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Microcuentos para niños/as

El mago de los deseos Exposición


Antonio J. Sánchez (Poeta)
- ¡Quisiera ser libre como el viento, y moverme
como las hojas acariciadas al sol!-, exclamó una Paseaba despacio por la exposición de pintura,
inocente y joven niña, ajena a que sus deseos contemplando brevemente cada cuadro. De
habían sido escuchados por un mago obediente y pronto se detuvo fascinado: aquella imagen sí,
muy trabajador. aquello era verdadero arte: los colores, las
Y así, poco a poco, los cabellos de la joven en texturas, los juegos de luz y sombra. Permaneció
ramas secas convirtieron. allí, absorto, no supo cuánto tiempo, disfrutando
cada detalle. Al fin, un conserje le tocó
suavemente un hombro: era la hora de cerrar. Así
El acebo y el gorrión que dejó de mirar por la ventana y se dirigió hacia
la salida.
Miles de kilómetros recorrió un pequeño gorrión,
para posarse sobre la rama de acebo más bella Al día siguiente
del mundo. Carmen Ramos (Escritora)
Y sobre ella, esperó y esperó al amor verdadero,
el romántico gorrión. Intenté alargar el dedo gordo del pie un poco,
pero no alcanzaba. Estiré entonces el pie todo lo
que pude y sí, ahora sí lo sentía: primero las
La Navidad sábanas algo calientes, luego su respiración
pausada y al fin una patita peluda, su hocico
El niño de los pies descalzos observaba la húmedo. Sonreí, no había sido un sueño: los
Navidad, con toda su gente apresurándose entre Reyes Magos me habían traído a Pipo.
las calles. Percibía sus rostros coléricos y
nerviosos, mientras pisoteaban y empujaban a los La libertad
Gracia Iglesias (Escritora y dinamizadora cultural)
descalzos con sus regalos…
Entonces, fue consciente de la pobreza de aquella
A la de una…, a la de dos… y a la de… ¡TRES!
gente. Retiró el cestillo, se sonrió, y se deseó la
Cerró los ojos y se lanzó. En cuanto sus piececitos
mejor de las navidades posibles.
tocaron el agua el miedo se disolvió en un
remolino de burbujas y comenzó a nadar feliz y
completamente libre como un pequeño pez. ¿Los
La soberbia
manguitos? Bueno, ese es un detalle sin
importancia. ¿Acaso los pececitos no usarían
¡Tengo la habitación más triste del mundo! –
ruedines si aprendieran a andar en bicicleta?
Espetó la niña llorosa en su enorme cuarto lleno
de innumerables juguetes…
SoñaDORA
Y la soberbia se la comió. Mar Pavón (Escritora)

Dora era una niña que se pasaba los días


soñando. Todo iba bien hasta que empezó a
soñar también por las noches. Al poco tiempo, se
fue al cielo. Concretamente, a las nubes. Y allí
sigue, soñando de día y de noche
ininterrumpidamente, y, de vez en cuando –solo
de vez en cuando–, vuelve en sí para echar un
sueñecito.

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