión. Al mismo tiempo se convirtió en alguien que a menudo no
era tomado en serio por sus colegas académicos, ya que algunos acusaban a su enfoque como
superficial.

Una perspectiva colaborativa postmoderna

Mi camino como terapeuta y teórica clínica ha sido informado por mis distintas prácticas y la
búsqueda continua de conceptos para describir y entender las experiencias de terapia (Anderson,
1997, 2000a; Anderson et al., 1986). Práctica y teoría van de la mano, cada una informando a la otra.
A través de los años he tenido un sostenido interés en las voces de los consultantes. 40 Como
Rogers, he sido curiosa respecto a las razones por las cuales la terapia funciona o no y porqué los
consultantes encuentran ayuda en algunos terapeutas y no en otros.
Como Rogers, me interesan los métodos de investigación alternativos. Mi investigación ha
sido informal – lo que pienso como investigación es parte de la práctica diaria y el consultante es el
co-investigador – enfocándome en las voces de los consultantes, reflexionando con los consultantes,
aprendiendo de los consultantes y utilizando lo que aprendemos al avanzar en conjunto en la
terapia. Mi pregunta constante, de una u otra forma, ha sido, “¿Cómo pueden los terapeutas crear
el estilo de conversaciones y relaciones con sus consultantes que permiten a ambas partes acceder
a su creatividad y desarrollar posibilidades donde no parecían existir anteriormente?” (Anderson,
1997).
Durante los veinte años de este viaje aprendí con mi socio conversacional continuo, Harry
Goolishian y simultánea y subsecuentemente aprendí con otros socios conversacionales: mis
consultantes, los consultantes de otros terapeutas, colegas y estudiantes. La búsqueda de conceptos
para ayudarme a entender las experiencias terapéuticas me llevó a un camino sinuoso y al lugar
donde ahora he pausado: un enfoque colaborativo posmoderno en la terapia, educación,
consultoría e investigación (Anderson, 1997, 2000a; Anderson y Goolishian, 1998).

40En mi trabajo diario me refiero a las ‘gente’ o ‘persona’ con las que trabajo; en este artículo uso ‘consultante’ para
simplificar y en el sentido más amplio, refiriéndome a una sola persona o cualquier combinación de personas
relacionadas o no-relacionadas.

113
Preferencia filosófica

Lo posmoderno, ampliamente hablando, es una crítica ideológica de lo universal o meta-narrativas,


incluyendo la autocrítica. Invita a una continua actitud de escepticismo hacia la naturaleza y
significado del conocimiento, incluyendo su certeza y poder. Consecuentemente, lo posmoderno
ofrece un vasto desafío y nos invita tanto a examinar y re-imaginar nuestra cultura y tradiciones
psicoterapéuticas como las prácticas que fluyen de estas.

Conocimiento y lenguaje como relacionales y generativos.

Posmoderno se refiere a una familia de conceptos. Aunque la familia tiene ramas diversas, hay un
rasgo importante: la noción de conocimiento y lenguaje como relacionales y generativos.
Conocimiento (lo que sabemos o pensamos que podemos llegar a saber) es lingüísticamente
construido por las personas en conversación;41 su desarrollo y transformación es un proceso
comunitario y el conocedor y el conocimiento son interdependientes. El conocimiento es un
subproducto de las relaciones comunitarias en lugar de una posesión o producto individual (Gergen,
1994). Es creado en y a través del lenguaje, o en y a través de lo que a Shotter (1993) se refiere como
“acción-conjunta”. El conocimiento, entonces, no es algo estático que está ahí afuera esperando a
ser descubierto; más bien es fluido.
El lenguaje (comunicación verbal y no verbal) obtiene su significado a través de su uso y es
el principal vehículo a través del cual construimos y damos sentido a nuestro mundo. Las palabras,
por ejemplo, no expresan significado (dicen lo que algo es) sino que obtienen su significado a través
de la interacción e intercambio social. El lenguaje, entonces, es fluido.
La transformación o novedad, es inherente a y surge dentro de los aspectos inventivos y
creativos del lenguaje, diálogo y narrativa. El potencial de transformación es tan infinito en variedad
y expresión como los individuos que realizan dichas transformaciones. Esta característica
transformativa de conocimiento y lenguaje invita a una visión de los seres humanos como
resilientes; invita a un enfoque apreciativo.

41Uso conversación y diálogo y conversación dialógica, para referirme a pensamientos y comunicación tanto interna
como externa, verbal como no verbal, y silenciosos o en voz alta.

114
Múltiples realidades

Lo que se crea en y a través del lenguaje (ej. Conocimiento, significado y realidad) es una autoría
múltiple entre una comunidad de personas y relaciones. Lo que se crea, entonces, es una de
múltiples perspectivas, narrativas y posibilidades. No hay una sola, o, una más precisa, realidad,
verdad o representación privilegiada. Es decir, la realidad o significado que atribuimos a los eventos,
experiencias y personas en nuestras vidas no están dentro de la cosa en sí, sino que es una atribución
socialmente construida, formada y reformada en el lenguaje, en conversación y en nuestras
prácticas sociales. Por ejemplo, piensen el cambio en el significado de familia en los últimos
cincuenta años.
Rogers abordaba la noción de realidad con convicción y cuestionaba la utilidad de la
búsqueda de la verdad por parte de los psicólogos: “La única realidad que posiblemente conozca es
el mundo tal como yo lo percibo y experimento en este momento. La única realidad que
posiblemente conozcas es el mundo tal como tú lo percibes y experimentas en este momento.”
Enfatiza que “la única certeza es que esas realidades percibidas son diferentes” (Rogers, 980: 96).
Estos son los mapas perceptuales de los cuales vivimos: el mapa nunca es la realidad misma (Rogers,
1951, p. 486). Vinculando la realidad percibida con el cambio (1951, p. 486) decía: “Que el campo
de la percepción es la realidad a la cual el individuo reacciona, a menudo se ve reflejado
notablemente en terapia, dónde con frecuencia se vuelve evidente qué cuando la percepción
cambia, la reacción del individuo cambia.”
Más allá de las diferencias en la realidad, Rogers creía que había “una fuerte posibilidad de
que haya más de una clase de “realidad” (Kirschenbaum y Henderson, 1989, p. 370). Estaba la
posibilidad de “una realidad que no estaba abierta a nuestros cinco sentidos… que puede ser
percibida y conocida solo cuando estamos pasivamente receptivos, en lugar de activamente
empeñados en saber” (Rogers, 1980, p. 256).
Más tarde en sus escritos, Rogers (1980: 96) preguntó: “¿Necesitamos “una” realidad?”
Tener una realidad, llegó a creer, era un lujo y un mito que ya no nos podíamos permitir
(Kirschenbaum y Henderson, 1989b). “La realidad cuando se mira desde afuera,” decía, “no tiene
nada que ver con la relación que genera la terapia” (Kirschenbaum y Henderson, 1989ª, pp. 51-52).
Subrayó que lo relevante es cómo el terapeuta responde a la realidad del cliente. A nivel global,
Rogers veía las diferentes realidades como un recurso prometedor para la humanidad, la de
aprender uno del otro sin temor – preparando el camino para el cambio (Kirschenbaum y

115
Henderson, 1989a). Concuerdo con Rogers en que las diferencias brindan riqueza y posibilidades y
durante mucho tiempo he estado interesada en aprender sobre las diferencias en lugar de tratar de
negociar o resolverlas (Anderson, 1997). Rogers no aborda por completo cómo pensaba que se
construye la realidad. Parecía, en cambio, ver la realidad como construida, pero como una
construcción individual similar a la visión de un constructivista en lugar de una construcción
comunitaria o social. Esta es una diferencia.

Principio explicativo y el objetivo de terapia

Mi principio explicativo es que los sistemas humanos son lenguaje, sistemas que generan
significado; el sistema terapéutico es uno de estos sistemas en el cual las personas generan
significado el uno con el otro. Transfiriendo la noción de conocimiento y lenguaje como relacional y
generativos al ámbito terapéutico, mi enfoque de la terapia y todas mis prácticas implican relaciones
colaborativas y conversaciones dialógicas. El terapeuta aspira a invitar, crear y facilitar este estilo de
espacio y proceso relacional y dialógico, dándole vida dentro y fuera del consultorio. Ambos,
consultante y terapeuta, corren el riesgo de transformarse en este estilo de espacio y proceso. Una
terapia de esta naturaleza, incluyendo la relación consultante-terapeuta y el proceso, se torna algo
mutuo e igualitario.
Mi objetivo es simple: ayudar al consultante con lo que quieren, necesitan y su agenda
respecto a sus dificultades en la vida. Acepto que, generalmente, hay más de una realidad sobre una
cuestión, su solución imaginada y mi relación con ésta; y acepto que siempre estoy trabajando
dentro de esta multiplicidad de realidades. No presumo tener una idea sobre cómo debería verse
mi ayuda, durante o al completar una sesión, antes de comenzar la terapia. En otras palabras, no
me enfoco en contenido, habilidades, técnicas y métodos. Lo que puede pensarse como tales, son
simplemente expresiones de una postura filosófica, una manera de ser – declaraciones y acciones –
que son únicas y difieren de terapeuta a terapeuta, de situación clínica a situación clínica, de
contexto a contexto, y de relación a relación.

Postura filosófica

Como Rogers, pienso mi enfoque como una filosofía de terapia en lugar de una teoría o modelo. La
Filosofía, para mí, se ocupa de la vida humana cotidiana: pregunta sobre conceptos como la

116
identidad propia, relaciones, mente y conocimiento. La Filosofía no es encontrar verdades
científicas, pero involucra un análisis continuo, investigación y reflexión. La manera en que prefiero
entender la terapia, la relación consultante-terapeuta y su transformación y cómo yo prefiero ser
como terapeuta refleja una filosofía de vida acorde a lo profesional y personal. Rogers, del mismo
modo, enfatizaba la importancia de la congruencia en todos los roles y relaciones de la vida como
terapeuta, maestro y esposo. A diferencia de él , quien estaba interesado en la filosofía de vida al
inicio de sus estudios y prácticas, yo llegué a esta idea en los últimos quince años (Anderson, 1997;
Anderson y Goolishian, 1988). Siempre soy desafiada por mi postura filosófica, como lo puso un
colega: “Pienso sobre la diferencia entre escribir y pensar sobre las ideas, y vivir las ideas – vivir las
ideas [la filosofía] es el desafío difícil… es en efecto un desafío continuo” (Elmquist, 1999).
Mi preferencia por las relaciones colaborativas y las conversaciones dialógicas implica un
particular estilo de actitud o postura a la cual me refiero como una manera de ser:42 una manera de
pensar acerca de las personas, relacionase con ellas, hablar con ellas, actuar con ellas y responder
con ellas. Me refiero a esta manera de ser como una postura filosófica (Anderson, 1997).

Características entrelazadas de una postura filosófica

Las características de un terapeuta asumiendo lo que denomino postura filosófica son parecidas a
las características de terapia/terapeuta preferidas de Rogers. Por ejemplo, el terapeuta invita,
respeta y reconoce la experticia del consultante; el terapeuta confía y cree en el consultante; el
terapeuta es un alumno; el terapeuta siempre está en camino al entendimiento; y el terapeuta está
plenamente presente como otro ser humano. El énfasis está puesto en la experticia del consultante
sobre su vida, mientras que la experticia del terapeuta en cómo un consultante debe vivir su vida
pierde importancia. Dicho de otra manera, una manera de ser no equivale a una habilidad o técnica,
forzada o improvisada, sino natural y auténtica. Más específicamente, la postura filosófica o la
manera de ser cuenta con varias características entrelazadas.

42No tomé el término manera de ser de Rogers, ni tampoco se refiere a sus características terapéuticas. Las palabras
simplemente parecían las mejores para capturar un significado que quería transmitir.

