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11 septiembre, 2016
Esta semana, una buena amiga me pasó un tweet sobre el futuro del automóvil, donde el Director
de Seguridad en el Transporte de EEUU afirmaba que “un sistema de conducción autónoma que
lidie con todo es imposible”. Efectivamente, según un artículo de MIT Technology Review, parece
imposible conseguir vehículos 100% autoconducidos.
Imaginemos que estamos en 1980. Somos Olivetti (líder mundial del sector), y alguien nos dice que
la máquina de escribir morirá en 3 años. Imposible. Siempre, todas las oficinas del mundo
necesitarán máquinas de escribir. Imaginemos que en esa época nos dicen que con un extraño
dispositivo tendríamos acceso a toda la información del mundo en nuestras manos. Imposible.
Que veríamos vídeos y películas de alta definición mientras esperamos el bus. Imposible. Que
todos los libros y la música de nuestra vida estarían en el bolsillo. ¿Todos los libros en el bolsillo?
Menuda majadería. ¡Un libro mide 20 cm x 5 cm y pesa 300 gramos! ¡Imposible! Imaginemos que
en 1990 nos dicen que haríamos fotos con el teléfono y las teletransportaríamos por el aire.
Miraríamos el cacharro colgado en la pared con un dial para marcar los números y diríamos
¡imposible! Imaginemos que nos anuncian que, de hecho, podríamos llamar a alguien que camina
por la calle. Pensaríamos ¿y cómo demonios nos contesta? Recordaríamos el “zapatófono” de
Mortadelo y Filemón y diríamos que esa idea era imposible y, además, ridícula. Se llamaba a un
lugar(a la casa de los padres o de los amigos). No a una persona.
Pero, de hecho, ni siquiera los mejores especialistas del mundo son capaces de anticipar el futuro.
En 2007, Steve Ballmer, presidente de Microsoft, afirmaba que “no hay ninguna opción de que el
iPhone vaya a significar cambio alguno en el mercado”. Poco antes, ante los rumores de que Apple
iba a lanzar un teléfono móvil propio, el New York Times anunciaba “a todos los que nos
preguntan cuándo Apple entrará en el mercado móvil les podemos decir que seguramente nunca”.
En 1997, Nathan Myhrvold, CTO de Microsoft declaró que “Apple está ya muerta”.
Robert Metcalfe, fundador de 3Com, vaticinó en 1995 que “internet sería como una supernova
que colapsaría antes de 1996”. Ken Olson, presidente y fundador de Digital Equipment dijo un día
de 1977 que “jamás, nadie, por ningún motivo, iba a querer un ordenador electrónico en su casa”.
Claro, si el ordenador pesara 50 toneladas (como los primeros), o 200 Kgrs, como los mainframes
de 1977 esa idea era impensable. De hecho, en 1947, Thomas Watson (IBM) determinaba que el
mercado potencial de los ordenadores electrónicos iba a ser sólo de “unas cinco unidades” en
todo el mundo. Pocos años después los departamentos de prospectiva de mercado de IBM
descartaban también invertir en el despliegue de la fotocopiadora afirmando a Xerox que su
mercado iba a ser, como mucho, 5.000 unidades por año en todo el planeta.
En 1946, Darryl Zanuck, directivo de la 20th Century Fox pensaba que “la televisión no tiene
futuro. Nadie va a estar sentado ante esa caja cada noche”. El almirante William Lehay afirmaba a
principios de 1945 al presidente Truman que una bomba basada en energía nuclear no era posible,
y lo decía como “experto en explosivos”. Pocos años antes, el presidente de Michigan Saving Bank
había advertido a sus clientes que no invirtieran en Ford Motors, puesto que “lo que es seguro es
que el caballo existirá siempre, el automóvil es sólo un nuevo invento dudoso”.
Antes, en los años 20, Lee de Forest, inventor de las válvulas electrónicas de vacío, se atrevía a
declarar que “independientemente de todos los posibles avances futuros, era imposible que jamás
un hombre pisara la luna”. Como tampoco los científicos del siglo XIX creían posible que una
máquina más pesada que el aire pudiera volar. Ante la aparición del teléfono, William Preece,
presidente de la British Post Office afirmó que “los americanos quizá necesiten teléfonos, pero
nosotros vamos sobrados de chicos repartidores de mensajes”. Incluso Napoleón despreció la
máquina de vapor. “¿Cómo quiere usted vencer las corrientes marinas y la fuerza del viento
encendiendo un fuego en el interior de un bajel? Perdone, no tengo tiempo de escuchar esta
estupidez”, hablando sobre el nuevo invento de Robert Fulton.
La historia de la innovación nos deja dos potentes lecciones: jamás podemos afirmar que algo es
imposible, incluso a muy corto plazo. Y, como reza el título de un reciente artículo de Singularity
University: “Uber yourself before you get Kodak’ed”. Uberízate antes de que te Kodakicen.
Transforma tu modelo de negocio a los nuevos tiempos antes de que te pase como a Kodak, que
creyó que el carrete fotográfico iba a existir para siempre.