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El Papa Francisco, como Chesterton

Francisco se mueve como pez en el agua entre los periodistas. En su


viaje de regreso desde Corea volvió a dar lecciones de buen manejo.
No cabe duda, san Francisco de Sales ya lo tomó bajo su protección y
Chesterton le susurra al oído. Entre sus respuestas hubo dos que
llamaron especialmente mi atención.

Durante su estancia en Corea Francisco portó un listón amarillo en


solidaridad con los familiares del ferry Sewol, cuyo hundimiento cobró
cientos de vidas. Los deudos exigen del gobierno coreano una
explicación satisfactoria a través de una comisión independiente. Con
ellos se reunió Francisco e incluso bautizó al padre de una de las
víctimas. Ya en el avión, un periodista coreano le preguntó si no le
importaba que su gesto pudiera ser ”malinterpretado políticamente”.

La respuesta del Papa no requiere glosa. Dijo: “cuando te encuentras


ante el dolor humano tienes que hacer lo que el corazón te pide [...]
piensas en esos hombres, en esas mujeres, padres y madres, que
han perdido a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, cuando piensas
en el dolor tan grande de una catástrofe […] soy sacerdote […] tenía
que hacerme presente. El dolor humano es duro y si en esos
momentos de tristeza nos mostramos cercanos, nos ayudamos
mucho”. Comentó, además, que alguien le sugirió quitarse el listón
porque el Papa debía ser imparcial; “pero con el dolor humano no se
puede ser neutral”.

Lo cierto es que Jesús nunca fue neutral ante el sufrimiento y mucho


menos indiferente. La Iglesia tampoco puede serlo. Lo más profundo
y hermoso de su historia tiene que ver con su enorme parcialidad
frente al dolor, lo mismo que los pecados de sus hijos con la
tentación de la indiferencia. Y no se trata de buscar obispos clonados
a imagen de Francisco, ni clérigos y laicos ensayando sonrisas. Sería
lamentable y atentaría contra la diversidad de carismas en la Iglesia.
Cada quien con lo que Dios le de y donde lo ponga. De lo que se trata
es de armonizar la mirada con el Nazareno, lo que debemos
reaprender cada día desde la oración. Esa mirada reconocible por la
simple razón, cuya fuerza de atracción es irresistible.

Durante la entrevista, que los periodistas centraron mucho en la


persona del Papa, también quedó claro que Francisco se sabe
portador de un mensaje que no le pertenece y que llena de gozo a
cuantos lo reciben. A pregunta expresa sobre su creciente
popularidad, respondió con un sentido del humor muy jesuita y muy
cristiano: “en mi interior, pienso en mis pecados y en mis errores
para no creérmelo, porque se que esto durará poco tiempo, dos o
tres años y luego a la casa del Padre”, dicho ésto con un gesto entre
alegre y socarrón. Algunos periodistas occidentales, adictos al mal
humor, no le entendieron y afirmaron solemnemente que al Papa le
quedaba poca vida. ¡Vaya descubrimiento en un hombre de 78 años!
Su popularidad, agregó, la vive dando gracias a Dios porque se sabe,
como obispo, pastor del cual se vale Dios para “manifestar muchas
cosas”.

Francisco señala con su testimonio de dos virtudes necesarias para


anunciar el Evangelio en medio de la cultura del descarte: no se
puede ser neutral ante el dolor y, para lograrlo, es bueno no
tomarnos muy en serio. Ya lo dijo Chesterton: “los ángeles pueden
volar porque se toman a la ligera”.

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