117
Socios conversacionales.

Consultante y terapeuta se convierten en socios conversacionales a medida que toman parte en


conversaciones dialógicas y relaciones colaborativas. Estas conversaciones y relaciones van de la
mano: el estilo de relaciones que tenemos forman y nutren el estilo de conversaciones que tenemos
y viceversa.
Una conversación dialógica es una conversación bidireccional, un proceso de ida y vuelta,
de dar y recibir, ahí adentro juntos, en el cual las personas hablan con en lugar de hablar al o del
otro. Invitar a este estilo de sociedad requiere que la historia del consultante tome el centro del
escenario. Requiere que el terapeuta aprenda constantemente, escuchando y tratando de entender
la historia del consultante desde su perspectiva. El terapeuta presta atención para escuchar cuál es
el significado para el consultante, no para el terapeuta. Prestar atención para escuchar es un verbo
activo, no pasivo, mientras el terapeuta ofrece comentarios, hace preguntas, y confirma para ver si
entiende; todo esto es parte del proceso dialógico. Es decir, las interrogantes, comentarios u otras
declaraciones o gestos del terapeuta no están dirigidos a una dirección, respuesta, novedad, etc. en
particular. La intención es invitar, facilitar y mantener el diálogo. En mi experiencia, esta posición de
terapeuta/alumno actúa de manera tal que espontáneamente compromete al consultante a una
posición de co-aprendizaje, o a lo que yo me refiero como investigación mutua o compartida. Esta
investigación es un proceso interactivo y fluido en el cual el terapeuta y el consultante co-exploran
lo familiar y co-desarrollan lo nuevo. En esta investigación, la historia del consultante se aclara,
expande y cambia de manera espontánea. Lo que se crea, el contenido, es co-construido desde
dentro de la conversación en contraste a cuando lo novedoso es importado desde afuera. Es decir,
teoría o terapeuta no predeterminan lo novedoso o el resultado (el contenido). Esto no significa que
el consultante no tiene cierta idea respecto al objetivo cuando entra a terapia, pero sí que la idea,
en mi experiencia, a menudo se va transformando en menor o mayor medida dentro del proceso
dialógico.
Una sociedad conversacional requiere que el terapeuta incluya, respete y valore la
multiplicidad de voces – apreciando la riqueza de las diferencias y las posibilidades inherentes a
ellas. En este estilo de conversaciones y relaciones todos los miembros tienen un sentido de
pertenencia, y, en mi experiencia, este sentido invita a la participación y responsabilidad
compartida. Todas forman parte e invitan a la relación colaborativa.

118
Mientras que hablo del terapeuta como un socio conversacional, Rogers hablaba sobre sí
mismo como un compañero. Si bien las posturas del terapeuta son similares, la intención, el proceso
y el destino del viaje son diferentes. Como mencionamos anteriormente, para Rogers, el terapeuta
acompañaba al consultante en un viaje hacia el núcleo del self y el cambio de personalidad. Como
socio conversacional imagino que soy más activa de lo que era Rogers, basada en mi interpretación
de sus escritos y viendo sus videograbaciones. Por ejemplo, me involucro de manera más
interactiva, hay más ida y vuelta con el consultante a medida que me uno a ellos en la investigación
mutua o compartida.

No saber y el consultante como experto.

El terapeuta colaborativo, similar a Rogers, considera al consultante como experto de su vida y como
su maestro. Un terapeuta colaborativo invita, respeta y toma en serio qué tiene para decir el
consultante y cómo elige decirlo. Esto incluye cualquier y todo conocimiento, sea con descripciones
o interpretaciones conformadas por el discurso de la cultura popular, folklore, espiritualidad, etc.,
sea expresados de manera cronológica o de lo contrario, e independientemente de la cantidad de
tiempo que un consultante se toma para contar su historia.
Un terapeuta colaborativo no tiene el monopolio sobre la verdad, ni un conocimiento
superior. El terapeuta colaborativo, como el consultante, simplemente trae su propia experticia, no
una mejor. El terapeuta tentativamente ofrece su voz, incluye preguntas, comentarios,
pensamientos y sugerencias simplemente como cuestiones para reflexionar y dialogar. Tentativo no
refiere a ser tímido o dubitativo. Se refiere a la noción de que la intención del terapeuta es invitar y
facilitar relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas, no imponer, directa o indirectamente,
nociones sobre lo que un consultante debería estar contándonos, cómo deberían hacerlo, y cómo
deberían estar viviendo.
Mi visión de la experticia está relacionada a lo que llamo no-conocer (Anderson, 1997;
Anderson y Goolishian, 1988, 1992). No-conocer es una característica de la postura filosófica que,
en mi experiencia, es crítica para invitar, crear y mantener relaciones colaborativas y diálogos
generativos. No-conocer refiere a la intención del terapeuta: cómo se posiciona con lo que sabe o
cree que sabe, y a su voluntad para mantener sus conocimientos terapéuticos abiertos a
cuestionamiento y cambios. No-conocer ha sido malinterpretado como una falta de conocimiento
por parte del terapeuta, aparentar ignorancia, ocultar conocimiento, evitar sugerencias u olvidar lo

119
que sabe. Ha sido malinterpretado como una experticia o una técnica. No-conocer es una postura
ética: no sé más que un consultante sobre cómo debe vivir su vida; no quiero utilizar mi
conocimiento para conducir a un consultante en cualquier dirección. Quiero promover un diálogo
en el cual puedan surgir posibilidades.
Rogers enfatizaba el derecho del consultante a elegir sus propios objetivos de vida, aun
cuando estos pudieran estar en desacuerdo con aquellos que el consejero tuviera para él, y en el
derecho del consultante a ser psicológicamente independiente y mantener su integridad psicológica
(Rogers, 1951). Rogers (1951) en sus comienzos presentó la noción de la experticia del terapeuta
como teniendo implicancias sociales y filosóficas que deben ser cuidadosamente consideradas –
viendo el diagnóstico, por ejemplo, en parte como un estilo de control social y como una manera de
poner el foco de responsabilidad por el tratamiento en las manos del experto. El diagnóstico, para
Rogers (1951, p. 220), “como normalmente es comprendido es innecesario para la psicoterapia, y
en realidad podría ser en detrimento del proceso terapéutico”. El diagnóstico, creía, también
arriesgaba enfatizar en el problema y la resolución del mismo en lugar de en la persona. Asimismo,
aunque desde una perspectiva posmoderna/construccionista social, tengo firmes opiniones
similares respecto a la utilidad y el uso indebido del diagnóstico (Gergen et al., 1997).
Rogers también sostenía firmemente que “La respuesta a la mayoría de nuestros problemas
yace no en la tecnología [diagnóstico y objetivación] sino en las relaciones” (Kirschenbaum y
Henderson, 1989b, p. xvi). “Desarmar a las personas como ‘objetos’ Rogers mencionaba, “ya está
teniendo un efecto cultural genuino el cual no veo como saludable” (Kirschenbaum y Henderson,
1989ª, p. 166). Si bien en sus escritos más tempranos (1951) hablaba sobre las técnicas de la terapia
centrada en el consultante, más tarde renunció a ellas, matizando, interesantemente, que pensaba
adecuado utilizar una técnica, si la técnica fuera a acoger una de las seis condiciones para el cambio
de personalidad terapéutico (Kirschenbaum y Henderson, 1989a). Como comenté anteriormente,
esto es ligeramente similar y ligeramente diferente en términos de por qué, cómo y cuándo un
terapeuta debe introducir conocimiento previo y que este conocimiento esté abierto a ser desafiado
y transformado.
Continuando por esta vía, Rogers refería que ofrecer consejo, sugerencias y juicios “solo
demora la terapia” (Kirschenbaum y Henderson, 1989ª, p. 21). Desde una perspectiva colaborativa,
no es el consejo, la sugerencia, el juicio o pregunta (por ejemplo, sabiendo) per se. Un terapeuta
puede decir cualquier cosa, pero lo crucial es la intención, forma, momento y la modalidad tentativa.
También es importante darse cuenta cuándo y cómo este estilo de ideas y conocimiento del

120
terapeuta corren el riesgo de construir obstáculos en el camino, o, utilizando las palabras de Rogers,
demoran las relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas (Anderson, 1987).
Hablar sobre experticia y conocimiento a menudo suscita preguntas sobre el poder. Hay
algunas sutiles similitudes y diferencias entre los enfoques Colaborativo y Rogeriano respecto a este
punto. Rogers no parece enfocarse directamente en el poder, pero era un hecho para él que la
profesión terapéutica estaba repleta de un mal uso de poder (por ejemplo, el diagnóstico). Central
a su filosofía y enfoque no direccional, era querer ubicar el poder en el consultante (por ejemplo,
empoderar), no en el terapeuta. Esto era un intento, logrado a través de su manera de ser, de no
hacer un uso indebido del poder (Rogers, 1980, p. 140). Creo que los terapeutas cultural y
teóricamente han sido figuras de poder y que ellos son a menudo, deliberadamente o
involuntariamente, mal utilizados. Creo fuertemente, no obstante, que puedo elegir cómo me
posiciono con este poder y autoridad. No apunto a empoderar a un consultante porque no creo que
yo pueda empoderar a otra persona.

Ser público.

Los terapeutas a menudo operan desde pensamientos invisibles y privados – juicios o hipótesis
sobre el consultante que pueden monopolizar, influenciar y guiar la escucha, declaraciones y
acciones. En otras palabras, el diálogo silencioso de un terapeuta puede colapsar en un monólogo
cuando se enfoca en una idea sobre el consultante y, consecuentemente, inhibe el diálogo interno
y externo del terapeuta y el consultante. Asimismo, cuando un terapeuta se encuentra ocupado por
pensamientos privados que lo monopolizan, debe hacer algo con ellos. No obstante, no hay un qué
y cómo general para hacerlo; esto irá variando con cada consultante y cada situación clínica. A
menudo encuentro que volver mis pensamientos silenciosos, públicos o visibles es un paso útil para
restaurar mi diálogo interno, exponerlos como alimento para reflexionar y dialogar que un
consultante puede encontrar interesante, útiles o no. De todas formas, debemos advertir que hay
formas de compartir que pueden abrir el diálogo y formas que pueden cerrarlo. No es cuestión de
si hay pensamientos o contenido sobre el cual un terapeuta debería o no hablar; es el cómo, cuándo
y por qué lo hacen.
Rogers no escribió sobre el diálogo o monólogo, pero si recalcó la importancia de que el
terapeuta sea uno mismo – ser real, abierto, consciente y honesto sobre qué estaba
experimentando y sintiendo. Es decir, pensaba que era importante mantener sus palabras y

121
acciones en línea con sus experiencias y sentimientos (Kirschenbaum y Henderson, 1989a). Se
refería a ser uno mismo como transparente: “El terapeuta se hace transparente para el consultante:
el consultante puede ver a través de lo que el terapeuta es en la relación” (Kirschenbaum y
Henderson, 1989b, p. 115). Enfatizaba que “ser uno mismo era más efectivo” (Kirschenbaum y
Hernderson, 1989b, p. 19). Para Rogers, ser uno mismo ponía el énfasis en la presencia y actitud del
terapeuta – una manera de ser – en lugar de en sus las habilidades y técnicas.
Yo prefiero “público” porque transparencia a menudo se interpreta como un consultante
siendo capaz de ver a través o ver la realidad de un terapeuta. Presupone que el consultante
interpretará la realidad como lo hace el terapeuta. Un consultante solo puede ver lo que un
terapeuta elige mostrar y lo perciben, experimentan e interpretan a través de lo que ellos traen a el
encuentro.
Si bien la transparencia es un concepto a menudo utilizado por terapeutas narrativos y su
origen es con frecuencia atribuido a terapeutas feministas, Rogers fue el primero en introducirla.
No estoy segura que él hubiera puesto transparencia como equivalente de público porque creo que
la intención de cada uno es diferente. Adicionalmente, no pienso que la intención de Rogers para
su propuesta o la manera en la cual la presenta fuera promover el diálogo como yo lo pienso; sino
que era una intención estratégica para incrementar la aceptación de lo que ofrecía: “Aprendí a ser
más sutil y paciente al interpretarle al consultante un comportamiento, intentando buscar el
momento, de una forma más gentil para que pudiera ser aceptado” (1966).

