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Discurso Couture a Carnelutti

Es necesario no elogiar, sino juzgar. Nuestros discípulos nos admiran primero, nos entienden
después y finalmente nos juzgan.
¿qué debe a Carnelutti la ciencia del derecho? Un edificio, en el cual el arquitecto es también el
operario. Carnelutti no ha sido filosofo ni dogmático, lo es todo a la vez, el ha hecho su edificio
con sus propias manos, forjando y modelando uno a uno todos los materiales. Los filósofos son
en cierto modo especialistas en lo universal, en derecho, tienen la ambición de la universalidad,
pero ellos no modelan directamente sus obras, frecuentemente se edifican en las nubes y no en
la tierra. Carnelutti ha sido más bien un clínico.
La distinción que la ciencia del derecho le debe a Carnelutti es entre la estructura y función de
los fenómenos jurídicos, el pensador inclina su cabeza sobre las cosas del derecho para
observarlas como son pero el clínico aprecia su dinámica y los resultados finales de la
experiencia humana, la distinción entre el ser y el vivir de las cosas jurídicas será algo que la
ciencia del derecho siempre le deberá a Carnelutti. Le debe la ciencia del derecho también las
más inesperadas conexiones, asociaciones inverosímiles: acto jurídico al delito, la expropiación
por causa de utilidad pública a la pena de muerte, etc. Con lo cual deja en manifiesto las raíces
penetrantes del orden jurídico.
Esta insólita potencia intelectual que le permite ver el derecho en su plenitud le ha llevado a la
conquista de máximos significados, la unidad de visión del orden jurídico, unidad del proceso
de conocimiento con el de ejecución, unidad del proceso civil con el proceso penal, unidad del
derecho material con el derecho formal, si hubiera de buscar una nota dominante que le diera
carácter a esta nota, tendríamos que decir que la ciencia contemporánea del derecho le debe la
concepción unitaria.
En el orden histórico su obra tiene paralelo con las que en el siglo XX cumplieron Ihering y
Savigny con los dispersos materiales del derecho romano y con las que en el siglo XVIII cumplió
Pothier con el tesoro en riesgo a perderse de _ francés, como ellos con la potencia del esfuerzo y
la magnitud del sacrificio, pudo Carnelutti escribir en su edificio el dístico de séneca que la
“constancia no sea sin la ciencia ni la ciencia sin la constancia”, pero lo grave es que el Carnelutti
que esta entre nosotros no es el mismo Carnelutti que escribió los libros que tanto admiramos,
el dice que ese Carnelutti no existe porque ha muerto, afortunadamente, es solo una metáfora
entre las mil metáforas con las que el ha iluminado la ciencia del derecho.
Lo que hay es que Carnelutti llega a nosotros de regreso de la sabiduría, grávido y primitivo,
rudo y potente como nunca antes. Hace pocos días, yendo del brazo Carnelutti me dijo”la vida,
mi querido amigo, es como un árbol, en la juventud la copa está llena de hojas y todo es en el
vida y serenidad, en la vejez las hojas se pierden y las ramas quedan desnudas, pero lo grave del
caso es que solo en la vejez comprendemos que las hojas no nos dejaban ver el cielo”
Carnelutti ha escribido últimamente libros que ha denominado “metajurídicos”, su ciencia d
ehoy estña mas próxima a estos libros que los de ayer, y la antinomia en estos momentos, es que
uno de los maestros más distinguidos en esta casa de estudios, debe ser presentado de nuevo
por esta circunstancia a este auditorio. Lo que sucede con esta obra es una cosa muy humana y
muy profunda: cuando se ha vivido una vida al servicio de la ciencia o del arte, el espíritu
marcha como por gravitación natural hacia las esencias ningún gran científico o artístia termina
haciendo detalles y preciosismos. La culminación de obra de ciencia o arte constituyen un
regreso hacia la rudeza y lo primitivo, se da paso a los grandes planos, el arte cede su paso a las
esencias mismas. Basta tomar de los artistas un solo caso para entenderlo, figari y torres García
no terminaron juntando cosas bellas sino rudas y simples, borquez ya viejo, termina
recomendándole a las madres el “hágale nada” porque la sabiduría de la naturaleza termina
superando a la sabiduría de las ciencias, etc.
Como dice Huxley: “No hay más progreso que el progreso de la caridad”.
El Carnelutti que ahora conocemos viene de regreso de la experiencia y se acerca con un mensaje
de comprensión, bondad y ternura humana. No es el dogmático ni sistemático que hemos
conocido, sino que un hombre lleno de comprensión, ternura y bondad, y nos preguntamos
¿puede la vida por si sola operar este milagro? No, el milagro no lo ha operado la vida sino que
el dolor: Carnelutti no viene de regreso de la ciencia, sino que viene del regreso del dolor. Fue
necesario que conociera la incomprensión, las persecuciones, el amargo pan del exilio para
sentirse en comunicación con las esencias, a la par que Beethoven también pudo poner como en
el comienzo de la novena sinfonía, también él ha llegado a la alegría por el dolor. Con estas
palabras, sin sentido de elogio, pero con sentimiento de justicia, sin ánimo encomiástico pero
con gratitud de discípulo podemos saludar a Carnelutti en esta casa, diciendo que él es para
nosotros de este modo tan simple y profundo: duque, señor y maestro.

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