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Daniela Romero.

El bastardo de Apure.
Era un domingo por la tarde, un día tranquilo. En el bar El somn de Apure estaba
sentado un joven, fusionado con la pared, que era tan oscura como la pared.
Llevaba ahí desde el mediodía, solo observando y, de vez en cuando, tomándose
un ron Santa Teresa.
Los nuevos dueños del bar solo llevaban dos años con él. En el pueblo se decía,
un rumor a voces, que lo consiguieron matando al dueño original y a su familia,
se habían enriquecido con el narcotráfico. De hecho, a los cinco días de
comprarlo, decidieron renombrarlo en honor a su lucrativo negocio. Los narcos,
en su visión simplista de la vida, decidieron usar somn como diminutivo de
somnífero, la droga que vendían; aunque, quedó fijado cuando vieron que en
rumano significa dormir.
El joven llevaba ya varias semanas analizando el movimiento en el bar,
especialmente el de sus dueños. Nunca tomaba más de cuatro vasos, para no
emborracharse, aun si pasaba horas ahí. Muchos habitantes lo catalogaron
como un anormal o un hombre lleno de penas. Algunos pensaban discutir con él
esa misma tarde.
A las seis de la tarde, cuando ya el sol se había ocultado en el vasto llano, ocurrió
algo inusual en él. Se paró junto a la puerta y empezó a ver las pinturas, en ese
instante todo el mundo calló, el silencio era abismal. En el otro extremo había un
señor que se parecía al conejo loco, incluso era su apodo. Su obsesión por ver
el saber la hora era exagerada, recordaba los hechos por la hora y el minuto
exacto en que ocurrieron.
A las seis y seis con 16 segundos, según el viejo reloj del señor, el joven lanzó
todos los cuadros y trancó las puertas. Luego de, exactamente, dos minutos
después, sacó las pistolas que tenía guardadas.
Empezó a relatar su historia, en menos de 10 minutos le reveló al pueblo, que él
era el hijo de los antiguos dueños que pudo escapar, luego de la matanza de los
narcos. Su familia murió, porque no quisieron vender el negocio que llevaba años
en la familia. Él estaba ahí por la venganza.
Parecía un maestro con el arma. Logró matar a todos los narcos, ninguno se le
escapó, aunque no sobrevivió. La escena era tan bella. A las seis y media el
señor pudo salir de ahí, luego de la masacre. Solo podía pensar que le recordó
a una película de Tarantino, no recordaba el nombre, pues había perdido su reloj.

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