Transformación mutua.

Prefiero la palabra transformación a la palabra cambio porque desde una perspectiva colaborativa
el terapeuta no es un agente de cambio. Es decir, el terapeuta no cambia a otra persona.
Transformación, para mí, ayuda a enfatizar un proceso continuo y mutuo en lugar de que una
persona sea cambiada desde-por otra persona. Aquí la “experticia” del terapeuta se encuentra en
crear el espacio y facilitar el proceso para la generación de relaciones colaborativas y conversaciones
dialógicas. En este estilo de proceso transformativo, tanto consultante como terapeuta son
formados, re-formados, y transformados a medida que avanzan en su trabajo en conjunto.
Rogers hablaba sobre crecimiento mutuo de consultante-terapeuta en su enfoque centrado
en la persona como algo que se asemejaba al estilo de relación yo-tú de Buber. Él creía que la terapia
era “un encuentro de personas real y experiencial, en el cual cada uno de nosotros cambia… en el

122
contexto de este estilo de experiencia” (Kirschenbaum y Henderson, 1989ª; p. 48) y que “aun
cuando estoy tratando de expresar estos sentimientos, ellos cambian” (p. 12).

Incertidumbre.

Cuando un terapeuta acompaña a un consultante en un viaje y camina a su lado, hay incertidumbre.


Porque la novedad (soluciones, resoluciones, resultados) se desarrolla dentro de la conversación
local, es creada mutuamente y se adecúa de manera única a la persona en cuestión; no hay manera
de predecir o saber con seguridad a dónde vamos a llegar. A menudo nos sorprenden. Rogers (1980)
llegó a decir que estaba aburrido de la seguridad y protección; él estaba dispuesto a arriesgarse y
cuando lo hacía aprendía si había tenido éxito o no. Como Rogers, encuentro que la incertidumbre
abre puertas al aprendizaje y encaja con mi idea del aprendizaje como un proceso de por vida. Y,
cuando eres genuinamente curioso sobre la vida de otra persona, caminando a su lado,
determinando mutuamente la dirección y el destino, no hay lugar para el aburrimiento.

Vida común y corriente.

La terapia desde una perspectiva colaborativa posmoderna se vuelve menos jerárquica y menos
dualista; se asemeja más a las relaciones y conversaciones comunes y corrientes que la mayoría de
nosotros prefiere. Esto no significa llevar adelante conversaciones triviales sin objetivo o ser amigos
casuales. Por supuesto que reconozco que la relación y conversación terapéutica ocurren dentro de
un contexto particular y con una agenda. Rogers, similarmente, decía que una de las implicaciones
de su enfoque era que la psicoterapia no era un estilo especial de relación, diferente de otras que
ocurren en el día a día (Kirschenabum y Henderson, 1989b). Más bien, las relaciones terapéuticas
eran la elevación de las condiciones que él creía existían en las relaciones diarias.
Hay algunas diferencias matizadas entre la terapia colaborativa y la de Rogers – las
disparidades tienen que ver con la intención que se otorga a la manera de ser. Rogers consideraba
su manera de ser como esencial para y apuntaba al desarrollo y cambio de la personalidad que
subsecuentemente llevarían a una de resolución de problemas espontánea y única. En otras
palabras, el propósito de su manera de ser era crear un ambiente que favoreciera el crecimiento.
Desde una perspectiva colaborativa, la manera de ser está relacionada a la invitación, creación y
mantenimiento de relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas y a la inherentemente

123
natural, espontánea e impredecible transformación. No apunto al desarrollo y cambio de la
personalidad para la asociación del insight y la auto-aceptación. El cambio y la transformación
difieren para los terapeutas rogerianos y los colaborativos.

Más similitudes y diferencias

Como indicamos anteriormente, hay similitudes entre los enfoques colaborativo y rogeriano. Ambos
desafían críticamente las ideologías y tradiciones de la psicoterapia actual. Experiencias clínicas y
curiosidades sobre terapias y terapeutas exitosos y no exitosos influyeron a ambos. Los dos
enfoques representan la naturaleza reflexiva de la teoría y la práctica; comparten una visión
apreciativa y optimista sobre las personas y su capacidad para ser expertas de sus vidas y resolver
sus dificultades de manera única para ellas y sus circunstancias. Los dos ponen un énfasis
significativo en la persona del terapeuta – la manera de ser – y en la relación consultante-terapeuta.

Self.

Ambos hablan del self desde perspectivas diferentes. Rogers se refiere a un núcleo que contiene el
self y a la importancia de encontrarlo y comprenderlo. Desde una perspectiva colaborativa, self
refiere a una creación social que es relacional y que no se encuentra limitado por la piel o la mente.
Bateson, en correspondencia con Rogers, se refería a esta distinción: “Para mí, “persona” es ese
“nexo en una red de ideas flotando que existe dentro de mi piel y fuera de ella.” Para ti [Rogers],
creo que “persona” está contenida dentro… el mundo de la “persona” no es espacial’ (Kirschenbaum
y Henderson, 1989b, p. 401).

Neutralidad.

Ambos enfoques desatienden el concepto de neutralidad, pero por diferentes razones. Para Rogers,
ser positivo hacia un consultante negaba una posición neutral. Para mí, en principio, es imposible
ser neutral – nuestros sesgos están siempre presentes. Segundo, cuando un terapeuta intenta ser
neutral, a menudo el consultante lo percibe como si tuviera un secreto, opinión o una agenda
secreta. Tercero, creo que, en términos de estar del lado del consultante, por así decirlo y cuando

124
más de una persona se encuentra en la reunión, esto implica estar del lado de cada persona
simultáneamente, la multi-parcialidad (Anderson, 1997).

Influencias.

El enfoque colaborativo ha sido influenciado fuertemente por ideas fuera de la psicoterapia


utilizadas para hacer que las experiencias clínicas de consultante y terapeuta tengan más sentido.
En los inicios, la influencia de la teoría de los sistemas de primer y segundo orden incluían: sistemas
evolutivos, no equilibrados y auto-organizados, nociones constructivistas de la realidad, lenguaje
como coordinador del comportamiento y las posturas filosóficas que desafiaban al conocimiento
como representacional y singular. Más adelante, otras influencias incluyeron al posmodernismo y
conceptos asociados como construcción social, hermenéutica contemporánea y la teoría narrativa.
Todas desafían las tradiciones del conocimiento, y consecuentemente, cómo son conceptualizados
los sistemas humanos.
Rogers demandaba nuevos modelos de ciencia más apropiados para seres humanos
(Kirschenbaum y Henderson, 1989b). Más tarde en su carrera se inspiró y encontró apoyo para su
hipótesis fuera de la literatura psicoterapéutica, al igual que hicimos nosotros pero no por las
mismas razones: la filosofía de la ciencia de Polany, la teoría de Marayuma de mutua causa-efecto,
la teoría física de Prigogene respecto a los sistemas y la complejidad, nuevos métodos de
investigación de estudiosos como Reason, Rowan, Polkinghorne y Patton y métodos de
hermenéutica contemporánea de interpretaciones (Kirschenbaum y Henderson, 1989b). Lo que
estas perspectivas tenían en común para Rogers, al igual que para mí y mis colegas, era un desafío
y alternativa para nuestro conocimiento tradicional. Rogers no hablaba sobre ideas posmodernas o
de construcción social per se. Murió en 1987 justo cuando las Ciencias Sociales ganaban interés en
estas perspectivas y cuando mis colegas y yo estábamos en profunda exploración y aplicación.
Pienso que si hoy estuviera vivo, su pasión por lo alternativo a la investigación científica tradicional
lo hubiesen llevado en una dirección similar.
Aunque hay similitudes entre los dos enfoques en el ámbito de la relación consultante-
terapeuta y una visión apreciativa de los humanos, hay una diferencia significativa en la intención
del terapeuta, el objetivo de la terapia y el proceso de la terapia. Rogers desarrolló una teoría de la
personalidad, de desarrollo de la personalidad y cambios de la personalidad que conformaron su
teoría sobre la terapia y su marco centrado en la persona. El desarrollo y cambio de la personalidad

125
eran su objetivo terapéutico. El contexto relacional y el proceso de cambio hacia este objetivo
fueron creados en las seis condiciones de Rogers.
El enfoque colaborativo busca invitar, crear y facilitar un proceso generativo, logrado a
través de relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas. La transformación es inherente a
este proceso; la importancia no está en la dirección, contenido o producto de esta transformación.

Formación de terapeutas

Los enfoques Colaborativo y Rogeriano hablan ambos de las implicaciones que cada enfoque tiene
en los ámbitos de comportamiento humano fuera del consultorio. Rogers (Kirschenbaum y
Henderson, 1989a) estaba especialmente interesado en las repercusiones sociales más amplias de
su enfoque centrado en la persona, creyendo que tenía el potencial para tratar con problemas
sociales importantes; más tarde su trabajo se orientó en esta dirección. Su compromiso y pasión por
un mundo más humano fue reconocido con una nominación para el Premio Nobel de la Paz.
Ambos enfoques hacen hincapié en el aprendizaje dirigido por el alumno. Rogers tenía una
gran dedicación hacia la educación y particularmente la formación de los terapeutas. “¿Podemos
influenciar una profesión?”, Rogers preguntaba (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p. 330). Si la
influencia fuera posible, Rogers sugería que la vía era a través de las instituciones docentes,
comenzando por proveer una experiencia más centrada en la persona para los formadores de los
profesionales, y quienes a su vez pueden crear modalidades de aprendizaje centradas en el la
persona.43 Creía firmemente, que era imperativa una precondición: “un líder o una persona que
fuera percibida como figura de autoridad en la situación, que sea suficientemente seguro consigo
mismo y en su relación con otros, por lo que experimenta una confianza esencial en la capacidad de
otros para pensar por sí mismos, y aprender por sí mismos” (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p.
327).
La mayoría de las características de la visión de Rogers sobre el aprendizaje centrado en la
persona – aprendizaje auto-iniciado, significativo y experiencial – se asemeja a lo que otros y yo nos
referimos como aprendizaje colaborativo (Anderson, 1998, 2000c; Anderson y Swim, 1993; Brufee,
1999; Peters y Armstrong, 1998). El aprendizaje colaborativo posiciona al alumno a cargo del

43Interesantemente, Rogers antes de su muerte dijo que ningún programa de Psicología en ninguna de las principales
instituciones académicas enseñaba Psicología centrada en la persona o humanística. Soy testigo de esto. Rogers nunca
fue mencionado en mi carrera de grado o postgrado, por alguna razón tampoco yo demostré curiosidad por su trabajo
en mi doctorado. Un supervisor me presentó la Terapia Centrada en el Consultante a fines de la década del 60.

126
aprendizaje, incluyendo el desarrollo del programa y la evaluación. Va más allá de lo individual,
enfatizando el aprendizaje de los alumnos entre ellos y dentro de comunidades de aprendizaje
colaborativo. El rol del formador desde las perspectivas colaborativa y rogeriana es facilitar o, dicho
de otra manera, la de un líder que lidera siguiendo. Estoy de acuerdo con Rogers cuando dice, ‘Mi
experiencia ha sido que no puedo enseñarle a otra persona cómo enseñar [Itálica de Rogers]’
(Kirschenbaum y Henderson, 1989ª, p. 301). Harry Goolishian y yo a menudo decíamos, y yo todavía
lo creo, que no podríamos enseñarle a una persona como ser un terapeuta pero que podíamos
proveer una experiencia en la cual pudieran aprender a ser uno. (Anderson, 1997, 1998, 2000c).

¿Dónde está la familia?

El enfoque colaborativo representa una filosofía y las prácticas fluyen de esta: una manera de
conceptualizar los sistemas humanos y sus dilemas de vida y el rol del terapeuta. Este enfoque
representa un desafío principal a las tradicionales terapias de familia e individuales y a las
distinciones entre ellas. Es un cambio paradigmático que no dicotomiza o privilegia lo individual
sobre lo social y no ve a individuo y familia como constructos en competencia. Por lo tanto, no
distingue entre los sistemas sociales objetos del tratamiento, por ejemplo, individuos, parejas o
familias (Anderson, 1997; Anderson y Goolishian, 1998; Anderson et al., 1986: Goolishian y Kivell,
1981). Cualquier distinción limita. El foco es la persona(s)-en-relación.
La postura filosófica referida y las relaciones colaborativas y dialógicas asociadas, pueden
realizarse independientemente del número de clientes en una sala. Un terapeuta colaborativo
asume la misma postura filosófica con una o varias personas en el consultorio. Esta misma postura
es asumida por estudiantes en el aula, participantes en un taller, en una investigación o miembros
de una organización.
Por otro lado, la obra de Rogers se enfocaba en lo individual. No trabajó con o escribió sobre
parejas y familias. Desde mi interpretación, él creía que sería difícil estar presente, contar con el
foco necesario y lograr el estilo de relación y subsecuentemente cambio de personalidad al cual
procuraba llegar si había más personas en la sala. Adicionalmente, señalaba que los cambios
realizados por el consultante, por ejemplo, sus percepciones más realistas y precisas, su aceptación
de otros y las variaciones comportamentales asociadas, tendrían una influencia positiva en sus
familias y otros sistemas relacionales significativos.

127
Finalmente… ¿ha ignorado la ‘terapia familiar a Rogers?

He escuchado a algunos terapeutas acusar a la terapia familiar de haber ignorado a Rogers. En mi


opinión, la terapia familiar no ha ignorado sus contribuciones, sino que las ha tomado por sentado.
Creo que sus contribuciones respecto a la persona del terapeuta y su preferencia por la relación
consultante-terapeuta se han incorporado de manera tal en la cultura de nuestra psicoterapia que
se han vuelto obviedades. Es decir, los terapeutas aspiran a ser como las características terapéuticas
de Rogers. Creo que es difícil, no obstante, para los terapeutas familiares y de otras líneas, ser
completamente rogerianos, por así decirlo. Las nociones de la experticia terapéutica y las técnicas,
incluyendo los conocimientos de resultados pragmáticos antes de tiempo, están tan arraigadas en
nuestra cultura terapéutica que las características relacionales básicas como las que propone Rogers
se pierden. Dicho de otra manera, creencias, valores, teoría y contexto profesional no siempre son
compatibles y a menudo compiten. Excepciones, desde mi perspectiva, son aquellos enfoques
periféricos como la colaborativa o narrativa – por ejemplo, los trabajos de Tom Andersen, Harlene
Anderson, Lynn Hoffman, Jaakko Seikkula y Michael White y sus otros –que no están limitados por
las nociones de lo individual o familiar y enfatizan la relación consultante-terapeuta.
No pienso que esto sea una cuestión de traducir el enfoque individual de Rogers para el
trabajo con familias, sino una cuestión ética de evaluar y reflexionar seriamente sobre las creencias,
valores y teorías que sostenemos sobre los seres humanos y las relaciones humanas. ¿Cómo
queremos estar con otros?, ¿cómo conceptualizamos a otros? y ¿cómo conceptualizamos nuestra
tarea? Me pregunto ¿qué diría Rogers?

Publicado originalmente en inglés: Postmodern collaborative and person-centered therapies: what


would Carl Rogers say? Journal of Family Therapy (2001) 23: 339–360

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130
Reflexiones sobre las Contribuciones de Kenneth Gergen a la terapia familiar44

Conocí a Kenneth Gergen en las páginas del American Psychologist mientras leía "El movimiento de
la construcción social en la psicología moderna " (Gergen, 1985). Este encuentro fue parte de la
siempre presente búsqueda, con mi colega Harry Goolishian, del lenguaje y vocabulario para ayudar
a describir y entender algunos de nuestras experiencias clínicas e ideas cambiantes acerca de la
terapia. Una vez que habíamos conocido a Gergen en el papel, continuamos estudiando sus escritos
con entusiasmo y deseamos conocerlo en persona.
Poco después, Goolishian tuvo la oportunidad de conocer Gergen en una reunión de la
Asociación Americana de Psicólogos y volvió estimulado por la presentación de Gergen y sus
conversaciones. Tuvimos la sensación de que este era el comienzo de una importante relación con
un espíritu afín, o como podríamos decir, de una relación continua con un autor ya imaginado por
nosotros. En 1991, el Houston Galveston Institute convocó la Conferencia Internacional de
Narrativa y Psicoterapia: Nuevas direcciones en psicoterapia para el siglo XXI45 y tuvimos la suerte
de que Gergen aceptara nuestra invitación para presentar junto con sus apreciados colegas
Lynn Hoffman y Tom Andersen, así como otra nueva relación que se había formado en el papel:
John Shotter. Ken y Harry nunca tuvieron la oportunidad de continuar sus enérgicas conversaciones
porque Harry murió inesperadamente unos meses después. Es importante destacar que la
conferencia fue una oportunidad para que mis colegas y yo conociéramos a Gergen, ya que, a partir
de este día, mantenemos una relación mutuamente productiva y de un respeto enorme por
él como persona y todos los roles que el habita.
Para los lectores que no han tenido la oportunidad de conocer a Ken personalmente, él es
una de las personas más cálidas, consideradas, inclusivas e involucradas que jamás haya
conocido. Es abundantemente generoso con sus ideas y su tiempo. Es un regalo para muchos ya que
sus ideas inspiradoras y estimulantes, así como su compromiso y pasión por un mundo mejor,
han cruzado muchos límites académicos y brindado una oportunidad para la gente, en una amplia
variedad de contextos, para hacer una pausa y pensar.

44Traducido por ML Papusa Molina, Instituto Kanankil


45El uso de la palabra ‘narrativa’ no se refiere a la terapia narrativa. narrativa. Nosotros estábamos usando la palabra
para referirnos a una manera en la cual, nosotros creamos nuestras vidas y los significados que le atribuimos.

131
En este capítulo, analizo brevemente una pequeña selección del enorme cuerpo de sus
contribuciones a la terapia familiar en general y su noción de “la terapia como recuperación
relacional” (Gergen 2009 ). Quiero subrayar brevemente, que no puedo dar la cobertura justa y
completa que se merecen. Invito al lector a referirse a las fuentes originales.
Gergen quien en su artículo (1985) “El movimiento de la construcción social en la psicología
moderna” enriqueció abundantemente el trabajo seminal de Peter Berger y Thomas Luckman
(1966) La construcción social de la realidad y conectó la noción de construcción social con el campo
de la salud mental, específicamente la psicología. En particular, sus ideas ofrecieron una alternativa
a las contribuciones de los pensadores constructivistas (como Piaget, Kelly, Maturana,
Von Foerester, Watzlawick y sus colegas del Instituto de Investigación Mental [MRI] y
constructivistas radicales como von Glasersfeld) quienes fueron influyentes en el campo de la
terapia familiar y cuyas perspectivas de la realidad46 se enfocaron, sin embargo, en los aspectos
cognitivos, mentales e individualistas de la creación de la realidad.
El constructivismo y el construccionismo social se centran a la vez en la creación de la
realidad y ambos cuestionan la noción de observación independiente y afirmaciones de verdad
basadas en eso. Gergen y el construccionismo social aparecieron en la terapia familiar en un
momento crítico cuando algunos en el campo habían comenzado a reconsiderar y desafiar algunos
conceptos prevalecientes, en la terapia familiar, heredados de la psicología. Gergen ofrecía y
justificaba un cambio de lo individual a lo social, incluyendo el cambio de enfoque en cuanto el
conocimiento desde una construcción cognitiva individual a una comunal; desde el idioma como
representacional hasta el idioma como un proceso de dinámica social; desde la noción de la
persona como un Yo encerrado a la noción de la persona como un multi-ser. Estos cambios abrieron
una nueva perspectiva desde la cual los terapeutas, particularmente los terapeutas familiares,
podrían mirar su trabajo clínico no solo con familias sino también con individuos y personas no
relacionadas entre sí como sistemas de relaciones47.
Los conceptos clínicos que algunos terapeutas familiares se encontraban cuestionando y
reconsiderando, eran: la jerarquía y el dualismo en sistemas de terapia, el terapeuta como
el experto incondicional y observador independiente con conocimiento privilegiado; la explicación

46 La realidad se usa como un término inclusivo que también incluye las nociones de creencia, conocimiento,
experiencia, etc.
47 Ver Gergen (1994) para una discusión sobre el surgimiento de la construcción social y sus implicaciones como una nueva

comprensión de la ciencia humana (pp. 30–63), una discusión sobre el conocimiento y el lenguaje como procesos sociales
(pp. 48-50) y la comparación de la construcción social y la tradición constructivista (pp. 64-69).

132
psicológica de una realidad interna dentro de la persona; la familia o el sistema como la etiología y
el fundamento de la disfunción; un miembro de la familia (el “paciente”) como portador de los
síntomas de la disfunción familiar; la necesidad de intervenciones ideadas por el terapeuta; el
lenguaje como representación; y el cliente como un Yo central. Específicamente, Goolishian y yo
estábamos cuestionando la noción de terapia familiar en sí misma, ya que, en nuestra opinión,
era una extensión del supuesto subyacente del paradigma tradicional y prevaleciente en las ciencias
sociales para la comprensión de los sistemas sociales. Las contribuciones de Gergen y su énfasis en
la noción de la construcción social de nuestras realidades terapéuticas reforzaron esta
reconsideración y las perspectivas alternativas que fueron surgiendo.
El hilo conductor de las contribuciones de Gergen en ese momento y actualmente, es la idea
de procesos sociales dinámicos. Esto es particularmente pertinente respecto a la noción de
narrativa y al enfoque terapéutico que Goolishian y yo estábamos desarrollando en la época cuando
conocimos a Gergen. Nos estábamos alejando de las metáforas de los sistemas general y cibernético
como supuestos principales en los que se basaba la terapia familiar para dirigirnos hacia la dirección
de una metáfora del sistema del lenguaje (Anderson y Goolishian, 1987, 1988 ). En lugar de pensar
acerca de los sistemas en los que trabajamos en terapia como sistemas sociales que se distinguen
por conceptos predeterminados del rol social y la organización, pensamos en los sistemas de las
personas con las que trabajamos (independientemente del número de personas o su relación entre
sí) como lo distingue el propio lenguaje. En otras palabras, los sistemas, los significados y los
entendimientos se crean y existen en el lenguaje.
La premisa primaria en la que se basaba nuestro trabajo era: “los sistemas humanos son
sistemas generadores de lenguaje y, simultáneamente sistemas generadores e significados” y “los
significados y la comprensión, se construyen social e intersubjetivamente” (Anderson y
Goolishian 1988 , p 372). Mirábamos la terapia como un evento lingüístico en el que “la
conversación terapéutica es una búsqueda mutua y exploración a través del diálogo... en el
que nuevos significados están en constante evolución...” (p 372). La gente, tanto el cliente como
el terapeuta, co-construyen algo novedoso o su potencial a través del proceso dinámico de
diálogo con el otro, los demás y con uno mismo. En otras palabras, lo que se crea emerge dentro de
un trabajo colaborativo, relacional, y dialógico-conversacional. Lo que se crea no se refiere
necesariamente a un producto o solución que debe llevarse fuera del contexto de la terapia, aunque
este podría ser el caso. Lo que se crea puede ser el proceso mismo; es decir, el proceso dialógico
que un cliente tiene con el terapeuta y ellos mismos en la sala de terapia que luego continúa de

133
alguna forma o otra (conversación con uno mismo y otros) fuera de la sala de terapia. La influencia
de la noción de construcción social de la realidad es aparente.
Gergen (2009) también habla sobre la importancia de la multiplicidad, de tener un
“repertorio de Yoes disponibles”, una multiplicidad de lentes, y una “multiplicidad de narrativas
plausibles" para poder tener una "apertura al mundo que siempre responde al despliegue de
invitaciones a la co-acción” (p. 304). Esto, estoy de acuerdo, es coherente con y nos proporciona la
flexibilidad necesaria para poder responder mejor dentro de los ambiguos, inciertos y fluidos
procesos de la vida diaria y todo lo que estos conllevan.
Goolishian y yo estábamos usando la metáfora narrativa pero no en el sentido modernista,
en el que Gergen (1994, 2009) critica su uso: la narrativa como un "lente" a través del cual las
personas ven el mundo y mediante el cual el terapeuta ira a su cliente y su situación. En este
sentido del lente modernista, un terapeuta es un experto en narrativa que posee una acumulación
de conocimientos profesionales anticipados que
detectan narraciones defectuosas y disfuncionales, así como una elección de narraciones
saludables y preferidas. En este uso de la narrativa, un terapeuta re-estructura o edita la narrativa
defectuosa y ofrece, de una forma u otra, una nueva construcción. Tal uso de la metáfora narrativa
perpetúa la jerarquía y el dualismo en una relación cliente-terapeuta en la que el valor se coloca
en el terapeuta como un experto externo de la vida del cliente y como conocedor y experto local de
su vida interna.
Estoy de acuerdo con la llamada que hace Gergen a los terapeutas para que “no localicen
una nueva narrativa, pero a trascender el alojamiento de una nueva narrativa" (Gergen 1994, p.
236). El movimiento que Goolishian y yo hicimos hacia una metáfora del lenguaje es coherente con
su llamado48. En su discusión sobre "trascender la narrativa en el contexto terapéutico”, Gergen
(1994), advierte sobre el reemplazo de la narrativa de un cliente con la narrativa seleccionada por
un profesional, y señala varias desventajas. Para mencionar solamente dos: las narrativas
profesionales son a priori, fijas y justificadas por “una base científica” y, son descontextualizadas y
no necesariamente de acuerdo con la cultura única de un cliente, circunstancias, etc. (p 240-
241). Destaca la importancia de la pluralidad de perspectivas, el desmantelamiento de la jerarquía
tradicional y el reconocimiento de la naturaleza contingente a las construcciones de una persona.
Desde una comprensión construccionista de la narrativa, sugiere que la identidad no es singular sino

48 Ver Gergen (1994, pp, 236–253) para su discusión completa de “Trascender la narrativa en el contexto terapéutico”.

134
que la gente tiene una multiplicidad de identidades que son construcciones narrativas-relacionales
y por lo tanto no necesariamente estable.
Nuestras identidades narrativas cambian a medida que nuestras relaciones cambian. La
narrativa o historia del cliente, parafraseando a Gergen, deriva su éxito dentro del ámbito de las
relaciones sociales y su capacidad para mantener la inteligibilidad y la coherencia de la vida
social. Continúa diciendo que "no es suficiente que el cliente y el terapeuta negocien una nueva
forma de auto-comprensión que parezca realista, estética y edificante dentro de la díada" (pág. 247)
y concluye que el mayor desafío para los terapeutas es que las conversaciones terapéuticas tienen
el potencial de "ser llevadas a relaciones fuera de este contexto (p. 252)".
En “Terapia como la recuperación Relacional”, un capítulo en El Ser Relacional: más allá del
ser y la comunidad, Gergen mantiene y llega a su conclusión con más fuerza, afirmando que “la
terapia exitosa debe facilitar la recuperación relacional” (p. 303). En otras palabras, el objetivo de la
terapia es la recuperación relacional: expandir la práctica terapéutica más allá del lenguaje y el
desarrollo de nuevos significados y entendimientos para incluir la facilitación del acceso del cliente
a la gama completa del "multi-ser" y el desarrollo de un repertorio de nuevas habilidades de relación
y, lo que es más importante, la capacidad del cliente para utilizar dichas habilidades de forma
activa. Desde esta perspectiva la recuperación relacional es la capacidad de liberarse efectivamente
de los lazos del pasado y del presente que nos constriñen y debilitan, en relaciones desordenadas y
para desarrollar y ser capaz de actuar sobre nuevas habilidades para llevar a cabo las relaciones
exitosas49. Para reiterar, el énfasis de Gergen aquí es que el cliente adquiera las habilidades
relacionales que le permita actuar en sus relaciones fuera de la terapia: el proceso de la terapia y el
valor de una relación clientes-terapeuta debe poder ser llevado a sus vidas diarias para tener la
capacidad de afectar positivamente sus relaciones. Él llama a esta terapia "orientada a la acción".
Sugiere, y estoy de acuerdo, que la vida se trata de relaciones y que las personas son “seres
relacionales”. También estoy de acuerdo con la importancia y la conexión de las relaciones exitosas
con una vida exitosa y satisfactoria. Si llevamos esta noción de lo relacional a lo que es el cambio, o
lo que es transformación, llegaremos a lo que Gergen denomina "cambio relacional" o lo que podría
llamarse transformación relacional.
El cambio y el énfasis de ubicar la fuente del significado, el valor, y la acción de un proceso
comunal dentro de los procesos relacionales hace que "relacional" sea un adjetivo significativo y un
marcador contextual. La idea de que todo, es decir, el significado y la acción están incrustados en

49 Ver Gergen, KJ (2009, pp. 270–309) para una discusión completa de “recuperación relacional”.

135
las relaciones enfocados en la acción conjunta, me parece que hace que sus ideas sean aún más
valiosas para la práctica terapéutica. El significado y la acción son logros relacionales y, por lo tanto,
lo que sucede en la terapia y en lo que se convierte fuera de la terapia es un logro relacional.
Gergen, al proponer la noción de terapia como recuperación relacional, desafía las así
llamadas terapias del lenguaje y cuestiona los límites del intercambio lingüístico, los límites de
simplemente el hablar. Él pregunta: "Si la terapia se ocupa principalmente de la recuperación
relacional, ¿dónde está la práctica de la participación?" (p. 307). En otras palabras, para él, sólo
hablar de algo, no es suficiente. Debe haber un cambio de énfasis del "lenguaje a la vida". Él
proporciona ejemplos de terapias actuales orientadas a la acción que amplían "la capacidad del
cliente para el rendimiento efectivo” (p. 309) 50. Sin embargo, no va tan lejos como para decir cómo
se vería o sonaría su terapia "orientada a la acción": los aspectos prácticos de su proceso. Pero tal
vez esta no es su intención. Quizás sea más una apelación y ejemplificación de cómo los terapeutas
podrían hacer la terapia más "orientada a la acción" en este sentido.
Gergen se refiere específicamente a las terapias conversacionales, dialógicas, y las
orientadas al lenguaje que lentamente comenzaron a desarrollarse en la década de 1980 y surgieron
en la terapia familiar como un conjunto de prácticas principalmente influenciadas por los conceptos
de lenguaje y diálogo que sugieren que somos seres dialógicos, que la vida es un fenómeno
dialógico, que el diálogo tiene el potencial de ser transformador, y que cada participante en él
influye y es influido. influye. Entonces, ¿cómo podrían los terapeutas conversacionales, dialógicos y
orientados al lenguaje entender y responder al desafío de Gergen de que la terapia debe
proporcionar habilidades relacionales?

La terapia como una actividad estructurada dialógicamente

Central para los terapeutas de una persuasión orientada al lenguaje es una visión de la terapia
como una actividad dialógicamente estructurada51. Esta es un proceso fluido y generativo en el que
los participantes influyen mutuamente las respuestas de los otros y en el que la transformación es
inherente e inevitable. Discutiré brevemente este punto de vista como clave para comprender la

50 Gergen (2009) menciona los ejemplos de Alcohólicos Anónimos, las prácticas budistas, el trabajo orientado al
desempeño del East Side Institute y las posibilidades de colaborar con especialistas en improvisación (pp. 308–309).
51 John Shotter (2008) habla de actividades estructuradas dialógicamente en lugar de diálogos, refiriéndose a la

interacción dialógica. La voz de la participación de otros en la formación de nuestras expresiones, nuestras realidades,
nuestras relaciones, y así sucesivamente.

136
confianza de un terapeuta en el proceso de transformación: las posibilidades creadas
dialógicamente emergen ya sea en forma de significados y comprensiones novedosas o en forma de
diferentes maneras de pensar, sentir, actuar, responder, etc. Continúo imaginando que algunos
lectores estarán muy familiarizados con estas ideas mientras que otros puede que no.
El diálogo como proceso de terapia es una forma particular de conversación que implica una
búsqueda de significado y comprensión. El objetivo de un terapeuta es aproximarse lo mejor que
uno pueda, a los significados y entendimientos del otro. Enfatizo lo mejor que se puede, porque
nunca podemos entender completamente a otra persona. Solo podemos estar de acuerdo en que
parece que tiene sentido lo que el otro está comunicando. Desde luego, como entiendo lo que
dices, no significa necesariamente estar de acuerdo. Es a través de la búsqueda dialógica que los
significados y entendimientos son continuamente interpretados, reinterpretados, clarificados,
revisados, difuminados, y construidos.
El proceso dialógico es un momento-a-momento espontáneo que se caracteriza por varios
rasgos cambiantes tales como un flujo armonioso, momentos de acuerdo, y momentos de
desacuerdo. Puede haber momentos en que la conversación parece moverse en cierta dirección,
momentos en que serpentea, y momentos en que se detiene o se tropieza. En otras palabras, la
estructura o forma del diálogo no está predeterminada ni existe una progresión lineal. Se despliega
y toma forma a medida que los participantes responden entre ellos. Por ejemplo, el contenido, la
dirección y el punto final no se fijan al principio o en el camino, sino que se determinan mutuamente
a medida que los participantes interactúan entre sí.
Es crítico, para la búsqueda dialógica, tener un espacio metafórico para que las personas se
conecten y hablen entre ellas y con ellas mismas de una manera que antes no les era posible (al
menos sobre el tema que les ocupa). El diálogo invita y exige a sus participantes un sentido de
reciprocidad, incluyendo un verdadero respeto e interés sincero respecto al otro. El proceso
dialógico invita a un ambiente íntimo en el que los miembros sienten que están participando y, por
lo tanto, pertenecen y poseen. Aquí la postura y la actitud de los terapeutas, son críticas para
establecer y fomentar la atmósfera de colaboración.
En este espacio, surgen las voces de los participantes que anteriormente no se escuchaban
y otras nuevas. En otras palabras, no es un espacio vacío sino polifónico. Un que ya está
abundantemente lleno de posibilidades potenciales. En este proceso, el énfasis está en el cómo de
lo que se habla (los fragmentos de la historia) y no necesariamente en el contenido. No es que a

137
través del modo de hablar se descubran posibilidades, sino que a través del modo de hablar es lo
que permite que algo no imaginado anteriormente, se materialice.
Estas características distinguen diálogo como una actividad conjunta y generativa, misma
que es relacional y colaborativa. Aunque el diálogo está, por supuesto, influenciado por los
múltiples contextos y discursos más grandes en los que se desarrolla, sin embargo, es de gran
importancia la relación entre los participantes dialógicos o lo que yo llamo los compañeros de
conversación. El diálogo y las relaciones, como Wittgenstein sugirió, van de la mano: los tipos de
conversaciones que tenemos entre nosotros influyen y dan forma a los tipos de relaciones que
podemos tener unos con otros y viceversa.

Preparando el escenario y creando el espacio para el encuentro dialógico

Los terapeutas preparan el escenario para este tipo de encuentro, como se mencionó
anteriormente, al invitar al cliente, con sus palabras, acciones, actitudes y tono, a unirse a ellos en
un proceso dialógico. Me refiero a la forma que utiliza un terapeuta de estar con52 ejemplificado al
mostrar una curiosidad genuina; aprender lo que el cliente piensa que es importante que el
terapeuta sepa; oír y escuchar lo que el cliente quiere hablar: el/los fragmento/s de la historia;
honrando la forma preferida de un cliente de transmitir su historia; y tratando de
escuchar/entender al cliente como quieren ser escuchado/entendido.
Una relación cliente-terapeuta comienza algo así como el cliente siendo un maestro y el
terapeuta un aprendiz. Lo que comienza como una consulta unidireccional se convierte en mutua a
medida que el cliente y el terapeuta se involucran con cada uno. en proceso de narración de
la historia. Eso es como si el cliente captara la curiosidad del terapeuta y se uniera
espontánea y naturalmente a la investigación, creando una historia mutua y compartida.
La indagación se refiere a un tipo de conversación inquisitiva; conversación que lleva al
desconcierto, la reflexión, la consideración y reconsideración, y el cuestionamiento conjunto. No es
un tipo de investigación tradicional. El cliente y el terapeuta analizan, piensan, cuestionan y
reflexionan sobre el tema en cuestión. Lo importante en esto es que el hacerlo conjuntamente
influirá el contenido de la historia tanto como la perspectiva de la historia en ambos. Todo esto es
parte del aspecto creativo del proceso dialógico. Las respuestas del terapeuta para el cliente
continúan siendo coherentes con y permanecen cerca de la narrativa del cliente y las circunstancias

52 Hablo de esto como una postura filosófica: una forma de estar, hablar, pensar y actuar con el otro.

138
de la conversación. Dichas respuestas, ya sea en forma de preguntas, comentarios, gestos, etc. están
al servicio de su participación en el proceso dialógico. No deben liderar la conversación o influir en
su dirección; no son preguntas preestablecidas para recopilar más información o datos que los
entendimientos previos de un terapeuta dicen que es importante. El diálogo no se refiere a este tipo
de método de pregunta-respuesta ni a ningún tipo de método o forma preestablecidos. La forma
emerge desde dentro de la conversación y la relación. La forma, por lo tanto, es fluida. Tal proceso
de terapia y su resultado, cuando se crean conjuntamente, se vuelven impredecibles y requieren
que un terapeuta pueda sentirse cómodo con la ambigüedad e incertidumbre y, al mismo tiempo,
ser espontáneo y flexible.
El estímulo y la probabilidad para la transformación y la novedad son inherentes
consecuencia de las relaciones y conversaciones de la terapia dialógica y conversacional (lo que
Gergen refiere terapias basadas en el lenguaje). La transformación relacional sería un tipo de
novedad o lo que Gergen denomina recuperación relacional. La idea de que la terapia debe
necesariamente estar dirigida hacia la recuperación relacional puede ser arriesgado, ya que, como
Gergen advierte sobre algunos modelos de terapia, el conocimiento de un terapeuta acerca de los
problemas y posibles soluciones así como las narraciones defectuosas y preferidas, pueden tomar
el centro del escenario y, por lo tanto, desconocer la singularidad de las circunstancias de un cliente,
las preferencias de éste para su vida, y las posibilidades para la construcción de situaciones
novedosas.
No veo las tareas de los terapeutas como el desarrollar, proporcionar o enseñar habilidades
relacionales para que un cliente las lleve fuera de la sala de terapia. La transformación que se
produce, o que se siembra en terapia, de una manera u otra influirá en el pensamiento y la actuación
de un cliente fuera de ella. Las relaciones no pueden ser más que transformadas, en alguna
definición, grado o forma. Esto incluye la relación de uno con uno mismo.
Por supuesto, si un cliente solicita ideas sobre cómo actuar, para responder en cualquier
situación particular o general, se hablará de ello. Del mismo modo, si un terapeuta tiene una idea,
una sugerencia, etc., la podría ofrecer como alimento para el pensamiento y el diálogo prestando
siempre mucha atención a la respuesta del cliente. Si quisiera el cliente, la acción o idea específica
se crearía de manera conjunta a medida que hablen de ella y el terapeuta consideraría, lo que se
creó, de manera provisional: " Probemos esto y veamos si funciona para usted. Si no, usaremos lo
que aprendamos y…" Si la oferta del terapeuta no fuera atractiva para el cliente, el terapeuta lo
dejaría pasar sin consecuencia. En el caso de que el terapeuta tuviera una opinión firme, por

139
ejemplo, una habilidad relacional, dejaría que el cliente supiera sus razones. Una vez más, se
prestaría especial atención a la respuesta del cliente y le respondería de acuerdo a ésta. Por
supuesto, si la idea no encaja, también la dejarían ir.
Siempre tengo presente aquí la idea de que la interacción instructiva 53 no es posible: un
terapeuta no puede plantar una idea en la cabeza de un cliente. Cualquier cosa que un terapeuta
"piense" se ha creado en la terapia; el cliente tendrá su interpretación, comprensión y uso distintivos
de la misma.
Un terapeuta no puede planificar ni predecir qué o cómo continúa un cliente lo que ha
comenzado o se ha creado en la terapia, ya sea el plan de acción de un cliente o una idea con la que
juega y que el terapeuta tal vez ni siquiera se imagine, tomará forma fuera del contexto
de la terapia.
Es interesante que los clientes que han sido entrevistados acerca de su perspectiva de
cambio en la terapia y a lo que se lo atribuyen, más a menudo se refiere a alguna cosa fuera
de la sala de terapia, como circunstancias cambiantes y eventos fortuitos en su vida diaria. Por
supuesto, algunos clientes atribuyen el cambio, una nueva idea, un nuevo entendimiento o un
nuevo plan de acción, a la terapia, aunque a menudo no son capaces de identificar la razón o el
momento en el que el cambio sucedió.

Tres ejemplos de transformación y acción del cliente después de la sesión

Encuentro que los clientes son mucho más ingeniosos e inventivos de lo que a veces les damos
crédito. Su pensamiento y actuación después de la terapia a menudo es impredecible y
sorprendente. Debemos tener cuidado y confiar en ellos y no estorbarlos.
Para ilustrar esto, ofrezco extractos de entrevistas de seguimiento con dos clientes el
día después de que tuviera una consulta con ellos con respecto a su experiencia de la sesión y sus
pensamientos y acciones después. Las dos entrevistas fueron realizadas por profesores de terapia
familiar de institutos universitarios o de postgrado. Ofrezco las palabras de un tercer cliente que
espontáneamente me envió un correo electrónico después de la sesión54.

53
Influenciada por la noción de Humberto Maturana del mito de la interacción instructiva en la que habla
de la falsedad de la idea de causalidad lineal.
54 El espacio no permite mucho detalle.

140
Una Historia larga de conflictos familiares

Esta es la historia de una mujer que tenía un conflicto familiar de muchos años y que continuaba
afectando y afligiéndola. El conflicto involucraba a un tío al que ella amaba mucho, a su esposa a
quien ella detestaba por decirlo suavemente, y a su difunta abuela que era el "cemento" en la familia
y con quien la mujer sentía la responsabilidad de continuar una tradición familiar que siempre había
sido el papel de su abuela. Ella vino a la consulta porque se acercaban unas fiestas familiares
importantes. Temía la reunión porque no quería continuar con el ritual familiar de una cena
obligatoria y mucho menos con los obligados invitados familiares. Ella sintió un dilema moral que la
encajonaba y se sentía llena de culpa, enfado, frustración y desolación ante la situación. Quería
invitar a su tío a la cena, pero no quería invitar a su esposa. Ella me dijo que necesitaba tomar una
decisión sobre qué hacer y cómo.
Escuché su historia, participé en la construcción de su narración con preguntas y
comentarios, como parte de nuestra indagación mutua. A través de su historia, desde el principio y
a lo largo de ella, encontré su firmeza de no vacilar en su convicción de que no haría, bajo ninguna
circunstancia, cualquier cosa que pudiera ser o parecer, un gesto conciliador hacia la esposa de su
tío. Hago notar que, en ningún momento, intente abiertamente o de manera encubierta que ella lo
hiciera. Ella me preguntó directamente: "¿qué debo hacer?" yo tenía la sensación de que cualquier
sugerencia que pudiera ofrecerle lo encontraría objetable, ya que sentí que habíamos tocado el
borde de varias opciones en nuestra conversación y que ella había indicado, de una forma u otra,
que no encajaban ni le interesaban. Es decir, creo que había un vacío en lo que ella quería que yo
hiciera y entendiera y lo que yo entendía. En retrospectiva, creo que lo que no estaba
comprendiendo era la intensidad de sus emociones y convicciones. Pero por supuesto, tendría que
preguntarle a ella.
Le dije que tenía dos o tres ideas de posibles formas en que ella podría manejar la situación
con su tío y su esposa que podríamos discutir. Fui muy cuidadosa de tener en mente que ella quería
seguir teniendo una buena relación con su tío y que no estaba buscando una relación agradable con
la esposa.
Le ofrecí mis ideas y las discutimos. Ella dio razones por las que ninguna de ellas, ni cualquier
variación que se nos ocurrió, funcionarían. Para ella, todo sonaba como ofrecer una rama de olivo a

141
la tía y tratar de reparar esa relación lo cual ella no quería hacer. Tampoco era mi propósito ni tenía
la intención de que uno o alguno de mis ideas fuera adecuada para ella. Se las ofrecí en respuesta a
su solicitud, como una manera de continuar hablando sobre su situación y explorar posibles
opciones. No pensé que ella fuera una persona negativa ni nada parecido, sino que, como cualquier
cliente, ella conocía su vida y sus circunstancias mejor que yo. Finalmente, ella dejó nuestra sesión
sin respuestas, pero generosamente me agradeció y dijo que era bueno hablar sobre su
problema. Dijo que ahora sentía que iba a ser capaz de encontrar una solución, pero no tenía idea
de cuándo, qué o cómo.
Aproximadamente un mes después, recibí un correo electrónico no solicitado en el que
quería contarme lo que pasó después de la sesión de consulta. Aquí están sus palabras sin editar:
"Ha pasado un mes desde que nos reunimos en... He tenido una cena con mi
tío. Finalmente, no le sugerí que llevara a su esposa a la cena o no. No puedo explicar por
qué, pero parece que de repente me di cuenta de esto: debería ser mi tío el que decidiera
si traer a su esposa con él y no yo. El resultado fue el siguiente: él vino solo a la cena, sin que
nadie le pidiera que lo hiciera. Creo que ya no me preocuparé más por este problema, no
porque confíe en que mi tío "hará lo correcto", sino que he cambiado desde adentro. Ahora
siento que puedo dejarlo ser. Creo que incluso si mi tía se uniera a nuestra
reunión, todavía sería capaz de manejar la situación sin problema. De verdad no puedo
figurar por qué cambió mi actitud, pero le doy la bienvenida a este cambio. Yo pienso que
la entrevista que tuve contigo en el taller, fue el punto de inflexión. Muchas gracias por todo
lo que dijo e hizo en el taller, lo que definitivamente contribuyó a este cambio."
Varios meses después recibí esta breve nota de la mujer: “El Festival de Otoño se próxima y
éste es el segundo encuentro más importante para los chinos (el más importante es el Año Nuevo
Chino). Me reuniré con mi tío para una cena familiar sin dudar esta vez. Gracias de nuevo por la
entrevista en el taller”.
¿Cómo se dio esta transformación en pensamiento y actitud, y me imagino que también en
sus relaciones? No me gustaría hablar o especular por esta mujer. Sin embargo, entendiendo esto
desde el proceso del dialogo, yo sugeriría que no hice nada para causar dicha transformación. Su
cambio es un ejemplo de lo que puede ocurrir en un proceso dialógico cuando se crea un espacio,
una ocasión para que las personas puedan contar y discutir sus fragmentos de historias de tal
manera que la narración y la percepción estén solamente influenciadas por el proceso en sí

142
mismo. Este también es un ejemplo de la posibilidad de que el diálogo continúe mucho tiempo
después de la sesión como lo demuestra esta mujer y su conversación consigo misma.
Lo implícito se convirtió en explícito. Facilité una consulta con una joven que estaba
comenzando su carrera y que trataba de tomar una decisión sobre si tener hijos o no. Vivía en los
Estados Unidos y las familias de ella y su esposo vivían en otros países en dos continentes
diferentes. Su madre estaba en la ciudad y le pregunté si le gustaría que su madre la
acompañara. Ella indicó que ella hablaría con su madre para ver si quería venir. La mujer y su madre
habían hablado antes sobre la indecisión en la que encontraba, por lo que sintió que no diría nada
que su madre no hubiera escuchado antes o que ella no quería que la madre escuchara. Le pregunté
a la hija cómo le gustaría que participara la madre durante la sesión. Ella dijo que la madre solo
podía escuchar; la madre estuvo de acuerdo en que eso era lo que prefería. Le pregunté a mi
consultante si en algún momento podría volverme y hablar con la madre. Las dos respondieron
afirmativamente.
Los fragmentos narrativos de la joven tocaron muchas cosas incluyendo la maternidad, las
normas sociales, los sueños, la toma de decisiones, los sistemas de apoyo y los valores familiares,
entre otros. Aprendí mucho acerca de la familia cuyos miembros parecían tener relaciones
cariñosas, de cuidado, y que disfrutaban realmente su compañía. Cuando estábamos a punto de
concluir la sesión, pregunté si podría hablar con la madre. Tanto la hija como la madre estuvieron
de acuerdo. Le pregunté a la madre si quería compartir algunas de las cosas que había estado
pensando mientras su hija y yo conversábamos. Lagrimeo, dijo que había estado pensando en su
familia y sus tres hijos, y en cómo la responsabilidad era un valor dominante en su familia. Ella
estaba muy agradecida por tener la oportunidad de escuchar la conversación entre su hija y yo,
diciendo: “Hubo muchas cosas que pensé y sentí. Uno fue el tema de la responsabilidad y
especialmente la maternidad y la crianza de un hijo ". También dijo que sentía una necesidad de
hablar con su marido y todos sus hijos. No necesité preguntar por qué.
Al día siguiente, la madre me contactó para decirme qué había pasado después de la
sesión. Había hablado con sus otros dos hijos, un hijo y una hija que habían crecido y estaban
casados; igualmente lo hizo con el esposo. Ella continuó,
“... lo implícito se hizo explícito, no durante la sesión de terapia sino después ... No sé por
qué, pero sentí la necesidad de hablar con mi familia para que no se sintieran tan
responsables. [La sesión] me llevó a un punto en el que tengo que ver a mi hijas e hijo de
una manera diferente ... en la último pocos años todos los viajes y las vacaciones que hemos

143
hecho, han sido en torno a nuestros hijos, sus cambios de casa, bodas, bebés. Le dije a mi
esposo que deberíamos viajar solos."
Puede que se esté preguntando acerca de la experiencia de la hija en la sesión y lo que
sucedió después. Ella me dijo que “... sólo el hecho de que tuve la oportunidad de hablar fue
muy liberador, me sentí muy libre.” En resumen, ya no se sentía prisionera ni estancada en la idea
de tener que tomar una decisión de una manera u otra.

Yo voy a reunirme con mi padre esta noche para la cena. Este consultante era un profesional
de treinta y algo años en su lucha por ser independiente de su familia, especialmente su padre, que
era viudo. Él y su padre habían estado separados desde que se mudó de la casa de su padre como
una forma de ser más independiente. Evitó el contacto con su padre porque se sentía culpable por
haberlo hecho. Hablamos de su padre, su familia, y diversos aspectos de su vida, tocando muchos
temas. Estas son algunas de sus palabras de la entrevista de seguimiento posterior a la sesión que
tuvimos al día siguiente:
“Después de la entrevista, llamé a mi padre para organizar la cena. Tengo muchas ganas de
verlo ... No pensé demasiado después de la sesión, estaba muy ocupado con otras cosas;
eso lo haré más adelante cuando tenga algunos momentos de tranquilidad ... es más como
que las cosas son tridimensionales ahora; ya sea eso que esto me lleve a estar en
paz o no, yo no lo sé. Pero es como si re-evaluara, reinterpretara la relación con mi padre,
me gusta esto; es como si añadiera otra dimensión, estereoscópica, mis horizontes de vida
se están ampliando; tengo más ángulos desde los cuales ver lo que está sucediendo.
Harlene no sugirió nada sobre un siguiente movimiento; medio la autonomía para decidir.
Ella respetó que sé lo que es mejor para la relación con mi padre. Ella no puede saberlo; yo
soy el que sabe que es lo mejor”.

Reflexiones sobre los tres ejemplos de diálogo como proceso de transformación inherente
y en la terapia de recuperación de acción relacional

El diálogo es una actividad relacional. Sin embargo, si creemos, que como terapeutas debemos
esforzarnos para proporcionar a nuestros clientes acciones de recuperación relacional, entonces de
cierto modo, paradójicamente, no estamos siendo relacionalmente sensibles o responsivos. Ser
relacionalmente sensible y responsivo requiere estar preparado y ser capaz de responder

144
espontáneamente dentro de la situación clínica tal y como se presenta. Como lo sugieren Hoffman
(2007) y Shotter (2010), se requiere el actuar/pensar/con en vez de pensar/actuar/acerca de.
Si nosotros comenzamos la terapia con el objetivo de que el cliente que se vaya con un conjunto de
herramientas de habilidades relacionales y la capacidad de ponerlo en acción, corremos el riesgo de
que nuestra consulta sea limitada al pre-conocimiento acerca de y construyamos nuestra
indagación como un proceso externo sobre fenómenos conocidos en lugar de indagar, desde
dentro, sobre lo desconocido.
La razón por la que un cliente viene a terapia, puede cambiar por muchas razones; bien
puede ser la construcción de un nuevo significado y comprensión que pueden disolver la idea o
experiencia que un cliente tuvo de un "problema"; tal vez el proceso pudo permitirle tener un
sentido de diferentes decisiones que podría tomar, o le pudo dirigir a llevar a cabo nuevas
acciones. El cambio o transformación no necesariamente tiene que ser en pensamiento, acción,
o en alguna otra forma que pudiera preferir el terapeuta. Lo importante es que es algo novedoso
que el cliente ha co-construido con su terapeuta y que le es relevante.
Cada una de las tres consultas mencionadas anteriormente tenían lo que Gergen llamaría
“algo para llevar” a pesar de que no fue planeado en la sesión ni estaba diseñado como una
habilidad de actuar para lograr la recuperación relacional. Los participantes crearon su propio “algo
para llevar” que les fue único; su propia germinación de lo que comenzó para cada uno durante la
sesión. Cada uno creó un próximo paso que fue espontáneo, natural y apropiado
a sus circunstancias y necesidades y, en mi experiencia, va a ser sostenible en la medida en que
cualquier cosa dialógica puede ser sostenible, porque lo hicieron ellos mismos.
Respecto a la mujer que tuvo el dilema con su tío y la esposa, confío en ella tanto como ella
confió en su tío. Yo no dudo de que ella tiene, o encontrará, una forma diferente de estar en relación
con su tío y tía; probablemente con menos tensión y angustia y tal vez incluso con un poco de
aceptación y el sentido de familia que perdió a la muerte de su abuela. Es de destacar que, en su
correo electrónico hubo un cambio en la forma en que se refería a la esposa de su tío, refiriéndose
a ella como “mi tía.”
Con la madre de la joven, se había iniciado un cambio significativo fuera de la sesión, a pesar
de que no estaba participando activamente en la conversación entre la hija y yo. Ella había
escuchado y observado, y como siempre lo hacemos, tuvo su propia conversación interna y
silenciosa, y lo hizo también después. Ella llevó el potencial de su conversación silenciosa e interior
consigo misma a las palabras habladas al hablar con los diferentes miembros de la familia.

145
Con el hombre, en la sesión comenzó a tener nuevas formas de pensar acerca de su padre
y su relación con él que, como él dijo, no había tenido tiempo para desarrollarlas, sino que había
actuado: llamó e invitó a su padre a cenar. Confío en que este fue un punto de inflexión para él en
el que puede tener el tipo de relación mutuamente satisfactoria con su padre que indicó que le
gustaría tener y aún mantener o tener un sentido de independencia.
Estos tres ejemplos ilustran como, el dialogo es un proceso inherente de transformación y
un medio diferente de ser, pensar, hablar, actuar y relacionarse. Además, los tres ejemplifican la
importancia de confiar y no interponerse en el camino del cliente con respecto al potencial de
pensar y actuar después de las sesiones.
A través del diálogo, surgen sorpresas inesperadas y cosas novedosas emergen.
Parafraseando a Wittgenstein, el diálogo permite a cada uno de nosotros encontrar formas de
movernos desde donde estamos. Tal vez esto es lo que es útil en el diálogo: encontrar maneras de
continuar o cuando menos creer que es posible. El camino y cómo continuar, será ser único para
cada cliente. Aunque la terapia es para el cliente y no el terapeuta, es importante tener en cuenta la
naturaleza transformadora del diálogo. La terapia, como cualquier otra actividad dialógica, es
potencialmente un proceso de transformación para todos los participantes, incluyendo el
terapeuta.
En resumen y para pausar la conversación por ahora, yo pediría al lector que por
favor mantengan en mente que en este capítulo yo seleccioné discutir brevemente, el proceso y el
objetivo de la terapia en relación con una fracción del enorme cuerpo de contribuciones de Gergen.
Él ha ofrecido, al campo de la terapia, valiosos recursos: formas alternativas de pensar acerca
de terapia, la multiplicidad del Yo tanto del cliente como del terapeuta, y la pluralidad de
perspectivas. Aún más importante para mí, es su capacidad a empujarnos a salir de nuestras
posiciones complacientes, provocar pensamientos reflexivos, e invitarnos a unirnos con él en un
mar de ideas y prácticas siempre cambiantes.
Dicho todo esto, Gergen (1985) predijo que el construccionismo social, como una teoría
alternativa del conocimiento, no tendría un gran atractivo y sería recibido con escepticismo. Aunque
esto todavía puede decirse más o menos unos veinticinco años después, en la última década, el
atractivo y la aplicación de las premisas basadas en la construcción social han cruzado los límites de
la psicología y la terapia familiar en numerosas disciplinas y campos de práctica. Durante todo esto,
coherente con su teoría de la construcción social, Gergen ha mantenido su curso al mismo tiempo
que revisa, expande, y evoluciona sus contribuciones.

146
El artículo original se encuentra en inglés: Reflections on Kenneth Gergen’s Contributions to
Family Therapy. Psychol Stud (2012) 57: 142. https://doi.org/10.1007/s12646-011-0121-y

Referencias
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psychotherapy. New York: Basic Books.
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a difference. New York: Routledge.
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evolving ideas about the implications for clinical theory. Family Process, 27(4), 371–393.
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Gergen, K. J. (1985). The social construction movement in modern psychology. American
Psychologist, 40, 266–275.
Gergen, K. J. (1994). Realities and relationships: Soundings in social construction. Cambridge:
Harvard University Press.
Gergen, K. J. (2009). Relational being: Beyond self and community. New York: Oxford University
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Hoffman, L. (2007). The art of “withness”: A new bright edge. In H. Anderson & D. Gehart (Eds.),
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Routledge.
Shotter, J. (1991). “Consultant re-authoring: the ‘making’ and ‘finding’ of narrative constructions.”
Paper given at the Houston-Galveston Conference on Narrative and Psychotherapy: New
Directions in Theory and Practice, Houston, Texas, May 10th-12th.
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Taos Institute.
Shotter, J. (2010). Social construction on the edge: Withness thinking & embodiment. Chagrin Falls:
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147
La Portada
Con base en la premisa de las inter-relaciones entre congéneres como fuente de auto-
descubrimiento y posterior desarrollo humano –en todos los ámbitos-, mi propuesta parte del
dialogo como elemento básico de la expresión personal.
En mi búsqueda del sincretismo de forma e idea, echo mano de colores y texturas para
plasmar conceptos y percepciones fruto de las interacciones dialógicas que cristalizan en una
imaginería tanto zoomorfa como antropomorfa la cual, aunque inconsútil de por sí, sigue siendo
acicate de mi afán creativo. Como cabe suponer, la temática de mi obra es asimismo aleatoria y está
dictada en todo momento por la liberalidad del trazo y la aventura del color.

Sobre el autor
Guillermo García Figueroa
Uruapan, Michoacán. México
megafi41@gmail.com

Mi formación como artista plástico se inicia en el año 1984 en la Academia di Belle Arti “Pietro
Vannuci” (Perugia, Italia), continuando en el “Centro Cultural El Nigromante” (San Miguel de
Allende, México), Facultad de Artes Plásticas (Xalapa, México) y en el “Internationale
Sommerakademie für Bildende Kunst” (Salzburgo, Austria)
Durante 40 años, he permanecido activo en el ámbito cultural con exposiciones individuales
y colectivas tanto en México como en el extranjero. Entre sus escaparates más relevantes se cuentan
Museo Nacional de la Estampa (Ciudad de México), Poliforum Cultural Siqueiros (Ciudad de México),
Centro Cultural Clavijero (Morelia, Michoacán), Instituto Quintanarroense de Cultura (Cancún,
Quintana Roo), Centro Cultural “Olimpo” (Mérida, Yucatán), Galería KIK-REID (Ried Im Innkreis,
Austria), Galería Open House Salzburgo, Austria, Galería Bonifacio Byrne de la Asamblea Provincial
de Matanzas (Matanzas, Cuba), Museo Estatal de Arte F. A. Kovalenko (Krasnodar Rusia), Fundación
Benetton. Estudio Ricerche. Treviso, Italia, Museo de Arte Contemporáneo (Santiago de Chile),
University of Northern Colorado (Greeley, Colorado, U.S.A) e Imago Mundi: The art of Humanity,
Dak´Art off. Dakar, Senegal

148
Taos Institute Publications
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WorldShare Books – Free PDF Download

Harlene, conversaciones interrumpidas, (PDF version 2019) Rocío Chaveste y ML Papusa Molina,
compiladoras.

Social Texts and Context: Literature and Social Psychology, (PDF version 2018), by Jonathan Potter,
Peter Stringer, Margaret Wetherell

Lifescaping Project: Action Research and Appreciative Inquiry in San Francisco Bay Area Schools, (PDF
version 2017), edited by Rolla E. Lewis, Ardella Dailey, Greg Jennings, Peg Windelman

Disarmed Warriors: Narratives with Youth Ex-Combatants in Colombia, (PDF version 2017), by Victoria
Lugo

Spirituality, Social Construction and Relational Processes: Essays and Reflections (PDF version 2016)
edited by Duane Bidwell

Therapy as a Hermeneutic and Constructionist Dialogue: Practices of freedom and of deco-construction in


the relational, language and meaning games (PDF version 2016) by Gilberto Limon (Translated from
Spanish)

Recovered Without Treatment: The Process of Abandoning Crystal Meth Use without Professional Help
(PDF version 2016) by Pavel Nepustil

Introduction to Group Dynamics: Social Construction Approach to Organizational Development and


Community Revitalization, (PDF version 2016), by Toshio Sugiman

Buddha As Therapist: Meditations (PDF version 2015), by G.T. Maurits Kwee

Education as Social Construction: Contributions to Theory, Research and Practice (PDF version 2015)
Editors: Thalia Dragonas, Kenneth J. Gergen, Sheila McNamee, Eleftheria Tseliou

Psychosocial Innovation in Post-War Sri Lanka (PDF version 2015) by Laurie Charles and Gameela
Samarasinghe

Social Accountability & Selfhood (PDF version 2015, original publication date – 1984, Basil Blackwell,
Inc.) by John Shotter

{In}Credible Leadership: A Guide for Shared Understanding and Application (PDF version 2015) by
Yuzanne Mare, Isabel Meyer, Elonya Niehaus-Coetzee, Johann Roux

Exceeding Expectations: An Anthology of Appreciative Inquiry Stories in Education from Around the World
(PDF version 2014), Story Curators: Dawn Dole, Matthew Moehle, and Lindsey Godwin

The Discursive Turn in Social Psychology (PDF version 2014), by Nikos Bozatzis & Thalia Dragonas
(Eds.)

149
New Paradigms, Culture and Subjectivity (PDF version 2014), Edited by Dora Fried Schnitman and Jorge
Schnitman

Happily Different: Sustainable Educational Change – A Relational Approach (PDF version 2014), by Loek
Schoenmakers

Strategising through Organising: The Significance of Relational Sensemaking, (PDF version 2013), by
Mette Vinther Larsen

Therapists in Continuous Education: A Collaborative Approach, (PDF version 2013), by Ottar Ness

Contextualizing Care: Relational Engagement with/in Human Service Practices, (PDF version 2013), by
Janet Newbury

Socially Constructing God: Evangelical Discourse on Gender and the Divine (PDF version 2013), by
Landon P. Schnabel

Ohana and the Creation of a Therapeutic Community (PDF version 2013), by Celia Studart Quintas

From Nonsense Syllables to Holding Hands: Sixty Years as a Psychologist (PDF version 2013), by Jan
Smedslund

Management and Organization: Relational Alternatives to Individualism (PDF version 2013), reprinted
with permission. Edited by Dian Marie Hosking, H. Peter Dachler, Kenneth J. Gergen

Appreciative Inquiry to Promote Local Innovations among Farmers Adapting to Climate Change (PDF
version 2013) by Shayamal Saha

Psychotherapy by Karma Transformation: Relational Buddhism and Rational Practice (PDF version
2013) by G.T. Maurits Kwee

Wittgenstein in Practice: His Philosophy of Beginnings, and Beginnings, and Beginnings (PDF version
2012) by John Shotter

Social Construction of the Person (PDF version 2012). Editors: Kenneth J. Gergen and Keith M. Davis,
Original copyright date: 1985, Springer-Verlag, New York, Inc.

Images of Man (PDF version 2012) by John Shotter. Original copyright date: 1975, Methuen, London.

Ethical Ways of Being (PDF version 2012) by Dirk Kotze, Johan Myburg, Johann Roux, and Associates.
Original copyright date: 2002, Ethics Alive, Institute for Telling Development, Pretoria, South Africa.

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150
Taos Institute Publications Books in Print
Taos Tempo Series: Collaborative Practices for Changing Times
-
Paths to Positive Aging: Dog Days with a Bone and other Essays, (2017) by Kenneth J. Gergen and
Mary Gergen
- The Magic of Organizational Life, (2017) by Mette Larsen
- 70Candles! Women Thriving in their 8th Decade, (2015) by Jane Giddan and Ellen Cole (also
available as an e-book)
- U & Me: Communicating in Moments that Matter, (Revised edition 2014) by John Steward (also
available as an e-book)
- Relational Leading: Practices for Dialogically Based Collaborations, (2013) by Lone Hersted and
Ken Gergen (also available as an e-book)
- Retiring but Not Shy: Feminist Psychologists Create their Post-Careers, (2012) by Ellen Cole and
Mary Gergen. (also available as an e-book)
- Relational Leadership: Resources for Developing Reflexive Organizational Practices, (2012) by
Carsten Hornstrup, Jesper Loehr-Petersen, Joergen Gjengedal Madsen, Thomas Johansen, Allan
Vinther Jensen (also available as an e-book)
- Practicing Relational Ethics in Organizations, (2012) by Gitte Haslebo and Maja Loua Haslebo
- Healing Conversations Now: Enhance Relationships with Elders and Dying Loved Ones, (2011) by
Joan Chadbourne and Tony Silbert
- Riding the Current: How to Deal with the Daily Deluge of Data, (2010) by Madelyn Blair
- Ordinary Life Therapy: Experiences from a Collaborative Systemic Practice, (2009) by Carina
Håkansson
- Mapping Dialogue: Essential Tools for Social Change, (2008) by Marianne “Mille” Bojer, Heiko
Roehl, Mariane Knuth-Hollesen, and Colleen Magner
- Positive Family Dynamics: Appreciative Inquiry Questions to Bring Out the Best in Families,
(2008) by Dawn Cooperrider Dole, Jen Hetzel Silbert, Ada Jo Mann, and Diana Whitney

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Focus Book Series
- STAN and The Four Fantastic Powers: The First Appreciative Inquiry Book for Kids, (2018) by
Shira Levy, Marge Schiller, Sarah Schiller, Max Schiller, and illustrator, Stehanie Rudolph.
- Coordinated Management of Meaning, CMM: A Research Manual, (2017) by Natalie Rascon and
Stephen Littlejohn (also available as an e-book)
- Communicating Possibilities: A Brief Introduction to the Coordinated Management of Meaning
(CMM), (2017) by Ilene C. Wasserman and Beth Fisher-Yoshida (also available as an e-book)
- When Stories Clash: Addressing Conflict with Narrative Mediation, (2013) by Gerald Monk and
John Winslade (also available as an e-book)
- Bereavement Support Groups: Breathing Life into Stories of the Dead (2012) by Lorraine Hedtke
(also available as an e-book)
- The Appreciative Organization, Revised Edition (2008) by Harlene Anderson, David
Cooperrider, Ken Gergen, Mary Gergen, Sheila McNamee, Jane Watkins, and Diana Whitney
- Appreciative Inquiry: A Positive Approach to Building Cooperative Capacity, (2005) by Frank
Barrett and Ronald Fry (also available as an e-book)
- Dynamic Relationships: Unleashing the Power of Appreciative Inquiry in Daily Living, (2005) by
Jacqueline Stavros and Cheri B. Torres
- Appreciative Sharing of Knowledge: Leveraging Knowledge Management for Strategic Change,
(2004) by Tojo Thatchenkery
- Social Construction: Entering the Dialogue, (2004) by Kenneth J. Gergen, and Mary Gergen (also
available as an e-book)
- Appreciative Leaders: In the Eye of the Beholder, (2001) edited by Marge Schiller, Bea Mah
Holland, and Deanna Riley

151
- Experience AI: A Practitioner's Guide to Integrating Appreciative Inquiry and Experiential
Learning, (2001) by Miriam Ricketts and Jim Willis

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Books for Professionals Series

- Social Constructionist Perspectives on Group Work, (2015) by Emerson F. Rasera, editor.


- New Horizons in Buddhist Psychology: Relational Buddhism for Collaborative Practitioners,
(2010) edited by Maurits G.T. Kwee
- Positive Approaches to Peacebuilding: A Resource for Innovators, (2010) edited by Cynthia
Sampson, Mohammed Abu-Nimer, Claudia Liebler, and Diana Whitney
- Social Construction on the Edge: ‘Withness’-Thinking & Embodiment, (2010) by John Shotter
- Joined Imagination: Writing and Language in Therapy, (2009) by Peggy Penn
- Celebrating the Other: A Dialogic Account of Human Nature, (reprint 2008) by Edward Sampson
- Conversational Realities Revisited: Life, Language, Body and World, (2008) by John Shotter
- Horizons in Buddhist Psychology: Practice, Research and Theory, (2006) edited by Maurits Kwee,
Kenneth J. Gergen, and Fusako Koshikawa
- Therapeutic Realities: Collaboration, Oppression and Relational Flow, (2005) by Kenneth J.
Gergen
- SocioDynamic Counselling: A Practical Guide to Meaning Making, (2004) by R. Vance Peavy
- Experiential Exercises in Social Construction – A Fieldbook for Creating Change, (2004) by
Robert Cottor, Alan Asher, Judith Levin, and Cindy Weiser
- Dialogues About a New Psychology, (2004) by Jan Smedslund

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